Desde hace medio siglo existen puntos de vistas diversos sobre la conveniencia de mantener el bloqueo económico a Cuba, así como definir a quien beneficia o lacera más este anacronico contrasentido.
Oficialmente la situación es clara, para el gobierno de los Estados Unidos, que lo ha ido incrementando a lo largo de los cincuenta años, resulta obvio que apuesta a su efectividad para derrocar a un tirano que se mantiene a fuerza de rerpesión.
Para el régimen cubano, es una clara violación del derecho internacional, es un abuso de una superpotencia contra una pequeña Nación, que somete a buena parte de la población a la carencia de insumos de primera necesidad.
Existe otro punto de vista, que procura llegar más allá de la evidencia, que sugiere que lo que parece ser de gran molestia para uno en realidad es su tabla de salvación y viceversa.
Hay pocos elementos tan cohesionadores, tan unificadores de los pueblos como el fantasma de la amenaza externa, el enemigo extranjero.
Tambien es cierto que suprimir el embargo, hubiese derivado en la inmediata aplicación del mismo nuevamente, con espíritu renovado. Aunque no motivado por el antagonismo de las posiciones políticas, sino por la lógica más elemental del mercado.: si no hay pasta no hay negocio.
Para abrir el comercio con Estados unidos, Cuba debería contar previamente con liquidez para poder hacer frente a los pagos; ¿de donde se podrían obtener esas divisas? Los beneficios de la economía cubana, en caso de haber alguno no son ni serán debido a su productividad.
La nula productividad en casi todos los rubros exceptuando en ciertos períodos muy puntuales, el turismo y el azúcar, y con la inexistencia de impuestos y tasas recaudatorias, hacen que inevitable un vacío, un agujero enorme en las arcas financieras del país.
Hablamos de hacer frente a los gastos internos, de moneda nacional.
Pero ¿como podrían siquiera pensar en pagar la importación de productos destinados al comercio, sin la existencia de un mercado libre, con una moneda de cambio internacional?
Dicho de otro modo, ¿cómo podrían hacerlo sin hacer participe a la población de Cuba del consumo de esos bienes y de su comercio, siendo de ese modo también participes de las ganancias y del pago de los impuestos? . Ello sometería a una contradicción insalvable al sistema que por todos los medios procuró evitar que progrese cualquier iniciativa privada, por modesta que fuese.
Las cosas parecen estar cambiando vertiginosamente en este sentido.
Acorde a esta tercera opción, ambas partes siempre supieron que más que un Bloqueo, aquello era la consecuencia inevitable de dos maneras no complementarias de entender la economía. Irreconciliables.
Y que por más que una parte hubiese insistido en negociar, habría tenido que abandonar la intención en el primer vencimiento de la primera letra de pago.
No eran sistemas pensados para convivir.
Creo que en los años que dura esta enconada disputa entre las dos orillas, ha habido obcecación de ambas partes, han conseguido imponerse los manejos torpes y poco presentables desde ambas orillas, pero aún tengo una duda.
Estoy pensando en cual sería la razón, por la cual durante tanto tiempo, se nos quiso hacer ver desde los órganos oficiales, lo perverso de que el vecino del Norte, nos privase del comercio de sus productos y bienes, Siendo que precisamente las bases del sistema estaban en prescindir de ese mercado, de esas relaciones económicas. Los mismos órganos se encargaban de que no olvidásemos que dichos productos y su carga ideológica, eran debilitadores de la moral comunista. Y en tanto, al deseo de disfrutarlos, se le conocía como “diversionismo ideológico”.
Entonces ¿ a que venía el intento de utilizar la falta de esos bienes y artículos como chivo expiatorio?.
Esto me recuerda, al agente vendedor de sistemas de alarma que suele visitar mi barrio, al que para hacerse con una buena cantidad de clientes, le van como anillo al dedo, unas bien inflamadas estadísticas de robos y delitos.
De sombras y flores espinadas.