Camille
Andaba por las inmediaciones del museo Rodin y decidí entrar, me lo habían recomendado encarecidamente por la casona principal y los jardines además de por las obras escultóricas. Una preciosidad.
En un instante me vi frente a El Pensador, a las estatuas de Honorato de Balzac, a las de Víctor Hugo, a las tres Sombras y a la Puerta del Infierno, un impacto nunca lo suficientemente anunciado. Eran hechas en bronce, luego aparecieron otras en mármol, de menor tamaño pero tan bellas o más si cabe. Tres pinturas de Rodin, además de una de Van Gogh, una de Monet y una de Munch, el noruego de el Grito.
Y sobre el final del trayecto propuesto, casi cuando me iba a ir a tomar mi porción de aire afuera, cuando iba a poner coto al rejunte de imágenes, trazos y texturas que ya bailaban en mi retina sin orden ni armonía, provocados por los paseos alienantes por el museo cual auditor de cuadros realizando un inventario, vi dos obras que me impactaron y me dejaron abducido frente a ellas, acercándome y tomando distancia, ora dando la espalda ora girándome repentinamente para sorprenderlas desde otro ángulo en el regreso de alguna travesura, estaban hechas en mármol verde, una era La ola y la otra Las chismosas, de Camille Claudel, no eran demasiado llamativas, ni grandes, eran la cosa tallada más linda que he visto en mi vida.
Y fue distinto incluso a las primeras veces que había tenido la oportunidad de ver enfrente de mi a los cuadros de mi educación, tras entrar a un salón ya indicado en un folleto, bien un Goya de toda la vida, como la Maja Desnuda o vestida, o cuando vi por primera vez el Guernica, que por más que me lo esperaba y que conocía cada figura en matices del blanco y negro no por eso dejé de quedarme de una pieza, cuando vi mi primer van Gogh, la primera bailarina de Degas, el primer Greco, cuando sin esperarlo apareció delante de mi una escena con vida, algo superior al arte, pintado por Vermeer, una holandesa en una habitación iluminada por un haz de luz flamenca, o cuando me pasó algo similar con los brillos y la sombras del Caravaggio o con un cuadro de Constable y sus nubes inglesas.
En el caso de las dos esculturas de Camille conocía la historia de la artista, había leído su biografía, los horrores a que ayudó Auguste a confinarla. Pero no fue hasta que me detuve en seco a mirar a las cuatro vecinas chismosas, quizás inventándose un adulterio inexistente o acaso revelando uno real, y a continuación una inmensa Ola a punto de caer sobre tres ninfas alegres, que Camille me ocupó, me invadió, apoderándose gentil pero bruscamente de mi impavidez, de mi anonadamiento, entonces mi alma le cedió albergue, y me convertí como un tiempo atrás ocurriese en Tordesillas en fiel escudero de la traicionada Reina de Castilla Juana la Loca, en su admirador y amante incondicional, dispuesto a sacudir de la testa toda la obra de Rodin almacenada hasta ese instante, y llevarmela de paseo por el Sena en la retina de manera firme y clara, sentir el tacto de las uñas adolescentes, las yemas de los dedos geniales, y sacudir su delantal cubierto de polvo y aceptar aquel desajuste en la pupila que aparece cuando se observa lo imposible, el brillo por el que todos los la encerraron.
De paseo por el París de la libertad para los mediocres, con el fin de salvarla, fuera de Rodin y de la mansión de sombras de bronce, protegiendo sus manos del frío de los barrotes, recibiendo la mirada de sus ojos en espiral y desempolvando sobre el Sena el delantal de escultora manchado también, por el mismo tipo de sangre que sobre el final de sus días, le empapase a Juana el alma y ahogase su corona.
Miami demócrata
Esta vez como nunca antes, el voto de los cubanos fue decisivo en Florida para que ganasen los Demócratas.
La ciudad de Miami hace tiempo que es lo opuesto a lo que debió su fama, aquella sociedad donde lo cultural no interesaba gran cosa, donde el exilio cubano era monolítico, donde ni una brizna de disidencia con las posturas oficiales u oficiosas del primer exilio era bienvenida, una Miami que aunque en lo económico y en lo legal en general poseía la misma libertad que en el resto del país, en lo referente a la política hacia Cuba y al voto a la presidencia de los EEUU era sofocantemente homogénea e injerencial.
Durante el poco tiempo que pude disfrutar de esa magnifica ciudad casi concebida por cubanos, pude comprobar que es un sitio con una gran pujanza en materia de cultura, en interés por el arte, desde su feria del libro, pasando por su feria de Art Basel y siguiendo por las diversas manifestaciones, en música, en plástica, , en literatura, en blogosfera, en innovadores conceptos de convivencia ciudadana. Y más que nada lo aprecié en la profundidad del discurso político, el nutrido y bien compartimentado aporte de las diferentes generaciones de cubanos, han construido algo único, digno de estudio sociológico para entender posibles "Babel" de clases sociales en la Cuba venidera, y en el mundo en vías de desarrollo en general.
En unas cuantas tardes pude participar de discusiones entre la generación del '60 fundamentalmente de derechas, sin embargo muy habituados ya, luego de 50 años al ejercicio democrático, a la tolerancia de otros puntos de vista, con emigrados de los '70, y con otros, ya de mi generación arribados a la ciudad fetiche objeto del deseo colectivo cubano en los años '90. Dirimiendo de una manera profunda sus divergencias y sus acuerdos, sin que mediase el antagonismo socio económico, que les evitó la situación de exiliados, de formar parte de un mismo bando, de considerarse víctimas de un mismo enemigo.
No conozco las últimas oleadas, sobre las cuales aborrezco la acusación que sobre ellos pesa de no saber hablar, escribir, posteriores incluso a los que ostentan la particularidad de no portar un nombre de pila que no empiece por "Y". Y si bien estoy informado acerca de su nulo interés por la acumulación de bagaje cultural, de conocimientos académicos, todo sea dicho: en un país que consiguió devaluar el beneficio del saber hasta situarlo en los subsuelos, muy por debajo de la categoría de camarero de cafetería en divisas, cajero de hotel, o taxista, tampoco es menos cierto que esos muchachos llevan la última voz de la conciencia revolucionaria, son el producto que quedó, el verdadero resultado del experimento. En su fuero interno, inconsciente, comprenden y contienen tanto al primer intelectual exiliado de la isla, como al de los setentas y al de los noventas así como a todos los demás que fueron expulsados por el proyecto revolucionario, y aunque lo parezcan casi proverbialmente, no son incultos absolutos, sino portadores de una gran identidad cultural gestada en el descarte de lo inviable, poseedores de gran inteligencia colectiva y práctica, y portadores de una importante cultura alternativa en un inicio, que rápidamente a la vista de los resultados se afianzó como la cultura del éxito, del poder. La más desprovista de modos y modismos alejados de cualquier forma de erudición, tajantemente desaprobados por todas las manera previas de entender la identidad e idiosincrasia cultural.
Miami tiene la particularidad y la ventaja de contener del mismo lado, a las distintas partes que en un supuesto hábitat natural, se disputarían el dominio, pelearían por alienar al prójimo, por suprimirlo.
A menudo pienso en lo que era esa ciudad en el año 1959 y lo que es hoy en contraste con lo que ocurrió en La Habana durante el mismo período y me pregunto en términos maniqueos, quienes han sido los verdaderos constructores de la nueva sociedad y quienes la escoria, en todo sentido.
El poli cromatismo del exilio cubano de hoy, de sus inclinaciones culturales, humanistas, filosóficas, entre otras debe las razones de sus diferencias a las distintas desventuras, a los caprichos cambiantes con que a lo largo de más de cincuenta años de Revolución, sus dirigentes con una incoherencia política económica e ideológica proverbial han sumido en la abulia a la población, provocando un amplio espectro de posiciones disidentes, de motivos para el desacuerdo, que en una buena parte nada tienen en común entre sí, más allá del rechazo a la pésimamente mal llamada Revolución.
Del mismo modo hoy no monopoliza el interés del público y los empresarios norteamericanos una única política hacia Cuba, ni siquiera en el de los políticos y las instituciones que clásicamente fueron partidarios de las posiciones más radicales de enfrentamiento y bloqueo. Tanto entre los demócratas como en algunos republicanos hace ya un tiempo empezó a anidar la idea, de que es mejor desembarcar con empresas que prohibirlas, de esa manera, tras insistir en la misma infructuosa vía durante medio siglo y empezar a probar un nuevo camino para llegar a los viejas metas políticas, junto a la dirigencia cubana y bajo la premisa de que "a nadie le amarga un dulce", probablemente hayan arribado a la idea de que no hay nada reprochable en ir haciendo algo de caja mientras se concretan objetivos.
Nuestra parcela
“Epsis adocnis” me decía al tiempo que hacía denodados esfuerzos por incorporarme. La cabeza hacía lo posible por seguir mi directriz de no partirse en dos. El hombro lo tenía cubierto de una pasta rojiza con olor dulzón, y la boca con un sabor agrio y desierta de saliva, reconocí el pie del lavatorio del baño y me percaté que había podido dejar la puerta abierta, me incorporé, pero dos pasos más adelante perdí pie y pisada y fui a dar contra la mesita de luz que estaba al salir del baño, tiré al suelo la taza de café los libros el despertador y el cenicero.
Me quedé un rato más allí hasta que se me pasaron las ganas de asirme al parquet. Dormí un poco y al despertar logré llegar a la puerta que no estaba tan lejos como parecía, todo en esa mísera cueva excepto la salvación, estaba demasiado cerca.
Presioné fuertemente las sienes y luego las cavidades orbitales por encima de los párpados, bordeando los ojos, eso me hizo ver las estrellas en sus colores originales con resplandores plateados repletos de mil y un demonios, que no obstante aliviaron el descontrol de mi cabeza, recién entonces tomé asiento.
¿ Qué habría querido decir con aquello?. Lo cierto es que en Claudio no se podía creer ni cuando daba la hora, pero a veces decía cosas que parecían venir de otra dimensión, de una existencia por donde ni por asomo paseó vez alguna su codo ni su trasero. Aunque quizás en aquella ocasión, justo gracias a lo absurdo que parecía, tuviese algo de sentido.
Tenía que salir de aquel antro o los pulmones me iban cobrar una factura aún mayor en silbidos y tos. Mis fuelles estaban bien adiestrados para convivir con la polución y podían optimizar el oxígeno de cada bocanada de aire, pero no se les podía exigir lo imposible.
Llevaba cuatro meses alquilando ese departamento y ya me estaban pidiendo que lo abandonase con urgencia, ya que otros lo codiciaban como si fuese el Ritz, la propietaria era una conocida de mi amiga Karina, quien intercedió para el alquiler porque cuando solíamos dormir juntos se nos iba todo en hoteles. Y aunque yo no hiciese demasiado por la salud ambiental de aquel rectángulo, lo cierto es que al viciado aire que se respiraba allí contribuían otros condicionantes , estaba encajonado, no recibía un rayo de sol en todo el año y si se lo intentaba ventilar, entraba una corriente de aire gélido y húmedo que en invierno podía matar de neumonía y en verano de intoxicación a merced de los efluvios del pequeño y poco higiénico patio al que daba.
“Al demonio con todo aquello”- me dije.
Claudio me había dicho que en algunos sitios de la costa cuando llegaba la temporada estival solía haber trabajo, la gran mayoría del malo, del verdaderamente malo de ese que no pagan y si lo hacen solo pagan la mitad de lo prometido, pero se podía encontrar diversión, me habló de algún puesto de camarero en algún restaurante caro que permitía regresar luego a la ciudad con unos cuantos billetes como para tirar unos meses sin preocupaciones. Pero a quien le importaba servir sándwiches de milanesa o canapés de caviar. Epsis adocnis me repetía yo una y otra vez, en apariencia no significaba nada, pero hasta ese entonces nunca algo había significado tanto para mi.
Junté todo lo de mi propiedad, que con libros incluidos no llegaba repletar dos bolsos deportivos, le dejé una nota a la conocida de Karina diciéndole que ya podía intoxicar a algún otro desprevenido, con respecto a la factura de teléfono le puse en la nota: “Dios te la pague”, y me fui.
Antes de haber emigrado solía ir cuando era niño con mis padres a San Clemente del Tuyu y a Villa Gesell. De aquello había pasado mucho tiempo, pero ambas seguían siendo zonas de veraneo, elegí Villa Gesell porque algunas personas me dijeron que tenía más onda, tanto las chicas de la arena como del bar, la tiza, la serpiente del bebedor que terminé enroscándome en la garganta, mientras me embebí en ese tipo de miel de la ciudad y alcohol de farmacia, laya de ese talante y también el ambiente de la gente como las fondas donde se podía trabajar.
No quería trabajar más que cuando me fui por toda la costa del Atlántico desde Uruguay hasta Guyana Francesa buscando un barco para convertirme en Simbad.
Fui a un pequeño hotel que había en la avenida Buenos Aires en pleno centro, cerca de donde paraba cuando era niño. Todo había cambiado, esa zona que otrora estaba entre pinos era en aquel momento un corredor de centros comerciales.
Un primo de mi padre me comentó que mi tío Ernesto, cuando era muy joven había comprado junto con mi abuelo unas tierras en Villa Gesell, mi abuelo había tenido tiempo de venderlas cuando comenzó el desarrollo turístico , no así mi tío que estaba en otras contingencias. Fui a verlas, parte de estas se expandían justo donde entonces se encontraba la casa redonda, una casa que sería de lo más vulgar si no fuese porque sus paredes estaban dispuestas en efecto, de modo circular y porque todos sus habitantes estaban en la costa para llevar a cabo su particular manera de entender las actividades lucrativas, un muestrario de todas las formas de agenciarse el sustento con picaresca, pequeños hurtos, ventas de substancias prohibidas, y me quedé dos meses atónito observando como si de un circo se tratase toda suerte de timos y algunos vicios, en el mismo sitio donde habían estado las parcelas que ocultaban arena en la sangre, arena en los dientes, que escondían los secretos mejor guardados de unos jóvenes, que una noche conocieron excesos que los condenaron al nunca más en un inicio y a la eternidad a renglón seguido.
Improntas de mi tío y sus amigos que cobraban vida cada período estival, dentro de la casa redonda en diferentes personas a lo largo del tiempo, a través de una cascada de rebeldía, en el sombrío extremo alternativo.
Puerto Padre
Dalla stazione degli autobús, sino alle vie del centro e tutte le stradine che attraversavano il pittoresco paese di Puerto Padre, era tutto un luogo d’un mondo a parte e d’altri tempi.
Mi ci portó il mio amico Peter, che in realtá si chiamava Pedro Miguel, peró lo preferivo in inglese, giá ch’era un ragazzetto indomabile e diceva sempre che sicuramente era nato negli Stati Uniti. La casa di due piani di suo nonno, con pórtico fiancheggiato da grandi colonne, dava un tocco diverso al sovraffollamento típico degli agglomerati urbani, come la maggior parte delle costruzioni di quel posto cosí variegato di stili austeri. La sorella di Peter aveva un’amica intima nel paese. Non vi era nulla come contare su amici che avessero sorelle con amiche cosí bone.
Negli anni vissuti nell’isola, non ero mai stato in nessun altro posto dove mi sentivo cosí ben integrato come mi sentii in Puerto Padre. Lá, ero il forestiero come alla Habana, peró non ero lo straniero, ma piuttosto l’amico habanero di Peter, che fossi argentino era totalmente secondario e imprescindibile, eccetto per i vecchi, che rivelavano le proprie nostalgie dei tempi migliori con una stupefacente sinceritá.
In quei giorni, nel suo paesello, dove ogni cosa sembrava impregnata, piu o meno, di magia, Peter mi fece partecipe di qualcosa di molto piu profondo e complesso che la semplice amicizia, mi aprí la scatola dei segreti familiari.
Secondo lui, quel luogo era conosciuto per i suoi fantasmi e racconti sopranaturali e di difficile spiegazione lógica. Un pomeriggio, mentre tornavamo dalla spiaggia dove eravamo stati a bere birra, giocando a pallavolo e scherzando, vidi lungo il viale del ritorno, sulle fiancate, una specie di specchio d’acqua argéntea. Eravamo seduti nella parte posteriore di un camión che trasportava l’impianto della música, e Peter e i suoi amici mi mostravano l’orizzonte dicendomi: Hai visto? A quest’ora tutto é uno specchio!
Il primo giorno Peter mi disse, passando vicino ad una elegante casa di legno di due piani, che lí viveva un fantasma, una delle vittime ch’era stato ucciso in quella casa, da un amante troppo impaziente, e che non era disposto ad abbandonare questa dimensione. Per lo meno, non del tutto, e per testimoniarlo, ogni tanto appariva in mezzo alla via con l’aspetto che aveva il giorno della sua morte.
Pensai che non dovevo rispondere con una risata fragorosa a cotanta fiducia nei miei confronti, feci l’educato assentendo. Solamente quando rimasi solo con il mio amico volli specificare: Peter, tu sai che io non credo a quelle cose.
L’ultimo giorno prima di tornare alla Habana, fummo tutti e quattro ad una festa che si svolgeva sul lungomare. Ballammo, bevemmo birra, e riuscii persino ad accompagnarmi all’amica della sorella di Peter… ma dopo pochi baci furtivi in spiaggia, ci chiamarono a squarciagola perche il camión che ci avrebbe dovuto riportare a casa, partiva, e quindi ci affrettammo a salirci sopra. Ma prima che il motore si mettesse in marcia, vedemmo due signori, uno alto e magro ed uno grasso e piu basso, coinvolti in un alterco típico da fine di festa alcolica. Peró il grassone, che si imponeva sempre in quanto a insulti, non era disposto ad andare a dormire senza aggiungere un po di pepe alla disputa, e sferró un primo pugno in faccia all’altro, poi si gettó su di lui coprendolo di pugni e calci. Il magro si allontanó un po di metri e quando sembrava che la discussione fosse terminata, ritornó con una spranga di ferro in mano, il grasso cercó di schivarlo, peró l’agilitá che mostró il magro risultó efficace e gli piantó l’affilato stiletto varie volte nello stomaco. Gli astanti si lanciarono a separare i due rivali, arrivando un po tardi. Alcuni portarono il grassone all’ospedale, ed altri scomparvero con il magro su per un vicolo.
La polizia arrivó solamente quando non erano rimasti che Peter, alcuni amici della Band musicale, sua sorella, l’amica della sorella ed io, e ci domandarono se avevamo visto qualcosa durante l’accaduto. Io ero tuttavía sconvolto e preferí non spifferare nulla. Ci ordinarono di andar via da lí e durante il viaggio di ritorno a casa viaggiammo in silenzio. Arrivati a casa del nonno di Peter, mangiai qualcosa, ed anche fosse gia tarda notte, uscii a contaminare l’aria con alcune sigarette di tabacco forte.
E allora vidi, sotto il lampione che si trovava di fronte alla casa di legno degli impiccati, un uomo alto, magro, con camicia guayabera chiara e cappello, che sembrava mi stesse osservando, anche se da quella distanza non riuscivo a scorgere gli occhi, gli dissi: - Ehí! Buona notte! - abbozzó un sorriso, giró sui suoi tacchi e rientró in casa, senza fare il benché minimo rumore.
Il giorno dopo, prima di partire, ci informarono che il grassone rimaneva ricoverato all’ospedale, sotto osservazione, e che avevano arrestato il responsabile delle pugnalate, il quale peró giurava su tutti i suoi morti di non ricordare assolutamente nulla di ció per cui veniva accusato, e che giammai aveva usato un coltello contro qualcuno. Chi lo aveva visto usare la spranga, dicevano che effettivamente, sino a quel momento, era stato un essere molto pacifico, a uno che gli piaceva il rum, la música e le donne, peró non le risse.
Al salutarci, il nonno di Peter mi abbracció fortissimo, mi ricordó quello che mi aveva detto varie volte in quei giorni, che ero un bravo ragazzo, come mio zio, peró che Fidel era un uomo cattivo, che aveva distrutto il Paese, e pure a mio zio. Non ero preparato per ascoltare quel tipo di cose, ma attrasse la mia attenzione con che sicurezza lo diceva.
Gli commentai che la notte anteriore ero uscito a prendere una boccata d’aria fresca, dopo aver presenziato ad una simile rissa, e gli confessai che rimasi perturbato dall’immagine di quell’elegante uomo che entró nella casa degli impiccati. Allora mi disse che il grassone della rissa era il fratello di quello che avava causato la tragedia in quella casa.
Puerto Padre risultó enigmático ai miei occhi, come lo presentavano i suoi adulatori piu innamorati, per la via argentata che va verso il mare, per il fantasma soddisfatto, o per la tranquillitá e la scarsa prudenza nel parlare dei peggiori tempi che ci toccava vivere paragonati a quelli di prima.
Come dicevano gli amici del nonno di Peter: i tempi dove si potevano comprare nei negozi otto tipi di riso differenti, e senza pietruzze e ne punteruoli.
I bei tempi.
Esse ed il Che
Ho optato per abbracciare il lemma: “Quello che importa é il procedere e non l’obbiettivo”, invertendo l’ordine dei fattori ed alterando il prodotto della famosa frase negativa che recita: “Il fine giustifica il mezzo”.
Se qualcuno segue il mio stesso fine ma con metodi differenti che non approvo, é probabile che non approvi nemmeno i suoi obbiettivi, e viceversa.
Per questo ho le mie collezioni, i miei pruriti, i miei inconvenienti con tutto ció che ha significato la Sinistra, anche se ci tengo a sottolineare che ce l’ho solamente con quella che arrivó e si radicó al Potere grazie alla famosa premessa dell’adesso ‘tocca a me’.
Nessun “club” mi sembra cosí buono da garantire la mia incondizionata abnegazione, provo simpatia per i comunisti spagnoli, i nord americani o i letterati, quelli che sono inclini piú alla dissidenza, alla divergenza, al coraggio di andare contro le disposizioni, che a quelli ossequiosi che aderirono a questa denominazione per ottenere benefici nel potere. Questi ultimi procedono allo stesso modo della destra quando tiene la padella dalla parte del manico; per mantenersi al potere ricorrono alla repressione, alla confusione, alla menzogna, all’atrofia alla quale conduce l’amore incondizionato al trono ed alla corona. Alla stella ed agli allori.
Sono i metodi quelli che mi trovano favorevole, contrario o indifferente ad un determinato programma politico, e non il fine o l’ideologia dichiarata, e noto che Cuba ha ceduto a questa disgraziata consuetudine ispana del “Caudillismo” (fare il Capo), che ci ha tramandato l’Iberia sino al midollo, quella necessitá di paternalismo, quella tendenza a delegare tutto il potere a chi lo sa maneggiare con mano abile e dura.
Non sono femminista, ma bensí uno che sogna l’uguaglianza tra tutti gli individui senza distinzione di nessun tipo. Non fa eccezione alla regola la linea marcatamente maschilista delle Rivoluzioni e delle proteste e i risultati positivi dei rivoluzionari, giacché in generale, le societá sono costruite dal mascolino, ancora piu che dal maschile. Dal semplice diagramma di una casa, sino ai quartieri, agli edifici, gli oggetti, ecc..., concepiti dal punto di vista fallico, sia nell’estetico che in essenza.
Vorrei far notare che il comandante della Rivoluzione Cubana Ernesto Guevara, anche se potrebbe essere considerato sessista dal punto di vista odierno, visto ch’era avezzo ad esortare alla virilitá, all’essere ‘Uomini’, è anche vero che nell'universo dei fatti si comportava in maniera totalmente differente alla percezione che, in generale, la societá aveva verso le donne del suo tempo, considerando che a casa sua ebbe l’opportunitá di vedere come sua madre fu una donna militante, ribelle, colta, cavalcava e nuotava meglio che la maggior parte degli uomini, fumava, aveva i capelli corti alla maschiaccio, aveva buona mira sia con le pistole che con i fucili; la cosa piu significativa che il comandante Ernesto vide sin da bambino, fu che sua madre era di gran lunga piu spericolata di suo padre, anche se questi era tutto un avventuriero. Ebbe pure due sorelle architette, con un certo carattere, determinazione e un senso spiccato d’indipendenza fuori dal comune. Anche se, sia chiaro, che in pratica, tanto in quella casa, come in quelle attorno, le decisioni finali continuavano ed essere cose da uomini.
Credo che in questo campo, cosí come in altri, lui fosse convinto che in qualsiasi situazione, la pratica, valeva sicuramente piu di qualsiasi proselitismo. Cosí lo testimonia la realtá, le donne che Ernesto ebbe come compagne, furono sempre donne dal carattere forte, intelligenti, tendenti all’indipendenza, compagne in tutti i sensi, di diversi stili peró con tratti comuni, che non gli fecero da serve, ma bensí lo appoggiarono apportando. Dalla sua inseparabile amica Tita Infante, con la quale condivideva i primi rudimenti di filosofia e letteratura; Carmen “Chichina” Ferreyra, che era qualsiasi cosa meno una donna sottomessa; la sua prima moglie, compagna di lotta e sua maestra nella militanza e madre della sua prima figlia, Hilda Galatea; la sua prima compagna nella Sierra Maestra, la contadina Zoila Rodríguez, di un coraggio senza pari, che gli insegnó i segreti della medicina popolare; la sua seconda moglie e madre di 4 figli suoi, Aleida March, donna impavida, proveniente dalla lotta clandestina contro il Regime di Batista; cosí come la coraggiosa Tamara Bunke, conosciuta con il nome di Tania la Guerrigliera, che morí combattendo in Bolivia, per la quale Ernesto provava una profonda ammirazione. Nessuna di loro eccelleva in cucina o nel fare la calzetta.
Il ‘Modus vivendi’ del potere della cupola cubana, dopo piu di cinquant’anni, ha sepolto lapidale qualsiasi buona intenzione iniziale di riforme dei riflessi retró della societá precedente.
Per questo motivo, oggi, volevo condividere la mia sensazione. Ossia: che il posto piu propizio alla metamorfosi della societá, o il controllo piu adeguato ad ogni rivoluzione in evoluzione, si riduce all’individuo ed al suo intorno. Se non siamo in grado di educare e nemmeno modificare i nostri piu primitivi impulsi in quel piccolo ambito, quale esperienza e autoritá morale si suppone debba assisterci al momento di applicarla a grande scala?