Esquelas feisbukeras
Gente que curtía salsa, casino, reparto, reguetón, gente que te echaba para adelante en la Asamblea de Moral Comunista semestral del pre, si eras oyente de las radios clandestinas de pop rock que llegaban desde Miami, o si alardeabas de tu simpatía por la música antisistema de los hippies, los punks, los Stones, Grand Funk, Hendrix o Zeppelin, se pasan el día hoy sollozando en FB con fotos, "EPD", "rip" cada vez que el almanaque se lleva a una vieja gloria del altar de nuestras manchas "Diversionistas ideológicas" en el expediente escolar acumulativo.
Estos días pasados pulularon fotos, pasaron pañuelos empapados en lágrimas de muro en muro de FB por Ozzy de gente que ni sabe mencionar hoy un tema de Black Sabbath y muchísimo menos escucharon en su época un solo punteo de Iommi un alarido de Osbourne o un moanin and groanin de cualquier bluesero, no fuese a ser que lo escuchase algún chivatón del CDR, además de que les gustaba menos que morder la cáscara de un limón verde. Hay gente lamentando la partida a otra dimensión de Hulk Holan, del kiosquero de la esquina o de Chuck Mangione, que se fue con sus 85 años como empieza a ser natural en los que abandonaron el útero de la mamma en la década de los '40. Y tantos que se van a ir de los que en el pasado jamás fueron frecuentados por esos adoloridos de hoy, ni mucho menos ahora por las décadas que hace que ni desempolvan sus instrumentos.
De Black Sabbath escuché solo Paranoid y Bloody pero nunca las meché con Beatles, Purple, Pat Travers, Clapton o Keith Richards y Jagger, en los cassettes Maxwell o Sanyo de 60 y 90 minutos en que resguardábamos nuestros tesoros rockeros rescatados de LPs que llegaban del norte revuelto y brutal vía amigos como Humberto Salomoni en su habitación de heavy y hard rock. Sin embargo sentí genuina tristeza el día de su anunciado concierto final en su Birmingham natal y ese final épico pocos días más tarde, porque Black Sabbath fue un hito en uno de los afluentes que tomó mi música emblemática y Ozzy su mascaron de proa. Pero no está en mis listas de Spotify, donde están casi todos sus primos hermanos y con toda probabilidad las raíces de donde alimentó sus propios gustos.
Un obituario debe dedicarse a alguien a quien se haya honrado en vida habiendo curtido su producción en el área en que se hubiese destacado, música, pintura, política, derecho, costura, carpintería, vecindad, etc., etc. Yo no puedo soltar una lágrima virtual por la paila o la trompeta de un grupo de salsa, porque nunca escuché ni bailé salsa, sí por ejemplo lo haría por Pedrito Calvo, Chucho Valdés, Paquito D' Rivera, Roberto Carlos o incluso Farah María, que alguna vez embriagaron desde otras disciplinas mi oído demasiado alineado y alienado con el rock.
Hoy alguien, de forma que me pareció sincera posteó su nostalgia por la época en que escuchó a Chuck Mangione sintonizando la estación miamense que nos traía la música de moda en el Yuma, Creíble y tierno, hasta me hizo recordar a mi mismo en la misma tesitura, pero no sé si me llegaba para un lamento plañidero por su adiós al bastón, a sus bisnietos y a la trompeta empolvada con la que varias décadas atrás engrosó de ceros su cuenta corriente gracias a un más que acertado "Feel so good".
En fin que hagan lo que quieran, ¡faltaría más! Pero dicho esto, ya puedo anticipar que mis obituarios feisbukeros en el ámbito de la música estarán reservados para Paul y Ringo, Mick, Keith, Ronnie, y todos los músicos Stones, cualquiera de los 4 Grand Funk, de los Zeppelin, de las dos formaciones de Purple, Clapton, Charly, Dylan, Serrat, Stewart, Santana, Neil Young, Buddy Guy, Jarret y puede que quede alguno más por ahí que de repente sorprenda a la caja fuerte de la nostalgia ejecutando a hurtadillas la combinación que abre su compuerta.
Es que si no vamos a terminar posteando que estamos compungidos, con el alma rota, por el paso a mejor vida del actor que hacía los doblajes del Pato Donald al idioma árabe con perfecto acento sirio-libanés.
Cruz de Peñalba
El Rey Ramiro II de León, cuatro años más tarde de su victoria frente a Abderramán III en Osma, decide hacerse con Zaragoza para lo cual pacta con gobernador musulmán de la ciudad Abu Yahya que con este acto, traiciona al califa.
Tras esta afrenta Abderramán enfureció, retomó el poder sobre Abu Yahya y con su participación decidió acabar con el reino leonés. Juntó a decenas de miles de hombres, entre mercenarios andalusíes, militares profesionales, tribus bereberes, soldados de las provincias militarizadas (yunds), contingentes de las Marcas y un buen número de voluntarios. Bien armados y pertrechados, emprendieron la marcha a fines de junio de 939. Dejando atrás Toledo, el ejército atravesó el Sistema Central por Guadarrama. Después de saquear y destruir Olmedo, Íscar, Alcazarén, los contingentes califales acamparon cerca del Cega y se instalaron en el Castillo de Portillo a principios de agosto.
Entre tanto, Ramiro II había reunido a sus propias tropas, incluidas las de los condes castellanos Fernán González y Ansur Fernández, y a las tropas del reino de Pamplona de García Sánchez I. en junio del año 939, aunque el reino de Navarra no estuvo tan unido a él como a su padre Ordoño II.
La batalla, que se libró en la margen derecha del Pisuerga, al noreste de Simancas, fue muy violenta y se prolongó durante varios días. Comenzó el 6 de agosto y concluyó con la grave derrota califal cuatro días después. Las crónicas cristianas cuentan que se apareció el Apóstol Santiago a lomos de un caballo blanco, así como San Millán. Y además, según relatan las crónicas, tanto árabes como cristianas, hubo un eclipse de sol unos días antes de la batalla. Las bajas musulmanas contadas en varios miles determinaron el retroceso y la derrota ante el ejército del rey leonés que también sufrió un importante número de muertos.
La importancia fundamental de la batalla de Simancas, no es tanto la ganancia territorial de los reinos cristianos, sino el valor simbólico de ser la primera gran victoria que se obtiene contra al-Ándalus. Para Abderramán III la derrota fue un importante contratiempo pero no alteró su gobierno, puesto que los territorios perdidos entre el sur del río Duero y el río Tormes se encontraban lejos de su capital en Córdoba. Aun así, tras el regreso a Córdoba después de la derrota, ordenó ejecutar a numerosos oficiales de su ejército por incompetencia y nunca más volvió a encabezar una expedición de guerra.
Como consecuencia de la victoria cristiana, el rey Ramiro II de León mandó realizar la Cruz de Peñalba como agradecimiento por la intervención del apóstol Santiago en la batalla. La cruz, una pieza de orfebrería mozárabe, fue entregada al obispo Genadio de Astorga y a los monjes del monasterio de Peñalba, situado en el Bierzo. Este acto no solo simbolizó el triunfo cristiano sobre al-Ándalus, sino también la profunda devoción del rey hacia el apóstol Santiago, considerado protector de los ejércitos cristianos.
Un apunte al dorso, Ramiro II que ensanchó el Reino de León hasta cubrir un tercio de la Península Ibérica incluyendo el norte de Portugal, construyó una ciudad con calles destinadas a oficios, un convento para su hija Elvira, que es el único edificio que aun se conserva hoy de aquella creciente ciudad de 940: el "Palat del Rey". Fue un rey determinado en la conquista e intrépido en la batalla como justo en la paz y fue continuado por un linaje que arrojó la primera reina europea no consorte Doña Urraca, y el primer Parlamento de la Historia que reunía clero, nobleza y representantes de las ciudades bajo el reinado del aun adolescente Alfonso IX con la aprobación del pueblo en el año 1188.
Hoy mucha gente cree que la Cruz de Peñalba fue concebida en Asturias como Cruz de la Victoria, al igual que conceden al principado el honor de la reconquista por su rey Don Pelayo, que en realidad comenzó en la batalla de Caín de Valdeón en León, no en Covadonga, y si bien Ramiro II era descendiente directo de aquel linaje, la llama inicial de la hoguera reconquistadora la mantuvo viva, y además con denuedo y persistencia a lo largo del siglo X, un rey leonés.
Para bailar
Yo llegué a ser casi un cubano. Por supuesto con todo un pasado argentino más allá de mi propia existencia, con una familia muy emblemática de mi país de nacimiento, y no solo por el tío, sino escritores, premios nobel, descubridores-conquistadores, madre tanguera de San Telmo. Pero llegó el día que dije basta de extrañar Argentina porque no vamos a volver nunca, y me aplatané del tipo habanero que es jodedor, descarado, inventor, borrachín y pretencioso, la verdad sin falsa modestia, daba más manguera que el cuerpo central de bomberos; pero una de los rasgos más característicos del cubano nunca lo incorporé:
Soy tremendamente patón bailando casino, salsa o cualquier derivado o sucedáneo del son. También me pasa con el tango y el vals. Con la madre de mi hijo fui a tratar de aprender tango con una pareja de profesores excelentes Esther y Tomi, yo le decía a ella pero por qué bailas tan bien con Tomi y conmigo tan mal? El que la llevaba mal era yo. Ellos fueron los profesores de Madonna y Antonio Banderas cuando hicieron Evita ¡Ni siquiera con ellos!
Pertenezco a la generación de pepillos que escuchaban y bailaban rock, disco, funky y soul y solo iban a fiestas donde se pusiese esa música y que antes de la primera temporada del popularisimo porgrama "Para bailar" que concluyó con una batalla sobre la tarima entre dos parejas, los Santos con su perfección en el Casino y los Francis con su refinado rock'n'roll, ningun pepillo que se precisase osaba mover las caderas y hombros más allá de los golpes secos que Elvis bautizó. Pero eso no es más que una excusa lo único cierto es que todo mi ser está tremendamente reñido con cualquier baile acompasado, de movimientos coordinados con otra persona. En realidad me fallan bastante las habilidades sociales de coordinación en casi todos los terrenos, baile, deportes, trabajo, vida cotidiana, excepto en uno que por decoro y falsa modestia evitaré su mención. Incluso, al no mediar la ingesta de alcohol, todo lo gregario que puedo aparentar ser dura lo que un flato en un canasto.
Y cuando tras una cena o un encuentro entre amigos o desconocidos alguien detiene la cháchara pone música y se arma la bachata, paso a sentirlo en el alma, y entonces me recrimino no haber interiorizado más a aquella maestra que en el ensayo antes del matutino, hacía tanto vacuo hincapié en que diese los pasos adecuados para no destrozar la hilera de la conga de los alumnos de mi aula.
Uno dos y tres, que paso más chévere, que paso más chévere, el de mi conga es.
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