Hoy sentí la plenitud en mi ser al pensar que se desarrollaba una revolución de buenos modales y cortesía en el mundo entero, a causa de un escándalo más que justificado.
Un grupo de militares norteamericanos, fueron tomados in fraganti en una foto mientras orinaban sobre los cuerpos de unas personas a las que habían abatido con anterioridad con grueso calibre, a juzgar por el aspecto de los empapados cadáveres.
Intercambiaron mensajes de indignación entre las cancillerías norteamericanas y afganas, entre los ejércitos de esos países, la OTAN, la ONU pidieron explicaciones, los organismos de derechos humanos se indignaron, la iglesia se manifestó, los locutores de los noticieros sonaban afligidos, en fin se congregó un despliegue de condolencias, de buenos modales, de condenas al tan execrable acto, que de repente me entró un volumen extra en el pecho, un aire intangible que hinchó los pulmones y el alma de tal manera, que debí detener la marcha de mi automóvil, que en ese momento atravesaba una niebla de mil demonios con cinco grados bajo cero en algún punto de la provincia de Salamanca. Estaba teniendo lugar mi deseo social, mi anhelo compartido más intenso.
Me bajé y pensé que por fin el mundo comenzaba a entrar en razón, a dar los pasos de claridad mental y de audacia necesarias para poner fin a la sin razón de la violencia.
Respiré los diminutos trocitos de hielo, en que quedaba convertida la niebla a esa temperatura. _ Este momento es único, - me dije-Formaré parte de la generación del final y el principio!.
En ese instante recordé a todos los que han influído en mi deseo de un mundo que logre trencar el círculo vicioso de guerra y paz, de dolor y alivio, de amor odio. Filosofos, escritores, poetas, amigos que habían incidido de algún modo en mi formación pacifista, en ese momento estaban a mi lado, o dentro de mi bocanada de aire frío. Nada podía arrebatarme ya esa felicidad.
Entré nuevamente al automóvil y antes de pisar el acelerador escuché la noticia nuevamente.
Al principio no pude creer lo que estaba oyendo, pero a los pocos segundos , cuando recuperé la conciencia, debo admitir con sonrojo, que si bien me embargó una profunda trsiteza, también sentí un pequeño alivio de estar de regreso en la realidad que mejor controlo.
Nada había mejorado por aquí.
El mundo estaba escandalizado por tres cadaveres meados, no por tres personas muertas.
Todas esas disculpas y pésames no eran por el líquido rojo que les cubría el cuerpo , sino por el amarillo.
Entre la bala y el pis, elementos dispensados desde un cilindro alargado, ruborizó más el que fue lanzado desde el más fálico de ambos, desde el propio falo. Sólo concibo mayor reprobación del mundo entero, una condena unánime de la tilinguería, no si los hubiesen rematado en el suelo, incluso si los hubiesen quemado, apedreado, pisado con tanques y arrastrado, sino si procedente del mismo cilindro, hubiese sido otro el fluído vertido, más denso, viscoso y blanquecino.
Por las barbas de Dios, Babalú, Tutatis,Thor, y Belcebú!,-me dije-Que me aspen si me importa más que tipo de animal o bicho, escupe, defeca, orina o come de mi cuerpo, una vez ascendida mi alma al cielo de la lujuria, a que me agujereen el torso como un colador, cosa que además dejaría mi cuerpo embebido, en diferentes tipos de secreciones, sensiblemente menos higiénicas que el residuo renal.
Quise preguntarme a mi mismo en ese instante, si no sería capaz de firmar que toda agresión y castigo humano se redujese a ser orinado, en lugar de ser ejecutado en alguna de las formas del amplio y generoso abanico humano, de posibilidades de apachurrar al prójimo.
Pero desistí de hacerlo, porque pensé:
_ Si me mean mis captores, ¿ querrá alguien amortajarme después?