Me resulta curioso que con motivo de la Copa del Mundo de fútbol, mucha gente quiere que pierdan los ingleses, y cuando les pregunto el por qué, me dicen porque fueron y son unos piratas absolutos.
Resulta llamativo porque fueron ellos quienes inventaron este deporte y casi todos los de equipo, además de haber traído a la modernidad el atletismo nacido en la antigua Grecia, de haber inventado casi todos los juegos de mesa y sobremesa, haber revivido el teatro, haber dejado una inmensa obra poética, literaria, novelística, cuentística, ensayista, de viajes, de ciencia ficción, humanista, revisionista de la religión, de la monarquía, de sociedad con la revolución industrial, pioneros en feminismo, en luchas obreras, sindical, de minería, estudiantil, de las clases bajas y medias, marinería, buen humor, ese cine tan necesario como maravilloso y ese rock y sus reminiscencias y destellos socioculturales sin el cual no podríamos imaginar como habría sido nuestra vida.
Ah, y sí, como no, también aportaron toda esa iconografía épica del pirata de pata de palo y bandera de calaveras y huesos cruzados.
En las tres culturas que me conforman, Argentina Cuba y España se mira a Inglaterra con el recelo y la desconfianza que se le suele guardar a los vencedores.
España sufrió algunas duras derrota contra los ingleses difíciles de asimilar, una de ellas en la larga guerra comenzó con el plan de Felipe II de invadir Inglaterra desde el paso Calais con la Armada Invencible, otra memorable es la victoria de la armada británica frente a la coalición franco española en el cabo de Trafalgar y no es menor la espina que dejó la pérdida de Gibraltar en la Guerra de Sucesión y la posterior entrega a Gran Bretaña pactada en el Tratado de Utrecht; aunque en el famoso peñón, todos los Sánchez y Gutiérrez votan una y otra vez por ser británicos ¿quién se alejaría por propia voluntad de la libra esterlina? .
En Argentina, siendo el país de habla hispana que más influencia inglesa tuvo, ya que buscó que la Corona británica fuese su protectora ante la posibilidad de represalias españolas en tiempos de una temprana Independencia, ello legó a través de la implantación de un telúrico capitalismo de las Pampas, ferrocarril, industria, la adopción de deportes como Polo y rugby, además de este fútbol de rabiosa actualidad, tenis, y muchas costumbres del campo en las clases dominantes; sin embargo en el siglo pasado se pusieron a jugar a patriotas contra la Royal Navy para recuperar unos peñascos en el Atlántico Sur y como casi siempre, ganaron los de la tierra de los Eng, que llevaban al frente de la tropa a un principe Windsor mientras que del lado argentino, con la honrosa salvedad de la aviación, sólo enviaron morir a los soldaditos pésimamente mal pertrechados; generales y comandantes se quedaron en casita al lado de la chimenea.
Huelga decir que en el caso de las Malvinas o Falklands también todos los habitantes votan ser británicos, con la curiosa excepción de un beodo parroquiano fijo del único pub de Port Stanley que votó ser argentino, probablemente como réplica a la pésima relación calidad-precio del ale y el whisky importados de ultramar.
Y en el caso de Cuba, primer país en tomar contacto con la bravura de Hawking y su primo Francis Drake que más tarde participaron en las batallas contra la Armada Invencible, también conoció antes que los otros tres la determinación de la Royal Navy. La Habana fue tomada por los ingleses y permanecieron en ella dos años, cosa que les permitió presionar a la corona española para cambiarla por Florida y un buen pedazo de lo que hoy es EEUU.
De todos modos, la desconfianza al enemigo inglés en estos tres países es sólo una burda pretensión, la realidad permite ver con mucha más nitidez una clara fascinación, En España los británicos cuentan con los mejores lugares en los sitios más paradisíacos de las mejores islas, los nacionales parecen nativos sirviéndolos, la policía les permite todo tipo de desórdenes e incluso delitos por los que a un nacional se los metería preso,
En Argentina todo lo que fuese la tradición aristocrática inglesa tuvo una cálida bienvenida en la tosca pero transparente clase terrateniente pampeana, se adoptaron toros Hereford con doma inglesa, backgammon y polo, rugby y roast beef y se mezclaron con el gaucho, sus espacios infinitos y sus eternas soledades, y a cambio de más plata que la que había en la montaña del Potosí, se les cedió gustosamente el sur para sus ovejas, sus lanas y vacas y la ciudad para el ferrocarril, subterráneo, arquitectura, el fútbol y los mataderos.
Y en el caso de Cuba, es de suponer que en su fuero más íntimo, a menudo los capitalinos, a la luz de un mechón a merced del revolucionario apagón cotidiano, se preguntarán:
-Coño, si se hubiesen quedado con La Habana ¿cómo estaríamos hoy? ¿seríamos Australia o Jamaica? ¿Habrían conseguido Guarapo y sus barbas llegar más acá de Camagüey?
Torre de los Ingleses, Buenos Aires.