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30 agosto 2012 4 30 /08 /agosto /2012 04:38

 

 

Una vez mientras no sabía bien donde pararía, estaba viviendo en una oficina que tenían ciertos muchachos en la habana, una noche puse el tocadiscos al mango con el lp made in japan de deep purple, sonaba lazy o space truckin una de esas largas con punteos y solos de batería interminables, yo estaba a oscuras con unos rones por dentro y por fuera y empuñando una escoba esmeradísimo en la mímica, sacándole chispas al punteo de blackmore, súbitamente entró un alto representante de esos muchachos y abrió la puerta sin avisar y cuando encendió la luz yo estaba meneando la cabeza frenéticamente, yo ya era un muchachote grande y me inundé de vergüenza, pero me hice el boludo, lo saludé y fui dejando de a poco lo que estaba haciendo explicándome como podía, aparenté con decoro salir de ese trance aunque sentí que un hormigueo constante acompañado de un tibio ardor tomó posesión de toda la curvatura de mis orejas hasta la punta de la nariz.

Un par de días después me tocó a mi entrar de repente a la oficina, era una casona burguesa del barrio de miramar, de dos plantas, tenía un generoso jardín, nunca supe porque habiendo tanto espacio se amontonaban en la entrada el televisor, el vídeo, la bandera en cuya asta yo había incrustado cierta vez una bala de una browning nueve milimetros, y el equipo de música; corría el año ochenta y pico y al no haber aparatos de video rusos, los japoneses que lograban establecerse en su lugar, se convertían en una atracción. Pues casi en el sitio exacto donde yo había estado con mi palo de escoba a modo de stratocaster, lo encontré al testigo de mi anhelo, solo, observándose a sí mismo con suma atención en un vídeo por la noche con la luz apagada y cuando entré, casi copiando mi frenesí de dos días atrás me dijo sin que yo preguntase nada, -Estoy revisando a ver como quedó para mandarlo a unos sindicatos! Y aunque él no daba brincos, cabezazos ni tenía las venas empapadas en ron, su voz temblaba del mismo modo que la mía había vacilado al dar explicaciones que nunca habían sido solicitadas.
En la entonces moderna pantalla enorme de aquel ya anciano tv, quien cuarenta y ocho horas atrás evitase sonreir con ademanes que lo evidenciaban ante mi eterna frustración frente a la fantasía de ser un rocker de gran tirón, desveló su pretensión de que al menos en apariencia aquella barriguita desapareciese entre los destellos de color gracias a la tecnología sony trinitrón y alguna chica lo mirase como sus menos cándidos que perversos ojos lo hacían desde la penumbra.
Marlon Brando y Jimi Hendrix, de ahí en más todo fue mutis y ninguno de los dos precisó de la prisa, para ir hasta la fuente a brindar elemental aseo a sus prendas interiores.

 

 

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