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27 febrero 2025 4 27 /02 /febrero /2025 11:12

¿Qué dirían los medios y la opinión pública argentina, si la cabeza visible de un hipotético gobierno populista nacional, dentro de una misma semana lanzase junto a unos amigotes una criptomoneda estafando por 100 millones de dólares a los inversores, poco después se fuese, por ejemplo a Venezuela a participar de un show alcanzándole un machete a Maduro al chasquuido de sus dedos, y a su regreso al país, designase a dedo a dos Jueces partidarios para la Corte Suprema?

Sumando en la misma semana algún evento homologable al papelón que protagonizado en la ONU, de decir que Rusia no invadió ni siquiera incomodó a Ucrania, para no contrariar a los patrones Musk y Trump, aliado de Putin, habiendo invitado hace solo un año a Zelenski a la ceremonia de asunción a la presidencia, como invitado especial ejemplo universal de resistencia contra la peor agresión del siglo, según sus propias palabras. Panquequeadas criollas.

Es una época diferente a todo lo que habíamos conocido, si bien es cierto que después de Perón del '45 y su Tercera Posición nunca más las clases humildes argentinas, ni siquiera los obreros, volvieron a confiar su voto o su simpatía a las distintas vertientes de la izquierda “roja”, suplantada por movimientos peronistas sociales en los años setenta y tras 1955 por un sector de la intelectualidad. Lo cierto es que siempre estuvo muy lejos de arraigar un sentimiento de derecha diáfana, con un discurso explícito declarado en todo su espectro, elitista (los economistas libertarios), clasista (funcional no ya a la clase pudiente, sino al selecto sector de los más ricos del mundo), represora (descansando sobre disposiciones arbitrarias, censoras, correctoras de la conducta colectiva), cruel (partiendo de la premisa de que “la justicia social es un crimen aberrante”) esto como esencia, y después como barniz, unos modales ofensivos, bruscos, procaces, poblados de insultos de cancha y de tráfico, munido de novedosos símbolos ostensibles de la vieja ideología: motosierras, guillotinas, serruchos, más emparentados con la hoz y el martillo comunistas, que con los simbolos que otrora usasen los antepasados de extrema derecha moldeados en la idea de la disciplina y el orden.

La gente, en su condición de masa, está decidida a explorar hasta sus últimos rincones y consecuencias este espectro ideológico, esta expresión colectiva del deseo. Cada vez estoy más convencido de que en verdad, era un filósofo camuflado aquel mendigo que en una charla ocasional en la sala de fotografía del Teatro San Martín a donde acudía los días fríos a calentarse, me dijo:

"Solo a una cosa temo más que al pueblo, al pueblo unido"

 

Panqueque

Panqueque

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16 febrero 2025 7 16 /02 /febrero /2025 12:35

Sobre la participación del presidente Milei en la estafa piramidal de la criptomoneda, acaso la duda de su accionar ex profeso o la certeza del enriquecimiento ilícito de sus allegados sea lo único penalmente punible. Pero varios otros aspectos engrosan lo vomitivo.

Por ética y por estética un mandatario debe abstenerse de promover cualquier negocio particular.

Aun en el improbable caso de que el presunto perpetuo candidato al Nobel de Economía más erudito y preparado del mundo, hubiese pasado por alto el aspecto refulgente de estafa que pavoneaba el emprendimiento promocionado, tal como durante la primera hora de la invitación del presidente a sus huestes a sumergirse en el timo, numerosos ignotos replicantes de X, ex Twitter, advertían con sus mensajes de que no era una criptomoneda respaldada, que poseía todo el aspecto de "hit and run", aun en ese tan remoto caso, cabría cotejar con la Constitución y su esposa Lustitia, la legalidad de que el presidente de la Nación promueva un negocio privado entre sus seguidores. Y la investigación contaría con un extenso etcétera ¿a cambio de qué? ¿con qué fin? ¿cuanto conocimiento tenía de la operación? nombres de los allegados que participaron en la estafa y sobre todo identificar a cada uno los estafadores que se hicieron un Potosí en minutos. Porque lo que sí se sabe a ciencia cierta, es que actuaron milimétricamente coordinados: el lanzamiento de la criptomeda tuvo lugar minutos antes de la invitación del Presidente a invertir, y las cinco horas de demora en deslindar responsabilidades cuando ya se sabía de sobra el carácter usurpador, dieron tiempo a que invirtiese hasta el último crédulo. Le tocará a una adocenada Justicia determinar el carácter de la maniobra.

Incluso si todos los inversores hubiesen ganado y no habría acontecido la estafa, la bosta habría caído en el mismo corazón del decoro de la investidura presidencial ¿qué sería lo próximo? ¿"Compre galletitas McKay, más ricas no hay"?

Pero lo peor de todo este asunto no es ni la posible falta a la legalidad ni la más que sobrada afrenta a la legitimidad, sino el signo de nuestra era, la llamada a hacerse rico mediante la especulación. Lo diametralmente opuesto a las proclamas de hacer grande Argentina como en un idílico pasado industrial, calcado de la consigna trumpista “Make America Great Again”, igualmente materializada en ubicar como mascarón de proa del proyecto a Elon Musk, uno de los mayores especuladores de todos los tiempos, que así como el Caputo de Milei no se caracteriza por anarcocapitalista libertario sino como casta pura y dura, al inmigrante Musk no se le conoce que, como dice Trump que hará en EEUU, haya hecho grande a su país Sudáfrica. Ni un poquito.

 

Al final era Javi Depósito
Al final era Javi Depósito
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1 noviembre 2024 5 01 /11 /noviembre /2024 11:38

La vida te da sorpresas.

Diana Mondino la canciller argentina que mandó a equiparar la denominación de Falklands Islands a Islas Malvinas en un documento oficial mostrando un desconocido perfil cipayo en la política exterior del país austral, precisamente en un tema muy sensible para el sentir nacional, sin embargo tuvo una actitud de marcado carácter independiente, al votar en contra del, por un lado inhumano y por otro y más importante, anticapitalista embargo o bloqueo a Cuba. Como lo sería cualquier restricción a quien quiera que se prohibiese vender sus productos a cualquiera que le diese la gana comprarlos, interviniendo la libertad de mercado, y sobre todo, la ineludible libertad del individuo, siempre ciñéndonos a los canónes de la pseudo corriente ideológica.

Acaso como buena liberal capitalista, haya considerado que esa medida es propia de una economía dirigida, vigilada y oprimida, rasgo identitario de las economías del extinto campo socialista bajo organizaciones como el CAME primero y COMECOM después. Bajo cualquier variante de la ideología liberal, nadie puede obligar o prohibir nada en materia de mercado. Incluso el propio hoy presidente Javier Milei, tras los exabruptos y dislates de la campaña electoral, jurando morir antes de permitir el comercio con China, país con infinitamente más cantidad de víctimas que Cuba en su construcción comunista, una vez atornillado en los dominios de la "realpolitik", suavizó con toneladas de soda su impetu inicial cambiando a que, jamás impediría el comercio de las personas libres con China ni con nadie, y más recientemente expresando que quedó impactado por la bondad, elegancia, buen trato y maravilla del gran monstruo marxista maoista.

Pero ¿qué terminó haciendo el hoy pragmático paladín de la casta aun torpemente dizfrazado de libertario? La echó porque esta vez no inclinó su torso lo suficiente para lamer gentilmente calcetines y calzado a los patrones EEUU e Israel, como otrora Reino Unido.

Mondino es una mujer clasista, con un marcado refinamiento burgués tradicional, no es lo mismo reverenciar a la impoluta aristocracia del barrio Belgravia que a los nuevos ricos grasas de Wall Street.

No señores, la comunista no es Mondino, ella asumió una conducta netamente libertaria, en este caso, lo más parecido a la economía comunista es esta medida de un Embargo sumamente prolongado, anacrónica y arbitraria, pero además absurda, ya que tras seis décadas no consiguió su objetivo, sin embargo sí logró hacer pasar calamidades a las victimas de la dictadura no a los dictadores, los cuales desde un inicio festejaron este hito de agresión exterior para unir al pueblo desde el aparato digestivo con consignas patrioteras. 

Flaco o sos del libre mercado o sos de la economía vigilada.

En las últimas décadas la distintas jerarquías políticas argentinas de todos los signos políticos e ideológicos, excepto honrosas aunque escasísimas excepciones, se han abocado a una carrera vertiginosa por obtener la mayor cantidad de trofeos que los acrediten como campeones "panqueques" . Desde el matrimonio Kirchner Fernández, entusiastas activistas en la venta de YPF a Repsol luego reconvertidos en precisamente lo opuesto, hasta el actual presidente, ora partidario de la libertad absoluta de mercado, ora de un estricto intervencionismo, de estandarte de la lucha contra una difusa "casta" a instalarse en la esencia más reprobable del propio concepto, pasando por peronistas de izquierda, derecha, revolucionarios ricos, ricos cartoneros, peronistas libertarios, libertarios estatistas, y un inagotable etcétera.

Podemos entender que una hinchada de fútbol en la cancha, bien adobada por una previa ingesta de espirituosos exprese con libertad en el desaforo de su garganta, que Dios es de Boca o de River, lo que ya se hace un poco más complejo de digerir es que una  eminencia en teología, sentencie que de ninguna manera se puede abordar semejante disparate desde ningún punto de vista:

"¿¡Sometidos a qué índole de blafemia se atreven a decir que Dios es de Boca o de River, cuando todos conocemos el hecho insoslayable de que Dios nació y murió siendo hincha de Independiente!?"

Pragmatismo libermamario
Pragmatismo libermamario
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12 octubre 2024 6 12 /10 /octubre /2024 19:17

Mi abuela materna fue hasta la ciudad de Burgos primero y después al puerto de Vigo junto a dos hermanas con el fin de embarcar hacia Buenos Aires, partió desde Quintanilla del Coco, una aldea de la provincia de Burgos rodeada de monte, de ríos, cascadas, antiguos monasterios y entre tres grandes pueblos Covarrubias, Santo Domingo de Silos y Lerma, que en el medievo tuvieron su esplendor pero que al inicio del siglo XX servían poco más que para comprar la carne de cerdo, ovinos y aves que vendía mi bisabuelo.

Mi abuela paterna descendía de una familia acomodada de hacendados de América del Sur, que se habían establecido desde poco después de la llegada de los españoles al nuevo continente desconocido en Europa y en Asia, aunque bien familiar por sus habitantes.

Mi abuela materna embarcó para trabajar de nani de alguna familia pudiente, terminó en la mansión de una familia apellidada Seret, siendo adorada por los niños que cuidó mejor que su propia madre.

Mi abuela paterna, a pesar de ya estarse viniendo a menos dentro de su clase social, tuvo una niñera española procedente de Galicia, Carmen Arias, que fue adorada por Ernestito y Celita, sus dos primeros hijos a los que la española crió y conoció mejor que la propia madre en esos años tiernos.

Hoy, ante la excentricidad tanto de la exigencia de algunos americanos de un pedido de perdón por parte de la Corona española por los espantosos crímenes cometidos con el fin del expolio, como de la negativa del monarca español a pedirlo, revisando mi historia familiar, advierto que en este caso, si alguna de las dos abuelas habría tenido que pedir perdón, desde luego habría sido la nacida en Argentina, y probablemente no solo habría tenido que pedir perdón a los pueblos originarios, también a los doce millones de esclavos africanos secuestrados mediante una violencia indescriptible y, acaso a mi abuela materna, que pasó a formar parte de ese proletariado argentino compuesto de inmigrantes y nacionales que tanto enriqueció las arcas de la oligarquía criolla, aunque más que perdón, deberían agradecer a todos esos gallegos e italianos que fueron a replicar su servidumbre de la gleba para esos brutos nuevos ricos de selvas, pampas y montañas. Y que les criaron los niños como cuatrocientos años atrás se los criaron los indios y africanos a los conquistadores esclavistas europeos.

La verdad es que no costaría nada y sanaría mucho el pedido de perdón, aunque todo sea un despropósito, un enorme gazapo, porque sin la conquista y todo el horror que supuso en su momento, jamás podrían haberse identificado los habitantes de ese enorme trozo de tierra que en el mapamundi une el polo norte al polo sur, como parte de un todo compartido llamado América, donde se hablaban decenas de lenguas diferentes y cada uno guerreaba o desconfiaba de su vecino. Nunca habría existido un idioma en común, una cultura rica aunque impuesta a fuego y sangre, el legado de un conjunto de costumbres, reglas y normas sociales comunes a todo el continente.

De modo similar parecería absurdo que los españoles de hoy cuyo ADN contiene trazas de sangre de medio mundo entre bereberes, romanos, bárbaros, godos, iberos, celtas, exigiesen a Italia que pida perdón por la invasión a Hispania, la matanza de la población de Numantia tras veinte años de resistencia, el esclavismo de los indígenas nacionales en las minas de oro a cielo abierto de Las Médulas, y toda la esclavitud a lo largo del territorio conquistado para construir, producir alimentos, servir, custodiar y trasladar el oro. Pero a su vez si se produjese tal pedido sería muy necio negarse a ello.

Ya lo hicieron algunos, Inglaterra, Holanda, Portugal, canadá a sus niños indígenas, Australia a sus aborígenes,  y aunque no podríamos deducirlo de sus maneras de conducirse frente a la acumulación de riqueza o la devolución de lo expoliado, no obstante fue un acto gratificante para los descendientes de aquellas victimas.

Dale De la Serna y la Llosa, pídele perdón a Atahualpa, a Adebowuale y a Alamo Alamo.

De paso tú también Borbón.Principio del formulario

 

Perdón subrepticio
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1 octubre 2024 2 01 /10 /octubre /2024 22:12

Comenzaba el año 1984, yo había aterrizado hacía muy pocos días, el 17 de diciembre de 1983 en mi ciudad natal, tras diez mayos, en que había crecido desde los diez a los veinte años, todo era nuevo y a la vez extrañado, todo era sorpresa, placer, gozo, Buenos Aires era una fiesta de destape.

Yo saltaba de una chica a otra como en mi acogedora Habana, las argentinas tradicionalmente no se entregaban tan rápido al placer sexual como las cubanas, pero era una situación especial, todos querían coger, recitales de rock gratuitos en Barrancas de Belgrano, en Parque Lezama, en Parque Centenario, era una danza permanente de libertades individuales, porro, birra, besos, conchas y pijas por doquier. También entraron en escena las diversidades ideológicas, políticas, las prohibidas hasta entonces y las nuevas, el PI de Alende, el MAS, el PTS, el PO. Y en medio de aquella macro fiesta conocí a Gladys en la plaza Dorrego de San Telmo, estaba con Juan, tenía un escote generoso que permitía apreciar dos redondeados senos, carnosos, jugosos a la vista, que  en una tarde verano entre la batucada de los brasileros, cervezas y cigarrillos de cannabis resultaba muy sexy.

Subimos a su departamento, cogimos, fumamos, bebimos y volvimos a coger. Juan era gay, quería hacerme una felación mientras yo cogía con Gladys, le dije que no me iba ese rollo, pero que se podía quedar sentado mirando y que hiciese con él mismo lo que quisiese, imagino que se hizo una buena paja porque yo no paraba de chupar las tetas de Gladys mientras bombeábamos de lo lindo.

Cuando terminamos nos pusimos a hablar de literatura, psicoanálisis, y al final como no podía ser de otra manera, de política. Ella me doblaba en edad, había acompañado a eminentes abogados a presentar hábeas corpus por los presos políticos antes del golpe de estado de 1976, teníamos conocidos en común; Juan no, él se había ido en los años sesenta a Londres, después a EEUU y más tarde regresó a Europa a trabajar para la ONU de traductor, pero era, por supuesto, progresista, aunque más al estilo europeo, eso que todos queríamos poder ser pero nos superaba un poco tanto modernismo anacrónico. Y más para mi recién llegado de Cuba, donde se suponía que yo era un rollin’ stone, pero súper primitivo por lo que pude apreciar. Aunque no del todo, en la libertad del cuerpo ninguna generación le gana a la mía en los años de adolescencia y juventud en La Habana. Ningún dicho ni aforismo se ajusta más a la realidad, que el que empezó a calificar aquellos años al poco de haber transcurrido: "en los 80 se singaba por ver la leche correr" .

Ese mismo día, al poco rato de sentarnos en el living a fumar y charlar, empezaron a tocar el timbre del departamento distintos amigos de Gladys, entonces me dijo "vamos al cuarto" y allí me explicó que tendría lugar una reunión de la incipiente CHA, comunidad de homosexuales argentinos. Cerramos la puerta y volvi a disfrutar de aquel par de tetas como si fuese un bebé. En la reunión estaban Ferrari, Celsi, Tachouet, Perl, Otero, incluso Sebreli, eran la avanzada de la organización en torno a la cual se agruparon los homosexuales que se atrevían en momentos muy calientes, en que las picanas todavía estaban enchufadas y los asesinos con la boca “bebeante”, más en una actitud de activismo político que en la búsqueda de un espacio para el disfrute en libertad de todas las fantasías reprimidas o postergadas por los años duros de represión, tal como yo pensaba que sería la CHA. Cosa que Gladys se encargó de desmontar de mi hipotálamo sostenido con una armazón de firmes ángulos rectos bien pavimentados con brea del más excelso de los machismos, "quedate tranquilo que no te van a coger" me decía. Decidió depositar su confianza en el activismo por los derechos de identidad individuales, que otrora había donado a la militancia politica en pos de metas colectivas.

Tuvimos sexo seis meses más, pero entre las nuevas chicas y señoras mayores que se cruzaban en mi bragueta y los muchachos o señores que a ella se le introducían en el escote, fuimos dejando el aspecto sexual para centrarnos en una mucho más atractiva relación de intercambio de experiencias, de ideas, lecturas, proyectos, disparates, tiempo compartido, de lo que se nutre lo que con el paso del tiempo llamamos amistad.

Gladys, como todos, fue cambiando, se aburrió de la pacatería y burocracia que empezaba a pulular, como en cualquier organización, ella tenía un espíritu entre torturado y libre, las militancias no iban con su genio ni su humor, ese era un fuerte punto de conexión entre nosotros.

Más tarde Ferrari se juntó con Juan Mario e hicieron una dupla exitosa en escenografía, diseños, Otero proyectaba lindos espacios en su estudio de arquitectura, Perl siguió analizando, Tachouet también además de comprar coches antiguos, y Sebreli avanzaba hacia esos libros que como el bueno de Gilles Lipovetsky, en el prefacio deben explicar por qué se desdicen de todo lo anteriormente escrito y pensado. Suele verse con desdén a quien cambia de idea, pero ¿qué otra cosas le podemos pedir a un intelectual, a un pensador, a un procesador de ideas, que no sea que cada tanto nos ofrezca un novedoso punto de vista?

Dejó la CHA, pero siempre siguió defendiendo los derechos de la comunidad gay, aunque Gladys debe ser la mujer menos lésbica que conocí. Al cabo de unos años fue a Viena acompañar a Juan en su enfermedad terminal, y tras el desenlace fui a ayudarla con su carga. Hace poco partió tras un derrame cerebral, se fue tras alcanzar a exprimir bien la vida.

Al cabo de muchos años, cuando yo ya llevaba una vida fuera de Argentina otra vez, mi también amiga intima Valeria, amiga también de Gladys, sicóloga y escritora, se hizo cargo del área de salud de la ya veterana CHA. Hizo un trabajo exquisito e histórico con una niña trans, Luana, que nació como varón pero que a los dos años se sintió una niña. La nena hizo su transición acompañada de su madre, de Valeria y todo el equipo de psicólogos y médicos, lo cual reunido en un libro y en una reciente película se conoce como " Yo nena, yo princesa".

Durante más tiempo que el que el buen decoro sugiere llevé una vida de lujuria, de placer, de dolor en otros aspectos, pero en el plano sexual de una gran libertad e inclinación al disfrute, a no dejar pasar las oportunidades de gozar de cada mujer, gorda, flaca, baja, alta, negra blanca, bizca o tuerta, en la modalidad  heterosexual, más por una condición social instalada en el hipotálamo, que por designio de la naturaleza, ya que cualquier lengua que lama un glande o un clítoris es susceptible de dar placer. Siempre creí, incluso en mis tiempos más explícitamente machista, que todos tenemos el derecho a ser lo que nos de la gana de ser y gozar como determinemos en nuestra libertad, siempre que respetemos el espacio del prójimo. En los últimos tiempos me estaba pareciendo recargado todo el mensaje LGTBI+ condenando a los símbolos de la heterosexualidad o de su exteriorización, al tiempo que sentí cierta agresividad en las expresiones ultra feministas, que más que de igualdad eran, entiendo, que por necesidad para romper el muro, de enfrentamiento, rencor, y modalidades de venganza.

Pero hoy me embarga una profunda sensación de vértigo ante los ataques brutales que perpetra la nueva ultra derecha, mucho más heredera de la ultraderecha tradicional que desembocó en fascismo, nazismo, franquismo, de lo que la nueva izquierda peyorativamente llamada "woke" le debe a la ultra izquierda revolucionaria marxista leninista, trotskista o maoista, con la cual no existe el más mínimo vínculo.

Porque me di cuenta que la razón por la que yo apoyaba aquella sentada de besos entre personas del mismo sexo en el Parque Lezama en el año 1984, es porque me era totalmente pertinente, si bien no por mi elección del objeto sexual, sí por la simple razón de que si se lograba visibilidad a la minoría más estigmatizada por la sociedad, en aquel entonces, sí patriarcal pero también matriarcal, las madres eran castradoras feroces con sus hijos homosexuales, sí de derecha pero también de izquierda, el trato a los homosexuales en los países sopcialistas era brutal y en las organizaciones revolucionarias era denigrante, si se conseguía la cantidad de representación social, de respeto en la proporción que fuese, todas las otras minorías, por variadas "desviaciones" , los vagos, los fumetas, drogones, borrachos, hedonistas, lúdicos, feligreses de Baco y Epicuro, estaríamos, si bien no cubiertos bajo ese paraguas, sí con las vías abiertas, como trillos en el maizal, a la comprensión de la filosofía "déjame vivir y morir como mejor me plazca"

Valeria profundiza más en el aspecto de salud y sicológico, Gladys en el combativo y social, y yo en el hedonista, el derecho al placer por el placer. Creo que los tres en el derecho a que todos chupen lo que les venga en gana, tetas, culos, conchas, pijas, lenguas. helados o pirulís, sin que alguien no involucrado, tenga derecho a opinar al respecto.

Hoy todos, no solo los agraviados por las aberraciones volcadas en Davos por el tristemente célebre presidente de los argentinos, allá deben y en el resto del mundo debemos acompañar en la declaración: ni un paso atrás en derechos, que hoy son tomados en joda, pero costaron la vida de personas y un amargo sufrimiento que no obstante, se reveló finito.

Es triste, en el año 1984 se trataba de la reivindicación de una emancipación, la novedad, el destape, hoy es la trinchera en defensa de un derecho que están cerca de arrebatar. Porque la involución es posible.

La izquierda con el paso del tiempo renegó de su histórico "mercado meta" compuesto de trabajadores, parados, humildes en general y adoptó las banderas de la identidad de género, estandartes individualistas , emancipaciones "pequeño burguesas", entonces la hoz y el martillo perdieron su razón de ser, su sentido simbólico, porque entre otras cosas, para ese trasvase, más firme que rulo de estatua, ya estaba Gladys.

 

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19 julio 2024 5 19 /07 /julio /2024 14:26

¿De qué se asombran ahora periodistas, empresarios, políticos allegados, artistas, votantes propios y ajenos en Argentina, sobre la clase magistral de hipocresía impartida por Alberto Fernández?

¿No era hipocresía mostrarse como de izquierdas el matrimonio Néstor y Cristina, tras hacerse millonarios en el sur argentino con una ley de Martínez de Hoz en la dictadura de Videla sobre desahucios, mientras a los militantes compañeros suyos de la JP los torturaban y tiraban al Río de la Plata? Solo me refiero a sus afirmaciones reconociendo un muy abultado patrimonio gracias a ser “Abogados exitosos” en tiempos de horror, contrario a toda sensibilidad de izquierda; en ningún caso hago eco de las acusaciones de delitos sobre las cuales aún trabaja la Justicia.

¿No era hipocresía mostrarse como adalides de la recuperación de YPF, cuando fueron abanderados precisamente en la venta de YPF a Repsol durante el gobierno de Carlos Saúl "Méndez"? y agrego: con la famosa frase de Néstor Kirchner documentada en YouTube: "¿qué soberanía? soberanía van a ser los puestos de trabajo que va a dar Repsol y que van a repoblar Santa Cruz"

¿No era hipocresía de Victoria Donda, a quien puso al frente del INADI el mismo Alberto Fernández a quien hoy desconoce, sumarse al proyecto kirchnerista, después de haber afirmado también en una declaración documentada en la aplicación audiovisual YouTube: "es imposible ser kirchnerista sin ser corrupto"? Y más tarde el triste episodio de corrupción, clasismo y racismo con la mucama de nacionalidad boliviana.

¿Acaso no era la madre de las hipocresías que Alberto Fernández, el mayor acicate dentro del peronismo contra la corrupción de Cristina Fernández, y un firme defensor de que la muerte del fiscal Nisman fue un asesinato y no un suicidio, hubiese aceptado la propuesta/orden de Cristina de ser su delfin en una fórmula presidencial?

¿Por qué se hacen ahora los sorprendidos todos los que conocían al dedillo la corrupción de fiestas, festejos en pandemia, uso de prostitución en la Casa Rosada y Olivos, todo pagado con dinero público y favores estatales, si fueron cómplices por activa y por pasiva?

¿Por qué se hacen los sorprendidos frente a la violencia de Alberto, si existe y es pública la filmación de una golpiza, que propinó en un restaurante a un anciano incluso estando indefenso en el suelo? junto precisamente a Fabiola Yañez quien no finiquitó la relación de inmediato como habría hecho cualquier persona civilizada.

Fabiola, quien aún hoy se adjudica emolumentos impertinentes, para sufragar los onerosos gastos innecesarios producto de morar en uno de los barrios más exclusivos de Europa, es víctima de violencia de género, pero de todo lo demás, un extenso "demás", es victimaria y como tal debería ser juzgada.

¿O la intención es perpetuar la hipocresía? 

El entorno del presidente argentino, sin interrupción estuvo robándole una ingente cantidad de recursos al erario público, satisfaciendo placeres, jodas, viajes, fiestas, caprichos. Primero, como Luis VI, que pase por caja Alberto, a pagar por violencia de género y más tarde, igual que María Antonieta, que garpe también Fabiola.

Si las elecciones las hubiese ganado el candidato peronista Sergio Massa, nada de esto habría salido a la luz, como estaba previsto, Fabiola habría cobrado sus cuentas en forma de vida holgada en Madrid, Cristina seguiría desentrañando su entramado judicial y Alberto habría continuado vistiendo pantalones con bolsillos abultados de cebo para gatos. Ojo: se recomiendo ascender solo hasta el límite con la altura que marea, porque el vértigo del descenso es terrible.

 

 

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21 mayo 2024 2 21 /05 /mayo /2024 15:43

La falta de respeto de los insultos de Milei aun mayor que a los españoles, fue a los argentinos. Venir a España a alinearse con la ultraderecha europea sin contactar con nadie del gobierno ni la Casa Real para agilizar, posibilitar, gestionar asuntos bilaterales entre ambos países es una afrenta grave, que además si existe parentesco entre naciones, estas dos son primas hermanas y mejores amigas, con una historia de asilos de ida y vuelta, españoles a Argentina a acallar el hambre, a refugiarse del genocidio franquista, y viceversa, argentinos exiliados de su dictadura militar y de sus diversas crisis económicas.

Aparte de la falta total de respeto y de profesionalidad protocolar, del insulto a España, a quienes más dañan es a los argentinos que comercian, trabajan y que vivien en tierras hispanas, así como a todos esos ancianos emigrados a la Argentina que todavía viven o a su descendencia claramente antifascistas.

Caminos peligrosos pero además muy feos. Podrían ser peligrosos aunque honorables, podrían ser feos pero inocuos, pero se elige lo peor de cada caso.

¿Qué se logra si en la europeas gana presencia la ultraderecha?

1- Mayor concentración del capital en las mismas manos, trasvase de finanzas de lo público a las concentraciones de dinero privadas, no a las pymes ni a los nuevos emprendimientos.

2- Endurecimiento de las leyes así como del discurso de odio, de la violencia contra la población inmigrante.

3- Grave deterioro de sanidad, educación y cultura públicas.

4- Como consecuencia de todo esto un embrutecimiento y empobrecimiento de la población europea que ora somete, ora rebela a los pueblos. Nunca se sabe, es una moneda al aire.

¿Qué gana Argentina con eso? Nadie gana nada. Ni siquiera la gran patronal. A no ser que la ensoñación húmeda sea que haya otra gran conflagración europea, en que Argentina vuelva a engrosar las arcas del estado con la venta de cereales y carne como ocurrió en el pasado. Aunque sería demasiado retorcido pensar tan mal de los simpatizantes de Videla, Mussolini y Franco.

Caminos peligrosos y muy feos
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17 mayo 2024 5 17 /05 /mayo /2024 20:31

La visita del presidente de la República Argentina al Reino de España sin tomar contacto con ningún representante de la Casa Real, el presidente, ni con ningún ministro, para acudir a un congreso de VOX que reune a la ultraderecha europea, para dar el puntapié inicial a la campaña por las elecciones europeas, se convirtió en un acto de injerencia en la política interna absolutamente innecesaria, totalmente inusual, que en cualquier otra época o en nuestros propios días con otros protagonistas, podría incluso haber desatado un serio conflicto internacional.

Dos cosas son llamativas del hecho, por un lado que Argentina convenga en mantener un dirigente de sus destinos, con un entorno como la canciller Mondino de tan baja estofa, en ninguna forma preparados para ocupar sus cargos, de modales barriobajeros, ofensivos, de un mal gusto supino, pero lo que es peor de toma de medidas peligrosísimas, en política interna y exterior. De la misma manera que el presidente argentino define como ratas inmundas a los gobernadores provinciales que no votan sus medidas, llama atornillado al poder al Presidente de España y corrupta a su esposa en suelo español. Creando un conflicto de carácter tan inédito como innecesario.

Pero más impresionante aun, es la respuesta de los nacionalistas españoles de la ultraderecha, que por ejemplo con AMLO, cuando desde México dijo que el rey debía pedir perdón por los crímenes de la conquista, se mostraron profundamente ofendidos por considerarlo una afrenta, sin embargo ante un insulto directo a la investidura Presidencial del Reino de España, no solo no condenaron con firmeza sino que rieron y azuzaron al ofensor para que continuase ofendiendo los símbolos nacionales.

A VOX lo podemos dar por perdido en el terreno de las formas educadas, de los valores democráticos, si bien no podemos aun llamarlos fascistas, sí cabe temer su parto más tarde o temprano; pero como sociedad no podemos admitir que el PP los siga cayendo en la peor chabacanería, en un lodo tan disruptor que no ofrece posibilidad de retorno. La sociedad entera debe exigirles conducta, comportamiento, exigencia de un mínimo respeto, por demás supuesto en toda relación protocolar. Además de algo de hispanidad

Y por último ¿de verdad los argentinos han decidido dispararse en el pie, o incluso en un órgano vital, permitiendo que al frente de sus destinos esté un elemento tan peligroso, tan poco serio, tan mala persona y pésimo profesional?

La falta de respeto aun mayor que a los españoles, fue a los argentinos. Venir a España a alinearse con la ultraderecha europea sin contactar con nadie del gobierno ni la Casa Real para agilizar, posibilitar, gestionar asuntos bilaterales entre ambos países es una afrenta grave, que además si existe parentesco entre naciones, estas dos son primas hermanas y mejores amigas, con una historia de asilos de ida y vuelta, españoles a Argentina a acallar el hambre, a refugiarse del genocidio franquista, y viceversa, argentinos exiliados de su dictadura militar y de sus diversas crisis económicas.

Aparte de la falta total de respeto y de profesionalidad protocolar, del insulto a España, a quienes más dañan es a los argentinos que comercian, trabajan y que vivien en tierras hispanas, así como a todos esos ancianos emigrados a la Argentina que todavía viven o a su descendencia claramente antifascistas.

Caminos peligrosos pero además muy feos.

¿Qué se logra si en la europeas gana presencia la ultraderecha?

1- Mayor concentración del capital en las mismas manos, trasvase de finanzas de lo público a las concentraciones de dinero privadas, no a las pymes ni a los nuevos emprendimientos.

2-Endurecimiento de las leyes así como del discurso de odio, de la violencia contra la población inmigrante.

3-Grave deterioro de salud, educación y cultura pública.

4- Como consecuencia de todo esto un embrutecimiento y empobrecimiento de la población europea que ora somete, ora rebela a los pueblos. Nunca se sabe, es una moneda al aire.

¿Qué gana Argentina con eso? Nadie gana nada. Ni siquiera la gran patronal. A no ser que la ensoñación húmeda sea que haya otra gran conflagración europea, en que Argentina vuelva a engrosar las arcas del estado con la venta de cereales y carne como ocurrió en el pasado. Pero sería demasiado retorcido pensar tan mal de los simpatizantes de Videla, Mussolini y Franco.

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1 mayo 2024 3 01 /05 /mayo /2024 14:13

Hace unos cuantos abriles, no tantos como cuando explotó no se sabe bien qué e hizo un gran ¡Bang! aquel estruendo tan famoso que nadie pudo escuchar aunque sí ha llovido desde entonces, comencé a leer.
Yo creo que los lectores, no estoy seguro sobre si a los escritores, pero a los lectores sí nos une un trazo especial, familiar, casi diría distintivo, relativo a la especie. Tal como calificaría Hermann Hesse en el "Lobo estepario", al suicida,  no necesariamente aquel que lleva a cabo el acto, sino el individuo de una soledad danzante sinusoidal, que vive permanentemente con la hoja de la cuchilla próxima a la muñeca, así mismo el lector no necesariamente está leyendo todo el tiempo, los ofinistas seguro leen mucho más, los revisores de aduana, los empleados de correos, los de paquetería, nombres de calles, buzones, casillas de correos, membretes en los sobres, pasan ocho horas leyendo sin parar. El lector no. El lector va refinando con el paso del tiempo sus lecturas y pasando ocurrencias, novedades, brillos, por un tamiz que lo aboque cada vez más a encontrar las vertebras de la literatura, como el lugar exacto donde se halla la trufa no el árbol de referencia, sin dilapidar el exquisito tiempo en márgenes y artificios. Como si se tratase de presas de caza de un felino en la sabana donde habitan escasos recursos, perfeccionando la elección del objetivo, las tácticas de aproximación, para optimizar el gasto de energía en la carrera mejorando los resultados, como un cazador montañés que debe cuidar sus balas. Es decir el lector en la medida que aprende a leer,  tiende a invertir la proporción entre cantidad y calidad, siendo que por supuesto abundan los lectores que devoran de todo, pero aun en ese caso el énfasis se hace en los buenos textos.
Pues yo empecé leyendo de todo, y por las mismas razones que toda la familia de lectores, porque el mundo real que me esperaba cada mañana al saltar de la cama no era todo lo estimulante que resultaba para mis iguales, ya fuese de la escuela, del barrio, de la familia.

Así aparecieron primero los cómics más al alcance de la mano, Batman, Tarzán, el japonés Ultraman, Patoruzú y su versión infantil, Hijitus y Pucho de la revista Anteojito, predilecta de mi hermano menor, y todo lo que contenía la de mi preferencia:  Billiken. Los primeros libros sin dibujitos flanqueando cada texto fueron los de Salgari. Diría que durante la niñez soñé despierto gracias a los mundos de navegación, viajes, lucha, pulsión de justicia, dolor, amor, desesperanza, traición y lealtad, que me endilgó don Emilio. Sobre todo por esa característica tan única y suya de convertir los parajes más recónditos, los nombres más exóticos en lugares y apelativos familiares, de tal manera que Kammamuri, Tremal Naik, Yañez, Carmaux y Van Stiller, queden en nuestra mente tan fijados como el sargento García, Gaby Fofó y Miliki o Elpidio Valdés.

Después vino el exilio, los cambios, la reverberación de aquel remoto Big Bang o su segunda explosión pero esta vez en mi cabeza: Cuba. Colores, vegetación exuberante, descendientes de africanos, música de tambores, acento de chiste, enormes hoteles, trato aristocrático, un tío como Sandokan, como Tarzán pero moderno y trágico, y entonces leí el Último de los mohicanos, Colmillo blanco, Huckleberry Finn, La Tempestad, los crímenes de la calle Morgue, Autopista del Sur, La Metamorfosis, La casa tomada, La Intrusa, camino que inexorablemente me condujo al Quijote. Y entonces ya no pude leer nada que no fuese magistral. Entre mangos, ron y chicas leí a Don Alejo Carpentier, en honor a la verdad no me interesaba ningún otro latinoamericano, ni siquiera García Márquez, veía al Boom como a esos blueseros que ante un público blanco rico o los gitanos flamencos que en la cuevas del Sacromonte en Granada cantan para alemanes bordando de clichés sus indudables maravillas, para consumo de un público ávido de aventuras “chatwinianas” . Veía todo el camino del “boom” salpicado de enormes flores, verdor, situaciones disparatadas para foráneos, magia para viajeros, se me parecía a esas cuevas en el sur desértico de Túnez donde una señora enseña sus dependencias vestida de bereber con unas zapatillas Nike, sabiendo que la cueva, la situación geográfica, la señora y sus tatuajes de tinta del desierto son absolutamente reales, pero que no pasa nada por agregarle un matiz dramático con el fin de mejorar sustancialmente la propina a la salida de la cueva.

Entonces la literatura inglesa, británica en general y francesa, la poesía española e italiana, más Stefan Zweig, iban dotando de sentido los caminos de la vida que yo iba decidiendo tomar, entre enajenados, intensos, penosos, divertidos pero siempre contemplativos, como si estuviese tras un cristal viendo mi vida pasar desde otra existencia paralela, donde ya estaba convertido en un sociólogo escudriñador en actitudes tan autodestructivas como autocompasivas. Y por supuesto, como era mi propio auditor, nunca terminé el camino de la destrucción ni tampoco precisé de todo el esfuerzo de la compasión.  Hasta que conocí a Gladys.

Aquel encuentro además de dotar mi vida de muchos beneficios que perduran tan instalados en mi ser como la huella dactilar, me legó la grandeza de una literatura norteamericana distinta de la que yo había leído, Mark Twain, Ernest Hemingway, Raymond Chandler, Dashiell Hammett, aunque directamente heredera de aquella. Y Gladys empezó por uno que la tenía absolutamente enamorada, Charles Bukowski. De ahí pasamos a Bret Easton Ellis, Raymond Carver, Ian McEwan y Martin Amis en representación de la madre patria allende los mares, y Paul Auster.

Más tarde vinieron Phillip Roth, Cheever y Jim Thompson para completar ese panorama. ¿estaría bien que metiese a Coetzee en esa vorágine? Mmm, no sé , si no terminaría metiendo a Amos oz Kenzaburo Oé, a Tabucchi, a todos los de editorial Anagrama importado en Argentina por Riverside y marca registrada de los snobs que nos creíamos parte de algo y, ya no tendría nada que ver con la introducción que me hizo Gladys, o acaso sí, quizás nada sea mejor que los afluentes.

Una vez leí “El país de las últimas cosas” en medio de los días aciagos aunque repletos de aprendizaje, vagando de un punto a otro de la ciudad en busca de abrigo, pan y techo, o de una ciudad a otra o de un país a otro del sur de América, en camiones de choferes que agradecían quien les cebase el mate, en los cuales aprendí a la fuerza que jamás hay que dormirse cuando un camionero te levanta en la carretera, no es tu chofer ni tu anfitrión y te lo hace saber en la primera estación de servicio “che pibe, despertate y bajate que hasta acá llegamos”.

"El país de las últimas cosas" llenó de felicidad al lector en esos días aciagos, como al sociólogo de la vida paralela que lo observaba, gracias a esas bocanadas de aire puro llegadas desde lo más alto de la cresta de la ola, aún con gotitas de agua perforando su pureza y ratificando su autenticidad, como había ocurrido con Netochka Nezvanova de Dostoievsky, narradas en primera persona como una mujer escritas por manos masculinas, pero en esos instantes, no de hombres, sino y sobre todo de su mitad madre, de su mitad curvilínea, de útero intuido, de senos atrofiados y clítoris híper desarrollado. Pero además el libro de Paul Auster, tenía un ingrediente extra que lo hacía a mis ojos todavía más increíble, contaba la carta de una mujer en un país indefinido intervenido por toda suerte de carencias y decadencias, el autor sin saberlo había hecho una fotografía de La Habana, de mi querida segunda tierra, de su "descascaramiento", la síntesis con el polvo, la ruina habitada. Junté unas rupias que no dedicaría a tabaco ni a ginebra y se lo mandé ipso facto a mi madre que había regresado a Cuba y allí resistía los embates del “período especial” aunque con otras premisas que el común del cubano. Mi vieja me respondió en una carta que le había encantado y me preguntó quien era ese escritor tan maravilloso, que había sintetizado dos aspectos tan ajenos a su persona en un libro, como ser mujer y describir una ciudad donde nunca estuvo: La Habana distópica. Tuve muchos desencuentros con mi madre a lo largo de nuestras existencias, pero en tres aspectos nos sentíamos muy próximos, como pareja de “truco”, en el sentido del humor, y en el análisis y el gusto por la poesía, y no son aspectos menores. Así que sentí una enorme satisfacción de que mi vieja hubiese coincidido conmigo en que había encontrado a un futuro clásico en literatura.

Con el paso de los años, me alejé de los albergues para cirujas, del alcohol barato y del caro también, de las drogas y de los pésimos almuerzos, cenas y de las pocilgas de mala muerte, aunque debo admitir, que paradójicamente con ello también me distancié de la catarata permanente de relaciones con mujeres bellas en su excepcionalidad, todo aquel amor de música ligera camuflado de sexo, de pasión por la médula espinal, por el desnudo integral sintetizando cuerpo, alma y creatividad; sin embargo me quedé con Pat, la mejor y más disparatada mujer que llegó a mi vida y me convertí en el protegido por el alcance de su fuerza, disimulado en la tarea varonil inversa, con ella por primera vez logré entender lo que era un ser socialmente útil, generalmente bienvenido, un proveedor, un trabajador, un consumidor, un padre, un ave en su amplia y preciosa jaula alejado de las cimas de las montañas más altas a la vez que del alcance de pico y garra de águilas y halcones. Una por otra.

En esta nueva tierra donde vinimos a vivir por azar, al norte de Madrid pero antes de llegar a la costa cantábrica, antes de atravesar la arruga que da un relieve abrupto al mapa hispano delimitando esa cornisa verde rabioso ora acariciado ora azotado por un mar norteño, melancólico, y aun alejada de la planicie implacable de la meseta, ese ínterin, el intersticio que es León entre dos Españas enfrentadas en geografía, de montañas heladas, viriles, de un recio gris coronadas de blanco, desprovisto del verde astur y de la monotonía castellana,  un día se anunció la premiación de un insigne escritor estadounidense, que todos debían leer. A la recogida y coqueta León, tierra de rica historia, de escritores, resultado de una mezcla de reyes, bribones, oficios, parlamentarismo, guerras y olvido, venía para ser homenajeada por Leteo, nada menos que mi amiga Gladys a través de Paul Auster o viceversa.

La premiación, su pequeño discurso, la aglomeración de gente, la inacabable firma de cientos de ejemplares, que se dio cita en el amplio hall de entrada del Museo de Arte Contemporáneo, fue tan llamativo que Auster expresó que nunca en su vida ni tras su éxito con la Trilogía de New York, había vivido algo semejante, que era más propio del ámbito de las estrellas del rock. Yo hice la cola solo para saludarlo, el que iba delante de mi le dio un ejemplar a firmar de  “El palacio de la Luna” que evidentemente no había comprado ahí por lo visible de su deterioro, Auster miró el libro, le miró la cara con esos ojos enormes, sonrió y se lo firmó. Yo podía haber hecho lo mismo con algún ejemplar suyo de mi biblioteca, aunque no con “El país de las últimas cosas”, que  lo tenía mi madre hacía unos años en el país de pertenencia.

Uno o dos días más tarde fui a tomar un café a la cafetería del Hostal de San Marcos, un magnífico edificio histórico leonés, que fue de todo, desde una imponente vivienda de magnate de época con la adecuada prosapia, hospital de peregrinos, caballeriza, a campo de concentración y de asesinato de civiles demócratas por las fuerzas franquistas ni bien se fraguó el golpe de estado que dio lugar la guerra fratricida española. La cafetería del Hostal, convertido desde hace décadas en Parador Nacional, uno de los dos de cinco estrellas, era perfecta, una síntesis entre la belleza del palacio, lo diáfano del espacio, y la sensación de bienvenida general a cualquier persona independientemente de su indumentaria y refinamiento, aun cuando claramente se tratase de un lugar exclusivo. Nada que ver con lo que han dejado hoy tras las inauditas reformas que padeció el interior del edificio en sus zonas para uso colectivo, censurando el disfrute del claustro, de los tapices, de las sillas altas de madera, de escaleras y salones, donde difícilmente podrían sentirse molestos los huéspedes por la afluencia de un acotado número de curiosos, en su totalidad respetuosos del patrimonio del lugar, de la intimidad de sus ocasionales parroquianos, el traslado de la cafetería y la reubicación en ese espacio de la recepción del Hostal, corona el cúmulo de despropósitos o de intencionales atentados contra el más elemental sentido de la estética. Pero bueno, cuando todavía era un lugar que invitaba a todos los leoneses, por algún eurito más, a tomar un café en un entorno de novela medieval, me levanté para ir al baño, salvé el pasillo estrecho que permitía percibir en su dimensión justa la condición de individuo mientras se lo atravesaba, antesala del pis o el número dos en el excusado, actos de carácter personal e intransferible a los mayores niveles imaginables. Y, antes de entrar yo al baño, sale con sus dos ojos como platos que me recordaron al jugador germano turco Özil, el escritor al que mi madre había condecorado con la distinción de perfecto perceptor del alma femenina. Ahí, en la incomodidad del instante pero también en la complicidad del aislamiento de los juicios agrios frente a cualquier posible papelón, sin pensarlo, como proveniente de un cañón que dirige un disparo ejecutado con anterioridad, lo abordé con un saludo que indicaba a las claras que la intención iba más allá de robarle los dos segundos indispensables para el  impersonal “hola”.  Entonces en mi inglés rústico más que rudimentario, de nutrido glosario y escasísima gramática, le pedí permiso para comentarle una anécdota que podía resultarle curiosa, le conté mi impresión de "El país de las últimas cosas", que casualmente sin saberlo, traduje de manera literal “The country of the last things” y para mi alegría me salió casi exacto como pude comprobar después para saber en que podía haber metido la pata. Le conté que mi madre vivía en Cuba, que se lo envié y recibí como si hubiese lanzado un bumerán y me hubiese retornado intacto, un feedback  totalmente satisfactorio. Paul Auster con esos ojos de Özil, sonrió, me pareció más un gesto amable que sorprendido por la anécdota, hasta que cuando iba por el medio del pasillo de retorno a su mesa de la cafetería, donde más tarde vería que estaba flanqueado por personajitos de a cultura local y la traductora, hija de Héctor Arce, un amigo de la infancia de mi padre, se giró y entonces sí me miró con una sonrisa más genuina y amplia a modo de saludo, como si mi inglés rudimentario tardase lo mismo en hacerse entender que lo que a mi me costaban esos chistes rebuscados de intelectuales ociosos, que provocaban la inexorable carcajada a destiempo.

Buen viaje Paul, te espera para un café Gladys, quien amaba Nueva York y París como tú, gracias por todo, tanto y tan bueno.

 

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10 marzo 2024 7 10 /03 /marzo /2024 14:02

Ya cuando llegué a Cuba siendo un niño la gente recordaba a Mirtha Legrand de sus películas y los vestidos, escaleras y teléfonos blancos, como a Hugo del Carril o a su propia hermana Silvia.

En la oficina de los Montoneros en Miramar, había revistas "Humor", "Gente" y vídeos Betamax de diferentes eventos del país extrañado, entre los cuales el rey era la final de 1978 frente a Holanda. Pero también había videos diversos de programas frívolos de televisión. Me encantaba verlos cuando podía quedarme solo en la oficina, mi madre trabajaba ahí y me habían acogido como un adolescente argentino que se había cubanizado demasiado y había que recuperar, no sé para que fin, pero yo estaba encantado de presenciar toda aquel crisol de olores, colores, acentos, temas, humor, costumbres y hasta calidades diferentes a las que nos sometía la sociedad del hombre nuevo en la laguna del ron y que me traía reminiscencias de mi habitat, del que la brusquedad de la época me había arrancado.

Uno de los videos contenía recortes de programas "Almorzando con Mirtha Legrand". Ya me parecía un hecho remarcable, tipo hito, que aquella admirada actriz de mucho antes de la revolución por los viejos, aun siguiese en el "puche" dirigiendo programas, y huelga decir que la variedad de morfi en la mesa visto desde La Habana competía con ventaja en interés respecto de los temas y comensales. Había un recorte en especial que me sometió a una reflexión frente a las contradicciones de esas que suponen el crecimiento. Mirtha había invitado a una serie de actores o periodistas que festejaban el campeonato del Mundo obtenido frente a Holanda, y hacían hincapié en que de esa forma los medios del mundo podrían ver que toda la mala prensa que había en Europa sobre los derechos humanos en Argentina, eran una burda mentira, que además de campeones éramos "derechos y humanos".

Por aquel entonces entre las dirigencias de los partidos y organizaciones exiliados, los presos y otros pocos valientes que quedaban aun sueltos y con vida en el país, acunando sueños infructuosos de resistencia, se dirimió el tema de si apoyar el Mundial del '78 o hacerle boicot desde el exterior. Los Montoneros optaban por apoyarlo argumentando que así podrían ver los periodistas y futbolistas la realidad gris existente, el PRT y su brazo armado ERP defendían que apoyar el Mundial en cierto modo era hacerle propaganda a Videla y a su proyecto, había que denunciar la dictadura y por principios todo lo que organizase, el PC, más frío que tibio desde que la URSS los obligó a una buena relación con Videla a merced de la compra del trigo argentino a la Junta, hacía equilibrismo entre ambas posiciones porque bajo ningún concepto querían quedar identificados con uno u otro "ultra" como les llamaban a los guerrilleros (el PC tenía un cantito que rezaba "la ultra, la CIA, la misma porquería"). Y claro este debate aun cuando mi opinión no importaba a nadie más que a mi, me era totalmente pertinente, porque mi padre a quien rendía un sentimiento impreciso entre la añoranza, el respeto y la bronca, estaba preso por ser hermano del Che, pero también por militar en el PRT y aunque en aquellas largas cartas que conseguían salvar la censura y el pésimo servicio de correos sociolista no podíamos comentar nada al respecto, imaginaba su posición, y por el otro lado estaba mi madre que había comenzado a simpatizar con los Montoneros, un poco por zafar de la nostalgia enfermiza del exilio, enocntrarse con semejantes, reverdecer su humor porteño, y otro poco para poder respirar sacando la cabeza del asfixiante compartimento estanco de tanto Guevara, guevarismo y guevariano de última hora, que nos rodeaba en la isla. Y por otro lado estaba mi propia conciencia ¿gritar los goles de la Selección al unísono con los alaridos de dolor de los secuestrados antes de ser ejecutados o arrojados al Río de La Plata? ¿otorgarle a los asesinos el gentilicio "argentino" conquistado a lo largo de tanto tiempo de diferentes luchas, regalarles los colores de la bandera de Belgrano, en la camiseta del deporte más popular, más inherente a ese sector meta por los que se suponía se estaba queriendo hacer aquella revolución?

En fin, un rollo. No fui más allá de ver una y otra vez el video de la final estrenando una pizca de espíritu autocrítico, porque en verdad, aunque de vez en cuando fuese a aquella oficina en la casona del paquete barrio Miramar, yo cada día estaba más aplatanado, y aparte de esos vídeos y el cuchillo kriss con la inscripción en honor a la amistad Arafat-Montoneros, pocas cosas me importaban más que lo que le interesaba a cualquier adolescente habanero.

Pasaron los años, las traiciones de Guarapo abrazando al enviado de Galtieri, callando los crímenes de la Junta Militar, manteniendo una posición equidistante entre lo que le ordenaba Brezhnev desde el PCUS y las reminiscencias que le traían los efluvios ya en declive de esos facinerosos revolucionarios bellamente exiliados, junto por supuesto a los millones de verdes que habían tenido a bien depositar en cuentas cubiches. Ya se sabe, cada mano lava a la otra y entre las dos lavan la cara. Y una vez regresado a mi Buenos Aires querido, vi que seguía en la TV a la inacabable Legrand y me pregunté entre los juicios a los genocidas, los trapos que salían al aire, porque no se hacía énfasis en los bufones de palacio con que contó aquel breve pero intenso período de horror y muerte del firulete en la milonga.

Tiempo después, acostumbrado al desarraigo que siembra el exilio en los niños que nunca llegan a asumir como suya ni a entender del todo la causa de su diáspora, volví a emigrar una y otra vez a distintos lugares, y hoy, dejando que descansen las rueditas de mis patines, cuando puedo ver el pasado que nunca me ocurrió a través de la pantalla de una computadora en modo de archivos audiovisuales en distintos soportes o notas periodísticas de aquellos años, aparece cada domingo propuesto para mi perfil de consumidor, como una vieja roncha o esguince que reaparece una y otra vez, el banquete televisado de la actriz amada por los viejos cubanos de antaño, los teléfonos blancos, que atestigua como pocos un siglo de la frivolidad artística y social, cambalache del XX y el XXI en un país tan ecléctico, movido e inestable como de un sólido sentido identitario, absolutamente encantado de conocerse.

Este domingo, el famoso "streaming" audiovisual de las redes, me trajo a la misma Mirtha que junto a Nini Marshall, Libertad Lamarque y otros acudió al llamado de Perón para solidarizarse con el terremoto de 1944, hoy derramando serpentinas de gratitud ante su última "esperanza blanca" para erradicar los remanentes de aquel apuesto general que tuvo la osadía de elegir a Eva, a la manzana y a la serpiente.

Pero aun expirando su rechazo al peronismo y en franca gratitud a todo aporte a su erradicación, el el programa de ayer hizo gala de una declaración que tuvo lugar años atrás, cuando frente a una acusación de la ex presidente Cristina Fernández, expresó "tengo muchos defectos, pero no ese, no soy una mala persona", cuando frente a la declaración de la actual canciller Mondino "es absurdo darle plata a los jubilados porque se van a morir", un tanto impelida a mostrar cierta distancia con tan innecesaria muestra de crueldad, con sus 97 abriles a cuesta, acotó:

"Yo pienso vivir muchos años más"

 

 

 

Cambalache

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