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12 mayo 2018 6 12 /05 /mayo /2018 12:24

Una de las mejores y menos realistas pelis que he visto es la vida. 

Se me parece mucho al cine, aunque en lugar de ir pasando por delante de una butaca en la sala penumbrosa, me ha ido transcurriendo por todos lados, lo cual también incluye delante de los ojos y en torno al cuello. Por detrás, por dentro, lo que está por venir que nunca supe si llegará, a que distancia se encuentra y si terminará perteneciéndome.

Se parece a una película pero de mucho misterio y en cuatro dimensiones, aunque también se parece a tantas cosas que si nos ponemos a comparar no terminaríamos nunca. La vida es una película, un cuento, una novela, una ópera, una sinfonía, una obra de teatro, un sainete, una opereta , un cuadro, una canción, un deporte, una guerra, un desastre, una solución, un problema, un amor, mil amores, ningún amor.

Y es mucha soledad barnizada, bañada en chocolate, con trozos de nuez, pintura de acuarelas, y humo, sobre todo es mucho humo sin cenizas ni brasas.

Y así como no hay nada mejor que un día tras otro, a veces no hay nada más terrible que ello, saber que es imposible salir en un abrir y cerrar de ojos de esa pesadilla que empieza cuando nos levantamos. Pero sí, se puede, cuando se cuenta con fuerzas para asomarse al borde y con la suerte de divisar el oasis. También con algún lugar para entrar y con alguna mano enchufada a un corazón.

A cada una de las personas que esté pasando un momento duro me gustaría poder comunicarles como si fuese un noticiero de televisión o una publicidad repetida diez veces en un día, que es posible, que todo lo que se imagina se puede, que lo que se sueña está soñando también con nosotros, que el aliento va y viene y la soga tensa que aprieta en algún momento se remoja en el fondo del mar junto al ancla. Más tensa, pero empapada.

Varias veces temí estar en las proximidades de la demencia, de la pérdida de nexos con la realidad consensuada, no sé cuanto de cerca o lejos estuve en realidad porque del todo nunca enloquecí, pero sí que debí combatir depresiones intensas, impulsos autodestructivos, adicción a substancias que aunque las explicaba con una frase de Bukowski: "cuando las cosas están mal bebo para olvidar los problemas, cuando están bien bebo para celebrar, y cuando no pasa nada bebo para que algo pase", lo cierto es que me substraían de la agobiante amalgama de abulia, miedo, desprecio personal y sobre todo, ese lento, lentísimo tránsito de un día pésimo a otro igual, del inexorable paso de un grito ahogado a un alarido muerto, de lo poco a lo menos, hasta que la lucha, la ilusión, el amor ajeno al mismo tiempo que el propio, empezaron a cambiar los ladridos por lamidas, los sopapos por caricias, la toxicidad propia y ajena por anticuerpos, y llegó un momento que gracias al haber visto esa película en cámara lenta, ya ningún pasaje fue un infierno, los obstáculos comenzaron a parecer regalos, y empezaron a llegar días detrás de otros cada vez menos agobiantes, hasta que llegó el momento en que tiré de las riendas para frenar los instantes, para regresar a lo perdido, para aprovechar cada minuto de paz, empecé a redescubrir aromas agradables, a disfrutar la película despatarrado en la butaca envuelto en la penumbra cómplice, a verla pasar por delante, por detrás, tomado de su lengua, de su entrepierna, hasta la paz de una siesta sin corset.

La Película
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7 mayo 2018 1 07 /05 /mayo /2018 11:11

Me refregaba las manos porque me quedaban un par de capítulos de la segunda temporada de Homeland, que había declinado ver siempre que me lo sugerían, porque cometí el error de hacerle caso a esas sinopsis ultra resumidas que aparecen en internet tras los créditos de las películas y series. Decía que se trataba de espías y de Medio Oriente y como detesto todas las historias de ficción e incluso de no ficción sobre el tema, me tiene refrito, ni siquiera me planteé husmear.

Pero una amiga cuyo criterio intelectual me obliga a tenerla en cuenta y con quien intercambio introducciones a ls series, me la recomendó encarecidamente diciéndome "al menos comiénzala, si no te gusta la dejas", en efecto me gustó tanto que vimos cuatro capítulos de un tirón en su casa. La segunda temporada es aún más trepidante. Y me refregaba las manos porque me quedaban unos capítulos para disfrutar y un paquete entero sin abrir de papas fritas con pimienta y limón, una exquisitez que no dura ni medio capítulo, pero que valía la pena abrir.

Puse el play, tiré de las esquinas de la bolsa e hizo "pop". Metí la primera papa a la boca, ese sabor ácido, ese gustito picante, lo bajé al gaznate y apenas tocó el glotis me percaté de que algo no andaría del todo bien. Comencé a carraspear para poder aspirar aire mientras la garganta se me cerraba cada vez más, en pocos segundos no podía respirar, me puse boca abajo, comencé a hacer ejercicios con la garganta, me llevé unos dedos a la campanilla y resultó peor, la pimienta sintetizada o lo que quiera que esa sustancia fuese comenzó a actuar de candado entre mi interior y el mundo de la fotosíntesis en una manera ya preocupante, fui a mi neceser de medicamentos, cogí un antihistaminico que todo asmático atesora en su morada y comencé a hacer ejercicios de calma mental, de control de la situación desde la cabeza, pero tomé conciencia de que o solucionaba el entuerto con premura o debía salir al palier a llamar el ascensor y tratar de llegar lo más lejos posible para pedir auxilio. Abrí ventanas y comencé a ejercer una ligera presión con el dedo a la parte posterior de la lengua hacia abajo, me tranquilicé y de a poco comenzaron a deslizarse hacia los bronquios briznas de aire, permanecí inmóvil y dejé que cada vez entrase un poco más de cantidad de oxígeno, sentía como me descongestionaba por dentro y por fuera, volví a sentir sangre en las manos, riego en toda la entendedora y una sensación entre gloriosa por no precisar salir a escandalizar a la gente con las sirenas de la cura, y aterrorizadora por la evidencia de levedad del bienestar. No soy nuevo en sustos pero este casi me puede.

Regresé a mi serie sabiamente recomendada por mi amiga pero lejos del paquete de sucedáneos papas fritas sabes a pimienta y limón y es que vivir sólo, puede conceder ciertas libertades y dotar de un halo misterioso; pero también supone aprietos que requieren de determinaciones y decisiones acertadas y flema inglesa, de esa que precisamente por ser un enjambre de nervios, atesoro en toneladas en el baúl de las emergencias

Chips, glotis y flema inglesa
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2 mayo 2018 3 02 /05 /mayo /2018 01:57

Antes de pagar tuve que llenar el espacio de la fecha de nacimiento y de repente me acordé: "En un par de días cumplo años" pero cuando me quedé hierático, congelado fue cuando recordé cuantos años tendré en dos días.

Cincuenta y cinco años, 55, LV, 五十五, cinco décadas y un lustro, un lustro menos que sesenta, un lustro menos que ser viejo de modo inapelable. Hace cinco años estaba casi en el mismo instante que ahora, no sé si ha pasado siquiera un día desde hace cinco años.

No-me dije- con la esperanza de despertarme de esas pesadillas que a menudo me sacudo de encima dando un respingo en la cama, aunque nunca me las quito del todo hasta pasadas unas horas en vigilia. 

Pero sí, son 55 pirulos. Y no es que en la costumbre de respirar no sienta su paso, su peso, su pisada, o que bajo el cúmulo de ocurrencias, aventuras, desventuras, situaciones, entornos, desengaños, amores, olvidos, tristezas y existencias no sienta justo el arribo de una edad que los pontifique, en ese sentido hasta encuentro muy escaso ese tiempo, no veo como pudo entrar todo en ese bolsillo.
No veo la relación que tengo con lo que incluso hoy entiendo que son cincuenta y cinco años, como pesan, como se reflejan, como se expresan, que aspecto sugieren, que requisitos exigen, a que seriedad comprometen, a que tenor obligan, que pose imponen, que seguridad otorgan, que logros, certezas, firmeza, otredad, charme, rotundidad, permiten alcanzar, y sobre todo a cuanta renuncia de sueños, a cuanta claudicación de carcajadas espontáneas, de utopía matutina, de angustia en la madrugada, de la inocencia y el rubor en las miradas, de la ternura en la caricia a la espera de la retribución, de la pasión por cada cosa, por cada tema, por cada rincón y esquina donde se escondan las ideas, las dudas, los deseos, en cada recóndito resquicio en que se atrinchere el abandono y en cada sonrisa franca que acerque al abismo de la locura mediante el fracaso y la desesperación. 

Hay una forma de ver cincuenta y cinco años, de la silueta hacia afuera, valijas de cuero marrón, bochas peladas, caras acontecidas, sensación de seguridad, todo doblado, todo resuelto, papá de pipa, semi abuelo reposado, pero si yo lo única certeza que tengo es que duermo mejor acostado que de pie

¿De qué aplomo me visto?

 Como cuando iba al colegio: "ese viejo", digo cuando hablo de alguien que tiene un rematado aspecto a mi edad próxima, zapatos de cuero inglés, bastón, miradas babosas de ojos saltones en párpados que inician su declive definitivo; ¡pero que 55 ni ocho cuartos si yo me sigo riendo como si me hiciesen muecas desde afuera del moisés! 

 Aunque existe también una forma de ese tiempo desde adentro, desde las mandíbulas, la lengua, la campanilla que regula cada grito, desde el pulmón espaciado de mucosidad rebosante de asma, que resiste al tedio, al cansancio, pulmón bregado, luchado, experimentado uno, y el otro taimado, pícaro, agazapado, oportuno; hay un modo del estómago y sus pasadizos secretos que conducen a una salida que también atesora su particular forma de entender los 55 pirulos. 

Como la ruta 66, también hay un estilo 55, se manifiesta en las rodillas, en los hombros, en cada vena del falo en cada arteria sensible del escroto, en el disfrute del camino hacia la llegada del semen, hacia el brote de nuevos estrenos frente a las redondeces femeninas, de la respiración en la oreja, de las palabras en el cerebro, de los dedos de los pies. Hay una forma de verlo desde el abdomen definitivamente cambiado, desde el interior de la mirada, donde se cuece la timidez, la osadía, el templo que resguarda la antesala desde la cual saldrá todo lo que jamás ha de regresar, desde donde cada cosa que viaja se disemina y multiplica y nos olvida para siempre jamás, como hijos que se enfrentan a su ola, como olas que nos revuelcan entre nuestras facultades aprendidas, moldeadas, revisitadas una y otra vez y el límite cada vez menos perturbador de aquella oscuridad.

Hay unos cincuenta y cinco que se deberían percibir en los huesos, en cierto modo de cansancio y de sabiduría, pero nunca imaginé llegar sin pasar primero por la abulia, el desdén, la contemplación de las cenizas. 

Soy responsable de ese cúmulo de días que la vida depositó en la bolsa que me fue confiada para limpiarla de cardos pero me identifico más con la caminata que me trajo, y en algún sitio albergo las pizcas, las migas, los destellos, las chispas de todo lo que pasó, y su olor, su dolor, su gozo y su respiración con sibilancias me observan como quien mira su coche viejo o su bólido, su desvencijado asiento de tren o su jet particular. No necesito examinarme, sé que no encuentro en ningún punto cardinal el transcurso del tiempo ordinario porque he atravesado mi pecho con el juego de las pistas, siguiendo huellas con el olfato, la intuición, el deseo, el desespero por la aprobación, buscando un elogio inmerecido, uno merecido y otro asesinado al costado del prepucio.

Sé que no me puedo encontrar de una pieza porque me perdí en algunos recodos mientras en otros me adelanté, pero mi baile con la ilusión y la sorna de la vida aún acaricia los primeros compases, abierto, torpe, entusiasmado, acaso algo taimado pero sin llegar a sabio. Disperso como ante aquella pizarra de la señorita Isabel, recorrida con trazos de tiza, llena de infancia ausencias y perpetuidad.

Transcurso

Transcurso

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19 abril 2018 4 19 /04 /abril /2018 22:49

El Nene, Orestes y Peter eran mis socios en el preuniversitario de Alamar.

El Nene era el amigo natural, ese que aún hoy cuando lo recuerdo lo hago con una sonrisa en el rostro, nos reíamos a pata suelta, Peter vivía en mi edificio, le gustaba escuchar rock como a mi y vestir imitando alguno de aquellos rockeros de "afuera". Ambos teníamos la misma mancha en el expediente escolar acumulativo: "diversionismo ideológico" por escuchar música en lengua enemiga y vestir pantalones de mezclilla azul, el estigma de los pioneros del imperialismo. La amistad con Orestes fue más extraña, pero igual de verdadera.

Era en la secundaria antes del pre, estábamos en la misma aula, un día que Orestes y su amigo de entonces, Amador, estaban sentados detrás de mi, recibí en reiteradas ocasiones impactos de pelotillas de papel en la oreja, reaccioné girándome cada vez con creciente enfado pidiéndoles que dejasen de joder, hasta que me levante y hablé en voz alta escupiendo no recuerdo que improperios. Tras sonar el timbre de cambio de turno, Orestes me dijo que el profesor los había regañado por mi culpa, le dije que ya estaba harto de los papelitos, y me dijo, junto a Amador, que él no tomaría represalias pero que lo haría su hermano esa tarde en la piscina, que era menor que él y de mi tamaño. 
Por la tarde fui a la piscina habiéndome desentendido del episodio y mientras estaba nadando sorteando cuerpos que se lanzaban o se cruzaban, vi que Orestes llegaba a la piscina junto a Amador sin aparente intención de nadar a juzgar por la indumentaria de pies a torso, Orestes habló con un muchacho que sí estaba bañándose y me señaló, entonces me di cuenta que era cierto lo del hermano, seguí nadando y sentí un bombazo justo a mi lado, tan cerca que parecía imposible que no me hubiese impactado. paré de nadar y era el hermano de Orestes que me decía que saliésemos del agua.
Empezaron a amontonarse los muchachos animando a que sonase un galletazo, exhortándonos a que nos diésemos un buen tranqueo para divertirse bajo el proletario, guaposo, “testosteronero” y cruel sol padrino de ese tipo de adolescencia.

El hermano de Orestes si bien era menor que nosotros en cuanto a edad, estaba muy trabado, hacía lucha libre, era puro músculo, yo me quedé de pie mirándolo y esperando a ver si empezaba una bronca sin las más mínimas ganas de seguirle el ritmo, pero entregado al destino, y entonces, Rubén, como se llamaba el gallo de pelea, empezó a decirme que por que le había guapeado al hermano, que si era guapo le guapease a él, y yo seguí impávido, no tanto por una suerte de gelidez samurái sino por un escasísimo deseo de empezar una bronca en esa piscina con aquel ovillo de músculos rodeado de amigos y hermanos. Orestes lo llamó, se fueron y seguí nadando completamente perturbado por la violencia de la situación. Había conseguido salvar los muebles de la dignidad pero por dentro estaba más apendejado que si hubiese salido corriendo con un tigre detrás.
Después de aquel día Orestes y su amigo Amador no me molestaron más, y de a poco se fue acercando a mi, hasta que en el preuniversitario comenzamos a trabar amistad, pero nunca se borró del todo el recelo que aquel episodio sembró. Igual le ocurrió con Jesusito, el hermano del Nene, con quien se había fajado en el baño en uno de los recesos de aquella secundaria, Jesús ganó, y después de aquello hicieron paces pero nunca se tragaron del todo.
Yo no le guardé rencor el absoluto, no así al hermano, con el tiempo comencé a ir a su casa y él a la mía, su familia me recibía como a un familiar, eran muchos en la casa, su hermana Pochi y Yamila eran como primas para mi, querían que yo fuese el padrino del primer sobrino de Orestes, Yidier, comenzaba entonces la generación Y. 
Cuando empecé a salir con mayor frecuencia con Hanoi y comenzamos a atravesar esos períodos en que no se sabe como definir la relación, justo antes de llamarnos novios y poco después de denominarnos materiales, amantes, amigos con derecho a roce, en ese ínterin ya Hanoi decidió que su amigo de mis amigos sería Orestes, no el Nene, a quien percibía demasiado amigo, demasiado cercano, demasiado competidor en el más que probable futuro camino de la intensificación del afecto, incipiente pero vigoroso.
Cuando ya había dejado el preuniversitario en el último año, Hanoi y yo nos aficionamos a hacer el amor a la mañana y la tarde para lo cual ella debía saltarse clases, fue in crescendo y un día que no olvido, por aquella imbecilidad de la vanidad masculina, ella llegó a casa en la mañana, echamos el primer amistoso, y cuando caía el sol que la acompañé a la guagua que la llevaría a Habana del Este, ya habíamos echado ocho palos.
¡Ocho palos! 
Los últimos eran tremendamente placenteros, me hacían temblar desde los pelos lacios de la cabeza a los enroscados de otras zonas, pero claro, lo que me salía entonces, era ya casi un holograma de semen. Tal vez si uno de aquellos últimos espermatozoides del octavo palo hubiese fecundado a un generosísimo óvulo ¿quién sabe si el crío resultante no habría sido un hacha de la sangre fría, el campeón de la probabilidad, un Atlante de la optimización?
El asunto con Hanoi terminó muy mal con su familia, su padre había sido embajador en Vietnam, por eso, en un rapto de genialidad impresionista se le ocurrió  el nombre de mi novia, aunque antes había sido embajador en Bolivia y había hecho ya uso de edu talento abstracto al ponerle a la primera hija, no La Paz, sino directamente Bolivia, y aunque su hermano del medio se llamaba Mauro, en absoluto había nacido en Mauritania.
Me culpaban a mi de que su hija hubiese dejado de estudiar y se hubiese aficionado al descanso prolongado y no merecido, a la bebida y al rabo.
¿Qué culpa tenía yo? ¿No era el simple vehículo liberador de la expresión que con el paso de los años y ya distante de mi, Hanoi llevó a niveles proverbiales? Bueno quizás un poquito de ánimo le daba, pero aquello era mutuo en todo sentido, hoy las feministas darían la vida por defender mi inocencia: la mujer no es un producto ni una costilla del hombre. 
La última vez que nos vimos como novios, yo la acompañé a los bajos de su edificio en la Habana del Este, ya había sido advertido por varios medios de que no me aproximase más a ella, y cuando nos vieron desde el balcón de su casa despidiéndonos, el padre y el hermano bajaron hechos unos basiliscos prometiendo que me dispararían, yo la despedí y puse pie en polvorosa, y aunque a los pocos días Hanoi pasó por casa a despedirse asegurándome que el padre andaba armado y decidido a agujerearme, como todos nos fuimos al mazo y la partida no se terminó de jugar, nunca llegué a saber si aquello era todo humo o había habido algo de incandescencia.
Caliente sí que estaba, así que por las dudas era mejor dejar enfriar las cosas.
Un año o dos más tarde, yo vivía en Miramar, en la misma playita de 16 y casualmente Hanoi, que hablaba bien alemán desde pequeña porque había crecido en la RDA donde su padre fue también embajador, se matriculó en la escuela de idiomas para los estudios superiores, eligió Inglés, estudiaba a una manzana de mi casa y de ese modo volvimos a vernos con frecuencia y volvimos a beber, a vaguear y a echar menos, pero más refinados palos. 
Una tarde de las que Oestes me visitó a Miramar, Hanoi se unió a nosotros, fuimos a comprar una botella de ron a la tienda de técnicos extranjeros del Sierra Maestra, y cuando la vaciamos subimos a mi departamento. Aquellas casas eran de tropas especiales y se repartían a familias o personas que se consideraban adecuadas para vivir en ellas. 
Antes que nosotros había vivido en aquel enorme departamento un militante de algún movimiento revolucionario de Latinoamérica, había dejado varias cosas, entre las que me interesaron había unos blue jeans Levi's, unas camisetas Adidas de los cuales le di un juego al Nene y me quedé con otro yo, y una pistola de aire comprimido que llamó mi atención, ya que la escopeta de perles que yo había tenido se la agitaron unos guapos en Guanabacoa a mi amigo Juan José, un día que me la había pedido prestada para ir con un amigo suyo a tirar cerca de la bahía. Me contó que los guapos sólo le dijeron "dame la escopeta o te despingamos todo" y se la dio en vez de tirarle aunque fuese un perle, pero aquello era Guanabacoa, la primera Villa, puedo figurarme la pinta de los personajes que le agitaron mi escopeta de balines, la sola mirada de los guapos de la Jata afloja el esfínter del más aguerrido.
La pistola semejaba una Luger alemán, las del cañón delgado. Me asomé al balcón y le disparé a un árbol, se la di a Orestes que le tiró a otro árbol y Hanoi hizo lo propio, hasta que a alguno de los tres se le ocurrió tirarle a un transeúnte que pasase a cierta distancia para que el balín sólo alcanzase a molestarlo.
Un hombre entraba a un pasillo de un edificio en la calle de enfrente con seis litros de leche en botellas de vidrio sostenidos por una cesta metálica para botellas, uno de nosotros le apuntó a la nalga, apretó el gatillo y ahí fue el perle. En el acto, el blanco improvisado soltó un alarido seco y también los litros seis de leche, que se hicieron añicos contra el suelo, el hombre se giró rápidamente hacia todos lados, los tres bajamos la cabeza, y al poco rato había dos coches de policía mirando en todas direcciones.
Les dije a Hanoi y a Orestes que los acompañaría abajo hasta la parada para que no tuviesen problemas, Orestes era negro y sabíamos que en esos casos, antes de cualquier investigación, tanto en Cuba como en el resto del mundo,  si había un negro cerca, cargaba con la culpa de manera ineludible.

El hombre se había rascado dos veces la nalga, imaginé que lo que más lo animó a llamar a la policía y no cesar de insistir en saber quien le había tirado una piedra, como se escuchaba desde lejos, no sería tanto aquel incómodo ardor postrero, como la atomización súbita de nada menos que ¡Seis litros de leche en la Cuba de la libreta! 
Y sinceramente era en lo único que yo pensaba "coño , le jodimos la leche de la semana".
Una vez que regresé a casa me estaba esperando el Nene, que no bebía ni le gustaba meterse en problemas. Le conté que Orestes y Hanoi acababan de irse y el resto de la historia pero tampoco a él le dije quien tiró y no hizo ningún esfuerzo en averiguarlo, o sí, pero recordar que no, tomamos café y le dije que si quería se podía quedar a dormir, porque yo no tenia más ganas de salir a la calle, ni de asomarme al balcón, ni de recordar que Hanoi estudiaba en la facultad de idiomas de la esquina, ni que años atrás Orestes me había enchuchado al hermano, sólo quería pedirle disculpas al vecino de la calle de enfrente por su picazón en la nalga, por la leche derramada y por toda aquella imbecilidad supina que me embargaba y de la que veces era rescatado por la alfombra planeadora de la amistad.

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2 abril 2018 1 02 /04 /abril /2018 20:09

Una querida amiga estaba de visita en casa y en un momento que intentábamos entrar en una determinada página web, el sistema me re direccionó a otra página en la que aparecían exuberancias y voluptuosidades poco destacables por su discreción, al instante apresuré el mouse buscando abandonar tal situación embarazosa que podía revelar alguno de mis suplementos en más de una medianoche impía, acompañando la prisa con excusas típicas de mal perdedor, ya que no hacia falta explicar nada, el pescado ya estaba vendido; pero aún así es comprensible que el chorro de sangre ascendente por las mejillas, exhorte aunque sea a un tímido intento de nobleza exculpatoria.

Luego ingresamos a la página que queríamos entrar en un inicio, mientras nos reímos de como a veces aquellos auxilios binarios al llamado del "mantecado celestial", cobran vida propia y deciden presentarse según sus propios criterios y decisiones.

Más tarde mientras íbamos a un pueblo típico del campo, mi querida amiga de muy buen ver, empezó a comentarme, advirtiéndome que lo hacía sin acritud, que un amigo gay le contó que cuando quería ver una película porno para encender su cacerola, no veía películas gays, sino heterosexuales, y concluía que todos los que ven películas porno, en lugar de calentarse con la cajita que guarda los fósforos se deleitan, consciente o inconscientemente, con la imagen de los fósforos; o sea que todo aquel que le concede unos minutos al séptimo arte del desenfado, alberga un gay agazapado, perdido en el subconsciente por el batallador embutido de tendones y venas, que todo aquél que se deja llevar por esas imágenes jadeantes, cadenciosas, lujuriosas de hembras insaciables que socorren las fantasías provenientes del nido del marote, en realidad no miran la cajita, sino que miran el fósforo.

No le veía demasiado sentido a tal sentencia aunque tampoco la encontré descabellada del todo, pero en lugar de oponer mi criterio me sentí invitado a contarle como desde hacía relativamente poco, en mi edad, había descubierto una forma de satisfacción gracias a las computadoras y la red que mezclaba la comunicación con partenaires de verdad con fantasías espontáneas guardadas en los tupperware de las babas contenidas, y me di cuenta que por primera vez hablaba de esta práctica, los "pali-pajas", o "paji-palos" como los bauticé al notar que la mitad de ellos aproximadamente, eran auténticos actos sexuales llevados a cabo por dos personas, toda vez que cuando llamamos acto sexual, incluyamos también ese altísimo porcentaje de ojos cerrados, imágenes complementarias recorriendo el iris resguardado por los párpados, ora de la vecina, la suegra o la compañera de trabajo, y la otra mitad compuesta de pura fantasía y autosatisfacción.

La primera vez, como casi todo, empezó por casualidad en uno de esos chats: "te mando un beso, pero mis besos son traviesos y por más que los mande a la mejilla a veces se escapan por el cuello, el escote, o las caderas, en fin, tú discúlpalo" y luego rematando el mensajito con un precavido: "jaja", para recibir a continuación la respuesta: "jajaja"- La cama lista y el champán servido. De ahí pasó a: "como me gustaría hacerte esto por aquí" o "lo otro por allá" y del trote al galope y de ahí al desboque, dando rienda suelta a los "que rico, que sabroso, mima, papi, toma, dame" y la mar en bote.

 

Sin reglas, solo una sugerencia planteada por el sentido común, es mejor que los jugadores no se conozcan para permitirse imaginar el olor perfecto, el aliento, la voz, la piel y poder siempre cuadrar los atributos en cuanto a forma, textura y volumen.

El ejercicio virtual no es supletorio ni excluyente, sino complementario.

Le conté que durante la época más álgida de las refriegas virtuales fue también cuando más empujado me sentí a vivir relaciones presenciales esporádicas. Ambas con gran respeto, pero sin inhibiciones ni tupperwares que retornen cerrados a la nevera, disfrutando de ese casi único capital que la edad nos declina: saber lo que nos interesa y lo que no.

Llegamos al pueblo con la boca seca y los patitos alborotados, lo atravesamos por la calle principal y salimos tan rápido como pudimos, busqué un camino de campo mientras sentía la mano de mi amiga acariciando la exigida cremallera del jean, cada vez que podía le tocaba las piernas y mi obsesión, mi deleite, mi perdición, los senos. Aparqué debajo de un árbol, ni bien tiré del freno de manos nos enredamos en un abrazo interminable, de besos, de lenguas desaforadas, enérgicas, exploradoras labios tersos y mullidos a la vez, los cuerpos cargados de sensibilidad desde la oreja hasta al pantorrilla, desabrochamos todo lo que tenía broches o botones, sus pezones erizados en mis manos primero y de ahí a la boca y otra vez en las manos, mi miembro ya encerado por una media eyaculación dentro del pantalón en sus manos y el interior de su braguita de seda manando jugos en mis manos, mis dedos subiendo y bajando mientras los besos y la tonelada de saliva producida anunciaba la gozosa explosión y la catarata de fluidos que no demasiado tiempo después tuvo lugar en el asiento trasero, de costado, precisamente cambiando de la posición de ella encima subiendo y bajando acariciando mis muslos y testículos, poniendo sus senos en mis labios, una nalga en mi mano y entregando la entrada de su oquedad posterior a las caricias de uno de mis dedos, el más sensible, como convenciéndose de la conveniencia de abrir todas sus puertas, semi vestidos ambos, sedientos de esa apresurada y retozona corrida con todos los patitos de la cabeza saliendo disparados campo afuera. Luego nos vestimos, visitamos el pueblo y terminamos la fiesta en casa pero nunca más hablamos sobre el tema.

 

¿A qué universo virtual debíamos agradecer aquel desenfadado escarceo liberador, a la aparición abrupta de la paginita picante, a la interpretación transgresora de la afición por disfrutarlas o a mi revelación del lascivo jueguito binario? Fuese cual fuese su génesis virtual, terminó tan concreta, tangible y directa, como la mejor de las refriegas soñadas.

 

De modo que si las preferencias de repente se ven invadidas en las fantasías por sujetos y objetos extraños, bienvenidos sean, lo que no mata ni engorda, alimenta al cuchi cuchi mandarina.

 

 

Cuchi cuchi mandarina

Cuchi cuchi mandarina

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7 marzo 2018 3 07 /03 /marzo /2018 13:56

 

Con motivo del próximo día de la mujer trabajadora, particularmente reivindicativo en el mundo entero.

 Uno de los rasgos característicos de la primerísima sociedad post revolucionaria cubana fue la emancipación de diversos sectores sociales, parecía estarse concretando el sueño de la intelectualidad europea y latinoamericana de principios del siglo XX, obreros al poder, la creatividad sin límites, el campesinado adueñándose de la tierra, y la plena realización de la mujer en todos los terrenos sociales, mujeres milicianas, mujeres trabajadoras, la publicación de la  revista “Mujeres” de alto contenido feminista, la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el divorcio, el aborto y todo ello previo a los hippies, a la vez que los círculos intelectuales parisinos y los Beatnik de Nueva York, en el inicio de la década de los sesenta cuando el mundo casi entero era un chador para las aspiraciones de libertad de las mujeres.

Pero al igual que el resto del sueño de igualdad para todas las personas sin distinción de sexo, identidad, raza, clase social o nacionalidad, sin la más mínima discriminación, las aspiraciones   feministas, cual caprichosas veleidades también se fueron “a bolina”, al tiempo que los dirigentes fueron mostrando sus intenciones de atornillarse vitaliciamente al poder y desataron un feroz período de oscurantismo y de caza de brujas, para conseguir el efecto eterno del popper de su particular erótica del poder. Cuando la revolución se convirtió en “la Involución”, con una marcada pulsión machista.

Copyright que no le pertenece al experimento cubano, generalmente las sociedades están construidas desde la masculinidad incluso aun más que desde el machismo. Desde el simple croquis de una casa, un barrio, una calle, un revólver o una máquina de coser, concebidos desde una percepción fálica en lo estético y su esencia..

El comandante de aquella primerísima experiencia revolucionaria Ernesto “Che” Guevara, si bien bajo un prisma actual más o menos sofisticado se consideraría machista, ya que en sus convocatoritas o arengas en el fragor del combate, usaba a menudo la exhortación a la virilidad, a la hombría, pero más allá de las consideraciones sobre su accionar guerrillero e incluso ideológico, lo cierto es que en el universo de los hechos, se conducía de manera muy distinta a la percepción general hacia las mujeres en el prisma de los varones de su tiempo.

Desde muy joven en su casa tuvo la oportunidad de ver como su madre fue una mujer militante, feminista de hecho, rebelde, culta, montaba a caballo y nadaba mejor que la mayoría de los hombres, fumaba, usaba el pelo corto a lo garzón, era precisa en tiro al blanco con armas largas y cortas, y lo más importante que vio el comandante Ernesto desde chiquito, fue que su madre era con diferencia, tan o más temeraria que su padre, aun cuando este era todo un aventurero. También tenía dos hermanas portadoras de un carácter, determinación e independencia fuera de lo común, ambas se hicieron arquitectas como el padre, aunque como en todas las casas de la época, en la práctica, tanto en esa casa como en las de alrededor, las decisiones finales seguían siendo cosas de hombres y las vajillas y trapos aunque de mujeres aunque fuesen del servicio doméstico.

 

En este terreno como en varios otros él era de la convicción que cualquier grado de praxis convenía con creces que el mejor de los proselitismos. Así lo atestigua la realidad, las mujeres que tuvo Ernesto como parejas fueron mujeres de carácter fuerte, inteligentes, tendientes a la independencia no negociada, compañeras en un sentido integral, de diferentes estilos a lo largo de su vida y acorde a sus cambios pero con un rasgo común: no eran ayudantes y mucho menos sirvientes, sino que le aportaron formación. Ya fuese desde su inseparable amiga Tita Infante con quien compartía los aprendizajes de filosofía y literatura, la exiliada española Carmen González Aguilar, Carmen “ Chichina” Ferreyra quien era cualquier cosa menos una mujer sumisa, su primera esposa, compañera de lucha y su maestra en militancia, madre de primera hija, Hilda Gadea,  su primera compañera en la Sierra Maestra la campesina Zoila Rodríguez, de un gran valor y que le aportó conocimientos de la medicina popular, su segunda esposa y madre de cuatro hijos Aleida March, mujer de valor procedente de la lucha clandestina contra el régimen de Batista, así como la valerosa Tamara Bunke, conocida como Tania la Guerrillera, quien cayera en combate en Bolivia, por quien Ernesto sintiera una gran admiración y no poca atracción.

Ninguna de ellas destacadas como cocineras ni como cosedoras de calcetines.

 

Pero Ernesto Guevara partió a morir en Bolivia, en parte obedeciendo sus impulsos justicieros, en parte expelido por la avaricia de los intereses personales de sus ex compañeros, y en buena parte en la huida de las chimeneas hogareñas, donde se puede conciliar el sueño más placentero pero difícilmente provocar la fascinación de Dulcinea y la caricia de la mano materna al cráneo del hijo pródigo en su eterno vagar.

 

El vicio del poder de la cúpula cubana después de más de cincuenta años, sepultó lapidariamente toda intención inicial de aquellos sueños de reformas de los reflejos retrógrados de la sociedad que le precedía.

El sitio más propicio para la metamorfosis de la sociedad, el contorno más adecuado para toda revolución evolutiva, se reduce y a la vez eleva a uno mismo y su entorno. Si no podemos educar ni modificar nuestros más primitivos impulsos en el reducto de ese ineludible ámbito

¿Qué experiencia y autoridad moral se supone nos asistiría en su aplicación a gran escala?

 

 

Ernesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre
Ernesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul SartreErnesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre

Ernesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre

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22 febrero 2018 4 22 /02 /febrero /2018 16:06

Estoy empezando a pensar, si el refinado intelectual que por fortuna le tocó a los Estados Unidos como presidente, el brillante Mr. Tronal Gump, no tendrá dentro de todo su buena parte de razón. 

Incluso en Europa deberíamos empezar a evaluar estas propuestas y desistir un poco del prestigio que el magisterio ostenta en Finlandia, Suecia, Noruega, ya que al aplicarlas, de nuestras las aulas los niños saldrán hechos unos perfectos “Dog of the War” sin necesidad alguna de gasto extra en servicio militar.

Hay que producir mucho más armamento, la gente en las calles en EEUU tiene muy pocas armas, no se permite ir con bazucas ni con morteros y si compras un tanque de guerra no te dejan usarlo en la ciudad, eso aparte de ser injusto es una muestra de tiranía contra la 2ª Enmienda de la Constitución Norteamericana.

A esos infames demócratas que son todos comunistas, gais, travestis, lesbianas, pervertidos, hippies, drogadictos, vagos, intelectuales, artistas, científicos, a toda esa plebe traidora, a todos esos Walt Whitman, Mark Twain, Norman Mailer, Paul Auster, Steinberg, Buckowsky, Marlon Brando, Redford, Roosevelt, Lincoln, Orson Welles, Patricia Highsmith, Susan Sontag, Arthur Miller, Louis Armstrong, Lisa Minelli, BB King, Sly Stone, Elvis, Luther King, Spielberg, Scorsese, Meryl Streep, Robert de Niro, Gene Hackman, Rauschenberg, Warhol, Dylan, Lou Reed, Ella Fitzgrald o Billy Holliday sólo por mencionar algunos traidores de EEUU, en fin toda esa basura antiamericana hay que enseñarle los valores de la Nación:

Lo de los maestros con ametralladoras está bien, pero no es suficiente ni para empezar.

Primero que todo hay que quitar a los maestros flojos y amanerados y poner en las aulas veteranos de guerra con serios traumas por haber disparado a una elevada cantidad de personas, también conseguir la mayor cantidad posible de personal del KKK, de la superioridad Aria, de los Hells Angels, y de esta manera conseguir esa tan ansiada seguridad en las aulas para los niños, y en adición, con la misma inversión, impedir que se perviertan con las demoníacas ideas del judeo comunismo de mezclas impuras de razas y otras herejías.

Sin descuidar el protagonismo de los críos, a quienes, siendo menores de doce años hay que darles un cinturón de granadas a cada uno, un par de revólveres de calibre 38 porque son pequeños aún, cuando ya pasen de los doce, que pueden aguantar el retroceso de una bazuca se les debe dar junto a tanquetas y morteros, y con dieciséis ya se les puede hacer responsables del uso de tanques de guerra así como a los profesores.

A los directores de las escuelas además del arsenal de armas lógico que debe tener un director, también se les debe apertrechar de minas para que rodeen los colegios y no entre nadie sin su detector anti minas y alambradas electrificadas con sus respectivas torres de guardias armados para disparar ante la más mínima duda.

A los padres que no tengan miedo a las alturas se les deben adiestrar en el uso de aviones B 52 y Sea Harrier lanzamisiles y a los que padezcan vértigo, pues cañones terrestres con ojivas nucleares. 

De esa forma sí que podemos garantizar que se estaría llegando a la paz absoluta, a la tranquilidad y al silencio total y la calma perfecta en las aulas y en general en todo el país.

No quedará ni el loro

Estampa de un día en el futuro inmediato en un colegio de Florida, Montana o Arizona

Estampa de un día en el futuro inmediato en un colegio de Florida, Montana o Arizona

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11 febrero 2018 7 11 /02 /febrero /2018 06:01

Reconozco esa sensación lejana. Se fue el roedor que incordiaba entre loas a las hienas, en su lugar entró una brisa dentada, afilada y fría como el acero, las pupilas me las llevé ajustadas a la nuca, esmerándose en conseguir una mirada que no obstante fenecía posada en el hombro, “una mirada y una danza" agua fría como en el primer día, una súbita ascensión y la corona oxidada.

Y luego rutas y carnes, pan, gritos, ademanes de Ave Fénix, cuchillos con trozos de grasa, de cuero, de limón y de ajo.

Ya lo había soñado recientemente y casi seguro que me hubiese pasado o estaría aprendido en lo más pertinente de mi ser para que tuviese lugar el futuro.

El entusiasmo del dedo en el gatillo, la mirada amenazante cinco balas y la pólvora mojada. ni salsa ni adobo, un fogonazo ente piernas semicubiertas por los vestidos autóctonos y algunos diafragmas y preservativos chinos de piel gruesa y tacto de rueda de tractor.

Piernas en Kimono, servicio de té verde que sale caliente, y sale con sake, con sashimi con umami, unir las palmas de la mano a la altura de la barbilla, esbozar una ligera inclinación y a comer. A discutir, a tirotear, a rasgar y cavar cuencas estrechas por debajo del festín, donde discurra el veneno, el tóxico, los jirones de rodillas pegados al suelo de alquitrán, carne picada a cuchillo y ojos tristes sobre la plancha con salsa vietnamita.

Laoseanos arrastrando su arado con su sombrero de carey, fumando el aliciente de sus batallas. Y otro y otra y muchas decepciones mas--


Es un agujero en el centro del órgano que gestiona la lealtad, el respeto, el temor a ser abandonado, la pleamar, la luz y la sombra de la noche.


Fui sin bolsa y regresé con diez premios.


¿Cuándo estuvo Dios con este sueño? ¿Cuándo se dejó Odin vencer?


Polizontes de las altas cuevas y lobos solitarios hoy se asoman al abismo y desentonan desde de las entrañas el aullido que llora a los muertos y canta a la nueva vida.

Paleolítico interior
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20 diciembre 2017 3 20 /12 /diciembre /2017 19:49

Bajé con la bolsita de la compra doblada dentro de mi abrigo, con el fin  de proveer mi alacena y nevera, con una barra de pan, algo de mantequilla, ensalada, un par de manzanas, jugo de naranja y un pomelo. Nada más.

Escogí cada alimento entre la muchedumbre apelotonada en los pasillos con sus carritos hinchados de productos más que para festejar el nacimiento de Odín, Jesús o Barrabás parecía que para despedir la vida ante la inminencia del Fin de los Tiempos. Conseguí hacerme con la última Coca Cola cero de azúcar y cero de cafeína, metiendo primero la mano entre una masa informe, luego al ver que no llegaba y quedaban dos botellas metí el brazo hasta el hombro quedando apoyado totalmente sobre las asentaderas de una dama oronda y ni aún arriesgando mi buen nombre ante la señora y su plebe conseguía llegar a mi objetivo, así que tuve que sumergirme entre los cuerpos inflados de pre turrones, pre cenas, pre almuerzos, tapeos, meriendas, piscolabis, desayunos opíparos, apoyé la bolsa en una góndola vacía, arrasada, desierta de catástrofe y hambrienta, y me sumergí entre adiposidades bufandas abrigos carritos, corderos, besugos, gambas a tres veces su precio habitual y tras dejar atrás la calva de un señor bajito, las enormes tetas de una anciana guerrera, barrigas y más barrigas, llegué intacto aunque sobado a la estantería de mi elixir imperialista y ¡Voilá! cogí la última botella por el cuello, pero no podía despegarla y me percaté que un flaco, el único flaco en el universo entonces, tiraba de la misma botella por la parte posterior, acaso gracias a ello no hubo que discutir porque la presión de los dedos que me permitió el delgado diámetro que yo sostenía era susceptiblemente mayor que la presión que a duras penas conseguía imprimir el único flaco de diciembre alrededor del culo de la botella.

Me abracé al recipiente y regresé a mi bolsa flotando entre carne recubierta de ropa y grasa.

Cuando llegué a la cola para pagar, vi que era tan larga y yo estaba tan agotado, que aún cuando conseguir cada artículo me había supuesto un derroche de creatividad y ejercicios innovadores, decidí desistir del intento de competir con semejantes manadas para lograr abonar mis delicias.

Eso sí, cuando vi una tromba en forma de tsunami humano entrando por la puerta automática, saqué todos los productos y los puse en una góndola semi vacía, nada de ubicarlos en sus sitios.

Huí despavorido y le compré la Coca Cola con cafeína a la tienda "carera" de las papas fritas para desprevenidos en la vía principalis, y por lo menos llegué a tiempo para terminar de ver mi serie favorita.

Tras este episodio se me ocurrió que para las próximas fiestas de "Los Grandes Almacenes" podríamos ganar todos si los empleadores en general, transfiriesen las pagas dobles de los trabajadores de diciembre, directamente a los grandes almacenes, por ejemplo: un 50% a E.C.I. un 20% para Inditex, un 20% para Carrefour, y el 10% restante para el resto de cadenas, y que a los trabajadores los empresarios los colmasen de baratijas, corderos y pescados carísimos y entonces todos saldríamos ganando.

 El trabajador no debería gastar horas reptando de tienda en tienda, el empresario soltaría menos por más, los grandes almacenes ahorrarían en sueldos a dependientes y finalmente, aquellos que sólo queremos una barra de pan, mantequilla, ensalada, un par de manzanas, jugo de naranja, un pomelo y que tal vez, a última hora le sumemos un refresco light sin cafeína, saltaríamos de alegría aunque echásemos de menos ese candoroso magreo ocasional entre góndolas.

Bueno ¡Felices Fiestas de los Grandes Almacenes!

¡Felices fiestas de los Grandes Almacenes!
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13 diciembre 2017 3 13 /12 /diciembre /2017 15:05

La Revolución había entrado en ese impasse en que hasta las parejas incurren pasado el fulgor inicial, el fragor de sofás y camas. Enfrentaba dilemas acerca de los caminos a tomar para dejar atrás la isla Utopía y concentrarse en el rigor de las asperezas que conforman la realidad. El adiós a la inocencia y la incógnita de los nuevos horizontes, ya no habría más besos apasionados bajo el farol ni lencería destrozada a dentelladas.

Había llegado el momento del frío con la helada URSS observando. El Che años atrás había intimado con Fidel en el centro de la ilusión mesiánica, dando cauce a la lava del volcán interior en una actividad más riesgosa que la escritura, que la observación, que el alpinismo, que la aviación y el rugby, la subversión del mundo a través de la voluntad.

Anduvieron caminos paralelos, con luz propia, aunque de distintas fuentes. Ernesto asumió el liderazgo de Fidel, pero no dejó de apuntar a cada paso del camino las ideas que le parecían más apropiadas para construir la liberté, égalité y fraternité americana y criticar aquellas que colisionaban con sus fabulaciones iniciales.

 Llegó el triunfo con la erótica del poder, el gozo del amor incondicional; eran precursores de la estética rock, barbudos, pelos largos y poco aseados, lumpen, rebeldes  y desobedientes, educados en buenos colegios, con ideales altruistas; les faltaba la música, el hedonismo y el amor declarado a Baco; les sobraba la pólvora, la invasión de la voluntad y exceso de testosterona, pero enamoraban. A continuación enfrentaron la meseta que sucede al clímax como peor pudieron.

Fidel, desaforado, enloqueció contra quienes le hacían sombra y le recordaban que el proyecto era inclusivo, democrático; Ernesto no se limitó a obedecer a su comandante desde el paredón, la economía o el trabajo voluntario. El romance ya era rutina, sobraban barrigas aburguesadas y faltaba el estruendo de la pólvora, el bálsamo a nuevos campos poblados de injusticias como excusa para el adiós y un nuevo amor.

Nacido para que su asma lo empujase hacia adelante con temeridad, solo Goethe, Verlaine, Luis Felipe y Sartre podrían entender su agobio.

La satisfacción, como en la Utopía de Tomás Moro, era improbable, como la creatividad en el arte antes de ser traicionada por el punto final, por la última pincelada, el descanso del cincel, cuando reniega de su capacidad transformadora y se convierte en pieza.

El Che, como la Pietá Rondanini de Miguel Ángel quedó en el limbo de lo imposible, encima de la cresta de la ola, frente al viento, en el punto más alto que el mar concede, no llegó a desaparecer entre espuma y remolinos como Fidel y el agua, tan sabiosy adaptables.

Pero desde el corazón de África, la hoguera dio paso a un páramo; acababa de perder a su madre en su lejana Argentina ¿cómo mantener encendido el motor? ella se había ido con dolores terribles sin derramar ni una lágrima, su única súplica fue repetitiva:

-¿Por qué no viene Ernestito? Nadie sabía donde estaba aunque sabían que ya no estaba en Cuba y no querían decirle para no preocuparla.

Pasó a otra dimensión de la existencia en la misma fecha del cumpleaños de sus otros dos hijos varones, que estaban presentes a los lados de la cama, y a ala vez tan ausentes para Celia como lo estaba Ernesto.

La URSS ya no era bolchevique, Fidel ya no era rebelde y su motor requería nuevo combustible para otro camino; el retorno a la nada, la última estocada del templario, el último  galope a lomos de Rocinante al encuentro del molino y de Dulcinea. La ternura del guerrero antes de enterrar la espada.

Su imagen perpetuada en afiches de la izquierda y más tarde en jóvenes deseosos de ejemplos de coherencia, en tatuajes, camisetas y billeteras, junto a Marley, Lennon o Hendrix, con el ansia intacta

Finalmente, el arribo a Utopía.

Celia y su hijo Ernestito

Celia y su hijo Ernestito

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