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El blog de martinguevara

Fidel sin casa

26 Mayo 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba flash., #Relax

"Fidel es un singao" escuchó decir a un tipo de atrás.

Se giró, miró disimuladamente al sujeto que acababa de proferir esa frase, no vio nada en él que le impresionase, que a priori denotase un carácter temerario en extremo, casi suicida, ni advirtió las más mínimas trazas de rudeza, de la clase de hombría que había que derrochar para expresar en voz alta una frase de tal calibre.

"Fidel es un singao" pensó para sí mirando alrededor, no vaya a ser que algún lengua largona leyese la mente con la misma destreza que escuchaban tras las paredes los punteos de la música rock, la sintonización de la CBS de Miami, los casetes de Álvarez Guedes o la reciente Radio Martí.

-Pues sí- repitió el tipo sin apariencia de haber invertido las horas que se consideraban necesarias en la ingesta de alcohol, ni haberse fumado un petardo para subir el tono de tales aseveraciones- Fidel, Guarapo, Esteban, Maraña, Cara de coco, es un singao, lo digo aquí y donde haga falta y el hermano es cherna.

A esa altura sintió hasta temor de que llegasen los uniformados saltando de su bólido del este de Europa garrote en mano y empezasen a repartir tranca a todo el que estaba en las cercanías, y como aquel día que apareció la pintada en la escalinata de la Universidad, mandaran a todos a Zapata y C para pasarlos por el tamiz de Cuco el gorila bufarrón, o Fefo el caimán sin dientes.

"De pinga el loco este aquí y yo no me puedo ir porque pierdo el turno, no es fácil tres horas de cola para un pedazo de jamonada de vaya a saber que clase de tiñosa para que el tipo este venga a joderlo todo, pero de todas formas deja ver en que termina esto"

-Pinga, el tipo es un singao, lo digo yo con conocimiento de causa, mi primo estuvo en la celda de al lado de Fidel y Raúl en Isla de Pinos. Los únicos con dos o tres más que se salvaron de la tortura y el ñampiti. Lo primero que tiene que saber to' el mundo aquí, es que Raül entregó a Vilma para que le diesen tolete en todo el cuartel, y Fidel a Mirta, que era muy burguesa y aunque le gustaba el trancón no consentía en mostrar el nivel de arrebato de Vilma. Pero caballero, lo que tienen que saber es que las nalgotas que garantizaron la buena salud del gaznate de los hermanos Karamazov, no fueros las de Vilma ni las de Mirta, sino las de Raúl. No es que el hermano menor no quisiese ajonjolí, pero el que lo echó pa’lante fue Maraña, por eso digo que es un singao.

A esa altura el tipo ya estaba retorciendo la musculatura para que los esfínteres no dejasen salir cual disparo de bazuca toda la cagalera a la que el agudo terror al que aboca el sigilio extremo, estaba azuzando.

-Mi primo me contó que eso no se quedó ahí, que como pasaron un año y medio, Fidel que era un tremendo singao, se jamó al hermano varias veces, se lo dio a Ramiro, a Almeida, incluso cuando salieron se lo ofreció a Camilo, y cuando conocieron al Che, al oler su peste a patas, le dijo que si un día andaba tieso de hembra por culpa de la higiene, que no se hiciese problema que Raúl encantado le brindaba su oquedad, que en semejante clase de pájara el conducto era casi vaginal. Dice mi primo que el Che sonrió socarrón, pero por la tarde, cuando todos jugaban dominó, él y Raúl se fueron a comprar arroz, dice mi primo que la tienda debía estar lejísimos dada la demora.

"La candela en la que este tipo nos va a meter a todos, no es nada en comparación con la curiosidad que me han despertado los secretos de su primo"

-Por cierto, el primo contó que Fidel prometió a todos los presos que si un día llegaba a coger el país, iba a despingar toda La Habana, que confiasen en él, que iba a dejar que se derrumbase toda, que se pudriese sobre su esqueleto, no la quería hecha polvo, la quería en ruinas ¿guajirito yo? ya van a ver, que cojones se creían estos habaneros.

La fiana llegó, como no podía ya ser de otra manera, desarmaron la cola, mandaron a todos para casa, y se llevaron al hombrecillo de guayabera blanca y dos plumas al corcel metálico de la monada.

-Vamos caballero, vamos, desarmando esto, para la casa, no quiero ver a nadie aquí, ¡caballero, pinga, to' el mundo pa' su casa! - terminó diciendo el jefe de sector empingado por la persistencia de la gente en mantener el sentido de sus horas de cola sumado al impulso del chisme, y girándose hacia el hombrecillo, le dijo- Ahora vas a repetir lo que dicen que estabas diciendo, pero en la estación.

-Guardia, no sé que le habrán dicho a usted para que venga tan malhumorado, lo que yo estaba haciendo era una loa al comandante, diciendo que él vive en todos los cubanos, que Fidel no tiene casa, él vive sin gao.

El tipo, como todos los demás, se fue a su casa sin jamonada pero con una convicción clara, concisa, inexorable:

"Fidel es un singao y Raúl una cherna"

 

PD: Extracto de un pequeño cuento en respuesta al pedido de una editorial al evaluar mi primer libro, "está bien, pero no queremos un relato intimista sino murmuraciones, habladurías, que el común de la gente no sepa de la cúpula de comandantes cubanos", del que mi amiga encargada de la traducción me dijo: -Ay, no Martín, yo no puedo traducir eso, solo de leerlo me duelen los ojos!

Fidel sin casa
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Tina

25 Mayo 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta, #Relax

La sal se adhiere, hiende sus uñas en lo más pedregoso del ser, sus colmillos perforan la espalda y se aloja entre los labios y la encía. La sal, el horizonte, la nada, son párpados que no deben cerrarse. Luego está el escozor que provoca mirar al fondo azul oscuro que resguarda tantos cientos o miles de metros de sortilegios, corrientes, bichos, fríos, luego está el hambre y al final la sed rodeado de agua. Pero la sal es lo único que nunca se va, no hay champú ni kerosén, ni siquiera alquitrán que la borre, la despegue, la entierre, la olvide.

Con su manto de sal recorría las calles en busca de un mendrugo, en busca de su paraíso soñado, en parte encontrado en el resguardo de un banco de plaza, de un rincón de la ciudad donde se juntaba con otros de otros pueblos, otras lenguas, otras madres, pero del mismo color de piel. O parecido, porque en la cosa en que los afortunados de pieles más o menos claras se equivocaban, era en igualarlos por el color de sus pieles, que en absoluto eran iguales, algunos negros se diferenciaban de otros casi tanto como de esas pieles que se sentían a salvo. Era negro, sí, igual que el que llegaba a las ocho, puntual tras haber recogido toda la viruta de metal asentada en las superficies más insospechadas, igual que el de los ojos grandes, o el que hacía reir casi sin hablar, pero no se parecían en nada más que su peregrinaje, que en el viento, las miradas y la sal adherida.

-Al menos nosotros llegamos- suele decir Abiola cuando hablan de las vicisitudes de sus vidas- muchos, miles, quedaron en el camino a manos de los soldados, de los ladrones, del sol del desierto, de la incomprensión, del azul oscuro del mar, otros a manos de la policía en la frontera; pero lo peor son esos que terminan su sueño en un infarto o cayendo de un balcón tras correr cargados con sus mantas, henchidas de camisetas con los nombres grabados de negros adorados, privilegiados, multimillonarios que todos los blancos y semi blancos quieren vestir pagando cinco veces menos que en la tienda oficial- y mientras habla piensa "al menos, yo llegué".

-A lo mejor todo este lío con el racismo en el fútbol nos beneficia un poco, quizás nos tendrán más en cuenta como personas, no solo iguales, sino que hemos sufrido infinitamente más que ellos- dijo Addo- con que me sirvan en al bar de la esquina, la diferencia sería notable

-Lo dudo mucho Addo, las leyes contra el racismo entre el reducidísimo grupo de privilegiados multimillonarios existe hace mucho, para igualarlos en todos los privilegios señoriales, pero nunca esto nos ha beneficiado a nosotros, más bien hasta tengo la sensación opuesta, los aficionados menos agresivos condenan que les llamen "negro" a sus ídolos, de las camisetas que vendemos, pero cuando salen del recinto y nos ven vendiendo ropa o música, durmiendo en la calle, en los peores trabajos, no ven a su ídolo, ven a "negro" en su debido sitio. Pertenecen a una clase social tan baja que hasta sienten cierto alivio de constatar que aún hay algo debajo de ellos, se sienten hacendados por unos instantes. Pero encima concurre otro detalle, esta vez todo es ruido para favorecer a un solo jugador, problemático, burlón, que entre otros cinco jugadores de piel oscura, es al único que insultan. Buscaban que le quiten la más que merecida tarjeta roja de la que se libra cada partido cuando profiere todo tipo de ofensas al árbitro, al público, a los oponentes. Aunque es justo que se luche contra ese insulto, habiendo tantos otros términos que se ajustarían con mayor precisión a la descripción del personaje. Y lo consiguieron, ya está, nada más importa, ninguna televisión te va a mencionar a ti, ni a mi ni a los miles que mueren en el mar, en las vallas o en la huida-

-Yo solo quiero que la vecina del bajo no me mire más con esa cara de asco y deje de hacer sus comentarios cargados de odio, quizás para eso sirva-

-Too much monkey business; yo no espero nada, solo hablan de racismo cuando les conviene y hasta que conviene. Cuando salimos de nuestros pueblos desistimos de cambiar nuestra propia sociedad, de donde provenimos y donde no teníamos garantizado llegar vivos ni siquiera al último día de nuestras vidas. Todo lo que buscamos es una salida individual, por eso me parecería un poco hipócrita reclamarle, exigir el nivel de conciencia colectiva a la gente de aquí que nosotros abandonamos allá. Por eso mi ilusión, sueño o lucha es conseguir arribar a metas personales.

-Como Tina-dice Addo- negra en Estados Unidos, lo cual, a diferencia nuestra, significa descendiente de esclavos, de desprecio, de dolor, además mujer, y encima maltratada, abusada por su marido Ike, el jefe de la banda, de la casa y de la palabra, hasta que ella dijo basta, y la palabra, la banda y la casa cambió de jefatura. Hoy falleció, parecía que nunca podía pasar, Tina era lo opuesto de la muerte, era vida, energía, movimiento, voz salida de un pozo de una profundidad mayor que la del azul oscuro del mar, sus labios gruesos, la nariz achatada, las piernas de ébano, enamorando al mundo entero, a los chicos del rock ingleses y norteamericanos, y se convirtió en la Reina del ácido en la película Tommy de los Who, teloneó a los Stones en la gira que concluyó con el fin de la paz en Altamont, fue protagonista en la saga de Mad Max, llevó a Cher, Jagger, Lisa Fisher, Rod Stewart a su escena y los dejó a la altura del betún. Subió y bajó de sus limusinas, yates y aviones, desde Manchester a Jamaica. Cuando me quiero dar manija canto Proud Mary, la de los Creedence que ella popularizó. Sólo una cosa le pidió a Ike, quedarse con su apellido. No sé si por lo elegante de su pronunciación precedida del nombre Tina, si presa de una variante del síndrome de Estocolmo o más bien para recordar cada día de donde había salido, los candados y cadenas que rompió y la puerta tras la que un magnetismo tiraba de ella con insistencia, pero a la cual nunca debería volver siquiera a asomar la ñata.

Principio del formulario

Final del formulario

 

Tina

Tina

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Bandera descargada

22 Mayo 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba flash., #Relax


El padre de mi madre había sido un soldador de cascos de grandes barcos en los distintos puertos argentinos, se puede decir que clase obrera, la madre era una inmigrante de Burgos que arribó al Río de la Plata para trabajar en el servicio doméstico, o sea, clase trabajadora integral. Ninguno de los dos era peronista. Mamá de a poco fue tomando contacto con los argentinos peronistas de izquierda (si este oxímoron pudiese tener lugar) que estaban exiliados en Cuba, en condiciones sensiblemente mejores que el resto de refugiados gracias a depositar parte del rescate pagado por los hermanos Juan y Jorge Born, alrededor de catorce millones de dólares de los sesenta en efectivo que cobraron. De ahí que las casonas de Miramar fuesen las sedes de la organización, las viviendas de los jefes y militantes, la guardería de los niños hijos de desaparecidos, muertos o presos, y otros privilegios que sacados del contexto pierden todo su sentido, tarjetas de técnicos extranjeros para comprar enseres, alimentos, bebidas, tabaco, diversión, etcetera. Nos mudamos a un departamento de ciento sesenta metros cuadrados con todas las comodidades frente a la playita de 16, además de tener las llaves del departamento de enfrente para cuando metíamos un pastelón con esas titis que se podían recoger alrededor de medianoche en el Vedado, no más tarde, la de las dos a tres de la mañana había que llevarlas a los jardines del Nacional o al Morro, como la del calcetín en el rabo y la blenorragia, pero ese es otro cuento. Demasiado bizarro para meterlo en este recuerdo.

Mi madre hizo buena amistad con varios de ellos, y casi una hermandad con Popi, Juani Bettanin, Susana Croxatto, el Vasco y la Gringa, por quienes también yo experimenté un afecto firme, profundo.
Yo tenía dieciocho años, iba al pre Pablo de la Torriente Brau, era el único que no usaba uniforme, porque no me salía del tubo. Eso sí, todos los días, para no levantar demasiado descontento, iba con una camisa azul celeste y unos pantalones azul oscuro de corderoy bien ajustados, marcando huevos.
Pero algún día, antes de sumergirme en mis botellas de ron, con el sol aun bañando primera avenida yo debía ir a la oficina de los militantes peronistas de izquierda cómodamente exiliados en La Habana no sólo gracias al generoso aporte de los hermanos Born, también a la simpatía que desde joven había profesado Fidel Guarapo Castro hacia Perón, como cuando fue a Bogotá en los días del "Bogotazo" integrando un grupo universitario de apoyo a la juventud peronista. ya se sabe Mussolini, Franco, Perón, Guarapo, un solo corazón.
Al inicio la idea de los amigos de mi madre, era que yo condujese la guagüita que llevaba a los niños de la guardería a sus escuelas u otras actividades, pero cierta cordura de alguno de los "montos" que me conocían mejor, Popi, Miguel, Lito, el Vasco o la Gringa, habría decidido que mejor era apostar a otro chofer, que arriesgarse o esperar a que dejase la tradición de refrescar las tardes con el famoso espirituoso cubano que pone a gozar a los mismísimos Barrabás y Zaratustra. Entonces me invitaron a sumarme al trabajo de introducir en una base de datos los nombres,  edad y grado o cargo, de la mayor cantidad de represores militares, de quienes se tenía conocimiento. Aquella fue la primera computadora que toqué, sistema MsDos, el trabajo era digno y hoy siento alegría de que me hayan conminado a hacer al menos una cosita de provecho, más o menos la única de mi juventud. Y como en toda Cuba, en cada cuadra, en esta oficina que estaba en una casona de la avenida primera y la calle catorce, también se hacía guardia por la noche. Acaso con más razón. Cada mes me quedaba a dormir una noche en el mullidito sofá cama de la entrada, viendo videos Betamax de películas o fútbol. Me querían incluir, argentinizar, peronizar, montonerizar, cosa que yo, mucho antes por una alergia aguda a todo compromiso y desinterés total por cualquier batalla, teque, disciplina, que por convicciones políticas, ni siquiera tenía previsto considerar, no obstante, manifesté una clara disposición a cubrir una guardia cada cierto tiempo. De paso retomaba contacto con el acento del país que tanto tiempo atrás había dejado a mis espaldas y que ya había olvidado extrañarlo.

Una tarde cuando cayó el sol, sonó el timbre de la oficina. Era Lito que subía a la sala donde estaban la computadoras a trabajar. Poco después volvió a sonar el timbre de la puerta y era mi hermano y mi hermana, que traían un tupper con mi ración de cena que, como cada día y cada noche, durante toda la vida, excepto los tres años del Habana Libre, había preparado mi abuela.

-Pasen, chicos- dije

Estaban parado uno al lado del otro, y entonces tomé la pistola Browning de 9 milímetros que tenía a su disposición quien se encargaba de la guardia, le saqué el cargador, y apunté a mi hermano primero, después a mi hermana, ambos dibujaron en la comisuras de sus labios una sonrisa franca, iba a terminar de percutir e gatillo sobre una de las dos cabezas para escuchar el click del gatillazo en vacío, pero un reflejo me llevó a jalar el gatillo apuntando hacia el suelo, a la base de madera de una bandera argentina y el click se convirtió en un estruendoso, brutal sonido de un disparo de una pistola de ese calibre permaneciendo un rato más la reminiscencia del tiro por el eco del enorme salón de entrada y terror que nos invadió de repente a los tres por lo que aún hoy, no sé, gracias a qué no ocurrió.

Mis hermanos se quedaron como congelados, les dije que por favor no dijesen nada, que por supuesto no sabía que había una bala, que no sabía como podía haber pasado eso. La bala había entrado a la base del poste y salido por detrás dejando una marca en el rodapiés y debiendo haber rebotado por la habitación, estaría aplastada, deformada, bajo un sillón.

-No importa, no importa Martín, nos vamos- me dijeron y salieron como alma que se lleva el diablo.

Me aquedé lívido, hierático, tembloroso, esperando que Lito bajase a preguntar que pasó, pero el ruido de aquellos aires acondicionados, la generosa amplitud de la mansión o la concentración en su trabajo evitó que Lito escuchase nada.

Con una mezcla de terror por la realidad paralela que podía haber sucedido, y que en alguna dimensión seguro tuvo lugar, y con el mayor alivio que se pueda tener una idea, pasé la noche sin dormir ni penar en otra cosa.

Nadie preguntó nunca por el ruido, por la bala faltante, por el agujero de la base del asta de la bandera, por la marca en el rodapiés tapado con la bandera ni encontró el plomo espachurrado metido entre los flecos de la una escoba. Pero a cada rato, en medio del silencio generalmente del momento en que cae el sol, como aquel día, y siempre que uso un tupper, mi cuerpo recupera esa sensación de desesperación por lo que pudo y debió acontecer y el profundo consuelo de lo que ocurrió en esa otra dimensión, menos real, de la que a veces pienso que me construí para soportar el peso de la eternidad en las llamas, una vez habiendo repuesto el cargador de la Browning en su sitio, y habiéndome disparado tras ver la cabeza sangrante de uno de mis hermanos en el suelo, al lado del mástil impoluto y la bandera salpicada.

Browning descargada y asta con bandera argentina
Browning descargada y asta con bandera argentina

Browning descargada y asta con bandera argentina

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Buen brazo, buena pata

2 Mayo 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba Opinión, #Cuba flash., #Relax

A los 12 años fui como extra a la filmación de una escena de la Matanza de Iquique, de Pedro Chaskel y Fedora Robles junto con Pedrito y Paula sus hijos, en las afueras de La Habana, y en un descanso subimos a una locomotora abandonada, de no sé si era un viejo central o una estación de tren. Cuando vimos que se podía subir al techo subi y me puse a correr por el techo cilíndrico de la vieja locomotora. Resbalé y caí a la hierba crecida cuando apoyé las manos una me quedó sobre un cambolo grande, el resultado fue que me fracturé la muñeca. Así fue mi primer yeso que cubría solo el antebrazo, podía meter una regla para rascarme cuando era insoportable la picazón. Me sentía Tarzán, un brazo roto, "ese seguro es un tigre, un fiera, un aguanta dolor y un salvaje" pensaba que pensaban y me pavoneaba con mi yeso entre niñas que pensarán "que clase de comemierda, sube a una locomotora abandonada, se cae y se rompe el brazo, ahora no puede bañarse en la piscina todo el verano"

Otra vez, al poco tiempo estaba corriendo por el segundo piso del Hotel Habana Libre, con Fernando, Pedrito, Manuel y Ronnie, y me resbalé justo frente a las Cañitas, apoyé los dedos de la misma mano, la izquierda y me fisuré tres dedos: meñique, anular y medio. Nuevamente yeso, ya no me pavoneaba tanto, empezaron las bromas, "el hombre yeso", "la momia" y por ahí, pero aún así era una gloriosa herida de guerra. Cuando por ventura quedase a merced de un grupo de negros guapos, pensarían "cuidado con el múcaro que es un tipo es un hueso, no le tiene miedo a nada sale de una fractura y entra en otra". Clin, caja. ganancia. Ese yeso también llegaba hasta antes de la articulación.

La tercera vez fue en Guanabo, ya vivía en Alamar, y estuve primero apuntado en judo en Cojimar, una belleza tomar el bote de madera a diez centavos, y escuchar el remo en el agua y el ruido de la soga, el sopote y el remo al accionarlo el chalupero. Pero había poca gente, eran más los de esgrima, y dos compañeros de clase iban a Guanabo que era un club deportivo grande, importante, entonces me apunté ahí. Lleno de pibes, un profesor que mandaba a correr varias manzanas, pero era un club de verdad, y Guanabo era también pintoresco, sobre todo tras el puente de madera. Rompí caídas en las ocho modalidades, aprendí varias proyecciones, y en la primera competición en se cogía cinturón de color, en mi caso amarillo, me metieron un estrallón sucio, que solo fue un quinto de punto, llamado koka, o sea faltaban cuatro kokas más para perder, o un wasari y un yuko, o claro, un ipón. Pero no pude seguir el sonido fue estruendoso, y el dolor y la hinchazón no se hicieron esperar. Tuve que levantarme del tatami y salir al policlínico acompañado por el profesor. Un desastre, fisura doble en el codo, hemorragia interna y salida del líquido de la articulación. Me pusieron un yeso en forma de L y el médico me dijo que recordase encarecidamente, que en cuanto me quitasen el yeso, a los 45 días, fuese a fisioterapia y ultrasonido porque aunque la fisura era leve era en un sitio complicado. Estuve 45 días con el yeso, sin saber por donde meter la regla para rascarme, las "manuelas", por suerte, eran con la diestra. Todos firmaban en el yeso, "el hombre momia". Al salir de la escayola no fui a fisioterapia y fui solo a dos sesiones de ultrasonido, resultado: nunca más pude enderezar el brazo completamente. Me quedó el codo medio trabado, por no darle bola al doctor.

Detrás de casa había un jardín cercado, donde sesionaba un circulo infantil y un área botánica de distintos árboles, que más tarde fue un lugar para bailar música de guapería los sábados. Piñazos, patás y mordidas se vieron sin compasión. Me subí con un conocido del barrio Orama, a un árbol de mango, no era época todavía, pero ya había algunos mangos pitones. Lo único es que estaban demasiado alto. Hasta ese día yo trepaba a los árboles que parecía un mono. De verdad, me gustaba pensar que tenía esa habilidad por mi parentesco más cercano que el resto de humanos con los simios, ya que un año en que falté cuatro meses lectivos a la escuela Felipe Poey, me hice amigo de un chimpancé pequeño en el Zoológico de Nuevo Vedado a donde iba cada tarde que no descargábamos en casa de mi amigo Carlitos Cecilia. En fin, el tema es que subí como llevado por Mandinga a las ramas más altas pero también menos gruesas del árbol, le dije a Orama "brother, ahí veo un mango pintón, que está casi maduro". Eran mangos machos, generosos, carnosos, con uno bueno podíamos comer ambos. Comencé a caminar sobre una rama, agarrándome de otra de más arriba y cuando logré coger el mango mis pies sintieron como se partió su apoyo, caí al vacío desde una altura de una cuarta planta pero con la suerte que fui dándome golpes en la caída con ramas cada vez más gruesas que aminoraban la velocidad rumbo al suelo. Entre la muñeca y el codo me partí el cúbito y el radio y se salieron del lugar, empecé a dar vueltas en el suelo y a echar espuma. Cuando me desperté estaba a hombres de mi madre o de la Negra Ángela, que me daba los H. Upmann y los Montecristo que fumaba escondido. Y cuando me volví a despertar estaba en el policlínico de la zona 5. El médico dijo ¡aguanta! y tiró de la mano mientras otro sujetaba el brazo, revolvió los huesos y la carne hasta que encontró, no encajar de manera perfecta, pero al menos sí hueso con hueso. La gente que sabe dice que el tipo hizo un trabajo de locos, porque si tenía que esperar a llegar al Fructuoso Rodríguez en el Vedado, el brazo podría tener que ser operado. Recién entonces me llevaron al Ortopédico, el doctor dijo que estaba perfecta la faena del médico de urgencia, y me enviaron a dormir al neurológico, ahí cerca, por si acaso, para quedar en observación. Probablemente el golpe me recolocó el cerebro dotándome de una inteligencia y refinamiento intuitivo superlativo, o quizás me dejó turulato agilipollado para casi siempre, Nunca se sabrá, como en la película de Peter Sellers "The Gardener". Lo que sí se supo cuando a los 45 días me sacaron el yeso es que la muñeca me quedó rara. Nunca más trepé con esa intrepidez y velocidad ningún árbol. Ni me subo a una montaña rusa, ni a ninguna atracción de feria que especule con las alturas y el movimiento.

Varios años más tarde, habiendo dejado a Patricia en la casa en que paraba de Pepín y de Azucena en Entre Ríos al 400, donde también vivía el histórico Manuel Lamana, yendo a tomar el colectivo que me dejaría en Córdoba y Anchorena donde vivía, se me tiraron encima tres tipos, se agarraron a mi reloj, y no me dieron chance a darles las tres chirolas que llevaba encima y que me exigían dando voces, me tiraban golpes de los que sin otra posibilidad debía defenderme como pude, pasaban muchos automóviles, había una garita con policía en el Congreso de la Nación, frente a donde me estaban friendo y nadie hizo nada. En ese tiempo la merca era muy barata en Buenos Aires y había una importante cantidad de gente enganchada, como incluso yo lo había estado un tiempo antes, pero jamás salí a domar a nadie, los pibes estaban sacados y querían aunque fuese un paase más. Uno fue a pegarme con algo que tenía en la mano en la cabeza, levanté la extremidad para proteger la mollera, y "crack" llegó de visita el ruido familiar de mi brazo izquierdo. De los gritos que di se fueron rajando, corrí hasta donde Entre Ríos se convierte en Callao y tomé un taxi, llegué a casa y me acosté a dormir. Durante la noche el dolor era tremendo así que me puse el pantalón como puede y me fui al Hospital Fernández. Rayos X, fractura del cúbito y yeso por otros 45 días.

O sea, señores, mi brazo izquierdo tras cinco sucesos de rotura, con hasta nueve fracturas, levantando el peso limite en el gimnasio, impulsando el agua en cada brazada descompensado con el derecho, hasta cubrir el kilómetro en natación de piscina o mar, aunque no se note, es, como en la literatura de ciencia ficción o de fantasía, uno de esos muertos vivos, sobrevivientes del volcán de un dios devorador, que en sus huesos astillados catalizó todos esos otros suicidios, en los que no se me ocurrió pensar más de dos horas seguidas.

Hoy haciendo unas planchas en el suelo, cuando sentí los pequeños dolores de todas las fracturas juntas,  pensé que hay gente con mala pata, yo tuve mal brazo, o acaso no, pobrecito, se hizo cargo de todos los porrazos físicos tangibles, y quien sabe de cuantos más de corte espiritual.

 

Koka y Mata de mango
Koka y Mata de mango

Koka y Mata de mango

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Pretenders

2 Mayo 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

De pequeño un crío extremadamente tímido, solitario, con amigos de a uno, lunático, siempre pensando en castillos en el aire, imaginación al pedo, solo tía Celia lo vio y me incentivó a pintar, a expresar algo, a no sentir vergüenza ni lástima de mi. Después vino Cuba, todo expresión corporal, vocal, rítmica, hedonista, sensual, baile, bongó, atención a los blúmer, hablar de singar a edad de jugar a los escondidos, fumar antes de tener los pulmones terminados, empezar a beber sin barba, con ron, sin hielo, sin vaso, a capela. Recuerdo aquel día regresando al Vedado con Leonor, esa novia un año mayor que yo que me puso la humilde tranca como nunca la había visto, el pantalón parecía una carpa de camping, un tipi, un iglú familiar, cuando llegué a casa después de frotar la lámpara para que apareciesen todos esos duendes que pensaban irían a cazar un óvulo, tuve que restregar con el cepillo y el jabón pantalón calzoncillo y hasta camisa para despegar todo ese yogur enmelcochado. El ron, la imitación, el temor a que en cualquier momento emergiese el panoli, el esfuerzo de integración y no pocos vacilones, me hicieron pensar que era largo, cabrón, pillo, pícaro, jevoso, van van, bárbaro, rolling stone, chistoso, el peor-mejor y al final sí, me hice más o menos transgresor. Pero no exactamente yo sino ese que yo pretendía ser, y que durante un tiempo más largo que el que el mínimo decoro sugiere, logré emular. Cuando mamá, papá, te sueltan la mano hay que aprender a vivir como sea. Perdí el camino de regreso a mi, al bobo, al callado, al tímido. Casi. Excepto en esas noches de dormir abrazado a mi oso Cocó, hablando dormido como un espía sonámbulo revelando su identidad y despertando sudado aterrorizado por la posibilidad de haber sido escuchado "ay, mami mami que estás en los cielos, niño chiquitito, objeto puntiagudo" se oyó gritar tras concluir en el rostro el trayecto de una bota llena de meada o una galleta de los mignight ramblers, en las literas de la escalera armadas provisionalmente por saturación de panolis en la beca de Quivicán. Un bárbaro, un van van, un rolling stone, que se templó a un montón de niñas y tembas, pero no se atrevió a declararle su amor a la princesa de sus sueños en la secundaria por temor a ser rechazado, como sabría que de conocerlo, de verle el fondo seguro lo sería. Ni a mantener el amor de ella, llenando de infidelidades, de faltas de respeto, de situaciones de dolor lo mejor que tuvo y nunca mereció. De ser humillado por la amante eterna, de ser un pata de lana que saltaba por las ventanas de las esposas adúlteras. Acaso el momento más feliz, sea cuando se divisa con claridad el lastre que debe ser liberado por la borda. Hoy solo un puro y diáfano panoli, no hay más clon de van van, ni de largo; hoy corto, tímido, apartado, ocurrente para poco, solo para retornar amor a quienes más me lo dieron y tener las agallas de pedir perdón por tanto miedo, tanta simulación y tiempo perdido. O acaso ganado, para que nunca más, tenga que volver a excusarme con Cocó.

Acuarela de Celia

Acuarela de Celia

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