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10 junio 2019 1 10 /06 /junio /2019 17:08

Durante los primeros años de mi estancia en La Habana vivía en el Hotel Habana Libre, que había sido antes de la Revolución Hotel Habana Hilton. Cada mañana bajaba a desayunar a un coqueto restaurante en la planta Mezzanini, ordenaba un par de huevos fritos que venían con unas gruesas fetas de jamón caliente debajo, y pedía además una ración queso fresco. Me comía los huevos pero el jamón y el queso lo metía dentro de los panecillos calientes untados con mantequilla, los envolvía en las finas servilletas de tela blanca y los llevaba a la escuela.

Mis compañeros del colegio no tomaban el desayuno en aquel restaurante, y la gran mayoría hacía años que no habían tenido la ocasión de saborear el jamón. Yo me ocupaba de acercarlos a ese recuerdo impreso en el hipotálamo.

Una tarde se acercó uno de los “compañeros revolucionarios” del ICAP que atendía a mi familia, y se tomó un tiempo para explicarme que en Cuba se había hecho la Revolución para que todo el mundo fuese igual, sin embargo-dijo- aún quedaban cosas por hacer, y por el momento la población de “fuera del Hotel” no tenía el mismo acceso al modo de vida que generosamente la Revolución nos estaba brindando a los de “dentro del Hotel”.

Sugirió que no llevase más los bocaditos de jamón al colegio, porque los niños podrían estar llevándose una idea equivocada.

En ese instante conocí el carácter subversivo de dos de los elementos más extraviados y extrañados en la isla de Cuba: el jamón y la verdad.

El jamón y la verdad
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16 mayo 2019 4 16 /05 /mayo /2019 19:28

Unos le decían "El edificio de la tradición" porque casi no se producían divorcios entre los muchos vecinos que allí moraban, y otros, sin más, le llamaban la "Torre del gustito"

Comenzó como empiezan casi todas las cosas que valen la pena, por casualidad. Una tarde un vecino de los altos salía del ascensor cuando entraba una del tercero, explosiva, generosa en todo lo que es menester llevar, ella iba mirando hacia a atrás y su mano se coló en la entrepierna del gratamente sorprendido vecino, por una milésima de segundo pareció que la mano se demoró un poco más de lo que el decoro y las buenas costumbres sugieren, el instante duró tan poco que casi no tuvo existencia, pero desató tanto en miradas, suspiros, aromas, pérdida de noción de espacio y tiempo, aceleración de ritmo, que en la existencia permaneció como eterno.

Una vez volvieron a encontrarse pero ya en sus ensoñaciones de sofá, esos senderos interesados por los que la memoria arrastra a los recuerdos, y decidieron plantear en una reunión que de los tres ascensores, quienes usasen dos de ellos, durante el trayecto tendrían total libertad para tocarse, franelear, besarse y restregarse pero sólo hasta que el ascensor llegase a su destino, no era menester subir y bajar como un acordeón poseso. No pasó mucho tiempo hasta que a raíz de la subida vertiginosa del gasto de mantenimiento y limpieza del habitáculo móvil, tuvieron que acomodar las cuotas de la comunidad, pero se saldó por unanimidad sin un pero ni una queja.

No siempre el o la partenaire era de los favoritos, pero cualquier pasajero servía para llegar a casa sin pensar en la tele, sobre todo porque en el edificio ya se había desarrollado un disfrute de la vida, un optimismo contagioso, y ciertamente una alegría lasciva, nadie salía a tirar la basura en pijama y pantuflas amofetadas, casi cada vez que los andantes subían y bajaban lo hacían enfundados/as en sus pantis, con lencería visible o sin ninguna prenda interior zapatos de tacón, con jeans ajustados, colonias seductores y escotes profundos.

A los solteros los invita al proceso inverso, primero se entonaban en casa con alguno de los medios al alcance y salían raudos al encuentro de la sorpresa que les deparaba esta modalidad para adultos de huevo kínder. Era condición sine qua non tratar al ascensor como tal, por lo que había sido concebido, nunca por lo que se había convertido. No hacer referencia a lo allí ocurrido ni siquiera entre los miembros de la familia, sabían que para mantener la lozanía de aquella felicidad debían distanciar los mundos, el elevador era algo más allá de un compartimento estanco, de un espacio privado, era otra dimensión.

La higiene era fundamental, salir de casa sin una revisión estricta de las ingles, axilas, boca e intimidades más celadas, podía representar un error que lamentar durante largo tiempo, en los edificios los chismes corren como telegramas. 

A veces se llenaba el ascensor con cuatro. Se llegaron a armar exquisitos entreveros que encendían el espacio hasta el piso cinco, luego un trío hasta el nueve y una pareja al veinticinco, y de ahí en más cada uno arribaba a su casa con su cuota de alegría inusual en los demás hogares del barrio, no importaba cuanto tiempo llevasen casados, casi cada noche, día, tarde, en el catre, el sofá, en la cocina o en la ducha, sonaban campanas de fiesta. 

Tal era la fama del Edificio que más allá de los límites del barrio incluso de la ciudad la gente procuraba conocer un vecino afortunado que viviese de la mitad hacia arriba. Todos preferían un café en casa de esos amigos que un asado en el parque, los carteros llevaban las cartas hasta las puertas no se limitaban a dejarlas en el buzón, las visitas de fontaneros, electricistas inspecciones técnicas,  eran permanentes, nada complacía más a los repartidores de los mercados que los pedidos a domicilio de aquel edificio, así como los de correo de paquetería.

Eso sí los noviazgos de los vecinos jóvenes duraban lo que un banquero en un juicio, varios ni se molestaban en formalizar relaciones. Era como si brotase champán de un fuente las veinticuatro horas.

Y si al llegar a casa uno de los componentes de la pareja existía un desnivel de los vapores entre ambos, quien requería un toque de pimentón se daba una escapada de ida y vuelta al bar de la esquina.

Aún así no podía evitarse del todo que se produjesen algunos divorcios, como era el caso de los del primer y segundo piso que casi nunca pasaban de asir con fuerza casi desesperada un pecho o un escroto resignados ante la injusticia de la inmediatez con que se abrían y cerraban las puertas, tanto que incluso en una reunión se abordó la posibilidad de dotar de un freno al ascensor entre la planta baja y el tercer piso aunque se desistió finalmente dados los costes.

También enfrentaban mayores tensiones los de la últimas plantas que a menudo llegaban a sus aposentos descargados y suspirando, aunque a diferencia de los vecinos de las primeras plantas, si se divorciaban ninguno de los dos quería mudarse del edificio, a veces hasta resignaban verdaderos patrimonios para permanecer en la paz de sus alturas, pero por lo general, ante la creciente demanda de aquellos pisos, apartamentos y buhardillas, cuando un matrimonio de las alturas se separaba, con el fin de evitar los constantes llamados al portero eléctrico colocaban esos carteles brillantes y bien visibles desde cualquier punto del barrio: 

-No se vende-

Homenaje a Hopper- Lockwood

Homenaje a Hopper- Lockwood

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29 abril 2019 1 29 /04 /abril /2019 17:59

 

Nací el 3 de Mayo de 1963, el día de mi treinta cumpleaños, en 1993 la Asamblea general de la ONU proclamó ese día, el tres de Mayo como Día de Mundial la Libertad de Prensa. Mis dos padres estudiaron periodismo, el viejo no ejerció nunca y mi madre, que tenía más madera de relatora, lo tomó de a ratos y lo fue dejando como se abandonan las cosas muy personales para siempre y jamás. No ejercieron porque entre otras cosas se dedicaron a creer en los dioses del Panteón de la revolución.


Visto con retrospectiva, parece que me educaron para saber molestar,  nunca importé más de un bledo en casa, sin embargo y aunque perdí chorros de posibilidades de albergar en mi pecho una justa cuota de autoestima, nunca me rendí ni dejé de joder, y entre toda esa inmensa pérdida de tiempo, algunos tesoros, preciados, me dediqué a gastar la suela de los zapatos en busca de placeres, amigos, historias, risas, problemas y amor.


No estudié periodismo, sin embargo, a lo largo del tiempo me convertí en cronista necesario de los entornos que presencié, de la gente, los sentimientos, la belleza y tanto el brillo como el óxido de los filos de la daga que descansa en mi costado. Siento que atravesé la vida para hoy poder contarla, para mostrar los dolores de la gente, el lado amable de sus intestinos y la traición. Y lo hice practicando el amor a la libertad, al bien , a los colores pastel y azul marino, a los perfumes, a  la luna y la mesa, la buena música y mis árboles vecinos, esos que tienen algo de mi madera. Por alguna razón la frase que le atribuyen a Orwell acerca de la diferencia de la obsecuencia al poder y el periodismo decente, se hizo carne en mi desde temprana edad.

Soy ateo y escéptico, pero que loco esto de que haya tantos elementos del mismo conjunto dando vueltas alrededor del tres de mayo, de Tauro, de la libertad, la palabra escrita, los sofás, los labios y las tetas mullidas.

Con el as de bastos 

As de tauro y de libertad
As de tauro y de libertad

As de tauro y de libertad

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12 abril 2019 5 12 /04 /abril /2019 16:31

Un amigo que es un buen tipo y tendría toda la razón si me hubiese estado burlando, se molestó por mi videíto de "Una monedita por favor que no quiero trabajar más"; deseo hacer un descargo para evitar malos entendidos a tiempo antes que me den, además de aclarar que a menudo experimento con las respuestas de la gente en la calle, sin grabarlas porque voy solo y porque no es ese el fin, haciendo preguntas absurdas, cantando o bailando en la calle, representando un sketch, es algo que me apasiona hacer sin fines de difusión, sólo para saber más acerca de nosotros como especie y como sociedad.

Llevaba diez minutos haciendo un experimento en la calle con una pizca de humor y me sorprendieron algunas reacciones, así que busqué un sitio donde poner el teléfono y grabarme, pero en este trozo captado no se produjeron las mismas situaciones, aún así se puede ver lo duro que es pedir y no ser visto.

Durante un tiempo tras una larga experiencia de cambios en mi vida, algunos provocados y otros por consecuencia, llegué a quedar en la calle. es una larga historia y prefiero hablar de las cosas lindas o grotescas que llamen a plantearse, a corroborar, a comparar, a asociar a conmoverse con la realidad o la fantasía, sin abordar estos días; pero sí, compartí tiempo con el estrato social menos favorecido y menos atendido en todos los aspectos.

Cuando me echaron de Cuba ya estaba completamente alcoholizado y disperso mentalmente, o quizás no, tal vez estuviese centrado en mi destino, la cosa es que en Argentina fui profundizando cada día en esa dirección, llegué a una situación, no digo límite, porque el límite nunca lo conocemos hasta que lo rompemos y pasamos al otro lado, pero tenía 56 kilos de huesos, fracasos y tendones, era todo alcohol y sucedáneos, el alma pesaba como un yunque, pero también estaba lleno de vida y de amigos.

La cercanía a la muerte durante la juventud, se da en aquellos que están tan llenos de vida que sólo pueden canalizarla mediante una explosión.

La calle me esperó y fue dura, empecé a dormir en albergues de Caritas, comidas de Caritas, abrigos de Caritas, no quería pedir nada a ningún familiar ni que me viesen necesitando y suplicando, excepto tías Nilda y Celia y primo Taco ; todo lo ateo y anticlerical que soy, lo soy también de agradecido a esas señoras, monjas y sociólogas tan cariñosas en momentos tan desesperados del prójimo al que nadie presta atención.

Conocí gente increíble, Caritas prefería dar albergue a quien acababa de caer en desgracia porque no teníamos todavía la mugre de la ciudad tatuada en el aura, aún teníamos las uñas y piel humanas, el bronceado de la playa es muy distinto al de la calle, y podríamos salir antes del polvo, conseguir trabajo con la ayuda de la sicóloga, y sobre todo con un poco de afecto y cuota de obligaciones; pero aún así conocí a muchos viejos que llevaban años en la calle, uno había dejado de robar y eligió vivir fuera del delito, no tenía otra manera que así, era un maestro jugando a las cartas y una enciclopedia del tango, había otro personaje, lo recordará mi amigo Omar Salinas, ese no lo conocí en un albergue, sino en uno de esos llamados "hotel de paso" aguantaderos de precio módico, era un Pereyra Iraola, tenía hijas casadas en la catedral, a las que ya no veía desde hacía años, estancias tan bellas como extensas, cruceros por Europa en años que era exclusivo de un sector, muy reducido, un edificio en Diagonal Norte del hermano, y cosas por el estilo.

De mi también decían -mirá uno de los Guevara Lynch en la lona- pero la verdad, es que si yo salía de mis tribulaciones mentales de ninguna manera me esperaba una vida suntuosa, a Horacio sí, pero llegaba muchos años cayendo, lo metieron en las mejores clínicas, mientras lo iban echando de una, iba a otra cada vez menos buena hasta que empezó a ir a las malas, y un día solo le quedó un hermano que lo quería, y le dijo.

- Te pago este tipo de hotel- ellos podrían pagar el Alvear- y cada día tenés que presentarte limpio en mi oficina a la mañana y te quedás en el edificio hasta la tarde- como en un trabajo, hoy cuando lo pienso, el hermano lo quería bien.

Era alucinante, se emborrachaba de una manera que nunca más volví a ver, los ojos se perdían en el infinito, pero no como se nos perdía a todo borracho, bueno, de mi dijeron que también me emborrachaba así, pero no, porque él aparecía en una escalera, en el suelo, en un baño, como yo, pero a las ocho estaba de pie con el traje percudido pero doblado impecable sobre el pecho y la corbata anudada al estilo Windsor, el pelo mojado como si estuviese engominado, cigarrillo en la boca, voz gutural, camino a la oficina del hermano. A esa hora ni recordaba la noche anterior ni propinaba un trato cercano, a la mañana era el Dr. Jekyll ¿ O en realidad ese ser intentando regresar a la parte de la sociedad que lo destruyó y lo expulsó era Hyde, y Jekyll era el  que abría la puerta de salida a sus tormentos y fantasmas con las primeras ginebras vespertinas?

Deseo que Horacio haya zafado porque era buen tipo, y porque en medio de su melopea me decía: -Martincito vos sos pariente mío, somos de las familias fundadoras, cuídate-, y al instante se volvía a perder en sus estertores de otra dimensión, de un hombre que aún teniendo todo asegurado no conseguiría sacarlos de su pecho sin llegar al final del camino.

Ernesto y la esposa brasilera. Nos habíamos cruzado dos veces en el camino, ellos viajaban por la vida aliviando la mala suerte de quien pudiese tirarles unas rupias, una vez fueron a Coqueiros, a averiguar porque Rubén perdía cada día más clientela habiendo comprado un boliche de música brasilera tan exitosos en San Telmo. Según Rubén la sesión fue sorprendente pero no hizo nada de lo que le dijeron, a los pocos meses vendió el local por menos de la mitad de lo que lo compró. Aunque creo más bien que fue porque el jueves ponía jazz, el viernes y sábado brasilero, y el domingo folclore nacional, una melange que, en cualquier caso confundió tanto a los parroquianos como a los fantasmas que según la esposa de Ernesto impedían ver al final de la noche una caja registradora cansada de trabajar.

Había por supuesto otros que no hacían ninguna gracia, pero de cada uno se aprendía y cada uno tenía una historia, unos hijos, hermanos, padres, primos, amigos que ya no querían verlos nunca más.

Viví así y lo porto en mi corazón como un tesoro, también viajando por América sin un solo cobre después de gastar los veinte dólares iniciales, vender el reloj y el abrigo de pluma para invierno de sur argentino, durmiendo en albergues de pordioseros de los cuales Joao Bautista se hizo mi parceiro por meses en la carretera, hermano siamés de ruta, muchas veces la única diferencia entre un sin techo, un ciruja, un clochard, un mendigo, un linyera, y aquellos que le rodean, es que en un monento de su vida, pudo más su vergüenza que cualquier transigencia;  es una parte de mi vida a la que guardo un respeto sepulcral, es gente a la que no usaría para saciar ni la más mínima vanidad, cuando he avanzado unas líneas sobre aquellos días y sobre aquellas personas, me emociono en cada párrafo y los recuerdo en su altar con respeto, con cariño, con solidaridad y la justa cuota de dolor compartido.

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21 enero 2019 1 21 /01 /enero /2019 22:00

En Canadá un hombre de cincuenta y seis se creía una niña de cuatro años y amparado en la ley de perspectiva de identidad, se hizo trans edad y trans género, como sus padres habían fallecido de ancianos,  la ley lo consideró una niña desamparada y fue adoptado por un matrimonio de lesbianas que ya había adoptado a una niña de cinco años, así es que se viste de rosa, se pone moñitos, zapatitos de broche y juega a las muñecas con su hermanita mayor. Sus hijos lo procesaron a su manera.

En Estados Unidos un grupo pelea por lograr que la ONU reconozca la trans raza, ya no quieren ser anglo descendientes sino afro descendientes, se tiñen la piel, se encrespan el pelo, lo de bailar lo llevan como pueden, y buscaron padres y familias afroamericanas que los adoptaron. Los blues los cantan igual de mal que cuando eran blancos.

También en EEUU una señora que no anduvo con suerte en el matrimonio, se declaró del género de la "mismidad", se dio cuenta que no quiere tener relaciones con hombres ni con mujeres, se da placer a sí misma, se mantiene, tiene un espejo de cuerpo entero, se considera feliz sola y entonces decidió casarse con ella misma, y es así que figura como su propia esposa, si a ella le ocurriese algo ella misma sería la beneficiaria y todo queda en casita.

En Inglaterra una entrenadora de delfines se casó con su delfín por la ley de género que ampara sentirse un animal. Buscaron una sirena que hiciese de sacerdotisa para que la unión fuese contemplada de forma anfibia, pero se tuvieron que conformar con una buzo con cola de rana.

Basándome en esto y no quiero que lo tiren a broma, en este solemne acto, aunque de inmediato iré a formalizarlo al juzgado mientras continúe siendo persona, me declaro Pinga, a partir de ahora buscaré una mujer que se crea coño para probar como va la cosa, bueno, hoy por hoy no tiene que haber sido una dama, con tal de que se crea coño es suficiente.

O sea que ahora soy "Pinga para todo el mundo".

Toda vez que hoy soy un tremendo pingón de un metro setenta y siete centímetros, dejo a la altura del betún a Rocco Siffredi, al Niño Polla, a todos los de Zaire y al de la beca que iba a la ducha sin toalla. Esta ventaja de tamaño Guiness es obvia, la otra que es que tengo dos morrongas, una soy todo yo, y la otra es la que conservo de antes de mi cambio de identidad, pero además tengo una tercera ventaja en que nadie pensó, cuando los años vayan cayendo, me seguiré levantando como un resorte sin necesidad de pastillas ni elixires.
Bueno quizás ya muy adentrado en abriles medio doblado a la altura cervical, algo titubeante al andar, hasta incluso acaso deba usar algún rudimento, espero que no se vuelva a poner de moda aquella canción de mi juventud en Cuba:

"Se me perdió el bastón/ se me perdió el bastón"

 

 

Nueva identidad

Nueva identidad

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20 enero 2019 7 20 /01 /enero /2019 01:24

La verdad es que ni soy, ni me siento el animal político de Aristóteles. Han sido años de inercia. Ni siquiera opinaría de política si no hubiese sido tamizado por una recia sobre dosis directa a la aorta de Cuba y de todo lo que de ello se desprende, sumado al entorno de idolatría y endiosamiento al hermano de mi padre en algunos ámbitos, a la vez que en otros un encono en su contra igualmente hiperbólico.

Habría seguido sintiendo cada injusticia en lo más profundo de mi ser, pero creo que no habría tenido elementos ni la pulsión por canalizarlo a través del discurso político e ideológico.

Si hubiese sentido mayor pena por un ser humano sufriendo frío, a lo mejor habría sido ingeniero textil o de energías alternativas, si me hubiese apenado más alguien con hambre me habría dedicado al sector alimentario, agricultor, ganadero, si el alma me la hubiese embargado un mendigo sería ingeniero civil, arquitecto, constructor, poeta maldito, eremita, o mendigo.

Tantos caminos me habría sugerido mi sentido común natural para llegar directo a los asuntos que me conmoviesen, antes que el atajo intangible de hacerme de un discurso, de un sistema de pros y contras, de altanería moral, de declaraciones rotundas y altisonantes de principios, de iconos, fetiches, paradigmas, constructores de la nada, que de nada y para nada sirven.

No lo puedo asegurar, pero así como intenté con el vino y el tabaco obteniendo buenos resultados, y con el café y los pinchitos forajidos sin demasiado éxito, intentaré alejarme de escribir con el estigma del permanente barniz político, de esta posición clara y diáfana que no requiere de ninguna reflexión previa para encarar cualquier cariz ético.

Y acaso a través de ese camino regrese de vez en cuando a criterios políticos más saneados, desintoxicados, alejados del mínimo atisbo de dogma, a participar y opinar sobre lo que puedo modificar, destituir o edificar. Nos acostumbramos a blasfemar contra Guarapo Castro, Trump, Putin, los chinos o los banqueros, y nos olvidamos que los indeseables están más cerca, en la misma esquina cuando nos cobran veinte céntimos más el café, la carne pasada, o aun más cerca, cuando de nuestra propia sangre nos pican con más alevosía que el mosquito "Aedes aegypti"

Aun debo un artículo sobre los sesenta años del sempiterno gobierno en Cuba, no en sentido cronológico como el que publiqué el día que se cumplió el aniversario, sino auscultando la posible herencia del sistema, cuatro charlas ya pactadas, y después ¡voilá! observación del entorno y del interno, escribir sobre las miradas, sobre los roces, sobre lamer chocolate o vulvas, sobre el campo, el olfato, la noche en la ciudad, la risa y los ruidos, la amistad y el sacrificio, la almohada, el asma, las traiciones, el abandono, el desamor, el placer y el dolor, la uña enterrada en el canal raquídeo y las diferentes eyaculaciones, sobre lenguas, vaginas, anos, o sobre la socorrida mano de las pajas patéticas, vergonzantes, solitarias, escondidas, perdedoras, silenciadas, pero gozosas como el baile de mil demonios antes de la siesta.

A la mierda la jerga política
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9 enero 2019 3 09 /01 /enero /2019 18:08

Gracias a una de esas posibilidades que ofrece la modernidad quedé con una señorita que decía contar con cincuenta y nueve abriles, ello me inspiró el recuerdo de mi devoción por la profesora de Astronomía cuando descruzaba las rodillas para volver a cruzarlas bajo su escritorio, dando bandazos de muslos aterciopelados y coloreados por el sol caribeño, y siempre que la visibilidad lo permitiese, apreciar la resguardada entrada a la cueva sede del concilio de dioses y demonios, que todo feligrés y pagano de aquel aula y alrededores ansiaba conocer casi tanto como los placeres prohibidos de la Yuma.

Bueno, cincuenta y nueve ya no es lo mismo desde los cincuenta y seis, que unos treinta y pico a cuarenta desde los diecisiete, pero para jugar a papá mamá durante los rounds que pudiesen aguantarse en pie y después cada uno a su casita, representaba todo un honor, y un nada desdeñable placer.

Si fuesen cincuenta y nueve.

Llegué al bar con la clásica mezcla de entusiasmo y expectativa de quien está a punto de salir a un escenario, faltaba un minuto para la hora acordada, y recibí un mensaje preguntándome si ya estaba, entonces pensé que ella llevaba más inquietud aún que yo y me dije- Hoy Pepe se moja hasta empaparse-.


Cuando llegó casi la trato de usted. Aquello sólo podía tener cincuenta y nueve años en el principio de la cifra que describiría la solera de aquél desmesurado crisol de arrugas y más pliegues, ora en manos, ora en brazos, escote, cuellos y lo digo en plural porque eran tantas las arrugas, que parecía llevar una nutrida cantidad de pescuezos. Más que un timo era una afrenta, un desfalco.

La primera mirada fue de total sorpresa y la segunda fue para buscar la mesa más retirada y resguardada de luz y del tránsito humano. Pero aún deseando huir despavorido, preferí mantener en mi pecho la medalla de caballero que yo mismo me otorgué frente a la estatua de la traicionada y depreciada reina Juana La Loca, una tarde de magia y luz en Tordesillas, y entonces le dije:

-¿Qué deseas tomar? evitando hipérboles como "preciosa" "bella" o el atrevido "bombón". Más que nada porque de ser cierto sería el fósil de un bombón de la corte de Doña Sancha previo al arribo a Europa del chocolate y el azúcar . 

Para mi sorpresa en medio de una charla menos animada que las palabras más lúgubres dentro de un panteón familiar, me confesó que "ella no confiaba en absoluto en las citas porque había muchos hombres mentirosos". Todo era tan del absurdo de Ionesco que asentí casi con la misma resignación del esposo al que la señora le pregunta antes de apagar la luz para dormir en pijama: ¿aún me amas?.

Sin embargo la absoluta libertad para comportarme como me diese la gana que me brindaba tal oportunidad, a sabiendas ambos que había sido vilmente conducido hasta allí para probar mi flema frente la revelación del más abyecto de los engaños, y el derecho que ello me otorgaba a encabezar cualquier tema de conversación o un silencio prolongado hasta bastante rebasados los límites que los buenos modales sugieren, me hizo sentir no del todo engañado, o mejor dicho, no del todo molesto por semejante embuste y me permitió la libertad de usar un interlocutor válido para abordar el tema que me viniese en gana. Pero tampoco había algo de que hablar que no fuese sobre marcas de lavarropas o de tiempos de cocción de granos y legumbres; así que al cabo de mi jugo de uvas, y de observar cada parte visible de su anatomía para asegurarme de que ni con la imaginación de Lewis Carroll conseguiría una pizca de motivación, le espeté, como respetuoso benjamín en presencia de la más excelsa ancianidad, un -Que bellos ojos tienes- que sonó más bien a:

-Al menos el color de los ojos no se arruga-

¿Sería mayor la tentación al engaño que al pecado de la carne, o el control sobre el armado de esa ficción conseguía vencer a cualquier resignación?
Pagué, nunca había estado tan feliz de despedirme de un billete, y nos dijimos adiós recordando" cualquier cosa ya estamos en contacto". Me sorprendió ser abordado por una sensación confortable, de orgullo de mi bondad, de haber abonado el coste total de alguna socarronería del pasado. 

De camino a mi coche la idea de que una de las enormes pasas de uva que hacían las veces de tetas se me metiese en la boca fue tan aterradora que debí sacudir mi cabeza a ambos lados como si tuviese una avispa, e introducirme en un supermercado para comprar un buen pedazo de queso y fetas del mejor jamón, me había ganado con creces el derecho a no volver a portarme bien por el resto del día.

Eso sí, si escucho de nuevo alguien decir que la lascivia y el vicio hacen embusteros a los hombres, no lo volveré a saldar con un trozo de gruyere, ni siquiera con el mejor de los jamones.

Cronos
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4 enero 2019 5 04 /01 /enero /2019 22:35

Cuando era muy joven hace muchos abriles, Fefa, una gorda graciosa que cursaba dos grados más arriba que yo, se me encarnó de repente cuando pegue el estirón. hasta ese instante había sido un alfeñique no demasiado agraciado, pero tras el esparcimiento de huesos músculos y tendones, sobre un manojo de tendones y venas, me convertí en un joven que podría calificarse de... aceptable plus; pero cuando sacaba a pasear unas no demasiado experimentadas, pero sí atrevidas artes seductoras ¡ah! ahí pasaba al selecto estrato de los elegidos, aunque sólo fuese lo que duraba el alarde.

Hete aquí que mozas, guainas, zagalas, muchachas bellas y zopencas, en algún momento del día me echaban aquella mirada tan distinta de las de sólo un año atrás. Pero ello no significaba que todo era lo que parecía, algunos amigos creían que tenía varias novias y lo cierto es que a veces tenía dos a la vez, pero la cosa no pasaba de besos más o menos torpes, algún apretón de teta, ohh esos masajes de tetas que hasta después de la muerte nos mantendrán vivos, y pantalón enjabonado, aunque no había amigo al que no le hubiese dicho que ya había mojado tanto la habichuela que hasta había aprendido a nadar.

Ningún pecado, todos hacían lo mismo.

Un día que me quedé fuera de clases para fumar y se me acercó la gorda Fefa a picar un cigarro, yo los escondía en las medias, pero mi abuela me había cosido los bajos del pantalón tan arriba que cuando me sentaba se veía casi toda la cajetilla. Además todos usaban el mismo escondite.

Le di un cigarro y la verdad que la gorda me cayó bien de entrada, empezamos a reinos y no parábamos de hablar, como si nos conociésemos desde hacía tiempo, pero ella era mayor que yo, incluso podía ser que más de dos años mayor porque había repetido un grado. La gorda tenía tremendo culo y unas tetas enormes, hablando con ella me puse a pensar lo que sería todo aquello sin sujeción.

Empezamos a vernos en recreos y turnos saltados para fumar y comer mierda, me preguntaba por las chicas con que salía o que quería salir, o que ella pensaba que querían salir conmigo, y los que salían con ella, hoy creo que esas charlas nos fascinaban porque aún sin darnos cuenta estábamos de alguna manera franeleando con la ficción y la terminología picante de las fantasías.

Mi casa estaba cerca de la escuela y un día que nos escapamos un turno que sería seguido del receso o sea que teníamos una hora entera y cinco minutos para vagar le dije si quería podíamos ir a casa y ahí fumábamos y comíamos algo. caminando pro aquel pasillo sin alumnos parecíamos un número diez, yo tan flaco y ella tan redondita. En casa me preguntó si mis padres no tenían algo de beber que tuviese alcohol, le dije que vivía solo con mi madre pero buscaría, encontré una botella de licor de plátano, le serví un vaso, le puse hielo y yo cogí un café.
Mientras fumábamos la gorda abrió las piernas dejándome un impresionante filo, aunque no tenía aquella separación de muslos de pie, sin embargo sentada era otra cosa, de repente empecé a atosigarme con el humo y a calentarme como una cafetera, la gorda se fue acercando a mi y me plantó un beso en la boca, el beso se hizo interminable, sentía sus dedos por todo mi cuerpo, los míos empezaron recorrerla, a amasijar tetas, a sacarlas afuera, a chuparlas, a meterlos en la entrepierna y al poco rato de que me echó una mano a la bragueta sentí la erupción de un volcán de placer con la herramienta en sus dedos, entre el calzoncillo y el vientre, me asistió un repentino ataque de pudor por haberme ido tan rápido, ella me miró me dio unos besos más fue al baño a lavarse la mano y cuando yo entré a lavarme para salir nuevamente extasiado en que por fin metería el rabo en una cueva mullida, y vaya que mullida, escuché la llave en la puerta.
Mi madre.
Eran varias cosas que debía explicar, que hacía en hora de clases en casa, el humo del cigarro, Fefa con la blusa desabotonada y el vaso de licor de plátano. Salí del baño y mi madre entró a su habitación haciendome una seña para que fuese, me dijo: Ahora te vas inmediatamente de aquí al colegio, te llevas a tu amiga y cuando vuelvas vamos a hablar seriamente.

Tenía una mezcla de la más que obvia situación engorrosa por ambos lados en que me acababa de ver envuelto, con una alegría de la vida manifestada en esa respiración diáfana que ocupaba todos los pulmones y me llegaba hasta la base del mismo rabo para empujarlo con insistencia hacia la elevación celestial. Salimos de casa, la gorda le restó importancia riéndose, yo no sabía como decirle que quería singar, saltarnos el turno tras el receso y buscar un lugar, cualquiera, en un matorral, me daba igual, lo único que quería era seguir explorando aquellas masas perfumadas y ardientes, mientras caminábamos al colegio no se me ocurría nada y tampoco Fefa me ayudó con alguna sugerencia, con alguna señal, cualquiera que hubiese emitido y yo habría encontrado el mejor pent house para entetarme y embollarme todo y salir de allí hecho un rey.

Llegamos justo al recreo y ya había grupos de amigas de ella a los que se apresuró a aproximarse despidiéndome con un "nos vemos" y yo seguí recto, sabía que al terminar las clases debería demorarme en cualquier lugar, ir a la playa, a pasear al Vedado, a casa de amigos, pero en ese momento no sabía que hacer, me llamó el Nene, me pidió un cigarro y cuando fui a sacarlo vi que me había dejado la cajetilla en casa, otra explicación para mamá, de donde sacaba la plata, le diría que eran de la gorda Fefa, ¿pero de todo lo demás que le iba a decir?

-No tengo cigarros Nene, vamos a picarle a Peter- y pasamos el resto de los minutos del receso contando chistes y mentiras, me callé la historia suculenta que llevaba fresca en la recámara, es curioso como un escarceo sin mayor fulgor, en el núcleo de aquellos bravos alardosos era estirado por todos los costados hasta que triplicaba su tamaño y en cambio, ni la tortura del torniquete o la gota china me habrían hecho confesar el espléndido encuentro con Fefa la gorda; del mismo modos que seguro Fefa, sin ser la elegida para pasear de la mano por la Rampa, templaba diez veces más que la más linda del colegio, trofeo de campeones, sonó el timbre agudo de fin de descanso y la profesora Genoveva nos esperó como cada día al borde de la escalera, dando palmadas para que apurásemos el paso. Arriba, adentro.

Fin del recreo.

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30 diciembre 2018 7 30 /12 /diciembre /2018 20:47

Para muchos lo más duro del machismo era no poder negarse a ir a morir a las guerras para no humillar a la familia, y a la propia esposa que lo abandonaba por cobarde.
Para muchos lo peor era no poder llorar, no poder manifestar el miedo, o no poder decirle a su esposa “ahora trabaja tú diez años que yo cuido los niños en casa".
Para muchos era duro acompañar a la novia a la casa en vez de que le tocase una noche a cada uno.
Para muchos era terrible el destino de trabajar en cloacas, minas, albañilería, caminos, mar abierto, desactivar explosivos, dinamiteros y pico y pala en canteras, surco en el campo, pastor de ganado, matador en mataderos, herreros metalúrgico, electricista de altura, fontanero, tambero, y todo trabajo que supusiese un desgaste brutal mientras la esposa, con mas o menos rigores trabajaba al abrogo del calor o la sombra de la casa con los niños, las compras, la cocina, limpieza y Corin Tellado.
Para muchos, la inmensa mayoría, era terrible que las mujeres fuesen un noventa y seis por ciento de los viudos, por culpa del frío, guerras, cárcel, trabajo insoportable para proveer a la familia.
Para muchos habría sido un bálsamo el riesgo de un asesino cada millón en la figura del marido, en lugar del guapo del barrio, el cura violador, todas las pandillas, los ladrones, los torturadores, los policías violentos, los hooligans violentos, los enemigos en las guerras, todas las guerras, batallas, enfrentamientos, escaramuzas entre naciones, clases o las razas enemigas, los rompehuelgas, los paramilitares, las cárceles y los carceleros; o sea un potencial asesino cada veinte pasos.

 El propio hombre debe descansar de tantas exigencia a su virilidad, en la que participaba la mujer activamente, las madres esposas y novias estigmatizaban en la educación doméstica como debiluchos, maricas, nenazas a los hombres que no comportaban como machos, ojo con las reescrituras interesadas de la Historia.

Los hombres y mujeres compartían un espacio en el poder y en la masa victima de las diferentes opresiones, los hombres morían y aún mueren de maneras terribles, había enorme contrapartidas para las mujeres que eran totalmente aceptadas, la descompensación  arrancó con la revolución industrial y las comodidades del trabajo, en la medida que retrocede en el tiempo las comunidades humanas eran más parecidas a sus parientes primates u otros mamíferos, en la medida que transcurre el tiempo vamos siendo más humanos y menos animales, hasta la revolución industrial un equilibrio aceptado había sido milenario, la mujer no participaba de los gobiernos, de las profesiones, de los trabajos intelectuales y físicos pero la vez era protegida con creces por la comunidad, eran los hombres los encargados de enfrentar los elementos hostiles, fuesen de climatología o bélicos, a partir de la industria el hombre comienza a aflojar sus sacrificios físicos, y termina la jornada a las seis con un considerable ganancia en tiempo libre, mientras la mujer seguía teniendo la misma carga de obligaciones y la misma escasa participación en la sociedad y en dicha revolución, entonces, esa mitad de la humanidad no tardó ni un día en reivindicar sus derechos, desde el mismo momento que hubo inconformidad hubo rebeldía para lograr igualdad. El error de relato es decir que fueron miles de años de explotación de un género a otro, pero no es un error causal.

Desde el poder cuando aprecia cierto riesgo ataca de dos maneras, una es con violencia, y la otra es con inteligencia. Cuando vieron que la gente se concientizó con el racismo incentivó el racismo positivo, entonces todos los individuos de las razas tradicionalmente oprimidas pasaron a ser victimas buenas por definición mientras que todos los individuos de la razas opresoras fueron estigmatizados como victimarios crueles, es la Iglesia cuando vio que se le iban los fieles prefirió que el vulgo profiriese insultos blasfemos a dios a que se olvidasen definitivamente de él. Aprendieron a combatir la conciencia de clases enfrentando a los sectores más paupérrimos, con los inmediatos siguientes, clase media contra clase obrera, clase obrera contra marginal desempleado, desempleado contra inmigrante, y ahí diluye todo el contenido de la concientización.  La tomade conciencia feminista no fue la excepción,  consiguieron enfrentar a las mujeres con los hombres, convirtámoslos en enemigos, sustituyendo la misoginia del poder por la misandria o androginia militante.

Queridas amigas no juzguemos con ligereza, el machismo ha sido aberrante, durísimo y cruel también con los hombres, y estimados amigos, no pequen de tontos, que con la autentica igualdad somos todos los beneficiados, somos todos los potenciales seres felices, caminando juntos frente a los nuevos retos, a nuevas emancipaciones, como los viejos Jean Paul y Simonette.

 

Simone y Sartre, jubntos en vida, lucha y obra.

Simone y Sartre, jubntos en vida, lucha y obra.

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26 diciembre 2018 3 26 /12 /diciembre /2018 17:21

Cuando era niño, aunque anidase en una casa de ateos herejes, había arbolito, cena y regalos, bueno, regalos de aquella época, hoy una consola de videojuegos cuesta todos los regalos de un año sumando chocolates, revistas y figuritas, excepto esos años que tocaba Scalextric con pista, puentes y todo.

Después en Cuba aún siendo niño, adolescente y más tarde joven no vi un arbolito, una cena ni un regalo más, allí el festejo era para año nuevo aunque marcado por la austeridad y como no, el dos de enero el festejo del triunfo de la Involución, marcado por el chivateo. 

Al regresar a Buenos Aires volvió a haber arbolitos, guirnaldas, tiendas abarrotadas, turrones, frutos secos, sidra, vitel toné y muchas cosas ricas, seguro que muchos regalos pero ya me había alejado los suficiente de la sociedad correcta como para, por un lado rechazar las tradiciones de la alegría barnizada y por el otro, lo cierto es que los demás eran directamente proporcionales conmigo, no me invitaba ni el tato, excepto mis tías Nilda y Emilia y mis amigos Marcelo y Valeria donde siempre conté con afecto, mate y una mesa para hacer migas con el pan.

Ya en España conté con un acceso descomunal, astronómico, vertiginoso, a cuanto fetiche existe, hubo y probablemente sobre los que aún no se han inventado alrededor de la natividad del nazareno. En todas las empresas que trabajé recibí paga doble, una cesta con paleta, jamón o salchichones, cavas, vinos, turrones, una cena muy nutrida la semana anterior a la nochebuena y si no fuese poco, unos cuantos días de asueto, que van desde cuatro a empresas que dan vacaciones desde el 24 de diciembre al 6 de enero, porque señores, en España los reyes magos no es cosa de niños, se para el mundo de todas las edades. Año tras año era agasajado y muy bienvenido en casa de los suegros, donde a lo largo de veinte años se fueron juntando cada vez más gente, entre parejas y vástagos, y ciertamente toda la vida le agradeceré a mi ex suegra el cariño con que cocinaba casa exquisitez de las que devorábamos sin articular ni la "g" de gracias, antes de cortar con el drink aquello era un oasis, cordero, langostinos, palmitos, jamón del mejor, cerdo, dulces, helados, cataratas del buen vino tinto, luego champán catalán, y más tarde amaretto de Saronno, Frangelico, y de ahí directo a los espirituosos fuertes. Los chistes, bromas, anécdotas iban aumentando en cantidad y decreciendo en calidad en la medida que avanzábamos hacía esos whiskys de pasada la medianoche en los sillones y sofás desenvolviendo mazapanes, almendrados, o avellanas que ya nadie come y que se siguen comprando en honor al hambre de los abuelos. Pero debo admitir que tras unos años, aún cuando siempre sentiré afecto por aquellas noches de panza desbordante, ya me pesaba la obligación de asistir con puntualidad germana aunque estuviésemos en Inverness tras el rastro del dragón dormilón, desaprovechando así montañas de pasajes baratos, ciudades literalmente vacías y tiempo libre propio.

Hace un par de años vivo estas fiestas con alegría, tristeza o lo que toque en materia de ánimo, pero con absoluta paz. Salgo a pasear temprano por esas avenidas peladas y me doy el gusto de desearle felicidades a la gente más amable con que me cruzo, generalmente quienes están trabajando, o quienes más lo precisan, o a quienes me gusten. Observo con otro prisma esa misma alegría de brillo de barniz que otrora menospreciaba. Si bien sigo de acuerdo conmigo mismo en que son fechas impuestas por el poder para que la gente tenga pautada la ilusión y la alegría, y no precise ir buscando con rudimentos propios la realización intima, intransferible con el riesgo añadido que junto a ella encuentren también la felicidad y realización colectiva a partir de la suma y cima de las emancipaciones personales. 

Así es que he arribado a un punto en que disfruto mucho de la alegría de los demás con independencia de mi elección, me como lo que más deseo saborear ese día sin necesidad de atender a lo que sugiere la tradición. Hoy daré cuenta de jamón ibérico, ravioles de ricotta con nuez y cebolla caramelizada, regado con pesto rojo y queso reggiano, y de segundo, si me cabe, un bife de vaca gallega. Vaca de prados rebosantes de clorofila, y al final, alguna cucharada de un dulce de leche uruguayo exquisito que aterrizó en mi nevera sin pasar pro el Río de La Plata.

Si Jesús piensa que este homenaje es en su honor, pues todo un placer, que así sea, y que de paso se extienda también a buena gente que pica muros y lame diamantes.

Salud

 Scalextric navideño

Scalextric navideño

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