¡ Socialismo o ..... Miami!
Todo el que hubiese vivido en Cuba y cualquier país del mal llamado campo Socialista el tiempo suficiente y hubiese visto de cerca a los elementos que se auto denominaban comunistas, sabría que en cuanto se acabasen las ganancias para denominarse de esa manera se irían pitando de la isla más rápido que un telegrama. Lo sabíamos porque sencillamente jamás fueron comunistas, ni nada que se le parezca. tampoco yo soy comunista ni pretendo hacer una loa a los militantes de la igualdad social, pero es cierto que generalmente están expuestos a todos los peligros, y dispuestos a ir contra viento y marea con sus denuncias. Gente temeraria.
Estos a que me refiero, el 99,9% de los que se autoproclamaban comunistas para obtener prebendas, ya fuesen ventajas, puntos, cargos, bienes materiales traducidos en coches rusos dependiendo la calidad según llegara el alcance de sus largas lenguas, accesos a casas, viajes, alimentos y sobre todo el temor de sus congéneres, ese 99,9% no eran en absoluto temerarios, sino todo lo contrario.
Todos sabíamos que llegado el momento en que ya no fuese negocio seguir denunciando gente o gritando a voz en cuello "Viva Fidel" o "Socialismo o Muerte", se esfumarían tan rápido como el amor de los viudos jóvenes.
Lo que no podía yo imaginar es que tuviesen el descaro tantos de ellos de emigrar precisamente a Miami! y lo que resulta peor es que en muchos casos pretendan que encima sea bajo la condición de exiliados.
Gente que ha hecho un amplísimo espectro de daños, y no precisamente como decía la canción de Silvio y Pablo en el grupo de experimentación sonora del ICAIC, “ Cuba va” en una estrofa aquello de “ por amor se está hasta matando , para por amor seguir trabajando”, sino que era por odio. Por cobardía.
Verdaderos esbirros que causaron muertes, encarcelamientos, suicidios, exilio, muchísimo dolor, tienen el tupé de solicitar plaza en condición de desterrado a la mismísima tierra de pecado.
Aún cuando no sean de mi círculo de semejantes, me pregunto como se sentirán todos los que tuvieron que enfrentar la humillación, la cárcel, el ostracismo sencillamente por desear vivir en el capitalismo, sencillamente por expresar ese deseo de manos de los que hoy arriban a sus vecindarios como disidentes de la Revolución.
Alabo la muestra de civismo de la gente de aquella ciudad, la cual todos los que nos criamos en Cuba estábamos seguros porque así se nos instruyó, que estaba habitadas exclusivamente por asesinos fascistas, al no arrastrar a uno por uno a todos estos híbridos del humano con el porcino, y depositarlos en la costa con una balsa construida sobre el neumático de un camión para que regresen a su tan amada Revolución.
De esos esbirros no tuve oportunidad de conocer a más de alguno debido al círculo en que de vez en cuando me veía obligado a formar parte.
Sin embargo como todo ciudadano sí que tuve alrededor hordas de toda esa otra masa de alcahuetes, delatores, chivatos, simuladores, pretenciosos, que buscaban ventajas denunciando a sus vecinos, a sus propios amigos y familiares en ocasiones, porque estos no comulgaban al cien por ciento con los lineamientos del Comandante, o porque escuchaban una emisora de rock desde Miami, o porque habían comprado un vaquero Levi’s en el mercado negro invirtiendo el salario íntegro de un mes, o porque hacían inocentes y veladas críticas al sistema, a los dirigentes, a las instituciones, o porque no asistían a los trabajos voluntarios, o porque eran católicos, o porque eran abacuás, o porque eran testigos de jehová y no gritaban con suficiente bríos las consignas revolucionarias, o apagaban el televisor en medio de un sempiterno discurso de Fidel, o porque vendían frutas, caramelos, maní o helado caseros.
Y también muchas veces porque eran personas agraciadas, con cierto éxito en las relaciones humanas, eso hacía que muchos cederistas sin demasiada gracia ni atributos se movilizaran especialmente contra ellos.
Personalmente conozco incluso casos de personas que juraban ser la mar de revolucionarios, eran de la Juventud Comunista, y aunque jamás se los vio denunciando algo mal hecho por los poderosos, si que les pudo ver en demasiadas ocasiones "embarcando" a los más débiles. Y conozco algunos de ellos que incluso se aprovecharon de un sistema amorfo, atípico, que les prohibía a todos los ciudadanos nacidos en su porpio suelo, estar al frente de una empresa, sin embargo sí se lo permitían a extranjeros que tiempo atrás, antes desear probar las mieles del dinero fácil sin competencia, habían manifestado afinidad con la Revolución, y junto con ellos a sus cónyuges. Sé de gente así que ocasionó doble daño, uno por delatar a tantos compatriotas, y otra por sembrar una semilla más de la putrefacción con la instauración de una nueva tipología de diferenciación de clases sociales en Cuba, la de los nuevos ricos.
Hoy personas así no sólo han “traicionado” a la Revolución a la que decían defender con su sangre hasta las ultimas consecuencias (sobre todo mientras les proporcionase ese impresionante oasis de placer inalcanzable para los comunes y mucho menos para los descontentos, los lumpens, los inadaptados), sino que lo han hecho yéndose precisamente, con todo lo grande que es el planeta, nada más ni nada menos que a Miami, la ciudad del deseo inconsciente colectivo de todo cubano.
Y como los vi dar no pocos palos traicioneros a esta gentuza, y hoy veo no sin algo de satisfacción como huyen como ratas del barco averiado mientras aún está amarrado en puerto, me permito decir, expresar, declarar, manifestar, exclamar, eructar, vomitar:
PUAJJJJJ!!!!
Siempre es 26
Un gemido que intentaba en vano convertirse en grito, provenía de una garganta trémula, perdida en la oscuridad que reinaba detrás de los barrotes que caían imperturbables y gélidos hasta el suelo, con toda la determinación y maldad que pueda condensar un algo inorgánico. Era el último de los sobrevivientes que fueron apresados, torturados y asesinados una vez que concluyó en derrota la aventura del asalto al cuartel Moncada en la provincia de Oriente, el 26 de Julio de 1953.
La mayoría de los que habían muerto eran patriotas con un nivel de indignación que rebasaba con creces sus respectivos límites culturales. Consideraban que a la dictadura de Batista había que ponerle final de una forma o de otra.
Sólo un puñado de asaltantes resultaron ilesos y sobrevivieron al hecho, quedaron encarcelados un año y medio y luego salieron al exilio.
Los hermanos Castro se encontraban entre ellos, Fidel, que era el jefe de aquella expedición, era además un flamante abogado gracias a ello cursó la solicitud de llevar a cabo la defensa de su propia persona. Entonces dejó para la historia un alegato que fue bautizado como, “ La historia me absolverá”.
Pero al margen de que los mismos sujetos que sin recibir ni un rasguño, los que fueron liberados de la prisión de Isla de Pinos tan sólo un año y medio después, sigan gobernando el país y en este momento capitaneando el ingreso a un capitalismo que se atisba de lo más feroz, es palpable la necesidad urgente de reivindicar y recordar los reclamos de aquellos valerosos jóvenes.
Hoy más que nunca está vivo el espíritu del 26 de Julio.
Excepto por la violencia, por el planteo de la muerte en la toma del poder, hoy sería tan necesario como en aquel 1953:
Volver a exigir una reforma agraria que garantice al campesino, primero que tendrá algo de tierra, y luego que del resultado de su usufructo podrá hacer lo que estime más conveniente.
Una economía que de una vez por todas tenga como único destinatario al pueblo y no a las diferentes oligarquías, o distintos amos del exterior.
Una justicia independiente del poder que de una vez por todas tenga como destinatarios a todos y cada uno de los ciudadanos.
Un gobierno elegido, formado, criticado, reformado y puesto en funcionamiento por todos los ciudadanos del país.
Un Estado que garantice salud, educación, trabajo y dignidad a todos los ciudadanos.
Libertad de expresión, de movimiento, de asociación, de afiliación política, de elección de estética, de elección del objeto sexual, de publicación, libertad en el arte, en el periodismo, libertad editorial.
De capital importancia no tener pruritos en exigir la total libertad de mercado, del pequeño, del mediano y del gran capital, con las políticas impositivas, recaudatorias, de solidaridad, y de permanente ayuda a quien no puede progresar, adecuadas para preservar la equidad y justicia social de mínimos, que garanticen cohesión, altos niveles de satisfacción social, con el objeto de apuntar hacia la felicidad de toda la sociedad, residiendo en todos y cada uno de los individuos que la componen, así mismo como ofrecer las garantías para que toda aquella persona cuyo objetivo sea desarrollar proyectos de cualquier índole dentro del marco legal lo consiga hacer sin escollos ni condenas morales.
Garantía de respeto institucional a la iniciativa en todo su espectro, habida cuenta que los primos hermanos "iniciativa" y "creatividad", son elementos primarios e imprescindibles para el desarrollo socio-cultural-económico de cualquier grupo social.
Hoy más que nunca se le debería recordar a la nomenclatura cubana y a cualquiera de los gobiernos opresivos que abundan en nuestro Orbe, que siempre debería ser 26.
Jagger y Richards, con similares contorneos que años atrás aunque con menor cantidad de euforizantes y mayor cantidad de energizantes, conmemoran medio siglo de desenfado, de pelos largos y una música enchufada al ruido de las ciudades y al cambio. Raúl y Fidel, sesenta años después no tienen demasiado para conmemorar.
Y aunque un elemental sentido de la coherencia así lo sugiriese, nadie les pediría que volviesen a amartillar aquellos viejos fusiles del calibre 22 y que disparasen contra la sien de lo intrínsecamente injusto.
Así es que por lo pronto, bajo un somero análisis tras un ligero vistazo, a juzgar por el tenor de las declaraciones de intenciones y exigencias que contenían "La Historia me absolverá", el tiempo del que dispusieron para desempeñarlas y lo lejos que parece estar de haberse cumplido, todo indica que deberán contar con un íntimo amigo de peso en la Historia, si su pretensión continúa siendo no digo ya ser absueltos, sino simplemente amnistiados. Pero si en algún rincón del alma aún mantienen aquel deseo retórico en pie, nada les impide comenzar por pedir disculpas y dar un paso al costado.
El volumen del dolor
Una catástrofe de las características de la tragedia ferroviaria que tuvo lugar en Santiago de Compostela, pone a prueba el morbo de la sociedad, la atracción enigmática de ese tipo de noticias es perturbadora y resulta no poco perversa.
Permite representar una forma abstracta de aflicción. Ochenta muertos desconocidos hacen que un presidente , dos reyes, cuarenta políticos y tres ardientes lagartos se desplacen con celeridad y gesto adusto al lugar de los hechos, que las emisoras de radio y televisión consternadas hablen del caso con la voz entrecortada por el exabrupto de un sollozo que nunca cuaja, que luchen por la primicia locutores con pañuelo en mano, con la voz frágil entre publicidad y publicidad.
Eso sí, aclarando antes de que ni siquiera tenga lugar una investigación profesional al respecto, que todo es culpa del señor maquinista, una persona preparada al detalle, experimentada, concienzudamente vigilada, que por el arrebato de no perder el "bonus" que les dan por llegar a tiempo, aceleró a 190 kilómetros por hora al entrar a peligrosa una curva y a cinco kilómetros de la estación final. O sea concluyendo en un "pis pas" que repentinamente el diestro chofer se volvió completamente loco.
Y número dos, pero de ningún modo menos importante, aclarando también que aunque el tren se parecía al AVE ( Alta Velocidad España, a la sazón el negocio que el país está exportando al mundo con notable éxito en tiempo en que ni el cardo germina por los suelos del Quijote), aunque era familia directa suya, y corría por su mismo ancho de vía, el tren en realidad no era AVE, sino que era ALVIA. Aclarando que no pertenecía a esa raza de traslados confortables, puntuales y veloces que España exporta al mundo.
Si bien hay que reconocer que a todos nos impactan más esos ochenta muertos juntos en un episodio de tal dimensión, así como los relatos de quienes asistieron al desastre, que si somos informados de cuarenta accidentes donde perecen por separado la misma cantidad de personas, con las mismas cantidades de penurias sembradas en las existencias de sus parientes, y con infinitamente menos resonancia mediática, con sepelios a los cuales no acude ni el ayudante del alcalde del pueblo, ni siquiera el vigilante nocturno del barrio.
Ochenta fallecidos tan desconocidos para los sufrientes del paripé mediático y mediatizado, como la suma de los fallecidos por accidentes de tráfico en períodos vacacionales como Semana Santa.
El dolor es algo personal e intransferible, los afectados pueden y deben estar acompañados, pero ¿ qué hace un Rey rondando ese dolor? ¿ y por qué la prensa habla más de un presidente y unos ministros que van al lugar de los hechos a hacerse una foto de condolidos, en lugar de hablar de cada una de las víctimas y la manera de mitigar las penurias que atravesarán desde este preciso instante? ¿ Por qué en vez de ese gesto atormentado, de ese pañuelo cercano, de ese ademán cabizbajo, el político de turno no cesa su empeño de poner en marcha leyes y sancionar medidas que devalúan, mellan y van en detrimento de la calidad de lo público? que será al fin y al cabo lo que quienes queden heridos en la carne y en el alma necesitarán de ahora en más.
Lo precisarán tanto en el momento de la foto como cuando haya pasado toda esta representación histriónica del dolor en los altos cargos públicos y los medios de comunicación, esta competencia por demostrar a quien le acongoja y le consterna más la pena de esas pobres familias.
En lugar de ir a palmear el hombro de algún pariente derrumbado, acariciar el grasiento pelo de algún plebeyo con el pulmón agujereado, ¿ por qué no los ayudan aportando, como mínimo, los emolumentos de un año ? Sólo los de un año.
La mayoría de los medios hoy hacía más énfasis en el pretendido deber cumplido de los poderosos, de los figurines, de los súper stars para con la amasijada plebe y su prole, que en guardar un decoroso silencio y mostrar una pizca de buen gusto y respeto.
Me temo que cualquier resultado de una seria investigación en el terreno está condenada de antemano a dormir en un cajón intangible. En el mismo aparador donde desapareció la verdad del caso del siniestro de Spanair.
Parece ser que todo es gas.
Pero entonces aparece en escena toda esa masa de gente anónima, a la que al igual que a las víctimas nunca se les concede el protagonismo, pero están en primera línea prestos a ayudar para lo que se precise, los que nunca brillan hasta que se los necesita, los médicos, el personal sanitario, bomberos, la gente de toda índole, condición y ralea haciendo colas interminables para ofrecer sangre, muchos de ellos en paro, muchos de ellos ninguneados y pisoteados en cada recodo complicado del camino, gente que no experimenta la menor duda en el momento de arriesgar su vida para ayudar al prójimo.
Ese es el capital de España, el espíritu que la hace especial y humana en las ocasiones en que se precisa. La misma masa adormilada frente a los abusos de los dilapidadores, es la que pega un rebote y se activa de manera altruista, cada vez que se la requiere. Pero al final la masa no cuenta, el obtetivo de la cámara capta mejor al individuo.
Y entonces todo es gas.
Gas.
El Principito Ayé
Llevo tres días en el camino, trabajando.
Ando de un lado hacia otro. Sólo.
Todas las semanas me voy un día y en casa lo encontramos muy bien, representa una válvula de escape, como la vieja cura de la sanguijuela. Pero el segundo día queda desnuda dicha pretensión de libertad y el tercer día me doy cuenta de que ya no me reconozco siendo un hombre solitario. El sex appeal que podía encontrarle en el pasado parece haberse esfumado.
Aun así a lo largo del día de hoy, el tercero, mientras trabajaba me bañé en cuatro tipos de aguas, el primero fue un jacuzzi en la habitación del hotel donde reservé ayer. Estaba lleno por el efecto verano y gracias a ser cliente habitual me dieron una suite a precio de doble. Pero ya había comenzado el descenso de la libido en la soledad, de la erótica del ego, así que aunque la disfrute, lo cierto es que me hubiese gustado mas compartirla. Después del mediodía, pare en un descenso de un rio, donde las corrientes detenían su furia permitiendo la formación de una poza , en medio de un paisaje maravilloso con calor brillante, y me di un chapuzón, nadé, corrí, miré las montañas y los remeros de kayaks que formaban el paisaje más evidente, estaba sólo así que podía distraerme cuanto quisiese mirando piernas y culos, pero de inmediato me puse a mirar las parejas, las risas, las conversaciones, los roces, las pequeñas complicidades y las ínfimas traiciones, todo ello mientas me secaba al sol de pie junto a la orilla. Más tarde cuando visité el último punto del día, me bañé en el mar, en una playa paradisiaca, con montañas detrás como parapeto paisajístico , con acantilados a los costados , playa de arena blanca y fina, con un rio que desembocaba enfriando el agua recalentada de la orilla, y en ese límite natural de la marea, donde el hombre detiene sus pasos para observar un horizonte inundado, un horizonte que se puede observar con relativa tranquilidad al saber que es imposible rebasarlo sin barca, los márgenes del mundo seco y líquido transitados por viejos, jóvenes, niños, asturianos, cántabros, madrileños, franceses, ingleses, alemanes, y uno de ningún lado, uno que coqueteaba con la soledad, con documento pero sin identidad, o con trozos y muescas de diversas identidades, de numerosas dentelladas y silbidos.
Nadé hacia donde la corriente me quería llevar. No solo me he desacostumbrado a andar por ahí sólo, con ello también perdí el hábito del riesgo , antes nadaba hasta la primera caída del calado, el primer veril, donde se vé de color azul más intenso, donde cada miedo acecha, el de la bestia dentada, el del viaje al fondo del mar como concreción de la soledad más eterna. Nadé hasta por ahí nomas, cerca de la gente y regresé a la orilla, y luego volví a alejarme sólo un poquito. Deje una gorra, una camiseta, unas sandalias y la llave del coche envuelta y colocada entre unas piedras. En un instante en que estaba entretenido buscando algo bajo el agua, algo que diese sentido a la soledad, un reencuentro con la ilusión algo que le diese razón de ser, brillo, repentinamente levanté la cabeza y no me cupo la menor duda de que la marea estaba subiendo con prisa , entonces pensé que el agua podría haber llegado a la altura del pequeño bulto y que las llaves del coche podrían ser llevadas por el coletazo de una ola. Nadé como un poseso hasta la orilla , subí la piedra con pánico hasta que comprobé que mi ropa estaba todo lo enrollada que yo no lograba estar. Más tarde en el Hotel en que me encuentro ahora, en Cantabria, bajé al Spa. Un generoso espacio que va incluido en el precio de la habitación.
Me pregunté si estar solo sería como masturbarse al borde de las últimas brasas de carbón, o como salir a cazar piezas nuevas, redondas, rotundas, rozagantes, sedientas y solícitas.
Por suerte en el Spa había poca gente, porque en estado sobrio no aguanto a más de dos a la vez, todas eran personas acompañadas por otro o por varios, ya por amigos o parejas. Bueno, las parejas también podrían ser amigos. Especulé con que si yo me vería más interesante por el hecho de parecer más autónomo que ellos, más independiente e integral, la verdad fue distinta, me sentí desproporcionado, no supe definir si disminuido o sobredimensionado entre tanta gente en equilibrio, en fin: me sentí sólo.
Después del Sauna bajé a cenar y cuando me senté con un plato lleno de exquisiteces cántabras, me vi llamando por teléfono a Pat para contarle lo que iba a comer, lo que estaba oliendo, lo que masticaba y baboseaba, la salsa, no sabia ni de que hablaba como cuando comemos juntos, alguna reflexión liviana por aquí, una pelotudez por allá, comentarios de la comida, solo que cuando compartimos mesa fugazmente miro a un costado, o pienso en algo evasivo para eludir por un instante ese perturbador testimonio tan presente que representa la compañía continuada. Sin embargo hoy no miré a ningún sitio mientras tuve el teléfono en mi mano, me había hartado, saturado, hastiado de mi condición de amo del tiempo, del pensamiento y de mi espacio existencial.
Cuando termine de comer, antes de se fuese del todo la claridad salí a dar un paseo en pantalones cortos, me interné en el campo y vi un árbol extraño, como sacado del mundo del Principito de Saint-Exupéry, tenía aspecto de sabio, de estar realmente solitario y tenía algo de conformidad y autocomplacencia, el único árbol en aquel campo sembrado. Me dirigí hacia él y pasé diez minutos cantando un viejo canto que ejecutaba en las borracheras cuando ya eran intensas. Un canto a Babalú Ayé. Se lo dediqué para agradecerle por como han ido las cosas al final y al cabo. Transcurrió mucho más tiempo dentro de mi canto del que soy capaz de explicar. Tiempo pluri direccional, desestructurado, anarquico y sin embargo siguiendo un patrón, un orden discursivo. Eso hizo que en mi reloj interno fuese mucho más que diez minutos y al cabo del canto me entrase un escalofrió cuando sentí que el pasado estaba presente, apropiandose de mi simpatía, encontrando en la soledad a un viejo espíritu que en absoluto ha sido relegado en estos años, sino que fue puesto en un altar, pero de ningún modo animado a recobrar vida.
Terminé de cantarle a Babalú y regresé a la habitación, le había agradecido por todo lo que me ha dado ese viejo amigo, que fue llevado junto a los esclavos al Caribe para cuidarles la salud, o por lo que quiera que termine siendo esta prestidigitación con toques de magia llamada vida.
Mañana estaré de regreso con mi gente, mi asma, el sudor compartido y el escasísimo atractivo narrativo que tiene el abrigo de la costumbre, tejido con el sempiterno ovillo de la rutina pero también con la aguja de la confianza.
Y la soledad será como bañarse en cuatro tipos de agua, como el baobad del Principito, mi árbol sabio y el viejo Babalú.
El estornino
Primer día.
Martín y Alejandro encontraron en el jardín un pichón de un tipo de pájaro que no sabemos cual es, hemos visto un nido con pichones en una parte del tejado bajo, pero estos eran de otro tipo, así que pensamos que se trataría del tejado de la última planta, no podíamos devolverlo a su madre, entonces Martintxo, tras suspirar profundamente los sollozos que le habían provocado la idea de que inevitable e inmediatamente el pichón iría a tener un desenlace fatal, se informó en internet y ahora lo tiene en una caja con una bolsa térmica cervical, un foco de luz para dar a la bolsa calor y un nido vacío que teníamos en una conífera del jardín. Lo alimenta con comida para peces embebida en agua y a la vez soluciona el tema de la hidratación.
No está como con su madre, y no hay que hacerse ilusiones que pase de un par de días, pero al menos ha caído en las mejores manos que podía caer.
Cosas así son de las que me siento orgulloso. Como algunos padres se sienten cuando su hijo les trae calificaciones notables del colegio.
Lo encontró un hijo mío y el otro está rasguñando entre el límite de la fantasía y eso ordinario llamado real, en busca de alguna posibilidad de dotarlo de vida, o de hacerle lo menos espantoso el tiempo que le quede, permitiendo al alma de ese bichito conocer a través de una decidida protección, el amor de otra alma con quien se hermanará para siempre pase lo que pase. Me conmueve y me educa
Nunca había imaginado lo tan cercano a mi atormentado espíritu de otrora que podría anidar el bien.
Tercer día.
Alejandro se acaba de ir a las Canarias donde reside, y el pajarito que resultó ser un estornino como el que tuvo Mozart domesticado durante tres años, muestra una vitalidad increíble.
En día y medio Martín se doctoró en estorninos, y le da de comer y lo cuida, el bicho ya es como su chancho amigo de toda la vida.
En fin, una delicia
Sexto día.
El estornino que había comenzado a responder al nombre de Platón y mi hijo Martintxo, trabaron una particular amistad regida por un intenso y genuino cariño.
Durante seis días y cinco noches aprendieron a comunicarse con caricias, con sonidos, con comida, con esa magia propia del tiempo compartido.
Después del mediodía de hoy Platón se mostraba débil. Le suministré agua con una jeringa, -¡ Uf que suerte! sólo tenía sed- dijimos- pero a las pocas horas nos mostró que ya se iba, le pidió con ese gesto del pico a Martintxo que lo tuviese una vez más, mullido en sus manos y ahí se quedaron juntos los dos pichones, haciéndose compañía en un momento triste y bello a la vez.
El pajarito abrió el pequeño pico lentamente dos o tres veces más acurrucado en las manos de Martintxo, le insinuó que había sido feliz y le dejó amor y vacío en generosas porciones y en partes iguales.
En el instante en que Platón murió mi hijo estaba dentro suyo y pudo despedirse.
Le escribió una carta, lo enterramos, le pusimos tres rosas rojas y yo no intenté consolarlo, sino darle a entender que hoy se lo más apropiado sería que sintiese la pérdida y presencia de todo aquello que sólo les pertenecía a ellos dos.
Platón el estornino, era un divino bebé.
Hoy hace una noche calurosa y la vida sigue, y acaso más tristeza que la propia muerte del ser querido, da el percatarnos de que estamos dispuestos a continuar sin ellos, a olvidarlos, a enterrarlos el pasado, junto a la inocencia y al amor, para seguir con no se sabe bien que tipo de vida, que tipo de bagaje, ni que tipo de recuerdos.