En el año 1955 Claudette Colvin, una adolescente de Alabama se negó a dar su asiento a un blanco que se lo exigió acorde a las leyes del Estado, por lo que fue arrestada y maltratada. En el mismo año unos meses más tarde ocurrió algo similar con Rosa Parks quien fue también encarcelada, y su la epopeya en que se transformó su valeroso acto es ya parte de Historia de los derechos civiles norteamericanos y patromino moral de la humanidad.
La NAACP adujo que Colvin era demasiado joven para ser tomada como baluarte en la lucha por los derechos de igualdad racial pareciéndoles más apropiada la señora Parks, pero parece ser que además de contar con mayor edad, Parks era de la clase media mientras que Colvin provenía de una extracción muy humilde, era mucho más oscura de piel y además había quedado embarazada unos meses después del incidente. La lucha contra los prejuicios y contra los lugares comunes descansan en la misma guarida y comparten alimento.
En el año 1955 la humanidad entera estaba concientizada acerca de la brutalidad que significó el racismo y la xenofobia contra los judíos en Europa, incluso en Estados Unidos se hacían películas poniendo de relieve dicha anomalía, mientras que aún los descendientes de africanos en América no tenían permitido en muchos sitios sentarse al lado de un blanco o sucedáneo latino del blanco británico, ni tomar agua de los mismos bebederos, ni entrar a los mismos servicios, y en África todavía los hacendados podían contar con mano de obra esclava.
Cuando reflexionamos acerca de que cinco años de holocausto fueron suficientes para sensibilizar a la humanidad y establecer una condena universal al antisemitismo, mientras que trescientos cincuenta años no fueron suficientes a pesar de despiadada esclavitud, con números de muertos que no nos podemos ni siquiera permitir mencionar, para no sucumbir ante el espanto de la inevitable brizna de culpabilidad que nos dejaría una simple noción, un casi anecdótico recuerdo impregnado en el ADN en la perpetración de tal barbarie, no podemos dejar de sentirnos embargados de manera inquietante por la intriga, la duda, la desazón de pensar en cual de las calamidades que están actualmente azotando a la humanidad estamos implicado como cómplices, en modo similar que frente a aquella irreproducible orgía de crueldad y crimen en masa.
Es nuestro deber encontrarlo.