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29 septiembre 2016 4 29 /09 /septiembre /2016 14:24

El PSOE, un partido de casi un siglo y medio que ha sido parte y protagonista de todos los cambios, y todas y cada una de las leyes progresistas y de vanguardia que se han aplicado en territorio español, está en crisis. Es una oportunidad inmejorable para cambiar todo, incorporar nuevas ópticas y soltar lastre y dióxido de carbono.

Pero claro, cada uno piensa que el dióxido y el lastre es el otro, de ahí lo triste en el corto plazo de estas lizas cainitas. Veremos qué idea termina imponiéndose, si la continuista de las líneas rojas, o una serie de prismas que están observando el panorama social español desde la cercanía y con los oculares lustrados.

Pedro Sánchez debe asumir el hecho contundente de perder seis veces seguidas de manera estrepitosa, aunque ese hecho debería afrontarlo todo el PSOE y muy en especial muchos del bando crítico que no sólo han perdido también estrepitosamente sino que doblan a Sánchez en años metiendo la pata.

Más allá de esa responsabilidad del actual secretario general, hay que evaluar que PSOE queremos sus votantes.

En el 2004 cuando ganó JLR Zapatero no sabíamos como sería, prometía quitar las tropas de Irak, algo que se antojaba un órdago difícil de cumplir, toda vez que ni países como Francia o Dinamarca de mucha más tradición soberana y pacifista se atrevían a semejante afrenta a GW Bush. Esa vez yo no voté al PSOE por lo que sabía de Zapatero, lo voté para detener el oprobio y peligro que estaba significando para España la presidencia de JM "Ansar" empecinado en una guerra atroz y su equipo del cual gran parte hoy está siendo procesado por grandes delitos de corrupción. Así fue conmigo y con cada madrileño amigo y conocido del barrio.

Hoy no sabemos que puede hacer Pedro Sánchez pero sabemos que dice a otro gobierno de oprobio, muchos de los que hoy nos compadecemos de él por los ataques poco decorosos de que está siendo objeto, preferíamos mucho antes en las primarias a Chacón o a Madina, a quienes sin embargo hoy les dedicamos una mueca de desaprobación. Incluso Pedro a muchos nos parecía vacío, perfecto para tiempos de bonanza, un tipo de buena presencia, de sonrisa rápida, ágil y enérgico, pero sin mucha materia trascendente.

Sin embargo en estos meses fuimos asistiendo con no poca sorpresa al temple de su carácter en el debate frente a las canalladas del actual gobierno, la manera de llamar a las cosas por su nombre sin tapujos, cuando mirando a la cara de Rajoy le dijo, usted no es decente para dirigir un país.

A su manera soportó el chaparrón de los resultados y el paso por la izquierda de Podemos, que frenó en seco gracias a Pedro Sánchez, no olvidemos lo que ahora todos los medios y los barones del PSOE están olvidando, que la caída en libre del aprecio popular al partido fue en el corto período de tiempo e inanición y connivencia con el PP de Rubalcaba.

Luego le tocó soportar con altivez y sin despeinarse la amenaza nada baladí de Podemos, cuando mientras estaba él reunido con el Jefe de Estado para exponer las estrategias de formación de gobierno, el secretario general de la formación morada hizo un sagaz juego de muñeca, diciendo que apoyaría al PSOE si los socialistas aceptaban una serie de condiciones y de puestos en un hipotético gobierno en que exigía la vicepresidencia y carteras ministeriales muy alejadas de la protección social, que a priori cabría esperar fuesen el objetivo de una organización que basa en el discurso de la protección al humilde sus esperanzas de gobierno.

Sánchez de a poco fue mostrando que cualquier cosa de la que escasease en imaginación la podría suplir con su cuota de determinación.

Es el único dirigente que no cambió sus valoraciones de los demás partidos. Los demás, desde el PP, Ciudadanos a Podemos en diez meses han oscilado repetidas veces por todo el arco de insultos y zalamerías sin el más mínimo rubor.

Sánchez con sus mil y un defecto algo tenía y tiene claro. El PSOE es un partido constitucionalista, español, con vocación de poder, pero claramente la alternativa a la derecha oxidada, poco moderna y en exceso corrompida del panorama nacional. De entrada dijo no a Rajoy, y continúa en esa vía.

Todos los demás han dicho "sí" en algún momento de estos diez meses, los nacionalistas en la mesa del Congreso, Ciudadanos en la última votación, Podemos dio lo que en realidad es el apoyo crucial y más substancioso que ha tenido el PP en este ínterin histórico en que nos encontramos, ya que fue decisivo para que no haya un gobierno de cambio con los resultados de la primera votación y votó junto al PP en contra de Pedro Sánchez y el PSOE.

Podemos partía de dos premisas, una que casi nunca se cumple para los pueblos aunque sí para aquellos que los enfilan a sus intereses tras la melodía de Hammelin: "que vuelva a ganar el PP así cuanto más se extremen los antagonismos, cuanto peor esté el pueblo, será mejor será mejor para nosotros" ; y la segunda, que se tragaron los resultados de las encuestas que creyeron que podrían sobrepasar por la izquierda al PSOE.

Ciudadanos nunca escondió para que está, y nunca escatimó la verdad de sus planes.

Muchos, paradójica e irresponsablemente, se alegran hoy porque el partido que más ha vertebrado España, el que ha dotado el cien por ciento de las leyes modernizadoras de la sociedad, también de progreso de las clases medias, está eh horas difíciles. Amén de ser poco responsable facilitar la fagocitación del PSOE por agrupaciones motivadas por posiciones pasionales, sin ningún proyecto de país que dure más que una campaña electoral, o por el Partido de la corrupción y de la destrucción de los derechos obtenidos por la población trabajadora, es un error pensar que quitar a Pedro Sánchez automáticamente dará como resultado un gobierno del Partido Popular con la aceptación y el beneplácito de militantes y votantes del Partido de más solera e historia de conquistas progresistas en España.

Una vez que se facture con éxito la maniobra de destituir a Sánchez, el próximo secretario general no podrá echarse en manos de Mariano Rajoy en los meses más acuciantes, henchidos de juicios por delitos graves a un gran número de representantes de la cúpula del PP, y deberá o bien observar de cerca y escuchar a quienes depositaron su confianza en poner fin a un gobierno enemigo del progreso de las clases medias y bajas, o atenerse a una estampida general, hacia lo que de una u otra forma, ya sea emperifollado en la indumentaria de la depresión y el descreimiento, o en la del viaje hacia posiciones demagogas y extremas, será una experiencia de autofagia rodando por esa ladera tan vertiginosa y a veces enigmática del abismo que precede al caos.

O una oportunidad para re fundar el progresismo.

 
Oportunidad para cambio

 

 

 

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