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25 marzo 2022 5 25 /03 /marzo /2022 12:04

Ernesto Guevara en Madrid, en la plaza de toros de Vista Alegre, en la cafetería California de la Gran Vía, en las Galerías Preciados que abrieron una tarde de domingo para que pudiese comprar una cámara de fotos, libros y alguna otra cosa, haciendo honores a la Facultad de Medicina, en Moncloa y otras fotos con paseantes.

Le generó particular ilusión poder ver Madrid, esa amalgama de toda España, una tierra tan unida a su familia, aunque la mayoría de sus apellidos fuesen llegados de Iberia a América varios siglos antes. Fueron tres las veces que paró en Madrid como escala, una en junio de 1959, otra en septiembre de ese mismo año regresando del mismo viaje y la tercera en 1966, caracterizado como Ramón, el hombre de negocios uruguayo de calva pronunciada que pocos meses más tarde moriría en Bolivia. Las fotos pertenecen a las dos primeras escalas, yendo a distintos puntos de Europa, recién triunfada la Involución cubana, cuando Guarapo lo había destinado a las relaciones con el resto del mundo, Europa y Asia ¿sería por sus modales pequeño burgueses, por hablar francés o por ir quitándoselo de encima?

 Dejó y se llevó fuertes impresiones de la ciudad de Madrid

En Cuba por supuesto no fue divulgada esta visita. España estaba gobernada por el único fascista genocida que quedaba en pie de mediados de siglo, Franco, enemigo mortal de todos los exiliados españoles a quienes dio albergue, entre otros, su padre Ernesto y su madre Celia en Altagracia, Córdoba. Pero así no enemigo de Fidel, cuyo padre, Ángel Castro, era tan furibundo franquista, que había aportado dinero para el golpe de estado a la República ejecutado en 1936; en el fondo (sin alejarse mucho de la superficie), aunque de barnices ideológicos de aspecto diferente, sentían atracción y cierta simpatía mutua, como buenos caudillos autoritarios, como buenos dictadores vitalicios.

Ernesto tenía permiso para hacer escala en Madrid, pero todo el tiempo tenía dos policías secretos vigilándolo, para informar a sus superiores qué hacía y si se reunía con alguien susceptible de engrosar la cifra de encarcelados o eliminados.

¿Qué pensaría hoy sobre esta España?, me pregunto yo en lugar de la recurrente interrogante que me hacen sobre cuales serían sus impresiones sobbre la Cuba actual, ¿entendería que en su tierra a nadie le importe León Felipe, Unamuno, Miguel Hernández, Antonio Machado, Goya o Picasso? ¿Cómo entendería a esta nueva izquierda anti taurina, defensora de los derechos de homosexuales, del carácter más burgués del feminismo que toma como patrón al sufragista en contraste con el feminismo obrero inglés, de los inmigrantes que dejaron sus países en la miseria para buscar la salida más individualista, que lo último que menciona en su discurso es al peón, al currito, al campesino, al marginado del híper consumo, dejándolos en manos de la demagogia de la ultraderecha?  ¿Percibiría en ello evolución o erosión de la izquierda? Él, que tenía una mente desarrollista inserta en un ser romántico, ¿vería avance o retroceso en el abandono de la España de cañas y barro, de boina y refrán, de trabajo y lucha en pos de la de tinte claro para aclarar la cabellera, de chalet adosado hipotecado, de música mala, libros pésimos, cruceros en un charco y amnesia del pasado?

Le sugirieron no ir vestido de verde olivo para guardar discreción  dadas las diferencias ideológicas, aunque aún Cuba no se había declarado el carácter socialista de la revolución ni se había alineado con la URSS, dijo que no, que su condición revolucionaria era permanente, asumiendo en todo momento todos los riesgos.

Trascendió que lo pasó muy bien y que una de ellas fue una visita inolvidable, habló con madrileños de a pie, tomó café, comió pulpo, asistió a ver una corrida de toros, pero imagino que sobre todo habrá descansado un poco del alboroto rebelde de la incipiente revolución de los guajiros, dejando que recorra su cara ese aire fresco tan característico de Madrid rebozado de olor a churros, a tortilla de papas y chorizo saliendo de los bares, y en secreto se habrá dejado arrullar por la cultura de la madre patria y por las miradas de las madres de la patria. 

La uña de un guerrero republicano aun tibio en su impoluta mortaja fantasmal, a modo de saludo marcó su mejilla con un arañazo inter dimensional. Y a modo de reclamo.

El Che en MadridEl Che en Madrid
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