Sicilia bedda
Luglio 2019 - León, Spagna
Julio 2019 - León, España
El viaje de la lechuga
Días atrás un amigo del barrio de mi hijo menor, le obsequió, procedente de un huerto barrial, una lechuga a medio crecer. Se la dio con las raíces al aire, fláccida, condenada a perder todo su verdor en unas pocas horas más.
Él llegó a casa la puso en una maceta, le colocó buena tierra, la regó, lo felicité diciéndole que al menos le estaba dando una muerte digna. Al día siguiente la lechuga continuaba verde y al parecer, viva. A los tres días, la propia planta se había encargado de descartar las hojas que no podría volver a levantar, y en su lugar empinaba otros jóvenes brotes hacia el sol, el poder de la clorofila y la fotosíntesis, o la confianza y la convicción en el cariño y el cuidado. que hemos ido dejando en el mismo baúl de recuerdos olvidados, en cuyo fondo quizás encontremos al osito Cocó, o al diente de leche por el que ya recibimos la indemnización del ratoncito Pérez.
La lechuga fue creciendo de tal manera que en un momento y como visible causa de su agradecimiento por la actitud de mi hijo, comenzó a cantar canciones que contenían la palabra amigo. de este modo hizo un recorrido por un catálogo de temas populares famosos y otros quizás no tanto para seres del mundo animal. Entre las conocidas cantó, Quiero tener un millón de amigos, de Roberto Carlos, Waiting on a friend de los Stones y With a Little help from my friends, de los Beatles, cosa que entusiasmó mucho a mi hijo que es un fan declarado del cuarteto de Liverpool.
También cantó : ."..barquito de papel mi amigo fiel/ llévame a navegar por el ancho mar/ quiero conocer a niños de aquí y de allá...", melodía que yo no escuchaba desde que había vivido en Cuba, y me dejó impresionado con sus conocimientos y acervo general.
Mi hijo me dijo, - Papá tengo que hacer algo más por esta lechuga. Si dice que quiere ir al mar la llevaré al mar. Es encantadora.
Y así fue que lo llevé junto a su amigo del barrio a que le diesen un paseo por el Mar Mediterráneo en el yate del príncipe William antes de que se casase. Perkins, el mayordomo del príncipe, tan inglés, respondió a mi pedido con un afirmativo: Of course. Y con el torso firme, se llevó a los chicos y su querida hortaliza a un paseo que duraría medio día.
Cuando estaban en una zona profunda mi hijo sacó la lechuga por la borda para enseñarle la transparencia del agua, y un súbito golpe de timón a causa de una ola de babor, hizo que perdiese el equilibrio y la lechuga se cayera por la borda, lanzando primero gritos de auxilio, y luego improperios, acusando a los niños de traidores, de haberla alimentado para luego permitir que se ahogase en aquella inmensidad, en aquel páramo de verduras. A mi hijo y a su amigo se les aguaron los ojos, aún así intuían que arrojarse al agua sería una temeridad.
Una vez que la lechuga llegó al fondo del mar y vio las algas pensó que no estaba todo acabado, se hizo a la idea de vivir como una de ellas, y hasta le causó emoción el hecho de pensar que sería mecida por las olas y acariciada por los pececillos de colores. Le entristeció el hecho de no poder cantar bajo el agua _-Pero no se puede tener todo- se dijo a si misma y de alguna manera se sintió reconfortada.
Después de andar por varias profundidades encontró el Octoposus garden, del que hablaba Ringo Starr en sus canciones, y que la lechuga, de amplísimas nociones musicales, conocía tan bien. Le pidió permiso al pulpo para establecerse, y después de enternecerlo con su historia, no solo logró que el pulpo la aceptase sino que le concediese un lugar privilegiado, cerca de Bob esponja y compañía.
Mi hijo y su amigo decidieron lanzarse al agua tras evaluar los riesgos y los esfuerzos que habían realizado para ser tenidos en cuenta como niños adorables. Al príncipe William de Inglaterra le faltaban aún unos días para casarse, pero el mayordomo Perkins debía estar listo, y fue tan tajante como delicado en sus expresiones; les dijo:
_ Chicos, puntualidad británica, por favor, si no están aquí mañana en la mañana me veré obligado a zarpar sin vuestra presencia. Y se lanzaron al agua con aqualungs para tres días.
No hizo falta agotar la paciencia del buen sirviente real, ya que a la caída del sol los dos niños encontraron el Octoposus garden, y como ya indiqué, mi hijo es un fan irredento de los Beatles, le agarró la botella de aire comprimido a su amigo y le hizo señas para detenerse allí unos instantes. Una vez que entraron y hablaron con el pez administrador, un pez con una nariz puntiaguda como el baterista de la banda, y una vez que se sacaron unas fotos, los dos niños vieron al mismo tiempo, detrás de Bob el esponja, a una lechuga idéntica a la que andaban buscando, pero pensaron que no sería aquella, ya que en el jardín del pulpo solo debía haber algas.
Pidieron permiso para restaurar fuerzas comiendo un poco de la lechuga, y cada uno se zampó una mitad.
Mientras tanto, la lechuga emitía gritos sordos implorando por su vida, por su integridad, cantaba con cierto desespero las mismas canciones que había entonado en mi pequeño jardín trasero, aún sin demasiadas esperanzas de ser escuchada.
Una vez en casa, el pichón aún seguía sintiendo cierta tristeza. Pero había algo que estos chicos y yo aún desconocíamos.
A los dos días de ser engullida la lechuga regresó al agua, la del WC., se vio repentinamente liberada de un ámbito cerrado y oscuro que le estaba produciendo claustrofobia. Una vez en las cloacas, tuvo oportunidad de echar de menos las claras aguas del mediterráneo, incluso ese sobrecargado sabor a sal. - Oh que espanto- se dijo- he perdido todo mi verdor-
La lechuga como los demás alimentos que vagaban por aquellas cañerías había mutado y su estado era compacto pero no rígido. Pensó que la única manera de recobrar algo de su identidad era encontrando a un semejante que procediese también de la huerta, para continuar viaje a lo desconocido juntos. De modo que comenzó a preguntar a todo transeúnte que se cruzaba en la cloaca,
_ Perdón, me puedes decir que eras tú antes?-
_ Yo era dos perritos calientes con mucho chucrut- le dijo el primero.
Y así se fue encontrando con boñigos conformados , unos de pescados, otros de carnes variadas con sus guarniciones, otros por huevos fritos, hasta se encontró una ensalada , pero su decepción fue grande cunado supo que en ella había también zanahoria, todos aquellos carotenos juntos era algo que no podía soportar.
Hasta que, no sin aliento, pero con mucho menos fuelle, le preguntó a otro sorete por su procedencia y este le dijo que había sido una lechuga, mostraron su alegría por haberse conocido y partieron juntos en ese frenético viaje hacia la desembocadura en algún vertedero.
Por la noche en un merecido descanso, le contó nuestra desmejorada verdura a su nuevo compañero, que otrora fuera una lechuga recuperada, que había sido arrojada al mar por dos niños de los cuales uno había sido su amigo antes de traicionarla y zampársela luego de darle caza vestido de buzo en el fondo del océano, el otro boñigo no pudo creer lo que oía, y exclamó:
- Mi media naranja!. Yo soy la otra mitad, que quedé atrapada en el estómago del amigo de nuestro salvador asesino.
Entonces se dieron un abrazo tal que quedaron nuevamente fusionadas, lograron recuperar por una vez más la ilusión de la vida, y en esta ocasión se convirtieron en un temible sorete de dimensiones que infundía respeto a su alrededor.
Al poco tiempo de andar con su nuevo aspecto, se dio cuenta que si bien frente a un espejo sus opciones de sentir orgullo sufrirían cierta merma, también era cierto que de ahí en adelante nadie desearía comerla, tocarla, ni molestarla en lo más mínimo. Una de cal y otra de arena.
Según Platón, todas las partes del universo se mantienen unidas por amor compasivo, se dijeron uno a otra y viceversa.
Pero una semilla de aquél enérgico vegetal volvió a echar raíces en la misma maceta en que mi hijo la colocó en un inicio; durante el invierno y a la intemperie crecieron nuevas hojas rozagantes.
No cesa en brindarnos sorpresas nuestra adorable lechuga Be Bop.