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El blog de martinguevara

San Martín, Napoleón, Sir Popham y Beresford.

28 Mayo 2012 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Argentina frizzante

Salí estrechando la mano del peculiar encargado de cuidar la casa museo de José de San Martín en Boulogne Sur Mer.  Era un empleado de la embajada, un hombre culto y en especial conocedor de la vida del prócer argentino. Nos había explicado delante de cada objeto , en cada habitación cuales y de que modo le habían pertenecido, como los había compartido con su hija Mercedes y con el dueño del edificio que en un principio le alquiló el departamento que ocupaba una planta entera y luego al sentir por él un respeto y simpatía que se tradujo en una especie de autentica amistad, se lo terminó dejando por una mensualidad simbólica. Me contó que el único mueble que de verdad queda de la época, es la cama donde murió el general, acompañado de su hija, todo lo demás se perdió en una inundación que tuvo lugar en el inmueble unas décadas atrás. Incluso tuvimos la dicha de conocer al hombre que consiguió salvar cuadros y objetos de valor flotando entre una habitación y otra, y luego participó en la reconstrucción de la casa. Así era el respeto que los habitantes de Boulogne profesaban al revolucionario sudamericano que encontró la muerte en sus tierras esperando la ocasión para cruzar a Dover, Inglaterra.

Cuando salimos de ahí entre saludos e intercambios de recomendaciones de lecturas con el encargado, aún nos quedaban dos días de estancia en la ciudad, a la que había marcado adrede como parada, en aquel viaje veraniego en coche, planeado desde el norte de España, atravesando Francia hasta el condado de Kent en el sur de Inglaterra sitio al que accederíamos por ferry desde Calais o Boulogne.

Recorrimos los alrededores pero nos centramos en conocer la ciudad en la cual según nos había indicado el amable empleado de la embajada, existía gran devoción por nuestro emblemático héroe nacional, resaltándose especialmente aquel año 2010con eventos y exposiciones por toda la ciudad, ya que era la conmemoración del doscientos aniversario de la independencia argentina.

Aparte de los improvisados para el festejo, pudimos apreciar que no eran pocas las señas que daban fe de la simpatía que la ciudad sentía hacia san Martín, estatuas en lugares representativos y céntricos, nombres de calles, recordatorios varios, nos impresionó ver que lo mencionaban más monumentos que al mismo Napoleón quien también gastó un tiempo en aquella ciudad, a la espera de abordar el vecino país de Inglaterra, aunque con intenciones menos amables que las debió abandonar al perder la armada Invencible española contra los ingleses en Trafalgar, cuando curiosamente a raíz de aquellos enfrentamientos se había enconado el deseo británico de invadir las colonias españolas en América del sur, entre ellas el Río de la Plata, al mando de William Carr Beresford en una de las invasiones.

No me considero nacionalista , chauvinista ni patriota en lo más mínimo, ni me suelo impresionar con los barnices con que se suelen revestir los personajes históricos, por simple desconfianza tengo  la costumbre de aborrecerlos antes que cualquier otra reacción. 

Pero lo que me llevó a visitar nuevamente la casa de San Martín antes de portar nuestros traseros al ferry que nos cruzaría de orilla, fueron dos cosas: la más importante era que no había que pagar nada por la entrada, lo cual en Francia a merced de sus poco módicos precios es de agradecer y la segunda era que en aquellos dos días creció en mi una simpatía por aquel hombre que no habían logrado introducir años de adoctrinamiento escolar e institucional. Había sido un hombre querido en la localidad, dejó el halo del afecto entre sus contemporáneos, yo no olvidaba que estos eran revolucionarios franceses, nada fáciles de impresionar.

Le comenté mi sensación al empleado de la embajada, y nos hicimos más compinches aun, creo que fue la primera vez habiendo vivido la mayoría  de mi vida fuera de mi país, y conociendo las embajadas, en que me sentí como arrullado en la cuna, completamente en mi salsa con aquel natural  acercamiento a mi argentinidad facilitado por una embajada.

De nuevo en la sala de su casa, mirando los cuadros de los combatientes que participaron en los diferentes momentos de la lucha por la independencia argentina, me llamó la atención la imagen de más de un oficial británico, que incluso terminaron siendo gente que compartía un respeto y una profunda amistad con San Martín como Popham, o el mismísimo Beresford, bajo cuyas ordenes combatió en 1812 contra los franceses obteniendo la victoria de Albuera, y que luego se comportó de manera muy amable con el general en el tiempo que este estuvo en Londres intentando lograr que la corona británica reconociese los Estados latinoamericanos, para protegerlos de la posible reconquista española.

Recordé la cantidad de deportes , de usos y costumbres que legaron los británicos a las tradiciones argentinas,  generalmente entre las familias patricias, ya fuese por roce, por deseo de mimesis, o por el atractivo que despertaban entonces. Y también recordé que la mayor colonia de escoceses y galeses fuera de países de habla inglesa es argentina, más precisamente en la Patagonia,  y ello me trajo a la mente las especulaciones del vulgo argentino tiempo atrás, cuando evaluaban las posibilidades de presentar hoy una economía como la de Australia o Nueva Zelanda si las invasiones inglesas hubiesen triunfado y hasta hoy nos hubiese resguardado de las calamidades financieras  la bandera de la Common Wealth. Deducciones que no tenían en cuenta que dadas nuestras características lo más probable es que nos tocase una suerte con más similitudes con la India que con los aussies, y aunque habríamos incorporado el cricket a nuestra lista de costumbres anglo-argentinas, lo más probable es que hubiésemos debido sacrificar la entretenida tradición del mate por la sosa manía del té de las cinco o’clock.

Por aquel entonces no estaba como hoy de moda, el siempre socorrido y oportuno tema de las islas Malvinas, pero pensé en ello y en lo absurdo que me resultaba tanto esfuerzo en el reclamo, más allá de si verdadero o simulado, sobre aquellos islotes, mientras ostentábamos una Historia de fascinación y deseo de ser poseídos por la cultura británica que resultaba cuando menos, algo contradictoria, habiendo llegado incluso la economía Argentina a convertirse en dependiente de Gran Bretaña una vez que fuimos como Nación dueños de nuestro propio destino.

Pero más que sonarme como un chirrido estridente lo hacía en mis oídos con armonía musical, lejos de ver una excepción contranatura en el  manejo de los extremismos por los hombres siempre encuentro un mecanismo lógico, de causa efecto que entroncan casi perfectamente, si no fuese porque el movimiento pendular de los extremos pasionales expresados en términos de amor odio, llegan a cobrarse piezas que dejan cotas de sufrimiento y dolor dificiles de superar.

Al cabo de la despedida y de  las fotos de rigor nos aprestamos entonces sí, a cruzar hacia los acantilados blancos, descubrimos que mientras el grueso de viajeros  suele partir desde Calais, haciendolo desde Boulogne sale a mitad de precio en la misma compañía naviera, y con menos tiempo de espera de embarque y de viaje.

Una vez que dejamos el automóvil en los sótanos del barco, después de una reparadora siesta, pedí en la cafetería una taza de pésimo café inglés de barco, y ya atracando en embarcadero, apoyado en la baranda de proa, pensé que aunque mi cometido en aquella visita difería mucho en trascendencia de los de San Martín y el emperador de Francia, me sentía más a gusto llevando en mis zapatos las reminiscencias de las intenciones amistosas del soñador revolucionario argentino, que sintiendo los dedos de mis pies asomando por los famosos agujeros de los calcetines del pendenciero Bonaparte. 

 

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Tauro.

20 Mayo 2012 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta

 

El ascenso o descenso de la afición al toreo es directamente proporcional al nivel de civismo y evolución que incorpora en sus usos la sociedad.

La aceptación de los sentimientos varía según el nivel evolutivo, cuyos niveles de desarrollo son independientes de la cronología, alternándose períodos  de avance o retroceso, aunque con mayor frecuencia el paso del tiempo suele sedimentar las costumbres que permiten el  equilibrio y el crecimiento y descartar las rémoras que impiden los mismos.

En la antigua Roma, el público que asistía al Circo y disfrutaba de una tarde de lucha entre gladiadores, o de estos contra animales salvajes, no experimentaba ningún sentimiento hacia los luchadores, no porque careciesen de toda empatía hacia un semejante, sino porque no lo consideraban tal, y por ende ni se planteaban el tipo de sufrimiento y de dolor que aquellas heridas les infligían. Sin embargo si de repente una flecha se clavaba en el pecho de quien tenían al lado acudían raudos en su ayuda, solidarizándose con el trance por el que pasaba el ser semejante, mientras tanto podía asistir a como los leones devoraban a su luchador favorito, sintiendo solo cierto incomodo ante la evidencia de que no volvería a disfrutar de un combate suyo. 

La gran mayoría de los seres que utilizaban esclavos en sus plantaciones, o en sus casas, por más que esto no los exima de responsabilidad de haber causado severos daños, lo hacían sobre la idea de que eran seres concebidos para esas tareas, que ese era su sitio, y un latigazo no difería en lo mas mínimo del golpe con la fusta que se le propina a un caballo cuando se desea que aligere el paso.

La evolución de los sentimientos produjo que se aboliese primero a los gladiadores, luego a los esclavos, más tarde a las espuelas para hincar en el vientre del equino, hoy cuando cabalgamos, solo paseamos la fusta por las inmediaciones de la oreja del animal si queremos que el viento nos peine al galope.

Recién en el siglo XXI, por primera vez en España, en la comunidad catalana,  se prohibieron las corridas de toros, en las que un rumiante es salvajemente torturado hasta su muerte, con la diferencia de un matadero, en que a este acto acude el público para disfrutar de ese dolor. Ya se había establecido su desuso en las Islas Canarias, por inexistencia de demanda. Pero asombrosamente aún continúan habiendo personas pretendidamente civilizadas, que acuden a la Fiesta, según ellos no con el fin de ver sufrir al animal, sino de apreciar el arte y el valor del toreo.

Antes de la Ilustración a todo lo largo de Europa se celebraban fiestas con corridas de toros, en cada zona con sus particularidades, Inglaterra tenía las propias, Italia las suyas y así cada país. Se erradicaron y prohibieron las corridas por su carácter salvaje en la mayoría de los países europeos, curiosamente sobrevivió en dos países limítrofes pero tan disimiles como antagónicos en su idiosincrasia. España y Francia.

Entonces la metrópolis ibérica hizo mayor hincapié en que se desarrollarse la tradición allende los mares, mientras América aun le pertenecía, y hubo plazas y cartel en todas las grandes y medianas ciudades del centro y Sur de América.  O’ Higgins, fue el primero en decretar su abolición junto a la de la esclavitud y la de las peleas de gallos, precisamente oponiendo argumentos de civilización contra barbarie. Luego le tocó el turno a Argentina, luego a Brasil, y de a poco quedó el panorama actual, donde los países  de fuerte tradición taurina son España, el sur de Francia, México y Colombia, a merced del beneficioso negocio del ganado de toro bravo. Recientemente un decreto ha suprimido esta lacerante actividad también en Ecuador.

En España existe una gran variedad de modos de utilizar al toro para la fiesta, y en todas concurre una notable cuota de crueldad, que como es evidente, sus defensores  aún no alcanzan a distinguir. Aparte de las corridas en que se  les clava la pica y las banderillas y con los pulmones encharcados en sangre, se los mata para deleite del respetable, existen tradiciones con menos liturgia pero igual enjundia, como el toro embolado, Un astado con fuego en la cornamenta, que corre despavorido de un lado a otro como diversión imprescindible en algunas fiestas de algunos pueblos , incluso aún pervive una tradición en Tordesillas, en la ciudad del Tratado del siglo XV que dividió el mundo conocido en partes equitativas para Portugal y España, en la que la diversión consiste en matar a un toro que corre por todo el pueblo a lanzazos, que se denomina: Torro de la Vega.  Mientras que en un pueblo de la provincia de Jaén en Andalucía,  llamado Calzadilla se arroja a un pavo criado y mimado durante un año solo para tal fin, desde  el campanario de una torre, para verlo reventarse al caer, según marca la tradición, que no data de más allá de principios del siglo XX, aún cuando existe una ley que lo impide ni la policía ni el Ayuntamiento del pueblo intervienen en el desempeño de tal merma del decoro.

La prueba de la inocencia ( culposa si se quiere) de los practicantes de estos actos, y de que no han empatizado jamás con el animal, es que el argumento más esgrimido para defender la masacre de toros, es que si el toreo no existiese no habrían decenas de miles de toros bravos, que según explican, viven como reyes hasta el día final, en el que mueren en la lucha, ya que se les concede una dignidad que no conocen  la mayoría de los animales que el ser humano dispensa para comer, ni siquiera los  bichos domésticos mueren con esa gallardía.

¿ Cómo puede ser bueno que se críen miles de seres con el único fin de disfrutar a la postre de todo el dolor que se sea capaz de infligirles?.

En el ya largo tiempo que llevo viviendo en España jamás me he visto obligado a presenciar manifestación alguna de estas tradiciones, en nuestros días están suficientemente aislados lncluso fisicamente los mundos de los partidarios y de los detractores. Y considero conveniente separar dos grandes conjuntos de posiciones frente a las corridas de toros. Hay quienes están en contra del sufrimiento del animal, y otros que se oponen al sadismo del espectáculo de la sangre, el dolor y la muerte, a que la gente disfrute de ello. Ambos constituyen una mejoría en materia de sofisticación de la cotidianeidad.

Ha comenzado a prender de a poco la llama de la oposición de este contrasentido, que está muy arraigado y de por sí no explica nada en absoluto, no obstante ayuda a entender más adecuadamente la idiosincrasia popular española con su temperamento, sus valores y los colores de la bandera.

 

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Aves perturbadoras.

19 Mayo 2012 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba flash.

 

Casi todos los que estaban en las inmediaciones hacían cola para tomarse un helado en Coopelia. Enormes filas humanas. Las bocas de despacho donde se veía poca gente de pie eran de venta en dólares y ahí solo se atendía a extranjeros.

 - ¡Párense ahí!- gritó uno de los policías mientras descendía raudo del patrullero por el lado del acompañante.  Mientras el otro apagaba el motor y salía para cortarles el avance a los dos muchachos, llegó un miliciano algo sofocado por el paso aligerado señalando a los chicos  - Sí esos mismos son, esos dos pájaros-  mientras el miliciano decía esto se iba formando un grupo de curiosos,  los últimos de la cola, que dada la distancia tan abrumadora que los separaba de la dependienta que despachaba los helados, no se hacían demasiado problema en abandonar el puesto.

- ¿ Qué hacían detrás de esos arbustos, ustedes son gansos?- les inquirió quien había bajado primero, más a modo de acusación que de pregunta ya que ni siquiera les permitió responder- Vamos, monten en el carro, vamos a la Unidad.

Uno de los jóvenes obedeció presto la orden y sin chistar entró al patrullero, el otro comenzó a pedir explicaciones en voz alta de por qué los detenían. El policía le espetó que se lo llevaban por desviados y sin mediar otra explicación le aplicó una sonora bofetada en el rostro, le torció el brazo y lo empujó con la ayuda de la rodilla al lado de su amigo.

Nadie de los que miraba dijo nada.

Cada tarde cuando caía el sol, se podía ver una escena similar en Coopelia, algunos estaban dispuestos a purgar flagelandose con el inclemente suplicio de esperar horas por sus bolas de helados; otros como los ácratas, rockeros, friquis y afeminados que utilizaban la manzana de la heladería para darse cita, terminaban purgando en los calabozos de las comisarías.

Unos años antes, entre 1965 y 1968,  siguiendo una política del Gobierno, se enviaba a los homosexuales a campos de trabajo, bajo el precepto de que el rigor los haría hombres, los callos y las vicisitudes del trabajo los endurecerían y entrarían en cintura , en al menos uno de los pilares fundamentales de cualquier hombre como es debido, en su vertiente de guapo o revolucionario: ser viril;  la otra era ser temerario, de esa se podría dar fe más tarde, en Africa.

En mi edificio en el barrio de El Vedado, un vecino  ex oficial del MININT, se jactaba de haber dirigido uno de esos destacamentos de sarazas, según sus palabras animadas por el ron de las tardes sabatinas y el habitual coro de obsecuentes aduladores,  él los ponía al sereno  durante toda la noche, atados a un árbol morada  de  las pequeñas hormigas rojas, para sacudirles el amaneramiento.

Había muchos poetas – decía- como Guillén y  Lorca. La identificación de la orientración de género con las convicciones ideológicas  o morales  formaban un tanden, que no difería demasiado del de la iglesia católica. Para ellos no cabía esperar virtud revolucionaria de quien abandonaba de manera tan pueril su masculinidad tras el apetito de su imprecisa naturaleza, y esa fascinación propia de las sociedades y las instituciones  homofobas hacia las significantes de la sodomización,  que se ponía de relieve con una reacción siempre virulenta al fenomeno cuando se muestra explícito y  la  consiguiente obsesión  por mantenerse distante de cualquier confusión,  llevaron a las autoridades culturales, como consecuencia de sus propias parafilias  a practicar una férrea censura incluso a artistas de la talla  universal de Lezama Lima.

El hombre de mi edificio hablaba nada menos que de los tristemente celebres campos de la UMAP donde llevaron a más de 25000 jóvenes. La idea fue de las FAR, organismo militar que dirigía entonces y hasta su investidura como presidente de Cuba, el general Raúl Castro , quien expresó estas palabras acerca de la utilidad de la UMAP: “primer grupo de compañeros que han ido a formar parte de las UMAP se incluyeron algunos jóvenes que no habían tenido la mejor conducta ante la vida, jóvenes que por la mala formación e influencia del medio habían tomado una senda equivocada ante la sociedad y han sido incorporados con el fin de ayudarlos para que puedan encontrar un camino acertado que les permita incorporarse a la sociedad plenamente”. Entre esos jóvenes la mayoría eran desertores del ejército por una limitación religiosa, o no aptos para las FAR por afeminados y curiosamente hoy del linaje de aquellos mismos homófobos, emerge  la posición representante y defensora de los derechos del movimiento de gays,  lesbianas y transexuales cubanos, como colofón a una obra bufa con el más macabro y maquiavélico de los humores posibles.

Sin hacer el más mínimo “Mea culpa”, sin haber condenado ni enérgica ni tibiamente la crueldad de las políticas segregacionistas de sus antecesores, a la sazón, su propio padre, sin solicitar responsabilidad alguna, Mariela Castro se eleva como  la voz de los excluidos y represaliados por su elección del objeto sexual.

 Mariela planea presentarse en una conferencia en San Francisco , ciudad de luchas por los derechos de la autogestión de la identidad sexual, y no cabría reparar en el parentesco de la invitada con los autores de tantas políticas represivas, si hubiese hecho un esfuerzo por desligarse del círculo de poder de sus progenitores, pero distante de eso, cuando tuvo recientemente  la oportunidad de mostrarse solidaria con la bloguera Yoani Sánchez, quien sí es un ejemplo de tesón y perseverancia en la lucha por la libertad, y portadora de un valor fuera de los usual, la desautorizó públicamente, tratándola con la misma jerga despectiva y autoritaria con la que sus ascendientes en jerarquía y sangre suelen  insultar a quienes consideran inferiores o amenazantes.

Hoy que a la hija de Raúl se le extiende un visado para visitar la ciudad  de los desviados,  de los drogadictos, de los hippies, en el país de los gusanos y de los imperialistas, no sobraría la sugerencia de  que se manifestase contraria a toda forma de represión y de discriminación de las personas, por sus creencias, ideas o inclinaciones.

 O acaso la dinastía esté pensando en renovarse, y a lo de su reciente acercamiento a la Fe católica, deseen sumar la representatividad de la contracultura contestataria. Las ventanas de palacio saben abrirse a tiempo para dejar entrar las fragancias matinales.

Pero al ex oficial del MININT de mi edificio de El Vedado no hay manera de reciclarlo, ni de devolverles los años y la dignidad a aquellos muchachos sorprendidos en una caricia por un miliciano y dos policías, entre las colas interminables de Coopelia para degustar  la fresa y  el chocolate de la copa helada en la caída del Sol.

 

 

Fresa y chocolate

Fresa y chocolate

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Soledad

8 Mayo 2012 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta

 

 

 

 

Los González Aguilar, llegaron a la Argentina expulsados por la barbarie de la Guerra Civil española y fueron recibidos por la solidaridad de mis abuelos paternos, que en la provincia de Córdoba formaban parte de una casa de apoyo a los exiliados republicanos, con los años se convertirían para mi familia en  simplemente: los Aguilar, remarcando la palabra más cargada de metáforas y significantes, reflejo similar al que nos llevó a apelar Zapatero al ex presidente español de primer apellido Rodríguez. Carmen creció en Argentina, allí se casó y tuvo sus hijos. Ella era solo dos años mayor que mi tía Celia con quien continua uniéndola una de esas amistades de toda la vida.  Los tíos de Carmen  tenían un cuarteto musical, eran eruditos de la música y juglares de la que sale del laúd, todo el que los escuchaba quedaba extasiado, y lo hacían por placer.

            Yo nací bastante después de todos ellos, cuando Carmen Aguilar y sus hermanos ya tenían hijos mayores que yo. Solíamos frecuentarnos, hasta que tuvimos que abandonar Argentina por motivos políticos. Mi padre quedó preso en el país por ocho años y medio, los demás nos instalamos en Cuba, Carmen al poco tiempo también tuvo que exiliarse en la isla, le quedó también un familiar preso, su hijo Juan, pero también una hija desaparecida, la mayor, Soledad. De Cuba se fue a España con el marido, Roberto, y los vástagos que lograron salir, se instaló en Cataluña.   

Se desperazaba de manera inocente y entusiasta de la democracia, ella participaba en trabajos de solidaridad desde su tierra de nacimiento para con los presos y reprimidos de su tierra adoptiva. Igual que mi tía, se ocupo por entero sin la ayuda de otro Estado que no fuese el Austríaco o el Suizo a tratar de mantener con vida y esperanza de libertad a mi padre, desde Europa, Carmen hacía lo propio con su hijo Juan, quien compartió cárcel con mi padre.

Una vez, las amigas de siempre, se juntaron en España con el fin de hacer un viaje solidario para visitar a los presos cuando aun transcurría la feroz dictadura en Argentina. Lo hicieron, acompañaron a los presos, les llevaron una fragancia fresca y la mano, una esperanza, un aliento para equilibrar el miedo, les arrimaron una yesca.

Eran leonas mayores y estaban heridas, por sus venas corría  sangre que lamía desde el interior las cicatrices.

            Un poco antes de regresar el período democrático a los países del sur de América, mi padre y el hijo de Carmen salieron de la cárcel. Luego retornamos nosotros desde Cuba y ella desde España, mi tía Celia desde Suiza e intentamos comenzar nuestras vidas, un poco  de la manera que nos lo habían permitido y un poco como no sabíamos. Todo era otra cosa, para mi era otra Argentina, para Celia también, y para Carmen ya nada era algo, ni España era la de su niñez, ni Argentina desde que Soledad, su hija, se perdió en la profundidad del espanto de las salas de tortura. Retornó a Catalunia donde casi todos su otros hijos terminaron por instalarse, menos Juan, que al igual que mi padre nunca se marcharon de su país, sí sé que salieron de las celdas, sé que tardaron en despegar los barrotes de sus caras, pero no sé si alguna vez pudieron dejar atrás lo que se quedó atrás para siempre.

            Celia, que tiene la suerte de contar con un físico y una voluntad de la época de aquellas personas comprometidas, aún visita cada año a su amiga Carmen. La última vez que se vieron hace unos pocos meses, fue justo  antes de que el país de los Aguilar decidiese votar en masa a la solución más antipopular de que se tenga recuerdo en democracia. Europa necesita necesita escuchar a aquellos juglares del cuarteto musical ejecutar sus instrumentos para crear una comunión de personas, una sonrisa sostenida, en unos casos para continuar sus tareas y labores, y cambios de caminos en otros, pero en todo caso para dar un merecido reposo a los Aguilares de todo páramo aún humeante.

            Ya es mayor, una mujer culta y fuerte, de lealtad de una era que hoy resulta onírica, de voz clara y firme, Carmen no pudo regresar de ningún sitio jamás, ella estará siempre en su generación comprometida, escuchando la guitarra de sus tíos, admirando a sus padres, arrullando a sus hijos y quedándose en vela, ante el sempiterno  silencio de su perdida Soledad.

            En un punto visitado una y otra vez por la Historia.

 

 

 

 

Celia y Carmen con padre y hermanos-

Celia y Carmen con padre y hermanos-

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"Acta diurna".

6 Mayo 2012 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

 

 

 

Aquella preciosa y molesta profesión, el periodismo

Parece ser que no han cambiado demasiado las cosas cuando el asunto se pone tirante, y sobre lo que se investiga o informa se transforma en algo serio, comprometedor, entonces surgen obstáculos diversos, que en algunos casos consiguen detener el objetivo principal. Impiden destapar la verdad si está oculta, o darle lustre en caso de que esté opaca.

La actividad se está viendo afectada por la intrusión en el mejor de los casos, de una pléyade de bien intencionados sucedáneos, el abaratamiento o directamente la gratuidad de la prensa escrita y con ello la precarización de la información y de sus voceros.

La profesión se está diluyendo en el magma de los nuevos soportes, pero ayudada muy de cerca y concienzudamente por los beneficiarios de que gobiernen en este terreno los monopolios informativos y generadores de opinión, dadas las absorciones de medianos grupos mediáticos casi siempre incómodos para el poder,  por enormes monopolios  que con preocupante frecuencia despiden gran cantidad de trabajadores, o dejan atemorizados por su  futuro a la mayoría ubicándolos en situación de interinidad consiguiendo parcializarlos, y luego conceden una uniformidad a la información de manera que solo existen los mismos temas de interés general en casi todos los medios, censurada la diversidad de enfoques, como está ocurriendo en buena parte de los conflictos más enconados y preocupantes a nivel mundial.

La autocensura y el conductismo  en numerosos medios informativos deja a buena parte de la población a merced de una información sesgada y demasiado marcada por los intereses de los auspiciantes.

Aunque tampoco se espera la salvación de mano de las hordas  que juran llevar la verdad a los hogares, que surgen como hongos dadas las facilidades de creación inmediatas en medios como internet, en su mayoría compuestas por  audaces y avezados émulos de periodistas cargados de voluntad, pero igualmente desprovistos de profesionalidad. Sobre todo en el rubro de contrastación y verificación de la noticia.

Nos invaden informaciones que confunden lo verídico con lo veraz y hasta llega a ser placentera su lectura, aunque resulte de escasa seriedad armarse una idea sobre algo a partir de una premisa falsa, y nocivo para el conocimiento. Casi no existe buscador o empresa de peso en internet que no posea una sección de noticias en su página frontal, del  más variado tenor según el perfil de la página, pero con el común denominador de un bajísimo nivel de exigencia en la calidad informativa. Millones de personas leen solo esas noticias, que en suma conforman la cantidad de tiempo medio que destinamos por día para la lectura, conformando esa su particular idea de lo que es “estar informados”, constituyendo este un fenómeno novedoso a partir de internet.

Para encontrar a alguien tan despistado antiguamente había que rastrearlos entre los lectores de las Selecciones del Reader Digest o del Sputnik.

Pero los casos más preocupantes de perdida del peso y  la presencia periodística son las prácticas que se llevan a cabo dentro del enorme y variopinto mundo de la censura. Desde casos como el de Cuba donde a partir de los años sesenta el periodismo político dejó de existir,  convirtiéndose en una invitación permanente a la adulación, la obsecuencia, la complicidad y la opacidad, el intento institucional desde la prensa oficial de desprestigio de la oposición en países con gobiernos de practicas difusamente totalitarias, pasando por la dictadura del mercado en buena parte de Occidente, hasta la terrible realidad que viven por ejemplo, los reporteros en México cuando informan acerca de las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez o acerca de los carteles del narco, con casos  que han llegado a la tortura y el  asesinato de periodistas. Se ha intervenido hasta para obstaculizar la información desde dentro de los conflictos armados, con el fin poco oculto de no dar publicidad a las atrocidades que pudiesen tener lugar.

¿ Qué hacer? Incluso el corporativismo que en una situación de amenaza a la profesión puede tener su razón de ser y su utilidad, sin embargo no resulta de gran auxilio en la oxigenación necesaria de la profesión, más bien la puede condenar a la endogamia y la autofagia.

Mis padres eran estudiantes de periodismo, se conocieron en la facultad de Buenos Aires y el primer fruto de aquello, antes que cualquier  producto de la deontología pofesional,  fue el nacimiento del firmante de esta nota. Quizás deba a ello la sensación de sentirme un tanto cronista de mi tiempo. Al cabo de medio siglo de vida siento la necesidad de expresarme más allá de las pinceladas a los recuerdos  e interpretaciones de los pasajes circunscritos a los contornos exclusivos de mi vida, me embarga la pulsión de contar lo que sucede alrededor, de participar en mi mundo opinando, tal vez con algunas imperdonables vetas ideologizadas, residuo inevitable del enfrentamiento a  los totalitarios  años y ambientes de los que me vi rodeado.  Intentando dejar al desnudo el carozo y que llegada la ocasión pueda reconvertirse en simiente.

Aunque también considerando como un deber de todos los intrusos bienintencionados, que no confundamos este deseo altruista de contribución en los aledaños de la opinión, con el responsable ejercicio del periodismo.

Ni siquiera los mejores chistes se obtienen mediante la improvisación.

 

 

 

 

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