Carlitos Cecilia era un fiel amigo de la secundaria que murió de un cáncer devastador a los 22 años.
Había acabado de regresar de Argentina a vivir nuevamente en Cuba, fui a su casa y la madre me dijo "si quieres verlo ven con nosotros, porque no le queda mucho". Ella, el hermano y el padrastro estaban destrozados, se veía en las líneas que el dolor continuado pinta en el rostro de la gente, así como las arrugas de la risa en las comisuras de los labios y el extremos de la órbita ocular.
Llegamos al Oncológico, entramos al cuarto y le di un abrazo a mi amigo, pero no debía apretar mucho porque acababan de amputarle un brazo hasta el omóplato, estaba lleno de amputaciones, heridas, dolor, pero su cara era la misma de siempre, con los ojos bien abiertos de ilusión y con esa sonrisa pícara. Cuando me dirigía a su casa pensaba charlar toda la tarde de lo que había extrañado Cuba, de Buenos Aires, del regreso, etc, reírnos , dar vueltas por el barrio, tirar besos a mujeres, a lo mejor alguna se pegaba, Carlitos fue quien me introdujo a Moraima la primera muchacha con quien apreté en la secundaria. En octavo grado falté cuatro meses lectivos seguidos a clases, ni siquiera me fugaba, salía del Habana Libre directo a su casa, hasta que se armó un lío padre entre la escuela, mi madre, los del ICAP y este seguro servidor, tenía la lengua cargada de charlas para dejarlas caer junto con mi amigo. Pero al final me quedé cortado, creo que aun me dura el shock de verlo sin brazo, tan cerca del más allá, yo ni sabía lo que era eso, ni que nos podía pasar a nosotros, todavía estábamos naciendo coño. Carlitos empezó a decirme que en unos días saldría de allí y aunque ahora tenía solo un brazo, con ese mismo tocaría el piano y las niñas se nos pegarían como moscas, yo participé de su entusiasmo y dije una canción que había que tocar, "Soldier of Fortune" de Purple, y las tendríamos desmayadas a nuestros pies. Estuve un rato más pero dejé a los padres y al hermano, la montaña hecha de tristeza y amor que vi y sentí allí es muy difícil de describir.
Me fui solo del oncológico, es una zona de hospitales históricos, llena de vegetación y avenidas amplias, bellas para pasear, pero inmensamente crueles para acompañar a un ser empequeñecido por el absurdo, por un dolor nunca antes experimentado, por la vergüenza de ser acreedor de la fortuna de caminar, de respirar, de tener futuro, de poder construir o destruir mis opciones, de tener opciones. Al poco tiempo me enteré que a los tres días partió dormido, sedado, soñando.
Le dije a Carlitos en esa sala de hospital, que tocaríamos Soldier of Fortune, para las chicas, así que sigo esperando que salga y mientras tanto cada día que lo recuerdo, y cuando no también, lo llevo conmigo, junto a aquella montaña.