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22 mayo 2023 1 22 /05 /mayo /2023 23:20


El padre de mi madre había sido un soldador de cascos de grandes barcos en los distintos puertos argentinos, se puede decir que clase obrera, la madre era una inmigrante de Burgos que arribó al Río de la Plata para trabajar en el servicio doméstico, o sea, clase trabajadora integral. Ninguno de los dos era peronista. Mamá de a poco fue tomando contacto con los argentinos peronistas de izquierda (si este oxímoron pudiese tener lugar) que estaban exiliados en Cuba, en condiciones sensiblemente mejores que el resto de refugiados gracias a depositar parte del rescate pagado por los hermanos Juan y Jorge Born, alrededor de catorce millones de dólares de los sesenta en efectivo que cobraron. De ahí que las casonas de Miramar fuesen las sedes de la organización, las viviendas de los jefes y militantes, la guardería de los niños hijos de desaparecidos, muertos o presos, y otros privilegios que sacados del contexto pierden todo su sentido, tarjetas de técnicos extranjeros para comprar enseres, alimentos, bebidas, tabaco, diversión, etcetera. Nos mudamos a un departamento de ciento sesenta metros cuadrados con todas las comodidades frente a la playita de 16, además de tener las llaves del departamento de enfrente para cuando metíamos un pastelón con esas titis que se podían recoger alrededor de medianoche en el Vedado, no más tarde, la de las dos a tres de la mañana había que llevarlas a los jardines del Nacional o al Morro, como la del calcetín en el rabo y la blenorragia, pero ese es otro cuento. Demasiado bizarro para meterlo en este recuerdo.

Mi madre hizo buena amistad con varios de ellos, y casi una hermandad con Popi, Juani Bettanin, Susana Croxatto, el Vasco y la Gringa, por quienes también yo experimenté un afecto firme, profundo.
Yo tenía dieciocho años, iba al pre Pablo de la Torriente Brau, era el único que no usaba uniforme, porque no me salía del tubo. Eso sí, todos los días, para no levantar demasiado descontento, iba con una camisa azul celeste y unos pantalones azul oscuro de corderoy bien ajustados, marcando huevos.
Pero algún día, antes de sumergirme en mis botellas de ron, con el sol aun bañando primera avenida yo debía ir a la oficina de los militantes peronistas de izquierda cómodamente exiliados en La Habana no sólo gracias al generoso aporte de los hermanos Born, también a la simpatía que desde joven había profesado Fidel Guarapo Castro hacia Perón, como cuando fue a Bogotá en los días del "Bogotazo" integrando un grupo universitario de apoyo a la juventud peronista. ya se sabe Mussolini, Franco, Perón, Guarapo, un solo corazón.
Al inicio la idea de los amigos de mi madre, era que yo condujese la guagüita que llevaba a los niños de la guardería a sus escuelas u otras actividades, pero cierta cordura de alguno de los "montos" que me conocían mejor, Popi, Miguel, Lito, el Vasco o la Gringa, habría decidido que mejor era apostar a otro chofer, que arriesgarse o esperar a que dejase la tradición de refrescar las tardes con el famoso espirituoso cubano que pone a gozar a los mismísimos Barrabás y Zaratustra. Entonces me invitaron a sumarme al trabajo de introducir en una base de datos los nombres,  edad y grado o cargo, de la mayor cantidad de represores militares, de quienes se tenía conocimiento. Aquella fue la primera computadora que toqué, sistema MsDos, el trabajo era digno y hoy siento alegría de que me hayan conminado a hacer al menos una cosita de provecho, más o menos la única de mi juventud. Y como en toda Cuba, en cada cuadra, en esta oficina que estaba en una casona de la avenida primera y la calle catorce, también se hacía guardia por la noche. Acaso con más razón. Cada mes me quedaba a dormir una noche en el mullidito sofá cama de la entrada, viendo videos Betamax de películas o fútbol. Me querían incluir, argentinizar, peronizar, montonerizar, cosa que yo, mucho antes por una alergia aguda a todo compromiso y desinterés total por cualquier batalla, teque, disciplina, que por convicciones políticas, ni siquiera tenía previsto considerar, no obstante, manifesté una clara disposición a cubrir una guardia cada cierto tiempo. De paso retomaba contacto con el acento del país que tanto tiempo atrás había dejado a mis espaldas y que ya había olvidado extrañarlo.

Una tarde cuando cayó el sol, sonó el timbre de la oficina. Era Lito que subía a la sala donde estaban la computadoras a trabajar. Poco después volvió a sonar el timbre de la puerta y era mi hermano y mi hermana, que traían un tupper con mi ración de cena que, como cada día y cada noche, durante toda la vida, excepto los tres años del Habana Libre, había preparado mi abuela.

-Pasen, chicos- dije

Estaban parado uno al lado del otro, y entonces tomé la pistola Browning de 9 milímetros que tenía a su disposición quien se encargaba de la guardia, le saqué el cargador, y apunté a mi hermano primero, después a mi hermana, ambos dibujaron en la comisuras de sus labios una sonrisa franca, iba a terminar de percutir e gatillo sobre una de las dos cabezas para escuchar el click del gatillazo en vacío, pero un reflejo me llevó a jalar el gatillo apuntando hacia el suelo, a la base de madera de una bandera argentina y el click se convirtió en un estruendoso, brutal sonido de un disparo de una pistola de ese calibre permaneciendo un rato más la reminiscencia del tiro por el eco del enorme salón de entrada y terror que nos invadió de repente a los tres por lo que aún hoy, no sé, gracias a qué no ocurrió.

Mis hermanos se quedaron como congelados, les dije que por favor no dijesen nada, que por supuesto no sabía que había una bala, que no sabía como podía haber pasado eso. La bala había entrado a la base del poste y salido por detrás dejando una marca en el rodapiés y debiendo haber rebotado por la habitación, estaría aplastada, deformada, bajo un sillón.

-No importa, no importa Martín, nos vamos- me dijeron y salieron como alma que se lleva el diablo.

Me aquedé lívido, hierático, tembloroso, esperando que Lito bajase a preguntar que pasó, pero el ruido de aquellos aires acondicionados, la generosa amplitud de la mansión o la concentración en su trabajo evitó que Lito escuchase nada.

Con una mezcla de terror por la realidad paralela que podía haber sucedido, y que en alguna dimensión seguro tuvo lugar, y con el mayor alivio que se pueda tener una idea, pasé la noche sin dormir ni penar en otra cosa.

Nadie preguntó nunca por el ruido, por la bala faltante, por el agujero de la base del asta de la bandera, por la marca en el rodapiés tapado con la bandera ni encontró el plomo espachurrado metido entre los flecos de la una escoba. Pero a cada rato, en medio del silencio generalmente del momento en que cae el sol, como aquel día, y siempre que uso un tupper, mi cuerpo recupera esa sensación de desesperación por lo que pudo y debió acontecer y el profundo consuelo de lo que ocurrió en esa otra dimensión, menos real, de la que a veces pienso que me construí para soportar el peso de la eternidad en las llamas, una vez habiendo repuesto el cargador de la Browning en su sitio, y habiéndome disparado tras ver la cabeza sangrante de uno de mis hermanos en el suelo, al lado del mástil impoluto y la bandera salpicada.

Browning descargada y asta con bandera argentina
Browning descargada y asta con bandera argentina

Browning descargada y asta con bandera argentina

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2 mayo 2023 2 02 /05 /mayo /2023 22:44

A los 12 años fui como extra a la filmación de una escena de la Matanza de Iquique, de Pedro Chaskel y Fedora Robles junto con Pedrito y Paula sus hijos, en las afueras de La Habana, y en un descanso subimos a una locomotora abandonada, de no sé si era un viejo central o una estación de tren. Cuando vimos que se podía subir al techo subi y me puse a correr por el techo cilíndrico de la vieja locomotora. Resbalé y caí a la hierba crecida cuando apoyé las manos una me quedó sobre un cambolo grande, el resultado fue que me fracturé la muñeca. Así fue mi primer yeso que cubría solo el antebrazo, podía meter una regla para rascarme cuando era insoportable la picazón. Me sentía Tarzán, un brazo roto, "ese seguro es un tigre, un fiera, un aguanta dolor y un salvaje" pensaba que pensaban y me pavoneaba con mi yeso entre niñas que pensarán "que clase de comemierda, sube a una locomotora abandonada, se cae y se rompe el brazo, ahora no puede bañarse en la piscina todo el verano"

Otra vez, al poco tiempo estaba corriendo por el segundo piso del Hotel Habana Libre, con Fernando, Pedrito, Manuel y Ronnie, y me resbalé justo frente a las Cañitas, apoyé los dedos de la misma mano, la izquierda y me fisuré tres dedos: meñique, anular y medio. Nuevamente yeso, ya no me pavoneaba tanto, empezaron las bromas, "el hombre yeso", "la momia" y por ahí, pero aún así era una gloriosa herida de guerra. Cuando por ventura quedase a merced de un grupo de negros guapos, pensarían "cuidado con el múcaro que es un tipo es un hueso, no le tiene miedo a nada sale de una fractura y entra en otra". Clin, caja. ganancia. Ese yeso también llegaba hasta antes de la articulación.

La tercera vez fue en Guanabo, ya vivía en Alamar, y estuve primero apuntado en judo en Cojimar, una belleza tomar el bote de madera a diez centavos, y escuchar el remo en el agua y el ruido de la soga, el sopote y el remo al accionarlo el chalupero. Pero había poca gente, eran más los de esgrima, y dos compañeros de clase iban a Guanabo que era un club deportivo grande, importante, entonces me apunté ahí. Lleno de pibes, un profesor que mandaba a correr varias manzanas, pero era un club de verdad, y Guanabo era también pintoresco, sobre todo tras el puente de madera. Rompí caídas en las ocho modalidades, aprendí varias proyecciones, y en la primera competición en se cogía cinturón de color, en mi caso amarillo, me metieron un estrallón sucio, que solo fue un quinto de punto, llamado koka, o sea faltaban cuatro kokas más para perder, o un wasari y un yuko, o claro, un ipón. Pero no pude seguir el sonido fue estruendoso, y el dolor y la hinchazón no se hicieron esperar. Tuve que levantarme del tatami y salir al policlínico acompañado por el profesor. Un desastre, fisura doble en el codo, hemorragia interna y salida del líquido de la articulación. Me pusieron un yeso en forma de L y el médico me dijo que recordase encarecidamente, que en cuanto me quitasen el yeso, a los 45 días, fuese a fisioterapia y ultrasonido porque aunque la fisura era leve era en un sitio complicado. Estuve 45 días con el yeso, sin saber por donde meter la regla para rascarme, las "manuelas", por suerte, eran con la diestra. Todos firmaban en el yeso, "el hombre momia". Al salir de la escayola no fui a fisioterapia y fui solo a dos sesiones de ultrasonido, resultado: nunca más pude enderezar el brazo completamente. Me quedó el codo medio trabado, por no darle bola al doctor.

Detrás de casa había un jardín cercado, donde sesionaba un circulo infantil y un área botánica de distintos árboles, que más tarde fue un lugar para bailar música de guapería los sábados. Piñazos, patás y mordidas se vieron sin compasión. Me subí con un conocido del barrio Orama, a un árbol de mango, no era época todavía, pero ya había algunos mangos pitones. Lo único es que estaban demasiado alto. Hasta ese día yo trepaba a los árboles que parecía un mono. De verdad, me gustaba pensar que tenía esa habilidad por mi parentesco más cercano que el resto de humanos con los simios, ya que un año en que falté cuatro meses lectivos a la escuela Felipe Poey, me hice amigo de un chimpancé pequeño en el Zoológico de Nuevo Vedado a donde iba cada tarde que no descargábamos en casa de mi amigo Carlitos Cecilia. En fin, el tema es que subí como llevado por Mandinga a las ramas más altas pero también menos gruesas del árbol, le dije a Orama "brother, ahí veo un mango pintón, que está casi maduro". Eran mangos machos, generosos, carnosos, con uno bueno podíamos comer ambos. Comencé a caminar sobre una rama, agarrándome de otra de más arriba y cuando logré coger el mango mis pies sintieron como se partió su apoyo, caí al vacío desde una altura de una cuarta planta pero con la suerte que fui dándome golpes en la caída con ramas cada vez más gruesas que aminoraban la velocidad rumbo al suelo. Entre la muñeca y el codo me partí el cúbito y el radio y se salieron del lugar, empecé a dar vueltas en el suelo y a echar espuma. Cuando me desperté estaba a hombres de mi madre o de la Negra Ángela, que me daba los H. Upmann y los Montecristo que fumaba escondido. Y cuando me volví a despertar estaba en el policlínico de la zona 5. El médico dijo ¡aguanta! y tiró de la mano mientras otro sujetaba el brazo, revolvió los huesos y la carne hasta que encontró, no encajar de manera perfecta, pero al menos sí hueso con hueso. La gente que sabe dice que el tipo hizo un trabajo de locos, porque si tenía que esperar a llegar al Fructuoso Rodríguez en el Vedado, el brazo podría tener que ser operado. Recién entonces me llevaron al Ortopédico, el doctor dijo que estaba perfecta la faena del médico de urgencia, y me enviaron a dormir al neurológico, ahí cerca, por si acaso, para quedar en observación. Probablemente el golpe me recolocó el cerebro dotándome de una inteligencia y refinamiento intuitivo superlativo, o quizás me dejó turulato agilipollado para casi siempre, Nunca se sabrá, como en la película de Peter Sellers "The Gardener". Lo que sí se supo cuando a los 45 días me sacaron el yeso es que la muñeca me quedó rara. Nunca más trepé con esa intrepidez y velocidad ningún árbol. Ni me subo a una montaña rusa, ni a ninguna atracción de feria que especule con las alturas y el movimiento.

Varios años más tarde, habiendo dejado a Patricia en la casa en que paraba de Pepín y de Azucena en Entre Ríos al 400, donde también vivía el histórico Manuel Lamana, yendo a tomar el colectivo que me dejaría en Córdoba y Anchorena donde vivía, se me tiraron encima tres tipos, se agarraron a mi reloj, y no me dieron chance a darles las tres chirolas que llevaba encima y que me exigían dando voces, me tiraban golpes de los que sin otra posibilidad debía defenderme como pude, pasaban muchos automóviles, había una garita con policía en el Congreso de la Nación, frente a donde me estaban friendo y nadie hizo nada. En ese tiempo la merca era muy barata en Buenos Aires y había una importante cantidad de gente enganchada, como incluso yo lo había estado un tiempo antes, pero jamás salí a domar a nadie, los pibes estaban sacados y querían aunque fuese un paase más. Uno fue a pegarme con algo que tenía en la mano en la cabeza, levanté la extremidad para proteger la mollera, y "crack" llegó de visita el ruido familiar de mi brazo izquierdo. De los gritos que di se fueron rajando, corrí hasta donde Entre Ríos se convierte en Callao y tomé un taxi, llegué a casa y me acosté a dormir. Durante la noche el dolor era tremendo así que me puse el pantalón como puede y me fui al Hospital Fernández. Rayos X, fractura del cúbito y yeso por otros 45 días.

O sea, señores, mi brazo izquierdo tras cinco sucesos de rotura, con hasta nueve fracturas, levantando el peso limite en el gimnasio, impulsando el agua en cada brazada descompensado con el derecho, hasta cubrir el kilómetro en natación de piscina o mar, aunque no se note, es, como en la literatura de ciencia ficción o de fantasía, uno de esos muertos vivos, sobrevivientes del volcán de un dios devorador, que en sus huesos astillados catalizó todos esos otros suicidios, en los que no se me ocurrió pensar más de dos horas seguidas.

Hoy haciendo unas planchas en el suelo, cuando sentí los pequeños dolores de todas las fracturas juntas,  pensé que hay gente con mala pata, yo tuve mal brazo, o acaso no, pobrecito, se hizo cargo de todos los porrazos físicos tangibles, y quien sabe de cuantos más de corte espiritual.

 

Koka y Mata de mango
Koka y Mata de mango

Koka y Mata de mango

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2 mayo 2023 2 02 /05 /mayo /2023 16:52

De pequeño un crío extremadamente tímido, solitario, con amigos de a uno, lunático, siempre pensando en castillos en el aire, imaginación al pedo, solo tía Celia lo vio y me incentivó a pintar, a expresar algo, a no sentir vergüenza ni lástima de mi. Después vino Cuba, todo expresión corporal, vocal, rítmica, hedonista, sensual, baile, bongó, atención a los blúmer, hablar de singar a edad de jugar a los escondidos, fumar antes de tener los pulmones terminados, empezar a beber sin barba, con ron, sin hielo, sin vaso, a capela. Recuerdo aquel día regresando al Vedado con Leonor, esa novia un año mayor que yo que me puso la humilde tranca como nunca la había visto, el pantalón parecía una carpa de camping, un tipi, un iglú familiar, cuando llegué a casa después de frotar la lámpara para que apareciesen todos esos duendes que pensaban irían a cazar un óvulo, tuve que restregar con el cepillo y el jabón pantalón calzoncillo y hasta camisa para despegar todo ese yogur enmelcochado. El ron, la imitación, el temor a que en cualquier momento emergiese el panoli, el esfuerzo de integración y no pocos vacilones, me hicieron pensar que era largo, cabrón, pillo, pícaro, jevoso, van van, bárbaro, rolling stone, chistoso, el peor-mejor y al final sí, me hice más o menos transgresor. Pero no exactamente yo sino ese que yo pretendía ser, y que durante un tiempo más largo que el que el mínimo decoro sugiere, logré emular. Cuando mamá, papá, te sueltan la mano hay que aprender a vivir como sea. Perdí el camino de regreso a mi, al bobo, al callado, al tímido. Casi. Excepto en esas noches de dormir abrazado a mi oso Cocó, hablando dormido como un espía sonámbulo revelando su identidad y despertando sudado aterrorizado por la posibilidad de haber sido escuchado "ay, mami mami que estás en los cielos, niño chiquitito, objeto puntiagudo" se oyó gritar tras concluir en el rostro el trayecto de una bota llena de meada o una galleta de los mignight ramblers, en las literas de la escalera armadas provisionalmente por saturación de panolis en la beca de Quivicán. Un bárbaro, un van van, un rolling stone, que se templó a un montón de niñas y tembas, pero no se atrevió a declararle su amor a la princesa de sus sueños en la secundaria por temor a ser rechazado, como sabría que de conocerlo, de verle el fondo seguro lo sería. Ni a mantener el amor de ella, llenando de infidelidades, de faltas de respeto, de situaciones de dolor lo mejor que tuvo y nunca mereció. De ser humillado por la amante eterna, de ser un pata de lana que saltaba por las ventanas de las esposas adúlteras. Acaso el momento más feliz, sea cuando se divisa con claridad el lastre que debe ser liberado por la borda. Hoy solo un puro y diáfano panoli, no hay más clon de van van, ni de largo; hoy corto, tímido, apartado, ocurrente para poco, solo para retornar amor a quienes más me lo dieron y tener las agallas de pedir perdón por tanto miedo, tanta simulación y tiempo perdido. O acaso ganado, para que nunca más, tenga que volver a excusarme con Cocó.

Acuarela de Celia

Acuarela de Celia

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28 abril 2023 5 28 /04 /abril /2023 23:50

Me gusta mucho ver a los y las youtubers cubanos de adentro y los de afuera que salieron hace poco, hay algo que me reconforta, pero no puedo dejar de detenerme en las ansias desmedidas de consumo que esa sociedad generó y acumuló durante generaciones, llegando a desarrollarse un Godzilla al cuadrado. Cuba como un ratificador más de lo que ocurrió en el campo socialista una vez que cayó, donde no quedó un solo comunista en todo aquello, lo único que todos querían era gastar compulsivamente, sin tiempo casi para disfrutar de lo comprado, y nunca, jamás, ni por error, gastar un cobre en arte o cultura.

Me quedé pensando en la intensidad con que vivíamos, el que más y el que menos, la vena cultural en la Cuba de años atrás. Muchos de los ensoñaciones del capitalismo que teníamos era para poder asistir a un recital de Iggy Pop, Queen,  Led Zeppelin o los Stones. Queríamos creer que podíamos escribir y vender miles de ejemplares, lo que se llama de verdad vivir del cuento. Y no era pura veleidad, no, íbamos a cuanta actividad lúdico cultural había, no importa si la finalidad era tomar ron y ligar, al final era cultura. Festivales de cine, de jazz, de la canción en Varadero, fuimos el público obligado de la novísima trova, escuchábamos rock en grupos semi clandestinos, en las casas y la sensación de batallón que da la compañía, nos hacía perder el miedo de subir el volumen por temor a la delatora del CDR, íbamos a las exposiciones de pintura iconoclasta muy naif, pero en aquel entonces también muy rompedoras. Y sobre todas las cosas, escuchábamos, escribíamos y vivíamos la poesía. Cuba es un país de poetas y de versos sueltos. Sólo en un entorno que adore la poesía puede haber un loco de la guagua, que paraba en plena avenida 23 para que los pasajeros imaginarios montasen:

"Caballero pá trá, apriétense ahí"

La poesía forma parte del cubanos como el baile aunque parezca menos evidente en las clases menos educadas en el arte. Todo es poesía, el andar, el modo de saludar, los chistes, el gracioso del cine, el rascabucheador, un clima que obliga al ademán exagerado, a la rima en el habla, una sociedad que expulsa la espontaneidad e invita a la doble moral, el libreto, la glosa, la retórica, el cuento, la maraña, majomía y el dominó, en el cual lo de menos es el juego, lo importante es la expresión corporal, el sketch, la ejecución del estruendo, el bonche y por supuesto, la curda. Pura poesía.

Cada cubano en un universo, el marxismo intentó aplicarse en una sociedad de gente que no soporta ser menos o igual que otro.

Tu metes un número, atrás vengo yo y la pongo el doble de dura, y después viene Felo y mete un jonrón.

Poesía como música, no podría decir cual nació primero, cual alimenta a cual, como el huevo y la gallina o por donde le entra el agua al coco. Tierra donde se mezclaron los refranes pueblerinos españoles, con las historias contadas de generación en generación africanas, ambas cantadas en noches de fiestas, y ambas bailadas y singadas.

Poesía en el aire, en la tertulia, en el calor, en la doble moral, en la desmesurada originalidad de la escasez en la bodega, en la lucha del aburrimiento marxista leninista con el brillo del carnaval, la libertad del lenguaje y los giros idiomáticos como la pronunciación aleatoria, caprichosa de cada consonante, lo diáfano y abierto de cada vocal.

Nada más lejos de mi que juzgarlos, también yo pasé un tiempo más que prudente devorando cuanta porción de fibra animal tenía la desdicha de caer en una plancha, parrilla, sartén o cacerola, solo que nadie nos filmaba. Y de paso me llevó a una reflexión sobre si metier de youtuber e incfluencer puede ser considerado cultura. A un practicante del deporte fútbol, acrónimo de football, se le llama futbolista, no así hoy a un youtuber, que sería yutuberista, o con el anglicismo influencer en lugar de influenciador. Pienso que a pesar de la marcada desidia por temas artisticos en general, no obstante, su actividad debe ser considerada cultura. Representan y reflejan con fidelidad los intereses y la sensibilidad general de una generación, que por otro lado, ha mejorado en mucho los valores del individuo en las cosas más usuales, sencillas y directas de la vida cotidiana, y que, como resultado de un "teque" inagotable, viven tan alejados de toda muela colectivista, como de toda fascinación por el arte en términos convencionales. Su concepto del saber no pasa por el barniz cultural, ellos realmente y de manera muy concreta, saben lo que necesitan para conectar con su público meta. Que también soy yo.

Por eso hoy ver a estos muchachos y muchachas que añoraban salir para comprar baratijas y atiborrarse de condumio, me hace sentir identificado porque todos lo quisimos, pero constatar que solo sea para eso, me ubi9ca a una distancia identitaria comparable a que me encuentro de un Yanomani o un Inuit.

Principio del formulario

Final del formulario

 

Dame dos
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25 abril 2023 2 25 /04 /abril /2023 10:44

Me gusta este recuerdo.

Tenía dos casetes de música jazz, de noventa minutos cada uno. Uno era de Louis Armstrong y el otro de Glenn Miller, me encantaba el swing y el sonido New Orleans, así que cuando me metía unos buches de ron en mi casa de 1ª y 16 y me iba caminando al Sierra Maestra, a darme un baño, comer una hamburguesa, tomar un laguer y ver a amigos y materiales, muchas veces iba tarareando The bucket's got a hole in it o Chattanooga Choo Choo, sabroso por avenida primera, medio en pedo , el sol en la cara, la camisa abierta, el blue jean empercudido y las botas calientes, nada de short y chancletas como se usa hoy; a la playa había que ir como a la fiesta, después habría tiempo de cambiarse.

A veces paraba un ratito en 12 para mirar las jevitas ricas que se arriesgaban a alimentar las fantasías de los rascabucheadores que más de una vez cobraron gruesos tranqueos por pajuzos. Había una niña que me tenía loco, lo que se dice arrebatado, en aquel tiempo no se usaba tanga en Cuba, ella era la precursora, pero eso no sería nada sin su clase de culo y Papa John's, que aunque no tuve el gusto de conocerlo personalmente, se podía intuir sin mucha dificultad donde se hendía la prenda premonitoria. Cada vez que esa chiquita se bañaba seguro habría un mira hueco alrededor, más o menos camuflado. Después pasaba el Karl Marx fijándome siempre de reojo, desde el inconsciente, si alguna vez se les volvía a ocurrir ocultar a toda la población un festival de rockeros y estrellas del pop internacional como aquel que me perdí a finales de los setenta. Pero nada, alguna vez los Son 14, o los Van Van, en tiempos en que los pepillos no escuchábamos música de guapos, un par de años más tarde todo se mezcló y hasta Mayenye comió ajonjolí.

Más adelante el Cristino, donde solo iban familiares de pinchos como podía ser yo pero sin ser mi caso, y chivatones de los de verdad. Donde años más tarde una prima de la planta de mi pie cuando lleva una semana sin agua y jabón, negó la entrada a mi hijo que vivía en 5ª y 10 pero no era hijo de revolucionarios, a un cumpleaños de su hija, que pobrecita no era culpable de las consecuencias de una bola de cebo tan amorfa. Y unos pasos más allá, el drive way del Sierra Maestra, con su vigilante en la entrada, su tienda de productos especiales para técnicos extranjeros donde compraba mi madre, los cartones de cigarrillos Populares, la jamonada, el queso, el ron Legendario, el laguer cubano sin etiqueta, el Polar, el Hatuey y el Pilsen Urquell. también el vino búlgaro Cabernet. Y mucha más comida, tabaco y curda que la que había en la bodega.

Aquello era un abuso que avergonzaba, y por eso en vez de manifestarme mediante la abstención, llevaba amigos y novias a casa a comer todos los días, de esa forma pagaba la culpa de ser participe de ese engaño de la sociedad de la igualdad. Tenía un carnet de técnico extranjero, casi nunca me lo pedían a la entrada del Sierra, pero lo llevaba encima por si había un guardia nuevo, o uno "imperfecto", que de haberlos, haylos.

A la entrada, iluminado con el sol que entraba por los dos flancos, desde el mar y desde el cielo abierto de esa pequeña ensenada que hacía la costa de La Habana en ese punto, el mármol del suelo brillaba y el perfume del salitre empujaba a la cafetería de la entrada, para tomar una Pilsen fría. A esa altura generalmente ya me había encontrado con un amigo, una jevita, un primo, o cualquiera para meter una muela, la que se terciase, la que el estado de ánimo y el humor sugiriesen. Pero nada de política, en Cuba no se hablaba nada de eso, al revés de lo que la gente de afuera de la isla piensa, esa omni y multi presencia de la jerga política, ideológica, adoctrinada y alienante, causaba el efecto opuesto, en cuanto el cubano se despegaba de la muela oficial, del poema obligado, hablaba de todo menos de política.

A veces estaba Fernando, a veces el dominicano loco, a veces Niurka, a veces Natalia bailarina de ballet acuático, a veces Renata, a veces el otro Fernando, el colombiano loco que sacó la cara por mi años atrás en la beca cuando me tenían loco a botazos voladores nocturnos llenos de meado, a veces a Robertón, que era un hacha para todos los deportes, apenas había empezado a jugar voleibol en la canchita de atrás de la piscina y ya era el mejor, igual que al wind surf. No teníamos tablas como las que había en el capitalismo, pero teníamos alguna tabla cicatrizada y su botavara resistente a la obsolescencia, lo cual era un lujo. Pero el que con más frecuencia encontraba antes de entrar, o íbamos desde mi casa porque era cubano y tenía que entrar con un ruso o sucedáneo, era mi amigo desde que llegué a Cuba diez atrás de aquello, Evelio, que era “esponja” como yo pero el doble.

Esa vez lo encontré ya adentro, tomando una cerveza en el muro que daba al mar.

-Que volá yenika, me entró Fernan.

-Qué volaíta brother, hoy traje eso.

Yo también tenía la botella fría en la mano, le dije que fusemos atrás. Tras bañarnos en la piscina grande, en el mar nadando hasta los yakis que habían situado para que las marejadas no arruinasen las fachadas. Una vez me singué a una titi en un yaki, cubanismo que proviene del término “jaks”, con el sol lamiéndome la espalda, y ella de frente al cielo y a la orilla de enfrente a noventa millas, uno de los palos más ricos que se pueden echar en Miramar, porque la estructura del yaki permite acomodarse para mamar bollo, luego subir para ser succionado en el rabo, e invita a distintas posiciones para la singuetta.

Y cuando cayó el sol le dije a Evelio- vamos a jamar algo- nos pusimos en la cola de la cafetería de la piscina, y de repente se me coló una rusa, el Sierra Maestra era más que nada hogar de rusos, que escudaban sus acciones en la isla bajo la denominación de técnicos extranjeros, pero eran militares, maestros de técnicas policiales, algún ingeniero, y mucho chivatón de su compañero que a su vez era vigilante de otro. Porque los que más hacían negocios en mercado negro entonces eran los rusos, compraban lo que no iban a consumir de la tienda de privilegios, y lo revendían en la poca población con que se dignaban a hablar. Había también polacos, húngaros, rumanos, búlgaros, ninguno de estos soportaba a los rusos, y eso que eran todos de partidos comunistas de sus países, si no salía nadie. Yo tuve amigos rusos, alguna noviecita también, aunque la rusa de esa época no se parecía en nada a la que anda ufana llena de rublos hoy por Marbella, esbeltas, “producidísimas”, lacadas, plastificadas, pero lindas. No, aquellas eran como salidas de una dacha, el traje de baño partía hacia abajo casi desde el sobaco, que dicho sea de paso, cada uno de aquellos sobacos sí que eran un arma letal mil veces más poderoso que todo el arsenal estadounidense, se bañaban en la piscina nadando en estilo pecho sin meter la cabeza en el agua, usaban gorros de pelo, y en la parte que hacían pie, siempre había algunas parejas de rusos jugando ajedrez con un tablero flotante, y miraban con ojos de oso con rabia a los niños que salpicaban o saltaban desde el borde en vez de hacerlo en la parte profunda y desde el trampolín. Los demás "técnicos" no se sentían cómodos con los rusos porque estos se creían superiores, bueno, no es que se creyesen, estaban situados en instancias superiores, y a los cubanos, que eran los encargados de construirles el edificio Mazinger, la embajada fortaleza más hostil con la estética de la Historia, ni siquiera les hablaban. Salvedad hecha por las numerosas parejas ruso-cubanas que vivían de manera normal en la isla, generalmente compuestas en la URSS durante un período de trabajo o estudio del cubano/a en la patria superior.

Toqué el hombro de la rusa, y le dije que se me había colado, yo también era "técnico" .

-Mucho poco tiempo Cuba, no habla española- me dijo la muy singá.

Cuando cogía aire para decirle no recuerdo que barbaridad, Evelio me hizo señas de que la dejase por imposible, ¡él! justo él que cada día si querías ver una bronca a la salida del colegio Orlando Pantoja, a las 4 y 20 en la sinagoga lo tenías en el ring. Pero tenía razón, la rusa se empacó, se cuadró como una gendarme y no estaba dispuesta a deponer su derecho a arrebatar a los cubanos, a los aplatanados, o al resto del mundo incluso, su puesto para el helado. Cuando le tocó, la rusa dijo en español acentuado con el tono especiado de la taiga:

-Compañera, bocadita di qiueso-

Y entonces le dije: Tú sí que sabes hablar español y colarte como un cubano-

Cogimos un bocadito cada uno, y ya cayendo el sol, le dije a mi amigo, hoy nada de materiales ni socios, que traigo el Jazz. Se le llamaba ñaña, “efori”, veneno, eran unas hojitas de marihuana seca envueltas en papel de estraza, lo que en aquella Habana de inicio de los ochenta era un porro, al coste de una “monja”, cinco pesos, de los pesos que valían, que traían a Maceo altivo, orgulloso, casi como un ruso en el Sierra Maestra, no como hoy que el pobre está en los billetes alicaído, tumbado, sin machete ni cohete. Fumamos el porro y Evelio me decía -brother no me hace ná- y cada vez que lo repetía demoraba más en terminar la frase, hasta que empezó a reírse, y yo me empecé a deshollejarme a carcajadas. La cantidad era escasa pero era del Escambray, una calidad superior.

En esa época y aún hoy, fumar yerba era un delito muy penado por la ley, por eso me refería a quemar una ñaña, como : " tocar Jazz"; así que para honrar el mote apelativo nos pusimos a cantar los temas de jazz de Armstrong y Miller, a dos voces, dos trompetas, dos baterías, en el fondo de las piscinas del Sierra, frente a las cabañitas, a los yakis, al sol del mar naciente cayendo sobre nuestra nota de ron, laguer y jazz.

No dejamos de reírnos hasta que nos despedimos en la parada de la guagua recordando la recién aprendida frase que marca la superioridad racial de los Urales:

"Compañera, bocadita di quieso"

 

Sierra Maestra Be bop
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20 abril 2023 4 20 /04 /abril /2023 17:23

Nací en el seno de una familia admiradora y portavoz de la revolución francesa, de la rendición de cuentas en la plaza de la Concorde en 1793, y de la Comuna de París, por extensión también un poco de afrancesamiento barato, de colonización voluntaria, en literatura, estética, y las chispas casi apagadass de buen gusto que llegaban al remoto sur.

Un miembro de esta familia profundizó ambas tradiciones adecuándolas a su tiempo, la revolucionaria y la estética y literaria creando en su persona al héroe y anti héroe romántico de nuestro tiempo. Y por supuesto atomizó todas las raíces y ramas de la familia. Y aunque unos componentes abrazan unos aspectos del ínclito tío (los que quedan en Cuba, desde luego, son los mayores renegados y reticentes de su carácter comunista y austero) y otros simpatizan con otros rasgos, lo cierto es que se mantuvo viva la empatía con la conducta colectiva francesa en momentos de agresión de los poderosos al pueblo.

Yo he pretendido perpetuar ese respeto y honra en mi entorno y descendencia. Una y otra vez ese pueblo de buen gusto, amante de lo más excelso del hedonismo, de la contemplación y el arte en todas sus formas, cultores de la imagen, del aspecto, de los colores y los aromas, también de la dignidad, el honor y el heroísmo. Estos días nos siguen dando lecciones de valor, de empoderamiento, de participación en los destinos de la Historia.

Mis respetos a todos esos franceses y francesas, que calzadas con Chatelles Paris y aromatizados con Elixir de Dior o sudados y en alpargatas, han salido a la calle en estos, como en todos los tiempos, a luchar para defender sus derechos de manera rotunda e impostergable. Y que Alain Robert no deje de escalar edificios.

 

Rendición de cuentas en la Place de la Concorde
Rendición de cuentas en la Place de la Concorde

Rendición de cuentas en la Place de la Concorde

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9 abril 2023 7 09 /04 /abril /2023 14:23

No se te ocurra tomarte demasiado en serio a cualquier español contemporáneo que te hable de crisis. Es decir, no como si te lo comunicase un finés o un coreano.

Navidad, año nuevo y reyes magos se convierten en un mes entero incurriendo en gastos ingentes. Comidas, borracheras, compras, miles de millones de euros a lo largo de toda la península y sus ínsulas. Después vienen esos mega puentes en que todos huyen despavoridos de la gran urbe, y en Semana Santa es una cosa de locos, no hay una sola plaza de hotel ni una reserva de restaurante por cubrir en las principales ciudades y menos aún en las aledañas, Ni hablemos de verano. Y es que el español no sale a comer un platito, si puede se come un carnero o un cerdo entero, beben caldos suntuosos de Rioja o Ribera del Duero, el almuerzo y la cena con su debida sobremesa, puede durar horas de risas, voces y bebidas espirituosas. Carpe diem.

Ni se te ocurra entender la palabra crisis recurriendo a su significado original, tienes que entender el término en su variante ibérica, un significante que viene a advertir que tras derrochar enormes cantidades de guano en lastrarse langostas, centollos, percebes, jamones de bellota, vinos exquisitos, sobremesas boreales, garitos, pubs, bares de copas, buenos hoteles, regalos, queda poco resto para pasar los dos o tres escasos meses en que no hay una fecha señalada para tirar la casa por la ventana. Así es desde siempre, pero es probable que se haya acentuado tras la pandemia del covid 19.

Los españoles no paran de gastar, salir a caminar por el campo es una actividad sumamente residual, de vascos, navarros, o paradójicamente, de clases acomodadas, a no ser esas muchedumbres dominicales que te encuentras si tienes la mala fortuna de elegir una senda corta al costado de un pueblo famoso por sus fondas, tabernas, casas de comidas de cocidos, corderitos lechales o paellas. En España salir es morfarse o beberse todo cada día. Incluso los obreros comen menú de dos platos, postre, pan vino y gaseosa, no un sanguchito sentado en una banco de plaza como almuerzan los oficinistas de allende las fronteras.

-Hombre ya ves, por eso estamos como estamos de jodidos.

-Sí, esto ya no se aguanta más. Venga te invito un café ¿pá’ dónde vas ahora?

-Tengo la mujer y los niños esperando que nos vamos a comer un cocido a lo de Manolo.

-Vale, te veo por la tarde en lo de Paco para el partido y unas cañitas. La vida son dos días.

Tras la pérdida de las colonias, e incluso con ellas, los españoles pasaron acuciantes necesidades, en ocasiones incluso hambre de llegar a morir por no comer, no un simple apetito, quedó en el ADN como un recuerdo impreso, de ahí que se gaste mucho más en lo que será descartado en un máximo de dos días por vía rectal, y en borracheras interminables por vía renal, que en por ejemplo, arte. Claro que todo esto tiene sus excepciones y variaciones marcadas por la educación y la clase social.

España vive en la calle, come, bebe, ríe, grita, y aunque tanta historia de inquisición y represión religiosa se metió en la cama provocando que acaso se amarizase menos de lo que sería coherente con las demás estridencias, el español goza y se gasta todo en disfrutar de manera estruendosa, brillante y llamativa como su clima.

Principio del formulario

Final del formulario

 

fiestas

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7 abril 2023 5 07 /04 /abril /2023 22:51

Están jugando el WTA en Charleston, hace unos meses Adrianne me invitó a conocer Carolina del Sur. Me encantó, no es lo más cool de EEUU, no es turístico internacional, pero es precioso, la comida es muy rica, el clima no me da asma, me gustaron sus pueblos y ciudades, Columbia, Charlotte, Fort Mill, Rock Hill, su gente que me trató con gran amabilidad y hasta me dejaron aparcar gratis en las iglesias, imagino que por ser turista o sugerirlo educadamente. Tiene historia para dar y guardar. Además un detalle, su equipo de football los Gamecoks, no ganan mucho, casi nunca, pero son queridos y respetados, me gustó esa lealtad, y el South Carolina de básquet femenino, por segundo año ganó el NCAA, haciendo historia.

Aprendí unos juegos de cartas, que me enseñó Ken, dejándome ganar la primera mano para cogerme después entusiasmado y darme una paliza olímpica,

Pasé unos días preciosos y Carolina del Sur se quedó en mi corazón.

Pero no comí pizza como la de Güerrín. Solo los que han caminado por la avenida Corrientes alguna o varias veces comieron pizza como esa, y la de las Cuartetas y la de los Inmortales. Los que no caminaron por Corrientes no saben lo que es la mejor pizza ni las librerías más encantadoras, embrujadas de letras en el aire de libreros que no te mandan a la sección amarilla en la W para encontrar un Wittgenstein. Y el teatro San Martín con todas sus plantas, sus obras en cartel, sus ciclos de cine donde una vez muy pocos vieron las catorce horas de Berlin Alexanderplatz, de Fassbinder, y una sala de exposiciones de la mejor fotografía de la historia, cálida en invierno, fresca en verano para un alto en el camino a la nada. Mucho tiempo atrás, en el fondo de una librería que estaba en la segunda planta, un bebé intenta no dormirse en su cochecito, para escuchar a Mario, a Marcos, al conde húngaro que roba discos, a Juan y María. O al Rojas donde se exponen las mejores intenciones, a Liberarte, a Ghandi de Elbio Vitale o en el bajo el Goethe Institut con sus ciclos de foto, pintura y cine, donde el cien por ciento de los aprendices conocieron a Werner Nekes, el maestro del cine minimalista, presentado por Annemarie Heinrich, un lujo germano peronista.

Buenos Aires.

¿Por qué Estocolmo si no hay pizza ni perfect smashed burger?

Porque Albert Nobel antes de dedicarse a las explosiones y a arrepentirse de la mecha corta, inició decenas de emprendimientos, y varios los llevó a cabo en un edificio de ladrillo a la vista al lado de un lago ¿qué no está al lado o bajo un lago en Estocolmo? porque hay una isla de museos, sí, el nórdico, el histórico, pero el mejor es el de un príncipe artista, Eugenio de Suecia, el príncipe pintor. Al lado del museo hay un grupo de patos que observan fijamente a un punto, un café con tartas y una piedra bajo la cual descansa la llave de la insidia.

Estocolmo por Gamla Stam y todo lo que reúne, pero sobre todas las cosas el Parlamento donde el asiento de Olof Palme ya no refulge, los tonos pasteles colonizaron el sedimento del polvo sobre la madera, no obstante vibra entre las vetas y se extiende por toda Escandinavia. Estocolmo por el metro, las miradas, el roce, Millesgarden, los ciervos y el lago de los patos.

 

Prins Eugens Waldemarsudde

Prins Eugens Waldemarsudde

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7 abril 2023 5 07 /04 /abril /2023 10:49

Hasta hace no mucho estábamos todos en contra de la represión del sistema opresivo al que se había llegado en Cuba, so pretexto de una revolución que llevase justicia social, bienestar, desarrollo y dignidad al pueblo, tras tomar el atajo que condujo a todo lo contrario.

Un Guarapo que se atornilló al poder segando todo desarrollo de creatividad en los terrenos de la economía, la política, el arte, la vida cotidiana, y viviendo cada vez más alejado de la realidad de su pueblo.

Una enorme masa de emigrados de diferentes épocas, y por diversas razones, compartíamos el mismo común denominador, No a la dictadura, No a Guarapo, No a la mentira y la represión, Sí a la Libertad, Sí al progreso, Sí a la creatividad, la ambición o la holgazanería, Sí a la movilidad territorial y social.

Éramos como hermanos de una causa, de un sentimiento común. Pero nada dura para siempre.

De repente ganó terreno una corriente extremista en todo el mundo haciendo pie ancho en los Estados Unidos, que comenzó a arrojar luz sobre los rincones umbríos, empezó a abrir compartimentos hasta entonces estancos, casi olvidados, vimos que aquello que alumbraba no contaba con el mejor de los aspectos. Y del común denominador cada vez fue quedando menos hasta solo permanecer el No a Guarapo. En todo lo demás empezamos a tener discrepancias, pero analicemos incluso ese solitario acuerdo tácito contra "Maraña".

Yo no quiero la dictadura, pero quiero a los hermanos mejicanos y guatemaltecos, ustedes los odian y les gritan "no los queremos, no los necesitamos" como gritaban sus avatares a los emigrantes del Mariel en 1980, No quiero a Guarapo porque quiero libertad, democracia, cromatismo, variedad, concordia, convivencia y progreso,ustedes no quieren concordia, odian al diferente, odian al discordante, le llaman comunista a quien tiene otra sensibilidad ideológica, filosófica, política, como antes sus avatares le llamaban gusano al disidente, dicen que la salud debe ser pagada, no universal como la educación porque eso lo relacionan con el comunismo sin saber que existe Europa, continenete donde se inventó el capitalismo y donde la salud es de la más alta calidad y de acceso universal; son racistas, incluso siendo mestizos, son clasistas acérrimo, incluso trabajando 12 horas diarias. No a Guarapo porque odio las armas, el militarismo, así se disfrace de miliciano, guerrillero o marine, amo la paz, pero ustedes aman las guerras de la 82 división aerotransportada y abrazan las armas automáticas, mientras más masacres se producen más defienden la venta libre de ametralladoras. No queríamos a Guarapo por el partido y el pensamiento único, y ahora ustedes claman por una idea monolítica y apoyan un golpe de estado en la propia casa histórica de la democracia universal, el Capitolio.

Empezamos a ver que hay acaso las mismas diferencias insalvables entre los de ese común denominador que con los de fuera de la ecuación.

Claro, tras todo esto me gustaría saber ¿qué era lo que no les gustaba de Guarapo a estos herederos del pensamiento único?

 

Un nudo se hace con los extremos
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31 marzo 2023 5 31 /03 /marzo /2023 18:15

Ayer estuve chateando con un conocido y una conocida que estuvieron becados como yo, que leyeron mis artículos sobre la ESBEC donde se vivía un refinado presidio y que en su momento, me discutieron que ellos no habían tenido esa misma experiencia. En aquel entonces terminamos concluyendo, que quizás era por la beca en sí.

Ayer, mi amigo me reconoció que todo aquel que lo niega, es porque era uno de esos repetidores presidiarios de los que aplicaban abusos agudos que en algunos casos provocaron traumas duraderos, o bien porque se callaron la boca sobre lo que vieron en primera fila y es muy difícil aceptar el bochorno de la cobardía, y la chica igualmente me reconoció que la mujer que diga que no sabía que había muchos profesores que cambiaban un palo por una buena nota, es o bien que ella dio la tota por ese aprobado, o que vio un caso muy de cerca que la pasó mal y nunca habló de ello.

Yo creo que lo mismo ocurre si se le pregunta a un profesor, los que dicen que no saben nada de eso es que singaron niñas por presión o que lo tuvieron tan cerca que les da vergüenza admitir su complicidad.

En este tipo de atropello, de abuso, de violaciones que eran tan comunes en la vida cotidiana de los adolescentes cubanos, es necesario denunciar, hablar, destapar, nadie es culpable si no fue culpable. Y si lo fue, pedir perdón es lo más liberador, pero no se puede como con todo lo demás seguir tapando aquellas barbaridades. Los presos deben hablar de la prisión, los desterrados del destierro, pero también las víctimas de estas vejaciones deben confesarlas, quienes la padecieron y quienes lo sabían. así como los niños víctimas de los chivatones en las asambleas de moral comunista, muchos de los cuales hoy están acomodados en la dictadura y también en el "exilio". Hay que denunciarlos, el que fue abusador de adolescente fue represor de mayor, el que fue chivatón de niño fue chivatón de mayor, no les demos el premio del beneficio del silencio y la eterna complicidad.

Incluso diré más, el propio concepto de definir a la víctima con la palabra "trajinados", es una continuación de la humillación abyecta que debe ser inaceptable, porque le supone un grado de virilidad de hombría, de guapería a los abusadores, mientras que la realidad nos señala que eran unos cobardes sátrapas. Y muchas veces sus victimas después fueron los valientes de la disidencia, estudiantes de algo unico para lo que debieron superar todos los obstáculos, o campeones en ser solidarios con los demás. Existen numerosas formas de valentía que no pasan por el abuso del guapo de paja y trapo con el más flaco o por la razón que fuese, con el entonces, más asustadizo. Y lo mismo respecto de las mujeres que fueron violentadas sin saberlo entonces, por un asqueroso pedófilo, oportunista, poco hombre que las convirtió en aprendices de prostitutas infundiendo un miedo, respeto, y a veces atractivo del que un hombre mayor, jamás debe aprovecharse frente a una muchacha que aunque ya haya emplumado, continua siendo una niña y necesita su protección. Y por supuesto no dejar títere con cabeza de aquellos que truncaron la carrera de cualquier niño, joven o adulto mediante la delación, ya fuese por fijarse en un examen, por usar blue jeans, por escuchar a Led Zeppelin, por comentar el simple deseo de una salida ilegal, o por desearle ñampiti gorrión a Guarapo y toda su maldita prole.

Llegó el cambio de turno

 

Cambio de turno
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