Vivas al emperador y al dios Ares
Más de dos mil periodistas acreditados, diecinueve mil plazas de hoteles, treinta y cinco millones de euros, treinta y sesis países, tránsito prohibido en casi todas las arterias principales de la ciudad, terrazas de bares cerradas, ciudadanos que aun avisados del caos en que se vivirían dos días, no tienen idea de si moverse de un punto a otro de la ciudad por si podrán regresar. Los mandatarios de las naciones más ricas, también más reputadas como adalides de la paz, el monarca del país anfitrión esperando interminables minutos en la base de la escalerilla del avión que trasladaba al rey de facto.
Ese es el ambiente de la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte durante dos días y medio en la ciudad de Madrid. Casualmente coincidirá el final de esta celebración con el inicio de otra, a priori diametralmente opuesta, las fiestas del Orgullo Gay, los festejos más multitudinarios en la capital de España, a la vez que la mayor celebración del colectivo LGTBI a nivel mundial, conocida como MADO, Madrid Orgullo.
La muestra de poder de la cumbre de la OTAN induce a reflexiones y sensaciones encontradas, por un lado están quienes conmemoran la mortaja sobre las declaraciones de Donald Trump sobre que la OTAN estaba condenada a muerta por la inanición de Europa y la conveniencia de que EEUU se retirase de ese permanente gasto que no le daba réditos. La actual cumbre es la constatación de lo contrario. Por otro lado los que lamentan que el sueño de una Europa unida se haya simplificado en una gestión marcial, que nació con una finalidad defensiva y hoy muestra un músculo militar que se aprecia como ofensiva, amenazante, hegemónica, que ante la imposibilidad de fusionar los límites de las naciones en el anhelo pacifista original, lo materializa en el otro rasgo más característico del continente, las veleidades belicistas, llegando incluso a convencer a Suecia y Finlandia, ambos de una larga tradición cívica antiblelicista, de entrar a la OTAN, eso sí, siempre para garantizar la paz y bajo el mandato de un demócrata no de un republicano pirado, para alivio de la progresía de papel cartón; es decir, de casi toda.
Tras dos años distópicos, en los cuales el distanciamiento, el aislamiento, la muerte, la soledad, la revalorización del instante, la reconversión de los proyectos a mediano y largo plazo en aspiraciones de carácter inmediato, la importancia del abrazo, de la sonrisa atrapada bajo las máscaras, a la vez que el retorno a la solidaridad, a recuperar el valor de lo cercano y de la pausa, el universo en lo minúsculo. Cuando creíamos que saldríamos más atentos a lo que pasa con el otro, más proclives a dar, a los significados y significantes de la vida, nos sorprende una guerra en el propio corazón de Europa, bueno, más bien en su ventrículo derecho, la cual involucra a Rusia, eterno enigma y amenaza de la paranoia occidental desde tiempos del zar Iván hasta la Patria de los Soviets, lo cual diluyó como un terrón de azúcar en una taza de té, las veleidades de bondad estupenda con que nos habíamos emperifollado.
El apoyo paulatino a Ucrania, con el envío de armas, de ánimos para no abandonar la resistencia, con la aplicación de una versión monolítica según la cual, los rusos son impíos destructores y los ucranianos, victimas de las más terribles acciones bélicas, todo se nubló y de repente revivió un rasgo del espíritu europeo que se creía superado. Con una diferencia, esta vez, en lugar de enfrentarse entre sí, toda la población del continente se une para padecer inflación, crisis, carencias, desvíos de ingentes cantidades de recursos para perpetuar una guerra, y ningún gobierno, ni conservador ni progresista, ni siquiera los políticos de partidos de lo que se suponía, era una izquierda consolidada, otrora militantes antibelicistas, se atreven a oponerse.
El Air Force One de Joe Biden llegó con un apoyo de otros once aviones, al pie de la escalerilla del avión el rey Borbón protagonizaba una espera interminable en términos protocolares, la reina Letizia aguardaba a un costado y saludaba a cuanta alma en júbilo se aparecía por la inmediaciones. En el discurso en el Palacio Real, Biden bromeó con cuanto le habría gustado a Felipe VI que no hubiese habido independencia en América y, la nieta de Biden llegando a la recpción Real en pijama, despeinada y mascando chicle de tutti frutti defecándose no solo en la etiqueta ceremonial, sino en la muestra del más básico respeto, cosa que de haber ocurrido con un nacional, no lo dejarían ni cruzar la calle, así fuese descendiente del mismo Cid Campeador. Lo del privilegio del periodismo estadounidense, humillante para el resto de cronistas, al punto que no solo ocupan las primeras finas, sino que nadie más que ellos pueden formular preguntas al Presidente Joe, acaso puedan disimularlo mejor por ser de menos dominio público.
Todo lo referente a la Cumbre del Belicismo de los poderosos, da rubor ajeno y propio, como minimo, porque también da mucha bronca que se tire esa cantidad ingente de dinero en armas para matar en vez de en ayudas para vivir.
Lo único bueno si algo se puede rescatar de este espectáculo de entreguismo al imperio, es que el brillo fue para Sánchez, Macron o Biden. La ausencia de Ayuso la del gatillazo en Miami, de Feijóo y su insignificancia, de Marine Le Pen y del golpista de estado Tronal Gump son tan notables, como proverbiales y felices.
A todo esto, me place apuntar, que soy votante y activista de las virtudes del partido del Presidente Sánchez, así como frente a la ignominia del trumpismo, y siempre en clave de política interna de los Estados Unidos, fui contribuyente de la campaña de Joe Biden y aún me considero un fiel "supporter".
Se acabaron las mascarillas, se silenciaron los aplausos a los sanitarios, hoy suenan los tambores de la industria armamentista y los vivas son para el emperador, y para el dios Ares.
Expectativas erradas
Hace pocos días, en un post de Luz Escobar constatando asistencia al concierto de Pablito en la Ciudad Deportiva, muy comentado, esperado, con que los espinosos de siempre generaron controversia barata de chancleta con chicle en la suela, hice un comentario y me cogió un trumpista y no me soltó, hasta que por fin le salió lo de mi tío asesino y mi sangre diabólica, y toda esa cascada de verborragia aportada por décadas de civismo democrático excelentemente absorbido. Al final tuve que multiplicarlo por cero.
Esto me recordó que no hace mucho, comenté que a pesar de que siempre lamentaré que Silvio hubiese firmado aquel bochornoso apoyo subrepticio a los fusilamientos de los tres raptores de la lanchita de Regla, lo fui a ver en una entrega de premios en León, porque no dejaba de ser la banda sonora de mi generación (no la mía, yo fui, soy, y si el progreso musical continúa hacia bingo con el reguetón, seré hasta las mil muertes, rockero y bluesero acérrimo), ocasión en que una muchacha, acometió un salto virtual a la yugular de mi generoso cogote ¿cómo tú vas a decir eso de Silvio? ¿en qué te basas? ¿cuando Silvio apoyó esos fusilamientos? muéstrame la carta, etc.
La verdad es que me cogió desprevenido sin el manuscrito firmado en mi bolsillo analógico, vecino del cojón más misterioso y ecléctico que ha pisado la faz de la tierra y raspado el bolsillo de un blue jean. La chiquita acto seguido me dijo que era la hija de Silvio, y me dio su versión de aquella carta firmada y como el propio Silvio se había opuesto a esos fusilamientos, en fin, le pedí disculpas pero le expliqué que no era personal, no atacaba al padre sino al ídolo, con quien en un pasado presente, tuve una fuerte discusión en un pasillo del ISA esperando un concierto con cascadas de ron Bocoy, y un buen encuentro en Buenos Aires cuando la rompieron en Obras Sanitarias junto a Pablito, le comenté que precisamente estaba diciendo que todos tenemos contradicciones y aunque ejercía esa critica, fui a su homenaje, y adoro por ejemplo "fusil contra fusil" , terminó diciéndome que usaba otro nombre pero era la hija mayor de Silvio, y recordé vagamente historias de ella de cuando yo vivía en La Habana y producto de haber tenido una novia que era asidua y muy amiga de varios integrantes de la Novísima Trova, recordé que algunas cosas por ahí, se oían. Y después me despedí cordialmente, sin dejar de recordarle que con mi tío seguro se meten mucho más que con su papá, e igual que ocurre con ella, se meten gente que son de mi bando.
Respecto a las declaraciones, flagelaciones o incineración pública que algunos esperaban de parte de Pablito en su concierto, digo, que cada uno exprese sus ideas del mejor modo que pueda allí donde su necesidad, ímpetu o valor se lo permitan, pero no espere y mucho menos exija, que otro las exprese por él/ella. Del mismo modo que es rerpobable una posición alineada con cualquier gobierno de parte de cualquier intelectual, es también rechazable de plano que en un concierto de música, donde las entradas son puestas a la venta para personas de todas las sensibilidades ideológicas, se espete una soflama para contentar a solo a una parte de la audiencia. El arte puede ser reivindicativo, combativo incluso, acaso incendiario, pero ante todo, conviene que sea libre.
Cosas vederes Sancho, y cosas aguantares
Décadas atrás, gran cantidad de chistes en la calle cubana, giraban en torno a que si la buenaventura daba un "chance" (en forma de retirada de mar, de un Superman con una capa gigante, de una patada en el trasero del propio Guarapo en la misma Plaza de la Involución) la isla se quedaría vacía. Hoy, aquellos chistes, mitad risas mitad anhelos inconfesables como tales, se han convertido en la única aspiración de todos los cubanos pobres, de todos los cubanos que no pertenecen al aparato dueño del país, los cuales, también de facto, con sus millones mal habidos, se están yendo de la isla si bien no del todo aun, sí garantizándose un nido alternativo en alguna arteria del corazón capitalista.
Esas sí, aunque tristes, a diferencia de las exigencias a Pablito, son expectativas bien direccionadas.
Carlitos
Carlitos Cecilia era un fiel amigo de la secundaria que murió de un cáncer devastador a los 22 años.
Había acabado de regresar de Argentina a vivir nuevamente en Cuba, fui a su casa y la madre me dijo "si quieres verlo ven con nosotros, porque no le queda mucho". Ella, el hermano y el padrastro estaban destrozados, se veía en las líneas que el dolor continuado pinta en el rostro de la gente, así como las arrugas de la risa en las comisuras de los labios y el extremos de la órbita ocular.
Llegamos al Oncológico, entramos al cuarto y le di un abrazo a mi amigo, pero no debía apretar mucho porque acababan de amputarle un brazo hasta el omóplato, estaba lleno de amputaciones, heridas, dolor, pero su cara era la misma de siempre, con los ojos bien abiertos de ilusión y con esa sonrisa pícara. Cuando me dirigía a su casa pensaba charlar toda la tarde de lo que había extrañado Cuba, de Buenos Aires, del regreso, etc, reírnos , dar vueltas por el barrio, tirar besos a mujeres, a lo mejor alguna se pegaba, Carlitos fue quien me introdujo a Moraima la primera muchacha con quien apreté en la secundaria. En octavo grado falté cuatro meses lectivos seguidos a clases, ni siquiera me fugaba, salía del Habana Libre directo a su casa, hasta que se armó un lío padre entre la escuela, mi madre, los del ICAP y este seguro servidor, tenía la lengua cargada de charlas para dejarlas caer junto con mi amigo. Pero al final me quedé cortado, creo que aun me dura el shock de verlo sin brazo, tan cerca del más allá, yo ni sabía lo que era eso, ni que nos podía pasar a nosotros, todavía estábamos naciendo coño. Carlitos empezó a decirme que en unos días saldría de allí y aunque ahora tenía solo un brazo, con ese mismo tocaría el piano y las niñas se nos pegarían como moscas, yo participé de su entusiasmo y dije una canción que había que tocar, "Soldier of Fortune" de Purple, y las tendríamos desmayadas a nuestros pies. Estuve un rato más pero dejé a los padres y al hermano, la montaña hecha de tristeza y amor que vi y sentí allí es muy difícil de describir.
Me fui solo del oncológico, es una zona de hospitales históricos, llena de vegetación y avenidas amplias, bellas para pasear, pero inmensamente crueles para acompañar a un ser empequeñecido por el absurdo, por un dolor nunca antes experimentado, por la vergüenza de ser acreedor de la fortuna de caminar, de respirar, de tener futuro, de poder construir o destruir mis opciones, de tener opciones. Al poco tiempo me enteré que a los tres días partió dormido, sedado, soñando.
Le dije a Carlitos en esa sala de hospital, que tocaríamos Soldier of Fortune, para las chicas, así que sigo esperando que salga y mientras tanto cada día que lo recuerdo, y cuando no también, lo llevo conmigo, junto a aquella montaña.
Autoroute A8
Pierre eligió uno de los caminos que le indicaba la aplicación de navegación contenida en el teléfono móvil, pero al rato de emprender el viaje le surgieron las dudas de si iba por el camino más conveniente- caramba, si siguiese mirando el callejero para tomar las rutas como en otros tiempos, tendría el camino entero grabado en mi cabeza- así que se lo dio a su hijo que iba de copiloto y le pidió qiue pusiese otra dirección, iban de Saint Tropez a Toulouse, pero sentía más confianza si ponía como primera meta a Narbonne, de todos modos debían detenerse un rato allí para comer algo, una vez lleno el buche volvería a poner Toulouse. Cuando el hijo terminó de poner el destino en el teléfono, la voz guía de la App saltó con una indicación insólita:
-Tome la A-8-
Y es que iban por la A-8 desde hacía una hora. Entonces el padre tomó el teléfono entre asombrado y ligeramente asustado, miró la línea azul que le proponía la pantalla y se alivió al constatar que en efecto había incurrido en redundancia, ya estaban donde les recomendaba incorporarse-
Cuando estaba emitiendo el leve suspiro de alivio, de la ventanilla de una furgoneta que se ubicó al lado en el carril izquierdo, salió una cabeza haciéndole señas con la mano- carajo, a ver si voy a tener humo negro, o una rueda baja justo ahora- pensó en el instante, pero al volver a mirar al costado atendiendo a la insistencia del hombre de la ventanilla, se dio cuenta que lo invitaba a seguirlo, que era policía camuflada, y que estaban felices de haberlo atrapado con las manos en la masa.
-La puta que lo parió, por un segundo que miro el móvil, que mala suerte, a ver si los convenzo de que solo me fijaba si lo de tomar la A-8 era correcto-
La furgo se puso delante del automóvil, encendió un cartel luminoso en la ventanilla trasera indicando al automóvil de Pierre que lo siguiese. Llegaron a una rotonda, tomaron la salida, se detuvieron y bajaron dos efectivos de la Gendarmerie. Le comunicaron que la multa era irrevocable, que lo cogieron in fraganti y que daba igual si estaba mirando las redes sociales o el navegador. Pierre se defendió explicándoles que tenía tan claro que no se debía tomar el teléfono manejando, que le pidió al hijo que le pusiese Narbonne en el GPS, y que se alarmó por la recomendación de que tomase la carretera por la que ya iba, solo miró la pantalla a la misma altura del parabrisas sin quitar ojo de la vía.
-No importa si es para el navegador, para hablar o para el Facebook, la ley penaliza tomar el teléfono conduciendo. Son 200 euros y seis puntos del carnet.
Pierre evaluó la situación y se percató de que no había nada que hacer discutiendo con los agentes felices de clavarle la multa, todo lo que podía conseguir era empeorar, aunque fuese solo los ánimos y por otro lado, prefería dar ejemplo de conducta a su hijo, mantener la dignidad y no mostrarles ni siquiera su contrariedad y tristeza al tener que despedirse de doscientos morlacos. Pero sí atinó a decirles a los gendarmes, "con tanto delincuente suelto, me vienen a esquilmar el dinero de la comida de mis hijos"
Un pataleo con el que incluso, los dos agentes se mostraron condescendientes, un poco porque ya habían conseguido amargarle el viaje a un vacacionista, y otro tanto porque se habían dado cuenta de que en verdad, Pierre había sido victima de un agudo rapto de tremenda mala suerte.
Pierre prefirió pagar la multa en el momento por dos razones, para salir mentalmente de ese bajón, y para recibir el papel con los números de los dos agentes que tramitaron el cobro por tarjeta. Así fue, de repente, él los tenía identificados. Siguió su camino con su hijo, comieron en Narbonne, llegaron a su casa, creyendo haber pasado página.
A los pocos días en el trabajo le comunicaron que sería despedido en dos semanas, ya que se había quedado sin carnet de conducir debido a la sustracción de seis puntos que lo dejaban sin ninguno, él explicó la situación a todas las instancias de la empresa, les pidió por favor que klo esperasen, que tomaría un mes de vacaciones mientras hacía el curso que le devolvería la mitad de los puntos y podría volver a desempeñar su labor de gestor de activos en el automóvil por toda la zona de Toulouse hacia toda Occitania, pero le dijeron que el retorno del carnet llevaría tres meses como mínimo si todo iba bien, no podían permitirse esa cantidad de tiempo, ni les parecía serio mantener en plantilla a un empleado, delegado de un área, que se tomase tan ligeramente su responsabilidad en el trabajo. A partir del despido, Pierre comenzó a enfrentar paulatinamente los problemas característicos de su situación, no encontró trabajo, los ingresos en la casa mermaron, esto llevó discusiones conyugales, sinsabores, peleas, separación temporal, más tiempo de lo que el decoro sugiere calentando las copas de vino de los bares, en definitiva, un deterioro de la comodidad que él daba ya por sentada para siempre, como si fuese el estado natural.
Al pasar un espacio de tiempo, Pierre decidió dedicar las semanas siguientes a conocer cuanto pudiese de la vida de los gendarmes, sus nombres, la comisaría donde trabajaban, costumbres, horarios.
Se desplazó a Pourcieux, donde trabajaban los policías chupópteros de trabajadores en vacaciones que se desplazan en coches humildes. Alquiló un motel de carretera Ibis a solo doscientos metros de la comisaría donde consiguió averiguar que trabajaban los dos agentes. Empezó a comer en establecimientos de comida rápida, a dar paseos alrededor del barrio del motel, el polígono industrial y la comisaria y vigilando de ese modo se enteró de la hora en que empezaban a patrullar, cuando iban a comer, a tomar café, al baño, incluso cuando paraban a mear. Y entre todas las actividades descubrió algo de lo que buscaba, detectó cada cuanto tiempo se detenían a pasar un buen ratito en el burdel que estaba a dos kilómetros.
Los policías trabajaban en un automóvil camuflado de civil, con el uniforme de la gernarmerie, pero antes de ir a relajarse merecidamente al puticlub se vestían de paisanos.
Una tarde Pierre entró al local y vio que ambos subían con dos muchachas a las habitaciones, sacó fotografías de los besos y arrumacos que se prodigaban con las mujeres en la barra, generalmente con dos clases de deseos diferentes, él de follar, ella de vomitar. Alcanzó a fotografiarlos también subiendo la escalera hacia los cuartos.
Antoine pasó toda su infancia en Bretaña, había nacido en la Normandía baja y los padres prefirieron el clima de Quimper, le gustaba hacer surf, insistía en pulir su técnica en las olas de las Landas, y a veces de cerca de Brest, pero lo cierto es que era demasiado torpe como para lograr mantenerse de pie en la tabla. Por eso pasó al windsurf, deporte en cual llegó a mantenerse sobre el agua sin sobresalir de sus amigos, incluso de los que se subían por segunda a vez, pero tampoco nunca le importó demasiado la vela tabla, su ilusión habría sido ser aceptable en solo tabla, y su frustración, imperceptible a simple vista, crecía por dentro recordándole su inclinación al fracaso cada vez que emprendía un nuevo desafío. Con el paso del tiempo y los tropiezos, decidió no fantasear más y dedicarse a algo que le permitiese intervenir en su favor la voluntad de los demás ¿qué mejor que ser policía? Cada vez que le diese la gana podía detener a unos pringados y hacerlos sonreir como tontos, decir a todo que sí, hacerlos pedir, rogar disculpas incluso sin haber cometido ninguna falta, también podría repartir buenos porrazos de vez en cuando, o practicar con una bolsa humana los golpes de defensa personal que en una pelea se los harían meter por el mismísimo orto. Y si alguien decidía no dar su brazo a torcer, se lo podría llevar al calabozo por desacato, insultos a la autoridad, o cualquier otra excusa. Perfecto, definido, Antoine el gendarme, desastre de la ley. Se casó con la prima de sus hermanastros, lo mejor que compartía con su mujer es que solían reír mucho en las largas sobremesas de los fines de semana. Habían tenido grandes dificultades para conseguir tener hijos, hasta que ella quedó embarazada, a los nueve meses nació una niña con Síndrome de Down, que a la vez que unía y separaba al matrimonio todo lo más posible. Los unía en la promesa de jamás separarse, y los distanciaba en imposibilidad progresiva de siquiera poder tocarse, por esta razón ella conocía que de vez en cuando las andanzas de su esposo por las casas de citas, con la condición inalienable de que permaneciese en el más estricto de los secretos y la discreción. Lo de trasladarse de provincia varias veces en la vida le había legado cierta inclinación a sentirse bien con la idea de viajar, de dar la vuelta al mundo, de hacer todo el trayecto del transiberiano, recorrer en bicicleta América del Sur, conocer el lejano oriente. Pero entre una cosa y las otras, nunca ponía en práctica esos proyectos, lo cual no le impedía sentir el mismo gozo al abordarlos en su mente.
Renaud nació y creció en un suburbio de Nimes. Su padre le daba buenas palizas que más tarde, Reanud las achacaba a varias frustraciones, no había podido estudiar, era el hermano más torpe y feo, se casó con la única mujer que lo soportó un par de meses como novio pero no le gustaba demasiado de joven, y nada en absoluto después de llenarse de hijos, cuando ambos descuidaron la estética, la educación, incluso la higiene. Llegaba del trabajo e iba al bar, cuando regresaba cobraban todos los que estuviesen por delante, sobre todo Renaud, que se parecía a su padre en que era acaso el menos agraciado de los hermanos, el del medio, que no tenía ni la más mínima habilidad que pudiese enorgullecer a unos buenos padres, mucho menos a semejantes ogros, solo mostraba interés por pasar el rato con los amigos pateando pelotas contra una enorme pared al lado del riachuelo y de vez en cuando cazar los pequeños animales de la zona y cortarlos en pedacitos, disfrutaba de ver su reacción. A las lagartijas, sapos y ratones primero les cortaba las patitas, después les abría el estómago o les cortaba la cabeza, trayecto en el cual, el padecimiento de los animalitos lo llenaba de placer, exudaba alborozo. Lo mejor de su vida era cuando cada verano lo visitaba una prima con los tíos, siempre estuvo enamorado de su prima, fina, linda, graciosa, parecía siempre tan contenta con todo que solo se podía disfrutar con ella al lado. Tras darse cuenta que no destacaba en los estudios y que tampoco sentía una diáfana inclinación hacía oficio alguno, que ni siquiera le veía sentido a poseer habilidades, decidió que el mejor trabajo que podría desempeñar, era el de policía. De policía nadie le preguntaría por sus carencias, por su escaso interés ni sus renuncios, y podría practicar tiro, que era algo que en cierta forma sí le atraía. Renaud se casó con una chica de Nimes, de su propio barrio, con la cual comenzó a reproducir los mismos tics de su padre con su madre, salvando la distancia entre los sensibilidades convencionales que establecían y toleraban los tiempos en materia de maltrato. Si el padre aporreaba con la mano cerrada a la madre mientras esta conseguía escabullirse hasta el cuarto para evitar el rubor de ser vista por los hijos aguantando semejante humillación, él insultaba a la esposa hasta hacerla llorar y experimentar cierta vergüenza de sí misma, de su figura, de su fracaso, de su dejadez y de cómo cada día que pasaba soportando tal degradación, más lejos estaba de tener la fuerza necesaria para salir de todo aquello. Hacía años no quería hacerle el amor, visitaba cada vez con mayor frecuencia sitios de prostitución donde poder afirmar que aún su virilidad funcionaba, que aún no era prisionero irreversible de las fantasías sexuales inapropiadas que asaltaban su cabeza y espoleaban su deseo cada vez con mayor frecuencia. El tema era que la esposa, Claire, era la causa de que viviesen con cierta holgura económica poco habitual en familias de su extracto socio cultural, todo debido a una jugosa herencia que ella había recibido de su padre, y por nada del mundo deseaba perder su ya perfectamente establecido, nivel de vida. Tenían dos hijos, que se pasaban el día peleando.
Antoine y Renaud llevaban patrullando juntos en tráfico los últimos cuatro años. Compartían el placer de disparar, de vez en cuando Antoine acompañaba a Renaud a cazar, pero no disfrutaba tanto de matar animales como su compañero. Tanto Antoine como Renaud eran intimaban en la idea, de que el tipo de patrullaje de ellos ejercían, con la furgoneta camuflada de transporte civil, era un método puramente recaudatorio, no preventorio ni profiláctico, aunque reconocían sentir deleite cada vez que tras atrapar a un infractor veían la cara que ponía al conocer el monto de la multa que devengarían de su cuenta, así como los puntos que le restarían.
Era una discusión ética, ya que el motivo de la recaudación daba un sentido totalmente distinto a la finalidad misma de la existencia de la policía, que la persecución de la prevención que supondría un automóvil con sus sirenas, su color corporativo y la inscripción de la fuerza policial en a puerta del vehículo, de cara a refrescar la memoria de todos los conductores con que se cruzasen, respecto de las buenas normas de conducta en la carretera.
Y aunque una cosa no lleva necesariamente a la otra, siempre sentían el incómodo paseo del pequeño bichito del mal proceder cada vez que cazaban a un incauto. La fuerza del placer domaba con suficiencia cualquier resto de cargo de conciencia.
Pierre hizo imprimir las fotos que obtuvo de forma furtiva en el burdel. Y en los momentos en que sabía que Antoine y Renaud se encontraban desempeñando su trabajo de patrullaje por la carretera, se presentó en la casa de cada uno, portando sendos sobres con una inscripción que dejaba claro que eran sobres confidenciales para abrir exclusivamente por sus destinatarios, el señor Antoine Roux, y Renaud Morel. Se tomó un tiempo para llamar al timbre entre una casa y otra, en ambas como tenía programado lo atendieron dos mujeres que dijeron ser sus esposas, les comunicó que eran para entregar en mano, que podían recibirlo ellas firmando un recibo que Pierre había improvisado, dando un documento de la persona firmante y un teléfono móvil, tras lo cual se despidió dando las gracias y recordándoles la importancia de que recibiese, cada uno, su correspondiente sobre. Lo mismo hizo en la comisaría a donde pertenecían, dejó dos sobres con los nombres en las manos de su jefe, una vez que logró que él saliese a recibirlos, se presentó como un empelado de correo privado, pidió un nombre una firma y un teléfono al superior, él sargento no le facilitó un móvil, pero sí el teléfono fijo de su oficina en la estación.
Después se dirigió al punto de la carretera donde sabía que en breve llegarían a tomar su acostumbrado café de la tarde, parada que hacían cada día, sin falta. Mientras esperaba cargó los números de teléfono de las dos esposas de los agentes, los volcó en una aplicación de chateo y preparó un correo en que les decía que abriesen los sobres, y al que adjuntó las seis fotos de los dos compañeros de trabajo y compinches de farras con sus partenaires ocasionales. Con el teléfono del sargento no pudo hacer lo mismo porque era de línea, pero lo grabó en la agenda telefónica, con el nombre y apellido con que había firmado el recibo del correo. Le pagó a un repartidor de la zona para que entrase a la cafetería, para que le dejase al dueño o encargado tres sobre idénticos a los ya despachados, con la clara indicación de que les fuesen entregados a los dos agentes una vez llegasen al local.
Dentro del sobre, además de las mismas fotos que había dejado a las esposas y al sargento, introdujo una hoja señalando una serie de simples pasos que debían ejecutar, ipso facto, si preferían mantener estos deslices en secreto.
Una vez que el muchacho de los recados se hubo ganado los euros más fáciles de su vida, Pierre entró al establecimiento, se sentó al lado de una ventana, pidió un café con leche, un croissant, cruzó los dedos bajo su perilla y las comisuras de sus labios se arquearon hacia arriba dibujando una tenue, cauta, pero luminosa sonrisa.
Madre Amelia
Amelia Calzadilla, una joven cubana, madre, esposa, hija y nieta, de ese pueblo trabajador, sufriente como pocos, que a fuerza de golpes cada vez es menos alegre aún cuando fue su característica más distintiva, no pudo más y se soltó.
Todo aquel que lea esta humilde opinión lo más probable es que haya escuchado como mínimo una vez la declaración en modo de descarga eléctrica, de grito de angustia, de hastío, de “ostine” de la lingüista Calzadilla.
Amelia hizo un segundo video el día de ayer para disipar todas las calumnias que se vertieron sobre ella, y aclarar quien es, qué estudió, en que trabajó, la historia del padre que empezó siendo funcionario de la “Involución” con catorce años, las veces que recuerda que fue a formalizar sus reclamos por vías oficiales, que desembocan en un compartimento estanco.
Pero sobre todo Amelia, y acaso por esta razón cobra mucho más valor, nos deja claro que ella no es una persona peleadora, un alma guerrera, sino únicamente una madre. Y en este sentido nos comunica que, al día siguiente de salir en la red social Facebook su airada y valiente proclama, publicaron en Cubadebate un lamentable artículo acusándola, como siempre han hecho con quien critica algo, pero ya de manera ridícula, de agente del imperialismo, de incendiaria instrumentalizada desde Miami que buscaba una rebelión callejera, y en este sentido quienes vivimos afuera no debemos tomarnos esto a risa, porque esa línea de acusación es al que precede a las prisiones preventivas y posteriores condenas a décadas de prisión. El penoso artículo está firmado por un tal Ernesto Estévez Rams. Amelia denuncia también la manipulación mediática sobre sus palabras y su vida, de un elemento cuyo seudónimo es Guerrero cubano, esos dos sí, orgullosos mercenarios, no al servicio de la CIA sino de la maquinaria propagandística y represora del estado cubano.
En este último video, aparte de ratificar su no va más, Amelia nos advierte de que ipso facto llegó a su casa una visita de unos militantes del núcleo del Partido de su zona, a quienes ella atendió cordialmente, preguntándole si había sufrido represalias. Acto seguido le llegó una citación para el día 14 de junio a las 11 am de una oficina del gobierno de El Cerro, dizque para tratar el tema del gas, que dio pie al famoso video. Por supuesto, ella como todos sospechamos que no tiene nada que ver con el gas, lo más probable es que intenten presionarla, infundirle miedo. O quien sabe, acaso, si les queda algo de inteligencia en el hipotálamo hasta le solucionen el problema del gas para acallarla y mostrar una cara condescendiente.
Pero ¿alguien puede imaginar que porque hagamos un vídeo en directo quejándonos de que no hay pollo, de que se gana en dinero distinto del que compra los víveres, que ni siquiera así se encuentran, que los niños no tienen leche, que en los cuatro costados y en todos los puntos cardinales lo único que encuentra son problemas sin ninguna posibilidad de solución, lo visite una delegación del Partido único, dominante en el país?
Cualquiera en una sociedad normal estaría aterrado, imaginemos allá conociendo las condenas que se aplicaron a quienes salieron el a protestar el célebre 11-J.llama la atención desde Cuba siendo un país donde la testosterona, en apariencia, juega un rol tan importante e imperante, la cantidad de mujeres valientes, arrojadas, incluso temerarias que está pariendo esta era, desde Laura Pollán, todas las Damas de Blanco, Yoani, Ileana, Lynn, Payá, un extenso etcétera, y ahora la respetada Amelia.
Como ella dice, no quiere ser una heroína, mucho menos una mártir, ni representar a nadie más que a ella misma, o en todo caso a la enorme mayoría de las madres cubanas, pero siento decirte Amelia, lo quieras o no, ya eres un referente de valor y dignidad.
Cuba no aguanta más
El cubano, como el español, puede soportar lo que sea, el tiempo que sea. Pero también puede explotar.
Guarapo fue un pistolero en su juventud, un alborotador malcriado, pero echado para adelante, con una vanidad inconmensurable que lo llevaba a cotas de ambición pocas veces vistas reunidas en una sola persona. Luego mató a varias personas por mano propia y a otras dando la orden, pero mezcló esa aspereza extrema con una aparente sensibilidad social recogida de su aprendizaje con los Jesuitas, y que tanto le sirvió para forjar la imagen de un ser entregado a la causa popular simulando bien, sólo en un inicio, que todo su esfuerzo iba dirigido a su propio provecho, característica enriquecida por su propia mirada utópica de lo que sería el futuro de Cuba bajo su mando, pero sine Echeverría, Guiteras, Frank País, y una vez arribado al poder, ni siquiera con compañía, nada de un Camilo con mayor atractivo popular, que lo mismo se singaba una criada que a un barbero, amado por todos, ni a un Che que empezaba a ser respetado por los obreros y campesinos que lo veían cada domingo agachando le lomo a su lado sin aceptar privilegios, ni a un Ochoa querido por la tropa ni a unos gemelos de La Guardia que le dieron su juventud. Ni el desarrollo ni el desempeño de ninguno de estos era bien visto por su mirada obsesiva sobre el poder. Sin embargo aún así, cuando se trataba del pueblo, de la gente más humilde siempre que le fuesen leales hasta la muerte, él experimentaba cierta obligación, un deber, que si bien no le privaría jamás de la siesta ni de sus costosos vinos de la Ribera del Duero, tampoco perdía esa pista. Compartía esa semi sensibilidad con la certeza de que olvidar el principal objeto de la "Involución", acarrearía inevitablemente el deterioro de la misma y la merma del derroche de amor y temor a su figura.
Diaz Canel es otra cosa. Todos tuvimos un Díaz Canel al lado nuestro en el aula, levantando la mano para denunciar a un compañerito que se fijaba en las pruebas, ganando puntos, que luego uniría a otros denunciar a un joven por escuchar rock, dibujar mujeres en cuero, añorar pitusas Levi's, tenis Adidas y goma de mascar Chiclet's para que le manchasen el expediente escolar acumulativo, con la inscripción "diversionismo ideológico".
Díaz Canel sabía levantar la mano en las reuniones del CDR antes que cualquier otro para ofrecerse a leer los lineamientos que en una extensa muela bajo un sol inclemente había bajado el domingo anterior el Comandante de todos los chicharrones. También levantaba la maneo para cortar a machete la mala hierba del edificio, levantó la mano antes que nadie para optar a ser analizado en vistas de entrar a la UJC, y ahí ya poder echar para adelante a todo el mundo en las Asambleas de Moral comunistas semestrales en el preuniversitario, sin necesidad de levantar la mano para defenderse de la galleta del denunciado, pero sí, como desde niñor para denunciar.
Sabía que la jamonada en el refrigerador de su casa, que le diesen unos días en Varadero, una casa mejor, el Lada con cristales oscurecidos y aire acondicionado, las titis de baji chupa revolucionario, el ascenso en esa colina tan empinada solo dependía de la ligereza que tuviese en el uso de su afilada lengua, larga y vivaz. Sabía que para trepar debía sonreír a los de arriba, callar todo lo que no querían escuchar, traicionar a todos los de su costado y aplastar a todos los de abajo.
Un burócrata que nunca mató con un revolver pero manda a dar cabillazos a los que no aguantan más el "ostine" y salen a protestar, que manda encarcelas por décadas a hastiados ciudadanos con ganas de protestar y de cambio, pero nunca dirigió un grupo de asaltantes, ni un pelotón, pero tampoco jamás tuvo la minima aspiración en el amor de masas, ni se jugó una sola uña por una utopía ni siquiera por sus ambiciones personales, no ascendió arrebatando el sillón sino lamiendo botas.
Nadie de alrededor siente admiración por él, en el fondo nadie lo respeta, solo temen su poder actual, pero ni siquiera le temen a él. Detrás suyo todavía quedan grandes dinosaurios históricos, y también sus vástagos dueños de empresas que dejan jugosos dividendos al contar con un desierto de competidores, unos dentro, otros fuera de la isla apropiándose de todo lo que le falta al pueblo, que tienen la manija de la puerta, aunque la llave, desde que se fue Guarapo, nadie sabe donde está.
Aunque el cubano, como el español, tengan una enorme capacidad de aguante, si la misma fuerza va por el cauce no previsto, podría desviarse a un conducto que desemboque en un campartimento estanco, viciado, agobiante, la gente podía tragarse a un dictador megalómano y mesiánico que construyó el disparate desde los cimientos, pero aguantarle el hambre, la carencia, la represión e inflación, a un burócrata que trepó al tejado oliendo traseros, de un momento a otro puede explotar despepingando todo.
Lo malo y lo no tanto.
Alegría nómada
Cada año de los tres que llevo viviendo en este edificio, se hacen las fiestas del barrio en el parking de abajo. Avisan una semana antes y hay que dejarlo vacío. Históricamente no soporto esa bulla, ese mal gusto, esa chorizada general y me voy unos días a otra ciudad. Sin embargo en esta ocasión, tras dos años interminables de devastación, soledades, muerte, recibí con cierta sensación agradable la noticia de que se hacía la fiesta- Algo similar a lo que me ocurrió por vez primera este año, ante la inminencia de la Semana Santa.
Hoy al ver los niños saltando en los hinchables, la gente comiendo esos infames cucuruchos portadores de cualquier seudocomestible que permita expeler chorros de grasa, las luces a full de los juegos mecánicos, la música bom bom, las panzas bamboleantes de feriantes y asistentes, y sobre todo al ver felices a los gitanos que dan vida a esas ferias, itinerando de un sitio a otro por todo el país como sus antepasados nómades, me llenó de júbilo. Me dije: a la mierda los atavismos neo culturales si van a servir solo para poner cara de trasero ¡que se vayan al demonio y que viva la alegría de la gente común!
Más frívolo es vivir amargado.
¡Viva la Pepa!
El Partido Popular español tiene el deber desde hace décadas de componer una nueva derecha rompiendo de manera rotunda con el pasado de la derecha española. Estableciendo una división irreconciliable con el fascismo autóctono, de modo similar a como la izquierda universal ha roto de manera diáfana con el estalinismo en todos los vectores en que se plantean los retos políticos, los nuevos horizontes de conquistas desconocidos, ignorados, y muchas veces hasta enemigos de la izquierda socialista, comunista, anarquista tradicional, y así ha conseguido perseguir emancipaciones que antes pertenecían al terreno hedonista de las burguesías iluminadas.
La derecha española tampoco tendría que innovar demasiado, basta con romper con atavismos más consustanciales al medievo que a la era post guerra fría. Con solo mirar de frente y no de reojo como hace, a Estados Unidos de América, por poner un ejemplo, país anti monárquico por excelencia, donde no solo se liberó de la monarquía británica, sino que estableció el dinero como única prosapia, como todo linaje, solo mientras y hasta que se lo posee, donde todos tienen el derecho y la posibilidad de acceso, aunque ciertamente no en igualdad de condiciones. Con solo dejarse seducir de verdad por el influjo de esa potencia a la que tanto miran pero que tan poco imitan, ya habríamos avanzado medio milenio.
Luego un segundo paso debe ser condenar de manera inapelable el franquismo, de forma que ni siquiera se experimente un sentimiento de familiaridad, que no se presenten como rehenes de una lealtad mal entendida, toda vez que también se vean como descendientes de aquella monstruosidad.
Pueden continuar siendo una línea ideológica clasista, elitista, que prime el mérito, la habilidad para los negocios frente a otras cualidades humanas, sin necesidad de continuar defendiendo ese mismo carácter feudal que condenó a la Constitución de 1812, ni siendo prisionera de la reverberación del peor genocidio cometido en tierras españolas.
Entonces podrán mirar a la cara de la extrema derecha, de ese tóxico histórico español que tantas veces ha interferido en el desarrollo que la sociedad exige más que sugiere, y decirles:
No tenemos nada que ver con vosotros, hemos dado un paso gigante que nos ha requerido un acopio de valentía que vosotros desconocéis. En resumida cuenta, nosotros somos la derechista valiente.