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8 julio 2023 6 08 /07 /julio /2023 15:43

Uno de mis defectos que creía incurables, pero para mi sorpresa he logrado intervenir, es que no siempre, pero a veces, para cortejar a una dama a la que se desea con ganas, de esas que uno de verdad quiere besar, deleitar su delantera, abonarse a su postrimería, lamer a placer introducir y retirar las veces que el gozo y la altivez puedan sugerir. O aguantar. Todo muy románticamente. A veces hay que agasajar un poco, gastarse algo más que un sanguche, un menú oferta de KFC, unas tapitas y vinitos peleones de pie en los bares más berretas. Hay que entender que uno tiene otras edades que cuando sin bañarse e invitando a pan con aceite y alcoholifán, las titis hasta entregaban el marrón en la primera cita. Ahora ni con tan poquito te dan tanto, ni la que lo da es la mitad de la de antaño. Todo pasa y todo queda.

Hace unos años, en una visita a mi amigo Slava que vive en Moscú, llamé a una rusa que había conocido tiempo atrás en el Hotel Casablanca on the Beach en Miami, después de aquel encuentro que no llegó a fraguar en los palitroques proyectados, presumidos, ansiados, sin embargo seguimos en contacto por instagram, mail, face y whatsapp, tó en inglé. El tercer día en casa de mi amigo Slava, comuniqué con ella y le dije

-Te invito a cenar, nos vemos frente al Bolshoi-  lo que de inmediato aceptó.

Le comenté a mi amigo que esa noche no volvía a dormir, que estaría mojando el arenque latino en una aplazada oquedad eslava. Era fácil intuir que esta amiga tenía una familia rica, siempre está de viaje en lugares preciosos, comprando, vacilando y gastando; ella sabía que yo era un tipo que pretendía tener cierta onda pero pelado como la berenjena. Aún así me asaltó un temor, nos veríamos en las inmediaciones del Bolshoi, pero en el teatro hay un restaurante exquisito, la mar de fino, nivel cenas de reyes, no solo para ricos, sino para muy ricos con muy buen gusto, a ver si se va creer... Claro que rápidamente me dije a mi mismo "no te preocupes que ella te conoce, sabe que ahí solo entrarías por la puerta de atrás para ir al baño o llevar otro pescado, no tu arenque”. Compré salame, queso, pan ruso negro exquisito, sachets de mayonesa, una botella de vino cuyo corcho tuve a bien aflojar en la tienda con un sacacorchos que pedí prestado, y la esperé en un banco de piedra. Cuando apareció con los tacones que llegaban a la segunda planta, vestido negro brillante, aros relucientes y un peinado artístico, escondí la bolsa con el exclusivo convite, y me puse de pie, un par de besos, y le dije si prefería tomar algo dentro de una panadería tipo Panera o íbamos a la Plaza Roja a comer los bocadillos de salame y queso que yo le prepararía con dedicación de escultor para bajarlos con el buen vino tinto antes de "traca-traca". Me dijo:

-Ah, pensé que me invitabas al restaurante del Bolshoi.

Sobra explicar que esa noche no singué, ni mamé bollo, ni me mamaron el tubo, ni siquiera compartí el salame ruso, el pan negro ni el queso. De eso no hace tanto tiempo, y desde ese entonces aprendí que no a todas se les puede meter el bosbonique tras un par de mordiscos y unos tragos a pico de botella, que eso era en Cuba, y no por ser Cuba porque a una cubana de Miami la invito a eso y hasta una galleta me llevo de souvenir, sino por la edad y la carencia colectiva de la Involución "sociolista", la comprensión de la soga general elevaba el pomo en la plaza o en el malecón a nivel de cena en el Bolshoi, o acaso un peldaño más arriba, lo que en cierto modo salvaba de onerosos esfuerzos detallistas.

Hoy, aún cuando me cuesta estirarme frente una carta nutrida en ceros, ya me preocupo de que el primer palito, y si merced del entusiasmo y la nostalgia se tercia, también los dos restantes, sean en un hotel de ventanal y alcoba de sábanas limpias, en vez de mi catre, y tras unos vinos decantados por camareros en copas altas, de un agradable bar de moda, aunque no el de la mitad de la plaza, sino aquel de allá, al doblar la esquina, un poco más allá, todavía más unos metros más, que está muy majo, muy bonito y muy moderno, pero que cuesta la mitad.

Bolshoi

Bolshoi

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