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23 abril 2024 2 23 /04 /abril /2024 14:42

Estando en el cine viendo la película Civil War, cuando entre la poca audiencia que por suerte me tocó, dos parejas de amigos no paraban de hablar y me giré para sugerirles con mi mejor poco buen humor que hiciesen silencio, me embargó, como el abrazo mullido y sin angustia de una tía, el recuerdo de la frecuente, sana, divertida costumbre de ir con frecuencia al cine en La Habana. De las pocas que se podían disfrutar más allá de encurdarse en bares, malecón, casas o esquinas (costumbre también bastante sana, dadas las circunstancias).

Las grandes películas eran precedidas de larguísimas colas, ya en el Yara, Payret, Trianon, Jigüe, Riviera o 23 y 12. Colas de más de una cuadra, en que casi siempre se podía asistir a broncas a piñazos, patadas y mordidas entre colados y “empingados” con los cueles, que harían enrojecer de envidia a las mejores veladas de UFC.

Una vez dentro empezaba el noticiero del ICAIC de Santiago Álvarez. En una ocasión salí en uno de sus noticieros con mi amigo el Nene, nos sorprendió el entrevistador con su micrófono cuando estábamos en la parte trasera de un camión de basura y le dimos la nota, pero esa es una larga historia para otro post.

Se encendían las luces por segunda vez cuando acababa el documental uno o dos minutos y se volvían a apagar para dar comienzo a la peli o a veces a un corto animado que precedía al filme principal. Extraño esos cortos en lugar de las propagandas y los avances.

Si alguien de cualquier otro país, planeta o galaxia entrase a la sala durante la proyección creería que allí había acontecido un accidente, algún percance de alcance general, dado el bullicio, las charlas, las risas, el gracioso que gritaba "baja la cámara" en una escena semi erótica, o cualquier otro chiste de obligada obviedad a viva voz para solaz del auditorio.

Podía tocarte el asiento en zona de peste a meado, detrás o delante del típico pajuso que no podía faltar en ningún cine cubano, o al lado de la parejita que estaba casi templando. También podía tocarle al lado tuyo y de tu chuchi, a otro aguantando como apretaban al duro y sin guante, a bragueta y escote suelto.

Pero lo que más habría alucinado al marciano o al foráneo, es un espécimen de cine autóctono, estrictamente habanero: El amigo que ya había visto la peli y te acompañaba para contártela "échate lo que viene ahora, el tipo hace así y le mete un...."

A todo aquel que no fuese habanero le costaría entender dos cosas al respecto: que un tipo fuese a ver otra vez la peli para hacerle spoiler a los amigos, y más que nada, escuchar a los amigos diciéndole:

¿Asere, y ahora que viene?

 

Civil War

Civil War

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26 marzo 2024 2 26 /03 /marzo /2024 15:03

Es curioso y hasta gracioso, que gente de particular concepto sobre la coherencia, haya tenido la audacia de decirme que tengo razón en mis criticas a Cuba, pero que esas criticas habría que hacerlas "adentro de casa", como en voz bajita, que no se entere nadie para no dañar la buena fama engañosa de los valores revolucionarios, para no desmantelar la fantasía en la que se recrean para aliviar sus culpas hedonistas y ocupaciones codiciosas, antiguos coquetos con las utopías transformadoras, hoy panzones con bolsillos repletos pero aun conservando algún detalle distorsionador de la identidad, en la barba o el bigote, la desprolijidad en el último botón de la camisa o el descuido en la pintura en el frente de alguna de sus propiedades.

Y es que Cuba, claro, fue faro de lucha contra las injusticias en los años sesenta, mientras cimentaba y consolidaba las propias de la dictadura del proletariado, que al poco tiempo ni del proletariado ni del campesinado ni de afro descendientes ni de ninguno que no hubiese disparado un tiro en la Sierra o en su defecto, que no haya tenido medalla olímpica de chupamedias de Guarapo y sus secuaces. Pero es cierto que en toda América Latina, buena parte de África y Asia entregaron sus vidas valientes luchadores con la idea de cambiar las relaciones brutales de explotación vigentes, y lo hacían con la virgen marxista leninista del Caribe liderando la proa de sus emprendimientos. Continuó aun una vez muerto el Che, abandonado a su suerte en cualquier tierra alejada de los nuevos pero absolutos dominios de su ex amigo de postín, tras la década infame, la zafra del 70, el alineamiento incondicional con lo más burocrático y menos revolucionario de la URSS, la brutal represión a todo elemento distraído por costumbres pequeño burguesas, tales como disfrutar una canción de rock'n'roll o usar pantalones ajustados, "de movimientos feminoides y elvisprelianos" como dijo Guarapo en un famoso discursos en el cual alentó al pueblo a denunciar a estos peligrosos hedonistas o directamente hacerse cargo de ellos con sus propias manos, como ocurrió en cada barrio, en cada esquina, en cada pueblo Revolución: "aquí no queremos pepillos desviados sexual ni ideológicamente" gritaban las masas en un lenguaje más coloquial, ávidas de ver colgados de los timbales a esos elementos desenfadados deseados por sus esposas y esposos. Continuó pero ya con menos fuerza propia, con decenas de intelectuales entusiastas en un inicio con el proyecto y desencantados con la cárcel, prohibiciones, fusilamientos, abusos, y sobre todo dificultad para opinar, crear, pensar, con líneas de izquierdas disidentes del estalinismo primero, del “Jrushoismo” y “Brezhnevismo” más tarde, soltándole la mano a la ya no tan flamante, ilusionante y justa revolución cubana. Y entonces necesitaron del apoyo de toda la propaganda "fake" posible, como toda mentira medianamente eficaz, basándose en medias verdades, alabando la educación gratuita, medicina universal, que no hubiese niños viviendo en la calle, etc., cosas que eran ciertas aunque comportando un gran coste para la autoestima en la vida cotidiana, que una vez alojado en el hipotálamo garantiza una sociedad de autómatas, pueblos enardecidos, contaminados por el odio, la envidia, la vigilancia permanente ante la amenaza de gozo y solaz del prójimo. Dentro de la isla todos sabíamos que todo era mentira, y afuera también pero todavía se podía esconder con unos cuantos agentes muy bienvenidos en "casas de visitas" donde en las mañanas elogiaban la perfección de la sociedad igualitaria y, en las noches conocían el tan cacareado en en todo el mundo, embrujo enigmático de la mulata, que revitaliazasen los cantos de Carlos Puebla y Daniel Viglietti en las almas nostálgicas de quienes, en sus propios patios ya habían abandonado todo romance con las viejas utópias, a lo sumo beneficiandose dentro de algun proceso demoagogo con pésimo disfraz de revolucionario.

Pero sobre todo,  que aquellos que por alguna razón supiesen y no comulgasen con los abusos, con el embuste llevado a la dimensión de burla, fuera de los límites del “caimán verde” liberados a su antojo, mantuviesen la boca cerrada donde no entrasen moscas.

"Eres negro, eres pobre, eres guajiro, sin la revolución nunca habrías aprendido siquiera a leer ¿cómo te atreves ahora a hablar de quien te dio educación, salud y arroz con gorgojos?"; "eres familia de un icono de la honestidad, del prestigio, del valor, de la humildad revolucionaria y por ello recibiste todo tipo de privilegios ¿cómo te atreves a correr las cortinas y abrir la ventana?".

La basura se saca por detrás, los trapos se limpian en casa, las violaciones entre parientes se resuelven en familia y las de los curas se saldan en Roma.

 

II

Me dijo:

-Me encanta volver a hablar con vos, me hacés pensar, reflexionar, sabés tanto de tantas cosas que me lleno de tareas. Solo te quería decir que creo que puede ser que en Cuba haya "algunos errores"

-¿Algunos errores en 65 años decís?

-Sí, pero creo que no es ético del todo debatirlo fuera de casa, esas cosas se hablan en casa, dentro, en voz baja.

Sentí como si toda la sangre me hubiese subido a la cabeza de un tirón, sentía que hasta las cejas las tenía rojas y calientes.

-Lo primero, eso es una agresión gratuita, vos desde tu comodidad, tus varias propiedades en distintos países, tu dinero, tu comodidad en la vida, tu costumbre de salir a protestar a todas las plazas y exigir que se te respete incluso que tires piedras a la policía, tu historial de trabajo en distintas publicaciones contrarias a los distintos gobiernos, tus viajes alrededor del mundo, tus criticas al gobierno argentino, no en casa, no en voz bajita, me vengas a hablar a mi de ética. Y si la vida no me habría enseñado a detectar a la gente jodida, tóxica y mala, para no obstaculizar su ruta hacia el inodoro, podría hasta significarme una afrenta de consecuencias indeseadas que lo hagas con esa cara dura.

Pero si querés te voy a dar un par de razones sin importar que no lo merezcas. Toda esa gente embromada, jorobada, emponzoñada tras décadas de inmovilismo, de opresión, de ideas obligadas combinadas con otras prohibidas, recuerdan que alguna vez en los inicios, sus mayores intentaron hablarlo dentro, como decís, en voz bajita y con mucho respeto, pero al constatar que nada cambió y que la mayoría de los que lo intentaron, corrieron suertes diversas desde la estigmatización al exilio o la prisión como castigo a tales confidencias, entonces decidieron que de ninguna manera debían hablarlo dentro de ningún circulo, y mucho menos de un circulo afin a los responsables.

-Oh, perdoname si te dije algo que te molestó.

-No te perdono ni te condeno porque no te juzgo, pero vos seguí por ese camino rico en hipocresía y mala onda, y dejame en mis sendas carentes de compromisos falsos, pretensiones ni simulaciones. Y ahora si querés andá pensar, a reflexionar.

O a deponer.

Los trapos se lavan en casa
Los trapos se lavan en casa
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16 enero 2024 2 16 /01 /enero /2024 14:52

CAPITULO II

A los ignorantes de siempre, fanáticos de cuanto pensamiento resumido a la estrechez del entrecejo (sin llegar al extremos de tomar como medida el mío) y felices de repetir una consigna como un disco rayado frente a cualquier fenómeno o acontecimiento que les requiera opinión, que hoy aseguran en redes, en charlas, y hasta en libros, que Argentina se cansó de "comunismo".

Cabría hacerles un último aunque preciado favor, de decirles que el pueblo argento se cansó, como este seguro servidor, del peronismo en cualquiera de sus presentaciones. A saber el mayor enemigo nacional del comunismo, ni la dictadura militar combatió al Partido Comunista Argentino como lo combatió Perón, un militar académico general del Ejército, formado en ideas de Benito Mussolini, y que tras dejar a su pueblo abandonado a las bombas golpistas, se exilió en el único país en que aún gobernaba uno de los mayores jinetes del Apocalipsis europeo, el mayor anticomunista español: Francisco Franco.

En Argentina, la mayor presencia del comunismo, o la izquierda tradicional , anarquista, socialista, trotskista o marxista leninista, tuvo una oportunidad cuando de forma incipiente, estuvo inserta en las fuerzas rpoductivas de fábricas y campo, precisamente antes de asumir Perón, quien los combatió con ambas caras de la moneda, por un lado fuerte represión, de lo queda el testimonio de las torturas al estudiante Ernesto Mario Bravo, y por otro dádivas a los humildes, a los más necesitados. Eso sí, hay que apuntar que fueron dádivas con todos los condicionantes con que los dictadores alienan a sus pueblos, pero sumamente sustanciosas e inéditamente generosas, imposibles de ser obtenidas mediante una revolución, por lo menos por lo que sabemos que fueron las sociedades donde gobernó el cuento comunista, ni siquiera en sus mejores momentos.

Así que por favor trumpismo miamense, ilústrese aunque sea un mínimo para cubrir la casi imperceptible grieta que padece su compactado lema, lo que la gente en Argentina no quiso más ni en pintura es "peronismo", una forma sudamericana que ha llegado bastante en forma hasta nuestros días, de anticomunismo fascista, usando el inteligente método gattopardista de entregar un tanto por ciento para no perder el total,

Y dejen de hablar tanta cascarita de piña (por no ser escatológico)

Opinión de hipopotamo
Opinión de hipopotamo
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13 noviembre 2023 1 13 /11 /noviembre /2023 13:00

Intentar llevar una transparencia nítida obstaculiza conformar un personaje comercializable de rasgos fácilmente identificables bajo variables maniqueas, simples, de andar por casa. Cuando cuento todas las puertas de simulación, hipocresía, doble moral y deshonestidad intelectual que he rehuido abrir, me embarga cierto orgullo, aunque a veces cuando imagino como se vive detrás de esas puertas, me pregunto si no habrá que ser menos rotundo.

Pero cuando me remito a los inicios de mi descontento con los ceremoniales de obligado cumplimiento para ser aceptado y más adelante laureado en cualquier familia, medio, barrio, sociedad, me percato de que no podría haber sido de otra manera. Recuerdo conocidos, incluso familiares que mientras alardeaban de ser más comunistas que Marx y Ho Chi Min, callaban todas las injusticias a su alrededor en vistas a no perder sus privilegios. Los que eran familiares, incluso desoyendo las póstumas indicaciones del ínclito tío a partir de quien tuvo lugar toda esta aberración familiar de simulaciones, de inmolaciones, de impostaciones, quien dejo perpetuado su deseo de que "sean capaces de sentir en lo más profundo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo", haciendo énfasis en lo de "cualquier parte del mundo" no "excepto en Cuba", sino precisamente, sabiendo que vivirían y crecerían en la revolución, indicó que "precisamente allí donde viviesen". Lejos de sentirse incómodos con sus privilegios frente a los cubanos sencillos, fundaron empresas, bendecidas y promovidas por el estado revolucionario que había estigmatizado la acumulación de riqueza, que había echado a aquellos ricos que no había encarcelado o fusilado y que había estatizado toda la economía. Nuevas empresas camufladas en siglas eufemísticas, enriquecíendo a lacayos, mientras todavía incluso cumplían condena de cárcel al lado de violadores y asesinos, simples ciudadanos que habían sido sorprendidos con un billete de veinte dólares para comprarse un ventilador y mitigar el infierno veraniego. Algunos llegaron a hablar barbaridades sobre mi persona por denunciar los abusos de la dictadura, la traición de "Guarapo", apoyaron que no sea bienvenido en Cuba, como habían apoyado que me echasen de la isla por conductas sociales impropias en familiar de un comandante revolucionario. Sin ninguna vergüenza se hicieron desmesuradamente ricos con el sudor de los cubanos y además con jugosas garantías: carecer de competencia, inexistencia de huelgas, reclamos, ni reivindicaciones de ningún tipo. Hace años tras la publicación de un artículo en el Miami Herald y unas entrevistas en medios de Miami, decidieron quitarme la palabra, sin tener en cuenta acaso, que enriquecerse, crear clases sociales, es la manera más directa y eficaz de luchar contra el socialismo, de dinamitar desde la raíz el comunismo, y renegar del honor, del prestigio que le cabía a los viejos comunistas que morían por sus convicciones de construir una sociedad igualitaria, y de luchar contra la injusticia.

Lo curioso es que además de haberse hecho multimillonarios gracias a ser parientes de comandantes, en este caso uno que rechazaba festejar un cumpleaños de un hijo que no fuese con idéntico al que podía festejar el hijo de un trabajador simple, es que lo hicieron en el país "revolucionario", protegidos por un partido único y un sistema policial, usando la jerga comunista mientras ingresaban millones de dólares en sus cuentas bancarias, justificando las condenas de decadas de cárcel a gente con hambre que salía a pedir pan, estigmatizando a su propia sangre que ni estaba de acuerdo con enriquecerse de modo tan indecoroso, ni de ser cómplices de tanto abuso.

Lo curioso de todo esto es haber sido llamado anti comunista, agente de la CIA, servil al capitalismo, por estos bastardos, y hoy, por la misma razón, ser llamado comunista por ex chivatones, alcahuetes, chupamedias, obsecuentes, que mientras vivían en Cuba se callaban todo, iban a la plaza a dar vivas a Guarapo, denunciaban a sus semejantes en las reuniones del CDR, UJC, FMC, MTT, PCC, etc. para obtener prebendas y que un día, cansados de pisarse su extensísima lengua, consiguieron poner el mar de por medio y aparecer en tierras reconquistadas a noventa millas, donde la misma cobardía que otrora se requería para sobrevivir en Cuba, hoy se les requiere para obtener la simpatía de la nueva masa. Cero espíritu democrático, modificando el lenguaje solo en los sustantivos, de manera que en vez de “comandante ordene”, ahora dicen “mi presidente ordene”, en vez de "que se vaya la escoria, no los necesitamos, no los queremos", hoy es "que se vayan los mejicanos, no los necesitamos, no los queremos", en vez de llamar gusanos a quienes no sucumben al pasamiento único, al amor al caudillo, al llamado a la uniformidad, hoy le llaman comunista.

Para unos soy un agente del capitalismo y para otros del comunismo, siendo que precisamente los primeros son ultra capitalistas del estilo retrógrado y los segundos, alfiles del primer caudillo que los ponga en fila. Sus prejuicios, su mal gusto, sus barrigotas, su imagen decadente, por más barniz millonario que le echen de uno y otro lado, son tan vulgares como idénticos.

Pues no, detrás de aquellas puertas no había nada que valiese la pena.

 

Moral doble en doble sentido
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2 junio 2023 5 02 /06 /junio /2023 21:26

Crecí en La Habana escuchando música rock de los casetes grabados con dedicación aunque escasísima tecnología, de los discos llevados de guilletén por algún marino, vice pincho o artista viajero de los escasos que ponían sus pies en tierra de "libettá".Alguno era técnico extranjero como Humberto Salomoni, mitad cubano mitad italiano, que incluso era miembro del club Kiss Army, tenía todos los long plays de Paul Simon, Ace Frehley, Peter Criss y Gene Simmons, Humberto tenía discos de Nazareth, de Pat Travers, de Ted Nugent o de un incipiente Iron Maiden. Otros amigos tenían a Deep Purple, Led Zeppelin y un pibe argentino a Rolling Stones. Alexis tenía casetes grabados con alta fidelidad de los Beatles, a quienes todos adorábamos.

A mediados del año '81 un pibe argentino apareció por Miramar de la nada o desde México, con un montón de casetes grabados de fábrica del rock argentino que yo no había tenido la oportunidad de conocer. Grabé todo lo que tenía, lo que más me gustó era Pappo's Blues. Era lo más parecido a lo que yo escuchaba, después Manal y Pescado Rabioso. A Charly García con Sui Géneris no lo consideraba rock sino una especie de trovador más hedonista que los cubanos, pero en ese orden. Pero había un pibe que escuché un año más tarde, tocaba en la banda de Juan Carlos Baglietto. Este muchacho argentino, tenía aquel disco con "De regreso Mirta", y "la vida es una moneda, ojo que hablo de monedas y no de gruesos billetes" . Al poco de eso regresamos a Argentina, diciembre de 1983, todo era destape, tetas, culos, chupadas de pija, de cochas, minas, chupi, baile, porros, creatividad, y mucha música rock por doquier, en el parque Lezama, en Barrancas de Belgrano de gratarola, y en Velez, Nina Hagen teloneada por Virus, Baglietto y ya separado, el flaco Fito Páez, que ya había sacado el álbum Del '63, canción que yo cantaba diciendo "nací en el '63, con Kennedy a la cabeza, una melodía en la nariz, pienso que hasta el aire estaba raro, empezaba mayo" esto último era lo único en que sentía que me diferenciaba de esa canción y de Giros, y de Tres agujas y de la energía de La rumba del piano.

Me gustaba la música de Fito y me identificaba en cierta forma pero era demasiado contemporáneo como para convertirse en un ídolo del rock o de la música ciudadana, que la verdad es que nunca me entusiasmó demasiado. Por aquel tiempo asistía a ver a Celeste Carballo, a Charly a Virus a los Abuelos en los conciertos gratuitos que daban por doquier. Hasta que volvió Pappo a la Argentina y los disfruté como pocos, lo vi solo, con Riff, con BB King, con el gordo Salinas, con Malosetti con Medina y con Botafogo. Los casetes ya no los grababa de los discos traídos de estrangis, sino que los compraba en Corrientes y Callao en Cesar Pó, en Zival's. en plaza Lezica Primera Junta, pero me iba más por Jimmy Rushing, Whiterspoon, Muddy Waters, BB King y esos monstruos a los que me había llevado Jimi Hendrix, más específicamente el último período de Jimi con su banda de gitanos haciendo temas como Machine Gun o estirando los blues como Red House hasta el día de hoy. Más tarde volví a Cuba, no me acostumbraba del todo a estar lejos de los amigos que la vida me había regalado en la isla.

Hasta que por curda, me castigaron a trabajar en un proyecto precioso en Santiago de Cuba, el Baconao Turquino, me dieron a elegir y escogí ser buzo con Ponce y su tripulación buscando coral negro, hundiendo pecios, sacando un cañón de la última batalla naval entre EEUU y España que se cambió por una montura de Maceo, y satisfaciendo al bravo de Lázaro Ponce en sus veleidades de buscador de oro por la cayería de las Doce leguas, o Los Jardines de la Reina, donde, aunque sin cofre, se puede apreciar una joya en un paraíso bajo el agua.

Antes de ir a Santiago de Cuba, apareció una petisa morocha por la UPEC en la Avenida 23, donde nos reuníamos en la tarde para empezar a cargar ron en la modalidad de chakata, mezclado con té y un toque de limón, vestida de negro corte The Cure, para anunciar una película de Fito Páez, la pasarían en la sala de video de la UNEAC, a pocas cuadras de allí. Ahí estuvimos escuchando la historia previa que esta mujer nos contó de las peripecias y desventuras que atravesaron las cintas del filme una vez lo hubieron terminado, producto de un robo, había costado unos ochenta mil dólares, que si bien siempre es plata, en aquel entonces, y para un Fito que empezaba, y mencionado en una Habana sedienta de un fula aquello nos parecía todo el oro del Nilo, también habló de crimen sin castigo. Dejó de hablar, se apagó la luz y comenzó una maravilla de audiovisual en tonos oscuros, violetas, purpuras, negros, azules, un Fito altisonante con letras reventadas, fuertes, repletas de la energía que había hecho al rock arrollar toda otra revolución, me enganchó la película, la canción Ciudad de Pobres corazones, las baladas, "yo no elegí y no quiero, quiero salir y no puedo", que a menudo me sorprendo tarareando. Y Ámbar violeta.

Una vez que estaba buceando detrás de una picúa con una resaca de laguer de tres pares de timbales, salí del agua y me dijeron hay un argentino rompiéndola toda en La Habana. Cuando volví una semana a casa, mi novia de entonces, Alejandra, me contó que su mejor amiga, Jenia, que entonces era novia de mi primo Camilo, había asistido al mítico concierto de Fito en la Habana invitada por Santiaguito Feliú, a que había sido su novio, el coco de ella años atrás. Cuando terminó el concierto, ella le pidió a Santiaguito que se lo presentara, a Jenia le encantaban las lucecitas de colores, y era lo suficientemente linda como para seducirlas y guardarlas en su bolsillo. Se conocieron y ahí mismo dejó plantado a mi primo, se fugó con Fito una semana de joda y singueta. Camilo no se lo tomó tan mal como cabe esperar en el Caribe, pero gracia, lo que se llama gracia con lo rápido que corren los chismes en La Habana no le hizo ninguna. Raulito, hermano de Jenia le tomó afecto a Fito, y como estudiaba piano se aficionó al rock argentino, a través del rosarino conoció la música de Charly que para ese entonces ya contaba con una producción inmensa, Mi suegra, de la pequeña burguesía chilena que había coqueteado con la izquierda cuando Allende, exiliada primero en Bélgica y después en el doce plantas de Alamar, se mostraba tan envidiosa con ese éxito de un argentino nada acorde a los cánones de la Nueva trova o de los milicianos, como habitualmente se mostraban algunos chilenos con los argentinos, profiriendo acusaciones de mariquita que hoy seguro negaría al menos, recordarlo. Como todos los homofobos, anti rock, odiadores del hippismo y de los movimientos elvisprelianos de entonces. He oído en repetidas ocasiones a Fito decir que él no es un genio musical, quizás en el sentido formal y técnico no, pero sí es un bardo genial e hiperproductivo.

Más tarde el Consejo de estado a cargo de quienes estaba acordaron con mi familia que me echarían de Cuba de una patada en el traste, fui al aeropuerto por segunda vez tras una curda olímpica en que no me permitieron abordar el avión, con mi primo camilo, él iba con un guardaespaldas para cuidarlo y que volviese sano, yo iba con guarda pero para asegurarse que esa vez no bebía nada y me iba pa' casa de la pinga poripayá.

Una vez en Buenos Aires pasamos días muy divertidos con Camilo, él habló en un acto donde también habló Robertico Robaina, qeu era famoso por no reusar del todo de una pose de pepillo, al contrario que Luis Orlando Domínguez, el singao de la UJC que habían tronado antes que él. Robertico se dejaba el pelo largo atrás a lo Mc Cartney, y se hacía un doblez en la manga de la camisa, característica de pepillos rockeros. Yo estaba ahí por la curda y las hembras que sobraban y todas querían un pedacito, una reverberación del rabo del guerrillero heroico prohibido en Argentina hasta hacía muy poco tiempo.

Un par de años más tarde, Victoria, una amiga intima de la novia mía de entonces, se fue con su padre que era director de cine a filmar Sur, al sur argentino. Bajaron con Goyeneche y Fito Páez, Al regresar le contó a Úrsula que se había hecho muy amiga de Fito. después lo vi en la Fundación Banco Patricios, donde a menudo actuaban Norman Brisky, Cecilia Rosetto, y todos los fines de semana Urdapilleta y Tortonesse, quienes bajaban a tomar una Heineken una vez terminada la obra, y nos quedábamos hablando de bueyes perdidos. Yo estaba entre los camareros modernos que atendían el bar vestidos por Gripo, con Chuchi una pintora excelente , Rosario y Fabio cantante y bajista de Suárez, Alejandra pintora su novio Richard, y mi amiga Valeria. Rolando era obsesivo de su torta de frutilla, se podía tocar de todo menos esa torta, yo cometí la ignominia de comerme media torta, era muy buen tipo, me aguantó hasta que entre torta, Heinekens y propinas extras me pidió con gran delicadeza, que volviese cuando quisiese pero de parroquiano,

Una tarde asistieron a la obra Fito, Cecilia Roth y Eusebio Poncela, que acababa de filmar Martín H. Los atendí y charlamos un poco. después lo vi en La Habana en uno de mis viajes , Santiago, Raulito y Alejandro me dijeron que me sumase a los amigos que compartirían una botella de ron con Fito y Cecilia en los jardines del Hotel Nacional, así lo hicimos, mi noche terminó después de cantar "por esa calle pasa el 99 nena, ahora vamos hacia allá" mientras Fito rasgaba la guitarra de Santiago, y Cecilia me decía desde atrás, lo recuerdo como si fuese hoy "Martín, deja de beber" . Desperté con ese frío de la madrugada incluso en el Caribe, con las estrellas de techo , como en cierta forma era habitual, pero al menos estabna sobre la hierba de los jardines del Nacional, nadie me robó nada en esa ocasión.

Después Jorge y Juan Mario, amigos de mi mentora Gladys, le hicieron la escenografía de Circo Beat, y así entre una cosa y la otra al escuchar las canciones de Fito, nacido en el '63, en mi país, con algunos amigos comunes, tiempos comunes, aires comunes, aunque no lo conociese llegué a tomarlo como un colega del camino, por otros niveles pero en la misma dirección y similar destino.

Unas décadas más tarde, había terminado de recorrer las superficies donde se apilaban los pallets de la empresa de logística para la cual trabajaba ya en España, y me apresté a aparcar el coche y reservar habitación en el Hotel acostumbrado en la ciudad de Salamanca, cuando veo un cartel "Fiesta universitaria, hoy Fito" seguí de largo en el coche y me quedé pensando que seguro sería Fito y Fitipaldis, un conjunto español que no me interesa en lo más mínimo. Al rato vi otro cartel y puede leer que se trataba de Paéz, en un teatro de Salamanca, y tocaba en un rato. Así que de repente sentí un fuego, un avatar estaba como yo, en la España profunda para cantar su repertorio rioplatense. saqué entrada y esperé. El show fue a capela, solo con guitarra y piano, una maravilla, la última vez que lo había visto Ursula me había invitado como regalo de cumpleaños a un teatro en Plaza Flores, y había un súper show, esta vez era más intimo a priori, hasta que arrancó con Ciudad de pobres corazones elevado sobre su guitarra, una barbaridad. Ahí sentí que a pesar de ser de la misma generación ya podía tomarlo como un ídolo que hizo de su vida lo que yo había derrochado. Así que cuando terminó me quedé esperando en la puerta trasera por donde salían los artistas a que saliese para saludarlo, explicándole un poco fugazmente de que lo conocía, pero eso se parecía mucho al cholulismo que tanto despreciaba, y a la vez quería esperarlo, los minutos pasaban, bajó un amigo suyo rosarino que lo acompaña a todos lados toda la vida, le dije que quería solo saludarlo como argentino contemporáneo y cultor de sus canciones, sobre todo del álbum Ey en ese lugar del mundo. cuando había transcurrido más tiempo del que el decoro me permite admitir, salió un grupo de gente, unas chicas, chicos y en medio él, parecía como si ya supiese que había un pesado esperándolo, y salió del grupo solo un instante para decirme "flaco, no tengo tiempo" y se metió en un coche raudo, duro, desaprensivo y yo me quedé con una cara de boludo que nunca antes había sentido, o mejor dicho sí, la había experimentado, nadie siente lo que no es, pero no estoy seguro todavía, de poder revelar también hoy ese otro episodio, acaso más bochornoso si cabe que el "flaco, rajá de acá" en la parte trasera de un teatro pulgoso de Salamanca.

Podía habérmelo guardado para siempre porque nadie me vio protagonizando semejante ridículo, pero prefiero sacarlo porque cada vez que suena la música de Fito desde entonces siento un desdén, hermanado con el que Camilo experimentó cuando tras hablar Robaina aquella vez en Baires, una de las chicas que nos levantamos, en el coche con que nos condujo a la fiesta, puso de una cara y de otra el casete Ciudad de pobres corazones. 

Y también, en definitiva, años atrás me había tomado su ron. Así que espero que al liberarme de la anécdota, con el rubor compartido, el dar oportunidad a la chanza, me deje también espacio a poder volver a disfrutar "Polaroid de locura ordinaria" sin abochornarme de ese muchacho parado en la noche esperando un saludo de quien, sí, era una estrella pero no para él, sintiendose más boludo que los pollitos y ahora que lo veo dejandose embelesar por los festejos de "El amor después del amor" me pregunto si el boludo puede que sea otro, o que haya dos. Al fin y al cabo, yo había leído a Bukowski mucho antes que Fito supiese que existía.

 

Jardin del Hotel Nacional

Jardin del Hotel Nacional

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26 mayo 2023 5 26 /05 /mayo /2023 19:38

"Fidel es un singao" escuchó decir a un tipo de atrás.

Se giró, miró disimuladamente al sujeto que acababa de proferir esa frase, no vio nada en él que le impresionase, que a priori denotase un carácter temerario en extremo, casi suicida, ni advirtió las más mínimas trazas de rudeza, de la clase de hombría que había que derrochar para expresar en voz alta una frase de tal calibre.

"Fidel es un singao" pensó para sí mirando alrededor, no vaya a ser que algún lengua largona leyese la mente con la misma destreza que escuchaban tras las paredes los punteos de la música rock, la sintonización de la CBS de Miami, los casetes de Álvarez Guedes o la reciente Radio Martí.

-Pues sí- repitió el tipo sin apariencia de haber invertido las horas que se consideraban necesarias en la ingesta de alcohol, ni haberse fumado un petardo para subir el tono de tales aseveraciones- Fidel, Guarapo, Esteban, Maraña, Cara de coco, es un singao, lo digo aquí y donde haga falta y el hermano es cherna.

A esa altura sintió hasta temor de que llegasen los uniformados saltando de su bólido del este de Europa garrote en mano y empezasen a repartir tranca a todo el que estaba en las cercanías, y como aquel día que apareció la pintada en la escalinata de la Universidad, mandaran a todos a Zapata y C para pasarlos por el tamiz de Cuco el gorila bufarrón, o Fefo el caimán sin dientes.

"De pinga el loco este aquí y yo no me puedo ir porque pierdo el turno, no es fácil tres horas de cola para un pedazo de jamonada de vaya a saber que clase de tiñosa para que el tipo este venga a joderlo todo, pero de todas formas deja ver en que termina esto"

-Pinga, el tipo es un singao, lo digo yo con conocimiento de causa, mi primo estuvo en la celda de al lado de Fidel y Raúl en Isla de Pinos. Los únicos con dos o tres más que se salvaron de la tortura y el ñampiti. Lo primero que tiene que saber to' el mundo aquí, es que Raül entregó a Vilma para que le diesen tolete en todo el cuartel, y Fidel a Mirta, que era muy burguesa y aunque le gustaba el trancón no consentía en mostrar el nivel de arrebato de Vilma. Pero caballero, lo que tienen que saber es que las nalgotas que garantizaron la buena salud del gaznate de los hermanos Karamazov, no fueros las de Vilma ni las de Mirta, sino las de Raúl. No es que el hermano menor no quisiese ajonjolí, pero el que lo echó pa’lante fue Maraña, por eso digo que es un singao.

A esa altura el tipo ya estaba retorciendo la musculatura para que los esfínteres no dejasen salir cual disparo de bazuca toda la cagalera a la que el agudo terror al que aboca el sigilio extremo, estaba azuzando.

-Mi primo me contó que eso no se quedó ahí, que como pasaron un año y medio, Fidel que era un tremendo singao, se jamó al hermano varias veces, se lo dio a Ramiro, a Almeida, incluso cuando salieron se lo ofreció a Camilo, y cuando conocieron al Che, al oler su peste a patas, le dijo que si un día andaba tieso de hembra por culpa de la higiene, que no se hiciese problema que Raúl encantado le brindaba su oquedad, que en semejante clase de pájara el conducto era casi vaginal. Dice mi primo que el Che sonrió socarrón, pero por la tarde, cuando todos jugaban dominó, él y Raúl se fueron a comprar arroz, dice mi primo que la tienda debía estar lejísimos dada la demora.

"La candela en la que este tipo nos va a meter a todos, no es nada en comparación con la curiosidad que me han despertado los secretos de su primo"

-Por cierto, el primo contó que Fidel prometió a todos los presos que si un día llegaba a coger el país, iba a despingar toda La Habana, que confiasen en él, que iba a dejar que se derrumbase toda, que se pudriese sobre su esqueleto, no la quería hecha polvo, la quería en ruinas ¿guajirito yo? ya van a ver, que cojones se creían estos habaneros.

La fiana llegó, como no podía ya ser de otra manera, desarmaron la cola, mandaron a todos para casa, y se llevaron al hombrecillo de guayabera blanca y dos plumas al corcel metálico de la monada.

-Vamos caballero, vamos, desarmando esto, para la casa, no quiero ver a nadie aquí, ¡caballero, pinga, to' el mundo pa' su casa! - terminó diciendo el jefe de sector empingado por la persistencia de la gente en mantener el sentido de sus horas de cola sumado al impulso del chisme, y girándose hacia el hombrecillo, le dijo- Ahora vas a repetir lo que dicen que estabas diciendo, pero en la estación.

-Guardia, no sé que le habrán dicho a usted para que venga tan malhumorado, lo que yo estaba haciendo era una loa al comandante, diciendo que él vive en todos los cubanos, que Fidel no tiene casa, él vive sin gao.

El tipo, como todos los demás, se fue a su casa sin jamonada pero con una convicción clara, concisa, inexorable:

"Fidel es un singao y Raúl una cherna"

 

PD: Extracto de un pequeño cuento en respuesta al pedido de una editorial al evaluar mi primer libro, "está bien, pero no queremos un relato intimista sino murmuraciones, habladurías, que el común de la gente no sepa de la cúpula de comandantes cubanos", del que mi amiga encargada de la traducción me dijo: -Ay, no Martín, yo no puedo traducir eso, solo de leerlo me duelen los ojos!

Fidel sin casa
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22 mayo 2023 1 22 /05 /mayo /2023 23:20


El padre de mi madre había sido un soldador de cascos de grandes barcos en los distintos puertos argentinos, se puede decir que clase obrera, la madre era una inmigrante de Burgos que arribó al Río de la Plata para trabajar en el servicio doméstico, o sea, clase trabajadora integral. Ninguno de los dos era peronista. Mamá de a poco fue tomando contacto con los argentinos peronistas de izquierda (si este oxímoron pudiese tener lugar) que estaban exiliados en Cuba, en condiciones sensiblemente mejores que el resto de refugiados gracias a depositar parte del rescate pagado por los hermanos Juan y Jorge Born, alrededor de catorce millones de dólares de los sesenta en efectivo que cobraron. De ahí que las casonas de Miramar fuesen las sedes de la organización, las viviendas de los jefes y militantes, la guardería de los niños hijos de desaparecidos, muertos o presos, y otros privilegios que sacados del contexto pierden todo su sentido, tarjetas de técnicos extranjeros para comprar enseres, alimentos, bebidas, tabaco, diversión, etcetera. Nos mudamos a un departamento de ciento sesenta metros cuadrados con todas las comodidades frente a la playita de 16, además de tener las llaves del departamento de enfrente para cuando metíamos un pastelón con esas titis que se podían recoger alrededor de medianoche en el Vedado, no más tarde, la de las dos a tres de la mañana había que llevarlas a los jardines del Nacional o al Morro, como la del calcetín en el rabo y la blenorragia, pero ese es otro cuento. Demasiado bizarro para meterlo en este recuerdo.

Mi madre hizo buena amistad con varios de ellos, y casi una hermandad con Popi, Juani Bettanin, Susana Croxatto, el Vasco y la Gringa, por quienes también yo experimenté un afecto firme, profundo.
Yo tenía dieciocho años, iba al pre Pablo de la Torriente Brau, era el único que no usaba uniforme, porque no me salía del tubo. Eso sí, todos los días, para no levantar demasiado descontento, iba con una camisa azul celeste y unos pantalones azul oscuro de corderoy bien ajustados, marcando huevos.
Pero algún día, antes de sumergirme en mis botellas de ron, con el sol aun bañando primera avenida yo debía ir a la oficina de los militantes peronistas de izquierda cómodamente exiliados en La Habana no sólo gracias al generoso aporte de los hermanos Born, también a la simpatía que desde joven había profesado Fidel Guarapo Castro hacia Perón, como cuando fue a Bogotá en los días del "Bogotazo" integrando un grupo universitario de apoyo a la juventud peronista. ya se sabe Mussolini, Franco, Perón, Guarapo, un solo corazón.
Al inicio la idea de los amigos de mi madre, era que yo condujese la guagüita que llevaba a los niños de la guardería a sus escuelas u otras actividades, pero cierta cordura de alguno de los "montos" que me conocían mejor, Popi, Miguel, Lito, el Vasco o la Gringa, habría decidido que mejor era apostar a otro chofer, que arriesgarse o esperar a que dejase la tradición de refrescar las tardes con el famoso espirituoso cubano que pone a gozar a los mismísimos Barrabás y Zaratustra. Entonces me invitaron a sumarme al trabajo de introducir en una base de datos los nombres,  edad y grado o cargo, de la mayor cantidad de represores militares, de quienes se tenía conocimiento. Aquella fue la primera computadora que toqué, sistema MsDos, el trabajo era digno y hoy siento alegría de que me hayan conminado a hacer al menos una cosita de provecho, más o menos la única de mi juventud. Y como en toda Cuba, en cada cuadra, en esta oficina que estaba en una casona de la avenida primera y la calle catorce, también se hacía guardia por la noche. Acaso con más razón. Cada mes me quedaba a dormir una noche en el mullidito sofá cama de la entrada, viendo videos Betamax de películas o fútbol. Me querían incluir, argentinizar, peronizar, montonerizar, cosa que yo, mucho antes por una alergia aguda a todo compromiso y desinterés total por cualquier batalla, teque, disciplina, que por convicciones políticas, ni siquiera tenía previsto considerar, no obstante, manifesté una clara disposición a cubrir una guardia cada cierto tiempo. De paso retomaba contacto con el acento del país que tanto tiempo atrás había dejado a mis espaldas y que ya había olvidado extrañarlo.

Una tarde cuando cayó el sol, sonó el timbre de la oficina. Era Lito que subía a la sala donde estaban la computadoras a trabajar. Poco después volvió a sonar el timbre de la puerta y era mi hermano y mi hermana, que traían un tupper con mi ración de cena que, como cada día y cada noche, durante toda la vida, excepto los tres años del Habana Libre, había preparado mi abuela.

-Pasen, chicos- dije

Estaban parado uno al lado del otro, y entonces tomé la pistola Browning de 9 milímetros que tenía a su disposición quien se encargaba de la guardia, le saqué el cargador, y apunté a mi hermano primero, después a mi hermana, ambos dibujaron en la comisuras de sus labios una sonrisa franca, iba a terminar de percutir e gatillo sobre una de las dos cabezas para escuchar el click del gatillazo en vacío, pero un reflejo me llevó a jalar el gatillo apuntando hacia el suelo, a la base de madera de una bandera argentina y el click se convirtió en un estruendoso, brutal sonido de un disparo de una pistola de ese calibre permaneciendo un rato más la reminiscencia del tiro por el eco del enorme salón de entrada y terror que nos invadió de repente a los tres por lo que aún hoy, no sé, gracias a qué no ocurrió.

Mis hermanos se quedaron como congelados, les dije que por favor no dijesen nada, que por supuesto no sabía que había una bala, que no sabía como podía haber pasado eso. La bala había entrado a la base del poste y salido por detrás dejando una marca en el rodapiés y debiendo haber rebotado por la habitación, estaría aplastada, deformada, bajo un sillón.

-No importa, no importa Martín, nos vamos- me dijeron y salieron como alma que se lleva el diablo.

Me aquedé lívido, hierático, tembloroso, esperando que Lito bajase a preguntar que pasó, pero el ruido de aquellos aires acondicionados, la generosa amplitud de la mansión o la concentración en su trabajo evitó que Lito escuchase nada.

Con una mezcla de terror por la realidad paralela que podía haber sucedido, y que en alguna dimensión seguro tuvo lugar, y con el mayor alivio que se pueda tener una idea, pasé la noche sin dormir ni penar en otra cosa.

Nadie preguntó nunca por el ruido, por la bala faltante, por el agujero de la base del asta de la bandera, por la marca en el rodapiés tapado con la bandera ni encontró el plomo espachurrado metido entre los flecos de la una escoba. Pero a cada rato, en medio del silencio generalmente del momento en que cae el sol, como aquel día, y siempre que uso un tupper, mi cuerpo recupera esa sensación de desesperación por lo que pudo y debió acontecer y el profundo consuelo de lo que ocurrió en esa otra dimensión, menos real, de la que a veces pienso que me construí para soportar el peso de la eternidad en las llamas, una vez habiendo repuesto el cargador de la Browning en su sitio, y habiéndome disparado tras ver la cabeza sangrante de uno de mis hermanos en el suelo, al lado del mástil impoluto y la bandera salpicada.

Browning descargada y asta con bandera argentina
Browning descargada y asta con bandera argentina

Browning descargada y asta con bandera argentina

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2 mayo 2023 2 02 /05 /mayo /2023 22:44

A los 12 años fui como extra a la filmación de una escena de la Matanza de Iquique, de Pedro Chaskel y Fedora Robles junto con Pedrito y Paula sus hijos, en las afueras de La Habana, y en un descanso subimos a una locomotora abandonada, de no sé si era un viejo central o una estación de tren. Cuando vimos que se podía subir al techo subi y me puse a correr por el techo cilíndrico de la vieja locomotora. Resbalé y caí a la hierba crecida cuando apoyé las manos una me quedó sobre un cambolo grande, el resultado fue que me fracturé la muñeca. Así fue mi primer yeso que cubría solo el antebrazo, podía meter una regla para rascarme cuando era insoportable la picazón. Me sentía Tarzán, un brazo roto, "ese seguro es un tigre, un fiera, un aguanta dolor y un salvaje" pensaba que pensaban y me pavoneaba con mi yeso entre niñas que pensarán "que clase de comemierda, sube a una locomotora abandonada, se cae y se rompe el brazo, ahora no puede bañarse en la piscina todo el verano"

Otra vez, al poco tiempo estaba corriendo por el segundo piso del Hotel Habana Libre, con Fernando, Pedrito, Manuel y Ronnie, y me resbalé justo frente a las Cañitas, apoyé los dedos de la misma mano, la izquierda y me fisuré tres dedos: meñique, anular y medio. Nuevamente yeso, ya no me pavoneaba tanto, empezaron las bromas, "el hombre yeso", "la momia" y por ahí, pero aún así era una gloriosa herida de guerra. Cuando por ventura quedase a merced de un grupo de negros guapos, pensarían "cuidado con el múcaro que es un tipo es un hueso, no le tiene miedo a nada sale de una fractura y entra en otra". Clin, caja. ganancia. Ese yeso también llegaba hasta antes de la articulación.

La tercera vez fue en Guanabo, ya vivía en Alamar, y estuve primero apuntado en judo en Cojimar, una belleza tomar el bote de madera a diez centavos, y escuchar el remo en el agua y el ruido de la soga, el sopote y el remo al accionarlo el chalupero. Pero había poca gente, eran más los de esgrima, y dos compañeros de clase iban a Guanabo que era un club deportivo grande, importante, entonces me apunté ahí. Lleno de pibes, un profesor que mandaba a correr varias manzanas, pero era un club de verdad, y Guanabo era también pintoresco, sobre todo tras el puente de madera. Rompí caídas en las ocho modalidades, aprendí varias proyecciones, y en la primera competición en se cogía cinturón de color, en mi caso amarillo, me metieron un estrallón sucio, que solo fue un quinto de punto, llamado koka, o sea faltaban cuatro kokas más para perder, o un wasari y un yuko, o claro, un ipón. Pero no pude seguir el sonido fue estruendoso, y el dolor y la hinchazón no se hicieron esperar. Tuve que levantarme del tatami y salir al policlínico acompañado por el profesor. Un desastre, fisura doble en el codo, hemorragia interna y salida del líquido de la articulación. Me pusieron un yeso en forma de L y el médico me dijo que recordase encarecidamente, que en cuanto me quitasen el yeso, a los 45 días, fuese a fisioterapia y ultrasonido porque aunque la fisura era leve era en un sitio complicado. Estuve 45 días con el yeso, sin saber por donde meter la regla para rascarme, las "manuelas", por suerte, eran con la diestra. Todos firmaban en el yeso, "el hombre momia". Al salir de la escayola no fui a fisioterapia y fui solo a dos sesiones de ultrasonido, resultado: nunca más pude enderezar el brazo completamente. Me quedó el codo medio trabado, por no darle bola al doctor.

Detrás de casa había un jardín cercado, donde sesionaba un circulo infantil y un área botánica de distintos árboles, que más tarde fue un lugar para bailar música de guapería los sábados. Piñazos, patás y mordidas se vieron sin compasión. Me subí con un conocido del barrio Orama, a un árbol de mango, no era época todavía, pero ya había algunos mangos pitones. Lo único es que estaban demasiado alto. Hasta ese día yo trepaba a los árboles que parecía un mono. De verdad, me gustaba pensar que tenía esa habilidad por mi parentesco más cercano que el resto de humanos con los simios, ya que un año en que falté cuatro meses lectivos a la escuela Felipe Poey, me hice amigo de un chimpancé pequeño en el Zoológico de Nuevo Vedado a donde iba cada tarde que no descargábamos en casa de mi amigo Carlitos Cecilia. En fin, el tema es que subí como llevado por Mandinga a las ramas más altas pero también menos gruesas del árbol, le dije a Orama "brother, ahí veo un mango pintón, que está casi maduro". Eran mangos machos, generosos, carnosos, con uno bueno podíamos comer ambos. Comencé a caminar sobre una rama, agarrándome de otra de más arriba y cuando logré coger el mango mis pies sintieron como se partió su apoyo, caí al vacío desde una altura de una cuarta planta pero con la suerte que fui dándome golpes en la caída con ramas cada vez más gruesas que aminoraban la velocidad rumbo al suelo. Entre la muñeca y el codo me partí el cúbito y el radio y se salieron del lugar, empecé a dar vueltas en el suelo y a echar espuma. Cuando me desperté estaba a hombres de mi madre o de la Negra Ángela, que me daba los H. Upmann y los Montecristo que fumaba escondido. Y cuando me volví a despertar estaba en el policlínico de la zona 5. El médico dijo ¡aguanta! y tiró de la mano mientras otro sujetaba el brazo, revolvió los huesos y la carne hasta que encontró, no encajar de manera perfecta, pero al menos sí hueso con hueso. La gente que sabe dice que el tipo hizo un trabajo de locos, porque si tenía que esperar a llegar al Fructuoso Rodríguez en el Vedado, el brazo podría tener que ser operado. Recién entonces me llevaron al Ortopédico, el doctor dijo que estaba perfecta la faena del médico de urgencia, y me enviaron a dormir al neurológico, ahí cerca, por si acaso, para quedar en observación. Probablemente el golpe me recolocó el cerebro dotándome de una inteligencia y refinamiento intuitivo superlativo, o quizás me dejó turulato agilipollado para casi siempre, Nunca se sabrá, como en la película de Peter Sellers "The Gardener". Lo que sí se supo cuando a los 45 días me sacaron el yeso es que la muñeca me quedó rara. Nunca más trepé con esa intrepidez y velocidad ningún árbol. Ni me subo a una montaña rusa, ni a ninguna atracción de feria que especule con las alturas y el movimiento.

Varios años más tarde, habiendo dejado a Patricia en la casa en que paraba de Pepín y de Azucena en Entre Ríos al 400, donde también vivía el histórico Manuel Lamana, yendo a tomar el colectivo que me dejaría en Córdoba y Anchorena donde vivía, se me tiraron encima tres tipos, se agarraron a mi reloj, y no me dieron chance a darles las tres chirolas que llevaba encima y que me exigían dando voces, me tiraban golpes de los que sin otra posibilidad debía defenderme como pude, pasaban muchos automóviles, había una garita con policía en el Congreso de la Nación, frente a donde me estaban friendo y nadie hizo nada. En ese tiempo la merca era muy barata en Buenos Aires y había una importante cantidad de gente enganchada, como incluso yo lo había estado un tiempo antes, pero jamás salí a domar a nadie, los pibes estaban sacados y querían aunque fuese un paase más. Uno fue a pegarme con algo que tenía en la mano en la cabeza, levanté la extremidad para proteger la mollera, y "crack" llegó de visita el ruido familiar de mi brazo izquierdo. De los gritos que di se fueron rajando, corrí hasta donde Entre Ríos se convierte en Callao y tomé un taxi, llegué a casa y me acosté a dormir. Durante la noche el dolor era tremendo así que me puse el pantalón como puede y me fui al Hospital Fernández. Rayos X, fractura del cúbito y yeso por otros 45 días.

O sea, señores, mi brazo izquierdo tras cinco sucesos de rotura, con hasta nueve fracturas, levantando el peso limite en el gimnasio, impulsando el agua en cada brazada descompensado con el derecho, hasta cubrir el kilómetro en natación de piscina o mar, aunque no se note, es, como en la literatura de ciencia ficción o de fantasía, uno de esos muertos vivos, sobrevivientes del volcán de un dios devorador, que en sus huesos astillados catalizó todos esos otros suicidios, en los que no se me ocurrió pensar más de dos horas seguidas.

Hoy haciendo unas planchas en el suelo, cuando sentí los pequeños dolores de todas las fracturas juntas,  pensé que hay gente con mala pata, yo tuve mal brazo, o acaso no, pobrecito, se hizo cargo de todos los porrazos físicos tangibles, y quien sabe de cuantos más de corte espiritual.

 

Koka y Mata de mango
Koka y Mata de mango

Koka y Mata de mango

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25 abril 2023 2 25 /04 /abril /2023 10:44

Me gusta este recuerdo.

Tenía dos casetes de música jazz, de noventa minutos cada uno. Uno era de Louis Armstrong y el otro de Glenn Miller, me encantaba el swing y el sonido New Orleans, así que cuando me metía unos buches de ron en mi casa de 1ª y 16 y me iba caminando al Sierra Maestra, a darme un baño, comer una hamburguesa, tomar un laguer y ver a amigos y materiales, muchas veces iba tarareando The bucket's got a hole in it o Chattanooga Choo Choo, sabroso por avenida primera, medio en pedo , el sol en la cara, la camisa abierta, el blue jean empercudido y las botas calientes, nada de short y chancletas como se usa hoy; a la playa había que ir como a la fiesta, después habría tiempo de cambiarse.

A veces paraba un ratito en 12 para mirar las jevitas ricas que se arriesgaban a alimentar las fantasías de los rascabucheadores que más de una vez cobraron gruesos tranqueos por pajuzos. Había una niña que me tenía loco, lo que se dice arrebatado, en aquel tiempo no se usaba tanga en Cuba, ella era la precursora, pero eso no sería nada sin su clase de culo y Papa John's, que aunque no tuve el gusto de conocerlo personalmente, se podía intuir sin mucha dificultad donde se hendía la prenda premonitoria. Cada vez que esa chiquita se bañaba seguro habría un mira hueco alrededor, más o menos camuflado. Después pasaba el Karl Marx fijándome siempre de reojo, desde el inconsciente, si alguna vez se les volvía a ocurrir ocultar a toda la población un festival de rockeros y estrellas del pop internacional como aquel que me perdí a finales de los setenta. Pero nada, alguna vez los Son 14, o los Van Van, en tiempos en que los pepillos no escuchábamos música de guapos, un par de años más tarde todo se mezcló y hasta Mayenye comió ajonjolí.

Más adelante el Cristino, donde solo iban familiares de pinchos como podía ser yo pero sin ser mi caso, y chivatones de los de verdad. Donde años más tarde una prima de la planta de mi pie cuando lleva una semana sin agua y jabón, negó la entrada a mi hijo que vivía en 5ª y 10 pero no era hijo de revolucionarios, a un cumpleaños de su hija, que pobrecita no era culpable de las consecuencias de una bola de cebo tan amorfa. Y unos pasos más allá, el drive way del Sierra Maestra, con su vigilante en la entrada, su tienda de productos especiales para técnicos extranjeros donde compraba mi madre, los cartones de cigarrillos Populares, la jamonada, el queso, el ron Legendario, el laguer cubano sin etiqueta, el Polar, el Hatuey y el Pilsen Urquell. también el vino búlgaro Cabernet. Y mucha más comida, tabaco y curda que la que había en la bodega.

Aquello era un abuso que avergonzaba, y por eso en vez de manifestarme mediante la abstención, llevaba amigos y novias a casa a comer todos los días, de esa forma pagaba la culpa de ser participe de ese engaño de la sociedad de la igualdad. Tenía un carnet de técnico extranjero, casi nunca me lo pedían a la entrada del Sierra, pero lo llevaba encima por si había un guardia nuevo, o uno "imperfecto", que de haberlos, haylos.

A la entrada, iluminado con el sol que entraba por los dos flancos, desde el mar y desde el cielo abierto de esa pequeña ensenada que hacía la costa de La Habana en ese punto, el mármol del suelo brillaba y el perfume del salitre empujaba a la cafetería de la entrada, para tomar una Pilsen fría. A esa altura generalmente ya me había encontrado con un amigo, una jevita, un primo, o cualquiera para meter una muela, la que se terciase, la que el estado de ánimo y el humor sugiriesen. Pero nada de política, en Cuba no se hablaba nada de eso, al revés de lo que la gente de afuera de la isla piensa, esa omni y multi presencia de la jerga política, ideológica, adoctrinada y alienante, causaba el efecto opuesto, en cuanto el cubano se despegaba de la muela oficial, del poema obligado, hablaba de todo menos de política.

A veces estaba Fernando, a veces el dominicano loco, a veces Niurka, a veces Natalia bailarina de ballet acuático, a veces Renata, a veces el otro Fernando, el colombiano loco que sacó la cara por mi años atrás en la beca cuando me tenían loco a botazos voladores nocturnos llenos de meado, a veces a Robertón, que era un hacha para todos los deportes, apenas había empezado a jugar voleibol en la canchita de atrás de la piscina y ya era el mejor, igual que al wind surf. No teníamos tablas como las que había en el capitalismo, pero teníamos alguna tabla cicatrizada y su botavara resistente a la obsolescencia, lo cual era un lujo. Pero el que con más frecuencia encontraba antes de entrar, o íbamos desde mi casa porque era cubano y tenía que entrar con un ruso o sucedáneo, era mi amigo desde que llegué a Cuba diez atrás de aquello, Evelio, que era “esponja” como yo pero el doble.

Esa vez lo encontré ya adentro, tomando una cerveza en el muro que daba al mar.

-Que volá yenika, me entró Fernan.

-Qué volaíta brother, hoy traje eso.

Yo también tenía la botella fría en la mano, le dije que fusemos atrás. Tras bañarnos en la piscina grande, en el mar nadando hasta los yakis que habían situado para que las marejadas no arruinasen las fachadas. Una vez me singué a una titi en un yaki, cubanismo que proviene del término “jaks”, con el sol lamiéndome la espalda, y ella de frente al cielo y a la orilla de enfrente a noventa millas, uno de los palos más ricos que se pueden echar en Miramar, porque la estructura del yaki permite acomodarse para mamar bollo, luego subir para ser succionado en el rabo, e invita a distintas posiciones para la singuetta.

Y cuando cayó el sol le dije a Evelio- vamos a jamar algo- nos pusimos en la cola de la cafetería de la piscina, y de repente se me coló una rusa, el Sierra Maestra era más que nada hogar de rusos, que escudaban sus acciones en la isla bajo la denominación de técnicos extranjeros, pero eran militares, maestros de técnicas policiales, algún ingeniero, y mucho chivatón de su compañero que a su vez era vigilante de otro. Porque los que más hacían negocios en mercado negro entonces eran los rusos, compraban lo que no iban a consumir de la tienda de privilegios, y lo revendían en la poca población con que se dignaban a hablar. Había también polacos, húngaros, rumanos, búlgaros, ninguno de estos soportaba a los rusos, y eso que eran todos de partidos comunistas de sus países, si no salía nadie. Yo tuve amigos rusos, alguna noviecita también, aunque la rusa de esa época no se parecía en nada a la que anda ufana llena de rublos hoy por Marbella, esbeltas, “producidísimas”, lacadas, plastificadas, pero lindas. No, aquellas eran como salidas de una dacha, el traje de baño partía hacia abajo casi desde el sobaco, que dicho sea de paso, cada uno de aquellos sobacos sí que eran un arma letal mil veces más poderoso que todo el arsenal estadounidense, se bañaban en la piscina nadando en estilo pecho sin meter la cabeza en el agua, usaban gorros de pelo, y en la parte que hacían pie, siempre había algunas parejas de rusos jugando ajedrez con un tablero flotante, y miraban con ojos de oso con rabia a los niños que salpicaban o saltaban desde el borde en vez de hacerlo en la parte profunda y desde el trampolín. Los demás "técnicos" no se sentían cómodos con los rusos porque estos se creían superiores, bueno, no es que se creyesen, estaban situados en instancias superiores, y a los cubanos, que eran los encargados de construirles el edificio Mazinger, la embajada fortaleza más hostil con la estética de la Historia, ni siquiera les hablaban. Salvedad hecha por las numerosas parejas ruso-cubanas que vivían de manera normal en la isla, generalmente compuestas en la URSS durante un período de trabajo o estudio del cubano/a en la patria superior.

Toqué el hombro de la rusa, y le dije que se me había colado, yo también era "técnico" .

-Mucho poco tiempo Cuba, no habla española- me dijo la muy singá.

Cuando cogía aire para decirle no recuerdo que barbaridad, Evelio me hizo señas de que la dejase por imposible, ¡él! justo él que cada día si querías ver una bronca a la salida del colegio Orlando Pantoja, a las 4 y 20 en la sinagoga lo tenías en el ring. Pero tenía razón, la rusa se empacó, se cuadró como una gendarme y no estaba dispuesta a deponer su derecho a arrebatar a los cubanos, a los aplatanados, o al resto del mundo incluso, su puesto para el helado. Cuando le tocó, la rusa dijo en español acentuado con el tono especiado de la taiga:

-Compañera, bocadita di qiueso-

Y entonces le dije: Tú sí que sabes hablar español y colarte como un cubano-

Cogimos un bocadito cada uno, y ya cayendo el sol, le dije a mi amigo, hoy nada de materiales ni socios, que traigo el Jazz. Se le llamaba ñaña, “efori”, veneno, eran unas hojitas de marihuana seca envueltas en papel de estraza, lo que en aquella Habana de inicio de los ochenta era un porro, al coste de una “monja”, cinco pesos, de los pesos que valían, que traían a Maceo altivo, orgulloso, casi como un ruso en el Sierra Maestra, no como hoy que el pobre está en los billetes alicaído, tumbado, sin machete ni cohete. Fumamos el porro y Evelio me decía -brother no me hace ná- y cada vez que lo repetía demoraba más en terminar la frase, hasta que empezó a reírse, y yo me empecé a deshollejarme a carcajadas. La cantidad era escasa pero era del Escambray, una calidad superior.

En esa época y aún hoy, fumar yerba era un delito muy penado por la ley, por eso me refería a quemar una ñaña, como : " tocar Jazz"; así que para honrar el mote apelativo nos pusimos a cantar los temas de jazz de Armstrong y Miller, a dos voces, dos trompetas, dos baterías, en el fondo de las piscinas del Sierra, frente a las cabañitas, a los yakis, al sol del mar naciente cayendo sobre nuestra nota de ron, laguer y jazz.

No dejamos de reírnos hasta que nos despedimos en la parada de la guagua recordando la recién aprendida frase que marca la superioridad racial de los Urales:

"Compañera, bocadita di quieso"

 

Sierra Maestra Be bop
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7 abril 2023 5 07 /04 /abril /2023 10:49

Hasta hace no mucho estábamos todos en contra de la represión del sistema opresivo al que se había llegado en Cuba, so pretexto de una revolución que llevase justicia social, bienestar, desarrollo y dignidad al pueblo, tras tomar el atajo que condujo a todo lo contrario.

Un Guarapo que se atornilló al poder segando todo desarrollo de creatividad en los terrenos de la economía, la política, el arte, la vida cotidiana, y viviendo cada vez más alejado de la realidad de su pueblo.

Una enorme masa de emigrados de diferentes épocas, y por diversas razones, compartíamos el mismo común denominador, No a la dictadura, No a Guarapo, No a la mentira y la represión, Sí a la Libertad, Sí al progreso, Sí a la creatividad, la ambición o la holgazanería, Sí a la movilidad territorial y social.

Éramos como hermanos de una causa, de un sentimiento común. Pero nada dura para siempre.

De repente ganó terreno una corriente extremista en todo el mundo haciendo pie ancho en los Estados Unidos, que comenzó a arrojar luz sobre los rincones umbríos, empezó a abrir compartimentos hasta entonces estancos, casi olvidados, vimos que aquello que alumbraba no contaba con el mejor de los aspectos. Y del común denominador cada vez fue quedando menos hasta solo permanecer el No a Guarapo. En todo lo demás empezamos a tener discrepancias, pero analicemos incluso ese solitario acuerdo tácito contra "Maraña".

Yo no quiero la dictadura, pero quiero a los hermanos mejicanos y guatemaltecos, ustedes los odian y les gritan "no los queremos, no los necesitamos" como gritaban sus avatares a los emigrantes del Mariel en 1980, No quiero a Guarapo porque quiero libertad, democracia, cromatismo, variedad, concordia, convivencia y progreso,ustedes no quieren concordia, odian al diferente, odian al discordante, le llaman comunista a quien tiene otra sensibilidad ideológica, filosófica, política, como antes sus avatares le llamaban gusano al disidente, dicen que la salud debe ser pagada, no universal como la educación porque eso lo relacionan con el comunismo sin saber que existe Europa, continenete donde se inventó el capitalismo y donde la salud es de la más alta calidad y de acceso universal; son racistas, incluso siendo mestizos, son clasistas acérrimo, incluso trabajando 12 horas diarias. No a Guarapo porque odio las armas, el militarismo, así se disfrace de miliciano, guerrillero o marine, amo la paz, pero ustedes aman las guerras de la 82 división aerotransportada y abrazan las armas automáticas, mientras más masacres se producen más defienden la venta libre de ametralladoras. No queríamos a Guarapo por el partido y el pensamiento único, y ahora ustedes claman por una idea monolítica y apoyan un golpe de estado en la propia casa histórica de la democracia universal, el Capitolio.

Empezamos a ver que hay acaso las mismas diferencias insalvables entre los de ese común denominador que con los de fuera de la ecuación.

Claro, tras todo esto me gustaría saber ¿qué era lo que no les gustaba de Guarapo a estos herederos del pensamiento único?

 

Un nudo se hace con los extremos
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