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El blog de martinguevara

Luminoso club de carretera

31 Agosto 2018 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

 

Habiendo terminado su trabajo temprano en la provincia de Valladolid, Combi decidió quedarse en un hotel en Tordesillas, ciudad del toro, de su iconografía, y de la resistencia tradicionalista de la inquisición española que rodea a lo más retrógrado del toreo, y que se representa en el espectáculo del sufrimiento, argumentando el valor plástico del arte de la tortura, las cualidades estéticas de las poses y el valor del hombre frente a la bestia, que curiosamente, no dejan de ser ciertas del todo.

También la ciudad del tratado que dividió el mundo en dos, una mitad para Portugal y la otra para España.

   Cerca de Tordesillas está el puticlub mayor de Castilla y decidió darse una vuelta por allí. Se dijo a si mismo que sólo para ver de que se trataba, ver las chicas, juntar un poco de calentura, relevar la testosterona ralentizada. Se le ocurrió el truco de entrar hasta la barra y una vez allí, cuando se acerca el barman preguntarle hasta que hora abre el lugar y luego marcharse, de ese modo poder pispear tetitas y piernas, sin usar la nariz. Actividad pajeropinta.

 Una vez dentro se percató de que el sitio era mayor de lo que imaginaba, dos gorilas flanqueaban la puerta, los saludó con una media sonrisa entre cómplice y tímida y solo recibió como respuesta un leve movimiento de cabeza y una mirada que lo auscultó de arriba a abajo.

"Puedo reconocer a un policía, a un soldado o a un chivato, allí donde se produzca la mirada sin importar si proviene de unos ojos endurecidos, del este de Europa, por ejemplo rumanos como apostaría que son en este caso", se dijo Combi.

  A los portones de entrada le seguía un hall, donde dos máquinas expendedoras de dinero, una de cigarros, y otra de condones esperan el sonido de las monedas, detrás había una recepción donde una mujer gruesa, que no aparentaba ser la estrella del lugar, miraba sin embargo con una sonrisa mucho más acogedora que la de los dos grandullones de la entrada. Se escuchaba la música proveniente del salón contiguo, apabullado de luces rosadas y violetas, que ahorraban todo empeño a la sugerencia, sin embargo pensó que daba gusto oler el aroma de esos sprays dulzones, "como perfumes búlgaros" pensó.

Entró.

 En cuanto abrió la puerta se amplificó en sus oídos la música. Y lo que más le sorprendió resultaron ser las chicas. Eran casi todas muy jóvenes, esbeltas, con cuerpos  fantásticos, caras atractivas, había algunas ya no tan jóvenes pero igualmente bellas. Estaban vestidas con paños reducidos que permitían apreciar las bondades de sus naturalezas.

Las chicas paseaban de un lado a otro mirándose entre sí, a él, o a los pocos pasmados que se detenían ante tanto estrógeno dormido, una de ellas se detuvo a preguntarle su nombre y si quería tomar algo, Combi siguió moviendose en varias direcciones antes de dirigirse a la barra a hacer su numerito para tener la excusa de salir.  El club era espacioso y contaba con varios salones. Experimentó súbitamente una tremenda erección cuando una joven se le aproximó tanto que aplastó las tetas en su pecho y cruzó su pierna por entre las de él preguntándole si deseaba subir a una habitación con ella.

El camarero lo miró fijamente.

Combi se sintió increpado y le dijo que estaba buscando a una chica especifica que no veía por allí, entonces  salió del recinto nuevamente al hall de entrada, estaba excitado y no sabía bien que hacer. Lo que menos tenía eran ganas de marcharse de allí sin echarse un revolcón con cualquiera de las que había visto, todas le gustaban, todas le parecían lindas, estaba asombrado de su escasísimo sentido de selección. Esperaba encontrarse con el tipo de mujer que imaginaba había esos lugares, pero aquello hacía tambalear su moralina de entrecasa y sus convicciones de pacotilla. " Soy un hombre de familia", solía decir cuando, de vez en vez a la salida de alguna reunión,  los compañeros de trabajo, algo más aligerados de prejuicios que él, se proponían a salir en busca de algun buen rato, previamente abonado.

Entonces se dirigió hacia la entrada y les preguntó a los muchachos hasta que hora estaba aquello abierto -hasta las cuatro de la mañana, le dijo uno de los dos.

Subió al coche y salió con la intención de regresar al hotel, pero a los dos kilómetros, en vista de que el empalme no solo no se le había atenuado, sino que se intensificaba a merced de los juegos de la imaginación, pegó la vuelta, volvió a saludar a los dos gorilas, aunque en esa ocasión con menor despliegue de simpatía, quizás con el fin de resultarles más familiar, como si a los tipos duros los pudiese engrupir otro tipo duro.

Subió a a una habitación con una doncella de pelo liso castaño, hasta la cintura, que hablaba español con una voz de acento eslavo. El pantalón le  crecía dos tallas más por el lado de la bragueta. Nunca se la había visto de ese tamaño, deseaba inmortalizar el momento, que algún acontecimiento mágico, le permitiese conservar ese perfil combado, en en esos poco llamativos bultos que formaban los pliegues habituales de sus blue jeans. Aunque en realidad estaba más entretenido mirando la belleza con que estaría trincando tan solo un ratito más tarde, unos metros más arriba y un abismo más abajo. Ya le había soltado la suma que costaba su servicio  y ella se los había entregado a la de la recepción.

Combi, que no veía unas piernas así ni en la playa, ya que veraneaba en la zona de las familias, no podía creer que por solo esa suma de dinero estuviese a punto de comerse aquel conejito.

La habitación estaba a tono con todo lo demás. Primero le preguntó a la chica por su nombre y luego por su procedencia, de repente se vió adquiriendo una molesta y no tan deseada familiaridad, preguntandole si extrañaba su tierra.

La chica tenía un tatuaje en la espalda, un tanto revelador de que por más modosa que se mostrase, era lo que se dice coloquialmente, un tirito al aire. Le apretó las nalgas y se dieron un beso de lengua. Eso le hizo derramar unas gotas de semen.

Se llamaba Soriana, como si fuese de la provincia donde el poeta Machado gastó gran parte de su genio. Pero no era de allí, había hecho un largo viaje hasta esa carretera infernal.

Cuando le dijo que era rusa, Combi le preguntó: ¿ cag tiviá sabú? Palabras que había aprendido en Cuba. Ella pareció soprendida y le preguntó por qué sabía ruso, él le dijo que sabía unas pocas palabras porque las había aprendido en la isla caribeña. Ella por primera vez, se quedó mirandolo en serio a Combi, no al cliente, estuvo así un rato en sillencio, con las piernas cruzadas.

-Viví allí cuando niña, le confesó, echando un brazo hacia atrás y apoyándose en la almohada, tomando posición para una conversación más larga de lo previsto. Se había criado en La Habana, en el edificio Sierra Maestra de Miramar donde vivían las personas de los países socialistas de Europa, destinados a Cuba para trabajar como técnicos extranjeros,  de aquella época conservaba ese castellano impecable. El caso fue que la conversación dejó el derrotero profesional y comenzó a centrarse en sus vidas. Le contó que provenía de un pequeño pueblo que estaba maldito.

Si bien Combi, en parte lamentaba haberse alejado del subidón inicial, y empezó a temer que toda evidencia de la lujuria que iría a experimentar esa tarde, se reduciría a una poco novedosa mancha fría en su ropa interior, es cierto que también entraba en un territorio en cual sentía mayor comodidad, además de que en cierta forma le autorizaba a estar allí.

Soriana se tomó el tiempo necesario para contarle su historia.

Había viajado a Cuba por el trabajo de los padres, la madre, Svetlana, era una mujer liberal que encontró eco entre los cortejadores cubanos de Miramar y alrededores. En aquella isla nadie pasaba demasiado tiempo en su departamento, ni siquiera en el hotel Sierra Maestra.

Cuando regresó a Rusia se acabó todo lo que se daba, la familia era comunista a la manera en que se solía aceptar pertenecer a esa logia, más bien un rasgo identitario, de sentido natural de preservación de la especie. Lo cierto es que no sabían hacer otra cosa que ser obsecuentes del régimen; cuando todo acabó, los conocimientos de sus padres como técnicos no sirvieron de mucho en la nueva sociedad del tira y encoge hasta reventar las costuras.

El padre se dedicó a la bebida aún con mucho más ahínco que en Cuba con el ron y la vodka Limosnaya.  La madre lo dejó antes de constatar lo peor de la decrepitud, no aguantaba bien los puñetazos con las manos cerradas que le propinaba el marido en todo el cuerpo y se fue un día mientras el ruso vomitaba boca arriba en la cama. Su hermano fue preso a una cárcel soviética, por dedicarse a vender pantalones vaqueros comprados con dólares que adquiría a través de los turistas, con tal suerte que al poco de caer preso, se despenalizó esa actividad comercial, pero no con caracter retroactivo, y tanto él como otros presos debieron sentir el rigor de los jefes mafiosos con semejantes panolis lavando ropa interior y vistiendo tutú de bailarina cada vez que los capos lo pedían, mientras en la calle la gente ya podía comprar y vender.

Ella encontró ese panorama desolador y se fue a la casa de una amiga. De ahí se fue a vivir al interior de Rusia y conoció un hombre amable con el que se casó y tuvo una cría.

Le contó que regresó a Moscú pero no había espacio para una madre joven que venía de un fracaso matrimonial y laboral. Entonces partió a Alemania con lo puesto, trabajó duro y aprendió alemán. Se tatuó un guerrillero en el brazo y una mariposa en la espalda, y aunque no mucho después se arrepintió de aquella marca gráfica bajo su piel, decidió no quitarsela, como testimonio de una época. Una vez en Hamburgo, tuvo problemas serios a causa de los papeles, Europa  desmejoró mucho después del Euro -dijo.

Un conocido de su madre, le presentó a un amigo que estaba buscando gente para trabajar en España, en la costa del Sol, necesitaban personas que hablaran ruso, a propósito de la vasta clientela que había comenzado a fluir en los últimos años en la costa española de nuevos ricos del Cáucaso, algunos exageradamente ricos y otros en vías de desarrollo. Le habían prometido que trabajaría en relaciones públicas de una importante cadena hotelera, al principio en la recepción y luego si demostraba tener madera, se iría abriendo camino en un ambiente de mucha pasta. No le escondieron que quizás el camino se hacía más rápido si estaba dispuesta a algún que otro intercanbio de secreciones. Cosa que ella, como era natural, ya sabía bien.

El único inconveniente, le dijeron, era su niña, no podía llevarla consigo. Por lo que hizo un viaje a ver a su madre y le pidió encarecidamente que cuidara de la nena, que ella le iba a mandar el dinero necesario para toda su manutención, e incluso un plus. La madre aceptó recalcándole que ese dinero sería indispensable para que no tuviese que entregarla a los de asuntos sociales.

Natasha, que resultó ser su verdadero nombre, sonrió, y dijo:

-No hay problemas babushenka, tendrás tu dinero.

Llegó a Málaga para trabajar como prostituta en un barco, y desde que llegó recibió una paliza, tan inesperada como fuerte, para que le quedase meridianamente claro que aquello no iba en broma, el encargado le aseguró que ahora les debía mucho dinero a la organización y que ella era libre de pagarlo e irse, pero que si se le ocurría escapar sin pagar buscarían a su madre y a su nena y harían borshea ambas.

Se acostumbró a vivr como pudo, como se hace cuando acaece una desgracia, sumada a una y mil traiciones, a un pasado escaso en alicientes, se acostumbró del mejor modo que pudo a sobrevivir. Llevaba dos años ejerciendo la prostitución en diferentes lugares de España, había bajado su categoría de puta de semilujo a puta de burdel decente, por culpa de su carácter, su mal humor y el inexorable paso de papá tiempo.

Una vez intentó escapar y dieron con la madre diciéndole que si se ponía en contacto con ella le dijese que esperarían  dos semanas a que regresara , antes de mandarla al fondo del río Volga. Regresó.

Durante aquel tiempo Natacha no pudo enviar el dinero que había prometido, y la madre debió procurarle a la nena, otra vivienda y familia, pero pensó en algo mucho más humano y mejor para la criatura que los organismos estatales de acogida de niños pobres de la Rusia post socialista, la cedió a una familia que deseaba con toda el alma tener una nena, y agradeció que fuese una niña que hablaba el alemán como el ruso, que tocaba piano y sabía hacer las camas.

La enviaron a Valladolid para que escarmentase, aunque con la promesa de que si en un año lo hacía bien regresaría a los buenos destinos soleados del paraíso español.

-Esta es brevemente la historia de mi vida- le dijo Natasha a Combi, quien hasta ese momento había respirado casi sin molestar a sus propios labios, entonces se permitió un suspiro, que más parecía la exhalación de un alivio que la de una pena solidaria.

En ese instante llamaron a la puerta y ella regresó diciendole que el tiempo había expirado.

Combi no salía de su asombro, Svetlana Natasha o como se llamase, le pidió perdón por no haber podido hacer un servicio corractamente y le rogó que no se quejase por ello, Combi la miró como pudo, hasta que quedaron sus ojos frente a los de ella, la tomó por los hombros con firmeza,  en su pecho se apretaron dos tipos de congojas, uno por aquella criatura y otro por sí mismo.

Pagaré otra hora, no te preocupes.

Ambos bajaron al hall de entrada y volvieron a subir al cuarto. Dentro de cada habitación la gente bajaba y subía las caderas y sus respectivas miserias. Parecía no haber sitio más alejado del amor, de la caricia, que aquella colmena de abejas lastimadas.

Combi tomó los datos que ella le indicó, y no se atrevió a dejarle su número de telefono por elemental cuidado a su matrimonio, a su trabajo, y a aquella mafia. Natasha terminó de darle los datos y le dijo que se relajara que lo trataría bien, estaba todo pago. Combi, le hizo un gesto con la mano, ni una grúa hubiese conseguido levantarle el exiguo colgajo en esas circunstancias.

Bajó las escaleras con ella de la mano. Cuando llegaron al rellano la miró y vio a través de sus inmensos ojos, en la oquedad de una mirada que contenía todos los rincones malolientes de los peores puertos de Europa, la evanescencia de lo que alguna vez pudo ser una súplica de auxilio. Pero se dió cuenta, que la mirada de Natasha había cambiado diametralmente en pocos segundos, se había alejado hacia el infinito, le dijo adiós, con cierta prisa por ir a por otro cliente; estaba otra vez en su combate.

Combi salió de allí decidido a ir hasta el final de las cosas.

Entró a comer a un restaurante buffet vegetariano, se dió un atracón. Se metió al cine que había en el centro comercial, daban una de la mafia rusa con Viggo Mortensen, pero la evitó atracandose de palomitas de maíz y refresco de cola en una sala donde estrenaban una de risas. De a poco se fué diciendo que no había demasiado que pudiese hacer que no fuese encontrar la manera de denunciarlo.

Al cabo de un par de años, le avisaron que la publicación de su libro era inminente, que debía irse preparando para entrevistas y conferencias. Se tomó unas vacaciones con su familia en Amsterdam. Cada tarde después de pasar un rato en los cofee shops, paseaban un rato por el barrio rojo, y se divertían con la manera en que los japoneses observaban atentamente a las chicas a través de las vidrieras, agachándose sin ningún pudor para observarles la entrepierna.

Combi pensó que quizás Natasha ya podría estar bien, que hasta los peores momentos pasan, y que en todo caso ella era una mujer muy fuerte. Mucho más que él, que al fin y al cabo no era culpable de nada.

-¿Ni responsable? se preguntó.

Pero a Natasha le habían agujereado el alma con semen helado, le frieron el cerebro, comieron su corazón y arrojaron su cáscara a los pies de una tarde castellana. No le quedaba jugo, solo hiel, acaso le había dado una de sus últimas tardes de recuerdos familiares, cosa que lo había marcado tanto a Combi que de un tirón escribió un trabajo de ficción sobre la problemática de la trata de blancas. Se dijo a si mismo que cuando juró llegar hasta lo último de aquel asunto, no se refería a algo distinto de aquello, aunque naturalmente, aquella postrera interpretación no conseguía tranquilizarlo del todo.

Estaba a punto de publicar sus reflexiones sobre esta forma de esclavismo moderno en el corazón del Primer Mundo, con la aquiescencia de todos los géneros, estratos sociales e instancias legales, con toda la moral, las religiones, la ética, y la justicia en conocimeinto de ello, tolerándolo y hasta promoviéndolo.

En su trabajo explicaba los traumas de aquella vida y sus posibles desenlaces. Pequeños toques en la puerta de su cordura con los nudillos de la suerte. A través de su obra, Combi estaba a punto de presentarse como un hacedor de justicia, como un ser con sensibilidad social, estaba a punto de creérselo.

Y a punto de cobrar por ello.

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La penúltima parada

26 Agosto 2018 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

El lugar era sórdido, lúgubre, tenía aspecto de terminal, de última parada.

El chileno que se acercó con el plato coronado por una montaña de cocaína, tenía más anillas que un pino de los Apalaches, más arrugas que el mismísimo Barrabás, llevaba más tiempo haciendo el mal que la memoria de diez elefantes. había pagado con cárcel en Hamburgo y en su Chile natal, se enroló en un buque mercante y cuentan que tiró a uno por la borda, nunca pudieron acusarlo pero todos sabían que había sido él.

Ella era un encanto, frágil en apariencia, joven, de piel suave, recién llegada de un sol que no quema, de un agua que no resfría, de la gruta de los elegidos.

Con respecto a mi es mas difícil decir, yo no sé que era ni que parecía ser, no obstante ahí estaba, vivo, impertérrito ante la capacidad de resistencia, sin futuro ni pasado, sin bolso, sin párpados, sin tiempo que perder.

El ex marinero, ex presidiario y ex presunto homicida chileno, se nos acercó y me ofreció como era más o menos habitual unos tiritos de lo que su plato sostenía. Ella se nos quedó mirando a ambos, desapareció su virginidad y de muy adentro expelió la voz de una torre firme.

-No queremos , gracias- me miró y agregó- esta vez no.

De repente sentí intensas ganas de hacerle el amor, no de poseerla con recios embates garchariles, sino de desprender ese que se yo que llevaba atascado, adormecido, bloqueado en el resguardo de una pose de cierta fiereza más o menos poco creíble, me dieron ganas de acariciarla suspirando hasta llegar a una eyaculación más terrenal que cósmica. Pero me tomó por el brazo para bajar la escalera de aquel antro, y sumergirnos en la calle empedrada de San Telmo, hasta encontrar el primer café que invitaba a una pareja modélica a sentarse. Dejando atrás esos bares que eran la prolongación del plato del chileno o del toilette del tugurio, donde una vez, al cerrar la puerta, mecanismo con que se encendía la luz, una brillante, oscura, enorme rata aterrorizada empezó correr de un lado a otro de aquellos dos metros por dos sin encontrar salida, hasta que, aterrorizado yo también a mi vez, conseguí abrir la puerta antes que decidiese morder mis piernas flacas sostenidas por aquellas modestas raciones de mortadela, patys y alfajores baratos.

Me dijo- Eres un diamante en bruto, pero si no dejas eso no podemos seguir, ahora bien, si decides dejarlo siempre estaré a tu lado- esas palabras fueron mágicas, porque ni siquiera los mejores mentirosos pueden decirlas sin titubear, es imposible mentir con algo así, es casi imposible decir algo así.

Todavía me quedarían años de sostenerme a las baldosas henchido de espirituosos para asegurarme de que no caer más allá del suelo, pero tiré por la ventanilla de mi cuarto hsta la última mota de talco de luna que me quedaba en la mesita de luz y sentí una paz extraña en mi pecho: se acabó.

Me di cuenta por primera vez de que incluso yo, tenía limites y que en cualquier momento la pelada de la guadaña podría girarse de repente, clavar su mirada en mis ojos y señalar con su falange huesuda ese camino entre temido y enigmático que todo curioso poco amante del equilibrio ha tenido entre sus ensoñaciones.

La última vez que supe de aquel chileno, lo estaban esperando en un bar de música para debatir con énfasis acerca de algún serio malentendido, tras lo cual decidió abandonar la ciudad. Más o menos por esos días fue la última vez que vi aquella calle plagada de posibles papeles plateados entre los adoquines, de gatos portadores del alma de los viejos guapos que peleaban a cuchillo con un pie atado al de su contrincante, aquel templo de la pisada nocturna, y de ahí en más, viví mis mejores años simulando que protegía a aquella mujer para poder ser el protegido, y las mañanas, las caricias y la promesa cumplida me hicieron mejor persona.

Hoy miro sin rencor el pasado, hoy recuerdo otras promesas y otros esfuerzos y me siento afortunado, el torrente que me embargó desde aquella torre, regresa cuando es menester como un bumerán, como las buenas y las malas acciones. 

Sí, costó, pero valió la pena.

Adoquines de San Telmo
Adoquines de San Telmo

Adoquines de San Telmo

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Perdón

21 Agosto 2018 , Escrito por martinguevara

Fui un buen niño, mis viejos no me dieron bola y terminé acumulando amarguras, gargantas rígidas, lágrimas secas, charlas con una audiencia sorda y con mi oso decapitado.

Cobré esa factura a quienes no lo merecían, a quienes se habían acercado para aligerarme el peso, perfumar el paso y sacar del pozo.

A menudo fui manipulador, vil, ingrato, con quienes me brindaron el lomo y por suerte tuve la oportunidad de pagar caro, por suerte dejé un rastro de dolor silencioso, una bolsa con aquello que jamás había ganado, y vómitos de hiel y rencor. Por suerte pude sentir que de adulto me equivoqué, y que de niño seguía allí agazapado, aturdido por la luz y el desamor y pude correr a asistirme, a hidratarme antes del último parpadeo.

Por suerte pedí perdón, devolví abrigo y acallé el grito.

Pero no debo ni quiero olvidar que el herido, hiere, me temo y le temo al abandono y a las formas engañosas del afecto y le temo al brillo de la luz y al calor.

Mira a ese crío, dale un poco de paz, hazle un chiste y dile adiós.

El camino vuelve a ser virgen

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No al Decreto 349

18 Agosto 2018 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba Opinión

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Cara y Cruz: la misma moneda.

8 Agosto 2018 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba Opinión

 

La alegría y la tristeza son circunstanciales, caprichosas, químicas, alternativas

Pero hoy ocurrió algo que consiguió entristecerme.

Una persona conocida de las redes sociales, con la cual simpaticé al entrar en contacto con su historia y ella conmigo al saber sobre la mía y nuestros puntos de vista coincidentes acerca de la dictadura cubana, hoy me escribió para decirme que me borraría de amigo, porque no quiere que en su muro aparezcan historias de amigos suyos que aprecian al ex presidente Barack Obama.

Me entristeció por partida doble, primero porque ella me conoció en persona en la Casa Bacaradí nada menos, presentando un libro con un amigo intimo ex preso político cubano, con el afecto de muchos luchadores por la libertad de Cuba, y conversamos, se llevó mi libro, y hasta donde yo creía, ingenuo eterno al fin y al cabo, habíamos simpatizado personalmente.

Pero más aún lo lamento porque pensé que incluso estábamos en un mismo barco en contra de cualquier intolerancia, en aquel instante representado en la revolución cubana, está pasándome últimamente con mucha personas, estoy descubriendo que no están a favor de la Democracia, en favor del civismo, en contra del autoritarismo y el pensamiento monolítico como decían, sino que son exactamente iguales, idénticos a los que disfrazaron su intransigencia con la palabra "comunista" en la isla hace ya sesenta años, albergan el mismo tipo de odio, sólo que desde la acera opuesta, sin darse cuenta que hacer esto precisamente perpetúa el juego. 

Pero no es ya que odien a los comandantes, cosa que podría entenderse, sino a un Presidente del país que los acogió, que lso albergó y les dio posibilidades que nadie les dio, y que consideren enemigo todo aquel que simpatice con ese presidente, los cuales, siento anunciarles, son la mayoría de los norteamericanos.

Desde que asumió el actual Presidente de EEUU he tenido la desdicha de constatar que este caso no es un caso aislado, que Fidel Guarapo Castro inoculó el odio entre cubanos., o la necesidad de construirse en torno y en base al odio al prójimo, en la imposibilidad de la convivencia, en la perpetuación de la intolerancia y en la guerra a la concordia.

No diré el nombre de la persona porque no es mi estilo en primera, y después porque la considero alguien valioso, me decepcionó profundamente, pero el mundo, ni la verdad, empiezan ni terminan donde yo dictamino, así que respeto su punto de vista, aunque no respete el mío.

Pero sí quiero apuntar una cosa, desde muy temprana edad tuve inconvenientes con la familia y con las autoridades cubanas que me atendían, por mi inclinación a admirar aspectos progresistas de los EEUU, Inglaterra y Francia, como el rock, el hipismo, los blues jeans, la libertad individual, el arte, el jazz, el blues, el derecho de expresión, la convivencia, desde los dieciséis años llevaba una mancha en el Expediente Escolar Acumulativo: "Diversionismo Ideológico", por esta devoción a la Libertad , y me sorprende que son esos precisamente los valores que estos individuos, a la sazón convertidos en una masa informe, detestan de los Estados Unidos de América.

El cubano se ha mostrado inmune a la democracia ya sea en diez, veinte, treinta incluso medio siglo viviendo en su sistema. 

No han aprendido nada de lo fundamental de la diversidad, y la tristeza es pensar que con ese material, más el intolerable de la Isla, habrá que contar cuando los vientos llamen a construir una nueva sociedad.

¿Nueva?.....mejor dicho a retornar a nuestro sempiterno círculo vicioso.

PD: Lo mas fácil para mi sería pedirle a todo aquel que se sienta identificado con esa persona que me borre de sus contactos, y de ese modo yo podría construirme también en base al antagonismo, pero en su lugar les pido que intenten reponerse a sus propios prejuicios, como yo hago cada día con los míos, que son extensos y antiguos, pero ni infinitos, ni eternos.

Intolerancia cubana
Intolerancia cubana
Intolerancia cubana
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