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12 octubre 2024 6 12 /10 /octubre /2024 19:17

Mi abuela materna fue hasta la ciudad de Burgos primero y después al puerto de Vigo junto a dos hermanas con el fin de embarcar hacia Buenos Aires, partió desde Quintanilla del Coco, una aldea de la provincia de Burgos rodeada de monte, de ríos, cascadas, antiguos monasterios y entre tres grandes pueblos Covarrubias, Santo Domingo de Silos y Lerma, que en el medievo tuvieron su esplendor pero que al inicio del siglo XX servían poco más que para comprar la carne de cerdo, ovinos y aves que vendía mi bisabuelo.

Mi abuela paterna descendía de una familia acomodada de hacendados de América del Sur, que se habían establecido desde poco después de la llegada de los españoles al nuevo continente desconocido en Europa y en Asia, aunque bien familiar por sus habitantes.

Mi abuela materna embarcó para trabajar de nani de alguna familia pudiente, terminó en la mansión de una familia apellidada Seret, siendo adorada por los niños que cuidó mejor que su propia madre.

Mi abuela paterna, a pesar de ya estarse viniendo a menos dentro de su clase social, tuvo una niñera española procedente de Galicia, Carmen Arias, que fue adorada por Ernestito y Celita, sus dos primeros hijos a los que la española crió y conoció mejor que la propia madre en esos años tiernos.

Hoy, ante la excentricidad tanto de la exigencia de algunos americanos de un pedido de perdón por parte de la Corona española por los espantosos crímenes cometidos con el fin del expolio, como de la negativa del monarca español a pedirlo, revisando mi historia familiar, advierto que en este caso, si alguna de las dos abuelas habría tenido que pedir perdón, desde luego habría sido la nacida en Argentina, y probablemente no solo habría tenido que pedir perdón a los pueblos originarios, también a los doce millones de esclavos africanos secuestrados mediante una violencia indescriptible y, acaso a mi abuela materna, que pasó a formar parte de ese proletariado argentino compuesto de inmigrantes y nacionales que tanto enriqueció las arcas de la oligarquía criolla, aunque más que perdón, deberían agradecer a todos esos gallegos e italianos que fueron a replicar su servidumbre de la gleba para esos brutos nuevos ricos de selvas, pampas y montañas. Y que les criaron los niños como cuatrocientos años atrás se los criaron los indios y africanos a los conquistadores esclavistas europeos.

La verdad es que no costaría nada y sanaría mucho el pedido de perdón, aunque todo sea un despropósito, un enorme gazapo, porque sin la conquista y todo el horror que supuso en su momento, jamás podrían haberse identificado los habitantes de ese enorme trozo de tierra que en el mapamundi une el polo norte al polo sur, como parte de un todo compartido llamado América, donde se hablaban decenas de lenguas diferentes y cada uno guerreaba o desconfiaba de su vecino. Nunca habría existido un idioma en común, una cultura rica aunque impuesta a fuego y sangre, el legado de un conjunto de costumbres, reglas y normas sociales comunes a todo el continente.

De modo similar parecería absurdo que los españoles de hoy cuyo ADN contiene trazas de sangre de medio mundo entre bereberes, romanos, bárbaros, godos, iberos, celtas, exigiesen a Italia que pida perdón por la invasión a Hispania, la matanza de la población de Numantia tras veinte años de resistencia, el esclavismo de los indígenas nacionales en las minas de oro a cielo abierto de Las Médulas, y toda la esclavitud a lo largo del territorio conquistado para construir, producir alimentos, servir, custodiar y trasladar el oro. Pero a su vez si se produjese tal pedido sería muy necio negarse a ello.

Ya lo hicieron algunos, Inglaterra, Holanda, Portugal, canadá a sus niños indígenas, Australia a sus aborígenes,  y aunque no podríamos deducirlo de sus maneras de conducirse frente a la acumulación de riqueza o la devolución de lo expoliado, no obstante fue un acto gratificante para los descendientes de aquellas victimas.

Dale De la Serna y la Llosa, pídele perdón a Atahualpa, a Adebowuale y a Alamo Alamo.

De paso tú también Borbón.Principio del formulario

 

Perdón subrepticio
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21 mayo 2024 2 21 /05 /mayo /2024 15:43

La falta de respeto de los insultos de Milei aun mayor que a los españoles, fue a los argentinos. Venir a España a alinearse con la ultraderecha europea sin contactar con nadie del gobierno ni la Casa Real para agilizar, posibilitar, gestionar asuntos bilaterales entre ambos países es una afrenta grave, que además si existe parentesco entre naciones, estas dos son primas hermanas y mejores amigas, con una historia de asilos de ida y vuelta, españoles a Argentina a acallar el hambre, a refugiarse del genocidio franquista, y viceversa, argentinos exiliados de su dictadura militar y de sus diversas crisis económicas.

Aparte de la falta total de respeto y de profesionalidad protocolar, del insulto a España, a quienes más dañan es a los argentinos que comercian, trabajan y que vivien en tierras hispanas, así como a todos esos ancianos emigrados a la Argentina que todavía viven o a su descendencia claramente antifascistas.

Caminos peligrosos pero además muy feos. Podrían ser peligrosos aunque honorables, podrían ser feos pero inocuos, pero se elige lo peor de cada caso.

¿Qué se logra si en la europeas gana presencia la ultraderecha?

1- Mayor concentración del capital en las mismas manos, trasvase de finanzas de lo público a las concentraciones de dinero privadas, no a las pymes ni a los nuevos emprendimientos.

2- Endurecimiento de las leyes así como del discurso de odio, de la violencia contra la población inmigrante.

3- Grave deterioro de sanidad, educación y cultura públicas.

4- Como consecuencia de todo esto un embrutecimiento y empobrecimiento de la población europea que ora somete, ora rebela a los pueblos. Nunca se sabe, es una moneda al aire.

¿Qué gana Argentina con eso? Nadie gana nada. Ni siquiera la gran patronal. A no ser que la ensoñación húmeda sea que haya otra gran conflagración europea, en que Argentina vuelva a engrosar las arcas del estado con la venta de cereales y carne como ocurrió en el pasado. Aunque sería demasiado retorcido pensar tan mal de los simpatizantes de Videla, Mussolini y Franco.

Caminos peligrosos y muy feos
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1 mayo 2024 3 01 /05 /mayo /2024 14:13

Hace unos cuantos abriles, no tantos como cuando explotó no se sabe bien qué e hizo un gran ¡Bang! aquel estruendo tan famoso que nadie pudo escuchar aunque sí ha llovido desde entonces, comencé a leer.
Yo creo que los lectores, no estoy seguro sobre si a los escritores, pero a los lectores sí nos une un trazo especial, familiar, casi diría distintivo, relativo a la especie. Tal como calificaría Hermann Hesse en el "Lobo estepario", al suicida,  no necesariamente aquel que lleva a cabo el acto, sino el individuo de una soledad danzante sinusoidal, que vive permanentemente con la hoja de la cuchilla próxima a la muñeca, así mismo el lector no necesariamente está leyendo todo el tiempo, los ofinistas seguro leen mucho más, los revisores de aduana, los empleados de correos, los de paquetería, nombres de calles, buzones, casillas de correos, membretes en los sobres, pasan ocho horas leyendo sin parar. El lector no. El lector va refinando con el paso del tiempo sus lecturas y pasando ocurrencias, novedades, brillos, por un tamiz que lo aboque cada vez más a encontrar las vertebras de la literatura, como el lugar exacto donde se halla la trufa no el árbol de referencia, sin dilapidar el exquisito tiempo en márgenes y artificios. Como si se tratase de presas de caza de un felino en la sabana donde habitan escasos recursos, perfeccionando la elección del objetivo, las tácticas de aproximación, para optimizar el gasto de energía en la carrera mejorando los resultados, como un cazador montañés que debe cuidar sus balas. Es decir el lector en la medida que aprende a leer,  tiende a invertir la proporción entre cantidad y calidad, siendo que por supuesto abundan los lectores que devoran de todo, pero aun en ese caso el énfasis se hace en los buenos textos.
Pues yo empecé leyendo de todo, y por las mismas razones que toda la familia de lectores, porque el mundo real que me esperaba cada mañana al saltar de la cama no era todo lo estimulante que resultaba para mis iguales, ya fuese de la escuela, del barrio, de la familia.

Así aparecieron primero los cómics más al alcance de la mano, Batman, Tarzán, el japonés Ultraman, Patoruzú y su versión infantil, Hijitus y Pucho de la revista Anteojito, predilecta de mi hermano menor, y todo lo que contenía la de mi preferencia:  Billiken. Los primeros libros sin dibujitos flanqueando cada texto fueron los de Salgari. Diría que durante la niñez soñé despierto gracias a los mundos de navegación, viajes, lucha, pulsión de justicia, dolor, amor, desesperanza, traición y lealtad, que me endilgó don Emilio. Sobre todo por esa característica tan única y suya de convertir los parajes más recónditos, los nombres más exóticos en lugares y apelativos familiares, de tal manera que Kammamuri, Tremal Naik, Yañez, Carmaux y Van Stiller, queden en nuestra mente tan fijados como el sargento García, Gaby Fofó y Miliki o Elpidio Valdés.

Después vino el exilio, los cambios, la reverberación de aquel remoto Big Bang o su segunda explosión pero esta vez en mi cabeza: Cuba. Colores, vegetación exuberante, descendientes de africanos, música de tambores, acento de chiste, enormes hoteles, trato aristocrático, un tío como Sandokan, como Tarzán pero moderno y trágico, y entonces leí el Último de los mohicanos, Colmillo blanco, Huckleberry Finn, La Tempestad, los crímenes de la calle Morgue, Autopista del Sur, La Metamorfosis, La casa tomada, La Intrusa, camino que inexorablemente me condujo al Quijote. Y entonces ya no pude leer nada que no fuese magistral. Entre mangos, ron y chicas leí a Don Alejo Carpentier, en honor a la verdad no me interesaba ningún otro latinoamericano, ni siquiera García Márquez, veía al Boom como a esos blueseros que ante un público blanco rico o los gitanos flamencos que en la cuevas del Sacromonte en Granada cantan para alemanes bordando de clichés sus indudables maravillas, para consumo de un público ávido de aventuras “chatwinianas” . Veía todo el camino del “boom” salpicado de enormes flores, verdor, situaciones disparatadas para foráneos, magia para viajeros, se me parecía a esas cuevas en el sur desértico de Túnez donde una señora enseña sus dependencias vestida de bereber con unas zapatillas Nike, sabiendo que la cueva, la situación geográfica, la señora y sus tatuajes de tinta del desierto son absolutamente reales, pero que no pasa nada por agregarle un matiz dramático con el fin de mejorar sustancialmente la propina a la salida de la cueva.

Entonces la literatura inglesa, británica en general y francesa, la poesía española e italiana, más Stefan Zweig, iban dotando de sentido los caminos de la vida que yo iba decidiendo tomar, entre enajenados, intensos, penosos, divertidos pero siempre contemplativos, como si estuviese tras un cristal viendo mi vida pasar desde otra existencia paralela, donde ya estaba convertido en un sociólogo escudriñador en actitudes tan autodestructivas como autocompasivas. Y por supuesto, como era mi propio auditor, nunca terminé el camino de la destrucción ni tampoco precisé de todo el esfuerzo de la compasión.  Hasta que conocí a Gladys.

Aquel encuentro además de dotar mi vida de muchos beneficios que perduran tan instalados en mi ser como la huella dactilar, me legó la grandeza de una literatura norteamericana distinta de la que yo había leído, Mark Twain, Ernest Hemingway, Raymond Chandler, Dashiell Hammett, aunque directamente heredera de aquella. Y Gladys empezó por uno que la tenía absolutamente enamorada, Charles Bukowski. De ahí pasamos a Bret Easton Ellis, Raymond Carver, Ian McEwan y Martin Amis en representación de la madre patria allende los mares, y Paul Auster.

Más tarde vinieron Phillip Roth, Cheever y Jim Thompson para completar ese panorama. ¿estaría bien que metiese a Coetzee en esa vorágine? Mmm, no sé , si no terminaría metiendo a Amos oz Kenzaburo Oé, a Tabucchi, a todos los de editorial Anagrama importado en Argentina por Riverside y marca registrada de los snobs que nos creíamos parte de algo y, ya no tendría nada que ver con la introducción que me hizo Gladys, o acaso sí, quizás nada sea mejor que los afluentes.

Una vez leí “El país de las últimas cosas” en medio de los días aciagos aunque repletos de aprendizaje, vagando de un punto a otro de la ciudad en busca de abrigo, pan y techo, o de una ciudad a otra o de un país a otro del sur de América, en camiones de choferes que agradecían quien les cebase el mate, en los cuales aprendí a la fuerza que jamás hay que dormirse cuando un camionero te levanta en la carretera, no es tu chofer ni tu anfitrión y te lo hace saber en la primera estación de servicio “che pibe, despertate y bajate que hasta acá llegamos”.

"El país de las últimas cosas" llenó de felicidad al lector en esos días aciagos, como al sociólogo de la vida paralela que lo observaba, gracias a esas bocanadas de aire puro llegadas desde lo más alto de la cresta de la ola, aún con gotitas de agua perforando su pureza y ratificando su autenticidad, como había ocurrido con Netochka Nezvanova de Dostoievsky, narradas en primera persona como una mujer escritas por manos masculinas, pero en esos instantes, no de hombres, sino y sobre todo de su mitad madre, de su mitad curvilínea, de útero intuido, de senos atrofiados y clítoris híper desarrollado. Pero además el libro de Paul Auster, tenía un ingrediente extra que lo hacía a mis ojos todavía más increíble, contaba la carta de una mujer en un país indefinido intervenido por toda suerte de carencias y decadencias, el autor sin saberlo había hecho una fotografía de La Habana, de mi querida segunda tierra, de su "descascaramiento", la síntesis con el polvo, la ruina habitada. Junté unas rupias que no dedicaría a tabaco ni a ginebra y se lo mandé ipso facto a mi madre que había regresado a Cuba y allí resistía los embates del “período especial” aunque con otras premisas que el común del cubano. Mi vieja me respondió en una carta que le había encantado y me preguntó quien era ese escritor tan maravilloso, que había sintetizado dos aspectos tan ajenos a su persona en un libro, como ser mujer y describir una ciudad donde nunca estuvo: La Habana distópica. Tuve muchos desencuentros con mi madre a lo largo de nuestras existencias, pero en tres aspectos nos sentíamos muy próximos, como pareja de “truco”, en el sentido del humor, y en el análisis y el gusto por la poesía, y no son aspectos menores. Así que sentí una enorme satisfacción de que mi vieja hubiese coincidido conmigo en que había encontrado a un futuro clásico en literatura.

Con el paso de los años, me alejé de los albergues para cirujas, del alcohol barato y del caro también, de las drogas y de los pésimos almuerzos, cenas y de las pocilgas de mala muerte, aunque debo admitir, que paradójicamente con ello también me distancié de la catarata permanente de relaciones con mujeres bellas en su excepcionalidad, todo aquel amor de música ligera camuflado de sexo, de pasión por la médula espinal, por el desnudo integral sintetizando cuerpo, alma y creatividad; sin embargo me quedé con Pat, la mejor y más disparatada mujer que llegó a mi vida y me convertí en el protegido por el alcance de su fuerza, disimulado en la tarea varonil inversa, con ella por primera vez logré entender lo que era un ser socialmente útil, generalmente bienvenido, un proveedor, un trabajador, un consumidor, un padre, un ave en su amplia y preciosa jaula alejado de las cimas de las montañas más altas a la vez que del alcance de pico y garra de águilas y halcones. Una por otra.

En esta nueva tierra donde vinimos a vivir por azar, al norte de Madrid pero antes de llegar a la costa cantábrica, antes de atravesar la arruga que da un relieve abrupto al mapa hispano delimitando esa cornisa verde rabioso ora acariciado ora azotado por un mar norteño, melancólico, y aun alejada de la planicie implacable de la meseta, ese ínterin, el intersticio que es León entre dos Españas enfrentadas en geografía, de montañas heladas, viriles, de un recio gris coronadas de blanco, desprovisto del verde astur y de la monotonía castellana,  un día se anunció la premiación de un insigne escritor estadounidense, que todos debían leer. A la recogida y coqueta León, tierra de rica historia, de escritores, resultado de una mezcla de reyes, bribones, oficios, parlamentarismo, guerras y olvido, venía para ser homenajeada por Leteo, nada menos que mi amiga Gladys a través de Paul Auster o viceversa.

La premiación, su pequeño discurso, la aglomeración de gente, la inacabable firma de cientos de ejemplares, que se dio cita en el amplio hall de entrada del Museo de Arte Contemporáneo, fue tan llamativo que Auster expresó que nunca en su vida ni tras su éxito con la Trilogía de New York, había vivido algo semejante, que era más propio del ámbito de las estrellas del rock. Yo hice la cola solo para saludarlo, el que iba delante de mi le dio un ejemplar a firmar de  “El palacio de la Luna” que evidentemente no había comprado ahí por lo visible de su deterioro, Auster miró el libro, le miró la cara con esos ojos enormes, sonrió y se lo firmó. Yo podía haber hecho lo mismo con algún ejemplar suyo de mi biblioteca, aunque no con “El país de las últimas cosas”, que  lo tenía mi madre hacía unos años en el país de pertenencia.

Uno o dos días más tarde fui a tomar un café a la cafetería del Hostal de San Marcos, un magnífico edificio histórico leonés, que fue de todo, desde una imponente vivienda de magnate de época con la adecuada prosapia, hospital de peregrinos, caballeriza, a campo de concentración y de asesinato de civiles demócratas por las fuerzas franquistas ni bien se fraguó el golpe de estado que dio lugar la guerra fratricida española. La cafetería del Hostal, convertido desde hace décadas en Parador Nacional, uno de los dos de cinco estrellas, era perfecta, una síntesis entre la belleza del palacio, lo diáfano del espacio, y la sensación de bienvenida general a cualquier persona independientemente de su indumentaria y refinamiento, aun cuando claramente se tratase de un lugar exclusivo. Nada que ver con lo que han dejado hoy tras las inauditas reformas que padeció el interior del edificio en sus zonas para uso colectivo, censurando el disfrute del claustro, de los tapices, de las sillas altas de madera, de escaleras y salones, donde difícilmente podrían sentirse molestos los huéspedes por la afluencia de un acotado número de curiosos, en su totalidad respetuosos del patrimonio del lugar, de la intimidad de sus ocasionales parroquianos, el traslado de la cafetería y la reubicación en ese espacio de la recepción del Hostal, corona el cúmulo de despropósitos o de intencionales atentados contra el más elemental sentido de la estética. Pero bueno, cuando todavía era un lugar que invitaba a todos los leoneses, por algún eurito más, a tomar un café en un entorno de novela medieval, me levanté para ir al baño, salvé el pasillo estrecho que permitía percibir en su dimensión justa la condición de individuo mientras se lo atravesaba, antesala del pis o el número dos en el excusado, actos de carácter personal e intransferible a los mayores niveles imaginables. Y, antes de entrar yo al baño, sale con sus dos ojos como platos que me recordaron al jugador germano turco Özil, el escritor al que mi madre había condecorado con la distinción de perfecto perceptor del alma femenina. Ahí, en la incomodidad del instante pero también en la complicidad del aislamiento de los juicios agrios frente a cualquier posible papelón, sin pensarlo, como proveniente de un cañón que dirige un disparo ejecutado con anterioridad, lo abordé con un saludo que indicaba a las claras que la intención iba más allá de robarle los dos segundos indispensables para el  impersonal “hola”.  Entonces en mi inglés rústico más que rudimentario, de nutrido glosario y escasísima gramática, le pedí permiso para comentarle una anécdota que podía resultarle curiosa, le conté mi impresión de "El país de las últimas cosas", que casualmente sin saberlo, traduje de manera literal “The country of the last things” y para mi alegría me salió casi exacto como pude comprobar después para saber en que podía haber metido la pata. Le conté que mi madre vivía en Cuba, que se lo envié y recibí como si hubiese lanzado un bumerán y me hubiese retornado intacto, un feedback  totalmente satisfactorio. Paul Auster con esos ojos de Özil, sonrió, me pareció más un gesto amable que sorprendido por la anécdota, hasta que cuando iba por el medio del pasillo de retorno a su mesa de la cafetería, donde más tarde vería que estaba flanqueado por personajitos de a cultura local y la traductora, hija de Héctor Arce, un amigo de la infancia de mi padre, se giró y entonces sí me miró con una sonrisa más genuina y amplia a modo de saludo, como si mi inglés rudimentario tardase lo mismo en hacerse entender que lo que a mi me costaban esos chistes rebuscados de intelectuales ociosos, que provocaban la inexorable carcajada a destiempo.

Buen viaje Paul, te espera para un café Gladys, quien amaba Nueva York y París como tú, gracias por todo, tanto y tan bueno.

 

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26 abril 2024 5 26 /04 /abril /2024 12:01

España en los últimos cuatro años ha alcanzando niveles de empleo inéditos en veinte años, de ascenso salarial históricos, de concordia entre las sensibilidades nacionales; pero a la basura ultraderechista, tóxica, anti española, anti nacional, “odiadora” de todo y potencialmente asesina (ya lo fueron y con cientos de miles de españoles que pensaban distinto), han logrado, con la inestimable ayuda de una Judicatura muy en entredicho, “enmierdar” a la esposa del Presidente, que a esta altura cabe destacar, uno de los escasísimos políticos honrados de este país tan familiarizado e indulgente con la corrupción. Y tras años de noticias falsas fabricadas en medios poderosos, connivencia de la Justicia y las fuerzas del orden con todo tipo de ataques mediante la conocida lawfare desde murmullos y bulos a interminables ataques físicos en la sede del partido, manifestaciones que con otro signo ideológico serían tomadas por "terroristas" , acusaciones a la esposa, ha decidido que no vale la pena el puesto, ni siquiera por el esfuerzo que ha estado haciendo para dotar la vida de los ciudadanos de la cantidad de derechos y dignidad conseguida.

Si Sánchez dimite, deberíamos tomar cartas en el asunto, no sé como, ni hasta que punto de nuestras fuerzas nacidas en la indignación con semejante gota de atropello que rebasa cualquiera fuese el volumen del vaso, debemos decir basta de esta actitud de corderos, de cobardes, de sometidos y salir a dos cosas: 1) defender nuestros derechos, civismo, concordia, progreso de todo el pueblo. Y 2) Hacer frente con idéntico rigor pero con carácter didáctico en materia de modernismo, europeísmo, y búsqueda de la concordia, a un enemigo cruel, insensible, de procedimientos voraces e implacables, siempre al servicio de un exclusivo sector económico.

Me crié bajo el culto a la personalidad a un dirigente implacable y desarrollé un rechazo visceral, tanto a simpatizar como a seguir políticas personalistas, sin embargo este momento histórico requiere de todo nuestro apoyo no solo a la persona civil, sino a la investidura presidencial por una parte, y al proyecto que entre todos hemos ido acompañando por otra. Defender al presidente hoy no es culto a la personalidad, sino culto a la decencia. Quizás requiera de aquellos que creemos en el progreso, la inclusión y la concordia, que levantemos nuestras asentaderas del sofá y encaremos una participación activa en nuestra propia defensa.

!No al fascismo o a cualquiera de sus formas, de una y de todas las maneras!

 

Culto a la decencia
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20 marzo 2024 3 20 /03 /marzo /2024 21:57

Cuando Poncio Pilatos supo que Jesús era galileo sintió alivio porque estaría bajo la jurisdicción de Herodes Antipas hijo de Herodes el Grande, Herodes convocó a Jesús, dada la obsesión de su padre tiempo atrás en encontrar al mesías entre los bebés de Judea, lo quería conocer. Jesús ya había dicho que era el Cristo, el Mesías, el hijo de Dios y el rey de Judea, pero no lo repitió frente a Herodes, entonces este se burló y se lo volvió a enviar al gobernador Pilatos, quien al tener entendido que Herodes no lo había condenado a muerte, lo condena a flagelación y a portar la corona de espinos como tormento punitivo, para concederle la libertad más tarde. Antes tuvo que consultar al sanedrín, una asamblea de sabios y rabinos que eran los encargados de juzgar los asuntos importantes. El sanedrín, que significa "sentarse juntos", al cabo de deliberaciones decidió crucificar a Jesús. Poncio Pilatos pronunciando su famosa palabras "ecce homo" (este es el hombre) reunió al pueblo y les preguntó que consideraban más apropiado, si liberar a Jesús y crucificar a Barrabás o viceversa, el pueblo enardecido gritó que querían crucificar a Jesús y liberar a Barrabás.

La crucifixión en sí era un tormento de los peores que aun hoy se conocen, los clavos no se hendían en la mano sino entre cúbito y radio casi en la muñeca, para que el cuerpo se sostuviese en lo alto todo el tiempo que durase con vida, los clavos o el clavo de los pies se colocaba arqueando las piernas para que el reo pudiese erguirse y tomar bocanadas de aire estirando su agonía horas o días según el aguante de cada uno. El día que Jesús fue crucificado, después que la multitud se disipó, comenzó a caer una lluvia copiosa, en forma de tormenta, los guardas que lo vigilaban fueron a resguardarse bajo una cueva y calmaron la incomodidad del clima bebiendo aguardiente hasta que entre la ebriedad y el sueño abandonaron la conciencia por un tiempo más que prudente. A falta de datos fiables hay versiones según la cual a Jesús lo rescataron sus seguidores, colocaron a un desgraciado ya muerto en su lugar y a él, moribundo pero aún con vida, se lo llevaron lejos donde fue curado, tras lo cual tuvo una vida en anonimato con toda la felicidad que su sabiduría y gran corazón podían granjearle y con todo el pesar que su inteligencia y su culpa podían garantizarle.

El cristianismo como religión pero también como doctrina de resistencia de la época, comienza a estructurarse a partir de la muerte de Jesús, cuando crece la versión fantasiosa entre la superstición y la superchería, de su resurrección, en una época de escasísimas respuestas a los fenómenos naturales reemplazados por la fe, la idolatría, el fetichismo. Es entonces cuando los apóstoles toman conciencia de las enseñanzas recibidas y deciden proclamar el evangelio de manera organizada, contando como libro sagrado a la Biblia, compuesta por el Antiguo Testamento, que reúne los libros de la tradición religiosa judía, y el Nuevo Testamento, donde constan la vida y enseñanzas de Jesús, los hechos de los apóstoles y las cartas pastorales de los primeros cristianos.

Las enseñanzas del Nuevo Testamento son casi exclusivas de la religión cristiana.

La iglesia católica apostólica romana fue fundada en 380 y así se incorpora el cristianismo al imperio que lo persiguió por sus ideas, por su sentido de justicia y del bien, que le dio caza, lo atormentó y lo mató de la manera más cruel, obviamente no porque era un adocenado Mesías, sino uno muy incómodo.

Resulta bastante evidente que esa Iglesia evitase difundir la verdadera tarea de Jesús, su indignación, su misericordia con quienes sufrían opresión, dolor, hambre, su palabra como arma en la predicación, y en cambio se centrasen en los aspectos mansos, sometidos al Dios Padre que por supuesto, tendría un emisario, un médium, un subordinado en la Tierra para hacer cumplir su voluntad, que no podría estar en otro sitio que en lo más alto de la pirámide del poder de dicha iglesia católica.

Sin embargo la Iglesia se las ingenió para explicar sin más rodeos y ambages que los estrictamente necesarios, que en efecto Jesús fue torturado de manera brutal para dar escarmiento a los valientes que quedasen en Galilea, y asesinado en la cruz para aterrorizar a cualquier futuro iconoclasta rebelde, un balde de agua a cualquier conato de intrepidez en estado embrionario, pero con un magistral giro de muñeca, explicó que fue un acto de amor y entrega al hombre, su criatura, de parte de Dios, acto en el cual el hijo es sacrificado en nombre del Padre por toda la humanidad.

Una serie de disparates tan absurdamente expuestos que al final, lo más lógico parecía ser tenerlos en cuenta como hechos irrefutables, y permitió, que sin desacomodar los principios de poder, entre los diez mandamientos y los siete pecados capitales se pudiese producir un largo período de progreso y convivencia bajo unas reglas verdaderamente modernas. Al menos hasta Darwin, Hegel y Freud.

A Jesús no lo mataron propinándole toda suerte de tormentos escarmentadores, porque decía que era el "hijo de Dios Padre", el Mesías, o el rey de Galilea, no. Si hubiese dicho todo eso y hubiese rendido pleitesía a Herodes y a Roma a través de Poncio Pilatos, habría sido coronado. Lo mataron por evangelizar con frases como esta que dijo a sus discípulos y repitió a lo largo de su vida, que hoy seguiría siendo subversiva, y le acarrearía no pocos problemas:

"Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos".

Por eso hoy cuando el mundo cristiano celebra la Semana Santa debe saber, que en realidad está rindiendo homenaje a un luchador que usó la verdad, el amor, el bien y la palabra, para derrocar cualquier templo construido sobre el miedo y la mentira y por ello fue perseguido y muerto. Deben saber que están festejando el poder de la palabra, que desemboca ineludiblemente en la poesía, la conciencia, como vehículo para encarrilar los mejores anhelos de la especie dotándolos de sentido, en el festejo poco importa si lo salvaron de la cruz y falleció anciano lleno de nietos, sabio, triste y feliz, si murió por las heridas causadas y la imposibilidad de respirar sodomizado por los romanos, y si ascendió o no al reino de los cielos. Cielo que en cada avance la ciencia, se sitúa un poquito más distante, unos milloncejos de kilómetros más allá de lo conocido.

Lo importante es la celebración de la denuncia de opresión e injusticias, el empoderamiento a través de la palabra, de la unión, el festejo de la firme convicción en el bien.  

Esa es mi Semana Santa.

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"Ecce homo" de Quentín Massys.

"Ecce homo" de Quentín Massys.

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11 marzo 2024 1 11 /03 /marzo /2024 11:21

20 Años del 11 M, el mayor atentado terrorista de España, se estableció como el “Día europeo de las victimas del terrorismo”.

Despertábamos en Las Rosas como cada día para acudir a nuestros trabajos dejando antes al “gurrumín” de un año en la guardería, el ambiente era pesado, denso desde antes de encender la radio que de inmediato nos llevó al televisor, y al unísono a una sensación de ingravidez, como un aturdimiento que desorienta, incluso en nuestro barrio había explotado un artefacto de ETA una vez, pero nada era comparable a aquella atmósfera.

¿Qué? ¿cómo? Se iban sumando estaciones de trenes con más muertos y heridos, al salir de casa en la calle el aire era un hilo conductor del dolor y el horror entre todos los habitantes de la ciudad, naturales o acogidos, ipso facto convertidos en madrileños, y ese día más que nunca todos fuimos uno.

Madrid fue ejemplar en todos los sentidos, en primera por su enorme despliegue de solidaridad, de dolor compartido, de acompañamiento a las víctimas, en segunda por el castigo a los rufianes que quisieron usar esa masacre de forma mezquina para sus fines electorales y que incluso, continuaron sembrando tóxico en los medios los cuatro años siguientes y que algún alto representante de aquella catedral de las "fake news",  aun hoy sigue vertiendo; y en tercera porque unió el aprendizaje en la seguridad y la prevención de nuevos atentados, a su ejemplaridad de civismo de continuar siendo una ciudad de integración, de concordia, una Torre de Babel con cañas y tapas.

Hoy mostramos un recuerdo, un silencio, una traza de respeto a quienes nunca debieron morir, pero no murieron en vano.

Hoy reflexionamos en como ser mejores ciudadanos, seres humanos, para hacer de la vida que perdieron nuestros semejantes, nuestros hermanos, un espacio de convivencia, de solidaridad, cada vez más deseable, cada vez más habitable.

 

20 años del 11M
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13 febrero 2024 2 13 /02 /febrero /2024 00:43

Wydma era especial, todo lo hacía con sentido, no necesariamente para obtener algo pero sí habiendo sopesado pros y contras, y para ella empezar en una ciudad tan distinta en todo a su idiosincrasia, suponía una presión extra que de alguna manera debía liberar. Milenko era una perfecta vía de descarga, un tipo alegre, amable, culto, estaba bueno quizás con el culo un poco flácido pero tenía buen rabo, ella solo tuvo que dar unos retoques en las costumbres higiénicas y la sugerencia de cierta variedad posicional en el catre y culinaria en la mesa, por lo demás estaba perfecto, contaba con refugio hasta que pudiese independizarse. Ella le propuso pagarle la habitación que ocupaba, pero Milenko al inicio se negó, solo le puso la condición de compartir gastos de comida y el dispendio por tácito acuerdo, tampoco demasiado seguido, de esa energía hierática acumulada en la semana. Wydma era rubia, tenía el pelo lacio, ojos verdosos, piel pálida, pero sus curvas, el culo, las tetas, los muslos y sobre todo la gracia al andar eran marca registrada de allende los mares hasta el trópico, Milenko se preguntaba como hacía ella para no cansarse de caminar y hablar gesticulando como si estuviese bailando, a veces se le paraba el cohete solo de mirarla, “uf es explosiva, blanca y mulata, dos en una, y las dos son unas bombas”, pero no la molestaba más que esa emergente vez a la semana en que todo parecía confabularse para sintetizarse en un abrazo ¿qué importancia tenía si con génesis en el deseo lascivo o en la procura de un calor protector? Al final era un imperioso anhelo de ambos, el placer y la caución entreverados sin mezclarse intercambiando virtudes, tras el vidrio climatizado de una ventana amplia, empañado por dentro, congelado por fuera.
Ella no estaba enamorada de él, pero la pasaba bien, le encantaba calentarlo y después fornicar con desenfreno. Milenko ya le había dicho que le gustaban las braguitas blancas, de algodón, podían presentar algunos estampaditos tenues que no irrumpiesen en los dominios de la claridad impoluta descolocándola, en todo caso que la potenciasen, le encantaba la vista de la vulva desde atrás apresada por la braga, las piernas que aparecían desde los pliegues que formaban los glúteos y la hendidura de los labios vaginales, y cuando apretaba levemente con sus manos las nalgas cubiertas por esa tela ajustada, suave al tacto, se producía un contacto directo entre la yema de los dedos y la zona del cerebro encargada de enviar de inmediato la señal de zafarrancho al nabo. Una tarde Wydma fue a comprar un nuevo juego de bragas del tipo que tanto a ella como a Milenko le gustaban, en la tienda le atendió una empleada que hablaba español, así que se entretuvo charlando un poco más de lo que el decoro y las buenas formas sugieren, la muchacha era uruguaya, había vivido casi la mitad de su vida en Buenos Aires y ya iba por la otra mitad entre Estocolmo y Gotemburgo. Estaba probando desde hacía pocos meses vivir en Copenhague, pero su intención era mudarse a una ciudad pequeña del interior o a una pequeña isla debajo de Odense, Aero, que se escribía con la e pegada a la a y con un palito cruzado en la o, en el que había pasado tres días en verano. Wydma le dijo que esa era exactamente su misma intención. En realidad no lo tenía definido del todo pero encontrarse a alguien que pareciese tan cercana, tan ella misma y que tuviese esa decisión tomada cuando había cubierto buena parte de la geografía escandinava viviendo, terminó de ponerle la guinda a su deseo hasta ese entonces algo difuso.
Al poco tiempo de conocerse, las latinas en Escandinavia se hicieron tan colegas, que Wydma le dijo a Milenko que prefería ir a compartir un departamento con Norma, su nueva amiga, a la que una semana atrás él había conocido en una cena preparada para tal fin y se habían caído muy bien, aunque Milenko ya había avistado que Norma quería ventilarle la amante, no sabía bien si era algo romántico, sexual o simplemente el placer de tumbarle la novia a un marmóreo ejemplar eslavo. El departamento de Norma estaba en la calle Lille Strandstraede perpendicular y a veinte metros de la muy concurrida Nyhavn, donde estaba el bar cafetería donde había trabajado y casi muerto cuando llegó a la ciudad y donde nunca pudo trancar su candado.
Siguieron siendo amantes pero ya viviendo en distintos lugares, a Milenko en parte le venía muy mal porque de repente se le doblaron los gastos cotidianos y de servicios, pero también en su fuero interno sintió un enorme alivio porque más allá del enigma que ejercía sobre él la mujer de procedencia mediterránea, también necesitaba como agua de mayo esos largos silencios de su entrañable idiosincrasia.
Aún así, se tomaron dos días para despedirse, en el último paseo, la tomó en sus brazos en medio de la plaza donde desde hacía siglos se juntaba la gente de aquella pequeña ciudad a intercambiar sus productos, los de la tierra por otros de la talabartería, los de la herrería por los de la carpintería, donde desde que se colocó la primera piedra de la ciudad las voces de los transeúntes se confundían con el rechinar de una rueda de carro, el armado de una tienda provisional, las campanas de la catedral, la algarabía del beodo más tempranero o las plegarias al nuevo amanecer del más trasnochador, donde habían discurrido todo el espectro de miradas, aquellas que presagiaron un duelo a muerte o las que citaban para una huida a medianoche hacia las inmediaciones de otra muralla, de otra plaza, de otras miradas y bullicios, ella entornó los ojos pasó sus brazos por detrás de la nuca de él y se besaron como en aquellos primeros besos apasionados de la adolescencia, él sintió la paz y el sosiego de la madurez, un deseo que era una bola incandescente dando energía a un motor acostumbrado a largas distancias, motor de mil y una travesías que sin embargo había estado en reposo más tiempo del que le habría gustado admitir. De repente se encendió una luz tan destellante que obnubiló incluso las más firmes certezas, las más arraigadas convicciones, haciendo tambalear todo el constructo en que descansaba la estabilidad emocional y la sensación de control sobre el tiempo y el espacio.
Una placer anacrónico, un tipo de deleite que ya parecía no pertenecerles, no formar parte de los regalos atados con moño que descansarían al pie del arbolito para ser abiertos en la mañana entre el café, la luz y una cascada de ansiedad, mezclado con el temor a que la liviandad volátil sometida al nuevo espacio, sin los cerrojos familiares, las paredes recias, el suelo firme, terminase por difuminar toda la senda fundiéndola en un prado verdecido que disuelve los asideros donde las dudas quedan distantes, despejadas, parapetadas tras una zanja insalvable. La experiencia del vuelo, la ingravidez con su maravilloso techo cubierto de estrellas a la vez que el desconcierto de la intemperie.

El amor en Nyhavn

El amor en Nyhavn

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25 enero 2024 4 25 /01 /enero /2024 13:23

Un mes cualquiera de un año al azar en la mitad del siglo XXI, todos los hombres y mujeres se enmarcan en la comunidad LGTBIQH(LL)JE(CH)RÑZ+.

Se eleiminaron todas las imágenes, filmadas, pintadas, fotografiadas de la más mínima interacción táctil entre hombres y mujeres. Ningún pibe de esta época de calor infernal se atreve ni en vivo ni de forma virtual, a observar la tersura de un pecho femenino, a observar la curva perfecta de una nalga, insinuar el más mínimo deseo carnal con le género prohibido, amén de cualquier evidencia o invitación, porque en el pasado inmediato, en cualquier momento la partenaire, incluso en medio del acto podía cambiar de humor y buscarle la perdición con prisión perpetua y el trasvase total de la cuenta corriente. Así como en el pasado se enseñaba matemáticas y que la muñeca y el color rosa eran para la nena y el camioncito y el celeste para el nene, el núcleo familiar compuesto por progenitores del mismo sexo, les graba con fuego en el hipotálamo desde la más tierna edad, que esa línea no se debe cruzar bajo ningún concepto.

Las damas de buenas intenciones andan como locas arrebatadas ora desnudas, ora emperifolladas con la más sugerente lencería por las calles en procura de la aparición de algun intrépido Lancelot, hasta la coronilla de sus siete consoladores súper electrónicos de ultra conexión sensorial y los cunnilingus de sus amantes féminas, pidiendo, implorando, reclamando, exigiendo a gritos al dios devorador de las oscuras cavernas del deseo:

¡Quiero cabilla!

Y las demiselas de turbias conciencias ya no tienen a quien ensartar, porque si por casualidad, algún corajudo cabrón se atreviese a exponerse a esa prisión perpetua y la expropiación de todos sus bienes con toda probabilidad sería uno de los desgraciados despojos de la sociedad, una aberración de la naturaleza del desarrollo social, a quien la litera y las dos comidas al día entre rejas les sabrían a un viaje entre las nubes de Tutatis, en la punta de la lanza de Changó, una extensión de aquel maligno y sabroso placer proscrito. Casi extinto.

La masculinidad tóxica quedó totalmente extingiuida y quedó suplantada por una masculinidad asintomática de impulsos guíados por la testosterona, aunque en la década del 30 al ver que no quedaba ni un solo varón dispuesto a ser albañil, minero, pescador de alta mar, rescatista, deshollinador, limpiador de cloacas colocador de alquitrán en la carretera, etc., con el fin de no desatender el mantenimiento y la construcción de todo lo necesario para vivir, se recuperó un homos brutus que rasca sus testículos, cuenta chistes de alto contenido sexual,  escupe al costado. Se consiguió apaciguar sus instintos primitivos con unes "muñeques" con forma femenina, dispuestos en los albergues construídos para su descanso en los barrios destinados a su residencia en forma de compartimientos estancos. El control es casi absoluto a persar de que no se han podido evitar del todo episodios de piropos y otras aberrraciones criminales del estilo, que la oportuna censura en la difusión consigue neutralizar, que inevitablemente dado el contacto se producen al enviar estos especímenes a rescatar mujeres extraviadas en el mar, la montaña, el desierto o simplemente a reparar tuberías del hogar en los barrios asépticos de la gente normal.

Pero como el tiempo es una espiral que mezcla el sentido lineal y el circular en forma de resorte, los nostálgicos a partir de la literatura y el cine del pasado albergamos el anhelo de que un día,  en una estación distinta, bajo otro clima tecnológico, vuelva a ser ayer, y regrese el deseo colectivo de despeinarse, de relajar las reglas y la vida fluya donde imperó la prohibición y el terror, y Eros, a través de sus fluidos, la sangre, el sudor, las lágrimas y los líquidos seminales y genitales, en ese ínterin del rebote del teimpo como categoría menos tangible de la filosofía, derrote una vez más a Tanatos.

Soñar, aun hoy, es libre y gratuito.

 

Eros versus Tanatos
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20 enero 2024 6 20 /01 /enero /2024 22:38

Naaaa, no me vengan con cuentos, a estos del Partido Popular la esencia de los Estados Unidos en verdad les gusta menos que vivir en Usera.

Acaso se hayan criado en la Guerra Fría y bajo un trazo más grueso que los "espárragos cojonudos" hayan simpatizado con ciertas alharacas antisovieticas y esos bojeos exploratorios de la Armada de los EEUU alrededor del orbe, pero poco más, nada de cultura democrática e igualdad ante la ley.

El republicanismo a ultranza de los estadounidenses que no entienden como se puede mantener una familia de vagos solo por ser hijos de otros aun más holgazanes, ese empoderamiento del individuo y el deber de asumir todas sus responsabilidades, dado lo cual un hijo de Rockefeller puede terminar en Skid road siendo un homeless si no cuida bien sus emolumentos, al PP le aterra solo de pensar en este tipo de modernidades capitalistas.

Antes de aceptar la inflexibilidad y severidad de la justicia norteamericana con los delitos fiscales de cualquier ciudadano cobrándole largos años de cárcel, irían gustosos a la peor de las guerras en primera línea, o en tal caso entonces sí, a duras penas, eligirían vivir en Usera. De ser posible al lado del metro por favor.

¿Un irlandés, un italiano, un hispanoamericano o un Obama en el poder  político? ¡Solavaya! ¡Vade retro hereje! Hombre, eso aquí equivaldría a gitanos, moros y sudacas.

Y por favor, por Tutatis, Babalú y Yahvé, que no se le vaya ocurrir a nadie importar la tradición periodística de llegar hasta el final de cualquier investigación cueste lo que cueste y caiga quien caiga, sigamos con nuestra tradición Mortadelofilemoniana de tomarnos nuestro tiempo entre cañas y tapas, para averiguar quién demonios será ese escurridizo M. Rajoy.

Enemigas a muerte de ese EEUU son las tres presidentas de la capital, en los últimos 20 años: Aguirre, Cifuentes y Ayuso. Cuidado, FBI, CIA, 82 División aerotransportada, con meterse con cualquiera de estas tres, que hasta ahora, han podido con todo y con todos.

¡Caramba, este es el Alcázar, y aquí manda quien tiene los cuartos, joder!

 

S. Pinaeus, De integritatis et corruptionis virginum...

S. Pinaeus, De integritatis et corruptionis virginum...

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17 enero 2024 3 17 /01 /enero /2024 20:23

Yo pensaba que lo había dejado claro cientos de posteos, y en tres libros de no ficción: considero enemigo de la humanidad toda dictadura, de derecha y de izquierda, y todo rasgo extremista de la ultraderecha en Europa, que ha dejado, solo en España, la monstruosa cifra de más de 500.000 muertos, torturados, hambreados, desaparecidos, y arrojados en cunetas al borde del camino, causados por Alemania más 27 millones de personas, y en Italia un millón y medio. Así como todo lo que devenga del camarada Stalin y de sus jenízaros, directa o indirectamente.

Por esta razón cualquier aroma del grupo olfativo de la ultraderecha no solo me causa repulsión sino que considero que es un deber  combatirla, con democracia, civismo, concordia. Solo con ello conseguiremos derrotarlos, jamás con su misma violencia, ni siquiera verbal, por supuesto, hasta tanto no pongan en peligro vidas humanas.

Por eso tengo la firme convicción, de que cualquier reverberación en el resto del orbe de esta triste y sanguinaria Historia del viejo continente, debe ser combatida con las mismas armas de paz, pero sin descanso ni cuartel. Los tóxicos promulgadores de la más abyecta mezquindad, del desprecio al otro, de la superioridad racial camuflada en una mejor ética y educación, que ha resurgido de las montones pestilentes de residuos históricos, que, como una suerte de espiral una y otra vez insisten en envenenar el mundo en que vivimos, mediante guerras, polución, hambre, represión y desconfianza.

El problema mayor que tenemos para desintoxicar el planeta de esta lacra, es que la gente que alguna vez fue buena se está creyendo el mensaje de que pueden salvarse solos y que deben odiar a todos los demás y de ser posible matarlos a todos los que no sirvan para producir los bienes que, por derecho divino, les pertenecen. Esa abducción mental de las clases paupérrimas, emperifolladas con corbatas baratas, portafolios de tres al cuarto, automóviles comprados a 64 cuotas, casas a pagar en dos vidas productivas, es lo que está dotando al monstruo, de nuevas plumas para sus alas de bajo, pero muy dañino vuelo. En la medida que se de una oportunidad no debemos dimitir de nuestro deber de abrir conciencias, sanar mentes, de hacer que retorne esa mezcla de sensatez y emoción, caricatura de lo que nos gustaría sea el rasgo más humano y no esa putrefacta pasta viscosa cargada de odio, que en definitiva, es lo más identitario de los matices que componen el espíritu humano. El diablo recluta vestido de ángel.

No paremos de intentarlo, no los dejemos por incorregible, tomemos la rienda en el bar, en la calle, en el trabajo, en la escuela, incluso al borde del abismo del que no hay retorno, intentémoslo una vez más. Ninguna victoria valedera se logra a la primera.

 

Vencer
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