Un bofetón a la gente común
Iñaki Undargarin, condenado a seis años y tres meses de prisión, es liberado sin condiciones, sin fianza, sin requerírsele el pasaporte, sin la obligación de regresar a España ni presentarse ante comisaría alguna, pudiendo disfrutar de su casa y su vida suntuosa en Suiza.
Precisamente la impunidad que estamos viviendo para los grandes delitos económicos, y las purgas a los pocos fiscales y jueces que atreven a perseguir la corrupción, es la espita que activa los peores sentimientos de la plebe, cuando con total justificación la gente comienza a pedir el derrame de líquidos, comienza la chispa que termina incendiando las calles, o en las sociedades más civilizadas, pudriendo las instituciones.
Incluso los detractores de las prisiones se sorprenden pidiendo cárcel para Undargarin, para la Infanta, para Blesa, para Rato, y sin darse cuenta empiezan a favorecer un discurso extremista, lo peor del populismo, que una otra vez a lo largo de la Historia se alterna con estos períodos de insoportable corrupción institucional, y que no sólo no resuelve nada, sino que es parte de el ciclo que garantiza el poder para los mismos de siempre.
Precisamente porque hoy es cuando más indignados estamos, es cuando más atentos debemos estar de las reacciones que provienen del dolor, de la humillación, de las entrañas, porque cuando hablan las vísceras se calla la razón.
He ahí la responsabilidad de este sistema que en su sensación de contar con total impunidad para desfalcar, mentir, robar, engañar, estafar y salir ileso, no se percata de lo que se está cociendo bajo esa capa de injusticias.
Y de agravios comparativos si tenemos en cuenta que España es el país con mayor población carcelaria de Europa occidental, con el único común denominador de que son insignificantes, pobres o no conectados con ninguna agenda forrada en cuero de caimán. El sistema ha llegado a tal desfachatez que ni siquiera se preocupase activar sus mecanismos habituales para aparentar cierto equilibrio, para protegerse a sí mismo. Ya no es que coma caviar, sino que tira a la basura la mitad del plato delante de la cara del hambriento.
Y esto siempre termina favoreciendo al otro extremo que forma parte de la misma ecuación.
No le deseo la guillotina ni la prisión a Undargarin, ni a Cristina ni a Rato ni a Blesa, pero desde luego, si ellos van a irse de rositas tras robar más que el total de todos los botines de los presos comunes, tras destruir un país entero, cuando deberían dar el ejemplo y su posición social constituir un agravante y no un atenuante como ocurre en España porque son parte o amigos del poder, y si van a estar unos en Ginebra, otros en Baqueira, los de más allá en yates en el Mediterráneo, viviendo la vida loca y utilizando a la policía para que los proteja del vulgo al que robaron con total impunidad, entonces estaremos alimentando un monstruo igual de peligroso, el de la venganza, herramienta prioritaria del sistema para garantizar que nunca salgamos del circulo vicioso de la vigilancia, del daño, del castigo, del odio, de la desconfianza. De la miseria humana.
Y si van a soltar a todos estos criminales porque estaban enamorados, porque no sabían nada de nada, porque se equivocaron o porque usan mejor perfume que los gitanos, por favor suelten a todos los Jean Valjean, a todos los infelices que están pagando años por la ínfima parte de los delitos de estos impunes.
Mudanza
Cuando pienso en mi generalmente me represento con la imagen de un buen tipo. Sin embargo en el fondo no estoy tan seguro que esa sea la imagen que proyecto con la frecuencia que me gustaría admitir.
Acabo de bajar a comprar un refresco frío, algo de ensalada, pan y algún aperitivo, para ver un partido pertrechado de víveres, una vez en la cola para pagar se paró detrás de mi una cajera de ese supermercado, con la que una vez tuve un desencuentro mientras pagaba, por una actitud que consideré impertinente de su parte, después de aquello cada vez que nos cruzábamos por los pasillos ninguno hacía el mínimo gesto de saludarnos como era habitual con los demás dependientes.
En un momento la sentí tan cerca detrás de mi, me sentí tan equivocado, de repente vinieron a mi todas las personas con que estoy distanciado, con las que me he peleado, con las que no nos hablamos más, por supuesto por algo de lo que "yo no tengo la culpa", las que no volví a ver y las que no conoceré por haberme vuelto un ser tan recluido, tan exigente, tan incluso cascarrabias, cosa que detesto; entonces, a un par de días de mudarme de barrio, decidí girarme y hacer un esfuerzo por ser amigable.
_ Hola- le dije- ¿ya vamos saliendo?
- Sí- me dijo sonriente. ya se acaba el día-
-Pase adelante- le dije, ella amablemente declinó el ofrecimiento, hasta que hice el gesto de quitarme de la cola y no regresar hasta que no pasase delante mío, detrás de ella había otra dependienta con una compra también que la invitó a aceptar mi ofrecimiento y la propia cajera la miró como diciendo, "no lo dejes así" . Entonces pasó adelante, pagó y me sentí en el aire.
Las "gracias" que me dio y el "de nada" que le devolví y el "hasta luego" al salir fueron como poner en marcha una alfombra mágica para atravesar aquella puerta automática enorme, hinchado, aireados los pulmones y el alma, con mis bolsas en la mano y la disolución de aquel percance que se había envenenado por un rencor absurdo, tan antiguo como la huella, tan pesado como los inicios, procedí como mi abuelo y mi abuela me habrían dicho que debe hacer un caballero antes de irse de su barrio.
Entonces camino al apartamento, por un instante, empezaron a venir a mi, tímidas, incipientes, las sonrisas de aquellas personas con las que estoy distanciado, de aquellos con los que me he peleado, y de alguna manera empezaron acercarse todos aquellos a los que jamás voy a conocer.
Trovísima
Aunque en líneas generales yo creo que ningún tiempo pasado fue mejor, hay particularidades en las cuales con respecto a la intelectualidad y al valor de la expresión, de la libertad con relación al mercado y a los convencionalismos, me atrevo a suponer que existe la involución social, que nos estamos quedando un poco huérfanos de algo más importante que simplemente creadores, artistas, talentos o genios, creo que también se están yendo las últimas trazas, las últimas briznas de esa hoy caduca cultura de la ética, del pudor, de la grandeza, de la épica.
Hoy, a tres años de la partida de Santiago, recuerdo que ese día Ruchi Feliú estaba que no puede levantarse del golpe de supuso lo de su hermano, como ella misma me dijo: "se me fue media vida"; su hermano Santiago pertenecía a una Pléyades de artistas de un momento cubano que ya está grabada en los fundamentos, en la esencia y en la cosmología de donde maman los cada vez más numerosos artistas libres, desatados de las patas de la cama, de los lineamientos oficiales y de los artificios comerciales.
Una versión de una generación rock con especiales características, la referencia del sistema con respecto de la cual concibieron su actitud contestataria no fue el consumo capitalista, sino la hipocresía, el tedio, la abulia, la doble moral, la obsecuencia, la mentira, la alienación y el alineamiento a las pautas estrictas y obligadas de los organismos culturales estatales. Una sociedad pretendidamente comunitaria, que no proporcionaba un pistón salida para las conciencias individuales por ningún lado.
Un grupo más que una generación de artistas, que desistió del uso de las consignas revolucionarias aún cuando simpatizaran algunos de ellos, como es su legítimo derecho así como antipatizar, con el grueso del proceso en la isla, remarcando la el vector estético en el arte, la libertad del "juglar" y el "bardo", en oposición al servilismo del "bufón de palacio" que es aquello que henchía las salas de grabaciones rígidamente controladas por los gendarmes censores, muchos de los que hoy sin pudor alguno piden asilo en Miami.
Eran otros tiempos en que la cantidad de símiles, metáforas, analogías que había que utilizar para poder articular una idea tibiamente contestaría dentro de un sistema tan controlado, era tal que requería no poca dosis de valor y de una buena cuota de imaginación en el lenguaje general, el de las palabras, las ideas, los hechos y también la indumentaria y la actitud. No era fácil pero ellos lo hicieron, y Santi terminó siendo el Brian Jones, el Jimi Hendrix, la Janis Joplin, el Basquiat o el Pappo de muchos de nosotros aún enganchados eternamente a la juventud de aquellos días.
Es cierto que debajo del barniz de los mitos se puede encontrar cualquier tipo de material, pero también entre ellos siempre hay una arcilla única dentro de un molde irreproducible.
Todo es sal
Podría estar de pie moviéndome como un péndulo invertido y luego sentado en Astorga, en Comillas, en la calle Ancha de León o en el Passeig de Gracia en Barcelona quedándome pasmado con el bojeo a la locura con que Gaudí dibujaba contornos que establecían los límites de la razón. Lo había hecho muchas veces; podría estar enrollándome en mi caparazón, comiendo esas bolas fritas, o esos sándwiches con pan de pita.
Pero le pregunté a un tendero de un quiosco en las Ramblas si tenía una camiseta de Gaudí y una de Messi para mi hijo, me mostró una horrible y una carísima, le dije Meherbani y también Shukría, ese no sonrió como el del día anterior en la noche y al revés que el de la mañana en el supermercado y la tarde en el helado y la pizza del Gótico.
Para no decir meherbani cada tres palabras fui hasta el barrio del Borne y hasta Sant Antoni, no porque no quisiese poner en práctica las dos únicas palabras indias que hablan también los pakistaníes, es que quería comer pan tumaca o pizza pero hechos por catalán o italiano.
Una pierna entraba al agua, una chica que conversa con las olas catalanas en otoño invierno y primavera, en verano se va al mar Báltico, una cadera divina entraba a la sal mojada.
“Todo nos male sal”
Una muchacha con trenzas y poca higiene, descansaba eternamente sentada contra una pared, al lado de una colchoneta , una lata con monedas, un perro blanco, y un cartel que rezaba: “ No tengo trabajo, por favor ayúdenme” mientras leía a Hesse. El perro era para soltárselo a quien osase conseguirle trabajo.
Empezó a llover y entré a una tienda de música con el inquietante nombre de: “Beethoven”. Sin embargo la tienda era exquisita, deliciosa, vendían libros de música, pentagramas, discos, métodos para tocar diversos instrumentos, un hombre y una mujer ancianos estaba en el piano, él sentado tocando y ella de pie cantando. Compré un cuaderno de pentagramas y una cajita musical y cuando fui a pagar el dueño me dijo en tono catalán que el anciano era su padre y la señora una clienta, hablamos de los pequeños y medianos negocios y recién me di cuenta de que hasta ese llegar a garito coqueto, todo aquel a quien me había acercado para preguntar un precio, era paquistaní. Todos. Caso no hay tiendas en las Ramblas que no sean de camisetas de fútbol y de Gaudí de bajísima calidad, o de supermercados de toda la noche, con botellas de refresco a precios de botellas de vino bien envejecido. Antes de irme el dueño me dio la mano y le dije “merci” que es parecido al galo pero en tono catalán. Me sentí extraño no diciendo Meherbani ni Shukría ¿cómo osaba un catalán del barrio de san Antoni resistir con Beethoven a las camisetas onerosas de pésima calidad?
Un mango de dos semana y más adelante un grupo de jóvenes pescando a transeúntes distraídos. Los saltimbanquis, malabaristas, mimos dieron su espacio a vendedores de helicópteros luminosos, cervezas en pack, y pescadores de incautos.
La pujanza paquistaní echó del barrio a los comerciantes, primero a los de otras tierras y luego a barceloneses, más tarde limpiaron las calles de mis amigos Mobutu que en toda ciudad del mundo están con sus mantas y sus discos, o con las camisetas de Messi con mucho mejor precio que el pícaro de la tienda no oficial, y una sensible mayor disposición a sonreír y agradecer el dispendio de morlacos.
La chica pez metió ambos pies en el agua, prefiere lidiar con el frío de la sal mojada, “todo nos male sal” porque en la ciudad ya no hay gente. Hay plagas de Mac Kebab.
Las piernas salen del agua, el perro ladra “meherbani”, el de la tienda detiene un tiro libre a Messi bajo el arco del Liceu. Mobutu toca Heroica, la sinfonía número tres de Beethoven mientras los viejitos cantan:
Que Viva la Pepa.
Gusanos de seda y revolucionarios a cuerda
Recuerdo como bajo este mismo presidente y su gobierno íntegro sin otra modificación más que la que el implacable cronos ha impuesto a los ancianos, se trataba en la escuela a los hijos de los que tenían pedida la salida de Cuba a Estados Unidos, ni siquiera puedo imaginar el poso traumático que a muchos les dejó aquello.
Había niños alegres, compañeros, amigos, que de un día para otro se volvían tristes y reservados, los maestros los trataban con el cuasi epíteto de "hijo de gusano" ¿alguien puede hoy defender eso? no me sirve que me digan que algunas cosas se hicieron mal en más de medio siglo, eso es apoyar el cien por ciento, se hizo mal la inmensa mayoría de las cosas, y con saña, no fueron errores como se los intenta disfrazar hoy, eran crueldades, abusos de poder, mecanismos idénticos a los del fascismo.
A un niño que estudia los gusanos en biología, llamarle "hijo de gusanos" cuando no directamente "gusano" a él mismo, revela tanta bajeza compartida, colectiva y colectivista, que salvando las diferencias por los hechos ulteriores, el mecanismo es el mismo que en la Alemania Nazi y los territorios ocupados, el pueblo odiaba a los judíos y los denunciaba, ayudaron con decisión y entusiasmo a su exterminio, en Cuba el pueblo que hoy intenta olvidar su vergüenza ayudó desde el CDR, la UJC, el PCC; las asambleas de moral comunista, las milicias, etc., a la PNR, al MININT, al G2, a la Seguridad del Estado a hacer su trabajo sucio, ayudó denunciando a vecinos, a amigos a familiares incluso, y peor aún ayudó dando la espalda a los apestados, a los estigmatizados con la simple marca de "querer emigrar" de religiosos o de "pájaros".
A la luz de hoy parece que fuese irreal, pero nada de eso, era más real que el día y la noche, y lo hicieron los que hoy están en el gobierno.
Nunca olvidaré la mirada del testigo de Jehová en 5º grado en la escuela Orlando Pantoja en el Vedado, y como ese niño se fue convirtiendo en una bola de depresión que crecía por días, él ya era apartado porque no saluda la bandera, pero cuando se dijo que la familia se iba, fue demasiado, le hicieron la vida imposible los maestros, la directora, y por supuesto los compañeros, sólo los guapos se atrevían a ser amigos de él, y muchos de esos guapos luego fueron delincuentes, pero debo decir que en más de una ocasión en la vida ordinaria, cuando los conscientes y los bien planchados y educados los vi defecados encima de miedo ante hechos deplorables contra sus semejantes, a esos guapos al margen de las disposiciones escolares cuando niños, y más tarde de la ley, los vi dando un do de pecho noble en defensa en este caso del testigo de Jehová, y en otros casos de los golpeados emigrantes del Mariel en 1980, sin importarles las consecuencias.
También al niño-niña de la escuela Arturo Montori donde los semi internos teníamos el comedor, se causó una lesión muy grave en un intento de suicidio, porque encima de su condición que era muy evidente y ya parecía una niña, sus padres decidieron irse, y en la escuela y en el barrio le hicieron la vida imposible, decían que se iba por maricón porque la revolución era para hombres, le daban "yitis" y cocotazos por ganso. Por esto me molesta particularmente que ahora la "hijísima" Mariela Castro, y no juzgo si por sensibilidad propia u orden del aparato, se adueñe del sufrimiento que le hicieron pasar a toda esa cantidad de gente durante tantos años, intentando y por el momento lográndolo, que todo quede en el olvido.
Así como a la postre Raúl y Guarapo se congraciaron con los grandes empresarios occidentales europeos, canadienses, orientales, o con los Papas y los dirigentes de toda religión para que el mundo olvide el sufrimiento que les ocasionaron a sus feligreses.
Por esto es muy importante recordar que la lucha por el regreso de la democracia a Cuba, de lo que puede y debe prescindir bajo todo punto de vista, es de cualquier discurso intolerante, totalitario, despótico.
Si algo debimos haber aprendido es que el único camino posible es el de la tolerancia, el de la concordia, de la inclusión, la competencia sana y abierta, la convivencia, el camino del desarrollo y la libertad de cada uno de los individuos que componen la sociedad, en todo su espectro.