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El blog de martinguevara

Jacobinos, girondinos y pan calentito

29 Noviembre 2022 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta, #Opinion crítica.

Parte de esos sectores encargados burocráticamente de difundir lo que hoy se llaman “bulos” o fake news, junto, incluso a una buena parte de mi familia, dijeron en Cuba que yo era agente del Imperio por denunciar las aberraciones de la dictadura y la total incoherencia entre discurso y modo de vida de Guarapo Castro. Más cerca de aquí, una amiga muy derechista, me acusó de comunista, por ser socialdemócrata y en el caso español, particularmente anti franquista, toda vez que aun, a día de hoy, no ha tenido lugar en el arco parlamentario al completo una condena unánime al golpe terrorista al gobierno elegido en las urnas, ni a la a posterior dictadura marcadamente sangrienta que se extendió cuatro décadas, y que por ende, sus reminiscencias, en ocasiones, sazonan con tal ahínco la realidad actual que con frecuencia colonizan su sabor.

No señores, no tengo esos honores tan elevados, ni tengo la fortuna de haber sido contratado por la CIA ni el honor de figurar en la Historia junto a Ho Chi Min o Karl Marx. Mi anti totalitarismo y antifascismo se debe a que sólo acepto como modo de vida, la paz, la concordia en pos de la convivencia, el respeto a las personas independientemente de su raza, sexo, clase social, la libertad de expresión y de empresa, el progreso entendido en ambos sentidos, progresismo y crecimiento, con prioridad en la protección de los menos favorecidos, y de todos los seres vivos.

Desde mi punto de vista Stalin, Hitler y Franco pertenecen al mismo conjunto, aunque se sitúen en los extremos opuestos, precisamente para resultar complementarios, del mismo modo que Helmut Kohl, Mitterrand y González, ocupan un mismo compartimento más allá de situarse en uno u otro punto cardinal del espectro ideológico sujetos a cánones cívicos.

Izquierda y derecha solo alcanzan para explicar donde se ubicaron girondinos y jacobinos en la Asamblea Nacional de Versalles, pero es insuficiente para describir la enorme gama de sensibilidades que cohabitan nuestro espacio. Una verdadera ruptura de paradigmas es la violencia o la opresión, ahí sí podríamos situar una línea divisoria entre el tipo de sociedad en que deseamos, trabajamos, exigimos o luchamos para vivir y otras formas de existir situadas en otro plano, en otras dimensiones, dentro de las cuales, como es obvio, también existen los matices y las diferencias tan reconciliables dentro de cada dimensión, como irreconciliables entre ellas.

No me sitúo en una posición equidistante entre un extremo y otro y ni siquiera entre una ideología y otra para encontrar el centro, ya que eso conduce a depender permanentemente de los estados de ánimo puntuales de la sociedad. No, mi posición se sitúa fuera de ese antagonismo interesado, no es de centro, mi posición es hegemónica, absoluta abarca todo el espectro, todo el espacio de la conviviencia, tanto en la conicidencia como en la diferencia. Un juglar argentino nacido en la inmediatez de la radio pero fluctuante hacia el reposo de la filosofía popular, Alejandro Dolina, sentenció: "La inteligencia se caracteriza por distinguir los matices; el poder necesita a extremos que carezcan de esta habilidad para que se odien a partir de la primera mirada"

Asamblea Nacional

Asamblea Nacional

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Querido auto rojo

24 Noviembre 2022 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

El primer coche con los ojos felinos, que vistos de noche desde el retroviso, esos faros parecen la facha de una pantera al acecho, siendo de tamaño pequeño sin embargo con un espacio delantero aparentemente amplio gracias al parabrisas combado. El volante era tan suave cuando lo saqué del concesionario Peugeot, que a los dos meses yendo por la A-2 de Madrid a Pepignan con parada en Sant Feliu de Guixols para visitar unos amigos, con el entusiasmo que deja la resaca de una buena curda el día anterior y la música de James Brown escapando de un casete por todo el habitáculo del coche, "gimme, gimme the thang" con tanta energía que desprendió un ambientador de aceite soportado por una pinza al aire acondicionado, cuando me agaché a recogerlo, ese volante súper suave, para mi tan acostumbrado al Ford de volante duro, empercudido, sin dirección asistida, recién aprehendida la botellita de ambientador escuché el famoso grito de ¡Cuidado! pero esta vez asistido por la razón ¿quién no lo escuchó? hasta James Brown se asustó, me iba contra la banquina de la izquierda, pegué un volantazo y comenzó el zig zag a ciento sesenta kilómetros por hora, antes del carnet por puntos, de la paranoia en los restaurantes y bares de carretera, cuando la carretera era un campo santo, zig zag de un lado a otro, la autopista llena de coches, y yo bailando el "crash", con que rompí la banquina y me metí en el espacio entre los dos sentidos de la autopista, empecé a dar vueltas en redondo como el reloj hasta que choqué con un bloque de concreto y empezamos a dar vueltas de campana, hoy recuerdo que ese mismo día recordé que cada segundo iba pensando "Oh, todavía no nos hemos matado". En la cabina había un cuchillo sin funda y una botella de whisky que dieron vueltas alrededor de nuestras dos cabezas sin rozarnos. También una manzana. El coche se detuvo con el techo en el suelo, quedamos boca abajo, yo me desperté de un desmayo de un segundo, quizás menos, moví las piernas los brazos miré a mi lado, ella estaba entera también, salí rápido, di la vuelta la saqué por la ventana que estaba abierta pero un poco astillada, se lastimó el brazo, yo me resentí el cuello, pero nada más, pararon muchas personas a ofrecernos ayuda, llegó la Guardia Civil, una ambulancia, un helicóptero, una mujer le ofrecía a ella sus chancletas porque ella se había obsesionado con entrar al coche boca abajo en medio de todo aquel follón a buscar la chancleta que le faltaba. ¡Son afortunados! eso decía el guardia civil, como cuando Slava se comió la banquina en Estonia y rebotamos hacia atrás a la carretera de milagro en vez de caer ladera abajo, unos italianos que pararon para ayudarnos, repetían ¡Sei fortunati!

Me pùsieron collarín, a ella la vendaron, nos levaron al Hospital de Zaragoza, el seguro previo a las crisis cubría todo sin preguntas, nos propusieron que decidiésemos si queríamos seguir a Francia o retornar a casa, preferimos lo segundo, sin coche de ojos felinos no tenía sentido, en casa tenía al gato Batmán capitán. Las vacaciones se detuvieron de repente, antes de seguir camino a casa en el taxi del seguro, pasamos por el taller donde habían dejado al coche hecho un acordeón, para recoger lo que precisásemos, ella entró, buscó y me gritó desde adentro, "la encontré" y salió victoriosa, con la mirada iluminada, triunfante, renacida, con su mano en alto blandiendo su chancleta.

Nos pagaron un arreglo que costó solo unas pesetas menos que el coche nuevo, y una indemnización. Además me tomé una baja por el collarín y el dolor de cuello, no disfruté de la muralla de Carcassone pero vi todos los capítulos de Cordell Walker, ranger de Texas.

Al mes nos trajeron el coche arreglado de Francia, y recorrimos toda España con él, y buena parte de Europa, pero nunca fue igual, sin embargo acaso por aquel palo le tomamos cariño como a uno más de la familia. Después nació Epsis, y cuando no paraba de berrear a las doce de la noche yo lo sacaba a dar un paseo en el pequeño auto rojo y de inmediato se dormía, pero en cuanto terminaba la vuelta y apagaba el motor, abría los ojos como almendras y volvía a la carga. Esos mismos ojos me miraron desde el asiento trasero durante años, hasta que aprendió a decir "ota, ota vez" cuando terminaba "Dirty deeds done dirt cheap" de AC/DC, y entonces, la ponía otra y otra y otra vez, él, chiquitín detrás con sus ojos almendrados como los faros del coche cantaba "onder ich" y movía la cabeza como yo o como Angus Young.

Veintiún años con el coche rojo, hoy cuando lo fui a dejar al desguace, para que lo diesen de baja y usasen las piezas que les viniesen bien a cambio de un par de morlacos, ínfimos, porque el pobre estaba hecho una penita, perdiendo aceite, calentando el motor, con más arañazos que un león con ganas de singar, pero con sus ojos intactos, que al mirarme cuando lo despedí en el portón del desguace dejándole las dos llaves al tipo del toromotor, hizo un cambio casi imperceptible en el color del faro izquierdo, lo que interpreté como un guiño, aunque bien pudo ser lo que ellos expelen en vez del liquido salado que se nos escapa a nosotros en las despedidas de seres muy queridos, de la misma o de cualquier otra especie.

 

Auto rojo

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Pablito, Mercedes, Estela y las niñas

17 Noviembre 2022 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba Opinión, #Cuba flash., #Relax

Mediaba el año 1974 en La Habana.

Yo vivía con mi madre y hermanos en el Habana Libre, pero ese día estábamos invitados a casa de un argentino residente en Miramar desde inicios de la revolución, Ernesto Mario Bravo, aquel estudiante torturado por el gobierno de Juan Domingo Perón por su afiliación al Partido Comunista, caso en que se concedió total impunidad a los torturadores. Bravo estaba casado con Estela Bravo una brava documentalista estadounidense, de Nueva York, hija de un sindicalista defensor de la España Republicana, que conoció a Ernesto en Europa con quien se casó estableciendo su hogar en la incipiente y prometedora revolución de los sueños.

Ernesto era químico, Estela artista pero ambos estaban unidos por una profunda conciencia social, intereses políticos e historia compartida desde distintas latitudes. tenían un par de hijas muy simpáticas, una ligeramente mayor que yo y otra que ya se distanciaba lo suficiente como para pertenecer a otra dimensión, en esa edad solo tres años pueden significar mayor diferencia que entre una persona de cincuenta y otra de treinta años, nosotros éramos niños y ella una señorita, probablemente ya con su primer menstruación, teticas salientes y chismes sobre muchachos. Entonces con la hija menor nos fuimos a jugar a los árboles de al lado del edificio de ellos que a mi edad parecía un bosquecito, en 5ª entre 8 y 10 apenas pasado el túnel, en Miramar, donde estaba el coqueto departamento de ellos. Mi madre y los anfitriones se quedaron charlando, tomando seguramente algo que tuviese ese mágico elixir cubano que recién iba descubriendo, con que eran agasajados sin complejo ni pudor en toda casa, desde la más revolucionaria y pulcra hasta la más jaranera: el ron.

Cuando regresamos habían llegado otros invitados, después de cenar algo los niños nos fuimos a dormir, en mi caso, hasta que fuese la hora de regresar al hotel . Unos años más tarde mi madre, cuando ya mi padre llevaba años trabado en una cárcel del sur del mundo, al sur de Argentina, más al sur que el infierno, me contó lo que yo a esa edad recién llegado a Cuba no tenía ni idea.

Los invitados que llegaron cuando estábamos jugando al escondido en el bosquecillo, eran Soledad Bravo, una cantante venezolana de origen español, Mercedes Sosa y Pablito Milanés. Cuando me lo contó me dio cosa no haber sabido en ese omento quienes eran esas tres figuras del canto, pero sentí, aunque fuese en carácter retroactivo una especie de relevancia aristocrática dentro del universo de la cultura, al haber compartido desde mis ronquidos una velada con semejantes monstruos de la queja armonizada. Mi vieja me contó que primero cantó Soledad y su voz era preciosa, luego Pablito, muy simpático según me dijo, cantó versos de protesta o de posicionamiento revolucionario con su voz de "Filin", una cosa diferente, peculiar, hasta que le tocó a la "Negra Sosa" que desde que pronunció la primera vocal estirada por esas prodigiosas cuerdas vocales bendecidas por la diosa Melpómene todos quedaron embrujados, y daba igual las letras, y daba igual la guitarra, que creo que la tocaba Pablito, todo, las paredes, el bosquecito, la avenida, el túnel y hasta mi sueño fueron invadidas y sazonadas por la voz de la voluminosa cantante folclórica argentina.

Aquel día además de mi vieja, Ernesto y Estela, también Milanés conoció a Mercedes Sosa y empezaron una larga amistad.

Hoy que Pablo Milanés está delicado de salud, recordé esta anécdota de como, con independencia de si es enmedio de un bombardeo o un acuerdo histórico, un niño está en otro mundo,  distinto del de una muchacha solo tres años mayor que él, de los cantos de sirena de una revolución involutiva e incluso, de las estrellas de la eternidad.

Principio del formulario

Final del formulari

Pablito Milanés y Mercedes Sosa

Pablito Milanés y Mercedes Sosa

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¡Argentina, Argentina, Argentina!

9 Noviembre 2022 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Argentina frizzante, #Relax

Así nomás, como son las cosas del campo, que diría Don Atahualpa, abordo esa mezcla de envidia o inquina con admiración que fluctúa en distintos puntos del orbe, hacia los argentinos. No es cosa de un solo país, ni solo de Latinoamérica, pasa en España, pasó en Italia excepto en este Mundial donde como quedaron fuera, guardan la bilis para otros menesteres, y hoy simpatizan con sus sudacas primos argentos.

Obviamente no es porque Argentina haya invadido países, ni conquistado continentes, ni siquiera mercados con sus productos, más allá del dulce de leche y algún cacho de carne que todos adoran deglutir a pesar de su picantísimo precio y de la moda vegana. El otro día encontré un producto que se publicitaba como “entrecot argentino vegetariano 100%"

Entonces ¿por qué es? El hecho de que los argentinos tengan el mandato nato de dedicarle prolongados espacios de tiempo a cultivarse, o aparentar haberlo hecho, en cánones y vectores euro centristas, francófilos en la clase media y anglófilos en la oligarquía, que arroja como resultado un pastiche donde se mezcla la cultura de la boleadora y el locro con la pizza, el rugby y Baudelaire ¿quién sabe que la Vauquita, esa deliciosa tableta de dulce de leche unió en su médula, la pasión que sentían por la afamada jalea Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares? cuando salen del país, les acompaña un halo de pretenciosos. En Buenos Aires es frecuente encontrarse con amigos en un café y hablar del último libro que se descubrió o de una exposición de arte que causó buen efecto. Existe un elemento que puede resultar aún más pedante para quienes no atesoran esa cultura en su bagaje: el psicoanálisis. Es una sociedad muy psicoanalizada, con el hándicap de suponer que ello convierte a cada individuo en una luminaria en las teorías freudianas y lacanianas, detalle que favorece la omnipresencia del “yo” el cual se aborda sin ningún remilgo. No como hace la gente de campo que prefieren usar la primera persona del plural cuando se refieren a la primera del singular.

¿Pero solo eso alcanza para tanta bronca?

Por otro lado puede que genotípicamente sean más asimilables al estereotipo estético que dejaron grabado a sangre y fuego los conquistadores sud europeos en la idiosincrasia latinoamericana. La verdad es que no sé, pero sí sé que, equivocadamente o no, es una comunidad, un colectivo que despierta esa dualidad extrema. No de todo es inocente la idiosincrasia colectiva porteña cuando sale no solo de Argentina, sino también de Buenos Aires a cualquiera de las provincias, durante décadas los argentinos se caracterizaron por burlarse del resto del mundo, excepto acaso de los parisinos y londinenses. Durante un viaje de medio año que emprendí a lo largo y ancho de Brasil, quedándome un día en Angras do Reis, un cocinero que nos regaló un "prato feito" de comida al parceiro con el que hacía el camino en auto stop, me comentó que los peores turistas eran los argentinos, ya que iban a los mismos hoteles que los alemanes y estadounidenses, pero eran durísimos con la propina, en cambio a cada cosa que pagaban, por mínima que fuese, la exprimían y le sacaba hasta la última gota de jugo, a veces hacían llevar y traer un café por no estar suficientemente caliente más de una vez. En Cuba escuché algo parecido. La sociedad argentina está muy estratificada incluso en sus masas turísticas. No todos los contingentes de visitantes son iguales. Los que van a playas son muy diferentes de los interesados en las ciudades , su arquitectura, costumbres y museos. Y de ambos tipos existe un grueso colectivo viajero, los primero despiertan no demasiada simpatía los segundos siembran admiración y respeto.

Una cosa muy grata es que el anti argentinismo desatado en el mundial, es de la media y la élite. El público es fan de Argentina.

Ayer toda la mala onda se esfumó, en la mayoría porque se dieron cuenta que esa envidia no tenía razón de ser con un país que está en la UCI y jugar un gran fútbol es su única y emergente aspirina, y los menos porque se dieron cuenta que están haciendo el ridículo. Argentina logró llegar a la final, y aquello que nos alegró tanto a todos los futboleros del Río de la Plata, puede ser nuestro karma si el seleccionado sale campeón y dentro de no mucho, nos encontremos llorando sobre la leche derramada.

El mejor Messi obviamente era el que metía 92 goles en un año, pero este de hoy, desbloqueó temas mentales que lo hacen enorme. El efecto del fútbol es algo digno de laboratorio, ayer, como en la época en que me atiborraba de sustancias que alteraban el SNC, tuve un prolongado lapsus mentis a causa de los goles de Messi. Ni por una comida que desequilibró mi paladar, ni por una mujer que desestabilizó mis hormonas, ni por un emolumento que desbordó mis bolsillos, perdí la compostura que tanto en materia de pretensiones me ha costado edificar, solo a merced de los goles, mejor dicho, de los golazos argentinos.

Y hoy, lo que es la mente humana y los excesos. Tal como le sucede al borracho que bailó la noche pasada con el culo al aire y cantó con berridos temas de Led Zeppelin en el bar del barrio, estoy algo titubeante, me siento impelido a apretar el botón "rewind" de las viejas grabadoras y pasacasetes para borrar mi entrada al bar del barrio ayer, soltando la rabia en modo de canto de hinchada de tribuna. Desde el catre antes de poner los pies en el parquet e incorporar la vida a mi humanidad ya venía a mi mente las caras de los parroquianos del bareto, cuando me cagué en brazucas, croatas, Ficticius, Milimalo, Penaldo, todos los putos que la tienen bien adentro, y todos los otros putos que la siguen mamando, incluso la sugerencia anacrónica de que los madridistas presentes disfrutaban en sus alcobas de encuentros sexuales enmarcados en la más plural diversidad. Alucinando a los habituales orangutanes bebedores de anís del mono o whisky DYC, con la conversión del pretendido "intelecualoso" que rara tarde comparte con la feligresía un mosto o un café durante el curso de un partido de Liga o Champions, en un rabioso jefe de manada de mandriles dispuesto a disputarles el territorio.

De tenor más reducido, pero de la misma tesitura es el rubor que me abordó al recordar, sin querer siquiera releerlos, los post publicados ayer tras el subidón del partido, sin alcohol ni merca.Porque acaso también haya que reconocer que el suflé cultural ha disminuído cediendo espacio al merengue patotero, aunque siempre nos vanagloriamos de tener la avenida más larga, la más ancha, de inventar el dulce de leche y la birome ¿quién nos aguantaría c0n un solo filósofo, un matemático, un músico y un poeta de la antología alemana?

Una vez lavada la cara, preparados unos mates, pensé que en realidad, tenemos la suerte de que existan estos pistones, estas válvulas de descompresión que la vida nos otorga, de vez en cuando, a veces les toca a unos de azul otras a los de amarillo, para saltar sin chandal deportivo, gritar sin dolor y destapar los improperios más reprimidos aunque totalmente merecidos para ser por un día, más simio alfa que los más temidos gorilas habituales.

Hoy retorno a ese insoportable represor de la adrenalina propulsada por la nimiedad más impía, y ya me estoy diciendo, que cuando será el día que gracias a ver un país robusto, equilibrado, justo, desarrollado gritemos como desaforados, pero ¿seríamos capaces entonces de encontrar el desenfado, el timbre en las cuerdas vocales y la necesaria desfachatez para gritar a viva voz ¡Argentina, Argentina, Argentina1?

Borges, Bioy y Messi
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