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25 agosto 2022 4 25 /08 /agosto /2022 19:59

Sonny estaba de lo más pancho escuchando Midnight Rambler en el cinco punto uno enganchado a su computadora, cuando escuchó en medio de los punteos de guitarra y el sonido de la armónica, unos pequeños golpes, tímidos, sordos que parecían más en la puerta de entrada de su apartamento que en la batería de los Stones, bajó la música para cerciorarse de que no se equivocaba ya que las pocas veces que alguien lo llamaba, usaba el timbre cuyo botón estaba ala izquierda de la puerta.

En efecto, alguien estaba requiriendo su atención. Descalzó sus pies de las pantuflas que los cubrían y con los calcetines de lana se acercó sigilosamente a la puerta para mirar por la mirilla de quien podría tratarse. Generalmente quien está fuera escucha pasos ve alguna sombra por la mirilla o un resto por la hendija que se trasluce por debajo, pero aún así Sonny prefería tomar ese recaudo, ya después si conocía a la persona se excusaría. Era una chica de pelo castaño ondeado sobre los hombres, no la conocía, pero sin preguntar a través de la puerta cerrada, decidió abrir con cierto reparo torciendo un poco el torso porque estaba en calzoncillos.

-Por favor, déjeme pasar, le explico adentro- le dijo la muchacha en voz muy baja, casi imperceptible. Esto puso en alerta a Sonny, pero evaluó toda la situación, la chica era menuda, sus manos estaban libres, no parecía alterada por droga alguna ni padecer un estado síquico peligroso o delirante a juzgar por la firmeza de los ojos, lo que sí parecía asustada, y pensó que dejarla pasar sería el mejor desenlace de ese pequeño y misterioso percance.

Una vez que Ángela se había presentado, Sonny le ofreció agua y asiento, entonces ella le pidió que volviese a subir el volumen de la música de modo que si el que la perseguía llegaba a esa planta no sospechase que ella estaba dentro. No era exactamente susto lo que revelaban sus ojos, sino preocupación.

-No vaya a pensar que soy una de esas.

-Si no me explicas un poco que ocurre, quien eres y de donde vienes, no tengo ninguna pista para pensar nada.

Ángela, proveniente de un hogar de clase media bien establecida,  se había ido a dar la vuelta al mundo, hasta donde llegaran los caminos que emprendía y alcanzasen los billetes que en la medida que iban menguando, con más celo guardaba en el reverso de su pantalón vaquero. Conoció mucha gente, nadie le interesaba tanto como detenerse por más tiempo que el que podía subyugarla una buena habitación, algunas comidas, almohada o sofás acolchados hasta recobrar fuerzas y ánimo para continuar intentando alejarse de su espalda. En una de esas, en Francia, conoció a Pierre, un boxeador amateur cuya mayor aspiración era poder boxear algún día en Las Vegas y que lo presentasen con un cuadro de Monet detrás, era su pintor favorito y era lo único que, según él, Francia tenía de diferente para ofrecer al mundo. Ángela lo encontraba tan naif que pensaba que él se inventaba ese personaje con la nariz achatada a trompadas fetichista de un pintor impresionista. Pero le encantaba, más que por la conexión sexual que tenía con él, que no era en absoluto deficiente, lo que lo hacía irresistible era su capacidad de protegerla, de abrazarla y hacerla sentir segura sin poner ninguna condición, más bien estando siempre presto a abandonar todo para ir a pelear a los estados Unidos. Todo por un nocaut. Pierre aún era amateur porque la mayoría de su habilidad en el box la había adquirido en peleas callejeras en un suburbio de Brest, ciudad de la que se comentaba que pugnaba con Calais para ver quien era la más fea. Decidió apuntarse al deporte bastante crecido ya, cuando evaluó que si bien se había llevado unas buenas palizas, habían sido muchas más las veces que había ganado y casi siempre con contrincantes bastante más grandes, cosa que en el ringo no ocurriría. Lo cierto es que Pierre tenía dotes naturales para boxear bien, piernas, cintura, mandíbula, hombros, una pegada fuerte y sobre todo esa agresividad, ese deseo de someterse a la prueba para superarla, lejos del miedo que suele tener habitualmente la gente a llegar a las manos, a él lo excitaba si se terciaba la ocasión.

Ángela siguió Pierre a  Pontoise, ciudad cuna del impresionismo, donde él deseaba con vivir porque allí habían vivido casi todos los impresionistas, menos Claude Monet, además estaba cerca de Paris lo cual era muy conveniente por las peleas que podían surgir. Y porque era un pueblo bello, diferente de su barrio de jeringuillas y hormigón armado.

-¿Y qué haces aquí en la escalera de mi edificio, tan lejos de Pontoise?

Ángela creyó que había encontrado el fin de la búsqueda que implicaban sus traslados en la geografía, en las costumbres, en los climas y los acentos, si bien era opuesta a la convivencia en pareja, no vio con malos ojos la posibilidad de asentir cuando Pierre le  propuso que se mudase con él para estar juntos y solucionaban el tema de abaratar gastos. Ya que si bien Pierre era boxeador amateur entre cuerdas, fuera de ellas peleaba por dinero, y a veces hacía algún que otro trabajito que requería de sus habilidades en solucionar expeditivamente los entuertos más habituales y así fue que empezaron a compartir cafés matutinos, charlas nocturnas, la televisión, los libros, el olor del baño con uso reciente, el de los calcetines, pantalones y ropa interior colgada en las sillas hasta que llegaron los gases estomacales liberados por el orificio más cubierto y protegido del cuerpo humano. Ahí ambos llegaron al acuerdo de que, aunque costase un poco, se levantarían e irían al baño o al porche de la casita que alquilaban, a dejar que los aires interiores y exteriores se mezclasen lejos de las narices.

Fueron entrando en la monotonía que atrapa a toda buena vida, y que de a poco va pegando la vuelta para dejar de ser tan buena.

Un día lo llamaron desde París que si quería aceptar un combate en Worcester, cerca de Birmingham, de donde era la salsa oscura para carnes, le explicaron que el premio era una bolsa de dinero pero sobre todo era la posibilidad de saltar al boxeo inglés en Londres. Aceptó con entusiasmo, esa noche hizo el amor tres veces, primero por delante después por detrás y luego estuvo mamándole el chochín a Ángela hasta las dos de la mañana cuando le echó el último polvo de costado. A Ángela no le gustaba mucho cuando tenía que ir a fajarse, pero esa vez pensó “si va a ser así, ya nos vamos a Las Vegas”

Pierre ganó en Worcester, esa noche cató rendido en la cama, pero a la siguiente otra vez se sintió como un león rey de la manada con su leona elegida.

Con el tiempo Pierre fue ganando cada vez más dinero con las peleas, que ya las competía en el deporte profesional, aunque nunca peleó en Londres, era reclamado desde diferentes ciudades a las que viajaban juntos y luego regresaban ala tranquilidad de su pueblo impresionista donde ya habían alquilado una casita, un poco más cara pero bastante más mona. Pierre no guardaba el dinero en el banco, una de las cosas con que había si9mpatizado cuando conoció a Ángela es que ella lo escondiese en la costura interna del pantalón, exactamente como él. Ya las cantidades que ingresaban no eran susceptibles de tal escondrijo pero descansaban en el fondo de jarrones, bajo colchones, en el placard en gruesos fajos.

-¿Espérate, le robaste el dinero?

Pierre tuvo que partir casi de urgencia a Brest por un asunto familiar y Ángela, por primera vez en mucho tiempo se quedó sola. El tercer día se sintió tan bien, que empezó a recordar los efluvios dulzones del camino, de arribar a una nueva ciudad sin conocer a nadie, de escuchar silencio cuando se callaba y escuchar su música, ver sus películas, sus programas de radio y televisión, de levantarse a la hora que deseaba comer sola acuclillada en un sillón o en un café dejando las horas pasar frente a una ventana. Pierre le mandaba mensajes diciendo que estaba todo bien, que no se preocupase, y ella le respondía que se tomase todo el tiempo que precisase para resolver todos los problemas. La madre de Pierre había enfermado y no mejoraba con el paso de los días. Ángela decidió no esperar a que Pierre regresase y tomó un tren con hacia Brest con todo el dinero que él le había indicado que llevase. Pensó que no era justo que todo eso se gastase en una madre que no le había hecho ni caso, de la cual no había oído hablar ni una sola noche de revelaciones e historias, más que mencionada en episodios poco memorables. Se bajó en Rennes, se metió en una brasserie, comió bebió vino y se fue a un hotelito a dormir la mona mientras el teléfono no paraba de sonar.

A la mañana siguiente tras desayunar y aún con resaca, envió un texto a Pierre de que llegaría un poco más tarde porque se había sentido mal y tuvo que bajarse en el camino. Tomó un tren a Bordeaux, de ahí cambió a otro a Hendaya, cruzó a Irún, paró dos días en Fuenterrabía y de ahí decidió ir a Burgos, donde alquiló un pequeño apartamento de un living, un cuarto y un balcón a una plaza. Tiró el teléfono y compró una nuevo con una nueva tarjeta de prepago, pidió perdón a  la virgen de los ateos, y a un dios devorador por la poca culpa que tenía Pierre de sus impulsos de libertad, del abandono y del hurto. No pudo dormir tranquila pero no dio marcha atrás.

-Ángela, ¿Pierre te siguió hasta aquí?

La madre de Pierre murió a los tres meses mirando la foto de su hijo abogado, casado con una chica de familia proletaria pero que vestía de saco y corbata, de la propia ciudad de Brest, que, tras conseguir de ella que le cediese sus ahorros para balancear las apariencias en la boda, nunca más la fue a visitar, ni siquiera mientras Pierre la acompañaba en el final de su enfermedad, se comunicaba con él por las aplicaciones del teléfono móvil, y a veces, tras la insistencia de la madre, le enviaba un saludo con la mano.

Una vez que falleció la madre, el hermano se presentó en la casa para iniciar según él los trámites del sepelio, el entierro, y por supuesto de lo poco que restaba en pie de la herencia. Pierre llevaba unas semanas difíciles por la desaparición de Ángela, y no lo ayudaba mucho el empeoramiento de la salud de su madre. Le contó a su hermano Antón la historia con Ángela, su vida en Pontoise, el dinero que había conseguido amasar boxeando, y la inexplicable faena que le había hecho y que aun, no conseguía asimilar. Antón, al sentir a su hermano sin fuerzas incluso ni para ir tras Ángela, le ofreció sus servicios como abogado para seguirla allí donde se escondiese y formular una acusación por el robo. Pierre le dijo que no tenía como demostrarlo frente a un juez ya que el dinero no estaba declarado. Antón le dijo que no se preocupase, que él se haría cargo de eso.

Ahí comenzaron las pesquisas y minuciosas averiguaciones de Antón, que primero regresó a su casa de Marsella y acto seguido comenzó a pisar el rastro que habían dejado los talones de Ángela.

Lo que no podía imaginar Pierre, es que esta vez Antón no lo hacía movido por la avaricia habitual, por una vez en mucho tiempo, como cuando eran niños sentía compasión por el hermano, quería ayudarlo, encontrando a Ángela y resolviendo el tema todo lo más parecido al cuento la Intrusa de Borges, que el civismo y un mínimo de decoro permitiesen.

Pontoise y Brest
Pontoise y Brest

Pontoise y Brest

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24 agosto 2022 3 24 /08 /agosto /2022 15:51

Muchas veces vi a mi madre reflexionando si era mejor sufrir el exilio o padecer la cárcel como mi padre en Argentina. Con el agravante lapidario de que el padecimiento de mi madre, nadie lo tendría en cuenta, es más, se consideraba un privilegio y en honor a la verdad en cierta forma lo era, en comparación con el heroísmo de soportar la tortura y el temor que supone la prisión en manos de carceleros inescrupulosos.

Mamá sufría por el dolor que sentía mi padre, por su suerte, por la incertidumbre cada día de si aparecería en una zanja o desaparecería en el río, también sufría por estar lejos de su tierra, y también por la vergüenza de haberse "salvado"

En cierta forma esto lo sentí yo también al ir creciendo y pensando que ya estaba en edad de cargar con un arma e ir a liberar a mi viejo, esa obsesión me saltaba cada noche antes de ir a dormir, a veces se colaba en mis sueños adoptando las formas y los desenlaces más disimiles, los que temía o los que deseaba mi subconsciente. De ahí que me despertase en medio de la noche entonando una oración recitada a modo de verso que hasta hoy me acompaña, "mami, mami que estás en los cielos/ niño chiquitito, objeto puntiagudo" o me despertaba pleno de ilusión, de autosuficiencia, si había conseguido morir en el intento de liberar al viejo, y todos honraban mi acto de valor, eso lo sentía en paralelo a que mi otro yo, el que debía cargar la mochila de lo inevitable y lo cotidiano, lavaba los dientes que pronto se pudrirían y enlazaba su pañoleta.

Mamá, acarreaba fantasmas de mucho antes de aquel episodio histórico, que le hicieron un camino, una senda en que no fuese extraño el sentimiento de tristeza, de fomentos frente a la baja autoestima, de una mortaja adecuada para morir de tristeza.

El viejo no jugó sus cartas de héroe, sus mucho puntos ganados en la resistencia a todos los peligros, no aceptó vivir cómodamente en el Caribe cuando salió de la cárcel, se quedó en su apartamento con el colchón en el suelo, lo cual siguió cubriéndolo de virtudes. Se enferma de todos los virus, bacterias y dolencias que existen, pero igualmente se cura, es un mecanismo de lucha que ya tiene desde antes también de aquel período histórico de mi país.

En cambio yo, soy una mezcla de uno y otra. Ni moriré ni venceré, aún busco la dimensión en que la brisa suave y el aroma a roble, sea una constante

 

Aroma a roble
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21 agosto 2022 7 21 /08 /agosto /2022 19:45

Antonio Ramón Ramón nació en Granada a finales del siglo XIX, en una familia disfuncional de labradores, el padre padecía un tipo de esquizofrenia que de vez en cuando, le llevaba a pensar que la esposa y la hija lo querían matar.

Antonio aprendió a leer, escribir y alguna operación aritmética antes de tomar la azada, las riendas del burro y "tirar todo tieso" para el campo. A los 22 años se fue al norte de África, donde el padre había vivido, una vez en Argelia lo confundían con otro joven, hasta que dio con él y supo que tenía un medio hermano fuera del matrimonio, de nombre Manuel Vaca. Desde ese día se hicieron inseparables. Al ver que no cambiaba mucho la dureza de Granada con Argelia, decidieron poner rumbo a América. Llegaron a Brasil, pero las condiciones de trabajo eran casi esclavistas en ese época, y como contaban con pocos recursos decidieron que uno de los dos se iría a Argentina y cuando pudiese se traería al otro hermano. Antonio se quedó en Brasil, al poco tiempo recibió una carta que Manuel le contaba que iría a Chile donde trabajar en las salinas de Iquique era considerado el oro blanco, se comentaba que se podía salir rico de allí en poco tiempo. Antonio le contó que había conseguido trabajo en el ferrocarril, que no estaba tan mal.

Pasado un tiempo Antonio leyó las noticias de la matanza de más de dos mil obreros de las salinas en la escuela Santa María de Iquique, que estaban marchando y protestando para que les considerasen el cien por ciento de los cheques pagarés, que ya eran miserables, de los cuales además cobraban solo el sesenta por ciento.

Los patrones se cansaron de la protesta y decidieron dar un escarmiento para futuros atrevidos, pusieron una tropa de ametralladoras y cañones, al mando del general Roberto Silva Renard, con la orden de disparar a todos los manifestantes, mataron hombres, mujeres, niños, bebés, más de dos mil personas.

Antonio comunicó a sus empleadores que se iría a Chile para aclarar sus sospechas sobre que le había ocurrido a su hermano al no recibir ninguna carta suya. Y en efecto al llegar a Iquique supo que su querido e inseparable medio hermano Manuel Vaca estaba entre los asesinados. Comenzó a urdir una venganza.

Tras saber que el general estaba destinado en Santiago de Chile dirigiendo una fábrica de municiones, se dirigió hacia allá y estudió sus movimientos. Una tarde que el general caminaba tranquilamente por la acera que llevaba a la fábrica, regresando de un almuerzo, Antonio saltó por detrás, tomándolo por el cuello le acercó un pañuelo empapado en somníferos que consiguieron adormecer a Roberto Silva, entonces Antonio, raudo antes de que la gente se aproximase, lo introdujo en la parte trasera de una carreta, le cubrió la cabeza con un bolsa de arpillera, ató sus manos y pies con una cuerda y se dirigió al almacén abandonado donde ya había acondicionado una esquina del sótano par5a alojar al asesino de su hermano junto a otras dos mil personas.

Durante semanas lo mantuvo con agua, pan y carne cocida con verduras, sin responder a ninguna de las interrogantes y súplicas del reo. Una mañana se sentó frente al general en un pequeño banco de tres patas de los que se usan para ordeñar, y habló por primera vez

-Soy hermano de uno de los que mataste en Iquique. En estos tres años ¿cuantas veces has pensado en las vidas que segaste aquel día?

El general balbuceó, no atinó a articular una respuesta coherente aquella mañana. Pero al día siguiente cuando Antonio regresó con la intención de hablar, el general se sinceró y dijo que si bien le asaltaban las imágenes de aquel día, como el Ejército lo había premiado con el puesto en la fábrica, no le daba el matiz trágico, solo perturbable. Antonio le preguntó por los niños ametrallados, el general se hundió en el silencio.

Así pasó un día tras otro, hasat que el general se desplomó en un llanto en que mezclaba el temor por su vida y un atisbo de remordimiento, ante la toma de conciencia de que aquello no tenía posibilidad de redención. Una semanasa más tarde Antonio emprendió un viaje en diligencia desde Santiago a Iquique con el general detrás, amordazado y bien atado, a quien alimentaba en las noches en algún sitio seguro. Una vez arribados a la escuela Santa María de Iquique, esperó a la madrugada, bajó al general del carruaje, lo llevó hasta el lugar donde cayeron masacrados los dos mil obreros, le quitó la venda de los ojos y la mordaza, lo primero que vio el general, es que estaba rodeado de decenas de personas, y detrás de ellas había otras decenas, su mirada era de asombro pero la expresión de su rostro y sus hombros era de derrota.

-Todas estas personas, al igual que yo, son familiares de los asesinados por usted, hay hermanos, padres, hijos, esposas, incluso hay sobrevivientes entre ellos. Este revólver de seis balas se lo entrego para que usted decida con total libertad a quien más le toca morir, nadie se moverá de su sitio.

El general tomó el arma con las manos ya desatadas, arrodillado en el centro, oliendo la humedad de la tierra que tres años atrás fuese el fondo de un río de sangre, colocó el cañón del arma en el cielo de su boca y accionó el gatillo causando un fiuerte estruendo y dispersando parte de sus sesos mezclados con trozos de hueso parietal por la tierra ya seca.

Eso habría sido un final posible, pero lo que en verdad tuvo lugar aquel  14 de diciembre de 1914, fue diferente, el general no llegó a perturbarse por la perversión de su acto, pero de todos modos se consumó la justicia. Antonio esperó a que Silva regresase a la fábrica y mientras caminaba pr la acera saltó sobre sus hombros clavando una daga de acero en el costado derecho de su cuello, lo escuchó chillar, sintió como se le aflojaron las piernas y de inmediato lo giró para propinarle otra puñalada que decretó la invalidez de por vida del asesino, no sin antes gemir y lloriquear por su vida, inundando el ambiente de un olor nauseabundo proveniente de la materia que sus esfínteres ya flojos, no pudieron contener. Antonio permaneció unos segundos mirando al general retorciendose en al suelo, y cuando la gente comenzó a amontonarse alrededor, salió corriendo. Pensó en su hermano pero en esa ocasión, sin pena ni rabia, con una sonrisa dibujada en su cara, la misma que tenía cuando los agentes le detuvieron al no conseguir envenenarse con la poción que bebió en aquel instante, idéntico semblante que usó su defensa en el juicio para aducir una enfermedad mental heredada de su padre, excusa que Antonio aceptó para intentar evitar la mayor porción de castigo posible, pero sabiendo que no, que era, como con en el justiciero de Olot, como Gabor a la salida de una comisaría en San Telmo y como la venganza de Bruno en Catania, un granito de justicia en un mundo inundado por cataratas de abusos.

Antonio recibió un calvario de reprimendas, desde los planazos de sables desde su detención hasta el trato vejatorio durante sus años prisión, pero él sonrió hasta el día impreciso, desconocido, misterioso, de su fin.

Antonio, aun adolorido por los planazos de sable recibidos en su detención, sonrió cuando supo que el periódico obrero El Despertar de los Trabajadores de Iquique, reivindicó el atentado titulando el 16 de diciembre de 1914: «Se ha hecho la justicia del pueblo»,

 

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Una mota de justicia
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24 julio 2022 7 24 /07 /julio /2022 20:17

En 1995 me invitaron por dos veces a ver los Rolling Stones en Buenos Aires, en la cancha de River Plate, dieron cinco conciertos a estadio lleno. El primer show mi invitó mi amigo Omar que también me había invitado hacía dos años a ver a Keith Richards & X-pensive Winos en cancha de Vélez Sarsfield, y el segundo show lo vi por cortesía de mi amiga Regine, fuimos con su hija Aimée que hoy es una excelente artista de instalaciones y performances, Por entonces las entradas para el césped, sin división, costaban 50 pesos, equivalentes a dólares, yo no tenía un duro pero vivía rodeado de amigos que conocían mi devoción por el rock. Siempre tuve amigos que eran mejores personas que yo, en resumen, en la vida, la familia se me quedó coja, pero con los amigos salí ganando por goleada. Mi amigo más Stone era Marcelo, que no solo tenía todos sus discos, sino que conocía casi todas las interioridades de la banda y tocaba varios de los riffs de Richards. Marcelo después tocó la guitarra en Suárez, una banda de culto del Buenos Aires de los años noventa, eran auténticos pero también se esforzaban en ser modernos, por tal razón su rock mezclaba a Reed, Cave, Cure o Morrisey, pero si uno escucha bien los temas en que la segunda guitarra la tocaba Marcelo, percibe la influencia del viejo lobo del rock’n’roll. Y Silvina, mi amiga desde la infancia, había pegado un trabajo de intérprete de inglés- español en EMI Records, su trabajo era atender a todos los grupos que llegaban a Argentina enternecidos por el mítico 1 por 1, un dólar, un peso. Silvina se hizo amiga de Linda, la esposa de McCartney, me contaba que los ojos de Bowie eran una locura, y que Mick Jagger era un pelotudo. Para no aguarme la fiesta, yo había preferido pensar que ella lo diría porque acaso se portaba como una super estrella, quizás era algo engreído, pero hoy pienso que acaso sea más simple aceptar lo que Silvina observó de cerca.

Después los vi dos veces en España, en el estadio del Atlético de Madrid "Vicente Calderón", en una entrevista Keith Richards dijo que él creía que se llamaba "Calderón" por lo caliente que ponía aquello. Yo no había reparado en que ese apellido en español, en efecto significa un caldero muy grande. Por entonces las entradas estaban sobre los 80 euros. Una de las veces que lo vi con Patricia, la madre de mi hijo Martintxo, estábamos en el césped al lado del escenario. En un momento que la gente se apelotonó Patricia se desmayó, como le había pasado en la multitudinaria huelga contra Aznar en tiempo del no a la guerra, pero un desmayo a plomo, el público de alrededor me ayudó a levantarla, y fuimos pasándola hasta la base del escenario donde un responsable de seguridad, hacía señas para que pasasemos, la pasé por arriba de la valla y luego salté, en ese instante Jagger estaba delante nuestro pero unos dos metros por encima, la llevaron a la ambulancia al lado del escenario y recién entonces Patricia empezó a despertar, así que nos quedamos viendo la traca final del show a pocos metros del escenario. Aquel día, que cuando terminó el concierto, dos operarios de los que desarmaban el escenario cayeron desde muy alto y fallecieron.

Y otra vez, tuve una entrada para verlos en Valladolid, pero venían del show de Lisboa afectados, dijeron que eran problemas de las cuerdas vocales de Mick y se canceló el recital. Manejé desde Madrid, el precio de las entradas me lo reintegraron en el acto, pero el combustible no, de todos modos fue el fiasco más feliz de mi vida, porque en las afueras del estadio Zorrilla, estaban, como siempre los vendedores de marketing oficial y otros buscavidas con camisetas más baratas que las que se daban a cambio de pasta que iba directa a los bolsillos Stones. Allí compré una camiseta roja a un vendedor de barba que no era español, me interesé por su historia y en un momento en que no había clientes alrededor de su mesa, me contó que él era holandés, y que era de los primeros públicos de los Rolling Stones de fuera de Inglaterra, cuando a poco de formarse, tocaban en Amsterdam y cada noche se armaban peleas tremendas con la policía. En los años sesenta empezó a seguirlos y a vender tickets de entradas, cuando faltaba mucho para internet, y en los setenta ya era como de la gran familia Stone que viajaba, en su caso solo por Europa. Me enseñó fotos con todos los integrantes, se había hecho amigo de Stu, Ian Stewart, el sexto Stone, que por su pinta de bolsa de papas y su enorme mandíbula, Andrew Oldham dijo que no podía figurar en las fotos, pero tocaba el piano y los teclados antes que Chuck Levell. Esa historia me pagó el viaje frustrado, si hubiesen tocado, habría visto un recital más de los Stones pero no habría conversado con ese particular vendedor, que me confesó que ya en los últimos años, a él le permitían vender su mercadería sin importunarlo pero que ya no los veía, salvo excepcionalmente cuando tocaban en teatros.

En Río de Janeiro y en La Habana tocaron para cientos de miles de asistentes sin coste alguno, pero en los últimos conciertos de la gira Sixty, ya cobran acorde a la posibilidad de que sea la última vez que salgan de gira y la audiencia pueda contar que asistieron al fin de una era. Y a la del holandés errante.

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The Rolling Stones
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19 julio 2022 2 19 /07 /julio /2022 11:37

El plan era pasar unos días en Catania para asistir a un simposio de literatura, con el tiempo se había hecho critico de escritura, más que literario.

Bruno pensaba que la crítica literaria comprendía un conocimiento integral de lo más importante publicado en la historia de la narrativa, en cambio ser experto en escritura, centraba su atención en el camino, la construcción de la sinopsis de las historias, tanto del trecho más conveniente para ascender la colina como de la visión de la montaña en su totalidad antes del momento de abordarla. La musicalidad de la palabra, el pentagrama que compone una idea plasmada con una fusión de sonidos imaginados que además de sorprender por los atajos tomados, por las asociaciones, o la inteligencia de la observación, lleven al lector a un salón de baile donde sea protagonista y partenaire. Bruno atesoraba profundos conocimientos sobre literatura universal, adquiridos únicamente  mediante la lectura que aun así aparentaban cierta solidez, no de modo académico, amalgamados en las esquinas menos visibles, en los costados menos expuestos, lo cual le daba a su retórica una belleza imperfecta, que sin llegar a ruinosa presentaba aspectos decadentes, en la cantidad suficientes para ser considerado una genialidad. Pero había un inconveniente difícil de salvar, detestaba más la mitad de lo consagrado como gran literatura, se había dado cuenta en un trabajo de unos meses en una librería en Palermo, cuando lo seleccionaron para la suplencia pensaba que flotaría en un oasis hecho a su medida, cosa que comenzó a mellarse en la primera ocasión que le pidieron con rotundidad un ejemplar de lo que él llamaba libros Kellog’s, que podían ir desde los infinitos bodrios de Danielle Steel, dan Brown llegando a los más disimulados de Stephen King, totalmente aptos para playa, sin dar lugar a consejos y recomendaciones, y fue incrementándose una vez que conoció a los verdaderos lectores en carne y hueso de Corin Tellado o de JJ Benítez, y así fue entrando en que existían en la realidad los devoradores de novelas de Pérez Reverte, Dueñas o  Isabel Allende, entonces, frente a estas evidencias, comenzó a sentir cierta inseguridad de sus premisas anteriores tan bien estructuradas en su primera juventud, y desde entonces no modificadas ni siquiera revisadas, sobre que el boom latinoamericano había sido el peor engaña bobos, un trampantojo para europeos o eurocentristas, una acertada distorsión sobre los fenómenos que la miseria, la explotación, la humillación de las razas marginadas, la brutalidad, el fetichismo, la superchería, recreada con colores vivaces, sazonada con crudeza digerible por las mentes acomodadas en su coqueteo con la sensibilidad social desde el buen sofá, así como el blues descubrió que con la voz y quitara de Son House nunca llegaría a las grandes masas y ofreció las mismas vicisitudes de la huida de los campos de algodón, pero suavizadas con trompetas, baterías, armónicas, guitarras y bajos en la voz de BB King, no menos conocedor de aquellas penurias. Tomó conocimiento de una nutrida cantidad de movimientos y épocas absolutamente prescindibles en la historia de la literatura universal, los "decoradores" latinoamericanos ni se acercaban a lo peor.  Y aún sin desconocer las grandes capacidades para la escritura, para mezclar el entretenimiento con cierta revelación de algunos aspectos verdad, más sugeridos que mostrados, como en los cuadros de Claude Manet, sentía un muy bajo aprecio por aquel movimiento literario del que sin embargo, y sin gustarle rescataba por su pericia como escritor a su máximo exponente, Gabriel García Márquez, y excluía de los cantamañanas, reconociendo como a uno de los grandes intelectuales y escritores de la lengua hispana a Mario Vargas Llosa, pero por la misma razón, prefería valorarlos y estudiarlos mientras los desgranaba en cursos de escritura en vez de verse obligado a catalogarlos acorde a sus criterios en charlas literarias. En la librería descubrió que quitando a los franceses de diferentes épocas, a los británicos, a las grandes espadas españolas en poesía y novela, algunos alemanes y muchos rusos, de los libros fundacionales griegos e italianos, por fundacionales, a los norteamericanos desde Mark Twain a Raymond Carver, a los argentinos Borges y Cortázar, sin evaluar la literatura oriental, la cual no alcanzaba a conmoverlo excepto Kenzaburo Oé y Mishima, luego un rejunte de varios países en que pueden entrar Kafka, Pessoa o Carpentier por ejemplo, lo demás no lo consideraba digno de una antología universal de lo que se podría considerar imprescindible en literatura, y como sabía, que como ocurre con todo en esta vida, lo más probable es que estuviese equivocado en algunos aspectos que el tiempo develaría, pero que aún desconocía, entonces prefirió dedicar sus charlas, simposios, cursos, exclusivamente a la belleza y el dolor de la escritura, más que a sus aspectos técnicos, lo cual, se decía a menudo, era una forma camuflada de hablar de literatura, evitando los inconvenientes.

Escritura literaria
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16 julio 2022 6 16 /07 /julio /2022 19:31

Como nadie quiso responder a las preguntas Gamsa dejó claro que no volvería nunca más a armar un debate de aquellas características. Había dejado de confiar en sus correligionarios, todo le parecía vacío, superficial, él mismo se veía como un exponente de la frivolidad, decidió no hablar nunca más, pero antes debía llegar a un rincón de la India en donde algunos gurús meditaban durante meses, incluso años sin emitir palabra alguna. El problema es que no pensaba dejar de comer y los gurús acompañaban la economía de palabras con la de alimentos.

Decidió hacer lo mismo pero más cerca de su casa, a la vuelta de un Kentucky Fried Chicken, a donde podía escabullirse cada vez que los gurús sucedáneos de los indios, de la ciudad de Londres, reunidos en aquel edificio húmedo y sin ascensor de King's Cross, estuviesen durmiendo la mona de sus fumatas hachís y ácidos dedicadas a Visnu y a Brahma, como aporte inglés a las deidades ciertamente humilladas durante la colonización británica.

En ese KFC contaban con pantallas para ordenar y pagar el menú sin necesidad de dirigir la palabra a nadie. Cuando se puso obeso como una bola de grasa, empezó a fumar la mezcla dedicada a los dioses para amortiguar la gula. En efecto adelgazó de forma notable, y en cambio de comer compulsivamente, dormía como un lirón, se despertaba fumaba, y volvía a dormir.

Al cabo de dos años Gamsa, se había olvidado de hablar las palabras pero también de pensarlas, solo conseguía divagar en un lenguaje inconexo aunque puro, tan espiritual como inmaterial, hasta que en un paso por la esquina un perrito Yorkshire le meó el tobillo y el pie derecho, que desde hacía dos años calzaba solo con sandalias llevándolo al descubierto en su parte superior.

Líquido a raudales, el perrito lo tomó por un árbol al ver que no emitía sonido alguno, Gamsa sintió un repentino placer al sentir ese calor en su pie en aquel día húmedo y frío, pero cuando se dio cuenta que lo estaban meando, cambió la expresión atolondrada de su rostro, mostró los dientes y gritó:

-¡Mierda!

Un transeúnte que cruzaba frente a él, atildado con un saco de tweed escocés, con expresión de contrariedad levantó la mirada hacia los ojos encendidos de Gamsa, y le aclaró:

-No hijo, no es mierda, es pis.

Entonces Gamsa volvió a hablar, primero con el hombrecito del tweed, estaban parados justo en la esquina de Brill Place, el verde persistía a la caída de las hojas, la dueña del perrito llegó solicita aunque tarde pidiendo perdón por las molestias y se apresuró a desaparecer parque adentro, al principio Gamsa quería explicar que su expresión no respondía al estado de los desperdicios del Yorkshire sino que era una interjección, pero no hallaba las palabras, entonces el hombre de los zapatos impolutos lo calmó con una sonrisa "solo tenía ganas de hablar con alguien y usted me dio pìe", el hombre que ya entraba en sus años menos ágiles, advirtió en un comentario, que era una mañana fría para ser otoño, pero con una luz especial que junto a la humedad dotaba de perlas de brillo a las hojas que persistían aun en las ramas, mientras que desnudaba a las caídas mostrando toda la gama de marrones, beige, carmelitas, amarillos, rojos bordeaux de que eran capaces, ofreciendo, junto a esos cuervos que exploraban la base de las raíces, un ambiente digno de ser mirado a párpado extra abierto y aspirado a pulmón lleno, en vistas de podría pasar tiempo para que alguien debidamente vestido, paseando a esas horas por al lado de la terminal donde miles de almas corretean cada día de un lado a otro en busca de conexión de tren, pudiese volver a apreciar un espectáculo de semejante belleza y calma. Gamsa asentía a todo lo que el hombrecito decía, le parecía que el tono con que expresaba sus palabras obraban, junto al paisaje que estaba describiendo, una suerte de milagro que no podía desperdiciar. Atinó a balbucear los primeros vocablos con sentido razonable que pudo construir en mucho tiempo, y tras despedirse, recoger sus cosas del antro gurú, usó el impulso para charlar con el conductor del ómnibus, con una señora que paseaba sin perrito, más tarde con su familia anonadada, mitad feliz mitad atribulada, cuando regresó a su casa. Dejó los ácidos y el hash, el pollo frito, los alrededores de King's Cross St Pancras, las chancletas en otoño, y retornó a sus simposios, debates  y conferencias convencido de que tenía suficiente profundidad que aportar a la superficie de sus reflexiones de antaño, partiendo de la premisa de lo compacto o licuado que puede expeler un lobo devenido en Yorkshire y de un rincón de la India, algo distorsionada y muy comprimida, que consiguió instalarse en las inmediaciones de su poco querido, pero familiar Brixton.

 

King Cross St Pancras

King Cross St Pancras

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14 julio 2022 4 14 /07 /julio /2022 17:35

No necesariamente con los mismos protagonistas, pero a menudo la vida te da la revancha, la oportunidad de riposta.

Cuando recién había salido de la pubertad, me levanté una mulatica muy mona, estuvimos tomando y yendo de un lado a otro hasta que nos fundimos en un beso y empezamos a apretar, pasamos las manos por cada centímetro de lo que cubría la ropa interior. En un momento en que ya me había deshecho de lo que tapaba las tetas y las había estado sobando, fui a besar un pezón y cuando acerqué la cara a la redondeada teta, un pestazo de mil demonios me echó para atrás como puñetazo de Clay.

Se me hacía incomprensible ese hedor en un pezón, hasta que cuando el viaje de la razón concluyó en su morada cerebral, se evidenció que era mi mano la que olía a rayos y centellas, porque primeramente había estado hurgando en el complemento del chichón: el chochín; a veces se es tremendamente afortunado sin saberlo, como en esa ocasión que por la razón que fuese, no había bajado a libar del pozo.

Muchos años después, más recientemente, también en una tarde de suerte en que conseguí sacar el anzuelo con pesca, ya no de esas presa tan titis ni tan ricotas de antaño, pero para mis abriles, un bomboncito más que aceptable. Tras paseos y charlas arrancamos sobre la pista del "peeting", la apretadera en los asientos delanteros del coche salvando palancas de cambios y de frenos, manos por aquí, no había suficientes dedos para tanta teta, bollo y culo, como suele pasar al inicio, por eso ese momento hay que disfrutarlo como un enano, nunca habría otro instante como ese con la misma mujer, la primera exploración es una explosión de clorofila, un chorro de sangre nueva. Ella ora metía mano por aquí, desabrochaba cinturón por allá, hasta que bajó a saludar al amigo, que a esa hora reclamaba más atención que un controlador aéreo a los empleados de pista. Le estuvo sacando brillo a la flauta durante buen rato y cuando subió a darme un beso en la boca de repente recordé a la mulatica del pezón descompuesto, sus labios olían a sobra de langostinos, pero de la navidad pasada. Pegué el respectivo respingo hacia atrás todo lo que las cervicales me permitieron, y cuando vi su cara de asombre, caí en que esa vez, las sobras de la pescadería no provenían de su oquedad sino de mi prominencia.

Estábamos más calientes que una cafetera así que la cosa siguió con los elementos menos afectados, y tras el dispendio de las secreciones del caso, esbocé una sonrisa y salvando los obstáculos de la cronología, uní las dos pestes en una, entendiendo por fin aquella sentencia tan mentada que rezaba:

"Hoy por ti, mañana por mi"

 

La revancha
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21 junio 2022 2 21 /06 /junio /2022 19:27

Carlitos Cecilia era un fiel amigo de la secundaria que murió de un cáncer devastador a los 22 años.

Había acabado de regresar de Argentina a vivir nuevamente en Cuba, fui a su casa y la madre me dijo "si quieres verlo ven con nosotros, porque no le queda mucho". Ella, el hermano y el padrastro estaban destrozados, se veía en las líneas que el dolor continuado pinta en el rostro de la gente, así como las arrugas de la risa en las comisuras de los labios y el extremos de la órbita ocular.

Llegamos al Oncológico, entramos al cuarto y le di un abrazo a mi amigo, pero no debía apretar mucho porque acababan de amputarle un brazo hasta el omóplato, estaba lleno de amputaciones, heridas, dolor, pero su cara era la misma de siempre, con los ojos bien abiertos de ilusión y con esa sonrisa pícara. Cuando me dirigía a su casa pensaba charlar toda la tarde de lo que había extrañado Cuba, de Buenos Aires, del regreso, etc, reírnos , dar vueltas por el barrio, tirar besos a mujeres, a lo mejor alguna se pegaba, Carlitos fue quien me introdujo a Moraima la primera muchacha con quien apreté en la secundaria. En octavo grado falté cuatro meses lectivos seguidos a clases, ni siquiera me fugaba, salía del Habana Libre directo a su casa, hasta que se armó un lío padre entre la escuela, mi madre, los del ICAP y este seguro servidor, tenía la lengua cargada de charlas para dejarlas caer junto con mi amigo. Pero al final me quedé cortado, creo que aun me dura el shock de verlo sin brazo, tan cerca del más allá, yo ni sabía lo que era eso, ni que nos podía pasar a nosotros, todavía estábamos naciendo coño. Carlitos empezó a decirme que en unos días saldría de allí y aunque ahora tenía solo un brazo, con ese mismo tocaría el piano y las niñas se nos pegarían como moscas, yo participé de su entusiasmo y dije una canción que había que tocar, "Soldier of Fortune" de Purple, y las tendríamos desmayadas a nuestros pies. Estuve un rato más pero dejé a los padres y al hermano, la montaña hecha de tristeza y amor que vi y sentí allí es muy difícil de describir.

Me fui solo del oncológico, es una zona de hospitales históricos, llena de vegetación y avenidas amplias, bellas para pasear, pero inmensamente crueles para acompañar a un ser empequeñecido por el absurdo, por un dolor nunca antes experimentado, por la vergüenza de ser acreedor de la fortuna de caminar, de respirar, de tener futuro, de poder construir o destruir mis opciones, de tener opciones. Al poco tiempo me enteré que a los tres días partió dormido, sedado, soñando.

Le dije a Carlitos en esa sala de hospital, que tocaríamos Soldier of Fortune, para las chicas, así que sigo esperando que salga y mientras tanto cada día que lo recuerdo, y cuando no también, lo llevo conmigo, junto a aquella montaña.

 

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19 junio 2022 7 19 /06 /junio /2022 18:04

 

 

Pierre eligió uno de los caminos que le indicaba la aplicación de navegación contenida en el teléfono móvil, pero al rato de emprender el viaje le surgieron las dudas de si iba por el camino más conveniente- caramba, si siguiese mirando el callejero para tomar las rutas como en otros tiempos, tendría el camino entero grabado en mi cabeza- así que se lo dio a su hijo que iba de copiloto y le pidió qiue pusiese otra dirección, iban de Saint Tropez a Toulouse, pero sentía más confianza si ponía como primera meta a Narbonne, de todos modos debían detenerse un rato allí para comer algo, una vez lleno el buche volvería a poner Toulouse. Cuando el hijo terminó de poner el destino en el teléfono, la voz guía de la App saltó con una indicación insólita:

-Tome la A-8-

Y es que iban por la A-8 desde hacía una hora. Entonces el padre tomó el teléfono entre asombrado y ligeramente asustado, miró la línea azul que le proponía la pantalla y se alivió al constatar que en efecto había incurrido en redundancia, ya estaban donde les recomendaba incorporarse-

Cuando estaba emitiendo el leve suspiro de alivio, de la ventanilla de una furgoneta que se ubicó al lado en el carril izquierdo, salió una cabeza haciéndole señas con la mano- carajo, a ver si voy a tener humo negro, o una rueda baja justo ahora- pensó en el instante, pero al volver a mirar al costado atendiendo a la insistencia del hombre de la ventanilla, se dio cuenta que lo invitaba a seguirlo, que era policía camuflada, y que estaban felices de haberlo atrapado con las manos en la masa.

-La puta que lo parió, por un segundo que miro el móvil, que mala suerte, a ver si los convenzo de que solo me fijaba si lo de tomar la A-8 era correcto-

La furgo se puso delante del automóvil, encendió un cartel luminoso en la ventanilla trasera indicando al automóvil de Pierre que lo siguiese. Llegaron a una rotonda, tomaron la salida, se detuvieron y bajaron dos efectivos de la Gendarmerie. Le comunicaron que la multa era irrevocable, que lo cogieron in fraganti y que daba igual si estaba mirando las redes sociales o el navegador. Pierre se defendió explicándoles que tenía tan claro que no se debía tomar el teléfono manejando, que le pidió al hijo que le pusiese Narbonne en el GPS, y que se alarmó por la recomendación de que tomase la carretera por la que ya iba, solo miró la pantalla a la misma altura del parabrisas sin quitar ojo de la vía.

-No importa si es para el navegador, para hablar o para el Facebook, la ley penaliza tomar el teléfono conduciendo. Son 200 euros y seis puntos del carnet.

Pierre evaluó la situación y se percató de que no había nada que hacer discutiendo con los agentes felices de clavarle la multa, todo lo que podía conseguir era empeorar, aunque fuese solo los ánimos y por otro lado, prefería dar ejemplo de conducta a su hijo, mantener la dignidad y no mostrarles ni siquiera su contrariedad y tristeza al tener que despedirse de doscientos morlacos. Pero sí atinó a decirles a los gendarmes, "con tanto delincuente suelto, me vienen a esquilmar el dinero de la comida de mis hijos"

Un pataleo con el que incluso, los dos agentes se mostraron condescendientes, un poco porque ya habían conseguido amargarle el viaje a un vacacionista, y otro tanto porque se habían dado cuenta de que en verdad, Pierre había sido victima de un agudo rapto de tremenda mala suerte.

Pierre prefirió pagar la multa en el momento por dos razones, para salir mentalmente de ese bajón, y para recibir el papel con los números de los dos agentes que tramitaron el cobro por tarjeta. Así fue, de repente, él los tenía identificados. Siguió su camino con su hijo, comieron en Narbonne, llegaron a su casa, creyendo haber pasado página.

A los pocos días en el trabajo le comunicaron que sería despedido en dos semanas, ya que se había quedado sin carnet de conducir debido a la sustracción de seis puntos que lo dejaban sin ninguno, él explicó la situación a todas las instancias de la empresa, les pidió por favor que klo esperasen, que tomaría un mes de vacaciones mientras hacía el curso que le devolvería la mitad de los puntos y podría volver a desempeñar su labor de gestor de activos en el automóvil por toda la zona de Toulouse hacia toda Occitania, pero le dijeron que el retorno del carnet llevaría tres meses como mínimo si todo iba bien, no podían permitirse esa cantidad de tiempo, ni les parecía serio  mantener en plantilla a un empleado, delegado de un área, que se tomase tan ligeramente su responsabilidad en el trabajo. A partir del despido, Pierre comenzó a enfrentar paulatinamente los problemas característicos de su situación, no encontró trabajo, los ingresos en la casa mermaron, esto llevó discusiones conyugales, sinsabores, peleas, separación temporal, más tiempo de lo que el decoro sugiere calentando las copas de vino de los bares, en definitiva, un deterioro de la comodidad que él daba ya por sentada para siempre, como si fuese el estado natural.

 Al pasar un espacio de tiempo, Pierre decidió dedicar las semanas siguientes a conocer cuanto pudiese de la vida de los gendarmes,  sus nombres, la comisaría donde trabajaban, costumbres, horarios.

Se desplazó a Pourcieux, donde trabajaban los policías chupópteros de trabajadores en vacaciones que se desplazan en coches humildes. Alquiló un motel de carretera Ibis a solo doscientos metros de la comisaría donde consiguió averiguar que trabajaban los dos agentes. Empezó a comer en establecimientos de comida rápida, a dar paseos alrededor del barrio del motel, el polígono industrial y la comisaria y vigilando de ese modo se enteró de la hora en que empezaban a patrullar, cuando iban a comer, a tomar café, al baño, incluso cuando paraban a mear. Y entre todas las actividades descubrió algo de lo que buscaba, detectó cada cuanto tiempo se detenían a pasar un buen ratito en el burdel que estaba a dos kilómetros.

Los policías trabajaban en un automóvil camuflado de civil, con el uniforme de la gernarmerie, pero antes de ir a relajarse merecidamente al puticlub se vestían de paisanos.

Una tarde Pierre entró al local y vio que ambos subían con dos muchachas a las habitaciones, sacó fotografías de los besos y arrumacos que se prodigaban con las mujeres en la barra, generalmente con dos clases de deseos diferentes, él de follar, ella de vomitar. Alcanzó a fotografiarlos también subiendo la escalera hacia los cuartos.

Antoine pasó toda su infancia en Bretaña, había nacido en la Normandía baja y los padres prefirieron el clima de Quimper, le gustaba hacer surf, insistía en pulir su técnica en las olas de las Landas, y a veces de cerca de Brest, pero lo cierto es que era demasiado torpe como para lograr mantenerse de pie en la tabla. Por eso pasó al windsurf, deporte en cual llegó a mantenerse sobre el agua sin sobresalir de sus amigos, incluso de los que se subían por segunda a vez, pero tampoco nunca le importó demasiado la vela tabla, su ilusión habría sido ser aceptable en solo tabla, y su frustración, imperceptible a simple vista, crecía por dentro recordándole su inclinación al fracaso cada vez que emprendía un nuevo desafío. Con el paso del tiempo y los tropiezos, decidió no fantasear más y dedicarse a algo que le permitiese intervenir en su favor la voluntad de los demás ¿qué mejor que ser policía? Cada vez que le diese la gana podía detener a unos pringados y hacerlos sonreir como tontos, decir a todo que sí, hacerlos pedir, rogar disculpas incluso sin haber cometido ninguna falta, también podría repartir buenos porrazos de vez en cuando, o practicar con una bolsa humana los golpes de defensa personal que en una pelea se los harían meter por el mismísimo orto. Y si alguien decidía no dar su brazo a torcer, se lo podría llevar al calabozo por desacato, insultos a la autoridad, o cualquier otra excusa. Perfecto, definido, Antoine el gendarme, desastre de la ley. Se casó con la prima de sus hermanastros, lo mejor que compartía con su mujer es que solían reír mucho en las largas sobremesas de los fines de semana. Habían tenido grandes dificultades para conseguir tener hijos, hasta que ella quedó embarazada, a los nueve meses nació una niña con Síndrome de Down, que a la vez que unía y separaba al matrimonio todo lo más posible. Los unía en la promesa de jamás separarse, y los distanciaba en imposibilidad progresiva de siquiera poder tocarse, por esta razón ella conocía que de vez en cuando las andanzas de su esposo por las casas de citas, con la condición inalienable de que permaneciese en el más estricto de los secretos y la discreción. Lo de trasladarse de provincia varias veces en la vida le había legado cierta inclinación a sentirse bien con la idea de viajar, de dar la vuelta al mundo, de hacer todo el trayecto del transiberiano, recorrer en bicicleta América del Sur, conocer el lejano oriente. Pero entre una cosa y las otras, nunca ponía en práctica esos proyectos, lo cual no le impedía sentir el mismo gozo al abordarlos en su mente.

Renaud nació y creció en un suburbio de Nimes. Su padre le daba buenas palizas que más tarde, Reanud las achacaba a varias frustraciones, no había podido estudiar, era el hermano más torpe y feo, se casó con la única mujer que lo soportó un par de meses como novio pero no le gustaba demasiado de joven, y nada en absoluto después de llenarse de hijos, cuando ambos descuidaron la estética, la educación, incluso la higiene. Llegaba del trabajo e iba al bar, cuando regresaba cobraban todos los que estuviesen por delante, sobre todo Renaud, que se parecía a su padre en que era acaso el menos agraciado de los hermanos, el del medio, que no tenía ni la más mínima habilidad que pudiese enorgullecer a unos buenos padres, mucho menos a semejantes ogros, solo mostraba interés por pasar el rato con los amigos pateando pelotas contra una enorme pared al lado del riachuelo y de vez en cuando cazar los pequeños animales de la zona y cortarlos en pedacitos, disfrutaba de ver su reacción. A las lagartijas, sapos y ratones primero les cortaba las patitas, después les abría el estómago o les cortaba la cabeza, trayecto en el cual, el padecimiento de los animalitos lo llenaba de placer, exudaba alborozo. Lo mejor de su vida era cuando cada verano lo visitaba una prima con los tíos, siempre estuvo enamorado de su prima, fina, linda, graciosa, parecía siempre tan contenta con todo que solo se podía disfrutar con ella al lado. Tras darse cuenta que no destacaba en los estudios y que tampoco sentía una diáfana inclinación hacía oficio alguno, que ni siquiera le veía sentido a poseer habilidades, decidió que el mejor trabajo que podría desempeñar, era el de policía. De policía nadie le preguntaría por sus carencias, por su escaso interés ni sus renuncios, y podría practicar tiro, que era algo que en cierta forma sí le atraía. Renaud se casó con una chica de Nimes, de su propio barrio, con la cual comenzó a reproducir los mismos tics de su padre con su madre, salvando la distancia entre los sensibilidades convencionales que establecían y toleraban los tiempos en materia de maltrato. Si el padre aporreaba con la mano cerrada a la madre mientras esta conseguía escabullirse hasta el cuarto para evitar el rubor de ser vista por los hijos aguantando semejante humillación, él insultaba a la esposa hasta hacerla llorar y experimentar cierta vergüenza de sí misma, de su figura, de su fracaso, de su dejadez y de cómo cada día que pasaba soportando tal degradación, más lejos estaba de tener la fuerza necesaria para salir de todo aquello. Hacía años no quería hacerle el amor, visitaba cada vez con mayor frecuencia sitios de prostitución donde poder afirmar que aún su virilidad funcionaba, que aún no era prisionero irreversible de las fantasías sexuales inapropiadas que asaltaban su cabeza y espoleaban su deseo cada vez con mayor frecuencia. El tema era que la esposa, Claire, era la causa de que viviesen con cierta holgura económica poco habitual en familias de su extracto socio cultural, todo debido a una jugosa herencia que ella había recibido de su padre, y por nada del mundo deseaba perder su ya perfectamente establecido, nivel de vida. Tenían dos hijos, que se pasaban el día peleando.

Antoine y Renaud llevaban patrullando juntos en tráfico los últimos cuatro años. Compartían el placer de disparar, de vez en cuando Antoine acompañaba a Renaud a cazar, pero no disfrutaba tanto de matar animales como su compañero. Tanto Antoine como Renaud eran intimaban en la idea, de que el tipo de patrullaje de ellos ejercían, con la furgoneta camuflada de transporte civil, era un método puramente recaudatorio, no preventorio ni profiláctico, aunque reconocían sentir deleite cada vez que tras atrapar a un infractor veían la cara que ponía al conocer el monto de la multa que devengarían de su cuenta, así como los puntos que le restarían.

Era una discusión ética, ya que el motivo de la recaudación daba un sentido totalmente distinto a la finalidad misma de la existencia de la policía, que la persecución de la prevención que supondría un automóvil con sus sirenas, su color corporativo y la inscripción de la fuerza policial en a puerta del vehículo, de cara a refrescar la memoria de todos los conductores con que se cruzasen, respecto de las buenas normas de conducta en la carretera.  

Y aunque una cosa no lleva necesariamente a la otra, siempre sentían el incómodo paseo del pequeño bichito del mal proceder cada vez que cazaban a un incauto. La fuerza del placer domaba con suficiencia cualquier resto de cargo de conciencia.

Pierre hizo imprimir las fotos que obtuvo de forma furtiva en el burdel. Y en los momentos en que sabía que Antoine y Renaud se encontraban desempeñando su trabajo de patrullaje por la carretera, se presentó en la casa de cada uno, portando sendos sobres con una inscripción que dejaba claro que eran sobres confidenciales para abrir exclusivamente por sus destinatarios, el señor Antoine Roux, y Renaud Morel. Se tomó un tiempo para llamar al timbre entre una casa y otra, en ambas como tenía programado lo atendieron dos mujeres que dijeron ser sus esposas, les comunicó que eran para entregar en mano, que podían recibirlo ellas firmando un recibo que Pierre había improvisado, dando un documento de la persona firmante y un teléfono móvil, tras lo cual se despidió dando las gracias y recordándoles la importancia de que recibiese, cada uno, su correspondiente sobre. Lo mismo hizo en la comisaría a donde pertenecían, dejó dos sobres con los nombres en las manos de su jefe, una vez que logró que él saliese a recibirlos, se presentó como un empelado de correo privado, pidió un nombre una firma y un teléfono al superior, él sargento no le facilitó un móvil, pero sí el teléfono fijo de su oficina en la estación.

Después se dirigió al punto de la carretera donde sabía que en breve llegarían a tomar su acostumbrado café de la tarde, parada que hacían cada día, sin falta. Mientras esperaba cargó los números de teléfono de las dos esposas de los agentes, los volcó en una aplicación de chateo y preparó un correo en que les decía que abriesen los sobres, y al que adjuntó las seis fotos de los dos compañeros de trabajo y compinches de farras con sus partenaires ocasionales. Con el teléfono del sargento no pudo hacer lo mismo porque era de línea, pero lo grabó en la agenda telefónica, con el nombre y apellido con que había firmado el recibo del correo. Le pagó a un repartidor de la zona para que entrase a la cafetería, para que le dejase al dueño o encargado tres sobre idénticos a los ya despachados, con la clara indicación de que les fuesen entregados a los dos agentes una vez llegasen al local.

Dentro del sobre, además de las mismas fotos que había dejado a las esposas y al sargento, introdujo una hoja señalando una serie de simples pasos que debían ejecutar, ipso facto, si preferían mantener estos deslices en secreto.

Una vez que el muchacho de los recados se hubo ganado los euros más fáciles de su vida, Pierre entró al establecimiento, se sentó al lado de una ventana, pidió un café con leche, un croissant, cruzó los dedos bajo su perilla y las comisuras de sus labios se arquearon hacia arriba dibujando una tenue, cauta, pero luminosa sonrisa.

 

Autoroute A8
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3 junio 2022 5 03 /06 /junio /2022 23:47

Cada año de los tres que llevo viviendo en este edificio, se hacen las fiestas del barrio en el parking de abajo. Avisan una semana antes y hay que dejarlo vacío. Históricamente no soporto esa bulla, ese mal gusto, esa chorizada general y me voy unos días a otra ciudad. Sin embargo en esta ocasión, tras dos años interminables de devastación, soledades, muerte, recibí con cierta sensación agradable la noticia de que se hacía la fiesta- Algo similar a lo que me ocurrió por vez primera este año, ante la inminencia de la Semana Santa.

Hoy al ver los niños saltando en los hinchables, la gente comiendo esos infames cucuruchos portadores de cualquier seudocomestible que permita expeler chorros de grasa, las luces a full de los juegos mecánicos, la música bom bom, las panzas bamboleantes de feriantes y asistentes, y sobre todo al ver felices a los gitanos que dan vida a esas ferias, itinerando de un sitio a otro por todo el país como sus antepasados nómades, me llenó de júbilo. Me dije: a la mierda los atavismos neo culturales si van a servir solo para poner cara de trasero ¡que se vayan al demonio y que viva la alegría de la gente común!

Más frívolo es vivir amargado.

 

Fiesta del barrio

Fiesta del barrio

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