A different man
No puedo dejar de sentir una enorme compasión por el actor con neurofibromatosis Adam Pearson, y me da bronca de mi mismo, porque no es eso lo que espero de mi, no conmiseración, no lástima, sino respeto e indiferencia ante la diferencia.
Pretendo algo más de mi, cambiar nuestros parámetros y descubrir la belleza en otros matices, definirla en otros términos, para lo cual debemos empezar a buscarla con otros instrumentos y otra mirada estética indisolublemente ligada a valores éticos.
Acaso también en cierta forma ¿no fui yo un nene bobo a quien había que alimentar pero no dar demasiada bola, a quien los pibes debían evitar, porque era medio lunático, de respuestas raras, de reacciones inesperadas, impropias, desajustadas al ceremonial? siempre con un gran amigo, pero jamás aceptado por el grupo. ¿Por qué después me pervertí y entré por la puerta de servicio al mundo aceptado, a los manteles doblados y los tenedores a derecha?
Aquella sicóloga de piernas deliciosas que me hacía ordenar los cubos consiguió que pusiese los colores en una secuencia que afilada por ambos costados y con una punta criminal hirió seriamente mi mundo intransferible, mis olores, mis colores, mis amores y mis dolores, que hoy rescato en la medida en que pueda no irme de esta experiencia de los sentidos, sin haberme expresado en cada instante con el gesto más genuino, el derecho a vivir mis miedos y limitaciones de la manera más intensa y profunda como única garantía para dotar también de vías de expresión a lo más intrépido de mi gallardía. Aceptar y querer a mi torpeza, desperezada lentamente tras el mediodía, sin embargo a su modo, grácil, acompasada, dinámica y quien sabe, para algunos, acaso, también amorosa.
11 de septiembre de siempre
Hoy once de Septiembre, es un día paradigmático para la gran mayoría porque hace quince años dos aviones sembraron el terror en la Gran Manzana y luego en el resto del mundo desatando la furia de los Dogs of the war de Bush, Rumsfeld, Bin Laden y demás asesinos de masa. Pero el 11 S es una fecha muy señalada desde mucho antes.
Hoy se conmemora también un aniversario más del golpe de Estado al gobierno democrático de la Unidad Popular de Chile en 1973, que constituye un hito en América Latina, ya que en el mismo se asesinó al presidente legítimo y fue apoyado abiertamente por Henri Kissinger. Acaso Allende haya sido el único socialista moderno de nuestro continente, que entendió que todo había que hacerlo dentro de la legalidad, la democracia y la paz, en detrimento de su instigador Fidel Castro, quien además remarcaba que el error del andino, era que no aprobaba la lucha armada ni los baños de sangre, cuando precisamente esa era su más alta convicción, estaba un paso por delante de toda la izquierda y la derecha latinoamericana tan abocada a matarse unos a otros por aquellos años.
Y la paradoja es que desde luego fue mucho más valiente que Fidel, quien tras esa critica sugería subrepticiamente que habitaba un cuidado extremo que se podría confundir con falta de coraje.
Allende murió defendiendo sus ideas donde lo había puesto las urnas, y Fidel ni fue puesto por las urnas, ni murió por ninguna idea, no habiendo dinero que no haya estado dispuesto a gastar del pueblo cubano para respirar un día más, no importa en que condiciones degradantes, de qué país fuese el galeno, todo con tal de no morir.
Y hay un tercer 11 de Septiembre de importancia: La Diada de l'Onze de Setembre en Cataluña.
En 1714 un día como hoy culminó el asedio a Barcelona por parte de las tropas del rey Felipe V contra las del Archiduque Carlos, conflicto que tuvo lugar por la más genuina avaricia de ambos contendientes, ajeno de todo aspecto social o relacionado a justica o libertad del que se lo quiere revestir hoy, sólo para consumo de esa inmensa masa desconocedora de su propia Historia. Y que como ya ocurriese en el entonces, enfrenta hoy a dos centros de poder con las garras sobre el mismo botín, instrumentando, aleccionando, induciendo cada uno a su masa social para que defiendan, o bien a Felipe que sería la aristocracia centralista, o a Carlos que sería la catalana, tan voraz como la otra sólo que acaso un poco más afrancesada y superficialmente más sofisticada e infinitamente menos cosmopolita.
Sangre esparcida y cerebros dopados.
Mentalidad Mamba, Nole el GOAT
Nole es todo lo contrario de lo que desde determinados medios se ha querido vender, no sé si en todo el mundo o solo en España, por esa mediterránea envidia, rasgo identitario tan arraigado y que tan prolijamente se exportó a las colonias en las que nacimos muchos hispanoparlantes, para proteger de la manera más mezquina y errada los logros que consideran propios gracias al sudor de Rafa Nadal, un súper monstruo que no precisa que nadie reste méritos, impida competir, denigre ni enmierde al mejor tenista de la Historia para que sus conquistas propias brillen por siempre en el firmamento del tenis. No tengo noticias de que los suizos esgriman ese mecanismo abyecto, ciego, infantil y sobre todo, inútil, para proteger la carrera de Roger Federer, el gentleman del tenis.
Lo cierto es que Nole es un ser humano profundo, de una sensibilidad exquisita, espontaneidad, valentía, capacidad de sacrificio única, que se nota que de un tiempo hacia aquí, parecido a lo que ocurre con Messi, da más importancia a los primeros pasos, a los sacrificios de su familia en un deporte caro habiendo sido él el primero en tomar una raqueta en su casa, en su barrio, yo diría que hasta casi en Serbia. El afecto con que trata a sus oponentes y el profundo cariño y reconocimiento de estos hacia él por su cercanía y humildad. Y la vida, en gratitud a esta humildad, a esta revelación de un alma pulcra, depurada diría, les concede una nueva juventud a sus músculos que con la suma de la experiencia los hace despedirse con una apabullante traca final como en un concierto de los Rolling Stones tras culminar dos horas de energía entregando la última gota con Jumpin Jack Flash, en pago al amor y la entrega de todo su público, gracias al cual acaso, sean tan ricos, pero también gracias al cual y por el cual, sacaron energía y voluntad de donde no la había para darlo absolutamente todo.
La nieve bajó gris
Al poco tiempo de conocerse, las latinas en Escandinavia se hicieron tan colegas, que Wydma le dijo a Milenko que prefería ir a compartir un departamento con Norma, su nueva amiga, a la que una semana atrás él había conocido en una cena preparada para tal fin y se habían caído muy bien, aunque Milenko ya había avistado que Norma quería ventilarle la amante, no sabía bien si era algo romántico, sexual o simplemente el placer de tumbarle la novia a un hombre, eslavo, marmóreo, hierático. El departamento de Norma estaba en la calle Lille Strandstraede perpendicular y a veinte metros de la muy concurrida Nyhavn, donde estaba el bar cafetería donde había trabajado y casi muerto cuando llegó a la ciudad.
Lo cierto es que siguieron siendo amantes pero ya viviendo en distintos lugares, a Milenko en parte le venía muy mal porque de repente se le doblaron los gastos, pero también en su fuero interno sintió un enorme alivio porque más allá del enigma que ejercía sobre él la mujer de procedencia mediterránea, también necesitaba como agua de mayo esos largos silencios de la estepa nevada.
Aún así, se tomaron dos días para despedirse, en el último paseo, la tomó en sus brazos en medio de la plaza donde desde hacía siglos se juntaba la gente de aquella pequeña ciudad a intercambiar sus productos, los de la tierra por otros de talabartería, o los de la herrería por los de la carpintería, donde desde que se colocó la primera piedra de la ciudad las voces de los transeúntes se confundían con el rechinar de una rueda de carro, el armado de una tienda provisional, las campanas de la catedral, la algarabía del beodo más tempranero o las plegarias al nuevo amanecer del más trasnochador, donde habían discurrido todo el espectro de miradas, aquellas que presagiaron un duelo a muerte o las que citaban para una huida a medianoche hacia las inmediaciones de otra muralla, de otra plaza de otras miradas y bullicios, ella entornó los ojos pasó sus brazos por detrás de la nuca de él y se besaron como en aquellos primeros besos apasionados de la adolescencia, pero él sentía la paz y el sosiego de la madurez, un deseo que era una bola incandescente dando energía a un motor acostumbrado a largas distancias, motor de mil y una travesías que sin embargo había estado en reposo más tiempo del que le habría gustado admitir. De repente se encendió una luz tan destellante que obnubiló incluso las más firmes certezas, las más arraigadas convicciones haciendo tambalear todo el constructo en que descansaba la estabilidad emocional y la sensación de control sobre el tiempo y el espacio.
Una placer anacrónico, un tipo de deleite que ya parecía no pertenecerles, no formar parte de los regalos atados con moño que descansarían al pie del arbolito para ser abiertos en la mañana entre el café la luz y una cascada de ansiedad, mezclado con el temor a que la liviandad volátil sometidos al nuevo espacio, sin los cerrojos familiares, las paredes recias, el suelo firme, terminase por difuminar toda la senda fundiéndola en un prado verdecido que disuelve los asideros donde las dudas quedan distantes, despejadas, parapetadas tras una zanja insalvable. La experiencia del vuelo, la ingravidez con su maravilloso techo cubierto de estrellas a la vez que el desconcierto de la intemperie.