Este es un tema verdaderamente sórdido en casi toda Europa, es el único tipo de esclavitud que persiste en el viejo continente, pero es una esclavitud con las reglas más implacables de la América hispano portuguesa y franco anglosajona, del Nilo o de Roma.
Peor aún en muchos caos, mujeres amenazadas de muerte ellas y sus familias, golpeadas, torturadas, humilladas, drogadas, y violadas frecuentemente en el corazón de civilización europea, a la vista de todas las autoridades y de la Justicia tuerta, que ya sea por participación directa en las ganancias de los antros de tortura física y psicológica a estas santas esclavas, o porque en definitiva en el lupanar se encuentran los hombres de todas las clases sociales, más que tolerar promueven en todos los casos estos palacios de suplicio y de humillación, tanto a la mujer esclava como al cómplice del crimen que se desfoga humillándose en el acto, eufemísticamente llamado "cliente".
Yo empecé a hacer un trabajo de investigación, solitario, sin contactos ni sin protección, quería escribir una nota exhaustiva sobre el tema y tomé como referente uno de estos mega "Clubs" protegidos por las instancias de poder que se encuentra entre Valladolid y Tordesillas. Al poco de comenzar a indagar, fui ubicado en mi teléfono móvil que era de mi trabajo de entonces, y ello me retractó más que el temor a las amenazas, similares a las que ya había recibido a lo largo de mi vida por diferentes razones, a veces nobles, las menos de las veces y otras, la mayoría, dignas de abandonar en el olvido.
Las amenazas fueron pocas pero demasiado descaradas, se notaba que no temían denuncias, y precisamente una cosa en que me interesaba adentrarme, aunque sabía que estando solo, sin credenciales, sin contactos era muy peligroso, era precisamente en la demasiada obvia connivencia de gente poderosa bajo la sombrilla de la legalidad.
¿Cómo podía ser que enormes naves con carteles inmensos en la misma carrera, que ni siquiera escondían la actividad "alegal" de la prostitución, bajo sospecha de esclavitud reiteradamente denunciada, y donde se dispensaba alcohol a todo cliente, no hubiese inspecciones, patrulleros detenidos afuera, al menos para hacer controles de alcoholemia, sabiendo que allí no paraba ningún autobús, ni tren y que todo cliente conducía beodo, y sin embargo sí se ponían unos pocos kilómetros más adelante o atrás a realizar dicho control?
Se inspeccionan casas de jóvenes que tienen plantaciones de cannabis, se inspeccionan en barrios de emergencia donde existe sospecha de venta de estupefacientes, me preguntaba entonces ¿cómo podía ser, que con todas las sospechas tan fundadas de que en varios locales de ese tipo además de traficarse con la vida de seres humanos se traficaba con drogas de manera permanente, e incluso se convertía en drogadictas a varias de las cautivas, no hubiese cada día una inspección y se cerrasen los locales y apresasen todos los proxenetas y traficantes de mayor escala que los gitanillos de la chabola o los chavales de la plantación en el garaje?
Pero sobre todo y fundamental, ¿cómo en una sociedad de unas fuerzas de seguridad tan bien estructuradas que han conseguido desarmar cédulas e incluso organizaciones terroristas, podía persistir la excusa de que esos agujeros, esas catacumbas de seres humanos aterrorizados concebidas para materializar el auto menosprecio de otros seres ya aplastados, visibles desde todo ángulo, iluminadas con insistencia, eran inexpugnables dada la insuperable astucia de sus propietarios proxenetas, abusadores, extorsionadores, esclavistas? ¿Cómo una sociedad que ha conseguido reparar las injusticias más lacerantes, que presume de una conciencia cívica y de respeto a los derechos humanos puede convivir tan pasivamente con un crimen tan generalizado, impune, tolerado e incluso pasado por alto por los sectores más militantes en favor de la justicia social y de género?
Pero aflojé; mi hijo pequeño tenia cuatro o cinco años, yo mantenía una casa y un modelo de felicidad que funcionaba muy bien, así que no quise, por un lado perder el trabajo sin saber si podría siquiera concluir aquél artículo y si luego me lo validaría algún medio, muy poco inclinados a publicar algo que incriminase a personas con cierta cuota de poder, y por supuesto tampoco quería recibir un buen tranqueo a la salida de un hotel o un restaurante, así que desistí y sepulté toda posibilidad de sentir orgullo por haberme involucrado en defender, salvar o al menos denunciar los atroces abusos que se fraguan en nuestra bella, civilizada y burguesa Europa contra los seres más frágiles y desprotegidos, las esclavas sexuales.