Cuando digo que soy cada día más zapaterista, no zapatista de Chiapas, sino simpatizante de José Luis Rodríguez Zapatero, lo hago en parte para provocar, un poco llevado por esas eternas ganas de joder, no obstante algo de cierto hay en tal afirmación.
Y además me place decirlo a partir de que los especialistas en estar siempre donde calienta el sol, se pusieron tan en contra.
Llevamos dos años y medio de un gobierno que subió para arreglarlo todo, con el voto del vulgo corrompido, del vulgo tentado a ceder derechos y logros a cambio de una pocas rupias.
El proletariado y la clase media "descalzas" (más que "desclasadas" como diría Marx) y una pequeña copa de anís perfumado para la resaca matutina de toda esa avaricia nocturna.
Dos años y medio en que no se hizo ni una sola cosa que alegrase a las mayorías, a las pequeñas minorías marginadas, o a las grandes minorías, sino que sólo se han emborrachado de felicidad hasta ahora, los del circuito cerrado, los que saben el secreto del monje orondo, el secreto del ábaco, la miseria del brillo y ese terror a estar al ras del suelo.
Los que se miran al espejo con el ombligo de lado.
Los que rompen el amor.
Los cuatro primeros años de Zapatero, fueron una orgía de placer, un "orgasmo permanente" como decía Zerolo, leyes para alivianar el dolor de las minorías relegadas, leyes en favor de la vida, mil vidas más por año en tráfico, miles de vidas menos truncadas por el tabaco, el terrorismo desterrado, nos sacó de la guerra de Irak a los cuatro días, restitución de los represaliados, ley contra el abuso a la mujer, de apoyo a los discapacitados, al matrimonio gay, apoyo a la cultura, al arte y un extenso etcétera.
Luego hubo un año más de alegría, de nuevas disposiciones para la gente. Y entonces arribó el fin del disfrute de la estafa que se había estado llevando a cabo durante años, eufemísticamente llamada "crisis".
Entonces esto descolocó a Zapatero. Al FMI dirigido por la picarona eminencia Rodrigo Rato. A Bush. A toda Europa, a toda Asia, a Standard & Poor's, a Murdoch, a Turner, a Morgan Stanley y a la mismísima Lehman Brothers, y a cuanto fiestero quedaba en el amplio salón de la jarana y la contorsión, con la nariz llena de polvo de tiza bailando al son de los jadeos y de las últimas luces.
El gobierno del PP en dos años no ha dado ni una sola satisfacción, ni siquiera a sus votantes, por el contrario se desvanece en escándalos de corrupción que no tienen ninguna consecuencia penal para los corruptos y corruptores, pero que al parecer no les está saliendo gratis en cosecha de simpatía de la población.
Incluso ese sector del proletariado y la clase media que se creían codo a codo con los banqueros y la gran patronal por votar al PP, ya se están empezando a asquear, y eso que son de estómago muy fuerte.
Tampoco me entusiasman las soluciones que afloran a la par del odio, de la bronca, cuando estas están hirviendo. Desconfío de quien dice venir sólo para hacerme el bien, en el momento ese que asegura que su único interés en la vida, es subir a lo más alto para hacerme el bien a mi, que sólo le interesa la suerte de la gente.
Cuando el país votó en masa a la solución mágica del Partido Popular, tenían la duda de si podrían solucionar el entuerto de la mal llamada “crisis”, sin embargo tenían la total certeza, de que lo primero que iban a hacer era atentar contra todo lo que oliese a derechos de la gente común, lo que atufase a igualdad de posibilidades, lo que se pareciese a una flor.
Por eso le llamamos la corrupción del proletariado.Porque eso lo sabían bien.
En aquellos días me placía repetir que le estaba muy gradecido a ZP por su temple y por algunas cosas más, la gente me miraba como a un loco.
La gente está loca. Hoy, aunque sólo han pasado dos años, nos parece que hace una eternidad desde que están los cuervos en el poder, Zapatero es como un cuento del lejano pasado, de otra Era, un insulto, una manera de patear balones desinflados afuera; el ahora calladito José María Ansar, se percibe infinitamente más cerca gracias a sus chanchullos, sus amistades, sus enchufados de rabiosa actualidad, por las arcadas que pueden llegar a dar incluso a esa gente de estómago muy duro.
A todo esto, vale decir que el de la ceja, ni ha asumido un cargo en una eléctrica, ni en una consultora, ni en una exclusa fecal, como cada ex presidente o ex ministro tuvo a bien hacer, tiene una casa normal, su esposa sigue intentando cantar, las hijas haciendo su propio camino, y él leyendo a Borges, aunque espero que algún día, lea también "1280 almas" de Jim Thompson.