Trova oxidada, Novísima Trova y democracia off shore
Aunque en líneas generales creo que ningún tiempo pasado fue mejor, hay particularidades en las cuales con respecto a la intelectualidad y al valor de la expresión, de la libertad con relación a la conveniencia, al mercado o a los convencionalismos, me atrevo a suponer que existe la involución social, que nos estamos quedando un poco huérfanos de algo más importante que simplemente creadores, artistas, talentos o genios, creo que también se están yendo las últimas trazas, las últimas briznas de esa hoy caduca cultura de la ética, del pudor, de la grandeza, de la épica.
Silvio Rodríguez apoya incondicionalmente que en Cuba no haya elecciones libres, libertad de prensa, editorial, de asociación ideológica, de partidos, de empresas; pero no obstante, considera inadmisible por poco democrático y opresor, el hecho de que España presente un número de impedimentos legales e históricos para evitar que una importante parte de su territorio consiga separarse del resto de la nación. Ya no esperaba nada del famoso creador de memorables canciones, después que firmase junto a otros veintiséis intelectuales, un plañidero documento nada menos que en apoyo al sumarísimo juicio y su condena irrevocable de fusilamiento de tres jóvenes que no incurrieron en hecho de sangre alguno, en abril del año 2003.
Pero al menos cabía esperar algo de coherencia. Frente la agresión permanente a la democracia que padece su entorno, su realidad, no sólo no tiene nada que decir sino que apoya seis décadas de un poder dictatorial, sin embargo si se trata de un país a miles de kilómetros de distancia donde hay elecciones cada dos por tres, donde ya ni siquiera hay dos partidos mayoritarios y muchos pequeños, sino cuatro mayoritarios y una gran variedad de pequeños partidos, rellenando el arco de sensibilidades ideológicas en un ángulo de trescientos sesenta grados, entonces le entra una estricta conciencia democrática.
A tres años y medio de la partida de Santiago, recuerdo que aquel día su hermana Rosario Feliú no podía siquiera levantarse del golpe que supuso la muerte de su hermano, como ella misma me dijo: "se me fue media vida"; quiero recordar que su hermano Santiago pertenecía a una Pléyades de artistas libres, en tiempos particularmente difíciles para la expresión sin anclas, desenfadadas en medio de la más cerrada e intolerante censura, un momento cubano que ya está grabada en los fundamentos, en la esencia y en la cosmología de donde maman los cada vez más numerosos artistas que intentan manifestar sus ideas y expresar su interior sin limitaciones ideológicas, desatados de las patas de la cama, de los lineamientos oficiales y de los artificios comerciales.
Una versión de una generación más cercana a la actitud rock que a la pose de la Nueva Trova, en cuanto a la alineación de ese movimiento con el discurso oficial de la Revolución y la pleitesía rendida a sus máximo dirigentes.
De manera singular la referencia del sistema con respecto de la cual concibieron su actitud contestataria no fue el consumo capitalista, sino la hipocresía, el tedio, la abulia, la doble moral, la obsecuencia, la mentira, la alienación y el alineamiento a las pautas estrictas y obligadas de los organismos culturales estatales de la sociedad socialista del Hombre Nuevo. Una sociedad pretendidamente comunitaria, que no propiciaba un pistón salida para las tensiones, ni de entrada para las conciencias de cada individuo.
Un grupo más que una generación de artistas, que desistió del uso de las consignas revolucionarias aún cuando simpatizaran algunos de ellos, como es su legítimo derecho tanto como el de disentir con el grueso del proceso en la isla, remarcando el vector estético en el arte, la libertad del "juglar" y el "bardo", en oposición al servilismo del "bufón de palacio" que es aquello que henchía las salas de grabaciones de salseros, trovadores, soneros, rígidamente controladas por los gendarmes censores, muchos de los que hoy sin pudor alguno piden asilo en Miami y consiguen vivir codo a codo con sus otrora condenados al panfleto o al ostracismo.
Eran otros tiempos en que la cantidad de símiles, metáforas, analogías que había que utilizar para poder articular una idea tibiamente contestaría dentro de un sistema tan controlado, era tal que requería no poca dosis de valor y de una buena cuota de imaginación en el lenguaje general, el de las palabras, las ideas, los hechos y también la indumentaria y la actitud. No era fácil pero lo hicieron, y Santi terminó siendo el Brian Jones, el Jimi Hendrix, la Janis Joplin, el Basquiat de la Novísima Trova y de muchos de nosotros enganchados eternamente a la energía de aquellos días.
Es cierto que debajo del barniz de los mitos se puede encontrar cualquier tipo de material, pero también entre ellos siempre hay una arcilla única dentro de un molde irreproducible.
De la misma manera que la más prometedora de las obras del más brillante de los genios, no tiene lugar hasta que no pase por su más exigente y sensible trámite, el tamiz del broche final, la balanza de la vida.
¿Decidirá Cuba o el reguetón?
En la Cuba que se adviene será inevitable en algún momento permitir la incursión de partidos políticos aunque más por aggiornamento y conveniencia que por presión interna, no la hay, lo cual lejos de ser inocuo para los camajanes sexagenarios del poder hasta les puede granjear aire fresco y nuevos límites a la permanencia de los herederos.
El cubano de a pie está completamente al margen de la política participativa, real transformadora, le es ajena hasta el punto que ni la desea, ni forma parte de sus aspiraciones, sesenta años han dejado la sensación de que la “política” es algo en lo que no se participa de ninguna manera que no sea asintiendo las propuestas para ser aprobadas o vociferando contra los enemigos diseñados desde el poder. Y nada más. El resto es paisaje o mucha doble moral y pasada la hora del paripé, salir a meter el pecho para ganase la vida.
En los años 70 y 80 casi nadie reivindicaba elecciones libres, la gente estaba interesada en mayor participación de los distintos actores sociales en las decisiones, en el plan artístico cultural, informativo, productivo, etc. sobre el fin de la década de los 80 más ligados al espíritu tibio de Glasnot Y Perestroika y los menos frugales y más conscientes estaban más en la línea de los cambios propuestos por Lech Walessa o Vaclav Havel.
Con muchísimo menos que pedir elecciones libres desaparecías del mapa de tal manera que hasta la familia se contentaba con la versión de que de repente sin avisar a nadie ni recoger ropa ni despedirte, habías decidido irte a combatir a Angola y por eso regresaste en un cajón. Pero con nuestras tímidas reivindicaciones de la vida cotidiana a través de medios de expresión de descontento más que eficaces en la transformación de algo, las pequeñas rebeldías que nos podíamos permitir según el grado de conciencia, inconciencia o valor, si nos hubiesen dado el panorama actual cubano lo habríamos aprovechado infinitamente más que la población actual, habríamos leído los programas, nos habríamos enterado en las tertulias de poesía de pintura, de que es cada asociación y que propone, quienes sus representantes, aunque fuese entre ron y semi conciertos de rock, o de la Novísima trova o de salsa, habríamos preguntado de que elementos se nutrían unos y otros; pero hoy que en la inmensa mayoría de la población terminó fraguando el hipotálamo colectivo que se estaba cimentando, sencillamente les interesa un pepino.
Por un lado hasta parece sano, no aguantaban más adoctrinamiento y la ausencia total de esperanzas e ilusión como combustible para echar a andar toda maquinaria social, una respuesta rotunda, de tan sioncronizada casi parece meditada y acordada en el subconsciente colectivo con alto grado de irreverencia abúlica, aunque no enfrentamiento al poder. Hace poco en un debate sobre el Che les decía a los amigos y los no tanto que discutían conmigo, que acaso la mayor de las venganzas que esté esgrimiendo la Nueva generación de jóvenes en Cuba, o sea aquél tan prefabricado deseado y cacareado Hombre Nuevo, sea que les importa un reverendo rábano cualquier cosa acerca del Che, Camilo, Mella, Guarapo, sus abuelas y todas sus parentelas.
Se les pone un altavoz a todo volumen que emane esos ensamblajes cubistas, ruidosos más que sonoros, que con una impertinencia hasta respetable se sirvieron de un género genuino y precioso como el reggae para apadrinarse con un sucedáneo a si mismo y asaltar el resto de materia gris que quedaba con un sub meta género del peor de los gustos, y se les pone una pipa de un ron al lado de los cuales el alcoelite o la gualfarina que tomábamos en otros años de emergencia sería un elixir para sibaritas, y son felices.
Les da igual si se queda con Cuba Alejandro Tres pelos, Tony y sus vacilones, Mariela Omelette o Batman y Robin disfrazados por el revolucionario Lagerfeld.
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