Bistec de tiñosa
Hoy muchos que llevan viviendo varios años fuera de Cuba, critican a los pobres diablos atrapados dentro de la isla que están hasta la coronilla de las necesidades, de lemas y de "teques" de un lado y otro, cansados de sudar, de dar pedales, de ir colgados en las guaguas, de los treinta y dos grados de calor con noventa y nueve de humedad con mosquitos y sin aire acondicionado, sin batido de mango, coca cola fría, ni ventilador.
A los que están hasta el gorro de aguantar las muelas de los dinosaurios que los gobiernan dentro y de las promesas de los camajanes que llevan sesenta y tres años liberándolos a bordo de sus GMC del otro lado del mar.
Los que están hasta la misma cabeza del guanajo de comer picadillo de sucedáneos de animales, hamburguesas de marciano, jamonada de tiñosa, tomar infusión de chícharos molidos, beber agua azúcar, chispa de tren y gualfarina, de no chocar con un bistec en condiciones, con un bistec como es debido, con un bistec que rumie, que emita mugidos, que esté tan fresco que se lo pueda ordeñar por la mañana antes de comerlo aporreado con ajito, limón y cebolla comprada en la tienda de la esquina y no pugilateada tras horas de pedaleo con la jaba bajo brazo, en lo de Fefa o en lo de Felo.
Los que están hasta la cabeza de la jicotea de caminar y caminar y no encontrar nada que hacer, cansados de un periódico de dos hojas, de las empresas estatales que sobre cumplen la norma, del hambre, la miseria y la explotación en el capitalismo según la profesora de filosofía marxista y el canal seis, de ser los hijos de Martí de Maceo de Máximo Gómez de Camilo y Che, están hasta el dedo gordo del pie de pagar con la pérdida de ilusiones permanente, con la desaparición de los sueños, de los proyectos, de los planes de futuro, de la necesidad de creer que algún día, algo, aunque sea remoto e improbable, pasará en sus vidas, y que saldrá agua de la pila por la mañana y habrá olor a pasta de dientes en los baños, champú en las bañeras, perfume en las cómodas, olor a café con leche buena en la mañana, a pan con mantequilla y mermelada, a ropa lavada en lavadora con jabón antialérgico, que el escaparate no llorará por la oscuridad y por el sometimiento a la terrorífica soledad de su único par de zapatos y su pitusa relegado al rincón, al ostracismo de sus vestidos enmohecidos.
Ahora hay quien critica a estos pobres diablos por querer ponerse un par de zapatos de la moda, de querer consultar internet y sentirse un rato en la ficción de nadar si bien no navegar, por la órbita mundial, de especular con un billetico en el bolsillo frente a una niña que de ordinario seria sólo para disfrute “yuma”, hay quien los critica por no salir a luchar contra las FAR, contra el MINIINT y contra el G2 y en cambio disfrutar de las migajas de lo que les pueda llevar ese halo, esa brizna, ese ápice de fantasía de estar en la única forma de libertad a la que nos han empujado, la negación de la educación y los valores, del desprecio a la ética, al tufo de la moral, en beneficio del ejercicio del gozo perpetuo y la desconfianza eterna.
Hay quien los condena por no hacer lo que nadie hizo en los sesenta y tantos años que dura la lobotomía del consciente colectivo cubano, y los critican como si nosotros no hubiésemos soñado estar afuera, en cualquier supermercado, en cualquier aeropuerto frente a una variedad de colores, de olores, de marcas, de precios, como si ninguno nosotros le hubiésemos dado a familiares que viajasen o que viviesen afuera, nuestra talla de pantalones y la plantilla del pie para que no olvidasen llevarnos flamantes pitusas y popis con etiqueta claramento no búlgara ni rusa, como si no hubiésemos fotografiado con la cámara analógica el primer bistec, el primer automóvil, la primera muda de ropa nueva entera, más representativa de la Libertad que todas las palomas blancas, los clarines sonoros, las cadenas rotas y las bayonetas alzadas de cada himno y cada escudo, que sometidos al escrutinio del tiempo a duras penas, sólo se muestran capaces de llegar al pie de la puerta automática del centro comercial más cercano, implorando un vaso gigante de Cherry Coke Zero...light on the Ice. Ligero como el vuelo del aura tiñosa y torcido como su pico carroñero
Cuervo loco
El ocho de Mayo de 1945 mientras Alemania ofrecía su rendición y con ello se declaraba el fin de la Segunda Guerra Mundial, miles de personas morían aún producto de las bombas arrojadas por aviones que ya habían partido con la orden de bombardear, soldados que aún cumplían las órdenes de luchar, nazis que todavía estaban a cargo de infelices moribundos a los que debían asesinar y que no conocían las últimas novedades.
En las guerras anteriores esto ocurría exponencialmente, a veces tardaban días las tropas en conocer la orden del fin de las hostilidades y continuaban lidiando en batallas sangrientas en las cuales morían miles de personas en tiempos que técnicamente, ya eran de paz, incluso hoy con toda la tecnología que nos narcotiza, si se detiene de repente una guerra se le puede avisar en el instante a los aviones, morteros, barcos, batallones, pero las bombas, los misiles o las balas ya disparadas continuarían hasta su destino final de carne, hueso y cal.
Hoy al despertarme apagué primero el ventilador, encendí luego la música de una lista de blues de Spotify y atravesé el pequeño salón de mi reducido pero coqueto apartamento de estudiante lascivo con el fin de hacerme desayunos lavarme cara boca y nudillos ( es que soñé que ganaba en una pelea a muerte de Kung Fu) y de repente me percaté que en el aire continuaba una estela del viento reciclado que el ventilador había estado dispensando toda la noche y los blues, si bien ya desperezaban los acordes de sus doce compases, también era notable la catarata de silencio que los acompañaba de manera predominante, el ruido del silencio convertido en macho alfa rabiando contra el residuo del viento artificial y los punteos iniciales de "Three O'clock in the morning".
Continué mi camino a la cocina asombrado por el fenómeno, abrí la nevera para sacar la leche de avena y el viento despeinó aún más mi cabellera matutina y los punteos ya reñían de manera ostensible con el silencio, casi parecía una pieza sublime por la variación en la sonoridad de las cuerdas, aún cuando conservaban los acordes de la pieza original, el sonido era totalmente distinto, donde habitualmente se escuchaba el tañer del mástil ahora aparecía un ruido apagado, hueco, terminal, ahogado, y allí cuando normalmente se había escuchado una acorde agudo descendía en barrena con un eco bajo, grave, emparedado.
No admití estar asustado pero lo estaba, puse el agua calentar sin mirar atrás, abrí la ventana de la cocina, en el suelo había pequeñas manchas de aceite que habían dejado unos trocitos de cebolla asada la noche anterior, me agaché a limpiarlas con un trapo empapado de agua hervida y pretendí que con esa ocupación doméstica desaparecerían los efectos tardíos del viento del silencio, pero no habían hecho más que comenzar. Salí de la cocina camino al baño sin ocultar ya mi alarma, hice una parada antes para cerciorarme de que el ventilador estaba apagado y de que la aplicación musical funcionaba bien, en efecto, todo eso estaba en orden, pero el viento no cesaba de crecer en su ímpetu y el silencio de ir ocupando espacios, que nunca antes había conquistado, abrí las ventanas y no llegaban sonidos del exterior excepto el esfuerzo de un córvido que estaba logrando atravesar nuevamente la cerca anti pájaros de mi edificio, de regreso al aire libre, pero todos los demás sonidos habituales, casi permanentes, habían dejado lugar a los acordes confusos de un blues irreconocible, aunque aún bello. El soplo cada vez más fuerte del viento carecía de sonido, cerré la ventana para asegurarme que los objetos que comenzaban a perder su equilibrio por la ventolera, permaneciesen flotantes, no enraizados, en casa y me dirigí al baño a duras penas, tuve que lavarme los dientes en medio de un ciclón silencioso, en un caos sedado.
Con el susto creciendo en el cuerpo abrí la ventana del baño que da a la otra cara del apartamento, entonces escuché ladrar al chihuahua de mi vecina, un golpe de sol barrió el fresco de mi cara, se escuchaba clara la voz y la guitarra de BB King, y para cerciorarme llamé con un silbido a la vecina que de inmediato acudió y sonriendo me preguntó:
-¿A dónde vas con esos pelos?
La saludé pero no hablé demasiado porque tenía la voz entrecortada, le dije que después nos veríamos y volví a cruzar el apartamento coqueto de soltero libidinoso hacia el otro lado, abrí la ventana y ahí estaban todos los sonidos de la calle, ya no había viento, el blues sonaba limpio, y el pájaro había dejado de aletear rindiéndose a su suerte. Regresé a la cocina donde ya no soplaba el viento ni había manchas de aceite y tomé con prisa la escoba, fui a la ventana más cercana a donde estaba el córvido resignado, extendí la escoba y le di unos suaves pero decididos golpecitos con la parte de los pelos de la escoba al trasero del ave atrapada, hasta que entre mi utensilio y su renovado aleteo, no sé si merced de haber percibido la cercanía de la salvación o por terror a mis intenciones envidiosas propias de todo ser no volador, el pájaro, seguramente con su lección bien aprendida, salió despedido hacia el sol creando un contraste extremo entre su negro bruñido y el resplandor de Agosto.
Entonces regresé a la ventana del lado de mi vecina con una brisa cálida en la nuca y los estertores de Three O'clock in the morning y, tras silbar para que se asomase, le dije en respuesta a su pregunta:
-Nada, es que soñé que peleaba Kung fú en el final de una guerra, y desperté de repente para evitar daños innecesarios en este páramo de virtudes, armonía y aire fresco- y me respondió:
- Vale, pero péinate que pareces un cuervo loco.
El trencito
Ocurrió todo junto.
Ya hace unos pocos años conecté por una red social con un amigo de la infancia de antes de ser arrancado de mi Argentina a la que nunca jamás regresé ni podré regresar, pero que también, en contrapartida, permanece incorruptible, impertérrita en mi interior, que al fin y al cabo, es lo más cercano a lo que aspiramos sea "la realidad".
Todo la ópera bufa posterior, la referencia a ese país de presos, de muertos y torturas, el retorno frustrado, el re-regreso para bucear en lo profundo de la oquedad donde un intersticio señalado, entre las heces de su intestino ofrecía un suspiro hecho senda, a contraluz, como único camino para llegar al fondo de mi esencia en este rarísimo cúmulo de laberintos llamado vida, y al confín del castigo por haber supeditado mi escuela, mis amigos, mi camino, mi timidez, mi playa, mi ciudad, mis chicles y mis chocolates, a anhelos ajenos, de manera tan temprana y abrupta.
Raul, que junto a Juan Martín y Silvina eran mis queridos amigos que me fueron a despedir y a soplar las velitas de la torta de mi décimo cumpleaños en la estación de Retiro, el 3 de Mayo de 1973, cuando abandonamos para siempre mi único nido, mi ultima cueva, montados en un precioso tren de camarotes rumbo a la Cordillera de los Andes, para perdernos tras las bambalinas para ensayar una mediocre tragicomedia hasta que la sala, llena de almas y sombras, diese el visto bueno para irrumpir bajo las luces con una instalación inmóvil, hierática: el musical de la putrefacción.
En ese momento me alegré de volver a saber de mi amigo de aquel lejano adiós, mi madre había guardado una foto donde hacíamos un trencito jugando frente a mi casa en la calle Hipólito Yrigoyen. Ayer Raul, puso en las redes una foto de su participación en el maratón de Boston, el mismo en que años atrás fue protagonista de un terrible atentado con bomba contra los corredores. De repente como si volviese de alguna manera a aquella acera a engancharme con las manos en la cadera de uno de mis amigos y sentir a otro detrás para a dar pasos acompasados haciendo sonar un pito de locomotora, me situase en el barrio de Florida, y transformase aquella despedida de la estación Retiro a punto de abordar el tren en solo una ilusión onírica, constituida en capítulos de despertares y pesadillas que nunca tuvieron lugar más que tras esas bambalinas, donde entonces, se ensayó un pelmazo de drama.
Mi amigo Raulito, con mi misma edad corre 42 kilómetros en Boston, fue como un pellizco en la carne blanda del antebrazo, entonces no había soñado, el mundo existe, la gente puede ganar, mis amigos son de carne y de metal como lo eran en aquel trencito, entonces las cosas de la vida no fueron en vano, mi amor a mi Cocosito está en un cajón y el dueño del kiosco al que le robé un manojo de chicles Bazooka sigue corriendo detrás de la esquina.
Un instante, solo un instante me recorrió la existencia, Raul cubriendo la maratón de Boston, me comentó que también estuvo el día del bombazo, en ese ínfima charla por internet sentí que volvía a hablar, a vivir de verdad, que saltaba de los tablones de aquel escenario y regresaba a mi vereda. Unos minutos más tarde leí el artículo de Clarín que el otro día, previo disculparse con genuina modestia, puso en esta red, sobre la empresa de los viejos que claro, cuando creció, pasó a gestionarla él, que construye esas formidables ventanillas, baúles de coches, y otras autopartes con una dedicación y detalle tal, que Toyota puso de ejemplo de perfección austral, dándome de propina un orgullo firme por algo de mi país que fuese más allá del fútbol y la pizza de Güerrin, la literatura, el olor a la boca de subte, el pebete de salame y las latas de galletitas de los almacenes viejos. Sobre el final del artículo leí que también la empresa de Raul produce autopartes para ferrocarril, acaso gracias a un enganche salido de su fábrica, mágico pero tan real como medio siglo, pude subirme nuevamente a ese vagón de camarotes, con las manos ocupadas de regalos, la barriga atestada de torta de chocolate pero no en dirección a la cordillera, sino de vuelta a casa, a la vereda donde enganchan los vagones nuestro trencito. Y toda aquella sal de lágrimas se transformó en una sonrisa, desde adentro, desde el interior, que no es otra cosa que lo que llamamos realidad.
La Habana en ruinas
Cuando uno piensa en la calidad, riqueza, creatividad y progreso que caracterizaban a La Habana y como está ahora, salta como una evidencia que tuvo que intervenir cierta voluntad de deteriorarla, de presentarla como una ruina,. Esa Habana de los colonialistas españoles y después de los capitalistas criollos sumado a los estadounidenses, debía quedar corroída, no pulverizada, destruida, como lo haría una bomba o toneladas de dinamita, sino como lo consigue el paso de milenios, como si fuese Agrigento, el Partenón o el Foro Romano, pero con gente viviendo en su interior, para que pueda apreciarse la degradación, el vacío, la ropa interior sucia y derroída del glamour.
Con el paso del tiempo y el conocimiento de la psique de algunos de los principales dirigentes, nos asiste el derecho a preguntarnos si habría habido una voluntad expresa de apresurar tal deterioro a merced de una inquina consciente o inconsciente de parte de Fidel Guarapo Castro, por su condición de "guajirito" en La Habana en sus años púberes de estudiante, una capital siempre despectiva con el inmigrante del interior, aun con mayor ahínco a los naturales de la provincia de Oriente, por la competencia histórica de si el derecho a ser capital, atendiendo a los méritos, le correspondería más a La Habana o a Santiago de Cuba, ciudad que por ejemplo, a razón de la riña del sentido estético colectivista con el refinamiento clasista, tampoco fue agraciada con nuevos barrios o edificios coquetos, pero ni de cerca padeció el abandono extremo con que se ensañó la abulia revolucionaria en la capital. No fue producto exclusivo de la desidia burocrática, la haraganería socialista, o el bloqueo económico, ya que el exclusivo Biltmore, actual barrio Siboney, donde se mudaron los dirigentes revolucionarios de máximo rango y de menor escrúpulos, no sólo no se deterioró sino que se ha visto incrementado en cuidados y servicios. Cabe pensar que Camilo no habría permitido que se llegase a tal nivel de degradación.
De otra manera es imposible entender semejante éxito en el atentado a una de las ciudades más bellas e incomprensibles no sólo en el Caribe, sino en toda América incluyendo el norte y el cono sur.
Inaudito, pero no inédito en la historia de la humanidad, que por un rencor remoto que puede tener origen en abusos del pasado, en ocasiones, de manera obtusa, los sectores marginados de esa opulencia se han tomado la venganza con las obras de arte arquitectónicas. Como cuando Marx advertía que los incipientes obreros de la industria, solucionaban sus diferencias con el patrón atentando contra las máquinas, en lugar de utilizarlas en su favor.
Esta decrepitud está quedando inmortalizada en fotografías en blanco y negro que la presentan como la belleza de la decadencia, como las de Richard Avedon de los rednecks estadounidenses o las de los "garimpeiros" en las minas de oro de Sebastiao Salgado. La mayoría de estos fotografos son turistas o profesionales, simpatizantes de la revolución a distancia, que la defienden en sus países a voz en cuello, en la sobremesa de un asado que reúne la cantidad de carne que diez numerosas familias cubanas, no llegarán a ver, ni siquiera a imaginar, a lo largo de su vida.
Creo que aun sin tenerlo muy claro, Fidel Guarapo sentía una gran atracción seducido por esa capital bella y rica, tan profunda como el rencor que profesaba hacia ella, por la poca correspondencia en el amor que le había mostrado en el pasado.
Más o menos lo mismo que le pasaba con los Estados Unidos.
Bizarro IV- Fósforos cuchi cuchi
La cajita de fósforos
Una querida amiga estaba de visita en casa la semana pasada y en un momento que intentábamos entrar en una determinada página web, el sistema me re direccionó a otra página en la que aparecían exuberancias y voluptuosidades poco destacables por su discreción, al instante apresuré el mouse buscando abandonar una situación embarazosa que podía revelar alguno de mis suplementos en más de una medianoche impía, acompañando la prisa con excusas típicas de mal perdedor, ya que no hacia falta explicar nada, todo el pescado estaba vendido, pero aún así es comprensible que el chorro de sangre que sube por las mejillas, exhorte aunque sea a un tímido intento de nobleza exculpatoria.
Luego ingresamos a la página que queríamos entrar en un inicio, mientras nos reímos de como a veces aquellos auxilios binarios al llamado del "mantecado celestial", cobran vida propia y deciden presentarse según sus propios criterios y decisiones.
Más tarde mientras íbamos a un pueblo típico del campo, mi querida y bella amiga empezó a comentarme, advirtiéndome que lo hacía sin acritud, que un amigo gay le contó que cuando quería ver una película porno para encender su cacerola, no veía películas gays, sino heterosexuales, y concluía que todos los que ven películas porno, en lugar de calentarse con la cajita que guarda los fósforos se deleitan, consciente o inconscientemente, con la imagen de los fósforos; o sea que todo aquel que le concede unos minutos al séptimo arte del desenfado, alberga un gay agazapado, perdido en el subconsciente por el batallador embutido de tendones y venas, que todo aquél que se deja llevar por esas imágenes jadeantes, cadenciosas, lujuriosas de hembras insaciables que socorren las fantasías provenientes del nido del marote, en realidad no miran la cajita, sino que miran el fósforo.
No le veía demasiado sentido a tal sentencia aunque tampoco la encontré descabellada del todo, pero en lugar de oponer mi criterio me sentí invitado a contarle como desde hacía relativamente poco, en mi edad, había descubierto una forma de satisfacción gracias a las computadoras y la red que mezclaba la comunicación con partenaires de verdad con fantasías espontáneas guardadas en los tupperware de las babas contenidas, y me di cuenta que por primera vez hablaba de esta práctica, los "pali-pajas", o "paji-palos" como los bauticé al notar que la mitad de ellos aproximadamente, eran auténticos actos sexuales llevados a cabo por una pareja, toda vez que cuando llamamos acto sexual, incluyamos también ese altísimo porcentaje de ojos cerrados, imágenes complementarias recorriendo el iris resguardado por los párpados, ora de la vecina, la suegra o la compañera de trabajo, y la otra mitad compuesta de pura fantasía y autosatisfacción.
La primera vez, como casi todo, empezó por casualidad en uno de esos chats: "te mando un beso, pero mis besos son traviesos y por más que los mande a la mejilla a veces se escapan por el cuello, el escote, o las caderas, en fin, tú discúlpalo" y luego rematando el mensajito con un precavido: "jaja", para recibir a continuación la respuesta: "jajaja"- La cama lista y el champán servido. De ahí pasó a: "como me gustaría hacerte esto por aquí" o "lo otro por allá" y del trote al galope y de ahí al desboque, dando rienda suelta a los "que rico, que sabroso, mima, papi, toma, dame" y la mar en bote.
Fui perfeccionando mis técnicas de captación, y así surgieron como en la vida real, casos en que debí cortar apenas empezados, siendo los menos habituales porque la decisión de lanzarse generalmente es algo consensuado mediante refinadas señales improvisadas pero muy concretas, lo cual no obsta para que de vez en cuando el radar pueda errar una señal o que aun habiendo sido confiable, la jugadora se deje llevar por cierto pudor de última hora, pero en general se sucedieron una retahíla de partidos de este novedoso juego lascivo y creativo a la vez.
No hay reglas, solo una sugerencia planteada por el sentido común, es mejor que los jugadores no se conozcan para permitirse imaginar el olor perfecto, el aliento, la voz, la piel y poder siempre cuadrar los atributos con las preferencias en cuanto a forma, textura y volumen.
Sólo debo decir para quienes puedan sospechar que el ejercicio virtual puede ir en detrimento del presencial, que nada hay más erróneo, no es supletoria ni excluyente, sino complementaria.
Durante la época más álgida de las refriegas virtuales fue también cuando más empujado me sentí a vivir relaciones presenciales esporádicas. Ambas con gran respeto, pero sin inhibiciones ni tupperwares que retornen cerrados a la nevera, disfrutando de ese casi único capital que la edad nos declina: saber lo que nos interesa y lo que no, e ir a por ello sin pruritos.
Llegamos al pueblo con la boca seca y los patitos alborotados.
De modo que si las preferencias de repente se ven invadidas en las fantasías por sujetos y objetos extraños, bienvenidos sean. Lo que no mata, ni engorda, hace cuchi cuchi dentro de la cajita.
Lucio y Fernando, victimas de la grieta
Es curiosa la batalla subrepticia que se presenta en el ámbito de la "grieta" argentina entre los casos del infanticidio por parte de las madres del niñito Lucio Dupuy motivado por "odio de género", y la masacre por parte de un grupo de rugbiers a Fernando Bàez Sosa, incitado por el "odio de clase".
Ambos crímenes son aberrantes, el de las madres ala criatura es perturbador por lo escabroso e infernal de los detalles, y el de Fernando es particularmente doloroso por el ensañamiento Goldwiniano (del Señor de las moscas) con el más débil, tanto en fuerza, como en posición social.
Los que están hartos del discurso hegemónico y sexista de un feminismo tan tóxico como anti igualitario, expresan de manera superlativa su profunda indignación por el crimen de las madres con su hijito, y los que están hasta la coronilla de la estigmatización social, racial, de los sectores históricamente sometidos, al poder esclavista primero, luego al latifundio y más tarde a la gran patronal, relegados a malvivir con las sobras de la población aceptada para convivir en los aledaños al palacio, es decir, blancos sobre toda otra mezcla de razas, toman partido hiperbólico por la ciertamente ejemplar familia inmigrante paraguaya del humilde Fernando.
Ambos piden la picota o la hoguera en la plaza pública para los asesinos que identifican como “los de la vereda de enfrente” en su vida cotidiana, ya que por ambas víctimas, en realidad, todos de cualquier clase social sienten idéntica compasión. Uno, un niñito de cinco años, y el otro un joven sano y lleno de alegría de una familia trabajadora y llena de valores. En cuanto a las victimas no hay discusión, sí la hay en cuanto a lo que representan los victimarios en el imaginario de los extremos de esta grieta. Lo cual hace absolutamente imposible cualquier análisis sosegado, equilibrado. sin la intervención de un sesgo ni siquiera de clases, ni siquiera ideológico, sino únicamente de una poco nítida percepción socio cultural, que tiene origen en la realidad, pero ya tan aderezada de todo tipo de condimentos emocionales, que no hay manera de abordarla desde esas posiciones con un mínimo de seriedad.
Ojalá sea abolido más temprano que tarde, el criterio de castigo y venganza institucional que cristaliza en un tiempo de reclusión en prisión, pero mientras tanto, que sean en exclusiva los jueces y la fría y ciega Lustitia quienes determinen el peso de la hoja de la guillotina.
Involución novedosa y vieja revolución
La serie de escritos Bizarros, constituye una reacción a esta corriente de desonfianza no solo de los hombres, sino de las mujeres y su libertad a experimentar con soltura todas las posibilidades de la líbido. El erotismo.
Antes de que se consiga crear un mundo donde sea condenado toda mirada o gesto de llamado a los fluidos más naturales y ancestrales de la especie, no solo una condena conceptual que ya es grave, sino sentencias susceptibles de décadas de prisión, debemos analizar cada rincón del problema para allí donde esté reinfectando lo que costó siglos sanar, detenerlo, cada uno con sus rudimentos, en el caso de "Biizarro", es la palabra.
Hay que mostrar que la mujer y el hombre luchamos unidos para unas libertades sexuales, de disfrute hedonista, lúdico, fuera de la alienación de la cadena de producción y de los prejuicios monacales atávicos que hoy retornan disfrazados de conquistas, y no son más que anacronismos que vuelven a atentar contra la libertad, el gozo y el goce, en el sentido de satisfacción pulsional lacaniano, o de economía política en la satisfacción de la pulsión freudiana.
Está comprobado a lo largo de la historia que si bien la vida se abre paso en cualquier ámbito, los códigos de comportamiento y conducta aplicados desde el poder represor, pueden generar atrofias, parafilias, perversiones, perturbaciones que duren siglos. Es nuestro deber interceder en nombre de la convivencia, de la concordia, de la libertad, del placer, del progreso y la salud mental para dtener esta aberración.
De ahí que quizás alguien encuentre fuerte un relato bizarro contrastado con la corrección política hierática que hoy nos imponen con camisa de fuerza, pero en estos pasajes lo que refulge es la fuerza del deseo, la virtud del acuerdo, el poder de la decisión conjunta, más allá del vocabulario que se usase, en estas historias hay una narrativa de felicidad conjunta, colectiva, importada quien sabe si de los hippies, de los beatniks, de la gauche divine, de la izquierda caviar francesa, o sencillamente de la constatación del poder transformador y revitalizante de la lascivia empírica, de la ruptura de límites y el respeto del otro, a la hora de satisfacer el deseo. Una libertad que incluya la lectura y comprensión de tratados de un aparente alto contenido en misandría como "Hombres, los odio" de Pauline Harmange, o los cuentos Bizarros, precisamente como antídoto al triunfo de la misoginia o la misandría como rectores de la moral contemporánea.
Camaleón Guarapo
Un debate que sostuve con un coocido me está llevando a hacer un pequeño recordatorio sobre el trayecto de Guarapo Castro Ruz como líder la revolución cubana, desde su triunfo.
Primero juró que no era comunista, que su intención era instaurar una Constitución como la de 1940. Con la visita de Mikoyán se disipaban dudas de la inclinación de Cuba al campo socialista, tampoco la división maniquea del mundo en aquellos años dejaba muchas opciones.
En 1961 declara el carácter Socialista de la Revolución Cubana y su alineamiento con el campo socialista o segundo mundo, y comienza una estrecha relación de dependencia político comercial con la metrópoli de los mamuts congelados. Al año siguiente, en octubre se produce la Crisis de los Misiles, que tuvo al mundo en vilo al borde de una tercera Guerra Mundial.
Guarapo estaba dispuesto a todo, no es que quisiese disparar los misiles, porque sabido es que morir no era lo suyo, lo demostró llegando en las más pésimas condiciones la final de sus día sen vez de dejarse ir con dignidad antes del babero y el pañal, pero si tenía que mandar a dispararlo desde su búnker no tenía problemas.
La Revolución cubana era Internacionalista, mucho más que la soviética de entonces, Cuba adiestraba guerrilleros de toda América, y tal como declaró el ínclito pariente, deseaba crear "Uno, dos, tres Vietnam" . Guarapo tenía el firme deseo, el sueño de ser el Mariscal de la Gran Revolución Latinoamericana, para lo cual no debía escatimarse derramamiento de sangre ni dolor ajeno alguno.
Al cabo de las campañas fallidas de todas la guerrillas del Cono Sur de América Latina, y con los golpes militares de ultraderecha financiados e impulsados por el gobierno de EEUU en manos de Richard Nixon y la capacitación de la CIA, Guarapo , ni lento ni perezoso cambia totalmente de rasgos identitarios, comienza a usar traje militar pero de gala con corbata. Al regreso de las democracias, ninguna de izquierda al Cono Sur, se mete en el debate de la deuda externa como un demócrata más, llama a Frei Beto para suavizar su imagen en un libro donde se presenta como un cristiano de profundos principios jesuitas, llama a Gianni Miná y hace lo propio difundiendo una imagen ecologista. Que dicho sea de paso, desde Pinar del Río hasta Guanahacabibes es cierto que la conservación de la naturaleza es excepcional pero no resultado de una política ecologista sino por la dejadez y abandono de todo, como en toda la isla donde empezaron a crecer plantas donde hacia siglos no habíajn salido, aparecer especies y sub especies de flora y fauna)
Ante la vista del mundo aparece un casi angelito Guarapo Castro. De hecho tiene un hermano mayor llamado Ángel que llevaba una vaquería y el desarrollo de producción de leche y carne, y se apropia de ello dando a entender que la excepcional vaca "Ubre Blanca" que daba más de cien litros de leche llegando una vez a ciento veinte entre los ordeñes matutino y vespertino, fue un invento suyo, Así como se atribuyó la cerveza Hatuey de 18º que parecía casi un ron, se atribuyó pasajes de libros de García Márquez, frases plagiadas, más tarde la recuperación de la flora en los mogotes de Pinar del Río, la distribución de ollas arroceras, la "bicicletización" de la sociedad "como en Holanda" decía, no como en Vietnam, el quimbombó que resbala pa’ la yuca seca y la cabeza de su....moringa!
Invocaba la muerte con frecuencia en sus incansables frases bravas ¡Patria o Muerte! y ¡Socialismo o Muerte! pero nadie hizo más por estirar sus días hasta la última brizna de aire que sus pulmones pudiesen sostener, al costo que fuese.
Guarapo fue anti comunista, ortodoxo, anti ortodoxo, comunista, guerrerista armamentista y belicista, pacifista, ateo marxista leninista, martiano y cristiano juesuita, homofobo acérrimo, machista de manual, recibió a los más grandes revolucionarios, a los deportistas, a los empresarios, a Nicanor Costa Méndez canciller de la dictadura fascista argentina, a cineastas, besó las manos de tres papas, lo único que no le dio tiempo es a ser líder de los movimientos LGTBI y feminista hembrista. Pero Guarapo fue todo, y que duda cabe, un boxeador imbatible en las distancias cortas, un impecable conspirador tras las cortinas de palacio donde se secan las gotas de sangre caídas de las dagas traperas.