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16 octubre 2020 5 16 /10 /octubre /2020 18:00

En La Habana, viví en el Vedado primero, en Miramar, otra vez en el Vedado, pero en medio habité unos años la barriada popular de Alamar, fueron los años de mi desarrollo. Si bien en el refinamiento salí perdiendo, en la inmediatez del apareamiento indudablemente gané.

Las alamarenses venían de Guanabacoa, de Regla, Casablanca, de misma Habana Vieja incluso algunas familias de Marianao, en el otro extremo habanero, tuvo lugar una tónica entre proletaria y marginal. Por eso tengo tantas historias de templetas en tantos lugares diversos, los baños de los bares trancándolo por dentro, con toda aquella peste a meado pero con tremenda curda que neutralizaba toda sensibilidad olfativa, en la manigua, "el sao" como dicen los orientales o, los matorrales, ¿quien de Alamar no echó un amistoso entre matorrales?, en los pasillos de las escuelas por la noche, en la playa de los rusos, en el diente de perro con cuidado de que un diente de perro o un erizo no perforase el trasero de la partenaire, o un ovoide del seguro servidor, en camiones aparcados, en las escaleras o en las partes de atrás de los edificios de microbrigada, en la playa de Santa María, el Megano, Guanabo o Bacuranao.

Apretar también era una delicia porque ponía a prueba el aguante de las costuras de las prendas, su impermeabilidad, aquel descubrir los relieves por encima de la blusa, ver, tocar y lamer el nacer de una teta toda resguardada por los botones primero y el ajustador después, rebuscársela para llegar al electrizante pezón, meter la mano por aquí mientras un beso iba por acá, la otra mano por allá, las de ella por este lado y al final un andar pringoso que por unos instantes restaba firmeza al encabille.

El atractivo de templar en lugares no pensados para tal acto radica en la propia transgresión, llegar al momento en que la muchacha va lanzada y olvida los "no pipos, no" y se convierten en exquisitos "ay papi sí", entonces toda oquedad queda disponible ¡Al demonio con la comodidad!

Los matorrales callan.

En cambio las de El Vedado, y sobre todo las de Miramar no aceptaban así como así un palo con se nivel de improvisación, sin agua, jabón, sin siquiera una colchoneta, sin una intimidad básica obrada en el ámbito del mínimo respeto; en Playa tirando a Marianao o el Vedado yendo a Centro Habana, las chicas aceptaban de buena gana hacer colas apretando en la oscuridad de un sala de espera de una "posada", cosa que me restaba más de medio Perú de erotismo

- ¿Quién es el último pá' singal ahí?

- Nosotros dos y vamos detrás de esos dos de allá- señalando a una pareja que casi estaba ya clavando los clavos sueltos del sofá.

Aquellos antros nada higiénizados eran un buen nido de amor para la gonorrea y la sarna. Antes que eso prefería el sao.

En el Vedado eso sí, teníamos un lugar iconoclasta como pocos, había que brincar una cerca, a veces estaba abierta la puerta, los porches y pasillos de la Iglesia de I y 19, detrás de las columnas, no puedo decir que lo sazonaba de herejía porque no fui en absoluto criado en la fe, aunque no era del todo un edificio más, gurdaba el encanto de romper alguna antigua regla, y era con diferencia el más seguro, ahí protegen los ángeles.

Tres veces intenté meter el bosbonique en el malecón con “vedadianas” y no pude, "ay que pena", "no aquí no, tú no me respetas" "pipo, yo no soy una cualquiera" ¿Cómo explicarles lo del mar, la luna, el salitre?

 Donde sí se apuntaban casi todas en el Vedado, era en los jardines del Hotel Nacional, en su piscina y la del hotel Riviera de noche, ¡ah! esos palos flotadores silbando un blues antes de ser expulsado por el guarda; recostado al cañón de los jardines del Nacional de frente al Atlántico, con la brisa y el asombro de los paseantes por los senderos que no esperaban encontrar un Peep show ecológico. Eso sí, en las trincheras era imposible, es diez veces más higiénico el baño sin papel de un bar de Guanabacoa.

En Miramar ya era más exigente, querían hoteles o la casa o una casa de visita, una cabañita, un bote, yate o cualquier cosa linda. Aunque la playita de 16 me unió en matrimonio eterno con unas cuantas “miramarenses”, claro, yo vivía ahí mismo, pero nada como los bancos de cemento de aquella 16 noctámbula.

Lo más común era ir al hotel Tritón, todavía se podía pagar en pesos cubanos, aunque en los yaquis que hacen de barrera contra las olas en frente al Sierra Maestra fui un afortunado elegido por una preciosa sílfides, ella se acostó en el yaqui de frente al horizonte, un sol generoso nos lamía y secaba la saliva de los chupones, abrió las piernas, saqué el bikini y me entregué a un de las más ricas y cinematográficas mamadas de bollo que tengo recuerdo.

Y un lugar que pocos disfrutaron, en la Cafetería del Kasalta, al lado del túnel, había un pequeño bar iluminado con focos rojos y azules muy tenues, aire condicionado fuerte, con asientos en modo tren, un sólo barman, tragos, rara vez cervezas, y música, para poder hacer los ruidos del cuchi cuchi sin llamar la atención. Si bien, singar, lo que es singar, ahí no se podía, la apretadera ahí era un cielo de melcocha.

Como al perder un avión por una distracción homologble que en ese momento sienta terrible pero con el tiempo se convierte en un buena anécdota, igual se quedan impregnados en la memoria esos palos de complejidad extrema, adobados con la desinhibición y la torpeza que donaban los espirituosos, los fluidos y el zigzag deambulante de medianoche.

He ahí mis barrios habaneros vistos a través de la templeta con sus pruritos sociales.

 

Palito de luna y sal en los jardines del Hotel Nacional

Palito de luna y sal en los jardines del Hotel Nacional

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4 septiembre 2020 5 04 /09 /septiembre /2020 11:15

 Existe un persistente intento historiofráfico de identificar la cultura Abakuá como un invento vago con retazos de africanismo de total creación cubana, ya desligado de su procedencia y que obedece a unas referencias difusas a las raíces para armar una secta de débiles conceptos, con el fin de aglutinar a un grupo étnico desorientado en cuanto a sus orígenes en la normalidad de la vida africana, desnaturalizados a través de la opresión propia del esclavismo.

De eso nada.

La sociedad abakuá cubana, descendió de las sociedades èfìk del sudeste de Nigeria y el suroeste de Camerún, fundada en La Habana en la primera mitad del siglo XIX por líderes capturados en aquellas aldeas. De ahí que quienes han tenido algún contacto con el ñañiguismo hayan escuchado "la tierra efik, o enfí" refiriéndose a Regla "la primera villa" dónde se establecieron las primeras sociedades abakuá. También se puede escuchar tierra efó, proveniente de la etnia efut. Los abakuás era una secta de varones "no afeminados" llegaron a funcionar como un sindicato para procurarse apoyo, conseguir trabajo, al principio no eran permitidos los mulatos con el fin de proteger la pureza, de a poco se permitió su entrada incluso en 1863 se fundó el primer juego blanco.

Un buen día, sobre el fin del siglo XX, en la sociedad éfik estadounidense escucharon una grabación de un toque y canto abakuá "Enkame" (canto que este seguro sevidor escuchó en reiteradas ocasiones cantado por los morenos del edificio) y de inmediato reconocieron música y palabras del lenguaje, como ellos también habían tenido que recomponerse, reamarse, viajando a África en busca de sus raíces, habían ya recabado contactos y mucha información con los puntos geográficos donde se encontraban las aldeas de donde fueron secuestrados y arrancados sus antepasados, por suerte Nigeria atesora su inmenso acervo de joyas culturales, en constante proceso de cambio , de evolución, pero guardan la historia contada de boca en boca, no escrita. Y mandaron esta cinta, a lo que los lejanos parientes nigerianos reconocieron de inmediato su propia cultura. No reminiscencias, sino el lenguaje asombrosamente conservado bajo condiciones impensables y toques y voces procedentes del lugar.

Así fue que se reunieron estadounidenses, nigerianos, cameruneses y cubanos en un plante abakuá realizado con el fin de encontrar los parentescos. Las diferencias en los rituales radicaron en la salida de los íremes, los diablitos abakúa, comparados a los diablitos Igbó, en cuanto al cinturón, los manojos que usan para espantar a otros demonios, los cencerros, detalles, pero en suma muy similares, aunque eso ya se sabía, pues era lo más fácil de conservar, ya en la salida del primer diablito comenzó a instalarse en el recinto una fuerte energía sacra. Cuando tuvo lugar un canto: "Okobio Enyenisón, awana bekura mendo/ Núnkue ItiaOroro Kánde Efí Kebutón/ Oo Ékue" no les cupo dudas de que estaban hermanados, que no había tierra, ni había tiempo, que no había dolor ni nombres, ni siquiera había historia, sólo una unidad, un alma más fuerte que todas las murallas unidas.

Terminado el canto donde todos montaron su santo, el jefe de la delegación africana tomó la mano del estadounidense, la del Tata Bocandá, anfitrión cubano, y sus ojos se cruzaron, sin lágrimas, sin aspavientos, hasta el silencio quedó debajo de aquel reencuentro tras el largo peregrinaje.

Abakuá sólo le debe a Cuba el haberles podido demostrar, amén de las penurias del camino, la fuerza de la cultura efik y efut , la dificultad de talar aquellas raíces, y el haberles devuelto esa mirada abrasiva por encima del silencio.

Íreme abakuá

Íreme abakuá

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22 agosto 2020 6 22 /08 /agosto /2020 11:52

En 1974 en el Hotel Habana Libre había niños de medio mundo.

Si bien vivían y comían como ningún niño cubano podía, también representaban un cúmulo de carencias afectivas y emocionales que los niños de fuera del hotel no padecían. Estban los hijos de Caamaño y los de Hamlet, guerrilleros dominicanos, Patria, el niño de la princesa indonesia que había vivido un año y medio en una cueva y cuyo padre era experto en artes marciales. Las hijas de Mario Roberto Santucho, los de Peter Chaskel y Fedora Robles, cinematógrafos chilenos, los hijos de los corresponsales de prensa, de Jorge Timossi, Gerardo y Fernando, Roger el de Mario Menéndez de Méjico, los hijos del de L'Humanité, Sebastien y Valerie, varios primos míos, los hijos de Huey Newton uno de los tres fundadores de Black Panthers, Ronnie y Jessica, la brasileña Suelí, y había niños del mundo árabe y de países de lejano Oriente hijos de dirigentes revolucionarios exiliados, presos o muertos, de aquellos países, cuyos nombres no recuerdo aunque sí sus rostros hieráticos. Y además iban otros niños a visitarnos, mis primos cubanos, las preciosas hijas de Margret Randall, Sarah y Gimena, los hijos de Annie, la francesa de la revista Mujeres y su marido de Ghana, mulatos de ojos verdes, los de Isabel Larguía y John, las hijos del estudiante comunista torturado en el primer gobierno de Perón, Bravo y su esposa Estela, los de los actores chilenos Nelson Villagra y Chenda, Pancho, Nelson y Álvaro, las nenas de Patricio Guzmán y Paloma, etc. y juntos armábamos juegos multitudinarios y divertidos.

Una uruguaya, artista de monólogos en teatro, Dahd Sfeir "Ducho", nos enseñaba juegos teatrales didácticos y entretenidos, ya que participaban las chicas y a menudo tocaba rozar brazo con brazo o con alguna otra zona que elevaba el espíritu aun más que los pisos del hotel, pero los que más aceptación tenían en la mayoría de los críos eran los juegos de extrema expresión corporal, una mezcla de los clásicos  "las escondidas" , "la mancha" o "los cogidos" con raciones generosas de cocotazos, piñazos, galletas, golpes de palos; o el predilecto de mis primos: alcanzar la cama más cercana al balcón partiendo desde el baño con una pléyades de salvajes apostados a los lados con toallas mojadas y enrolladas, con el fin de atizar bien al competidor.

Y ahí entran los hijos de Eva, de la RDA y Arqueles Morales, poeta guatemalteco, el pequeño llamado Rodrigo, y el mayor Luis. Cuando le tocaba al menor, al que Luis llamaba "Goguigo", por la erre alemana, salía del baño entre implorando e imponiendo:

-¡Con "fuguia" no, con "fuguia" no!

Hoy viene a mi el recuerdo de esa niñez nutrida de ápices que todavía no he alcanzado a ordenar, y la súplica sabia de aquellas palabras en tono teutón, como la mejor de las indicaciones para aquel descontrol de testosterona en desarrollo de los hijos de las balas, al tiempo que hoy, se me antojan la mejor recomendación para la humanidad:

 

Con furia, no

 

Hotel Habana Libre
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15 julio 2020 3 15 /07 /julio /2020 12:09

El ciudadano argentino medio, que en su maqueta original proviene de la mezcla autóctona con el español, españoles ya irreverentes en la propia Metrópoli, vascos y navarros, y en el siglo XIX y XX marcado con el característico sello italiano de la escasa confianza en ls instituciones, se siente incómodo con el ladrón merodeando cerca, pero mucho más con el policía sentado a su mesa.

Mientras tanto, el español medio se siente a gusto con la omnipresencia y control de la autoridad en nombre del poder, ya sea a lo lejos la monarquía, la nobleza, los jerarcas eclesiásticos o más cercano a sus guardianes uniformados. Se sienten más representados, protegidos o al menos no amenazados si aceptan sin chistar a todo celador, aristócrata, privilegios de las jerarquía del clero o simplemente a todo rico de pedigrí aceptándolo como algo superior, fuera del alcance de la ley para todo aquellos que sobran, que si restamos obsecuentes mal llamados periodistas, politicos cortesanos, jueces adocenados y alineados con el poder, irían quedando pobres no dignos, obreros, campesinos, marginados, inadaptados, tahúres, vagabundos, artistas, incluida la representativa figura romántica española de los "bandidos de la sierra" . Lo cual más que indicar una identidad disciplinada, revela la Historia de un pueblo excesivamente oprimido y brutalmente reprimido en su largo andar entre emblemáticas sublevaciones que nunca llegaron a cuajar en el destierro de "la tradición", ya sea Romano: Numantia, Viriato, Bagaudas, contra el poder de los Califas: el Cid, Pelayo, contra los abusos del señorío Feudal: Comuneros, Motín del pan en Córdoba, Revuelta Irmandiña gallega, Fuenteovejuna en la ficción, y numerosas rebeliones, luchas, desde ajusticiamientos a torturadores del clero inquisitorial, hasta la toma de conciencia de libertad y empoderamiento de sendas eras republicanas.

Cuba tiene de ambas, un poco de terror a las autoridades que se traduce en aparente respeto, y un hastío histórico de toda regla, ley, norma, directriz o lineamiento que fue lo que llevó a acaudalados nobles de la Península ibérica a tierras caribeñas de improvisación y licencias en los primeros siglos de la colonización; esclavismo y violaciones que produjeron el mestizaje incluidos. Pero reacio a manifestarse en rebeldía directa sino más bien expresándola a través de la doble moral en que adoctrinó la Iglesia católica, obradores del principio "haz lo que digo jamás lo que hago y si lo haces disimúlalo en la misma proporción en que rompas la regla". Bucaneros, contrabandistas de personas y mercancías, negociantes con filibusteros, y sus pequeños beneficiarios ganaban mucho más adoptando los mecanismos delpoder que combatiendolo.  Esto en lengua cotidiana y doméstica fue y continúa siendo ¡Viva el rey, el gobernador, el obispo, el terrateniente, el conde, el general, el presidente, Guarapo, Raúl, e incluso el insípido Díaz Canel!

Cuando parece ser que estamos cercanos a un cambio de paradigma en las tres idiosincrasias, lo más probable es que estemos en ese punto del espiral en que cada vez que se satura el modelo, se produce un reventón que obliga a cambiar la rueda, pero ni por una nueva, ni por una cara, sino por un neumático muy de andar por casa que nos obligue a retornar nuevamente a nuestros fueros de ínfimas picarescas y vivezas aprendidas desde la sacristía, que perpetúen la fertilidad del semillero para sostener la sempiterna corona de la corrupción

Escena del film Metrópoli-1927

Escena del film Metrópoli-1927

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15 junio 2020 1 15 /06 /junio /2020 18:25

Me siento cercano a mi tío en su profundidad multicromática  auscultando entre los límites de las certidumbres y las incógnitas más íntimas y las más universales, el intelectual de acción, hombre que buscaba dentro y fuera de sí una verdad, la huella de la piedra extraviada, el que luchaba desde niño contra cada obstáculo, que amaba la poesía, las novias de carácter fuerte y no le hacía asco a que fuesen descomunalmente ricas o de procedencia indígena, al iconoclasta, al médico que demostró empiricamente que las terapias para la lepra deben incluir el contacto fisico con el enfermo, al que sentía el dolor del apenado, o la pena del adolorido como propia.

Sin embargo me siento distante de su empatía con la violencia aun cuando era común a todas las partes en liza, en particular con los fusilamientos aunque la inmensa mayoría fuesen asesinos, torturadores y delatores a sueldo de la dictadura anterior; pero rechazo de plano todas las formas de hacer sangrar para alcanzar objetivos politicos, económicos y sociales. Inclusive, en los últimos tiempos voy tomando conciencia de que también hay una buena cuota de violencia en, según lo que comemos o con que nos vestimos.

Pero resulta muy sospechoso aquellos que llevan décadas condenando únicamente los casi doscientos fusilados en La Cabaña bajo el mando del Che, sin embargo no abren la boca siquiera para mencionar los millones que se han asesinado  desde aquel año 1959 hasta hoy, bombardeos sobre civiles, niños, ancianos, ya fuese en Viet Nam con el Napalm que se agarraba a la piel hasta abrazar los huesos, o el Agente naranja que somete a un crisol de sufrimientos y deformaciones físicas, o con cohetes en Irak, Afganistán, Panamá, causando cientos de miles de muertos civiles, ni condenan las torturas de ese ejército en Abu Ghraib, en Guantánamo, o en donde quiera que vuelen cargados de bombas para a masacrar seres humanos.

Sólo puedo hablar de la ínfima violencia que ejerció mi tío, de la de la 82 División, de la Royal Navy, del G2, de la KGB, el genocidio fascista español, italiano y alemán, el comunista soviético, el chino y kampucheano, de la policía racista estadounidense, la represora de cualquier diversidad, cubana o soviética, los descuartizamientos y lapidaciones de Arabia Saudi, los desaparecidos de las dictaduras latinoamericanas, y las victimas de las guerrilas, las masacres de Africa entre africanos; con aquellos que, como yo, condenan todas estas modalidades de horror y las demás que existen, no únicamente la de los ajenos, mientras se justifica la de los que se perciben como propios.

Con esa gente no gasto ni un minuto.

Si se dirige a mí, un familiar o amigo de algún fusilado en la Cabaña, lo escucho con silencio sepulcral porque me interesan las infrahistorias, y en lo que a mi respecta me he conducido con extrema delicadeza cuando he hablado, con ex presos políticos cubanos, el sólo hecho de que hubiesen pasado 15 o 20 años presos me infunde respeto y una proximidad empática nacida acaso en la memoria de los años que pasó mi viejo entre rejas. Al margen de la ideología que emperifollase al reo.

Y teniendo en cuenta que lo que lo elevó a la categoría de mito en ese mundo que pisó, viajó, donde vertió su sacrificio, no fue su costado menos apreciado, conocido casi en exclusiva en el sur de La Florida, sino al contrario, desde su muerte millones de personas han vestido su imagen en camisetas, carteles y convicciones, por su entrega a la humanidad a lo largo de una vida abigarrada, expandida más allá de lo que entendemos por treinta y nueve años. Irónico y rígido, audaz y soñador, afectuoso y temerario.

Algunos me han hablado de su discurso en la ONU en que declaró, de la manera menos politicamente correcta, perturbadora y también más sincera posible: "Hemos fusilado, fusilamos, y seguiremos fusilando".

Lo que nunca escuché ni no ha escuchado nadie, es a un mandatario de cualquier otra nación en el mismo estrado de la ONU reconociendo:

"Sí, tiramos Napalm y agente naranja a millones de civiles, niños, ancianos, mujeres y hombres, torturamos salvajemente a opositores, matamos millones de personas a bombazos, robamos los recursos naturales y humanos, mentimos, destruímos y aniquilamos. "Lo hicimos, lo hacemos y lo seguiremos haciendo porque está en nuestra esencia"

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11 mayo 2020 1 11 /05 /mayo /2020 21:17

Quién me introdujo en Jimi Hendrix y en el primer porro de “efori” que fumé en mi vida, fue un pepilllo casi hippie de mi edificio de Alamar, apellidado Jardines.

Recuerdo que fumamos la "bala" de aquella escasa pero maravillosa planta del Escambray y me puse a barrer las cenizas para que nadie descubriese que era yerba, barrí como tres veces el salón, en aquella época era extremadamente penalizado en Cuba, Jardines rompió a reír a carcajadas y me contagió la risa a mi y a la escoba que dábamos pasos de vals en un suelo ya reluciente entre nota y nota de un expandido punteo bajo los influjos del cannabis más clandestino.

Jardines tenía Long Play no sólo de Hendrix, sino de Deep Purple, Led Zeppelin, Peter Frampton, y otros grandes del rock, era algo muy raro en la isla por aquellos días, empecé escuchando el mejor musicalmente de todos los discos de Jimi, con el último grupo que armó, no con ingleses, sino con músicos negros estadounidenses de funk, "Band of Gypsys" con temas como Machine Gun, Midnight Lightning o The power of soul.

Así que fumé el primer porro escuchando por primera vez el mejor disco del mejor guitarrista de rock. Algo es algo.

Nunca volví a ver a Jardines desde antes de irme de Alamar porque se fue antes que yo, ni lo reencontré en las redes. Hoy hablando de pepillos y de guapos con un grupo de amigos recordé algo que me dijo Jardines, idéntico a una cosa que decía Andrés Alburquerque pero décadas más tarde en un programa de TV en EEUU y en otro sentido.


Jardines era mulato, y se quejaba medio en risa y medio en serio de que aún siendo uno de quienes más entendía de rock, la gente lo invitaba a fiestas de música de guapería afrocubana, y los blancos al principio desconfiaban de su "pepillismo rockero" hasta que al poco, no cabía de que era el mejor.

A mi estimado Andrés, lo escuché muchos años más tarde comentar en un programa de TV que le molestaba esa suposición racista y simplista de la gente, según la cual él debía votar a Obama por ser afrocubano.

La izquierda extrema reprimiendo la libertad, la liberación del individuo y la oda a la estupidez, la negritud, la derecha y el racismo por los siglos de los siglos

Señores: el prejuicio es todo nuestro

 

El último disco autorizado de Hendrix

El último disco autorizado de Hendrix

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7 marzo 2020 6 07 /03 /marzo /2020 13:43

Tras la comunidad primitiva, a lo largo de la Historia, la mujer ha padecido la exclusión de los ámbitos de poder y el sometimiento a la otra mitad de la humanidad, la hegemonía masculina. 

Paradójicamente en Cuba, la mujer padeció el peso de esa bota más que en el resto del mundo durante los últimos sesenta años.  En la vida cotidiana, en la única clase social no dirigente que existía, la clase bajísima, aun cuando desde los años sesenta se legalizó el aborto, el acceso de la mujer al trabajo y la total igualdad jurídica, de puertas hacia adentro e incluso hasta el parque del barrio, era todo muy diferente.

Alguien me puede decir que sin embargo antes de la revolución era peor, teóricamente sí, claro, pero no contamos con que el "machismo" se vio honrado con un nuevo y acaparador invitado. A los requisitos de la clásica "hombría" que había que mostrar para ser respetado mínimamente, se agregaba el ser un verdadero revolucionario, que en sentido universal era estar en todo momento listo para morir por la causa, en buscar un enemigo permanente, pero a esto se sumaban algunos folclóricos ápices caribeños, el "revolucionario" debía ser, además de guapo en tiempo de guerra: chivato, obsecuente, huele trasero, genuflexo ante las autoridades en tiempos de paz. 

Así es que cuando el cubano no estaba en trance de ir a Etiopía, Angola o Mozambique, estaba cargado de una sobredosis de testosteronas que debía eliminar por alguna vía, broncas, deportes, curda, mucha curda, y por supuesto, al final del día, su mujer.

Al llegar al hogar tras todas esas horas testigos de su insignificancia, de "pichicortez" revolucionaria y de hombre, si antes no había pasado por casa de una "querida" para hallar sustitutos de sus carencias, entonces la mujer, la esposa, hacia de último punching ball para la descarga hormonal. Y por supuesto a nivel social los hombres que tenían rasgos de mujer o que deseaban serlo, estaban por debajo e la propia mujer, los policías, militantes, efectivos del MININT se vanagloriaban de ir a Coopelia o al Parque Central a "entrar a golpes a los maricones" como exégesis del castigo al aspecto más perverso y amenazante de la feminidad, en la persona de varones hartos de su rol de taberna y taller mecánico ¿Cómo coño vas a elegir ser mujer? Era como elegir ser negro.

Hoy todos se hacen los bobos y nadie recuerda, pero se podía escuchar en cualquier vecindario como empezaba el bateo con las preguntas de la cederista, a veces miliciana, trabajadora a veces, ama de casa otras, iba subiendo el tono, hasta que, como cada tres o cuatro noches por medio, entre el alcohol y algún improperio inconscientemente pactado para oficiar de espita, sonaba el primer galletón, y si seguía o no la derrama de manotazos dependía de las mismas razones que en el resto del mundo.

Incluso novios de escuela secundaria, generalmente de barrios más marginales, se los podía ver discutiendo bajo una mata de framboyán, hasta que de entre las flores rojas, el verde de las hojitas y el marrón de las vainas se escuchaba un sonoro ¡Ra!... que no era ni mucho menos el dios egipcio del sol.

Los feminicidios nunca han formado parte de la información en los medios en Cuba, como ningún hecho que no sea un Congreso del Partido, un elogioso acto revolucionario o un condenable hecho afuera del país propio del espíritu capitalista. Recién en el pasado año 2019 se reconoció por primera vez una estadística de 0,99 muertes de mujeres de más de 15 años a manos de sus parejas entre 100.000 habitantes. Muy tiibia aún, no contiene un registro de ls muertas en los precedentes sesenta años, pero al menos es un comienzo, la realidad era terrible, tanto para la mujer golpeada y sensible de ser asesinada como para sus familiares.

 Un día habrá cifras, estadísticas de las mujeres apuñaladas, macheteadas, de las que se prendieron fuego con queroseno por no aguantar más y ese día los defensores de aquella aberración deberán sentir una pizca de vergüenza. En caso que haya, claro.

Mi activismo es por un respeto integral, un amor que no nos enseñaron en la escuela ni en la casa, a todo y a todos, la vida es un regalo precioso al que sólo retribuimos si la vivimos con amor, con la mirada limpia, pero antes hay que limpiar un poco la casa, establecer igualdad, justicia y pedir perdón a quienes han sufrido. Esto interpela al sempiterno gobierno de la isla, pero también a todos nosotros, a todos, sin excepción.

Mi homenaje a la mujer cubana, a todas las asesinadas estos años, y a todas y cada una de las vivas, que además de recoger las migas de la hombría diezmada como ocurre en el resto del mundo, se le sumaba una frustración extra, y nunca tuvo el premio al final de sus vidas de la viudez con una pensión gratificante, al menos como pago tardío, como es costumbre en el resto del mundo, ya que encima de todo, también tenía que ser revolucionaria,  valiente, trabajar en ciudad o campo, cocina, suelo, aguja e hilo, y como pago, nada de merienda, como snack: mucho discurso, lineamientos, muela, palabras.

Parole parole parole

Primeros rostros oficiales del feticidio en Cuba.Rostros de mujeres cubanas asesinadas recientemente, víctimas de la violencia machista: Leydi Laura García, Yulismeidys María Loyola, Lázara Herrera, Marays Morejón, Leidy Maura Pacheco, Misleydis González, Taimara Gómez, Alis Obregón, Yarianna Betancourt.

Primeros rostros oficiales del feticidio en Cuba.Rostros de mujeres cubanas asesinadas recientemente, víctimas de la violencia machista: Leydi Laura García, Yulismeidys María Loyola, Lázara Herrera, Marays Morejón, Leidy Maura Pacheco, Misleydis González, Taimara Gómez, Alis Obregón, Yarianna Betancourt.

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10 febrero 2020 1 10 /02 /febrero /2020 13:55

Entre la adolescencia y la juventud, en la escuela al campo hacía escuchado tanto a los guajiros y los compañeros de la escuela hablar de como de rico era templarse una chiva que de a poco fui pasando de verlo como un acto de zoofilia intolerable, a un disparate y de ahí a algo que, bueno, en fin, a falta de pan bien vienen tortas. Encima en aquel año yo tenía una noviecita, nada serio pero muy agradable que estaba en el otro campamento, al que se llegaba caminando a través de los campos de plátanos no recuerdo cuantos kilómetros pero no serían más de cinco ni menos de tres. Las visitas consistían en apretar todo el rato que durara la sombra, a lo sumo una teta podía llegar a los labios y una mano al glande. Quedaba entre costuras.

El nivel de calentura con que volvía a mi albergue hacía que a veces me detuviese a cantarle a la Luna detrás de una mata de plátano embarazándola de un Banana Man, entiéndase, caminar tres kilómetros con aquella tensión añadía una pizca de incomodidad al temor al ahorcado y a los chichiricús mandingas que podrían salir de entre las hojas de los bananos. Los mismos guajiros que recomendaban la chiva, aseguraban que abriendo un hueco cilíndrico en el tronco del platanal su pegajosidad y calor podían auxiliar a la mejor de las manuelas. Aunque jamás a un buen caprino.

Y mira que jodían con eso.

Así que un día me apresté a probar aquella papaya mágica, sólo necesitaba encontrar la chiva adecuada, todos decían que cerca del río al lado de la cerca había un rodeo de chivos, sólo era cuestión de buscar el amor en el rebaño. A un guajiro que le pregunté diciendole que era sólo por curiosidad, como dije cuando probé la marihuana, cuando una puta, cuando el ácido, robar, vender, matar...jaja no, matar no. El guajiro me dijo, es importante que le amarres los pies de adelante para que no se escape, eso me encantó, los pies, humanizar primero a la chiva y luego seducirla con el abrazo de una cuerda.

Tras andar en la soledad de los platanales encontré al pequeño rebaño de chivas, chivos, y tal vez "chives". Llevé una como pude hasta el alambrado de púas como me dijo el guajiro, aunque yo no tenía una soga para amarrarle las patas delanteras, lo que empezarían en breve a ser "los delicados pies de mi Cenicienta", así que la acomodé de frente al alambrado, pensé por última vez lo que estaba haciendo, si me veía alguien y se corría la bola sería el fin para siempre, sólo me restaría convertirme en un bicho de corral.

Me dije- ma, sí- y saqué el nabo a medio izar sintiéndome medio culpable por no hacerle unas caricias a la partenaire para entrar en tema, pero conviene apuntar que la higiene de las cabras deja lo suyo que desear, y tampoco ella me haría una felación, así que dejé la culpabilidad de lado, traté de agarrarle la cadera pero se movía a un lado y a otro, el aparato se "desentusiasmaba" cada vez más y la chiva empezó a pisarme las botas de goma del campo, pateó mis tobillos flacos, plagados de falta de carne, tan flacas como las de mi frustrada amante circunstancial. Desistí sin sentir demasiada frustración, guardé el objeto puntiagudo del poco deseo del caprino y me alegré de no haber tenido ni idea, ni la ruina suficiente como para clavar ahí, ni en la mata de plátano más que la puntita.  Aunque en el mismo día había intentado zoofilia y “biofilia” ¡candela! poseído por el rapto de la inspiración por la clorofila y el flujo vital animal, pro todo quedó en la antesala. La cabra se me miró sin reproche, como decepcionada de mi escasa insistencia, y yo me alejé camino de ningún sitio, no importaban los ahorcados, me había salido del surco y no podía llegar a mi albergue ni al de de mi noviecita, donde todavía habría solo profesores haraganes y los vagos de la cocina.

Pasaron los años y tuve que cumplir unos meses de reclusión en una clínica de salud mental, a causa de la curda. Cada poco teníamos sesión de psicología todos juntos y luego uno por uno con la psicóloga. La sesión colectiva era al lado de una piscina que había pertenecido a Al Capone, bajo una glorieta cubierta de enredaderas, un día la psicóloga, en la charla de educación sexual, desarrolló el tema de de la zoofilia, en la medida que iba explicando de que se trataba y con los animales que era más habitual aquella práctica, algunos internos que habían sido campesinos en sus años mozos, comenzaban a compartir risas nerviosas y cómplices. Cuando terminó la charla se  deschavaron, que si la yegua era rica pero peligrosa, si la vaca demasiado difícil, y que la mejor era la chiva. Decían lo mismo que los guajiros del campamento unos pocos años atrás- el bollo de la chiva es de lejos el mejor, es igual o más sabroso que el de la mujer- Uno de los ex guajiros me miraba mientras yo me reía y me preguntó:

-¿Nunca probaste la chiva?

-No-le aseguré- y si vas por Artemisa y ves un cabrito con cejas tupidas y un Banana man detrás suyo, nada que ver conmigo, nunca tuve esa cuerda ni la navaja del amor.

El hijo de la chiva

El hijo de la chiva

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31 enero 2020 5 31 /01 /enero /2020 22:08

Ir al cine, al Yara, Jigüe, Payret, Riviera o Tritón en La Habana garantizaba dos espectáculos. El secundario era la película. El principal era todo lo que acontecía en la sala. Estaba el típico gracioso que hacía chistes para toda la sala a partir de lances de la película, de imágenes, cuando aparecía una toma vertical de un cuerpo femenino y al llegar a la cintura cambiaba el plano en la escena, sin demora se escuchaba al susodicho emitir un grito que lo escuchaba todo el cine:
- ¡Baja la cámara!
Y la gente exageraba la risa y las palmadas, acompañando al esmerado voluntario, también riendo sinceramente, más que por la sorpresa del sempiterno chiste, reían por el hecho de la carcajada compartida, igual que seguramente al gracioso, le festejarían la variación del chiste en su aula o en su centro de trabajo. Es un ejemplar de habitat común en Cuba o en Andalucía, el chistoso voluntario a tiempo completo.
Infaltable era también el pajuso, casi siempre en alguna butaca trasera, y con mayor frecuencia cuando la película no era de máxima afluencia. Incluso toda parejita que se precie aunque no hubiese visto realmente a su pajuso de turno, debían convencerse de que lo habían tenido detrás, y a veces un pobre cinéfilo que acudía solitario cobraba algunas sonora galleta, al ser convenientemente confundido con el merodeador del desfogue íntimo. 

Apretar en el cine era la experiencia más religiosa que nos podía ofrecer el séptimo arte, aquellos primeros tactos de senos, pezones, caras, nalgas y totas por encima de las prendas interiores, en tanto se recibía la recíproca sesión de manoseos. También cabe recordar la incomodidad de cuando uno de los dos quería y el otro evitaba en ese reducido espacio los intentos de besos y manoseos, y el peor enemigo de las salas de cine: la peste a boca.

Había además en La Habana una costumbre que jamás olvidaré pero que tampoco soy capaz de recordar, era ir al cine con un amigo que ya hubiese visto la película y pedirle o bien aceptarle el detalle que te la fuese contando por pedazos.
-¿Y ahora que viene asere?
- Ahora el tipo entra, y tú verás que clase lío se forma.
- Pero cuando, ahora?
Mi amigo Evelio era especialista en contar películas mientras estaban proyectándolas, y si uno de adelante o de atrás se mosqueaba y le pedía que se callase, encima teníamos el añadido de que se podía formar un bateo. Al principio me parecía raro, pero con el tiempo hasta me aficioné.
Hoy cuando intento recordar aquella costumbre tan estrambótica, aún cuando sé que la viví en innumerables ocasiones, no llego más allá de imaginarla.

¿Se trataría de una invención colectiva construida sobre los efluvios de la añoranza o sólo era una astilla más del realismo mágico?... y socialista.

Cine Yara

Cine Yara

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24 enero 2020 5 24 /01 /enero /2020 19:58

En general, la gente no sabe lo que puede llegar a oler un ascensor repleto de rusos de la era soviética en el trópico. Incluso sin estar repleto, con uno o dos rusos dentro.

Los cubanos sabían lo que olía un ruso en una guagua atestada, tanto que cada vez qu subía uno o una, un vijero tomaba la batuta de dirección y vociferaba por encima de las cabezas de los viajeros apretados como sardinas en lata

-Caballero denle nariz a eso que está fuerte- o- ¡Chófer abre la puerta que os vamos a asfixiar!- inspiraciones improvisadas, que como en los cines, era respondida con sonoras carcajadas, siendo el ruso el único que no entendía ni reía de nada, pero también a quien menos le importaba el particular aroma caucásico que desprendían sus axilas.

La historia no nace en Cuba, viene de lejos, pero claro, en los calores habaneros aquello se multiplica por varias unidades. Dadas ls duras condiciones climatológicas y geográficas de la que era nuestra nueva madre Patria, y sobre todo antes de la revolución de octubre de 1917, los rusos se aseguraban un protección estomacal con cantidades generosas de grasa y cebolla, y de esta manera cualquier lapso de hambre se atravesaba con menores penurias generadas por los jugos gástricos, aparte de que protegía mucho mejor del frío extremo de los inviernos rusos. Esto lo aderezaban con generosas dosis de vodka, y con la reutilización cotidiana de las prendas de vestir sin ser pasadas por los prestidigitadores agua y jabón, cosa improbable en medio de temperaturas que congelan hasta el gas.

El ruso luchó contra las inclemencias más duras del planeta y venció a casi todas, incluido Hitler y Bonaparte, pero nunca pudo conseguir entender como prioridad, el discurrir del agua no potable en los largos meses de invierno, con la única finalidad de asearse.

En la era moderna, los soviéticos, todos ya tenían agua corriente y caliente saliendo de un grifo en sus casas, departamentos y dachas, pero las vejas costumbres se agarran como el tío jocoso a la botella de vino. Hoy, tras la caída del comunismo, como acompañando a los cambios políticos, nadie ama más el jabón y los perfumes que las moscovitas.

Los soviéticos, aunque en menor medida y no ya por necesidad, sino por tradición, siguieron comiendo cebolla, grasa, y no lavando las camisas en los interminables veranos habaneros, con la periodicidad que todos sus vecinos adorarían. Incluso quienes llevaban un tiempo prudente viviendo en la isla y que hablaban español y entendían los chistes de la guagua, lo tomaban, pienso, como algo identitario, algo que les precedía, que los anunciaba a la distancia.

-¡Ñó, caballero, entró un bolo!

 
Mazinger: la Embajada Soviética en Miramar

Mazinger: la Embajada Soviética en Miramar

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