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El blog de martinguevara

San Lorenzo, de Almagro al Vaticano

13 Marzo 2018 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Argentina frizzante

Hace veinticinco años visitando Londres por primera vez, al salir de una boca de subte buscando un museo me percaté de que andaba despistado, entonces no había Google Maps ni TomTom, así que decidí parar a un viandante e incomodarlo con mi pesquisa, el buen hombre me respondió con esmero en la amabilidad y recién cuando ya me di por orientado, me preguntó ¿Perdón, de dónde es usted? -Argentino- le contesté a mi seguro servidor .

¡Ah, como Maradona!-y entonces charlamos un poco más y me recomendó más actividades que hacer por la zona.

Sonreímos mutuamente y nos despedimos estrechándonos las manos, con mucha más complicidad que rivalidad, por el fútbol y sobre todo por las tan disputadas Malvinas. Me dejó tan buen sabor en el paladar aquella experiencia, que de repente entendí la relevancia para todo pampeano mundano que representaba aquel muchacho que tras Ricardo Bochini manejaba como nadie la pelota y que lo había manifestado con meridiana claridad al mundo entero en el Mundial de México de 1986.

Hace mucho menos, el año pasado, un editor español amigo me dijo:

-¡Bueno macho, estáis casi por devolvernos la colonización, tenéis al Messías, a la reina de Holanda y al interlocutor de Dios con la humanidad!

-Sí, pero de los tres, la relevancia de uno es porque le pega de maravillas a la pelota, otra porque se casó con un príncipe,  mientras el tercero es porque desde que asumió la exclusividad de la conexión con el de la barba blanca, no sólo la Iglesia y sus feligreses, sino incluso gran número de ateos y agnósticos hemos  sentido que la institución son todos y cada uno de ellos, y no somos pocos los que pensamos que es una pena que algunos Papas no asuman con cuarenta años.

Se cumple un lustro de la elección del ex técnico químico, Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco, por el Santo de Asís, en la quinta elección, tras la renuncia de Benedicto XVI, siendo el primer Papa Jesuita y el primero del hemisferio sur. Y primer Papa simpatizante del club San Lorenzo de Almagro.

El recorrido que dieron sus pasos, los aciertos y errores a los que lo condujo su profunda conciencia humanista, conocimiento teológico y notable vocación de servicio, los aprendizajes y la concientización, comenzaron mucho tiempo atrás, en parte tomando como punto de partida las escrituras sagradas y su propia interpretación de la religión, y en gran medida también tomando como base su profundo conocimiento y particular percepción de la realidad circundante, de los problemas y las alegrías de la gente, de la vida cotidiana, el conocimiento más empírico de la de realidad más concreta, como corresponde a la tradición de los jesuitas.

En los cinco años que lleva de papado, desde el mismo inicio dio un giro de timón y fijó su residencia en la Casa de Santa María en lugar de en el habitual Palacio Apostólico, mostrando con claridad sus intenciones de no escatimar en esfuerzos a favor de los humildes, como sugiere su opción preferencial por los pobres.

En la institución más monolítica, antigua y eficaz a lo largo de la Historia tanto en sus obras de bien como en las de “nada bien”, ostenta asombrosos logros en materia de economía, finanzas, administración de la institución, comunicaciones sociales, sanidad, laicado y familia, además de tribunales eclesiásticos y derecho canónico.  Trabajó concienzudamente en la transparencia del dinero vaticano, el nexo entre la misión evangelizadora y la actividad económica, la simplificación de la burocracia.

Viene destacándose especialmente en la lucha contra males execrables a los que la Iglesia no se decidía a hacer frente, como la pedofilia y los abusos sexuales sobre menores y trabaja duramente en la divulgación de la necesidad de proteger a los menores y a los seres humanos migrantes por condiciones de vida infrahumanas como el hambre y la guerra.

Pero más allá de los logros concretos y tangibles aunque no desvinculado de ellos, Bergoglio ha devuelto, tanto para la feligresía como para el resto de habitantes del orbe, la sensación de que la Iglesia no es sólo un Estado Vaticano preocupado de sus bienes patrimoniales y su capacidad de ejercer el poder. Y aunque en un inicio pudo haber sido evaluado el perfil humilde del aspirante argentino, para recuperar la cercanía de la gente común a la Iglesia que venía perdiendo progresivamente de manera preocupante, lo cierto es que ha ido más allá, ha generado una simpatía diáfana por la  sinceridad de sus sentimientos por la humanidad.

 Y por otro lado, lo que no es menos relevante,  como ocurre con toda personalidad que cuenta en su agenda con la intención de poner en marcha cambios profundos en la conciencia a favor de los más desfavorecidos, despertó el recelo de determinados sectores del poder económico y político, tradicionalmente poco entusiastas tanto con el perfil de Francisco como con sus intenciones. Cosechando también de los extremistas de todo color y condición los menos imaginativos disparates, para los incondicionales del panteón neocon trumpista, es nada menos que "comunista",  mientras que para los acólitos de Corea del Norte, Madres de Plaza de Mayo y demás sectores de la izquierda intolerante, es un ex colaborador de la dictadura. 

Por eso en esta ocasión, además de la pequeña cuota de gratitud  que siento al ser puesto en el mapa, tal como lo hizo Maradona, siento un plus especial de orgullo, cuando en cualquier lugar del mundo, al responder la misma pregunta que me hiciera aquel viandante inglés en  Russell Square, alguien me replica:

-Argentino como el Papa

Francisco tomando mate

Francisco tomando mate

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Máquinas de coser

7 Marzo 2018 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax, #Argentina frizzante, #Cuba flash.

 

Con motivo del próximo día de la mujer trabajadora, particularmente reivindicativo en el mundo entero.

 Uno de los rasgos característicos de la primerísima sociedad post revolucionaria cubana fue la emancipación de diversos sectores sociales, parecía estarse concretando el sueño de la intelectualidad europea y latinoamericana de principios del siglo XX, obreros al poder, la creatividad sin límites, el campesinado adueñándose de la tierra, y la plena realización de la mujer en todos los terrenos sociales, mujeres milicianas, mujeres trabajadoras, la publicación de la  revista “Mujeres” de alto contenido feminista, la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el divorcio, el aborto y todo ello previo a los hippies, a la vez que los círculos intelectuales parisinos y los Beatnik de Nueva York, en el inicio de la década de los sesenta cuando el mundo casi entero era un chador para las aspiraciones de libertad de las mujeres.

Pero al igual que el resto del sueño de igualdad para todas las personas sin distinción de sexo, identidad, raza, clase social o nacionalidad, sin la más mínima discriminación, las aspiraciones   feministas, cual caprichosas veleidades también se fueron “a bolina”, al tiempo que los dirigentes fueron mostrando sus intenciones de atornillarse vitaliciamente al poder y desataron un feroz período de oscurantismo y de caza de brujas, para conseguir el efecto eterno del popper de su particular erótica del poder. Cuando la revolución se convirtió en “la Involución”, con una marcada pulsión machista.

Copyright que no le pertenece al experimento cubano, generalmente las sociedades están construidas desde la masculinidad incluso aun más que desde el machismo. Desde el simple croquis de una casa, un barrio, una calle, un revólver o una máquina de coser, concebidos desde una percepción fálica en lo estético y su esencia..

El comandante de aquella primerísima experiencia revolucionaria Ernesto “Che” Guevara, si bien bajo un prisma actual más o menos sofisticado se consideraría machista, ya que en sus convocatoritas o arengas en el fragor del combate, usaba a menudo la exhortación a la virilidad, a la hombría, pero más allá de las consideraciones sobre su accionar guerrillero e incluso ideológico, lo cierto es que en el universo de los hechos, se conducía de manera muy distinta a la percepción general hacia las mujeres en el prisma de los varones de su tiempo.

Desde muy joven en su casa tuvo la oportunidad de ver como su madre fue una mujer militante, feminista de hecho, rebelde, culta, montaba a caballo y nadaba mejor que la mayoría de los hombres, fumaba, usaba el pelo corto a lo garzón, era precisa en tiro al blanco con armas largas y cortas, y lo más importante que vio el comandante Ernesto desde chiquito, fue que su madre era con diferencia, tan o más temeraria que su padre, aun cuando este era todo un aventurero. También tenía dos hermanas portadoras de un carácter, determinación e independencia fuera de lo común, ambas se hicieron arquitectas como el padre, aunque como en todas las casas de la época, en la práctica, tanto en esa casa como en las de alrededor, las decisiones finales seguían siendo cosas de hombres y las vajillas y trapos aunque de mujeres aunque fuesen del servicio doméstico.

 

En este terreno como en varios otros él era de la convicción que cualquier grado de praxis convenía con creces que el mejor de los proselitismos. Así lo atestigua la realidad, las mujeres que tuvo Ernesto como parejas fueron mujeres de carácter fuerte, inteligentes, tendientes a la independencia no negociada, compañeras en un sentido integral, de diferentes estilos a lo largo de su vida y acorde a sus cambios pero con un rasgo común: no eran ayudantes y mucho menos sirvientes, sino que le aportaron formación. Ya fuese desde su inseparable amiga Tita Infante con quien compartía los aprendizajes de filosofía y literatura, la exiliada española Carmen González Aguilar, Carmen “ Chichina” Ferreyra quien era cualquier cosa menos una mujer sumisa, su primera esposa, compañera de lucha y su maestra en militancia, madre de primera hija, Hilda Gadea,  su primera compañera en la Sierra Maestra la campesina Zoila Rodríguez, de un gran valor y que le aportó conocimientos de la medicina popular, su segunda esposa y madre de cuatro hijos Aleida March, mujer de valor procedente de la lucha clandestina contra el régimen de Batista, así como la valerosa Tamara Bunke, conocida como Tania la Guerrillera, quien cayera en combate en Bolivia, por quien Ernesto sintiera una gran admiración y no poca atracción.

Ninguna de ellas destacadas como cocineras ni como cosedoras de calcetines.

 

Pero Ernesto Guevara partió a morir en Bolivia, en parte obedeciendo sus impulsos justicieros, en parte expelido por la avaricia de los intereses personales de sus ex compañeros, y en buena parte en la huida de las chimeneas hogareñas, donde se puede conciliar el sueño más placentero pero difícilmente provocar la fascinación de Dulcinea y la caricia de la mano materna al cráneo del hijo pródigo en su eterno vagar.

 

El vicio del poder de la cúpula cubana después de más de cincuenta años, sepultó lapidariamente toda intención inicial de aquellos sueños de reformas de los reflejos retrógrados de la sociedad que le precedía.

El sitio más propicio para la metamorfosis de la sociedad, el contorno más adecuado para toda revolución evolutiva, se reduce y a la vez eleva a uno mismo y su entorno. Si no podemos educar ni modificar nuestros más primitivos impulsos en el reducto de ese ineludible ámbito

¿Qué experiencia y autoridad moral se supone nos asistiría en su aplicación a gran escala?

 

 

Ernesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre
Ernesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul SartreErnesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre

Ernesto Guevara con Hilda Gadea, con su madre Celia de la Serna y con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre

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A traición

4 Marzo 2018 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba flash.

Mi hijo mayor hace unos diez o doce años tuvo un accidente de una gravedad extrema en Marianao, La Habana, conduciendo un automóvil alquilado por unos días en que había regresado a pasar unas vacaciones a su barrio desde Europa donde vivía y vive actualmente.
Tomé un avión el mismo día que me avisaron desde la isla, la cosa no pintaba demasiado bien. En el aeropuerto me encontré una prima que había venido a hacer actos y dar charlas sobre nuestro célebre pariente común. Ella regresaba a su casa, yo volaba a ver a mi hijo tendido en la habitación del Hospital Militar de Marianao, y a encontrarme con el país al que tras tomarle un cariño especial después de un rechazo inicial, tuve que abandonar porque lo decidieron entre mi familia y el Consejo de Estado. Todavía yo no había empezado a escribir artículos manifestando mi postura frente a la dictadura cubana, por ende aún no había sido del todo fumigado por el oportunismo familiar, aunque desde siempre era considerado lumpen y "no afecto", cuando curiosamente llevaba lustros siendo el único que vivía con humildad y exclusivamente de mi trabajo.
Conversamos las cosas equivalentes al estado del tiempo que solían charlar los ingleses a la hora del té, me mostró fotos de sus crías, y yo le comenté porque viajaba. 
En el aeropuerto me esperaba otro pariente, intimo amigo de toda la vida, nos abrazamos, olí el almizcle y respiré ese aire cargado de aromas de flores, plantas y humo de los tubos de escapes viejos que al olerlo me doy cuenta cuanto los extraño y a cuantas emociones me remite, me preguntó a donde me llevaba, fuimos a dejar las maletas a la casa en que me quedaría esos días y de ahí al hospital.
Una vez en el hospital habiendo estado delante de mi hijo en un estado verdaderamente crítico, en los hospitales que no eran para los familiares de los dirigentes no había casi nada, y ese el destinado a los militares de graduación media y baja, o sea que estaba entre medias. Mi hijo ya se había ido a vivir afuera de la isla y yo era desde hacía años considerado "desafecto", así que se quedaría en el Hospital militar, ni siquiera intentamos moverlo de allí a uno de parientes de la aristocracia revolucionaria. La madre de mi hijo, me comentó que el médico le había pedido que “resolviéramos” una cánula porque no tenían en el hospital
Todos los días su madre, que había viajado con él a Cuba, gastaba una buena cantidad de dinero y tiempo en conseguir regalos para las enfermeras, los médicos, los conserjes, incluso para que lo cambiasen de habitación cuando entraba en la suya un herido a machetazos o a puñaladas, tras una gresca grupal o familiar, ya que muchas veces por la madrugada llegaban bandas con el cometido de liquidar el trabajo o que no había podido ser concluido en la calle. No era un buen ambiente donde reponerse de una operación al cráneo. 
Las noches las pasábamos conversando y haciendo chistes, mientras nos turnábamos para vigilarlo, echarle un ojo, en esas circunstancias la vida de una persona depende tanto de la atención profesional como de la energía que desprende el apoyo de los afectos que reciba en su recuperación. Los familiares de los ingresados de fuera de La Habana estaban en condiciones deplorables, en el suelo, sin comida, sin lugar para ducharse. Nosotros no, la familia de mi hijo vivía en una desvencijada mansión del elegante barrio de Miramar, el cual estaba también la casa donde yo me quedaba a dormir, además teníamos algo que en el capitalismo, el feudalismo y el socialismo supone un bálsamo: efectivo contante y sonante.
Llamé a mi pariente para pedirle la cánula, el médico también había sugerido que resolviésemos unas placas para soldar su mandíbula, hilo de coser, gasa, y varias cosas más. La prima mencionada me dijo que vería donde la podía encontrar, pero que el médico supiese que el Comandante había dado la orden en todos los hospitales de que nadie podía pedir nada afuera, y entonces le dije que como se le ocurría que le iba a meter esa muela al médico que estaba haciendo lo que podía por salvar a mi hijo, le dije que me ayudase si podía y si no yo buscaría por otro lugar, pero sin esa descarga. 
Me dijo que sí.
Al día siguiente, cuando llegué al Hospital con la cánula que previamente había pasado a buscar por la casa de mi pariente, la madre de mi primer hijo tenía el semblante pálido, adusto, rígido, justo cuando iba a preguntarle por qué, ella me llamó aparte:
-Martín ¿ tú hiciste o dijiste algo a alguien del médico que lo comprometiese? 
Me quedé lívido pensando y no encontré nada en mi memoria hasta que caí en la cuenta de lo que había pasado. No me acordaba de donde estaba precisamente. Le di la cánula que era un tamaño mayor, y le conté como la había conseguido, entonces me dijo que el médico repentinamente no quería nada de afuera, ni las placas para soldar al mandíbula, ni la cánula, ni la gasa, ni regalos. Estaba aterrado.
No me lo podía creer, quise dejar lugar a la duda.
Mi hijo salió de aquella, volvió a nacer.
Hace pocos días, en una de las visitas que le hago en su hábitat actual en una isla española bañada por el sol y la arena casi como su bella y fatídica Habana, me hizo una confidencia de la que yo había escuchado una vez, hace mucho tiempo, un cierto murmullo procedente de un tío que también se quedó viviendo en la isla de la Involución, pero a lo que no había querido dar mayor relevancia.
Me contó que cuando tenía la sensible edad de 15 o 16 años, fue a una fiesta acompañado precisamente de ese tío, en la cual se festejaba el cumpleaños de una hija de mi pariente de la cánula, la fiesta era en un lugar ni privado ni público, conocido como el Cristino Naranjo en Miramar, y cuando llegaron a la entrada, mi pariente en persona dijo que mi tío podía entrar, pero su acompañante no, mi tío le explicó que se trataba de mi hijo, y ella taxativamente dijo: 
-No, ese no es de familia revolucionaria.
Cuando me contó esto, el estómago se me encogió, el alma en un instante se me secó, sentí que toda la soledad que yo había padecido a causa de mis actos, de mi responsabilidad, se la habían hecho sentir sin la más mínima razón ni compasión a un muchachito que empezaba a incorporarse a la vida adulta, le habían hecho sentir ese vacío, ese desaire, esa crueldad gratuita; como dicen los españoles: ese feo. 
Pensé largo y tendido si tener una plática epistolar o mandarla a hacer todas la puñetas que tiene pendientes de hacerse. 
En ese momento pensé que en la vida siempre hay una de cal por otra de arena, un hermano de esa pariente, durante los años en que yo no pude o no era capaz de ocuparme de mi hijo, él lo iba a visitar, se preocupó porque mi hijo tuviese un familiar mío  cerca, porque supiese de donde venía por mi parte. 
Fue él quien me esperó en el aeropuerto y me llevó al hospital la noche que llegué, y también me llevó el último día al hospital y de ahí al aeropuerto. 
Entre el asco que me produce una actitud y la ternura de la otra, siempre elegí por esta segunda. Pero hoy sentí que debía contar esta crueldad innecesaria que una persona abyecta le hizo a mi hijo, que él se guardó tanto tiempo y que le supuso sentirse menospreciado frente a otros parientes en la isla donde hay más castas sociales qu en la propia India, seres infinitamente menos valiosos que él como persona; por ende esto no es literatura, no es narrativa, no está ni bien ni mal escrito, como en la foto de un crimen, sólo es necesario que esté nítido y diáfano. Un vomito incontenible.

A traición
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