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El blog de martinguevara

ZP

19 Mayo 2019 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta

 

Entre una corriente de aire y la deserción del aperitivo la audiencia esperaba con inquietud la llegada de Camino Cabañas, la candidata del barrio leonés casi con tamaño de ciudad, San Andrés del Rabanedo, flanqueada por el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero. En cuanto hicieron su entrada, el auditorio formado por vecinos del histórico barrio obrero, de inmediato sintieron despejarse el llamado de los jugos gástricos y las acometidas del viento fresco para dar lugar a esa calidez mullida de quien se reencuentra con un amigo.

Sigue siendo tal y como lo quisieron Zerolo, Carma Chacón, Marín y su gran amigo Alonso, quienes ya no están y a quienes tanto extrañamos. 

Sigue siendo como el que nunca pidió que se reprimiese a los que le deseaban la muerte violenta como a su abuelo, en cada 12 de Octubre, frente al rey, a las fuerzas de seguridad y a las Fuerzas Armadas.

Sigue siendo el que al tercer día de gobernar levantó las tropas de la barbarie de rapiña eufemísticamente llamada Guerra de Irak, antes que siquiera se les ocurriese hacerlo a los países más pacifistas de Europa y el mundo,  lo cual precipitó el final de aquella masacre.

Sigue siendo aquel que legalizó el matrimonio de personas del mismo sexo llevando un inmenso analgésico a las almas más doloridas, un antídoto contra el abuso y la discriminación a todos los espíritus justos, a los abusados y discriminados por su elección del objeto sexual, pero también a toda minoría incomprendida, marginada y estigmatizada compuesta de seres humanos cercenados.

Sigue siendo el que puso en vigor la Memoria Histórica para reparar tanto daño y horror, en honor a su abuelo y a la tarea de su padre Rodríguez, un abogado que no ha cesado de reclamar junto a los activistas de AERLE  por los desaparecidos arrojados en zanjas y cunetas en la barbarie fascista desatada tras el golpe de Estado de 1936.

Sigue siendo quien legisló para que menos personas muriesen en la carretera, para que miles de personas se salvasen de padecer enfermedades terribles a causa del tabaquismo, para que miles de personas dependientes sean atendidos con humanismo y solidaridad, creando dos ámbitos en una sola acción, acudiendo en beneficio de los dependientes y no menos importante, al orgullo de una sociedad que se sepa solidaria. 

Sigue siendo el presidente feminista que quitó los candados para que las mejores personas de este país, mujeres y hombres igualitarios formasen del gobierno en el que hubo estricta paridad, favoreciendo que esa dinámica se trasladase a toda la sociedad.

Sigue siendo aquel de talante gracias a cuyos esfuerzos ETA dejó de matar, y que dejó su presidencia con una lista de preocupaciones de la ciudadanía entre las cuales el terrorismo ya no se encontraba en primer lugar, ni en segundo, ni en tercero, sino por debajo del sexto puesto.

Nada menos que el mayor logro de un gobierno español en medio siglo. 

Y lo demuestra aún hoy en su trabajo denodado para conseguir la mayor cuota de no violencia, de paz y de cierre de heridas en el hermano pueblo de Venezuela. 

Sigue siendo al que eligió Sonsoles, una mujer que se alejó de todo foco, que cantaba en coros en el festival de órgano de la catedral de León de incógnito, anónima, sin publicidad (y que con toda seguridad, reconocería un Jaguar de "estrangis" en su garaje). 


Sigue siendo de León y apoyando cada acto de su gente, sigue siendo el que a León debe su templanza y al que su ciudad y toda España deben tanto. Un hombre nomás, una persona sin estridencias, pero con una firmeza indestructible en su decisión de trabajar por el bienestar de las personas y que mantiene intacto su fino sentido del humor, entre piadoso y cáustico.

El honor es nuestro.  

ZP
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No se vende

16 Mayo 2019 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

Unos le decían "El edificio de la tradición" porque casi no se producían divorcios entre los muchos vecinos que allí moraban, y otros, sin más, le llamaban la "Torre del gustito"

Comenzó como empiezan casi todas las cosas que valen la pena, por casualidad. Una tarde un vecino de los altos salía del ascensor cuando entraba una del tercero, explosiva, generosa en todo lo que es menester llevar, ella iba mirando hacia a atrás y su mano se coló en la entrepierna del gratamente sorprendido vecino, por una milésima de segundo pareció que la mano se demoró un poco más de lo que el decoro y las buenas costumbres sugieren, el instante duró tan poco que casi no tuvo existencia, pero desató tanto en miradas, suspiros, aromas, pérdida de noción de espacio y tiempo, aceleración de ritmo, que en la existencia permaneció como eterno.

Una vez volvieron a encontrarse pero ya en sus ensoñaciones de sofá, esos senderos interesados por los que la memoria arrastra a los recuerdos, y decidieron plantear en una reunión que de los tres ascensores, quienes usasen dos de ellos, durante el trayecto tendrían total libertad para tocarse, franelear, besarse y restregarse pero sólo hasta que el ascensor llegase a su destino, no era menester subir y bajar como un acordeón poseso. No pasó mucho tiempo hasta que a raíz de la subida vertiginosa del gasto de mantenimiento y limpieza del habitáculo móvil, tuvieron que acomodar las cuotas de la comunidad, pero se saldó por unanimidad sin un pero ni una queja.

No siempre el o la partenaire era de los favoritos, pero cualquier pasajero servía para llegar a casa sin pensar en la tele, sobre todo porque en el edificio ya se había desarrollado un disfrute de la vida, un optimismo contagioso, y ciertamente una alegría lasciva, nadie salía a tirar la basura en pijama y pantuflas amofetadas, casi cada vez que los andantes subían y bajaban lo hacían enfundados/as en sus pantis, con lencería visible o sin ninguna prenda interior zapatos de tacón, con jeans ajustados, colonias seductores y escotes profundos.

A los solteros los invita al proceso inverso, primero se entonaban en casa con alguno de los medios al alcance y salían raudos al encuentro de la sorpresa que les deparaba esta modalidad para adultos de huevo kínder. Era condición sine qua non tratar al ascensor como tal, por lo que había sido concebido, nunca por lo que se había convertido. No hacer referencia a lo allí ocurrido ni siquiera entre los miembros de la familia, sabían que para mantener la lozanía de aquella felicidad debían distanciar los mundos, el elevador era algo más allá de un compartimento estanco, de un espacio privado, era otra dimensión.

La higiene era fundamental, salir de casa sin una revisión estricta de las ingles, axilas, boca e intimidades más celadas, podía representar un error que lamentar durante largo tiempo, en los edificios los chismes corren como telegramas. 

A veces se llenaba el ascensor con cuatro. Se llegaron a armar exquisitos entreveros que encendían el espacio hasta el piso cinco, luego un trío hasta el nueve y una pareja al veinticinco, y de ahí en más cada uno arribaba a su casa con su cuota de alegría inusual en los demás hogares del barrio, no importaba cuanto tiempo llevasen casados, casi cada noche, día, tarde, en el catre, el sofá, en la cocina o en la ducha, sonaban campanas de fiesta. 

Tal era la fama del Edificio que más allá de los límites del barrio incluso de la ciudad la gente procuraba conocer un vecino afortunado que viviese de la mitad hacia arriba. Todos preferían un café en casa de esos amigos que un asado en el parque, los carteros llevaban las cartas hasta las puertas no se limitaban a dejarlas en el buzón, las visitas de fontaneros, electricistas inspecciones técnicas,  eran permanentes, nada complacía más a los repartidores de los mercados que los pedidos a domicilio de aquel edificio, así como los de correo de paquetería.

Eso sí los noviazgos de los vecinos jóvenes duraban lo que un banquero en un juicio, varios ni se molestaban en formalizar relaciones. Era como si brotase champán de un fuente las veinticuatro horas.

Y si al llegar a casa uno de los componentes de la pareja existía un desnivel de los vapores entre ambos, quien requería un toque de pimentón se daba una escapada de ida y vuelta al bar de la esquina.

Aún así no podía evitarse del todo que se produjesen algunos divorcios, como era el caso de los del primer y segundo piso que casi nunca pasaban de asir con fuerza casi desesperada un pecho o un escroto resignados ante la injusticia de la inmediatez con que se abrían y cerraban las puertas, tanto que incluso en una reunión se abordó la posibilidad de dotar de un freno al ascensor entre la planta baja y el tercer piso aunque se desistió finalmente dados los costes.

También enfrentaban mayores tensiones los de la últimas plantas que a menudo llegaban a sus aposentos descargados y suspirando, aunque a diferencia de los vecinos de las primeras plantas, si se divorciaban ninguno de los dos quería mudarse del edificio, a veces hasta resignaban verdaderos patrimonios para permanecer en la paz de sus alturas, pero por lo general, ante la creciente demanda de aquellos pisos, apartamentos y buhardillas, cuando un matrimonio de las alturas se separaba, con el fin de evitar los constantes llamados al portero eléctrico colocaban esos carteles brillantes y bien visibles desde cualquier punto del barrio: 

-No se vende-

Homenaje a Hopper- Lockwood

Homenaje a Hopper- Lockwood

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