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1 abril 2013 1 01 /04 /abril /2013 20:44

 

 

El fenómeno Yoani me parece totalmente grato y fortuito.

Reinaldo es un periodista intelectual como la copa de un pino, si algo han obtenido, bien que lo han buscado y han sido ellos dos sin la ayuda de nadie excepto esos tejidos tan solidarios de la base en Cuba y en cualquier país, pero con mucha delación alrededor también, cuando todos se iban, incluida ella misma, regresó porque es su tierra y dijo así de claro, - de aquí no me saca nadie, y opino lo que pienso!. Y lo hizo, y cuando lo hizo hacía falta mucho valor, ahora le es más fácil porque la conocen todos, pero cuando no la conocía nadie, era muy complejo, porque además de la represión sempiterna, en los sistemas socialistas, existía y existe una inducción a la auto represión , a la autocensura, una especie de sucedáneo de la flagelación, que funciona de una manera muy perversa y difícil de salvar.

Por otro lado es importante destacar que comenzó con un blog, con una pluma descriptiva sensacional, de la tradición cubana de Cirilo, Carpentier, Cabrera Infante o Padura, y esos relatos del pan duro al borde de la ventana y las metáforas con la vida ordinaria, corriente, cotidiana, domésticamente agobiante, fueron para mi los cimientos del fenómeno que yo con la  humildad que me confiero, apoyo hoy, porque proviene del mundo de la escritura, de la reflexión, de la observación, de la tranquilidad, de la Paz y de la polémica.

Eso, en lo particular me da buena espina, sinceramente no apoyaría como referentes de futuro a un militar disidente o un ex comandante, porque creo que lo que nos sobran son potenciales violentos, no apoyaría a un ex preso político de la primera era, dado el más que probable justificadísimo resentimiento (excepto en algunos casos que conozco como el de Alberto Müller que es un ser entrañable pero todos no son capaces de llegar a una condición humana tan elevada), ni a un familiar de preso, ni de un muerto, porque el dolor o el miedo no legitiman la opinión, del mismo modo que "una víctima de accidente de tráfico no debería dictar las leyes del tránsito". Entonces pienso que quienes podrán conformar cierta disidencia sana, fresca, constructiva, de futuro, llamada al progreso económico pero también social, pasa más o menos por gente como Yoani, para mi ella da el perfil no de Presidente ni de político profesional, sino de institutriz en la formación de una plataforma de debate, de libertad para el disenso, de donde puedan salir los futuros activos de una sociedad que recoja lo no demasiado mal hecho e innove para una sociedad realmente nueva, con la participación de la imaginación, el sentido común y mucho trabajo, no una inmersión en el retroceso de modelos como el del capitalismo de estado actual que no deja nada a los trabajadores.

Más bien algo vinculado a la Libertad, y la Libertad es un concepto muy amplio.

Creo en que hay que tener la humildad y la capacidad de decir de alguien: ¡este consigue expresarse mejor que yo! o bien: este le echó al asunto los huevos que yo no le eché ni le echaría jamás.

Pero además me gusta por el equilibrio, y me solidarizo en esa tarea tan compleja de explicarles a los pseudo izquierdas, que no suelen poner en práctica la progresía como lo anuncian, el por qué de que aún con la medicina gratuita, la educación gratuita, y otros hitos más o menos sostenibles en una disertación al uso, esa Revolución se fue "a bolina" desde el mismo momento que se empezaron a encarcelar compañeros de lucha, gente por opinar diferente, cuando se le puso reglas parciales a la cultura, según escribió Armando Hart Dávalos: "Las reglas del Juego", rejas al pensamiento, candados a la libertad.

 Yoani logra como pocos advertir de ese engaño, de quienes secuestran para sus fines esa terminología socializante, mesiánica, cristiana, numantina, que consigue engañar a mucha gente y condicionar el criterio de no pocos comunicadores.

En esto la considero importante, y luego, si a alguien le gusta más o menos su cara, su tono de voz, lo que dice, como lo dice, eso es harina de otro costal, pero creo que hay pocas dudas de que cada pulgada de reconocimiento se las ha ganado a pulso

 

 

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31 marzo 2013 7 31 /03 /marzo /2013 21:54

 

 

He comprado el libro Por el camino de Swan, la parte uno de "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, lo había leído veinte y pico de años atrás, pero lo compré ahora por primera vez.
Me he pasado la vida dando vueltas hasta hace relativamente poco tiempo, y por la razón que sea he conseguido detenerme. 
Hubo una época en que lo único material que me ataba a los lugares, cabía en un bolso, y casi todo ello eran cosas de leer. La mayoría eran cartas. Cartas de mi padre cuando estaba en la prisión, cartas de mis amigos de la primaria, cartas luego de mis otros amigos del otro lado del océano, cartas de amor, y cartas mías. Sí , cartas que me habían devuelto por alguna razón y las guardaba. Lo segundo en importancia, eran cuentos, versos, esbozos de historias, reflexiones, constancias de sensaciones, decenas de estos papeles, algunos borroneados sobre servilletas de bares, otras sobre papeles de cuadernos a rayas, cuadriculados, lisos, con hojas amarillas, verdes, azules, e incluso rosadas, rugosas, sedosas de difícil acceso para la tinta, hojas de todo tipo de papel menos higiénico. Y no por sus nexos escatológicos, los cuales no me habrían detenido a no ser que ya hubiese sido utilizado de alguna manera "propia", sino a causa de su dificultad para mantener el dorso incólume al tacto con la punta del bolígrafo o del lápiz. 
Todos y cada uno de aquellos escritos estaban inconclusos, excepto uno, el de la muerte en túnel de La Habana, que estaba tan terminado, tan perfectamente concluido, que dejaba un poco de incómoda desazón por su halo presagioso.
Lo tercero que había de papel, eran libros. Pero eran muy pocos. No eran incluso ni los esenciales, ni los que creía que eran referencias literarias, tenía una amiga que era la mejor guía literaria con la que se puede contar jamás así que no los necesitaba en absoluto, estaba tan atendido en ese sentido como lo habría podido estar Borges por Victoria Ocampo. 
Sólo que yo era un ente que iba y venía, me había transformado en un extraño incluso para mi. Iba y venía de dentro mío hacia una especie de "afuera" en donde jamás había puesto ambos pies, y por esa misma razón me perdía tanto allí afuera, que parecía como si estuviese a años luz de mi centro de gravedad, del Yo con que más facilmente me identificaba, pero también del que mayor dosis de contaminación solía recibir.
Entre aquellos libros, había uno que conservaba por una razón tan sencilla y válida como innecesariamente sensiblera. Era el primer libro que había leído en el trabajo que compartí con mi padre una vez que nos reencontramos en Buenos Aires, tras una larga separación, el modelo de abandono,   que me conminó a  temer luego y por siempre, a poner ambos pies fuera de ese Yo artificial, pero tan bien recreado. 
Ese libro de Ediciones Cubanas lo guardé por aquella razón y porque era el primer libro de Shakespeare que había leído y que me llevó luego a leer toda su producción en prosa. No he leído aún íntegramente sus sonetos. Y tal vez también concurriese el hecho de que era una forma de premiar el buen camino de ediciones Cubanas en la publicación de un material, al que aún hoy considero el más alejado del adoctrinamiento ideológico a que se veían obligados por la realidad del país. Se llamaba, Comedias. Eran las comedias del brillante director del The Globe. Las alegres comadres de Windsor y La Tempestad se me quedaron para siempre como dos ejemplos de libros que nunca pierden su condición de modernos, con toda la complejidad que ello conlleva, con todo el despliegue de profesionalismo que ello requiere, y sin embargo tremendamente divertidos, con toda la necesaria liviandad que para ello se demanda. Shakespeare y sus libros, los cuales para mi eran un descubrimiento tremendamente revolucionario, ya que invita a pensar en las cosas que a nuestra especie le importan tanto como el kétchup y la mostaza al perrito caliente, en cualquier época; no existe algo más subversivo que plantarle cara a los artificios creados para dividir a los hombres, recordándoles la parte amable de su esencia, aquello que los une. Pero  Shakespeare podía parecer subversivo al lado Maxim Gorki, de Makarenko, de Julius Fucik.
Y el librito más personal era un pequeño libro hecho de páginas de papel de arroz, con una impecable impresión de las letras, los bordes de las hojas en color dorado, como un baño en oro, con un cordón marcapáginas que parecía el pendón de una cortina de Palacio real en miniatura. con la cubierta en piel tratada con tal refinamiento que parecía poliuretano de antes de que existiese el poliuretano. El ejemplar de mini bolsillo era de Erasmus de Rotterdam: "El elogio de la locura". La importancia de este objeto era enorme porque me lo habían regalado en una circunstancia límite en la cual sentí que Erasmus me cuidó de una forma muy tierna, como si hubiese esacrito para acompañarse a sí mismo a través de todas las almas afines. 
Los otros dos libros eran una autobiografía de Stefan Zweig, y una biografía de Marcel Proust. Ambos seres exquisitos, de una profundidad en sus respectivas bondades que me conmovían mucho más que sus habilidades artísticas, aunque reconozco que sin ellas jamás me habría enterado de como resolvieron esa contienda entre la luminosidad y el dolor de sus espíritus.
Todos los clásicos los leí de las bibliotecas de padres, primos, amigos, conocidos. Desde que compro libros he comprado cientos de libros de escritores fantásticos, pero siempre contemporáneos. Todos los clásicos los leí porque en cierta forma me cayeron de "arriba". Y recién hoy me di cuenta de ello. 
Y no es que lo hubiese recordado, fue como si en el momento de tomar la decisión de comprar el libro, alguien me hubiese tocado el hombro por detrás para advertirme, a modo de memorándum, que tenía licencia para dejar de dar rodeos a las cosas, que ya me era permitido ir directamente al grano sin ser confundido con un desvergonzado o un inaprensivo. Pero en lugar de hacerme notar esto advirtiéndome que me apresurase ante la escasez de tiempo con que empezaba a contar en mi vida, como siempre había pensado que ocurriría llegado el caso, fue como si me hubiese dicho:

_ El tiempo ahora es tuyo, tómatelo.

Entonces enfilando hacia la caja me di cuenta de que incontables veces había tomado un clásico de los estantes de las librerías, deseándolo, llenando mi percepción de sus encantos antes de saborearlo y que cuando tenía decidido llevarlo para hincarle el diente en casa, me detenía súbitamente y lo cambiaba por otro de un escritor de culto moderno o simplemente desaparecía con las manos vacías y una sensación extraña de aprisionamiento, pero también de libertad de elección, de angustia, de una angustia de la que soy más dueño que de cualquier otra cosa sobre la Tierra, pero también de una pizca íntima y singular de dignidad de alto voltaje.

Me gustaría decir que lo compré en la mejor edición que encontré,  pero lo cierto es que no, compré la edición bolsillo y no pude dejar de sumarle un ejemplar de literatura actual: "Némesis" de Philip Roth, libro digno, pero en ese acto representante de un estigma, que ya comienza a languidecer, a soltarse de la piel como un tatuaje descontextualizado del aspecto del portador, que ya no lo explica, que ya no lo representa, que ya nada tiene que ver con él presuntamente, pero que no obstante permanece pegado a la piel como el testigo del timbre más profundo y claro que esa voz tuvo alguna vez en la primera persona.

 

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29 marzo 2013 5 29 /03 /marzo /2013 22:28

 

 

 

Era ocho de octubre, justo cuando  comenzaba la jornada Camilo- Che, que llegaba hasta el veintiocho del mismo mes, día en que en el año 1959, desapareció en circunstancias más que misteriosas , Camilo Cienfuegos, el héroe de Yaguajay, la Voz del Pueblo, a quien el pueblo de Cuba  sentía más cercano de los Comandantes de las columnas invasoras. Desde el año siguiente a la muerte del Che en el año 1967, tenían lugar estas jornadas, que eran un período de reflexión revolucionario, a modo de cuaresma católica, en que se hacían innumerables homenajes, conciertos, actos públicos con declamaciones altisonantes, se saturaba la cotidianeidad de lemas y consignas, los periódicos dedicaban paginas en ensalzar, y resaltar las cualidades sobrehumanas de estos dos héroes de la Patria, las mañanas en los colegios resultaban interminables a causa de las obras que se representaban en honor de los ausentes, durante varias noches de aquellos veinte días, en los CDR se organizaban reuniones, a las que no era del todo aconsejable no asistir , para leer  diferentes trabajos acerca de  los dos comandantes, cualquier evento de estas características resultaba propicio, para que algún  vecino, que tuviese alguna pequeña manchita en su historial chismográfico se la aclarase un poco, exclamando en voz alta y firme sus convicciones u aspavientos.   La ciudad se llenaba de carteles, y llegado el último día, el día del aniversario de Camilo, por la mañana todos los niños de todas las escuelas eran llevados hasta el malecón, o hasta otra playa para hacer una ofrenda floral a Camilo en el mar, ya que según la historia oficial, su avión se estrelló en el agua, en un día sin tormentas, después de ir a ver al Comandante Huber Matos, para pedirle que se entregara tras garantizarle que iría preso veinte años, cosa a la que el valiente Camagüeyano accedería sin mayores pruritos. Por la tarde, el broche de oro, lo ponía Fidel, con uno de sus discursos, transmitidos por ambas cadenas de televisión, por casi todas las de radio, y retransmitidas al día siguiente, para quienes no hubiesen podido asistir a la Plaza a oír al líder, blandir unas banderitas  gritar algunas consignas, y pasar unas tres o cuatro horas de pie, bajo el ya atenuado aunque siempre picante sol de octubre. 

Jornadas Camilo- Che

Me senté en el bar de la Uneac, el hurón azul, enclavado en el patio lateral de la mansión, arbolado con las mesas y sillas de hierro fundido pintadas de blanco, bajo los framboyanes.

He tragado las grageas de sangre,

Y los brotes de hiel que hallé en la garganta del camino,

Te busqué en el semen de mi falo,

Te aguardé en cada esquina, puñal en mano,

Nunca pude esperar, ni sentí siquiera,

el carbón ardiendo,bajo la planta de los pies,

ni las gotas de lluvia,

Lejanas, inalcanzables desde la lengua,

Agrietada de sed

Fui al Hotel Nacional, me tomé unos rones en el  bar de la planta baja, donde había visto pocos días atrás una performance íntima y preciosa de Juana Bacallao con Fito Páez . Bebí tragos preparados. Pusieron música de piano ambiental y conseguí relajarme casi hasta dormirme.  Entró una mujer madura, morena,  con los senos generosos, aprisionados en un vestido al que los botones estaban a punto de abandonar.  Se sentó frente a una coqueta mesa ratonera, y cruzamos una mirada que duró más que lo que las buenas costumbres sugieren. Volví a prestar atención a mi vaso, y a los pensamientos, el bar tenía alfombra roja y todo en él, desde las paredes hasta el techo eran variaciones del color rojo, ya rojo vino,  fucsia o bordeaux, lo cual inquietaba a la testosterona hasta despertarla, y al pedir otro trago de Bellomonte, volví a mirar a la mujer escultural, a la que había evitado mirar pero no había dejado de pensar en ella.

La excepcional Juana Bacallao

Yo era absolutamente monógamo en un sentido, nunca tenía una relación paralela, pero fiel, lo que se dice un hombre de una mujer, no era. Solamente quería a Mariana y de un modo profundo, no había lugar en mis sentimientos para otra, pero eso solo ocurría con el corazón.

Una vez fuera del hotel y sintiéndome más liviano, pero un poco culpable  con Mariana, me dirigí a un pequeño bar muy coqueto, seguí “cargando”. Ron cinco años de añejo sin hielo, acodado a la barra. Cuando salí del barcito sentí que tambaleaba, y que el sol en la cara me daba la sensación de duplicar la narcotización que tenía. Pero en Cuba caminar por la calle tambaleándose no era algo raro de ver. Toda esquina que se preciase, debía presentar su borrachín de turno, asido a algún poste de luz. Llegué a 23 y L, y me dirigí al Hotel Habana Libre, para echar un trago más al gaznate. No podría beber mucho más porque todo me daba vueltas, pero quería tomarme el “del estribo” antes de ir a casa a dormir la cogorza en el regazo de la lejanía del acecho de los sueños. Las pesadillas como a cualquiera, me aterraban, pero los sueños me dejaban una brecha directa al abismo, me plantaban la promesa de la pérdida de la inocencia.

Entrada del Hotel Habana Libre

Al llegar a la puerta automática del Hotel que otrora había sido mi vivienda, la casa donde más años había vivido en mi vida hasta entonces, todo giró en mí alrededor y caí redondo al suelo.

Cuando volví en mi, estaba sentado en una ambulancia en las puertas del Hotel, y había conmigo un hombre delgado, de tamaño medio, y aspecto intelectual. Que me dijo:- Sé quién eres_  alguien que no había visto en mi vida, sabía”quién” era, algo tan difuso que ni yo mismo lo sabía. Aunque el buen samaritano se refería a algo mucho más mundano y superficial, a que era un Guevara, uno de la tribu de los Jefes Unga Dunga, de los de sangre azul, con tintes rojos fuego. Sabía que era sobrino del Che y se quedaba tan ancho al decirme:- tranquilo ya sé “quien” eres- mientras yo sentía, como cada vez que me comparaban con sus ideas prefabricadas de cómo debía ser el familiar del Mito, que también subrepticiamente me estaba diciendo: – Y también sé “lo que” eres.

Un día de Octubre, como cualquier otro, mi tío cayó redondo en el suelo no demasiado limpio de una escuelita rural en la quebrada del  Yuro, en Bolivia, con el torso cargado de plomo, con las costillas asomando a la piel, la sangre manchando su pecho disminuido por el hambre y el asma, pero temido. Cayó con los ojos abiertos, atentos al último suspiro de la vida, a las imágenes que salieron por última vez de la cabeza y quedaron suspendidas en el aire, por un rato, antes de iniciar el viaje hacia el  ámbito de las cosas y personas que le importaban, y de aquellas  que ya no estaban.

Su último día coincidió con los últimos días de su destacamento guerrillero, ya que estaba prácticamente sólo. En una soledad más brutal si cabe, que era  evidenciada por el contraste con el objetivo inicial que era crear varios focos de insurrección en toda Latinoamérica, y como mínimo una Revolución en Bolivia. Pero estaba sólo,  como tal vez habría buscado sentirse, el vacío llama al que padece vértigo. Había llegado lejos en su juego, ya que había podido comprobar  que su madre podía morir  lejos de él, y que él podía morir lejos de los suyos, desde hacía un tiempo ya, desde que sabía que esa aventura acabaría con sus huesos sobre el polvoriento suelo de una escuelita rural cualquiera.

Mural de René Portocarrero en el bar “Las cañitas” del Hotel Habana Libre

Y como yo no tenía la más minima probabilidad de ninguna de las grandezas que enunciaban las historias reales y aderezadas de su vida,pero menos aún las de su muerte, había comenzado a coquetear con vicios y  fracasos,  imaginando que esa soledad me confería cierta proximidad a la esencia de la poesía trágica, que era el único medio para dotarme de rasgos pintorescos y excéntricos, y por ende sería lo más cerca que podría estar del destino que yo pensaba que mi tío me había legado a través de mi padre.

Aunque cuando me quise despegar de ese juego  no pude, en una eternidad viajando hacia abajo comprobé que había ido demasiado lejos, aunque nunca tanto como los protagonistas de aquellas tan conmemoradas jornadas, que recordaban a dos ilustres traicionados.

 

 

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11 marzo 2013 1 11 /03 /marzo /2013 21:15

 

En Yoani se puede encontrar a una de esas personas grandes, fuera de estereotipos, lugares comunes y dimes y diretes. De esa vieja tradición de mujeres aparentemente frágiles pero increíblemente invencibles. Y esa es sólo la punta del iceberg, porque en aquello que percibí a la persona fuera de lo común es precisamente en su cotidianidad, en lo inconfundible de su paso por cada asunto sin la pretensión de separarse de la normalidad, del terreno circundante, lleva los pies lo más pegado posible al suelo dado lo alto que porta su cabeza. 
Me subyuga la claridad de las ideas, no en el modo del necio que aparenta no tener dudas, sino más bien al contrario, manifestando un modo de ser propenso y sujeto a modificaciones permanentes, pero sin abdicar de lo fundamental de su timbre de voz, de su razón de ser. Esa capacidad para que aún mostrándose flexible, tolerante, conciliadora, sean los "otros" los que terminen sumándose a sus palabras, a sus propuestas, a sus irrebatibles razones de un modo natural, sin esfuerzo, sin resignar las ideas propias, su propuesta no está emparentada con el sometimiento, alineamiento, sino con la reflexión, el reparo justo ahí en la duda, en ese recodo del camino en que se abren encrucijadas y se nos plantea la necesidad de elegir, ahí es donde la percibo más tranquila, más segura, más conductora, a sabiendas de que el éxito de la elección del camino no responde a la finalidad de este, sino a como sea transitado, a como sea vivido.

Es más compañera que pedagoga, más el "sherpa" que un líder impostado, pero en el fondo, como con el "sherpa", uno termina siguiendo sus pasos. 
Hay algo muy íntimo en ella alejado de preconceptos, de prejuicios, cargado de aire muy fresco mezclado con los mismos viejos cantos humanos de libertad.
Trae en su estilo que no en su propuesta, una invitación al cambio de estructuras, pero también de modificación del firme, y no parece asustarle toda la inmensa tarea que ello puede llegar a insumirle si realmente empieza a concretarse, a la vez que da la sensación de que no defraudará en lo inmediato a quienes decidan subirse, con recaudo y vigilantes, a su barco sin un final definido en la partida, pero con rumbo inmediato a cada puerto del bien, de la suma, lo que yo denomino el amor. Lo único que me atrevería a sugerirle es que no abandone del todo esa magnífica pluma, su senda literaria, ya que es en lo descriptivo un prodigio del sello de la tradición cubana, desde Villaverde hasta Carpentier y Cabrera Infante. 


Definitivamente me convence esta mujer y no tengo ni idea de sus proyectos en el corto plazo, pero me parece de la gente que ayuda a cambiar todo a mejor, me gustan las personas convencidas de la necesidad de hacer Paz, la Paz no está nunca lo suficientemente esculpida ni completamente conquistada, me gusta la gente que no quiere problemas, pero que no les teme si se cruzan en su camino, que procuran el entendimiento, los puentes, pero que no se agachan ante las dificultades.

Presenta un seria dificultad añadida frente a ciertos auditorios internacionales de afectados por las violaciones de los derechos humanos, a la hora de explicar la opresión, la represión, lo asfixiante de una sociedad de las mal llamadas socialistas, que precisaente hacen un uso pernicioso de la terminología asociada a la víctima, secuestrando el sentimiento de solidaridad con los más necesitados, con los desposeídos mediante la apropiación de un lenguaje mesiánico, pero completamente ajeno a la verdad.


Tuve la oportunidad de comentarle que yo había sido precisamente uno de esos extranjeros privilegiados a los que ella a menudo se refiere, con toda razón, que pueden hacer en su país lo que les está prohibido a los ciudadanos del mismo, y le dije que ni aún así yo habría tenido el valor y los pantalones tan bien puestos como para seguir adelante con mis convicciones de la manera que ella lo ha hecho. Me dijo:


- No muchacho, no digas eso, tú no sabes como me tiemblan las piernas cada día- y entonces el abrazo se lo dí yo con un profundo respeto.
 


 

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10 marzo 2013 7 10 /03 /marzo /2013 06:30



El ser humano es "singador" "cogedor" "follador", ni homo, ni bi, ni hetero, es simplemente sexual.
Si alguien duerme plácidamente y es objeto de una lamida de glande o clítoris según se trate, se enciende con el juego de esa lengua juguetona sea cual sea la naturaleza de su propietario, tanto si es una oveja, un chimpancé, una vieja o un viejo de tropecientos años, una ninfa o un mancebo. Sin embargo, si el mismo ser durmiente despierta súbitamente dado el gozoso trance, una vez que abre los ojos y toma conocimiento de quien le está haciendo la felación o el cunilingus, continúa disfrutando sólo si coincide éste con su elección del objeto sexual, pero si ve algo muy diferente se le apaga el mechón, le entra remordimiento, asco, pudor y una incómoda perturbación por haber retozado como gato en terciopelo hasta ese instante. 
Los animales son sexuales, de otro modo no existiría la tan socorrida y sempiterna masturbación, lo cual nos somete a la interrogante ¿un apasionado affaire con la mano es en realidad menos perverso que una refriega gozosa con otros cuerpos? 


En la célebre escuela al campo en Cuba, donde los alumnos de la secundaria pasaban cuarenta y cinco días ligados a las actividades productivas agrícolas, se aprendían pocas cosas con respecto del trabajo, pero de vivezas criollas y perversiones diversas se adquiría el más nutrido catálogo. Los que trabajamos alguna vez en el surco de plátano, entramos en conocimiento de un extraño y particular tipo de satisfacción sexual, nada más ni nada menos que con los troncos de las plantas de plátanos. El tallo del platanal está compuesto de capas de hojas encimadas, su interior resulta baboso y cálido, húmedo y mullido, muchos guajiros adolescentes y otros no tan adolescentes ni tan guajiros, les hacen una escisión con un palo o un cuchillo, miran a los costados con sigilo, y cuando se sienten con la intimidad necesaria, ¡les dan al arbolito para que tenga! 

El arbol de plátano da un fruto de forma alargada conocido por su socorrida asistencia en las fantasías frente a la apetencia del retozo y la escasez de falos, sin embargo se le suele desconocer al travieso tallo su concreto y real auxilio como reemplazante de vulvas y culetes. 

 De ahí que al pasar por un campo de plátanos en la noche de regreso a la casa, al pueblo o al albergue, la gente cree percibir a personas escondidas entre las matas reflejados por rayos de Luna, algunos creen que son ahorcados, lo cierto es que no son visiones, son unos seres híbridos nacidos de las fugaces relaciones amorosas en los platanales, conocidos comunmente con el nombre de: " hombres-banana", o dicho en un lenguaje más chic: los Banana Men.

 

 

 

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10 marzo 2013 7 10 /03 /marzo /2013 04:21

 

Una de las particularidades en el habla en que están bien diferenciadas las procedencias de los cubanos es en la manera de llamarle a Fidel Castro Ruz.

Hay unos que le llaman Fidel y están quienes se refieren a él como Castro. Con Raúl pasa algo similar pero mucho más atenuado, desde que es Presidente se dice en los medios del exterior los “Castro”, pero también está permitida la acepción Raúl, por dos razones, la primera es para diferenciarlo del hermano mayor y la segunda es porque con él no existió ni existe el mismo encono histórico que con Fidel.

Quienes le llaman Castro son los que se fueron a primera hora. Incluso dentro de ellos hay muchos que le llamaron Fidel durante un tiempo, ya que formaron parte de la lucha contra Batista o simplemente simpatizaban con su campaña inicial, pero una vez arribado al poder el célebre hijo del hacendado de Birán y cambiado todo el sentido de  sus planes declarados, acabaron girándose en contra y llamándolo por su apellido estableciendo así una distancia, en la familiaridad, en la simpatía y por ende en la ideología,  similar a la de los primeros enemigos de "Castro".

Quienes le llamaban Fidel, fueron tanto de dentro del proyecto revolucionario como de fuera de éste que sentían algún grado de simpatía por el mismo o por el pintoresco personaje.

Con el paso del tiempo se fue afianzando la denominación de Fidel como el primer sello irrenunciable de alineación en sus políticas y de simpatía por sus ideas, así como de pretendido amor de masas.

Concurría la contradicción de que en cualquier acto público, en cualquier discurso, para nombrar a Fidel había primeramente que hacer un recorrido verbal de amplio espectro, había que decir algo así como el nombre barroco completo de un Rey en la época del Renacimiento: Primer ministro y Presidente del Consejo de Estado y de ministros, del Buró Político y del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Pero coloquialmente se lo llamaba Fidel.

Como dijo Fidel.

Lo que Fidel quiera.

Lo hacemos por Fidel.

¡Fidel, seguro, a los yanquis dales duro! 

Los deportistas lo primero que debían hacer al llegar al aeropuerto José Martí con una medalla en el cuello, antes que saludar a nadie, ni a su querida madre convalesciente,  era decir: Le dedico este logro al Comandante en Jefe.

Mientras más se acercaba la posibilidad de tener un contacto con él,  más había que ir adornando aquel “Fidel” pelado, escueto, que presentaba el amor popular refiriéndose a él como a un padre, en la medida que se acercaba físicamente, como un deportista con medalla quien bordeaba la posibilidad de un encuentro fortuito con la deidad, debía revestir ese solitario nombre de pila. “Se la dedico al Comandante en Jefe”.  Y evitar el Fidel y desde luego el Castro.

Para los artistas muy afines era definitivamente Fidel. Cuando se referían a él en tercera persona, incluso en las canciones se le podía tutear. ¡ Se le debía tutear! Pero en un encuentro de primer tipo, hablando en segunda persona había que usar el Comandante y por supuesto precedido del usted.

Así como la Iglesia evita la blasfemia, pero prefiere que alguien se maldiga en nombre del Padre y en el de todos los Santos antes de que los olvide, la inteligencia del Estado igual, si alguien manifiesta defecarse en todos los antepasados de Fidel, toma represalias, pero prefiere con creces ese impío improperio que la indiferencia.

¡ Abajo Fidel! 

Los que le tomamos animadversión por diferentes razones viviendo en Cuba, luego de haberlo respetado como presidente o de haberle temido como comandante del bien y del mal, lo hicimos pensando y hablando de Fidel. Tanto en los chistes como en las críticas era y es Fidel, o en su defecto, algunos de sus innumerables apodos, que también los había para los obsecuentes y otros para quienes sentían rechazo. Para los apestados era Guarapo o Esteban (por: Este-bandido) . Para los delatores era "El caballo" o "Fifo".

Sin embargo aquellos de la generación “Fidel” que emigraron a Miami, de repente se vieron compelidos a llamarle por su primer apellido, ya que llamarlo por su nombre de pila era una muestra de sospechosa cercanía. Y pasaron a hacerlo subordinándose de un modo poco meditado, a las razones de los primeros inmigrantes exiliados, siendo que existía y existe un abanico amplio de razones  para la disidencia , muchas de ellas de índole sensiblemente diferente.

Dicha impostura, los dejó huérfanos de sus razones y de sus conquistas personales en el terreno de la insumisión, de la rebeldía, ya que la bronca genuina se la profesaban a “Fidel” por sus traiciones, excesos y represiones y no al primerísimo “Castro”.

 

Una crítica hecha desde el peso semántico y simbólico del nombre "Fidel", en apariencia no difiere de si está construída en torno a su apellido: Castro. Pero la diferencia existe, y abarca la finalidad y a génesis misma de dicha crítica.

 

Guarapo

Guarapo

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10 marzo 2013 7 10 /03 /marzo /2013 01:39

 

Ayer me ocurrió algo curioso que sin pretenderlo, encierra el meollo de uno de los asuntos en los que más me interesa incidir, de los que más me placen reflexionar e invitar a hacerlo. 
Asistí al final del III Congreso de i Redes en la ciudad de Burgos para escuchar a Yoani Sánchez y de paso saludarla. Ambos objetivos quedaron más que satisfechos, incluso pude invitar a Yoani a leer el homenaje que había escrito unos pocos días antes a ella y a su esposo. Pero vamos a lo que me ocupa.

 Una vez que terminó el acto me apresuré a salir para evitar la muchedumbre en la entrada del edificio del Fórum y en su lugar encontré apostados bajo el día fresco y las gotas de llovizna, a un grupo de unos catorce o quince manifestantes contra la filóloga, bloguera y periodista cubana. Los con toda probabilidad poco espontáneos voceros portaban banderas de Cuba y del Partido Comunista español. Había el triple de policías antidisturbios que manifestantes esperando que saliese Yoani del edificio. Me quedé de pie a un costado dispuesto a asistir a un espectáculo más de repudio, sin embargo con estos actores en escena, sentía por dentro la fricción de la contradicción.

comisión de repudio Yoani

Los jóvenes que la esperaban para gritarle tenían la misma pinta que ella y que los jóvenes contestatarios y antisistema habaneros que asisten a sus cursos de blogueros, a sus reuniones de arte contracultural. Incluso puedo aventurar que mi simpatía habría estado al cien por ciento del lado de esos escasos jóvenes que desafiaban el mal tiempo, si en lugar de ir a gritar improperios a una chica de su misma especie irreverente, hubiesen estado allí para interpelar a las autoridades del Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Castilla y León que también estaban adentro para la entrega de premios, mezclados con medios y periodistas de izquierdas y de derechas.
A los cinco minutos de estar de pie esperando un desenlace cuando la multitud de pesados y reporteros de adentro le permitiesen a Yoani salir, pasaron del otro lado de la avenida, en el paseo del río, dos jóvenes con cinco perros de raza de pelea, que comenzaron a insultar de un modo extremadamente violento a los militantes de izquierdas, gritaban consignas nazis y levantaban el brazo en señal de saludo hitleriano, el incidente duró un tiempo corto pero tenso, en el que la policía no hizo nada por impedirlo, entonces yo me acerqué a un policía de los que en los últimos tiempos tienen como trabajo romper cabezas de desahuciados y de inconformes con el gobierno, y le comuniqué que las manifestaciones de esos individuos, aparte de ser agresivas eran anti constitucionales, ilegales, y conformaban una apología al terrorismo, me miró de arriba a abajo, y se movió un poco desconcertado al ver que yo era un asistente al congreso e intercedía en favor de los contrarios al mismo, lo que no sabía el policía es que además estaba allí por mi admiración a Yoani, pero también a esos jóvenes cuando salen a defender los pocos derechos vírgenes que aún nos asisten.antidisturbios-i-Redes.jpg

La tensión se disipó cuando los dos pichones de criminales siguieron su camino con sus perros de presa. Entonces me giré y vi dentro del recinto ferial, como el periodista Ander Izagirre quien también había sido premiado en aquel acto, bajaba con su comitiva de amigos por un ascensor y sonreí recordando que unas horas antes al llegar al lugar mojado por la llovizna, me había reprochado el haber dejado el coche a tres manzanas, al constatar que había un parking público subterráneo en el mismo edificio. 
Me alegré por el mitin que se ahorraría la valerosa bloguera, pero no puede dejar de sentir una brizna de pena por la esterilidad de la reunión de aquel pequeño grupo. Instantáneamente recordé el estilo de los jóvenes rebeldes cubanos contra la intolerancia, contra la sinrazón y la represión, y pensé que el único sitio de la ciudad donde se los podría ubicar en ese instante si se los trasladase por abducción en tiempo y espacio a la fría Burgos, sería dentro del reducido grupo de aquellos enrojecidos indignados.

También pensé que una vez culminadas las entrevistas, a Yoani la invitarían a comer los representantes del gobierno de Burgos, que eran lo más parecido estéticamente, a aquellos gordos sebosos con guayabera ostentadores de cargos político en Cuba, que tanto la odian y persiguen por su arrojo y claridad en su posicionamiento. Y por último no pude dejar de pensar que aquellos policías que estaban para protegerla, eran lo más parecido a los valientes efectivos de la Seguridad del Estado que en La Habana se esmeran en hallar maneras de no dejarla en paz.
Aquel escueto hato de militantes comunistas me recordaron al personaje Ira Ringold, de la novela “Me casé con un comunista”  de Philip Roth , quien decía de su criatura de la ficción, que era asombroso ver como un hombre que no había temido en absoluto, a toda la policía junta y la sociedad entera en su contra, sin embargo era incapaz de discutir la más mínima ordenanza del Partido.

En una de las más brillantes observaciones que he leído en mi vida, ya que en efecto llama la atención como todo el enorme caudal de valor necesario para ser comunista en una sociedad de mercado, se convierte en humo, se evapora frente a las controvertidas, caprichosas, increíbles y a menudo vergonzosas órdenes que se imparten en el seno del Partido y que deben ser cumplidas a rajatabla.

Yoani y yo

Por supuesto no sé que le habría parecido mi observación a Yoani, pero al conocer su prosa, sus deseos de concordia, de suma más que de resta, de respeto por la libertad de los individuos y sus ideas, me place pensar que habría convergido en algún punto con esas sensaciones de apariencia contradictoria y paradójica, pero de una coherencia tan fiel en el relato, como compleja de interpretar.

Me fui de allí antes que los militantes, antes que los políticos, antes que los premiados, quería evitar el riesgo de llegar al bar de los mejores pinchos de morcilla de Burgos con cebolla caramelizada cuando ya estuviese abarrotado de unos o de otros, se trata de una delicatesen que prefiero saborear acodado a la barra, en silencio y en solitario.

 

 

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28 febrero 2013 4 28 /02 /febrero /2013 01:43

 

 

_Ponme un chakata y un té frío con limón- dijo Lissette justo en el momento en que yo me acerqué por detrás para hincarle los dedos índices en los riñones a modo de saludo- Tras un breve respingo, se giró soriendo y me dijo:

_ ¡ Vaya, faltabas tú!-

Me pedí dos chakatas bien fríos para evitar regresar de inmediato a pedir otro, sabiendo que el primero desaparecería con la sed-calor que hacía.  Fui a sentarme  a la mesa.  Era la sede central de la UPEC, Unión de Periodistas y Escritores de Cuba, en una de aquellas confortables casonas señoriales en el barrio de El Vedado expropiadas al principio de la Revolución y reciclada como sede de un organismo oficial, donde los periodistas de los medios cercanos y algunos curiosos como yo asistían a dirimir asuntos de actualidad, a disipar, a interrelacionarse, auxiliados por los efluvios refrescantes del chakata, un trago-infusión, compuesto de té, limón, azúcar, ron y hielo.

En la mesa estaba Reinaldo, Bruno, Danilo, Julio, Lissette y Olguita. Estaban hablando de la mala pinta que había tenido la visita del flamante jefe de Estado de la URSS, Mijaíl Gorbachov, en la cual  se notó una relación con Fidel tirante, fría y dada la cual,  por primera vez desde que el Che le advirtiese sobre la traición de Moscú a la causa internacionalista y este lo desoyese olímpicamente, se le escuchó hilvanar un discurso sin la obsecuencia habitual de : ¡ Viva la Patria de los Soviets!, habló sobre los tiempos que estaban por llegar y sobre la relatividad de las amistades indestructibles.

Julio y Reinaldo, eran de todos ellos los más críticos con la censura en el panorama periodístico, pero no necesariamente los más entusiasmados con los sueños de aperturas económicas, sociales y políticas que llegaban promovidas, incluso desde la misma patria de Lenin. Todos estaban embriagados de ilusiones de cambios.

Han pasado los años después de aquellas conversaciones en la confortable terraza de la UPEC, discutiendo animadamente y no sin recaudos sobre la actualidad de la isla, cada uno de ellos tomó su camino más o menos aciago, algunos partieron al exilio, otros publicaron sus experiencias y fueron perseguidos, otros emigraron sin discernir públicamente y alguno como Reinaldo, tomó la senda más difícil aunque más fructífera, se quedó en Cuba rodeado de su realidad, a la que día a día ha contribuído a cambiar valiente y pacíficamamente. 

En estos años formó pareja con una mujer delgada de mirada inteligente, de verbo preciso, rico, ágil, y de un coraje fuera de lo habitual, que de a poco fue conquistando un espacio vacío y vedado en Cuba, el de la opinión libre, el de la levantarse, abrir los ojos y permitir que lo que arribe al cerebro en una conjunción de sensaciones, información, deseos, fuese procesado y filtrado únicamente por el tamiz de la elocuencia, del armado del discurso, de la correlación. Un espacio que le costó salvar todos los miedos que no puede imaginar quien jamás haya intentado siquiera llevarle la contraria a los lineamientos de aquella sociedad. Reinaldo estuvo con su gran preparación intelectual y su valor al lado de Yoani y hasta tuvieron un hijo juntos.

Ella se ha convertido en famosa, luego de persistir durante largo tiempo en una sociedad vigilada por los cuatro costados, en escribir un blog que fue su seña de identidad, por la delicadeza literaria y por el atrevimiento en las temáticas, contando la vida cotidiana, el intensísimo “obstine” como llaman los habaneros al sumun del tedio, sin bajadas de línea, sin adoctrinamientos, sin posicionamientos baratos. La calificaron desde un inicio de  "non grata", luego “desafecta” más tarde disidente, sencillamente  porque desde aquella advertencia pública de Fidel a los intelectuales en la Biblioteca Nacional en 1961 en que advirtió:   “Dentro de la Revolucinada,  d ﷽uera de la Revolucis disidente porque desde la declaraciescribir un blog que fue su seña de identidad por la delicadezón todo , fuera de la Revolución nada”, todo lo que no oliese a melaza revolucionaria, a sirope ideologizado o a fritura militante, era focalizado inmediatamente  y luego reprimido según el grado de desacuerdo o abulia que se atreviese a manifestar.

A Yoani le tocó un clima de medidas menos drásticas y trágicas con la variedad de puntos de vista, que antes de la desaparición del campo socialista, por diversos motivos , que van desde la erosión misma de toda etapa, hasta por el cambio de época que obligó a Cuba a aggiornarse de cara a la opinión pública internacional, toda vez que se quedó sin la custodia de sus otrora mentores estalinistas y debió agenciarse otra índole de simpatías internacionales. Pero no por ello un tiempo más fácil para salir adelante con la tozudez y la temeridad que demostró al mundo entero. 

Acosada por doquier, defenestrada, violentada incluso, junto a su esposo Reinaldo, la bloguera de aspecto frágil y delicado siguió adelante con paso ejemplar, formando grupos de blogueros, amalgamando embriones de movimientos de artistas contestatarios, insuflándoles ánimos, valor, esperanzas y sacándolas también para sí, de quien sabe donde, reclamando derechos de la ciudadanía a la información como acceso a la verdadera "integración", que no pasa por obedecer ciegamente, sino por participar en las decisiones del entorno. Yoani en estos años ha estado creando país, ciudadanía, conciencia, a la vez que creciendo intelectual y humanamente. 

La mayoría le reconoce este esfuerzo, pero aún hay de un lado y de otro quienes no son partidarios de permitirle expresarse, cuando lo único que ha pedido es el derecho a hacerlo con libertad.  Dentro de las propias filas de los cubanos emigrados, existe un familiar pero nada atesorado acto reflejo de menospreciar y en cierta forma incluso atacarla, por el hecho de que hoy tenga un nada envidiable reconocimiento, labrado con una determinación y temeridad tomados prestadas del panteón de las virtudes reservadas al más recalcitrante y atávico machismo latino.

Gente que se fue de Cuba hace muchos años por las mismas causas que a ella la llevaron a quedarse para reconducir la sociedad, le llegan a criticar que no sea demasiado dura con el régimen, mientras los de pseudo izquierda le critican que reciba presuntos emolumentos desde el exterior para desarrollar sus proyectos. Como si el gobieno cubano destinase partidas equitativas con el fin de sufragar los gastos propagandisticos tanto del régimen como de sus opositores, del partido único y los divergentes, de los espontáneos manifestantes de dentro y de fuera de Cuba en contra y a favor de los inadaptados al anacronico sistema. Y desde luego yo me cuidaría mucho de darle lecciones de arrojo a Yoani. 

Y una vez en mi interior, sólo intentaría dejar fluir con libertad ese torrente que porta la admiración al valor ajeno,  el reconocimiento al sacrificio, y a lo conseguido gracias a ello y en beneficio de todos.

Y si pudiese me sentaría en una mesa con Reinaldo y Yoani, los escucharía, trataría de que me contasen de donde sacaron fuerzas en estos años, que me hablasen de la cotidianeidad en tales lides, que me aceptasen invitarlos a dos chakatas a cada uno. Acaso más por el calor que por la comodidad.

 

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25 febrero 2013 1 25 /02 /febrero /2013 15:19

 

 

Cuba, che risulta essere l'ultimo bastione del socialismo reale nell'emisfero, anche se con le più selvagge adesioni pre pratiche moderniste, assiste insieme alla Cina, che si trova all’altro lato del mondo, alla disintegrazione dell’ideologia socialista. 
Il capitalismo industriale e finanziario annunciato dalla Rivoluzione Industriale, che si era avvalso di un forte background ideologico sullo studio fondazionista di Adam Smith, sulla creazione e l’accumulo della ricchezza, stá morendo, e non dall'interazione di antagonismo, con l'applicazione del marxismo e il suo invito ad abolire proprio il plus valore come la genesi di tutti i mali del sistema.
Anche se per certi versi la caduta ragionata secondo Marx dobbiamo ancora vederla, tutte le volte che giammai ebbe luogo, visto quei Paesi che hanno applicato le interpretazioni piu stravaganti delle sue teorie, nemmeno lontanamente si avvicinavano al concetto di paese che auspicava il filosofo materialista fondatore del comunismo scientifico, quelli che avrebbero dovuto scavare la tomba alla borghesia a partire dallo scoppio delle tensioni antagoniste, proprie del climax del sistema capitalista. Stanno cadendo ad uno ad uno i miti e le tappe che sono state erette nel corso dei secoli appartenenti alle gesta epiche del modernismo. Il non plus ultra della colpevolizzazione.
Forse la teoria cubana e degli altri paesi dell’aerea detta comunista o del Secondo Mondo, che suggeriva di vivere con meno varietá di prodotti e meno consumo, non era intrinsecamente mal pensata, sino a quando peró non si entró nel terreno dei divieti-obblighi, le censure, le repressioni, il disprezzo alla libertá individuale. Esattamente come l'ideologia hippie ebbe un picco di luce propria, che si spense, come, in generale, ogni utopia.
Comunque le societá hanno fatto dei notevoli passi in avanti grazie ai generosi apporti delle ideologie progressiste, l’Uomo é stato protagonista di eventi che danno luogo all’ottimismo grazie alla gentilezza delle utopie, timide sí, insignificanti quasi, se confrontate al desiderio di vederle realizzate, peró in ogni caso valide visto che ci hanno lasciato un risultato positivo dietro la prova empirica, é possibile rompere con il circolo vizioso che ci vuole indicare che non ci salveremo dalla codizia, dalla condizione cainita ed antropofaga della specie umana.
Non si tratta di una questione di ottimismo volontaristico neo fascista, come lo sono tutti i volontarismi, il problema é come si mette a fuoco la lotta, ma non nel senso del combattere, dello scontro fra rivali, ma bensí nel compito di cominciare a stringerci alla coscienza necessaria per attraversare quella linea, in apparenza di facile accesso, ma che in pratica si é rivelata complicata da traversare, non é per nulla semplice rompere il circolo vizioso di: dolore-allivio; piacere-angustia; confort-miseria; e sopratutto guerra-pace, gia ché nel dilemma guerra-pace vi é rappresentato tutto il resto.
La saturazione di ogni modello, nel terreno individuale, collettivo, sociale, universale, si autodistrugge, nella sua controparte.
É una deformazione culturale, non naturale. Infatti siamo cresciuti con la convinzione che l’opposto alla malattia é la salute, quando in veritá é ‘la cura’.
Quando gli esperimenti sociali si sentono stracolmi e saturati da elementi di pace, si mette in marcia tutto un processo di autofagia che conduce inevitabilmente a buttar giu tutto quello che si é costruito, invece di comprendere che il fine naturale della pace e l’armonia non é il caos, bensí il potenziare le capacitá dell’individuo, la ricostruzione di se stesso ad un livello di coscientizzazione al di fuori dall’orbita degli antagonismi artificiali del momento.
La realtá si ostina ad emergere dalle tenebre alle quali spesso é condannata, per dirci che non soffriamo certo per colpa di teorie messianiche o di capireparti tenocratici di questa nave alla deriva.
Maggiore é la libertá individuale piu si fa forte il tessuto protettore del progetto evolutivo dell’uomo. Vi sono molti interessi, che con il passare del tempo sono divenuti sempre piu forti, per poter sperare che ció avvenga senza opposizioni. E chissá per la stessa ragione sia venuto il momento, anche solo per superare la noia ed il dolore, di provarci, se ne avessimo il coraggio, d’abbandonare la fase di comodo tardo-adolescenziale per vedere se una volta prese in mano le redini della nostra coscientizzazione saremmo in grado di scrostare la scoria accumulata attorno alle nostre esistenze.
Giusto lí, dove prude.

 

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17 febrero 2013 7 17 /02 /febrero /2013 19:04

 

 

Uno de mis íntimos amigos a los largo de la vida, de esa gente irredenta, políticamente incorrectísima, y repleto de vaivenes, pero con la extraña virtud de la autenticidad, de la coherencia, del valor y la lealtad, hace poco me hizo una confesión después de muchos años sin vernos, ya que yo me fui de Cuba y él emigró a Miami. Evelio me dijo que en aquél país, donde se hablaba otra lengua, habitado por seres que creían pertenecer a un estrato superior entre los humanos, la especie de los “americanos”, en el país que le habían querido enseñar a odiar por todos los medios, y sobre el cual a todos lograron meternos al menos algo de desconfianza con unas pocas consignas de no demasiada factura intelectual, plagadas de lugares comunes y grabadas a fuego en el hipotálamo, que en aquel país famoso por el ego de sus habitantes, por el desprecio a otras nacionalidades, sin embargo fue donde aprendió a ser una persona con los mismos derechos que los demás. Fue el país que lo dotó de una dignidad como ciudadano, desconocida para él hasta entonces. Me contó que por primera vez sintió que no era menos que sus vecinos, que por primera vez le hicieron saber que contaba con una extensa batería de derechos, y que nadie se los podía pisotear sin más. Mi amigo no es un iluso, es un rebelde nato, eso me ayudó a creerle sin demasiados remilgos, ya que entre los defectos de mi amigo nunca se encontraron la cobardía ni la obsecuencia

Me lo comentó justo en estos días, que los cubanos no pertenecientes a ninguna casta política, retomarán tras más de cincuenta años, la sana costumbre de contrastar su cultura con el resto del mundo a través de los viajes, ello inevitablemente me trajo algunos recuerdos.

En los años que viví en La Habana, tenía un anverso en moneda nacional y un reverso en divisas. Cubanos y extranjeros. Había diferentes tipos de extranjeros y de tiendas para ellos. La sociedad estaba más estratificada con fines mercantiles y de contención y represión del deseo de comprar que cualquier país capitalista, incluso que la sociedad de castas en India. 
Excluyendo los turistas, que era el grupo más fácilmente diferenciable, por el aspecto, el color , el olor, y los sitios donde se hallaban, llegó un momento que se hizo complicado distinguir cuantos tipos de extranjeros había en Cuba incluso para los policías, de aquellos que vivían entre la gente, que ya habían recibido la bendición y la maldición del Caribe en sus pieles, estómagos y costumbres cotidianas.

 Había varios tipos, clases y categorías de extranjeros: estaban los residentes permanentes, aquellos de larga estadía que pensaban vivir el resto de su vida en la isla, estos contaban con algunos derechos que el resto de la población nacional no tenía, como viajar a su país una vez cada dos años, pagando el billete en moneda nacional, único derecho que los beneficiaba con respecto a las otras categorías de extranjeros. 

El nivel más bajo estaba compuesto por los estudiantes, que eran todos aquellos que tenían sólo permiso para estudiar, no podían trabajar ni comprar en tiendas de turistas, aunque había algunas tiendas donde podían adquirir ciertos productos del área dólar, muy reducidas ya que esta categoría era considerada la más baja socialmente. Estos eran mayormente provenientes de países en vías de desarrollo, con menor desarrollo que Cuba, tales como, Angola, Mozambique, Etiopía o Nicaragua.
Luego ascendiendo en la escala social había residentes temporales, los que no sabían cuando partirían, la gran mayoría de los exiliados pertenecían a esta categoría, y aunque se les permitía comprar en las tiendas de productos capitalistas  o de exportación, se entendía que no contaban con fuentes frecuentes de obtención de divisas. 
Siguiendo la línea estaban los “técnicos extranjeros”, cuadros medios de los países socialistas del este de Europa, y en su mayoría de la Unión Soviética. Estos tenían derecho a comprar en tiendas especiales en moneda nacional, en las cuales había productos alimenticios de notoria mejor calidad que los de la población nacional. Además, estos técnicos del área socialista, que de técnicos tenían aún menos que de socialistas, podían comprar en algunas tiendas de divisas, sobre ellos no se ejercía el control por parte de los agentes cubanos, contaban en sus propios barrios con un responsable del partido de sus países de origen. Vivían en barriadas habitadas sólo por ellos. Los rusos interactuaron relativamente nada con el pueblo cubano, pero no había cosa que le molestara más a un ruso, que soportar que se le metiesen un grupo del sector “estudiantes extranjeros” a beber en los bares con aire acondicionado, habilitados para ellos. En toda la isla, pocas cosas olían peor, que la axila de un soviético. Sin embargo ellos decían que los angolanos eran sucios, y que los centroamericanos cuando se emborrachaban se fajaban entre ellos. Lo cual no era necesariamente menos cierto. 
Estaban los segundos de la escala más privilegiados, el cuerpo diplomático. Estos tenían un tren de vida de bastante escaso sacrificio. Casi no topaban con el socialismo en ninguna de sus formas más rudas, menos redondeadas. Tanto por el dinero que ganaban como por la impunidad que les otorgaba la inmunidad diplomática. En las tiendas habilitadas para su consumo, se podía notar esa diferencia. Estaban dotadas de lo mejor que llegaba a Cuba. Eran las tristemente famosas “diplotiendas”, radicadas casi en exclusiva en el barrio de Miramar y en Siboney. Tal era la distinción que le otorgaba a una tienda, a una peluquería o a una panadería, el prefijo “diplo”, que durante un tiempo cuando una chica se distinguía por su belleza se la denominaba: Diploniña.
Y por último, la crema de los privilegiados. Habían empezado a desembarcar un nuevo tipo de extranjero, que se convertirían en los menos queridos pero los más deseados, los empresarios a los que el Gobierno daría el visto bueno. Empresarios españoles, franceses, canadienses, que soñaban como todos, con beneficios económicos, pero por alguna razón arbitraria, aleatoria, anárquica o fortuita, más que racional, fueron asimilados por el sistema como capitalistas con un toque suficientemente revolucionario. Dueños de cadenas de Hoteles, empresas de comunicación, astilleros, petroleras, etc., simplemente millonarios que establecían sus sucursales en Cuba, contando con la cómoda inexistencia de sindicatos y sin el siempre molestísimo derecho de huelga. Estos compraban en las tiendas que se les antojara y no eran importunados por agente, ni ley alguna, los sempiternos bienvenidos. 
Por debajo de todas estas castas, estaban los cubanos como mi amigo Evelio. Los nativos de aquel país, no podían entrar a ninguna de aquellas tiendas, ni manipular la moneda extranjera de modo alguno bajo amenaza de cárcel.

Una realidad así de absoluta, simple y llana.

 

 

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