Bloqueo o embargo, Fidel o Castro
La gente suele sentirse mejor, más segura, si se escora hacia un extremo de las cosas, y particularmente en el debate político. Parece más escabroso el camino si es diáfano y esta abierto todo, si no se teme a la verdad en todo su espectro. Si a la hora de criticar una sociedad hay que elogiar sus aspectos fuertes, únicos, pues se hace y la critica cobra mayor fuerza y a la larga, al ser integral, también resulta más creíble.
Por ejemplo, el único país de América Latina, ni Argentina con toda su cultura, ni México con su neutralidad, ni Brasil con su carácter de potencia, donde no hay niños descalzos oliendo pegamento violados por policías, o portando pistolas en bandas criminales, ni asesinados por otras bandas o por policías por esta misma razón, es en Cuba, donde además todos en mayor o menor medida tienen escuela , un techo aunque sea un desastre y una atención médica por más deficiente que sea.
Un país repleto de libertades cercenadas, pero lleno de necesidades cubiertas.
Por otro lado el tema del Bloqueo/Embargo o Embargo/Bloqueo para que no se me berree nadie, hay que abordar el asunto sin parcializarlo, ni por Cuba ni por la Casa Bacardí.
La queja por el bloqueo es absurda, cuando se nacionalizan todas las empresas del país que sea y se embargan todas sus propiedades y dinero, pero más si es una potencia imperial, para lo mínimo que hay que estar preparado es para una invasión. Pero incluso tuvieron buena suerte, ya que para sacar los cohetes de la crisis de octubre lo que pactó Nikita con Kennedy fue que no se tocase a Cuba en lo militar más que lo que había sido Girón o Bahía Cochinos, y Guarapo se salvó con solo un bloqueo como reprimenda en años en que a nadie le temblaba el puso para barrer un país entero a bombazos. Y por otro lado no se entendería el sentido de hacer una revolución contra EEUU y desear como agua de mayo su cruel moneda resultado de la explotación de los pueblos.
Las contradicciones son tantas de ambos lados, por ejemplo del lado estadounidense, aparte de poder ser criminal, el embargo incurre en una contradicción inaceptable, deja clara la mentira de que son sociedad de libre mercado, si se prohíbe a su empresariado comerciar libremente sus productos y servicios con quien les de la reverenda gana, como ocurriría en un hipotético verdadero capitalismo. También abordé mucho el uso del bloqueo para mantener el pueblo unido en torno a consignas que se gestan en los intestinos, de patriotismo y amenaza exterior, que Guarapo los manejaba con una maestría inigualable, cada país que se precie tiene su bloqueo/embargo, su Malvinas, su Gibraltar, su Crimea, para echar mano de él en caso de que los ánimos se dispersen más de lo que el minimo decoro sugiere.
Otro tema de interés entre las dos orillas es sobre la particularidad lingüística de los términos Bloqueo o Embargo y Fidel o Castro. Como las maneras de llamarle a cada cosa denotan una afección u otra, y la manifestación de la picaresca latina verduga de todo atisbo de vergüenza, la mayoría de los que se fueron a Miami después de los ochenta llamaban Fidel a Guarapo y bloqueo al embargo, pero para no ser confundidos con simpatizantes de la Involución, y lo que es peor, de comunistas, cuando llegaron a la otra orilla se dieron cuenta que era mejor ser disléxico e impostar llamándoles: embargo y Castro.
Ni el punto de vista victimista, que mucho cara de guante como Guarapo y sus jenízaros, que no dejaron de tomar vinos de Vega Sicilia de 300 dólares el pomo, en pleno período especial, mientras lloraban como plañideras por el bloqueo viviendo como jeques, ni desde el prisma descarado y criminal desde la caída de la URSS, de la continuación de la aplicación de una disposición autoritaria y criminal con el pueblo de Cuba y el propio mercado estadunidense, capricho nacido en la Guerra fría, cuando se sabía que si ningún país capitalista comerciaba con Cuba, ya estaba la URSS, el campo socialista y un buen manojo de países No alineados para eso, como así fue mediante el CAME y el COMECON.
Entiendo el pensamiento crítico como un campo donde reina toda la libertad de la que el pensador desee disfrutar a la vez que de hacerse responsable, donde se encuentran todas las aristas posibles de cada tema que se desee abordar. De ahí que el debate signifique crecimiento, que la duda sea progreso, y que el extremismo, aun cuando en apariencia brinde las llaves de un nicho conocido, confortable, seguro, es la trampa para la insatisfacción intelectual y el distanciamiento de los espejos en que mirarse de frente sin temor a lo que se vaya a encontrar.
Versalles
Cuando uno pisa Versalles, entiende toda la Historia contemporánea.
La sensación de derroche de riqueza, de poder, era un millón de veces mayor que lo que sería vivir hoy ahí con los mismos sirvientes e idéntico poder. Cada comodidad para unos de aquel tiempo, provenía de un chorro de sudor y sangre de otros, en esa época previa a la industria, al pop, al jazz, al automóvil, al tren y al avión; previo al fenómeno del juglar, bufón o gladiador multimillonario haciendo reír, bailar, o gritar de emoción en un estadio, a un auditórium con infinitamente menos recursos y fama, invirtiendo la ecuación histórica.
María Antonieta decidió vivir en el edificio Trianón que se encuentra en medio de los desmesurados jardines, consideraba esa preciosa mansión como una casita más íntima, más parecido a los aposentos vieneses a que estaba habituada, no le faltaba razón al compararlo con la deslumbrante pero también descorazonadora y helada dimensión y exhibición de riqueza del palacio central. Ella imaginaba que sería considerada una reina humilde por habitar el Trianón, y aunque era cierto que ni por asomo se acercaba a los delirios de grandeza de sus pares franceses, lo cierto es que mientras vivían en este decorado, el último y más impresionante para aristócratas y desesperante para harapientos, los hambrientos, a duras penas sólo su sed llegaban a calmar. Pero no del todo.
El día en que María Antonieta se quedó sorprendida y petrificada con la noticia que seis mil mujeres habían entrado al palacio exigiendo pan, no entendió las causas, nunca había visto con sus ojos todo el dolor que causaba el alcance de cada uno de sus desesperantes minutos. Buscaba una conexión con la ecología y el alma en una granja reluciente que se hizo montar en un ala del jardín, lo cual ofendía a los campesinos que morían de hambre a pocos kilómetros de aquel paraíso de elixires demoníacos. Leía a Rousseau, creía tener una sensibilidad especial, que la hacía la reina más amada hasta por el más pobre de los franceses. Preguntó:
¿Para qué quieren pan?
Los poderosos del mundo, hoy mucho más inadvertidos que María Antonieta, más desapercibidos que su esposo Luis, sin embargo han ido descuidando las precauciones incorporadas tras el gran susto universal de 1793 para abusadores de toda calaña, construyen burbujas en el aire, gastan lo que daría de comer a un país entero por una semana, para hacer un viaje de media hora al espacio, Compran y compran y compran, edificios mucho menos suntuosos que Versalles, pero cientos, miles, millones de ellos y se ríen y bailan en sus festines con sus putas y su cocaína de la mejor calidad, pero llevan en el ADN, aunque cada vez más diluido, el recuerdo reverberante de aquellas seis mil mujeres pidiendo pan y del golpe seco de la guillotina contra la madera una vez desprendida la cabeza y su sonido seco, crujiente, apagado, al caer al fondo del canasto.
Disfruten de la mezquindad de la era digital, pero sean cautos, no se pasen, porque los sedientos de hoy, también pueden hallar reminiscencias de aquellos que apagaron su sed en la plaza de la Concordia.