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5 octubre 2017 4 05 /10 /octubre /2017 01:39

Pasé varios años compartiendo con los prietos del edificio haciendo media abajo sin estudiar ni trabajar, acompañándolos y simulando  que tocaba una clave, o una caja que hacía de tumbadora, o simplemente palmas, cantando en los coros de guaguancó de galera y viéndolos bailar. Eso era arte puro, no puedo ni quiero olvidarlo como una de las expresiones artísticas mejores y a la vez más auténticas que alguien puede disfrutar, estaba Jesusito, el Nene, Piri, Alexis, cuya pronunciación era "Aleisi" como Taxi que era "Taisi", Omar y Regino, y el hermano mayor de ellos, guapo abacuá ex y pre presidiario, ya que pasaba unos meses fuera y volvía entrar, para ellos era un orgullo el bautizo de cárcel, por supuesto con la constancia debida de haber mantenido la retaguardia a salvo, y aquél era mulato fino, con lo cual imagino que habría tenido que defender el desagüe con probado valor. También estaba Chucho el ladrón, aunque ladrones eran todos a mayor menor escala y a veces llegaban personajes de otros edificios o de otras zonas, algunos llevaban chavetas u otros filos pero todos dejaban aparcada su rufa y sus descontentos sociales, y se formaba una rumba descomunal de horas en el muro del Circulo Infantil, frente al edificio, que imagino que servía de espectáculo en vivo a los vecinos, antes del turno de las aventuras de la TV. Aunque a los rezagados del preuniversitario o de la facultad de geografía que salían tarde, no les hacía mucha gracia, se les veía en la cara y como apretaban el paso al divisar aquella jauría, porque pasar por ese camino frente a tanta hormona de guapos disparadas siendo blanquito o negrito domesticado para universidad, a veces, si no estábamos en medio del ripio de un ritmo, les era refrendado con una lluvia de burlas o algún gargajo y ocasionalmente unas cuantas piedras, pero nada más, sólo para echar unas risas, en mi edifico no había ningún abusador.

Puedo imaginar lo que hubiese sido crecer en un solar, ok, no habría disfrutado de otro universo de cosas, pero de las que el duende te introduce en el cuerpo, de las que el santo monta... de esas estaría puesto y convidado, de todos modos no me quejo, yo era un múcaro simpático para mis vecinos aunque me costó lo mío, nunca les hice la campana para que robasen, no me metí en nada delictivo que no fuese fumar yerba, muy penado en aquellos días, sin embargo los acompañaba a pasear aunque los buscasen guapos de otra zona por algo pendiente o la misma "monada", eso me daba ese plus de afecto más que de respeto, ya que yo no era temerario ni peleador en absoluto, ni quería aparentar serlo, pero sí era un compañero leal. Mis amigos del edificio fuera de la rumba vespertina eran el Piri,  Pedrín o el "Peter" ambos pepillos evitadores de problemas, y con el tiempo Omar, que había sido el primero en caer en prisión por propinarle un justo golpe con el canto de un machete al "Guayabo" de la zona 9, y hoy es una de las personas más equilibradas, inteligentes, completas y buen amigo que se puedan conocer, pero a todos los muchachos de la rumba los recuerdo con cariño y gratitud por brindarme aquellos días como a uno más.

Aquello ocurría cuando era adolescente súper masturbador, un poco después, ya de joven bigote de pelusa y todavía más masturbador que templador, pero ya apretador de categoría, me había convertido en un pepillo del rock e iba a las fiestas a por música y chicas, allí los blancos tenían una oportunidad de destacar en el baile con los Bee Gees, los Silver Convection, Abba, Barry Manilow o Billy Joel en los lentos, pero cuando sonaba Bonney M., Los Comodoros, Sangre Sudor y Lágrimas o Tierra Viento y Fuego, todo volvía a su lugar, los prietos del guaguancó necesitaban menos baldosas que los pepillos para desempeñarse, pero su espacio estaba en lo alto, llegaban al cielo. Además bailaban en una baldosa porque si alguien los chocaba o ellos chocaban a otro aparecían muchas papeletas para escuchar un estruendoso galletazo. 

Debajo, recuerdando en mi buhardilla uno de los guaguancó del muro del círculo infantil con mi fibra, y antes un vídeo de lo mismo que en el edificio pero en el programa de TV norteamericano Soul Train, impresionante como bailan todas las parejas, alguno payasos, otros pulcros en el ritmo, otros innovadores, imagino las historias en sus barrios mientras aprendían a bailar, porque los prietos en América entera, e imagino que en África igual, no aprenden a bailar en academias para baile, pagando y tomando clases, derecha, izquierda, ahora la cadera; no, nada de eso, ellos bailan, y bailan y bailan hasta que un día llegan a flotar.

La música primera es un temazo parido en Combinado del Este y recogido en Alamar, el segundo de The Sugarhill Gang en el programa de baile y música Soul Train donde una famosa pareja de baile cubana, Ramón y Cecilia destacó durante años. El tema musical en Cuba fue muy famoso en las fiestas, le decíamos "Aberejé", y resulta curioso por donde fueron los tiros, que veinte y varios años más tarde dio pie a un éxito de ventas en España y el mundo entero como pésima canción pegadiza del verano, cantada por las Ketchup, con el nombre de Aserejé

El Aberejé

Guaguancó alamareño

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