Culto a la decencia
España en los últimos cuatro años ha alcanzando niveles de empleo inéditos en veinte años, de ascenso salarial históricos, de concordia entre las sensibilidades nacionales; pero a la basura ultraderechista, tóxica, anti española, anti nacional, “odiadora” de todo y potencialmente asesina (ya lo fueron y con cientos de miles de españoles que pensaban distinto), han logrado, con la inestimable ayuda de una Judicatura muy en entredicho, “enmierdar” a la esposa del Presidente, que a esta altura cabe destacar, uno de los escasísimos políticos honrados de este país tan familiarizado e indulgente con la corrupción. Y tras años de noticias falsas fabricadas en medios poderosos, connivencia de la Justicia y las fuerzas del orden con todo tipo de ataques mediante la conocida lawfare desde murmullos y bulos a interminables ataques físicos en la sede del partido, manifestaciones que con otro signo ideológico serían tomadas por "terroristas" , acusaciones a la esposa, ha decidido que no vale la pena el puesto, ni siquiera por el esfuerzo que ha estado haciendo para dotar la vida de los ciudadanos de la cantidad de derechos y dignidad conseguida.
Si Sánchez dimite, deberíamos tomar cartas en el asunto, no sé como, ni hasta que punto de nuestras fuerzas nacidas en la indignación con semejante gota de atropello que rebasa cualquiera fuese el volumen del vaso, debemos decir basta de esta actitud de corderos, de cobardes, de sometidos y salir a dos cosas: 1) defender nuestros derechos, civismo, concordia, progreso de todo el pueblo. Y 2) Hacer frente con idéntico rigor pero con carácter didáctico en materia de modernismo, europeísmo, y búsqueda de la concordia, a un enemigo cruel, insensible, de procedimientos voraces e implacables, siempre al servicio de un exclusivo sector económico.
Me crié bajo el culto a la personalidad a un dirigente implacable y desarrollé un rechazo visceral, tanto a simpatizar como a seguir políticas personalistas, sin embargo este momento histórico requiere de todo nuestro apoyo no solo a la persona civil, sino a la investidura presidencial por una parte, y al proyecto que entre todos hemos ido acompañando por otra. Defender al presidente hoy no es culto a la personalidad, sino culto a la decencia. Quizás requiera de aquellos que creemos en el progreso, la inclusión y la concordia, que levantemos nuestras asentaderas del sofá y encaremos una participación activa en nuestra propia defensa.
!No al fascismo o a cualquiera de sus formas, de una y de todas las maneras!
¡Baja la cámara!
Estando en el cine viendo la película Civil War, cuando entre la poca audiencia que por suerte me tocó, dos parejas de amigos no paraban de hablar y me giré para sugerirles con mi mejor poco buen humor que hiciesen silencio, me embargó, como el abrazo mullido y sin angustia de una tía, el recuerdo de la frecuente, sana, divertida costumbre de ir con frecuencia al cine en La Habana. De las pocas que se podían disfrutar más allá de encurdarse en bares, malecón, casas o esquinas (costumbre también bastante sana, dadas las circunstancias).
Las grandes películas eran precedidas de larguísimas colas, ya en el Yara, Payret, Trianon, Jigüe, Riviera o 23 y 12. Colas de más de una cuadra, en que casi siempre se podía asistir a broncas a piñazos, patadas y mordidas entre colados y “empingados” con los cueles, que harían enrojecer de envidia a las mejores veladas de UFC.
Una vez dentro empezaba el noticiero del ICAIC de Santiago Álvarez. En una ocasión salí en uno de sus noticieros con mi amigo el Nene, nos sorprendió el entrevistador con su micrófono cuando estábamos en la parte trasera de un camión de basura y le dimos la nota, pero esa es una larga historia para otro post.
Se encendían las luces por segunda vez cuando acababa el documental uno o dos minutos y se volvían a apagar para dar comienzo a la peli o a veces a un corto animado que precedía al filme principal. Extraño esos cortos en lugar de las propagandas y los avances.
Si alguien de cualquier otro país, planeta o galaxia entrase a la sala durante la proyección creería que allí había acontecido un accidente, algún percance de alcance general, dado el bullicio, las charlas, las risas, el gracioso que gritaba "baja la cámara" en una escena semi erótica, o cualquier otro chiste de obligada obviedad a viva voz para solaz del auditorio.
Podía tocarte el asiento en zona de peste a meado, detrás o delante del típico pajuso que no podía faltar en ningún cine cubano, o al lado de la parejita que estaba casi templando. También podía tocarle al lado tuyo y de tu chuchi, a otro aguantando como apretaban al duro y sin guante, a bragueta y escote suelto.
Pero lo que más habría alucinado al marciano o al foráneo, es un espécimen de cine autóctono, estrictamente habanero: El amigo que ya había visto la peli y te acompañaba para contártela "échate lo que viene ahora, el tipo hace así y le mete un...."
A todo aquel que no fuese habanero le costaría entender dos cosas al respecto: que un tipo fuese a ver otra vez la peli para hacerle spoiler a los amigos, y más que nada, escuchar a los amigos diciéndole:
¿Asere, y ahora que viene?
Devorando caníbales
Cada era de la humanidad estuvo y está marcada por unas problemáticas que se repiten a lo largo de la Historia y otras que son particularidades de la época. Desde las primeras migraciones desde África al resto del planeta hasta nuestra era del desarrollo científico técnico que trajo bienestar pero también armamento de destrucción masiva y contaminación del medio ambiente.
A las peores conflagraciones y catástrofes de orden bélico o incluso natural, suelen sucederles las generaciones más conscientes en la paz, en la solidaridad, con mayor convicción en la reconstrucción mediante una ética que acompaña al desarrollo material, valores cívicos, colectivos.
En las guerras, incluso el bando vencedor dado lo “pírrica” de cualquier victoria marcial, bañada en sangre y destrucción, llega a la conclusión de que un mundo de paz es la única vía de entender el futuro. Generalmente tras una segunda generación se mantiene sana la convicción en la paz, una tercera generación comienza a alejarse y a desconocer el valor de lo obtenido, a lo lejos se recuerda el horror que llevó al “Nunca Más” , a través de monumentos, libros, filmes, testimonios de las pocas personas mayores que van quedando, y en la generación siguiente surge el indomable rasgo característico de la especie humana, la autofagia, el fagocitar la propia obra. En esta instancia se comienzan a hacer frecuentes frases como “con la paz no se come”, “ con la democracia no se vive” y otras por el estilo que si bien no vienen acompañadas de inmediato de una pulsión por el conflicto, sí fertilizan el terreno para que cualquier chispa, por mínima que sea, desencadene nuevamente el punto del círculo vicioso al que tantas personas, libros, llantos y dolor, juraron no regresar jamás.
Ya desde el siglo V a. c. Sun Tzu que fue estratega antes que táctico, decía: “La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo y, en cada caso, el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia”.
Para Kant la Naturaleza se vale de la guerra para la evolución y el progreso de la humanidad, pero al mismo tiempo el imperativo de la razón rechaza semejante degradación del hombre: la guerra atenta contra la libertad y dignidad de los hombres.
Tolstoi en Guerra y Paz sobre la invasión francesa napoleónica a Rusia escribió: " La guerra es tan injusta y fea que todos los que la libran deben tratar de ahogar la voz de la conciencia en su interior ." "La guerra, por otra parte, es algo tan terrible que ningún hombre, especialmente un cristiano, tiene derecho a asumir la responsabilidad de iniciarla".
Carl Von Clausewitz define el objeto mismo de la guerra abordando tres partes: imponer la voluntad al enemigo, disponer como medio la máxima fuerza posible, privar al enemigo de su poder. Menciona que la guerra no es un acto aislado, responde a objetivos políticos o económicos, al carácter de las naciones intervinientes.
Ha sido más fácil teorizar o escribir tratados sobre la guerra que sobre la paz. Para la guerra se requiere dar rienda suelta al envión de un impulso convenientemente incentivado, en el terreno de la emoción. Para la construcción de la paz es necesario un arduo trabajo de reconstrucción, de tolerancia, de concordia, pertinente a la razón.
Si bien es cierto que se puede observar a lo largo de la Historia la repetición de este ciclo de manera natural, también es cierto que marcados intereses económicos y de poder, participan de ello. Llama la atención que seamos capaces como especie de erradicar enfermedades y superar toda suerte de males mediante la experiencia, el escarmiento, el conocimiento empírico, la ciencia y el esfuerzo y sin embargo, la reaparición cíclica de la pulsión por el exterminio del oponente como medio de superar los diferendos, permanezca perpetua, incólume, indemne.
Por doquier hoy nos rodean los conflictos armados de la más diversa índole pero siempre con el mismo común denominador, dolor, sufrimiento extremo, muerte y destrucción para los más humildes.
Junto a la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, y la invasión rusa de Ucrania, en este momento se viven conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria.
Las guerras tienen como origen múltiples causas, entre las que suelen estar el mantenimiento o el cambio de relaciones de poder, dirimir disputas económicas, ideológicas, territoriales (por cuestiones históricas y estratégicas), religiosas, etc. muchas veces una combinación de estas causas.
Aunque el resto de habitantes del planeta vivamos en paz, si somos contemporáneos a guerras que se estiran más allá de lo asumible, es una paz condicionada, sujeta con alfileres, con fronteras duramente vigiladas, paranoicas, que se ven amenazadas en la figura fantasmagórica del círculo vicioso de la venganza.
Pero ¿podemos decir realmente que vivimos en paz mientras miles de seres humanos, idénticos en cromosomas a nosotros, mueren despedazados mientras tomamos nuestro desayuno? Doblemente no.
En primera porque la Tierra es nuestro hogar, no existen fronteras para el aire que respiramos, ni los tomates que nos alimentan tienen pasaporte, cualquier otro ser humano es nosotros mismos, cualquier cuidado que tomamos por el otro es un cuidado hacia nosotros mismos, el dolor de seres inocentes padeciendo y pereciendo es también nuestro dolor. Llegará a nosotros en una forma u otra, vendrá como gratitud o como reproche.
Y en segunda, porque es un engaño que no estemos participando de esos conflictos, todo el esfuerzo del trabajo aportado en impuestos, en plusvalías, se ve involucrado en las cantidades desmesuradas de armas para favorecer uno u otro interés de nuestros gobiernos, u organismos supra gubernamentales manejados por la inmensa industria armamentista, en esas determinadas guerras, con fines nunca del todo declarados ni aclarados.
De ahí nuestro deber de hacer carne la sentencia: “un día vinieron por los negros y como no soy negro no hice nada, otro día vinieron por los indios y como no soy indio no hice nada, otro día vinieron por los judíos y como no soy judío no hice nada, y cuando vinieron por mi, como los demás no son yo, nadie hizo nada” y comenzar precisamente, por mover hacer algo. Tras el siglo XX con sus numerosas y mortíferas guerras que dejaron un inmenso cráter de desolación y una profunda reflexión sobre la construcción del mundo, creíamos imposible la reedición de los más bajos instintos humanos guidados por la avaricia, el poder, el odio y la manipulación de las creencias.
La palabra, el ejemplo, la denuncia, el humanismo, no hay mejor vida que la que depara el ejercicio del bien, ni mejor acción que la que ayuda al prójimo.
¿Hemos alcanzado a nivel mundial en el siglo XXI una calidad de vida universal que haga razonable abandonar los objetivos clásicos de las aspiraciones progresistas? No, en absoluto, aunque es evidente el avance en derechos y la obtención de niveles de vida en una parte de la población mundial, aun queda mucha miseria, hambre y dolor en el mundo como para considerarlo asunto concluido. Quizás lo que hayamos aprendido bien producto de la experiencia, es postergar la violencia como método, toda vez que aprendimos, que a no ser que sea absolutamente necesario en caso de defensa propia, la violencia solo genera violencia, en el corto, medio o largo plazo. Las únicas soluciones que permanecen, son aquellas conseguidas a través del convencimiento, de la ilustración.
El trabajo de concientización sobre la necesidad de la paz como un modo de vida debe darse en todos los terrenos de la educación, no solo en la docencia, sino en la familia, el trabajo, la comunidad. Debemos ser conscientes y hacer ver que cualquiera sea el problema que nos plantea la realidad, resolverlo erradicando al interlocutor, únicamente conseguirá acrecentarlo y dilatarlo en una magnitud mucho mayor.
Fagocitar al caníbal, además de poco decorosa, es la forma menos efectiva de acabar con el canibalismo.
Amor difícil
El león estaba hambriento, divisó desde lejos, como todos los animales de la sabana, a la jirafa, esbelta, distinguida y distinguible, con su cuello y su andar grácil inconfundible. No era un león solitario, dirigía una gran manada, pero en ese instante paseaba solo por los dominios que había conquistado para su tropa, vigilando que todo estuviese en orden, que no anduviese otro león merodeando para discutirle el mandato. Eran seis kilómetros a la redonda así que entre el sol y el movimiento sintió el abrupto asalto de un hambre voraz. La jirafa también estaba pastando sola no había ninguna otra alrededor, ni ningún otro depredador, entonces el melenas decidió comenzar las maniobras para darse un buen festín, acercándose agazapado, con la panza pegada al suelo, el cuello estirado, dando pasos de algodón, hasta que estuvo a la distancia en que sabía que alcanzaría a la jirafa y se largó a correr usando toda la fuerza de sus extremidades, la jirafa ya había comenzado a huir, pero cuando estuvo a tres metros el felino dio un salto de vertigo y prendió las garras a los cuartos traseros del artiodáctilo mordiendo el nacimiento del rabo. La jirafa comenzó a dar saltos como los del caballo cuando intentan domarlo, alternándolos con patadas traseras, para espantarse al hambriento rey de la selva de encima. Al cabo de seis o siete brincos el león quedó convenientemente acomodado en la misma postura que solía usar con sus leonas, y la jirafa sintió el mismo roce que solía caracterizar sus encuentros íntimos con el jirafo, de manera tal que de forma paulatina fueron cambiando los saltos bruscos, por contorsiones cada vez más suaves, hasta que el rabo de la jirafa quedó hacia un lado, entonces el león retiró las uñas de su abrazo al cuerpo de su preso asiéndolo con las patas. Se le puso el nabo endurecido, enrojecido, húmedo, el miembro del rey de la sabana a la misma altura de la vulva ya empapada de la mamífera más alta del planeta. Sí, él tenía como a seis leonas para él, y ella a todos los jirafos de la manada, pero en cierta manera se dieron cuenta de que la novedad les abría un apetito que jamás habían experimentado en sus escarceos maritales, de repente sintieron el envión de un placer desconocido en la variedad, situada en el contraste cromático y sensorial que ejercían las manchas en las nada despreciables nalgas de la jirafa y en la mullida melena del león y su voz ronca, y aunque pudiera creerse, por razones obvias, el problema que aparecería cuando ella le pidiese la lengüita o un besito en el cuello detrás de la oreja, sin embargo incluso esas mismas inconveniencias, acaso producían un mayor afán en la vehemencia del acto, protegido del bochorno y el resarcimiento frente a los suyos por la soledad, en la certeza de un secreto compartido por siempre por interés mutuo. Una vez concluido el frenesí que estremeció un universo interno que ni el león ni la jirafa habían conocido, cuando la sangre volvió a recorrer las venas del felino a una velocidad razonable, el león se preguntó si no procedía continuar con sus instintos de fiera, miró a su partenaire y observó esas piernas largas, los glúteos firmes, el cuello de princesa y volvió a percibir rigidez en su entrepierna, a su vez la jirafa alzando el rabo indicó que estaba más que lista para una segunda ronda. Con la nueva amante era diferente que con las leonas, allí en su manada él mandaba y solo debía preocuparse de su placer, pero la jirafa esperaba sincronizar los orgasmos, exigía paridad y cierta proporción en la entrega y la recompensa. Los días siguientes en las extensas llanuras africanas los encuentros se hicieron más frecuentes, tórridos, explosivos, exploraron cada rincón del deseo, ese que tantos seres confunden con el amor.
Cosa que nunca y siempre les pasó al león y a la jirafa.
El león se aficionó a probar este curioso reemplazo por la cacería en la persona de la cebra, de la antílope, aunque se le dificultó con la hiena por su el marcado carácter de su fragancia y con el búfalo por su escaso sentido del humor.
A todo esto las leonas estaban más fieras que nunca y cazaban cuanta jirafa y cebra encontraban, casi con la única condición de que fuesen hembras y le guardaban para el león jefe de la manada el trofeo y un poco de carne. Una tarde, en los ojos sin vida semicubiertos por párpados con enormes pestañas, en una de las cabezas que las leonas le habían dejado, reconoció en la pupila fría, en el brillo apagado, a su bella amante de la sabana, y habría podido jurar que por una última vez, ella desde un algo en su nadedad, lo exhortó:
-Ruge amor.
Los trapos se lavan en casa
Es curioso y hasta gracioso, que gente de particular concepto sobre la coherencia, haya tenido la audacia de decirme que tengo razón en mis criticas a Cuba, pero que esas criticas habría que hacerlas "adentro de casa", como en voz bajita, que no se entere nadie para no dañar la buena fama engañosa de los valores revolucionarios, para no desmantelar la fantasía en la que se recrean para aliviar sus culpas hedonistas y ocupaciones codiciosas, antiguos coquetos con las utopías transformadoras, hoy panzones con bolsillos repletos pero aun conservando algún detalle distorsionador de la identidad, en la barba o el bigote, la desprolijidad en el último botón de la camisa o el descuido en la pintura en el frente de alguna de sus propiedades.
Y es que Cuba, claro, fue faro de lucha contra las injusticias en los años sesenta, mientras cimentaba y consolidaba las propias de la dictadura del proletariado, que al poco tiempo ni del proletariado ni del campesinado ni de afro descendientes ni de ninguno que no hubiese disparado un tiro en la Sierra o en su defecto, que no haya tenido medalla olímpica de chupamedias de Guarapo y sus secuaces. Pero es cierto que en toda América Latina, buena parte de África y Asia entregaron sus vidas valientes luchadores con la idea de cambiar las relaciones brutales de explotación vigentes, y lo hacían con la virgen marxista leninista del Caribe liderando la proa de sus emprendimientos. Continuó aun una vez muerto el Che, abandonado a su suerte en cualquier tierra alejada de los nuevos pero absolutos dominios de su ex amigo de postín, tras la década infame, la zafra del 70, el alineamiento incondicional con lo más burocrático y menos revolucionario de la URSS, la brutal represión a todo elemento distraído por costumbres pequeño burguesas, tales como disfrutar una canción de rock'n'roll o usar pantalones ajustados, "de movimientos feminoides y elvisprelianos" como dijo Guarapo en un famoso discursos en el cual alentó al pueblo a denunciar a estos peligrosos hedonistas o directamente hacerse cargo de ellos con sus propias manos, como ocurrió en cada barrio, en cada esquina, en cada pueblo Revolución: "aquí no queremos pepillos desviados sexual ni ideológicamente" gritaban las masas en un lenguaje más coloquial, ávidas de ver colgados de los timbales a esos elementos desenfadados deseados por sus esposas y esposos. Continuó pero ya con menos fuerza propia, con decenas de intelectuales entusiastas en un inicio con el proyecto y desencantados con la cárcel, prohibiciones, fusilamientos, abusos, y sobre todo dificultad para opinar, crear, pensar, con líneas de izquierdas disidentes del estalinismo primero, del “Jrushoismo” y “Brezhnevismo” más tarde, soltándole la mano a la ya no tan flamante, ilusionante y justa revolución cubana. Y entonces necesitaron del apoyo de toda la propaganda "fake" posible, como toda mentira medianamente eficaz, basándose en medias verdades, alabando la educación gratuita, medicina universal, que no hubiese niños viviendo en la calle, etc., cosas que eran ciertas aunque comportando un gran coste para la autoestima en la vida cotidiana, que una vez alojado en el hipotálamo garantiza una sociedad de autómatas, pueblos enardecidos, contaminados por el odio, la envidia, la vigilancia permanente ante la amenaza de gozo y solaz del prójimo. Dentro de la isla todos sabíamos que todo era mentira, y afuera también pero todavía se podía esconder con unos cuantos agentes muy bienvenidos en "casas de visitas" donde en las mañanas elogiaban la perfección de la sociedad igualitaria y, en las noches conocían el tan cacareado en en todo el mundo, embrujo enigmático de la mulata, que revitaliazasen los cantos de Carlos Puebla y Daniel Viglietti en las almas nostálgicas de quienes, en sus propios patios ya habían abandonado todo romance con las viejas utópias, a lo sumo beneficiandose dentro de algun proceso demoagogo con pésimo disfraz de revolucionario.
Pero sobre todo, que aquellos que por alguna razón supiesen y no comulgasen con los abusos, con el embuste llevado a la dimensión de burla, fuera de los límites del “caimán verde” liberados a su antojo, mantuviesen la boca cerrada donde no entrasen moscas.
"Eres negro, eres pobre, eres guajiro, sin la revolución nunca habrías aprendido siquiera a leer ¿cómo te atreves ahora a hablar de quien te dio educación, salud y arroz con gorgojos?"; "eres familia de un icono de la honestidad, del prestigio, del valor, de la humildad revolucionaria y por ello recibiste todo tipo de privilegios ¿cómo te atreves a correr las cortinas y abrir la ventana?".
La basura se saca por detrás, los trapos se limpian en casa, las violaciones entre parientes se resuelven en familia y las de los curas se saldan en Roma.
II
Me dijo:
-Me encanta volver a hablar con vos, me hacés pensar, reflexionar, sabés tanto de tantas cosas que me lleno de tareas. Solo te quería decir que creo que puede ser que en Cuba haya "algunos errores"
-¿Algunos errores en 65 años decís?
-Sí, pero creo que no es ético del todo debatirlo fuera de casa, esas cosas se hablan en casa, dentro, en voz baja.
Sentí como si toda la sangre me hubiese subido a la cabeza de un tirón, sentía que hasta las cejas las tenía rojas y calientes.
-Lo primero, eso es una agresión gratuita, vos desde tu comodidad, tus varias propiedades en distintos países, tu dinero, tu comodidad en la vida, tu costumbre de salir a protestar a todas las plazas y exigir que se te respete incluso que tires piedras a la policía, tu historial de trabajo en distintas publicaciones contrarias a los distintos gobiernos, tus viajes alrededor del mundo, tus criticas al gobierno argentino, no en casa, no en voz bajita, me vengas a hablar a mi de ética. Y si la vida no me habría enseñado a detectar a la gente jodida, tóxica y mala, para no obstaculizar su ruta hacia el inodoro, podría hasta significarme una afrenta de consecuencias indeseadas que lo hagas con esa cara dura.
Pero si querés te voy a dar un par de razones sin importar que no lo merezcas. Toda esa gente embromada, jorobada, emponzoñada tras décadas de inmovilismo, de opresión, de ideas obligadas combinadas con otras prohibidas, recuerdan que alguna vez en los inicios, sus mayores intentaron hablarlo dentro, como decís, en voz bajita y con mucho respeto, pero al constatar que nada cambió y que la mayoría de los que lo intentaron, corrieron suertes diversas desde la estigmatización al exilio o la prisión como castigo a tales confidencias, entonces decidieron que de ninguna manera debían hablarlo dentro de ningún circulo, y mucho menos de un circulo afin a los responsables.
-Oh, perdoname si te dije algo que te molestó.
-No te perdono ni te condeno porque no te juzgo, pero vos seguí por ese camino rico en hipocresía y mala onda, y dejame en mis sendas carentes de compromisos falsos, pretensiones ni simulaciones. Y ahora si querés andá pensar, a reflexionar.
O a deponer.
Ecce homo
Cuando Poncio Pilatos supo que Jesús era galileo sintió alivio porque estaría bajo la jurisdicción de Herodes Antipas hijo de Herodes el Grande, Herodes convocó a Jesús, dada la obsesión de su padre tiempo atrás en encontrar al mesías entre los bebés de Judea, lo quería conocer. Jesús ya había dicho que era el Cristo, el Mesías, el hijo de Dios y el rey de Judea, pero no lo repitió frente a Herodes, entonces este se burló y se lo volvió a enviar al gobernador Pilatos, quien al tener entendido que Herodes no lo había condenado a muerte, lo condena a flagelación y a portar la corona de espinos como tormento punitivo, para concederle la libertad más tarde. Antes tuvo que consultar al sanedrín, una asamblea de sabios y rabinos que eran los encargados de juzgar los asuntos importantes. El sanedrín, que significa "sentarse juntos", al cabo de deliberaciones decidió crucificar a Jesús. Poncio Pilatos pronunciando su famosa palabras "ecce homo" (este es el hombre) reunió al pueblo y les preguntó que consideraban más apropiado, si liberar a Jesús y crucificar a Barrabás o viceversa, el pueblo enardecido gritó que querían crucificar a Jesús y liberar a Barrabás.
La crucifixión en sí era un tormento de los peores que aun hoy se conocen, los clavos no se hendían en la mano sino entre cúbito y radio casi en la muñeca, para que el cuerpo se sostuviese en lo alto todo el tiempo que durase con vida, los clavos o el clavo de los pies se colocaba arqueando las piernas para que el reo pudiese erguirse y tomar bocanadas de aire estirando su agonía horas o días según el aguante de cada uno. El día que Jesús fue crucificado, después que la multitud se disipó, comenzó a caer una lluvia copiosa, en forma de tormenta, los guardas que lo vigilaban fueron a resguardarse bajo una cueva y calmaron la incomodidad del clima bebiendo aguardiente hasta que entre la ebriedad y el sueño abandonaron la conciencia por un tiempo más que prudente. A falta de datos fiables hay versiones según la cual a Jesús lo rescataron sus seguidores, colocaron a un desgraciado ya muerto en su lugar y a él, moribundo pero aún con vida, se lo llevaron lejos donde fue curado, tras lo cual tuvo una vida en anonimato con toda la felicidad que su sabiduría y gran corazón podían granjearle y con todo el pesar que su inteligencia y su culpa podían garantizarle.
El cristianismo como religión pero también como doctrina de resistencia de la época, comienza a estructurarse a partir de la muerte de Jesús, cuando crece la versión fantasiosa entre la superstición y la superchería, de su resurrección, en una época de escasísimas respuestas a los fenómenos naturales reemplazados por la fe, la idolatría, el fetichismo. Es entonces cuando los apóstoles toman conciencia de las enseñanzas recibidas y deciden proclamar el evangelio de manera organizada, contando como libro sagrado a la Biblia, compuesta por el Antiguo Testamento, que reúne los libros de la tradición religiosa judía, y el Nuevo Testamento, donde constan la vida y enseñanzas de Jesús, los hechos de los apóstoles y las cartas pastorales de los primeros cristianos.
Las enseñanzas del Nuevo Testamento son casi exclusivas de la religión cristiana.
La iglesia católica apostólica romana fue fundada en 380 y así se incorpora el cristianismo al imperio que lo persiguió por sus ideas, por su sentido de justicia y del bien, que le dio caza, lo atormentó y lo mató de la manera más cruel, obviamente no porque era un adocenado Mesías, sino uno muy incómodo.
Resulta bastante evidente que esa Iglesia evitase difundir la verdadera tarea de Jesús, su indignación, su misericordia con quienes sufrían opresión, dolor, hambre, su palabra como arma en la predicación, y en cambio se centrasen en los aspectos mansos, más modositos, sometidos a dicha iglesia católica.
Sin embargo la Iglesia se las ingenió para explicar sin más rodeos y ambages que los estrictamente necesarios, que en efecto Jesús fue torturado de manera brutal para dar escarmiento a los valientes que quedasen en Galilea, y asesinado en la cruz para aterrorizar a cualquier futuro iconoclasta rebelde, un balde de agua a cualquier conato de intrepidez en estado embrionario, pero con un magistral giro de muñeca, explicó que fue un acto de amor y entrega al hombre, su criatura, de parte de Dios, acto en el cual el hijo es sacrificado en nombre del Padre por toda la humanidad.
Una serie de disparates tan absurdamente expuestos que al final, lo más lógico parecía ser tenerlos en cuenta como hechos irrefutables, y permitió, que sin desacomodar los principios de poder, entre los diez mandamientos y los siete pecados capitales se pudiese producir un largo período de progreso y convivencia bajo unas reglas verdaderamente modernas. Al menos hasta Darwin, Hegel y Freud.
A Jesús no lo mataron propinándole toda suerte de tormentos escarmentadores, porque decía que era el "hijo de Dios Padre", el Mesías, o el rey de Galilea, no. Si hubiese dicho todo eso y hubiese rendido pleitesía a Herodes y a Roma a través de Poncio Pilatos, habría sido coronado. Lo mataron por evangelizar con frases como esta que dijo a sus discípulos y repitió a lo largo de su vida, que hoy seguiría siendo subversiva, y le acarrearía no pocos problemas:
"Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos".
Por eso hoy cuando el mundo cristiano celebra la Semana Santa debe saber, que en realidad está rindiendo homenaje a un luchador que usó la verdad, el amor, el bien y la palabra, para derrocar cualquier templo construido sobre el miedo y la mentira y por ello fue perseguido y muerto. Deben saber que están festejando el poder de la palabra, que desemboca ineludiblemente en la poesía, la conciencia, como vehículo para encarrilar los mejores anhelos de la especie dotándolos de sentido, en el festejo poco importa si lo salvaron de la cruz y falleció anciano lleno de nietos, sabio, triste y feliz, si murió por las heridas causadas y la imposibilidad de respirar sodomizado por los romanos, y si ascendió o no al reino de los cielos. Cielo que en cada avance la ciencia, se sitúa un poquito más distante, unos milloncejos de kilómetros más allá de lo conocido.
Lo importante es la celebración de la denuncia de opresión e injusticias, el empoderamiento a través de la palabra, de la unión, el festejo de la firme convicción en el bien.
Esa es mi Semana Santa.
20 años del 11M
20 Años del 11 M, el mayor atentado terrorista de España, se estableció como el “Día europeo de las victimas del terrorismo”.
Despertábamos en Las Rosas como cada día para acudir a nuestros trabajos dejando antes al “gurrumín” de un año en la guardería, el ambiente era pesado, denso desde antes de encender la radio que de inmediato nos llevó al televisor, y al unísono a una sensación de ingravidez, como un aturdimiento que desorienta, incluso en nuestro barrio había explotado un artefacto de ETA una vez, pero nada era comparable a aquella atmósfera.
¿Qué? ¿cómo? Se iban sumando estaciones de trenes con más muertos y heridos, al salir de casa en la calle el aire era un hilo conductor del dolor y el horror entre todos los habitantes de la ciudad, naturales o acogidos, ipso facto convertidos en madrileños, y ese día más que nunca todos fuimos uno.
Madrid fue ejemplar en todos los sentidos, en primera por su enorme despliegue de solidaridad, de dolor compartido, de acompañamiento a las víctimas, en segunda por el castigo a los rufianes que quisieron usar esa masacre de forma mezquina para sus fines electorales y que incluso, continuaron sembrando tóxico en los medios los cuatro años siguientes y que algún alto representante de aquella catedral de las "fake news", aun hoy sigue vertiendo; y en tercera porque unió el aprendizaje en la seguridad y la prevención de nuevos atentados, a su ejemplaridad de civismo de continuar siendo una ciudad de integración, de concordia, una Torre de Babel con cañas y tapas.
Hoy mostramos un recuerdo, un silencio, una traza de respeto a quienes nunca debieron morir, pero no murieron en vano.
Hoy reflexionamos en como ser mejores ciudadanos, seres humanos, para hacer de la vida que perdieron nuestros semejantes, nuestros hermanos, un espacio de convivencia, de solidaridad, cada vez más deseable, cada vez más habitable.
Cambalache Legrand
Ya cuando llegué a Cuba siendo un niño la gente recordaba a Mirtha Legrand de sus películas y los vestidos, escaleras y teléfonos blancos, como a Hugo del Carril o a su propia hermana Silvia.
En la oficina de los Montoneros en Miramar, había revistas "Humor", "Gente" y vídeos Betamax de diferentes eventos del país extrañado, entre los cuales el rey era la final de 1978 frente a Holanda. Pero también había videos diversos de programas frívolos de televisión. Me encantaba verlos cuando podía quedarme solo en la oficina, mi madre trabajaba ahí y me habían acogido como un adolescente argentino que se había cubanizado demasiado y había que recuperar, no sé para que fin, pero yo estaba encantado de presenciar toda aquel crisol de olores, colores, acentos, temas, humor, costumbres y hasta calidades diferentes a las que nos sometía la sociedad del hombre nuevo en la laguna del ron y que me traía reminiscencias de mi habitat, del que la brusquedad de la época me había arrancado.
Uno de los videos contenía recortes de programas "Almorzando con Mirtha Legrand". Ya me parecía un hecho remarcable, tipo hito, que aquella admirada actriz de mucho antes de la revolución por los viejos, aun siguiese en el "puche" dirigiendo programas, y huelga decir que la variedad de morfi en la mesa visto desde La Habana competía con ventaja en interés respecto de los temas y comensales. Había un recorte en especial que me sometió a una reflexión frente a las contradicciones de esas que suponen el crecimiento. Mirtha había invitado a una serie de actores o periodistas que festejaban el campeonato del Mundo obtenido frente a Holanda, y hacían hincapié en que de esa forma los medios del mundo podrían ver que toda la mala prensa que había en Europa sobre los derechos humanos en Argentina, eran una burda mentira, que además de campeones éramos "derechos y humanos".
Por aquel entonces entre las dirigencias de los partidos y organizaciones exiliados, los presos y otros pocos valientes que quedaban aun sueltos y con vida en el país, acunando sueños infructuosos de resistencia, se dirimió el tema de si apoyar el Mundial del '78 o hacerle boicot desde el exterior. Los Montoneros optaban por apoyarlo argumentando que así podrían ver los periodistas y futbolistas la realidad gris existente, el PRT y su brazo armado ERP defendían que apoyar el Mundial en cierto modo era hacerle propaganda a Videla y a su proyecto, había que denunciar la dictadura y por principios todo lo que organizase, el PC, más frío que tibio desde que la URSS los obligó a una buena relación con Videla a merced de la compra del trigo argentino a la Junta, hacía equilibrismo entre ambas posiciones porque bajo ningún concepto querían quedar identificados con uno u otro "ultra" como les llamaban a los guerrilleros (el PC tenía un cantito que rezaba "la ultra, la CIA, la misma porquería"). Y claro este debate aun cuando mi opinión no importaba a nadie más que a mi, me era totalmente pertinente, porque mi padre a quien rendía un sentimiento impreciso entre la añoranza, el respeto y la bronca, estaba preso por ser hermano del Che, pero también por militar en el PRT y aunque en aquellas largas cartas que conseguían salvar la censura y el pésimo servicio de correos sociolista no podíamos comentar nada al respecto, imaginaba su posición, y por el otro lado estaba mi madre que había comenzado a simpatizar con los Montoneros, un poco por zafar de la nostalgia enfermiza del exilio, enocntrarse con semejantes, reverdecer su humor porteño, y otro poco para poder respirar sacando la cabeza del asfixiante compartimento estanco de tanto Guevara, guevarismo y guevariano de última hora, que nos rodeaba en la isla. Y por otro lado estaba mi propia conciencia ¿gritar los goles de la Selección al unísono con los alaridos de dolor de los secuestrados antes de ser ejecutados o arrojados al Río de La Plata? ¿otorgarle a los asesinos el gentilicio "argentino" conquistado a lo largo de tanto tiempo de diferentes luchas, regalarles los colores de la bandera de Belgrano, en la camiseta del deporte más popular, más inherente a ese sector meta por los que se suponía se estaba queriendo hacer aquella revolución?
En fin, un rollo. No fui más allá de ver una y otra vez el video de la final estrenando una pizca de espíritu autocrítico, porque en verdad, aunque de vez en cuando fuese a aquella oficina en la casona del paquete barrio Miramar, yo cada día estaba más aplatanado, y aparte de esos vídeos y el cuchillo kriss con la inscripción en honor a la amistad Arafat-Montoneros, pocas cosas me importaban más que lo que le interesaba a cualquier adolescente habanero.
Pasaron los años, las traiciones de Guarapo abrazando al enviado de Galtieri, callando los crímenes de la Junta Militar, manteniendo una posición equidistante entre lo que le ordenaba Brezhnev desde el PCUS y las reminiscencias que le traían los efluvios ya en declive de esos facinerosos revolucionarios bellamente exiliados, junto por supuesto a los millones de verdes que habían tenido a bien depositar en cuentas cubiches. Ya se sabe, cada mano lava a la otra y entre las dos lavan la cara. Y una vez regresado a mi Buenos Aires querido, vi que seguía en la TV a la inacabable Legrand y me pregunté entre los juicios a los genocidas, los trapos que salían al aire, porque no se hacía énfasis en los bufones de palacio con que contó aquel breve pero intenso período de horror y muerte del firulete en la milonga.
Tiempo después, acostumbrado al desarraigo que siembra el exilio en los niños que nunca llegan a asumir como suya ni a entender del todo la causa de su diáspora, volví a emigrar una y otra vez a distintos lugares, y hoy, dejando que descansen las rueditas de mis patines, cuando puedo ver el pasado que nunca me ocurrió a través de la pantalla de una computadora en modo de archivos audiovisuales en distintos soportes o notas periodísticas de aquellos años, aparece cada domingo propuesto para mi perfil de consumidor, como una vieja roncha o esguince que reaparece una y otra vez, el banquete televisado de la actriz amada por los viejos cubanos de antaño, los teléfonos blancos, que atestigua como pocos un siglo de la frivolidad artística y social, cambalache del XX y el XXI en un país tan ecléctico, movido e inestable como de un sólido sentido identitario, absolutamente encantado de conocerse.
Este domingo, el famoso "streaming" audiovisual de las redes, me trajo a la misma Mirtha que junto a Nini Marshall, Libertad Lamarque y otros acudió al llamado de Perón para solidarizarse con el terremoto de 1944, hoy derramando serpentinas de gratitud ante su última "esperanza blanca" para erradicar los remanentes de aquel apuesto general que tuvo la osadía de elegir a Eva, a la manzana y a la serpiente.
Pero aun expirando su rechazo al peronismo y en franca gratitud a todo aporte a su erradicación, el el programa de ayer hizo gala de una declaración que tuvo lugar años atrás, cuando frente a una acusación de la ex presidente Cristina Fernández, expresó "tengo muchos defectos, pero no ese, no soy una mala persona", cuando frente a la declaración de la actual canciller Mondino "es absurdo darle plata a los jubilados porque se van a morir", un tanto impelida a mostrar cierta distancia con tan innecesaria muestra de crueldad, con sus 97 abriles a cuesta, acotó:
"Yo pienso vivir muchos años más"
Que te den morcilla
Milei va a festejar sus disparates a Los Angeles como un pibe con un juguete nuevo, un Scalextric o un trencito con estación, pueblo y todo. La Argentina le importa un pepino, lo de la casta o ir en avión de línea duró menos que un flato en un canasto, su sueño es que lo tengan en cuenta en lo sectores conservadores de los Estados Unidos, tampoco que lo valoren los anarcocapitalistas fieros detractores del gasto militar o cualquier gasto estatal, y mucho menos los demócratas ni los vastos sectores progresistas norteamericanos. Los conservadores.
Que lo reciba Elon Musk en su cocina así como Trump lo recibió en la sala de depósito de la basura de la Convención republicana, donde le dio la mano, le despierta las mariposas del estómago. Y si es para escuchar una oferta de un país empaquetado y con moño, para que pruebe nuevos negocios con garantía de no perdidas, entonces Musk hasta lo puede hacer pasar al sofá de la salita de invitados, y ahí Milei directamente tendrá que excusarse para ir al toilette a eyacular como diez conejos. O como el mastín Conan desde la espesura de su trono. Perdón, Conan tuvo su descendencia por clonación.
Es curiosa esta saga de adoración canina en la residencia presidencial del país, el presidente más inútil de la Historia al que reemplazó el discípulo de Conan, cada tarde se encarnaba en su pichicho Dylan, que vaya a saber con esa jubilación “elonmuskiana”, que chorizos estará deglutiendo hoy el can, si de Cantimpalos o de Salamanca. Chorizos con los que Milei estaba por pelearse hasta que Abascal de Vox le dijo:
-De eso nada querido Javier, el rojo del chorizo representa nuestra bandera, la sangre derramada del toro y de los rojos, tú peleate con Sánchez que es lechuga y tomate. Aunque buenas morcillas nos ha dado.
Hace muchos años una amiga me decía: “yo prefiero los gatos porque no hay mininos canas”.
La lenguaja, el lenguajo, le lenguaje.
El lenguaje no incluye ni excluye a nadie, puede discriminar, marginar, estigmatizar, ofender, elogiar, remarcar, ensalzar, enaltecer; pero no incluye ni excluye.
Lo que incluye o excluye son políticas de tolerancia, amplitud mental, desarrollo de la empatía, asentar una economía firme, y sobre todo y más que nada la cultura, y me temo que debo advertirles que la cultura aun cuando no cuesta transpiración o el riesgo de vida (a veces) sí que requiere esfuerzos.
Hay que leer, aprender, entender, reñirse con el confort anodino, con la comida de microwave, con la zanahoria holandesa coloreada de anaranjado.
El lenguaje inclusivo es una de las aberraciones más ridículas que he visto practicar y en la cual vi profundizar a sociedades enteras pretendidamente serias. De modo tal que “muchaches” incluye a "diversidades antes no habitadas" y disparates por el estilo, une muchache es un gay o una lesbiana, trans masculino o femenino, un o una crossdreser, un o una bisexual. ¿Entonces en qué quedamos, el uso de la “E” no excluye mucho más que incluye? ¿No denomina a “todes” los que no son heteros ellas o heteros ellos? ¿Le da lo mismo a una mujer bisexual que se le denomine como a un travesti masculine?
Por otro lado el laberinto absurdo en que convierte algo tan exquisito y complejo como es una lengua, cuando además de la e, se agregan símbolos de la era informática, como la arroba para señalar algo unisex, habrá que arrojar toda la literatura a la basura y a reescribir todos los grandes libros, cosa que entiendo, estuvo a punto de suceder con Le Petit Prince, que se contempló la posibilidad de traducirlo al argot inclusivo mezclado con idioma castellano, sujeto a quién sabe qué pautas, ortográficas, sintácticas y ortotipográficas.
¿Al usar la e para un gay o una lesbiana, no se los exluye de los artículos, la y el?
¿Por qué una persona tiene que estar definida en exclusiva por su elección del objeto sexual, o la identificación con uno u otro género si es precisamente ese estigma el que se intenta combatir?
Luego ¿por qué no incluir los sustantivos? ¿por qué la silla es la, y no "el sillo" o "le sille"? igualmente el martillo podría ser ser "la martilla" o "le martille". La silla nos remite al descanso, al hogar ¿no se está cosificando la feminidad bajo un cliché, del mismo modo que al martillo por su dureza, potencia, capacidad de transformación del medio ambiente, se le supone la testosterona suficiente para serle adjudicado el artículo pertinente a la virilidad? ¿Por qué una sala grande debe denominarse un salón? una señora grande no pasa a ser un señor, sigue siendo señora, en todo caso una señorona.
¿Por qué el gallo no es una galla, o une galle, y la gallina un gallino o une galline, el caballo una caballa (no marina) y la yegua un yeguo, es que a estos les negamos el derecho a identificarse con el género que más les plazca?
Cuestionemos todo, la nube y el cielo, pueden ser le nube (que ya se escribe con e) la nuba y la ciela o le ciele (de paso nos aproxima al charme francés: le ciel).
Al cabo ¿por qué se debe decir "la presidenta" si la e de residente, reincidente o presidente no refiere a género alguno? ¿acaso se dice el presidento, el residento o el reincidento?
¿La e de estos supuestos no era ya inclusiva?
Es lo único con sentido común que les he visto hacer a este gobierno ¿A quién se le ocurre que esa demencia se enseñe en la escuela, con qué reglas, bajo qué tradición de uso, y sobre todo en los contratos, las profesiones, los textos universitarios, las novelas clásicas, cómo se haría para traducir esos dislates, cómo se podría convenir en la detección de erratas? Por supuesto que ni este idioma, ni el lunfardo, ni la jerigonza, ni ninguna forma de comunicación más o menos creativa de grupos identitarios, etarios y de clases social, se puede prohibir ni estigmatizar en el ámbito de la vida privada. Eso sí de mejorar la vida de la gente ni de aportar una sola idea en pos de la cultura nada de nada, pero por lo menos que la salven de ese laberinto de disparates que la complican aun más.
El lenguaje inclusivo no es ideológico, ideológico es “El manifiesto comunista”, “Materialismo y empirocriticismo” “Mi lucha” , pero ese meta lenguaje, ese argot, ese dialecto es una expresión identitaria, como todo lunfardo. Intentar imponerlo fuera de su tribu urbana es un desatino que carece de todo propósito.
Incluir a la gente es tratarla bien, ni la “E” ni nada de lo que hasta ahora ha pergeñado este gobierno, contribuye a tal fin.