Ecce homo
Ascencio se acercó a la ventana, observó las pocas figuras que aun a esa hora se movían abajo en la calle, regresando a sus casas, yendo al último bar, o simplemente matando el insomnio, llevados por el magnetismo de la costumbre, por su tracción, yendo a los mismos lugares de cada día, la cama , el bar, el paseo. Como él mismo había hecho cada día y cada atardecer. Rara vez permanecía despierto hasta más allá de la medianoche, pero ese día no podía dormir.
Había visto la tarde anterior el partido de fútbol de la Liga de campeones europea con sus amigos del barrio. Era tarde, no era recomendable para nadie que debiese atender alguna labor a la mañana siguiente andar a esas horas por la calle. Pensó que esporádicamente se dan circunstancias que pueden segar irremisiblemente el deseo de dormir.
Se quedó observando los pasos de la gente y escuchando los distintos sonidos de sus zapatos mientras intentaba suponer, sospechar, adivinar a donde irían.
Cuando le entró el sueño, antes que le nublase el pensamiento bajó la persiana de la ventana y decidió que era el instante de hacerlo.
El hermano, que había quedado con él en pasar temprano por la casa, lo encontró suspendido por el cuello, inerte, alejado ya de todos los ruidos y los temores de toda luz pero también de toda sombra.
Se había suicidado. Él no serviría para vagar por las calles, podría prescindir de televisor, incluso de sofá, aunque no de una cama, calefacción, comida en la mesa, no quería vivir sin dignidad. Sobre las diez de la mañana estaba programada la visita del representante del banco, del notario y de los agentes del orden para efectuar el desahucio, y en efecto se hicieron presentes justo en el momento en que trabajaba otro equipo de policías, no los que lo sacarían a porrazos, sino los que debían esclarecer el hecho.
Por la tarde, a dos manzanas, en el mismo barrio, se suicidó otro amenazado de desahucio lanzándose por el balcón.
Y entonces saltaron las cifras y las estadísticas a la palestra pública.
En estos momentos en España han tres cientos cincuenta mil familias desahuciadas, echadas de sus casas mientras no se les salda la deuda con la pérdida del inmueble , y un gran número de ellos no tiene otro sitio para ir a dormir que bajo un puente o a la vera de una plaza céntrica. Una cifra demoledora. En el mismo momento en que se celebra el juicio a los responsables del desastre de la fusión de Cajas de Ahorros Bankia, con serios indicios de varios delitos por parte de la cúpula directiva, con toda la pinta de culminar en un sobreseimiento, amnistía o indulgencia, como ha sucedido con todos y cada uno de los corruptos del partido de la derecha, que han conseguido apropiarse o dilapidar un volumen insultante del dinero del contribuyente.
El país ha solicitado un rescate a Europa para la banca, y esta continúa desahuciando a los contrayentes de hipotecas que no pueden pagar y que mantienen la deuda de por vida. Dicho rescate lo pagan los ciudadanos que tienen imposible evadir impuestos, la clase media profesional y trabajadora.
En breves palabras, los asalariados de diferentes capas sociales, están financiando los desahucios de sus vecinos y ex compañeros de trabajo.
Aún teniendo en cuenta que ningún período histórico fue comparable en cuanto a confort, derechos, libertades y hasta igualdades a este, también es cierto, que en algunos países europeos se está comenzando a desandar lo mucho avanzado con los pies y un poco menos con la cabeza.
Si bien es verdad que aun estando en paro, la clase media y obrera española vive infinitamente mejor que otrora trabajando, cuando no existía ni la más mínima capacidad de ahorro, cuando la sociedad era tan pobre como atrasada, y cuando las sociedades con salvadas excepciones se contaban por monarquías absolutistas o por dictaduras, si bien es cierto que no ha habido para la humanidad período más prospero y tendiente a la equidad, a la justicia, y al riqueza, tampoco es menos real que el sentimiento de que es una conquista eterna, perdurable, algo natural, ha favorecido una especie de opacidad, de menefreguismo tal , que han comenzando a perderse las buenas formas para mantener la ilusión de participar de un proyecto de país democrático, civilizado. Y también es cierto que en la crisis financiera de 1929 se suicidaban los banqueros, mientras que hoy lo hacen sus víctimas.
España a pesar de su crisis, ha aportado este año dos nuevos disfraces para la celebración de raíces célticas de la fiesta de Halloween, una es el disfraz del desopilante resultado de la reparación del Ecce Homo, que provoca el temor velado de la posible desaparición súbita de toda forma de belleza, y el segundo, un traje que provoca un terror más agudo, más opresivo, una angustia de tal intensidad que se desaconseja su uso, el disfraz de ministro del actual gobierno, con su variante en corbata roja y traje oscuro a rayas, con bombín de banquero.
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Ecosistema
¿Se puede denominar ecologista a un náufrago que se haya visto obligado a vivir durante unos años en una isla deshabitada? Sí, claro que sí, lo que no se puede asegurar es que le quepa mérito por ello.
Fidel experimentó una transformación desde la caída de la Unión Soviética y fin de las aventuras bélicas para apoyar revueltas en el resto del Tercer Mundo, por un sentido peculiar del internacionalismo que incluía un nada nimio cobro en especies allí donde abundaba el diamante, allí donde abundaba el petróleo, o de sometimiento más apoyo incondicional allí donde ni el pasto diese algún beneficio. Primero, se convirtió en pacifista de repente, de la noche a la mañana, luego recuperó su fe, y al final parece ser que quiere darnos a entender que es un paladín de la ecología, que es algo que le quita el sueño. Es un maestro, en los combates cuerpo a cuerpo no tiene rival porque, cuando menos se lo espera el contrincante, él aparece por detrás por el costado o por debajo; no es que no pierda, está plagado de derrotas, pero las disfraza de tal manera que las convierte en éxitos nacidos en la voluntad.
Cuando Cuba debió importar un millón de bicicletas de China a causa de una extrema crisis causada por el desmoronamiento de la URSS y la espantada de toda Europa al mal llamado comunismo, sumado a la ineptitud criolla para manejar la economía, Fidel expresó en la Plaza de la Revolución que Cuba había dado un paso en su desarrollo, que contaminaría menos el medio ambiente, y con un giro de muñeca impresionante terminó el discurso comparando la conciencia del cubano con la del holandés. Por lo de las bicis. Fidel el católico, el pacifista y el ecológico tiene pensado permanecer en su humilde vida por todo el tiempo que lo permitan los dispendios de gastos en su salud y la tecnología. Ahora sí que todos nos creemos que dejó de fumar sus lanceros de Cohiba.
Desde el descubrimiento del tabaco y del hábito de fumarlos, los puros habanos fueron un signo de distinción ya en las colonias o en la Metrópolis, y de ahí en más una seña de identidad de las personas más acaudaladas y poderosas del planeta, caso las caricaturas de Tío Sam, o el prototipo del millonario.
Si la Revolución Socialista había estigmatizado a toda la burguesía, por contravenir los fines del nuevo Estado, y se les había conminado a abandonar el territorio nacional con lo puesto, ¿por qué los apellidos Partagás & H. Upmann, o las casas Regalier el cuño y Romeo y Julieta, pasaban a ser símbolos identitarios de la Revolución,fetiches comunistas del Caribe? la caracterización del enemigo capitalista norteamericano que más se usaba en la URSS siempre iba acompañada de un puro tabaco, cosa que a partir del triunfo de la Revolución cubana sufrió algunos retoques, ya que en la URSS era muy conocida la imagen de Fidel con el tabaco en la boca.
Los rusos besaban en la boca a sus visitantes. En las calles de La Habana se comentaba que cuando Fidel se encontraba de manera oficial o extraoficialmente conLeonid Ilich Brezhniev, iba con un puro largo y grueso encendido y entre los labios, para obligar al premier ruso a dar por bueno un sonoro abrazo de carácter latino, y evitar un innecesario intercambio de babas internacionalistas.
Un tabaco bien torcido, de la misma zona de Vuelta Abajo de Pinar del Río, el mismo que había simbolizado todo lo reprobable para un buen revolucionario, de un día a otro pasó a ser incluso símbolo de rebeldía anti imperialista, tanto para los turistas mientras paseaban por La Habana de brazos de alguna novísima amiga cercana, como para los dirigentes del gobierno, con un gorro verde olivo y un Montecristo entre dientes, y con dos amigas íntimas, una en cada brazo.
Los hombres del pueblo trabajador podían disfrutar también del humo de ciertos sucedáneos, unos cigarrillos y brevas mucho más humildes en calidad y confección, que al poco de haber sido encendidos se abrían en la punta como un plumero, apagándose súbitamente, acompañados del cariño revolucionario de su miliciana esposa, la compañera del bigotico.
La diferencia entre la caricatura del millonario con el bombín en la cabeza y el habano en la boca, y la efigie de un jefe revolucionario con el mismo puro y una gorra verde, era sólo una cuestión de gustos en sombreros.
Aunque había alguna más: el ritmo de la amiga cubana bailando salsa es incomparable.
Tres mitades.
Dos acontecimientos conmocionan la actualidad en las dos orillas de referencia para los cubanos, primero la clausura de un espectáculo unipersonal a cargo de Daisy Granados en Miami a raíz de un recuerdo de una ex bailarina y vecina suya, Juanita Baró, que involucra a la actriz como triste protagonista en la época de la orgía de golpes y vejaciones que caracterizaron a La Habana los días del éxodo migratorio a los Estados Unidos desde el puerto del Mariel. Si bien la veracidad de este suceso es de dificil constatación y la anécdota aislada puede pertenecer más al terreno del brete que de la noticia, sí que puso sobre el tapete de la memoria colectiva, aquellos aciagos días de generoso reparto de insultos y golpes con la aquiescencia de las autoridades, y con ello trajo la reflexión de como debe ser encarado el arduo proceso vecino de reconciliación.
El otro hito tuvo lugar en la isla, consta de tres sorprendentes permisos, podrán regresar los emigrados a vivir a Cuba, tras una solicitud que les será respondida en el plazo de noventa días, tan importante como increíble es que un sistema pudiese sostener tal anacronismo, podrán residir en el país los inversionistas de bienes raíces, uno de los negocios más especulativos, menos ligados a la producción, y de mayor responsabilidad en la actual crisis mundial junto a la banca, con lo cual si bien el hito no guarda gran importancia para la población, representa en sí finalmente, el reconocimiento de aquella prematura claudicación ideológica ( ya que desde hace mucho tiempo aquello de socialismo no tiene nada, al menos en su parte más beneficiosa para la población). Y el tercero, el más importante ya que fue el sello de la Revolución, es que los cubanos podrán viajar sin la necesidad del infame "permiso de salida" y la no menos vejatoria carta de invitación, los cuales según el alto dirigente Ricardo Alarcón sostuviere en una sorpresiva disertación con el valiente estudiante Eliecer Avila unos años atrás, “no se retiraban para que no se llenase todo el cielo de aviones con todos esos cubanos viajando para aquí y para allá”, claro, más adecuado era, según dio a entender sin decirlo, que solo ellos, los dirigentes, pudiesen dotar de pequeñas manchas móviles de aeroplanos a las blancas nubes del caribe.
Estas medidas en su conjunto constituyen derogaciones de una serie de caprichos antes que promulgaciones legales, y ponen de manifiesto como en efecto Raúl tenía otros planes para hacer perdurar el establishment en Cuba, que como un buen bonapartista, sabe que en ocasiones hay que ceder un veinte por ciento para con mayor ímpetu conservar el restante ochenta. Aunque los que así pensábamos, creíamos que solo se pondrían en funcionamiento una vez que Fidel no estuviese presente de ninguna manera.
Mas allá de la veracidad del caso de la actriz y la bailarina, esas historias particulares con víctima y victimario, tuvieron lugar de manera tan generalizada en La Habana, en cada cuadra, en cada barrio, en cada Comité de defensa de la Revolución, organismos concebidos al principio de la Revolución para la vigilancia para policial por parte de la población civil frente a los atentados contrarrevolucionarios, pero que al poco de ser constituidos, se convirtieron en un foco de difamación, de rumorología altamente nociva para el afectado, un foco de inquisición y delación entre vecinos.
El año 1980 fue uno de los más vergonzosos de la Revolución, por como se permitió que se apretujasen 10.000 personas en la Embajada del Perú para salir de Cuba, que allí dominase la ley del más fuerte, que se les arrojase objetos contundentes a los hacinados en los patios y jardines, causándoles serias heridas no atendidas hasta varios días más tarde, que se permitiese la violación de mujeres sin interceder por tratarse de “escoria gusana”, y por los sucesos del Mariel que inundaron el alma juguetona y alegre habanera, con más pérfido de los odios, el que es manejado desde el poder para dividir y enfrentar a los hermanos.
Por doquier se sucedían las golpizas a los vecinos, o a los profesionales en los centros de trabajo. De mi escuela sacaron a dos profesores que tenían pedida la salida, a golpes, escupidas, e insultos y los acompañaron con esa comparsa hasta la parada de la guagua.
Tengo impregnada en la memoria la mirada del profesor de Física, el gesto de su cara con cada bofetada, y el remolino del pelo lacio, con cada golpe en la nuca, las escupidas en la cara. Siempre valientes con gente tranquila, no violenta, había un obrero de la fundición en el edificio contiguo, que cuando fue abordado por estas hordas de embullo, sacó un machete, miró de frente a los exaltados y dijo, ¡al primero que me toque me lo echo al pico!
Hubo incidentes serios en Alamar, algunos heridos por las hordas y otros que después de ser escupidos y abofeteados, en la soledad de sus departamentos no aguantaron el recuerdo del bochorno transcurrido y salían a enfrentarse al primero de los ofensores que viesen. Hubo suicidios por esa causa también.
Y muchísimo alcohol gratis en pipas estatales para olvidar aquella vergüenza.
La cantidad de dramas y tragedias que se dieron cita en los días del Mariel, solo se pueden contabilizar con la imaginación o la especulación. Pero lo que no puede negar todo el que vivió esos años, en todos los barrios, con la aquiescencia de las autoridades, esas golpizas, humillaciones y abusos, eran tan generalizados que parecían una catarsis colectiva, como si castigasen al que se atrevió a hacer lo que colectivamente en el inconsciente, deseaban casi todos: pirarse al norte.
Soy de la idea firme de que solo un corte drástico con la justicia entendida como venganza, logrará detener el circulo vicioso de la violencia y el dolor. Y el acercamiento sin reclamar una vez más la regocijante pero envenenadora vendetta, como reparación de sus incomodidades, de sus pérdidas, dependerá precisamente de las víctimas, de la sabiduría adquirida en estos largos años; pero también es menester entender, como uno de los requisitos sin los cuales no se puede ni siquiera comenzar un diálogo, la necesidad de que el victimario se arrepienta y solicite esa indulgencia. De otro modo no hay perdón posible.
Curiosamente el destino ha sido condescendiente con los anhelos de la justicia terrenal, como no demasiadas ocasiones suele ocurrir y ha determinado que los que ahora tengan la dificultad para viajar, sean precisamente los que hasta hoy tenían la facilidad, a saber: los funcionarios del Estado, los poseedores de información estratégica y los deportistas, del mismo modo que los que podrán retornar, serán quienes en la sociedad que se avecina de bienes raíces, de futuros millonarios, estén mejor posicionados para hacerse con ese fluido de dinero, que así como dijese Karl Marx sobre la materia, aunque con una pequeña variación: “ni se crea ni se destruye, solo cambia de manos”.
Los Michi Michi.
Lo más probable es que nadie tuviese prevista la avalancha de gente que se presentó esos días en las oficinas correspondientes para abandonar el país, llegaban a Mariel de todas partes del país, en el edificio contiguo al mío en Alamar, habitaba una familia de vecinos a la que llamábamos los Michi Michi, eran de la provincia de Las Villas, y habían esperado a que llegaran procedente de su tierra a toda la familia, para entrar a la embajada del Perú, en los días en que se abrió esa opción, pero dadas las demoras de los servicios de transportes interprovinciales, los familiares se presentaron demasiado tarde, cuando ya se había prohibido la entrada al recinto.
Los Michi Michi sacaron un número de lista en espera para poder volver a su provincia en autobús, cosa que se producía con menor inmediatez de la deseada, de la esperada y casi, de la humanamente soportable. Aún estaban en el departamento de Alamar, amuchados, resolviendo como podían para comer, ya que no tenían su libreta de abastecimiento en La Habana, cuando se abrió el grifo de la emigración sexualmente subversiva en el Mariel.
De las razones eficaces para ser expatriado a los Estados Unidos, las únicas sobre las cuales las sospechas de fraude no podían ser resueltas de ninguna manera eran la prostitución y la homosexualidad; si alguien declaraba ser delincuente, debía poseer un prontuario, si decía ser vago habitual, debía estar registrado por la ley del vago, era fácilmente comprobable saber hasta cuando había trabajado. Declararse puta o pájaro era la mejor forma de acceso a una vida plena de futuro e ilusiones nuevas.
Aquellos guajiros encantadores, hombres y mujeres rudos de campo, llenos de niños alrededor, declarando en la comisaría, ellas, con sus facciones endurecidas por el Sol, pero suavizadas por la ingenuidad campesina, aduciendo que se ganaban la vida como meretrices entre los surcos de malangas, y ellos, con aquellas manos como guantes de cátcher, y las cicatrices en sus brazos, asegurando que en la noche se calzaban medias pantys y ligueros y se transformaban en delicadas ninfas.
La Habana de los Michi Michi de mi barrio, de la pedrada indiscriminada, del almizcle en la marcha del pueblo descorazonado y del estudio en la casa de Miramar de mi abuelo, estiraba la lengua para alcanzar con el último suspiro, las gotas de ron de una vieja botella, de un naufragio de aire familiar.
Una tarde que estábamos tocando una rumba en el muro del círculo infantil, al frente del edificio, se acercó una comitiva formada por vecinos de los edificios de al lado, acudían al nuestro a informarle al presidente del CDR que los del cuarto piso, una familia de cuatro personas, tenían pedida la salida para Estados Unidos y que de un momento a otro llegarían, así tenían tiempo de prepararles el recibimiento.
A las dos horas llegó un patrullero conduciendo a los cuatro vecinos de la cuarta planta, él era marinero, la esposa ama de casa, el niño y la niña eran pioneros, como todos los críos. Ni bien cerró la puerta el coche de la policía y empezaron a caminar por el pasillo hasta su escalera, salió un grupo de militantes que los estaban esperando detrás de una escalera, y comenzaron a gritarles a voz en cuello, todo tipo de insultos, fundamentalmente, escoria, homosexuales, prostitutas, y gusanos, se gritaba más que nunca : Pim Pom Fuera, Abajo la gusanera!!, alternándolo con : ¡Fidel, seguro, al gusano dale duro!!. Me bajé del muro , me acerqué y pude ver la cara de miedo en los rostros de nuestros vecinos, de los niños que hasta el día anterior jugaban allí mismo protegidos por ese mismo CDR, los gritos iban en aumento en la medida que se acercaban a la escalera, cuando ya estaban cerca la muchedumbre comenzó a asestarle golpes, los primeros con las manos abiertas, a modo de bofetadas, sobre la cara , la nuca , la espalda, y entonces el bravo revolucionario policía que vivía en nuestro edificio, le dio en la cabeza con una porra de goma al hombre, la mujer no aguantó más y empezó a gritar con alaridos, los niños nos miraban, con cara de aterrorizados , le agarré la mano a la niña y no dejé de mirarla diciéndole que no pasaba nada, que se calmase, y en eso Jesús, uno de los muchachos mayores, que medía más de seis pies, y había estado en todo tipo de reformatorios, se bajó del murito y se acercó a la multitud acalorada y violenta, y les dijo con voz tranquila y profunda, pero determinada: ¡Caballero dejen el abuso, esa gente tienen niños!. Y de un hábil salto se interpuso entre el teniente de policía, y el matrimonio, momento que los cuatro aprovecharon para subir raudos las escaleras, mientras continuaba la algarabía desde abajo. Sólo entonces solté la mano de la niña que aún estaba ataviada con el uniforme de pionera, con el que cada mañana debía jurar por el comunismo, que sería como mi tío.
La de Jesús fue la única voz discordante que escuché en todos aquellos días de barbarie en La Habana, y muchos decían que era un delincuente desalmado, pero la verdad, que aunque no era un muchacho modélico, nunca cometió un abuso y lo recuerdo con respeto porque sé lo que aquello implicaba en esos días. Era el más alto y el más azabache de todos los de su familia, y también al que nunca vi bailar, decía que él solo bailaba en los plantes.
Durante cuatro días, permanecieron con las ventanas y las puertas del balcón cerradas, ya que los vecinos les arrojaban huevos desde abajo en señal de repudio. El día que por fin se presentó la patrulla que los iba a recoger para depositarlos en la borda del yate, que los llevaría a la otra orilla, el agente, yendo unos pasos por delante de ellos, permitió que la misma muchedumbre se cebara dándoles los últimos golpes y empapándolos con los últimos salivazos, a modo de despedida de un vecindario con los que había existido, convivencia y camaradería, rotos, únicamente por la decisión subversiva, de procurarse el sustento en otro país.
Por doquier se sucedían las golpizas a los vecinos, o a los profesionales en los centros de trabajo. De mi escuela sacaron a dos profesores que tenían pedida la salida, a golpes, escupidas, e insultos y los acompañaron con esa comparsa hasta la parada de la guagua.
Tengo impregnada en la memoria la mirada del profesor de Física, el gesto de su cara con cada bofetada, y el remolino del pelo lacio, con cada golpe en la nuca, las escupidas en la cara. Esto se lo hacían a hombres tranquilos, no violentos, pero había un obrero de la fundición, que cuando fue abordado por estas hordas de embullo, sacó un machete, miró de frente a los exaltados y dijo, ¡al primero que me toque me lo echo al pico!
Hubo incidentes serios en Alamar, algunos heridos por las hordas y otros que después de ser escupidos y abofeteados, en la soledad de sus departamentos no aguantaron el recuerdo del bochorno transcurrido y salían a la calle con un cuchillo a clavárselo al primero de los ofensores que viesen.
La cantidad de dramas y tragedias de este y otro tipo, que se dieron cita en los días del Mariel, solo se pueden contabilizar con la imaginación o la especulación, ya que en Cuba además de no existir estadísticas libres en este sentido, tampoco existía prensa policiaca, ni siquiera oficial, que informase sobre los episodios delictivos ocurridos en la comunidad. Lo que no puede negar todo el que vivió esos años, es que todo el tiempo , en todos los barrios, con la aquiescencia de las autoridades, esas golpizas, humillaciones y abusos, eran tan generalizados que parecían una catarsis colectiva, como si castigaran al que se atrevió a hacer lo que colectivamente en el inconsciente, deseaban casi todos: pirarse al norte.
Coup d'État.
A cincuenta años de lo más cerca que estuvo nuestro planeta de experimentar un cimbronazo a manos Cuba , la URSS y EEUU causando una guerra mundial, la tercera y a juzgar por el arsenal con que se contaba para llevarla a cabo, probablemente la última, nos aborda el deber de preguntarnos si es conveniente que una y otra vez los gobiernos populistas latinamericanos, revivan de manera interesada el fantasma del enemigo exterior.
Si bien es cierto que hoy las posibilidades de manifestarse en Cuba, de autoproclamarse como disidente, son infinitamente mayores que pocos años atrás, dados los resquicios que hacen imposible evitar un progresivo deterioro de la imagen , de la credibilidad, y del forzoso prestigio de la devaluada revolución, lo es aún más que el sistema ya con parches, herido, cansado, rengueante, continúe enfrascado en el poder central, en el partido único, en la defensa de lo indefendible, de fantasmagóricas conquistas inexistentes, cediendo exclusivamente el espacio que ya no pueden sujetar.
Muchas de las sospechas de falta de transparencia en comicios donde hay victorias de fórmulas populistas, totalitarias en América Latina, están potenciadas incluso auspiciadas en parte por sectores de las oligarquías que tanto han contribuido para que se aupase al poder el discurso victimista que culmina legitimando por aclamación popular la supresión de derechos y de libertades, pero las causas convendría buscarlas más cercanas al quehacer cotidiano, a la idiosincrasia propia.
¿ Existe algún tipo de maldición , similar a la de Malinche en México que impide a América Latina imaginar un Estado dirigido por un orden jerárquico entendido únicamente por la necesidad o conveniencia organizativa?. El continente, alterna a cada tanto a sus representantes elegidos en las urnas devenidos en sátrapas, ladrones, corruptos, con golpes de estado bajo diferentes nombres, de derechas y de izquierdas, que no solo se creen en la tarea de llevar el orden a la fuerza, sino que son para ello llamados por el pueblo, como si de una condena eterna se tratase.
Durante muchos años casi desde que se independizó América Latina de la corona española, estuvo sufriendo una y otra vez en cada rincón de su geografía este tipo de asaltos al poder, poco decorosos, además de tan inapropiados para poder construir una identidad, enfocada al progreso, para poder desarrollar cualquier proyecto de Nación, que precisase de continuidad. En el caso de Cuba, la revolución se inició para derrocar a una dictadura que llevaba seis años, que como Pinochet, arribó al poder por métodos poco ortodoxos, y para enterrar bien a esa dictadura la revolución se tomaba con tranquilidad la idea de permanencia en el poder, para que nadie tuviese edad suficiente para recordar la anterior dictadura. ¡ Comerse a los caníbales!. Vaya manera de acabar con el canibalismo.
Además del idioma, la religión y el nombre del continente, hay una común característica en América Latina, de la que pocos estados han conseguido substraerse, es la necesidad de tener como guía a un Caudillo, a un hombre fuerte que lleve las riendas y los destinos de los pueblos. Dentro de la idiosincrasia que permite y que propicia este fenómeno, es absolutamente impensable que un Estado pueda funcionar sin el influjo de una personalidad importante. Sin la constante influencia de ese personaje. Sin su omnipresencia.
Más allá de su proyecto socio económico, cosa que poco importa, el caudillo debe ser un macho en toda regla, de manera tal de convencer tanto a las mujeres como a los hombres. El machismo, esa especie de homosexualidad colectiva, o de exceso en el entusiasmo por las dotes masculinas. La misma cosa. Latinoamérica no da demasiada confianza a que un presidente elegido en las urnas, ostente una extracción social humilde. Sin embargo le concede ese beneplácito al caudillo dictador, de buena gana.
. Por lo general la mayoría de los caudillos de América latina arribaron al poder por medio de la violencia, no importa si a merced de golpes de Estado o de revoluciones, semántica aparte, apoyándose siempre, en que las cosas estaban muy mal antes del concurso de su desinteresada ayuda.
Hasta que los españoles y portugueses gobernaban la mayoría de Hispanoamérica, aunque la cosa era dura, era también sencilla de explicar y sin demasiadas vueltas, se solía decir más o menos así: “aquí manda el europeo, el criollo puede tener cierta voz, el aborigen y el procedente del continente africano deben obedecer y trabajar para engrosar las arcas de los aristócratas, allende los mares, y al que esto no le pareciere procedente, mejor será que se lo tenga bien reservado, ya que no hay intención de ser ni de parecer misericordioso con los disidentes”. Y las cosas, francamente eran así.
Pero después que América paulatinamente rompiese con la metrópolis, se solía decir de este otro modo: “ Somos libres, el hombre podrá construir su vida donde se afinque, cada uno tiene derecho a su casa, a su trabajo, a su dignidad. La ley equipara a todos por igual y no hay nadie por encima de la ley, ya no hay reyes ni aristocracia, sólo hay libertad” Y las cosas, en verdad, estaban muy distantes de parecerse a ese derroche de buenas frases.
Las clases humildes, compuestas por similar porcentaje de personas que en la época de la colonia, y con la nueva aportación de muchos blancos criollos, durante el período de tiempo que duraba una dictadura, pasaban muchas necesidades y penurias para poder sobrevivir, como en tiempo de los virreyes. Yo nací cuando una generación, en todo el continente, consideró que era hora de dar una vuelta de tuerca más, y crear una tercera época, en que ni hubiese reyes que gobernaban con la premisa de que la explotación y el esclavismo eran legales, ni crápulas gobernantes que lo siguiesen practicando mientras proclamaban libertad, sino una sociedad nueva, con un hombre nuevo, que empezaría su andadura bajo un flamante período, llamado de la manera menos esperanzadora que se pudiese tener idea: Dictadura del Proletariado.
Mientras nos recuperamos del asombro de que a la discola isla en cuestión la continúen gobernando los mismos que en aquellos criticos días, decían portar la esperanza de prosperidad y justicia en Cuba y en el resto del continente, a través del necesario trrámite educativo de un manojo de años de dicha dictadura, sin haber logrado mejorías perdurables en ningun terreno, con algunos pírricos logros tan efímeros como necesarios para la publicidad, quizás nos podamos ir preguntando que hemos ganado y que hemos perdido tran un balance general, desprovisto de toda animosidad y animadversión, de toda parcialidad, con el único objetivo de analizar que convendría más, a un continente tan rico como poco hábil para explotar sus posibilidades.
Quizás América Latina esté llegando al momento de probar, ya no solo con la participación en las urnas cada cierto período de tiempo, sino también con la aplicación de conductas democráticas, de inclusión, de tolerancia de la diferencia, de convivencia basada en la fortaleza que otorga la diversidad.
No puedo imaginar misiles de mayor efectividad.
Mr. Círculo Viciado.
Antes de que caiga el simbólico muro de Wall Street, y los harapientos mendigos que mitigan su hambre con perritos calientes a un dólar con cincuenta al lado del edificio de la Bolsa, suban a las plantas superiores a por los fajos de billetes virtuales, como otrora los alemanes del Este pasaron al Oeste a comprar todo lo que brillase, tras el derribo de otro famoso muro, más tangible que el neoyorquino, sería conveniente que los ideólogos, artífices y benefactores de este capitalismo, al que la humanidad benefició con su voto de confianza frente al decadente comunismo despótico, reflexionasen acerca de la conveniencia de su alejamiento paulatino de la senda democrática.
A partir de la caída del muro de Berlín y el comienzo del desmoronamiento de las dictaduras de los países mal llamados comunistas, donde campeaba todo tipo de opresiones, de escarnios , incluso para la clase obrera, patrona de aquel sistema por antonomasia, el deterioro de las promesas del vencedor por K.O. ha sido notable.
Desde los inicios del enfrentamiento en el pasado siglo entre el capitalismo y el socialismo, encarnados por las súper potencias URSS y EEUU, modofocaron en varias ocasiones los puntos de cuestionamiento, manteniendo el libre mercado y la democracia como dos hitos inamovibles a lo largo del período que duró la batalla ideológica.
La URSS también contaba con los suyos, como el amparo social de los más desposeídos y la salud y educación gratuita universal fueron las que más influencia tuvieron en el consciente colectivo de los más carenciados, en los países en vías de desarrollo, por lo cual el capitalismo en Europa se apresuró a desarrollar una compleja política de beneficios sociales homologables a los propuestos en el socialismo, y sobradamente mejores que aquellos en la práctica. Mientras que Estados Unidos, siempre parco en la injerencia estatal, sin embargo expandió sus horizontes democráticos incorporando a las minorías tradicionalmente excluidas, absorbiéndolas mediante el consumo. De tal manera que al producirse la caída del muro y de los países de la llamada cortina de hierro, pareció llenarse de razón Fukuyama con su teoría del fin de la Historia, una Historia entendida como un movimiento épico, de multitudes uniformadas, únicamente factible bajo el fin de las ideologías, con la proclama de que tocaba el tiempo a las libertades sociales, partiendo desde las libertades en el ámbito íntimo del individuo, lo cual generó un alto nivel de entusiasmo, en el cual nos vimos participando con ciego optimismo.
De repente nadie se vería compelido a elegir un modo de vida, las personas que querían apoyar las luchas sociales podían compartir sus ideas con el placer de una vida confortable, con el deleite del consumo moderado, con las elección de una tan variada gama de opciones como cantidad de personas hay. O al menos esa era la tendencia y desde el poder parecía alentarse y apoyarse.
Esto desembocó en la falta de interés por la participación en el debate político, se extirpó la confrontación ideológica, y el mundo pensó que comenzaba el camino del fin de los enfrentamientos, el principio del desarme, del fin del hambre , del fin de las guerras, del dolor causado por la avaricia humana. Pensábamos que los problemas que se presentarían se reducirían y limitarían a qué hacer con la basura acumulada, con el consumo ingente de agua, con la obesidad, con el cambio climático y la caza de la ballena y el oso polar. Y todo parecía indicar que irían por ahí los tiros.
La caída abrupta de la URSS, dejó sin sentido a las leyes de protección social diseñadas para disuadir a las clases más bajas de la idea de probar un sistema igualitario y paulatinamente se fueron deteriorando estos logros, que curiosamente constituyeron los éxitos más trascendentes y genuinos de la Revolución de Octubre, aunque haya tenido lugar en tierras occidentales.
Europa vive en medio de la usurpación de la vida parlamentaria por la tecnocracia y el mundo financiero. Destrucción del estado de bienestar con diferentes grados de deterioro y vertiginosidad según el país, pero con idéntica determinación en todos. Represión brutal a los sectores descontentos con el estado de las cosas, el sur de Europa presentando preocupantes niveles de pobreza. Gobiernos que no respetan los programas electorales, corrupción galopante unido a una impunidad inédita para la delincuencia de guante blanco.
Mientras tanto Estados Unidos está por abocarse a una elecciones en las cuales deben elegir entre un candidato que no ha podido desarrollar su plan humanitario para el mundo entero y de cara a su propio país para el creciente pozo de miseria en la primera potencia, a partir de una crisis que a diferencia de la de la de 1929, no muestra la misma aflicción de sus poderosos autores, que llegaban incluso, a poner fin a sus vidas por pundonor. Un gobierno que se encontró con el escollo de un congreso que puso freno a todas las iniciativas sociales, de elemental solidaridad con el prójimo. Frente a un candidato que ha presentado un lenguaje que acuña el retroceso cultural, de conciencia social, incluso de nivel académico de nuestra era, planteando la desprotección de los necesitados en el momento en que más precisan de su gobierno. Un sistema que ha permitido el intervencionismo del Estado solamente en el caso de salvar a los bancos que provocaron el enorme shock con su avaricia y sus procedimientos fraudulentos.
Serio deterioro del activo del capitalismo según el cual: de nadie es asunto excepto de tus accionistas y de ti, si tu empresa va bien, regular o mal.
Del capitalismo de los derechos sociales, del respeto a las oportunidades, a la capacidad de cada uno para mejorar su nivel de vida, de las garantías de libertades individuales, y también de la protección a quienes no poseen la capacidad o el interés por el crecimiento patrimonial, del capitalismo de la participación de la voluntad popular en el tipo de mundo que queremos mediante la democracia, nos va quedando ya muy poco.
Conocemos el riesgo que comporta el provocar semejante torbellino en el seno de los pueblos, han sido pasto de ideologías absolutistas parapetadas tras pretextos de justicia que han terminado provocando peores calamidades que las prometían socorrer. A río revuelto ganancia de pescadores.
El comunismo, el sistema social basado en la premisa de: “a cada cual según su necesidad” no llegó a cristalizarse ni en un solo caso como una sociedad medianamente justa. Constituyó un embuste, un secuestro de los pueblos a través de su crédito a las palabras grandilocuentes. Sin embargo, el capitalismo regulado por un estado proteccionista tuvo su momento de gloria.
- Señores encargados de la granja. Tómense en serio por una vez el reposo con la finalidad de la reflexión, y aunque solo sea por el bien de ustedes, hagan el favor de echarle un ojo de vez en cuando a la debilitada gallina de los huevos de oro.
Abstención.
Era sorprendente su escaso criterio para seleccionar las chicas, en general. En algunos momentos del día se podía decir que todas le parecían atractivas, cuando menos para una refriega.
Pero tenía, en efecto, ciertas predilecciones, ciertas características a las que a priori se sentía más cercano.
Un buen par de senos, bien colocados y bastante grandes, le calentaban de manera inmediata, hacían que pusiese a altas temperaturas su caldera, y que la manija se le atascase de lo dura que se tornaba. Aunque por lo general los demás rasgos, de las mujeres que ostentaban grandes pechos, le resultaban ajenos. Casi se podía decir que le intimidaban. Las mujeres de grandes tetas tenían el mismo tipo de arrogancia que los hombres de grandes falos.
Le gustaban delgadas, que los ojos de ellas no rebasasen la altura de su boca, con los pechos del tamaño de naranjas discretas o de dos limones generosos, las manos suaves, el pelo lacio, preferentemente las caderas prominentes, desde donde descolgasen unas piernas delgadas, que al juntar las rodillas dejasen un espacio vacío entre los muslos, una ranura de luz. De trasero firme y con una marcada zanja, de buenas vistas por delante como por detrás.
Le parecía fundamental poder acurrucarla en su regazo, de ahí que las prefiriese menudas, y también porque no le molestaba echar de vez en cuando algún "amistoso" en la calle, ya fuese apoyado en un muro, en el capó de un coche, en una escalera, de pie o acostados en un jardín. Y claro, para todas estas posiciones era condición sine qua non que ambos contasen con un peso y una figura maniobrables. Pero más que para nada, la volatilidad la prefería para los besos.
No era de portar un gran calibre, así que no andaba a la caza de vaginas anchas, le gustaban de aspecto virginal, inocente, vuvlvas apretadas para sentir su turgencia.
Le gustaban más que todas, las muchachas que sentían una gran inclinación a hacer el sexo. Que estuviesen dispustas a practicarlo en cualquier sitio. Pero prefería que fuesen sofisticadas, chicas cultas, con un semblante atractivo, aunque no necesariamente en la manera convencional, para poder verlas más de un par de veces.
No le importaba demasiado el color del cabello, de la piel o de los ojos. Pero sí su vestimenta, el léxico y tono de voz, el brillo de la inteligencia en sus pupilas, que tuviese cierta expresión de rebeldía y aspiración feminista o igualitaria, y que en lo posible, no se maquillasen, que usasen la menor cantidad de esos infames potingues.
De vez en cuando se solía enamorar de ese tipo de chicas, y algunas veces hasta se hacían novios. Claro que en realidad, la mayoría de las ocasiones debía contentarse con híbridos más o menos lejanos a sus patrones.
Pero había otro perfil muy definido de mujer que le gustaba tanto o más:
La mujer madura.
De labios rojos, pelos negros o rubios, de piel blanca, tostada o tintada , le daba igual. El requisito en este caso era un cuerpo guerrero, que dejase ver el deseo desde la misma vestimenta. El maquillaje entonces, le resultaba excitante, y prefería el pelo rizado.
Le resultaba indiferente el grado de cultura que tuviese, prefiriendo que no fuese de demasiado buena cuna ni excesivamente fina, para poder escuchar aquellas expresiones soeces, que iban directo desde los oídos hasta la base de su manija. Le gustaba que estas mujeres fuesen muy desinhibidas, que se enrollasen en la lidia, como si temiesen que fuese a ser su última vez. Con ellas, parecía sentirse en el derecho de probar todo tipo de fantasías, como si se lo debiesen a cambio del obsequio de su juventud.
Aquello que con las chicas jóvenes eran deseos de caricias y gemidos , con las maduras eran apretones y gruñidos. Pequeñas descargas de amor eléctrico. Húmedas gatas ronroneantes, de lenguas ásperas y uñas afiladas.
En los actos sexuales, la imaginación echaba un empujón amigo a la carne cuando se precisaba, a la inversa que en la masturbación, donde era la mano quien se ofrecía solidaria a asistir, al efectista pero insuficiente aporte inicial de la fantasía.
Entre una cosa y la otra tenía su protuberancia de tal forma ocupada, que con el paso del tiempo, llegó a preguntarse si aquella ausencia casi total de histeria y neurotismo, no serían lo más cercano al nirvana que conseguiría estar jamás.
Y no habría dudado nunca jurarlo, de no ser por aquella extraña e incontenible sensación que lo embargaba ni bien eyaculaba, aquella fuerza, esa voz interior que le daba de manera seca y tajante, la orden exacta, el terrible mandato, que hasta ahora, por más que lo había intentado, no había conseguido desobedecer jamás.
La Beca.
Una razón de peso por la que el lugar no resultaba un cómodo cobijo para dormir, era que la gracia más difundida, consistía en tirar botas de trabajo por la noche cuando apagaban las luces, provocando un estruendo de risas una vez que hacía diana en cualquier parte del cuerpo de algún desprevenido durmiente. La mayoría de las veces, las botas iban apertrechadas con líquidos renales de varios jodedores, de modo que el estruendo de las risas una vez que la bota de goma de caucho, rellena de desperdicios, daba con un destinatario, se podía escuchar en todos los rincones del albergue. En ese caso no sólo salía perjudicado el que recibía el botazo y su tesoro, sino también los que moraban bajo el arco del trayecto que trazaba el ominoso calzado, antes de colisionar con el último desgraciado de la fila.
La beca, o escuela de internados en el campo, combinando estudio y trabajo había sido una ocurrencia del omnipresente Guarapo, quien como siempre tenía a alguien a quien culpar por si la cosa no salía demasiado bien, en este caso, como en ocasión del asalto al cuartel Moncada, le tocó cargar con el muerto de la autoría intelectual, al bueno de José Martí.
Había otro juego igual de difundido en la Beca que era salir en pandilla cuando las luces se apagaban a las diez, y sorprender desprevenido a quien estuviese durmiendo, dándole un sonora bofetada, y luego dispersándose rápidamente mientras el asustado objeto de la broma, se despertaba entre el ardor de su cara y el desconcierto. Este juego presentaba diversas variaciones. Una de ellas era asestar el golpe con un palo, otra con un cinturón.
Pero la broma que más me impactó, fue la de las colillas encendidas entre los dedos del pie mientras el incauto dormía. Cuando las brasas llegaban a hacerse sentir en la piel, todas a una vez, y el recién despertado echaba las manos a la candela instintivamente, se quemaba los veinte dedos. Hay que admitir que tenía algo de absurdo y cómico.
Hay que admitir que cualquier hombre elegido al azar, horrorizaría a cualquier fiera.
Era difícil imaginar un blanco mejor ni siquiera ideado, para esas botas rellenas, los bofetones sonoros, y los cabos de cigarrillos en los pies, que el hall de entrada al albergue, nuestro dormitorio, la antesala del arsenal de las bromas histéricas y la filosofía húmeda.
Cada noche volaban raudos sobre mi cabeza, los dichosos calzados de trabajo, y era cuestión de tiempo que a cada uno le tocase recibir el impacto. A mi nunca me dio un botazo de pleno pero si llegué a conocer de cerca los efluvios de las esencias que atesoraban su interior sobre mis sábanas. Y también conocí de cerca el bochorno de alguna sonora galleta.
Las víctimas de ninguna de las tres bromas eran elegidas totalmente al azar. Se descartaba en primera instancia a los profesores, que dormían en una zona del albergue y que eran cómplices de los chistosos nocturnos y de los violentos repetidores que ponían orden en los albergues, luego a los más guapos o mayores de edad, quienes ocupaban también una zona que consideraban privilegiada, por la razón que fuere; luego descartaban también a los musculosos y a los grandes, aunque no fuesen violentos, no era cuestión de poner a prueba la paciencia de aquellos mozalbetes. Tampoco había que arriesgar con los dirigentes de las organizaciones estudiantiles, o miembros de la UJC, chivatos por amor a la delación. Por último, y ya habiendo descartado todos los grupos de riesgo, quedaban los débiles, los nobles, los bajitos, los lunáticos, los mongólicos, los aplicados en el aula, los atildados; y los ratones, sobrenombre que se les ponía a los menos entusiastas con cualquier tipo de combate. También los que como yo, estaban todavía algo perdidos en ese lugar y juntaban un poco de cada uno de esos subgrupos. Intentaba evitar que me diesen una galleta o me tiraran una bota, pero sin encender la luz y vociferar a voz en cuello:
-¡Me cago en la putísima madre de quien hizo esto, y si es hombre que salte ahora mismo!
Este pataleo de ahorcado, se le permitía al elegido para el sketch nocturno, hasta ahí se podía llegar. Pero no era conveniente pasarse, porque sino además de la galleta o la bota podía uno pasar la noche con incomodidades en la postura, a razón de un buen ramillete de puntapiés. Una vez, al recibir en plena cara una galleta con más estruendo que dolor, me levanté fuera de mis casillas y sin importarme lo que pasara, encendí la luz y me salió del pecho un grito natural:
-¡Me cago en el recontracoño de la madre del maricón que me hizo esto, su puta madre, su abuela y toda su parentela se cansaron de mamarme la pinga! Si es menos ratón que toda su familia que salte que me lo voy a merendar.
Apenas terminé de desfogarme presentí que me había excedido en el celo puesto en mi llamada al ofensor.
Y vaya si saltó. Saltaron tres, el del medio me dijo que había sido él quien me había golpeado en la oscuridad, y que si quería me daba también con la luz encendida. Entonces noté que mis brazos no respondían, que la ira que había sentido unos segundos atrás, se había convertido súbitamente en compasión por mi mismo, las piernas me temblaron, se me aflojó el hombro y por más que quería mantener los puños apretados, los dedos, caprichosos, se alejaban de la palma de la mano, se me hacía imposible mantenerlos, no ya apretados sino unidos, empecé a tener ganas de orinar y de ir de vientre, cuando me rodearon los tres, sólo alcancé a decir con un hilo de voz inaudible, titubeante desde el bloqueo casi total de la garganta hasta la inconsistencia de los labios:
-Disculpen lo que dije pero no me dejan dormir ninguna noche-
Y ahí mismo comenzaron a golpearme en turba. No caí al suelo, no me dolían los golpes, estaba dominado por la soledad, anestesiado por el miedo a la soledad, y un rato después, ya había entrado en calor y había perdido el miedo paralizante, usaba los movimientos para defenderme, y de a poco comencé a soltar puñetzos con gran precisión, pero con la finalidad contraria a la de los púgiles, buscaba errar el golpe, era tan complicado como hacer diana, no me convenía en absoluto golpear de lleno a alguno de los tres. Solo se detuvieron cuando abrieron la puerta dos profesores, y preguntaron que había pasado, y los cuatro les dijimos que era un problema entre nosotros. Aquel episodio me granjeó un minimo, casi imperceptible, pero gratificante respeto. A partir de ese día segundos antes de que tirasen la bota, instantes antes de resultar bautizado por las cálidas gotitas amarillas, mi oído creía escuchar:
-¡Caballeros, cuidado con el argentino!.