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El blog de martinguevara

Nuevas elites mini-revolucionarias

28 Octubre 2014 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba Opinión

 

Ahora que Cuba ha decidido cambiar definitiva aunque solapadamente su modelo de sociedad, la estructura y las bases de su economía, y que comenzarán a florecer de un momento a otro el novedoso empresariado nacional, previsiblemente proveniente de las actuales jerarquías dada la cercanía al poder y dados los parámetros corporativos que irán derogando ellos mismos, sería conveniente reflexionar acerca del perfil de este tipo de nuevo rico que se avecina, pero que ya tiene sus antecedentes en las metamorfosis soviéticas hacia la Federación Rusa, en el Este de Europa, en Viet Nam y últimamente de modo paradigmático la gigante y milenaria China.

La modalidad del nuevo empresario de la sociedad post comunista reúne una serie de particularidades comunes, a saber:

Está más predispuesto a la competencia voraz que el empresariado gestado en las sociedades de mercado aunque esté menos preparado para acometerla.

Es un elemento descreído, apóstata de toda ideología, religión, filosofía que promulgue una finalidad basada en principios morales.

Es ateo, agnóstico, y además descreído de su propio adoctrinamiento.

Siente que pagó antes de comer, de modo que comerá a placer hasta reventar. Mientras el empresariado formado en la sociedad de mercado en algún momento de su vida puede experimentar la necesidad de un aporte espiritual a su vida, puede llegar a replantearse el sentido de lo hecho, allí en los diferentes recodos que las edades y sus invitaciones a la reflexión deparan a lo largo de la vida al hombre, en cambio el nuevo empresario formado en los obligados lemas de la igualdad social, en su momento de inflexión, suele reflexionar y revisar su trayectoria precisamente en el sentido opuesto, autocriticándose el dispendio fútil de energía y considerando que es momento de concentrarlas en beneficio propio, que es hora de no perder un minuto más en las viejas consignas engañosas ni en utopías estériles.

Considera una pérdida de tiempo la hipocresía habitual en el rico tradicional para equilibrar la culpa.

No pide permiso, no pide perdón ni da las gracias. Paga.

Para esta nueva clase la ostentación de la riqueza es un saludable signo de buen gusto.

No se explican la filantropía ni el mecenazgo en el arte. Aborrecen la cultura pero invierten grandes cantidades de dinero en pinturas y esculturas sensibles de revalorizarse.

Son directos, sinceros, primarios, sin barnices, sin profundidad. Enriquecen vertiginosamente a los fabricantes de cuanto elemento distintivo de mal gusto característico del nuevo rico pulule en los alrededores.

Visten visiblemente mal y se saltan semáforos a bordo de sus lanchas urbanas fabricadas en exclusiva para ellos, están incapacitados para entender que un Rolls Royce gris pueda constituir para nadie en su sano juicio, un símbolo de distinción.

Mientras con el mayor descaro, dejan ver que sus poderosos padres los criaron lo más lejos posible de aquellos lemas con los que adormecieron y atenazaron durante medio siglo a todo un país, y cambian la retórica en sus palabras aunque jamás en sus costumbres, empiezan a habituarse a destapar botellas caras de champán, aunque lo beban a pico de botella y unos pocos en copa, pero mezclado con cubitos de hielo.

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Sonsoles vería el Jaguar

21 Octubre 2014 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta

Cuando digo que soy cada día más zapaterista, no zapatista de Chiapas, sino simpatizante de José Luis Rodríguez Zapatero, lo hago en parte para provocar, un poco llevado por esas eternas ganas de joder, no obstante algo de cierto hay en tal afirmación.

Y además me place decirlo a partir de que los especialistas en estar siempre donde calienta el sol, se pusieron tan en contra.


Llevamos dos años y medio de un gobierno que subió para arreglarlo todo, con el voto del vulgo corrompido, del vulgo tentado a ceder derechos y logros a cambio de una pocas rupias.

El proletariado y la clase media "descalzas" (más que "desclasadas" como diría Marx) y una pequeña copa de anís perfumado para la resaca matutina de toda esa avaricia nocturna.


Dos años y medio en que no se hizo ni una sola cosa que alegrase a las mayorías, a las pequeñas minorías marginadas, o a las grandes minorías, sino que sólo se han emborrachado de felicidad hasta ahora, los del circuito cerrado, los que saben el secreto del monje orondo, el secreto del ábaco, la miseria del brillo y ese terror a estar al ras del suelo.

Los que se miran al espejo con el ombligo de lado.


Los que rompen el amor.


Los cuatro primeros años de Zapatero, fueron una orgía de placer, un "orgasmo permanente" como decía Zerolo, leyes para alivianar el dolor de las minorías relegadas, leyes en favor de la vida, mil vidas más por año en tráfico, miles de vidas menos truncadas por el tabaco, el terrorismo desterrado, nos sacó de la guerra de Irak a los cuatro días, restitución de los represaliados, ley contra el abuso a la mujer, de apoyo a los discapacitados, al matrimonio gay, apoyo a la cultura, al arte y un extenso etcétera.

 
Luego hubo un año más de alegría, de nuevas disposiciones para la gente. Y entonces arribó el fin del disfrute de la estafa que se había estado  llevando a cabo durante años, eufemísticamente llamada "crisis".

Entonces esto descolocó a Zapatero. Al FMI dirigido por la picarona eminencia Rodrigo Rato. A Bush. A toda Europa, a toda Asia, a Standard & Poor's, a Murdoch, a Turner, a Morgan Stanley y a la mismísima Lehman Brothers, y a cuanto fiestero quedaba en el amplio salón de la jarana y la contorsión, con la nariz  llena de polvo de tiza bailando al son de los jadeos y de las últimas luces.


El gobierno del PP en dos años no ha dado ni una sola satisfacción, ni siquiera a sus votantes, por el contrario se desvanece en escándalos de corrupción que no tienen ninguna consecuencia penal para los corruptos y corruptores, pero que al parecer no les está saliendo gratis en cosecha de simpatía de la población.


Incluso ese sector del proletariado y la clase media que se creían codo a codo con los banqueros y la gran patronal por votar al PP, ya se están empezando a asquear, y eso que son de estómago muy fuerte.

Tampoco me entusiasman las soluciones que afloran a la par  del odio, de la bronca,  cuando estas están hirviendo. Desconfío de quien dice venir sólo para hacerme el bien, en el momento ese que asegura que su único interés en la vida, es subir a lo más alto para hacerme el bien a mi, que sólo le interesa la suerte de la gente.

Cuando el país votó en masa a la solución mágica del Partido Popular, tenían la duda de si podrían solucionar el entuerto de la mal llamada “crisis”, sin embargo tenían la total certeza, de que lo primero que iban a hacer era atentar contra todo lo que oliese a derechos de la gente común, lo que atufase a igualdad de posibilidades, lo que se pareciese a una flor.

Por eso le llamamos la corrupción del proletariado.Porque eso lo sabían bien.

En aquellos días me placía repetir que le estaba muy gradecido a ZP por su temple y por algunas cosas más, la gente me miraba como a un loco.

La gente está loca. Hoy, aunque sólo han pasado dos años, nos parece que hace una eternidad desde que están los cuervos en el poder, Zapatero es como un cuento del lejano pasado, de otra Era, un insulto, una manera de patear balones desinflados afuera; el ahora calladito José María Ansar, se percibe infinitamente más cerca gracias a sus chanchullos, sus amistades, sus enchufados de rabiosa actualidad, por las arcadas que pueden llegar a dar incluso a esa gente de estómago muy duro.


A todo esto, vale decir que el de la ceja, ni ha asumido un cargo en una eléctrica, ni en una consultora, ni en una exclusa fecal,  como cada ex presidente o ex ministro tuvo a bien hacer, tiene una casa normal, su esposa sigue intentando cantar, las hijas haciendo su propio camino, y él leyendo a Borges, aunque espero que algún día, lea también "1280 almas" de Jim Thompson.

 Sonsoles y Zapatero

Sonsoles y Zapatero

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Adiós

14 Octubre 2014 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

Las bodas en Cuba generalmente se celebraban yendo a la casa de uno de los recién casados y armando una fiesta con suficiente comida y bebida para que nadie se fuese de regreso a su hogar con hambre, con sed, ni criticando el surtido.

Así era la boda  de María y Oscar, solo que con sutiles aderezos de buen gusto adicionales, como canapés de finos patés o huevas de pescado, arenques, anchoas aceitunas, en fin lo que se pudiese hallar en las tiendas de comida en dólares. La música para el baile por ejemplo se la habían ahorrado, había música ambiental y cada uno estaba sentado en un sitio hablando sus cosas. En las fiestas yo solía un ser sociable y gregario, por lo general cuando aparecía el primer trago me conviertía casi hasta en chistoso, amiguísimo de cualquiera que quisiera pasar un rato conmigo vaciando botellas, al contrario que en las épocas de abstinencia que me conviertía en un ser huraño, huidizo de las aglomeraciones, poco amigo de los abrazos y los grupos de más de dos personas.
En la parte gragaria había un momento en que pasaba la puesta a punto, antes de perder la noción del espacio y del tiempo, hostil , agresivo, desagradable, estaba entrando en ese estado cuando el padre de Mariana, entró a la habitación donde yo trataba de mantener una conversación conversando con ella balbucenado ideas dispersas, y me dijo que tenía una cosa importante que decirme. Le pidió a Mariana que le hiciese un sitio al lado mío donde se sentó y me dijo:
_ Martín, tu abuelo Ernesto ha muerto.                
Escuché las palabras de Gabriel y en medio de la melopea que tenía, sentí un latigazo, un llamado de más allá de aquella fiesta, de más allá del cuerpo aun caliente de mi abuelo, más allá de las sensaciones, de las personas, del amor y del odio. Sentí una llamada de mi niñez, intacta que no había sido casi vivida de otro modo, no había partido hacia ningún sitio desde su pedestal, sentí el tirón del viejo niño Martín en mis pantalones, entonces entendí que me estaban diciendo que nunca más vería las canas de mi abuelo, sus grandes ojos y manos, acompañando la conversación de su voz con los ademanes propios de un caballero pintoresco nacido en el Buenos Aires  el mismo año que comenzó el siglo XX. El impostor "tío" Ernesto que prefería morir tres meses después de su derrame cerebral antes que perder para siempre su interés en las mujeres. Me sumí en un llanto sostenido, sollozante, con un torrente de lágrimas, no sé si había llorado tanto alguna vez,  y casi seguro si el abuelo lo hubiese podido ver, me preguntaría si realmente todo eso era en honor a él, a lo que yo le tendría que responder dos veces, una diciendo que sí porque significó mucho para mi, y que no porque en aquel llanto estaba también congregado lo que provenía del ámbito que él había contribuido activamente a propiciar, que no era poco. Todo ello acrecentado por la sensibilidad torpe, atropellada. pero profunda a la vez, a que me conducía el alcohol.
En la fiesta había gente que me recomendó no ir esa misma noche al velatorio, me empeciné en que debía ir, debía estar allí y presentar mis respetos, me decían  que en el estado en que estaba era mejor que me quedase en el final de la fiesta de la boda de Omar y María. Al final ganó mi persistencia y el marido de Ruth, una amiga de mi padre y del padre de mi novia Mariana que era la hermana de María, la novia de la boda.

Me llevó hasta la funeraria de línea, le dio un rodeo con el coche y al ver que había banderas y un grupo nutrido de personas en la entrada y por los alrededores, me volvió a sugerir que no entrase, le agradecí y me bajé allí, y cuando fui a subir las escaleras me agarraron dos personas y me llevaron consigo a un banco del parque que hay frente a la funeraria, eran mi primo Pedro y Juan. Llevaba mucho tiempo sin verlos y tardé un instante en reconocerlos, me dijeron que esperaban que llegase Raúl o incluso Fidel y que no era bueno que estuviese en esas condiciones adentro, entonces les dije que quería declamar unos versos de despedida, al final se sumaron otros dos primos a sujetarme porque no terminaba de entender que tenía que ver una cosa con la otra. Hasta que cedí cuando me dijeron que les dirían a todos que yo había ido pero que no me aconsejaron no entrar. Juan  nos llevó a Mariana y a mi a la Siberia.

En parte estoy agradecido de no haber visto su cadáver. Al día siguiente fui a su entierro en el panteón de los héroes en el cementerio Colón, con unas gafas oscuras que cubrían mis ojos hinchados por la resaca. Fidel no fue. Su hermano Raúl dio un discurso típico para esos casos, saludó a cada uno de nosotros y mi primo Roberto me llevó a su casa en su coche. Quería que le contase lo de la noche anterior, le dije que por supuesto había ido y que estaba beodo, pero que no me dejaron entrar y tampoco puse demasiada resistencia.
_ Fue buena idea- me dijo.
Y aún hoy me pregunto con qué autoridad todos ellos me impidieron velarlo, si yo había sido junto a Rosario, el único nieto al cual cuando era niño, cada vez que me despedía me daba un billete de diez o incluso de veinte pesos.

 

 

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La cueva

12 Octubre 2014 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax

La mejor parte de haber estado al borde de algún inminente desastre en algún prolongado período del pasado, de haber caminado codo a codo con la locura o haber metido los pies en la laguna del no retorno, es que cuando asoma la amenaza de peligro, o se teme la proximidad del dolor; sólo basta con mirar atrás, y así recuperar una calma redoblada, la más confortable de las sensaciones. la exhalación de un suspiro retenido en el borde de la garganta desde el principio de los tiempos, la espalda próxima a un cojín mullido donde a pesar de todo, aún importa el amor.

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Protocolo de culpabilidad

10 Octubre 2014 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta

No sé de que nos quejamos, si el protocolo de actuación para aclarar responsabilidades del gobierno del Partido Popular en España es muy claro y conciso. A saber:

La culpa del desastre ecológico del Prestige, es del patrón del barco y de los de Greenpeace.

La culpa del 11M es de ETA

La culpa del accidente de avión de la compañía Spanair, es sólo del piloto.

La culpa del accidente del metro de Valencia, es exclusivamente del conductor del metro.

La culpa del accidente del tren de Alta Velocidad en Galicia, es únicamente del chófer.

La culpa de la tragedia del Madrid Arena, es de los jóvenes asistentes.

La culpa de la tragedia del YAK 42, es de los pilotos.

La culpa de los inmigrantes sub saharianos muertos por pelotazos de goma, es de los periodistas que lo registraron en una grabación.

La culpa de la Crisis económica desatada por la avaricia de los mercados, es de los estudiantes, intelectuales, artistas, profesionales, obreros, campesinos, en fin: pueblo holgazán, vago, haragán y mal acostumbrado.

La culpa de los desahucios es de los hipotecados y de los inquilinos estafados.

La culpa es del hipopótamo por tener la boca demasiado grande y ser tan gordo.

La culpa de los problemas de España es de los mineros de León y Asturias, de los vecinos de Gamonal en Burgos, de los indignados, de la plataforma Anti Desahucios, de Podemos, de los escraches, de Eduardo Inda y de la Sexta.

La culpa de la expansión del virus del Ébola, a raíz de la irresponsabilidad de traer a dos personas que representaban un foco de infección para el país sin las necesarias garantías sanitarias, es única y exclusivamente de la enfermera que atendió dicho foco infeccioso, y de todos y cada médico que con toda la humanidad de que son capaces, y aún con todos los recortes que enfrentan en la Sanidad Pública, atienden cada día, los rastrojos que van quedando en los arcenes, a los lados de esta carretera hacia el abismo.

 

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El aroma de Chávez y la fragancia del Che

2 Octubre 2014 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Cuba flash.

-¡Caballero denle nariz a eso! -dijo mi amigo el Nene causando una mezcla de risa y asentimiento generalizado de los viajeros que se atiborraban al principio de la guagua, mientras el grupo de rusos recién ascendido en la anterior parada, continuaba conversando con el conductor del autobús preguntando algo referente a la dirección a donde se dirigían.

Yo no me había enterado de cual era la procedencia de aquel supuesto fuerte olor que llevó a mi amigo a “pitar” de ese modo, porque me encontraba un poco más adentro, hacia el centro, aprisionado por el resto de componentes de aquella morcilla ambulante encargada de trasladar al pueblo trabajador.

Pero sí que pude enterarme cuando a empellones, hubieron llegado a mi proximidad aquellos ciudadanos técnicos extranjeros provenientes de la “Gran madre patria roja” que desinteresadamente ofrecían sus servicios y auspicio solidarios al indisciplinado pueblo cubano.

¡Santo cielo! eso no era solamente olor a sobacos mezclado con ajo, cebollas, pies, calcetines y otras interioridades, aquello era un fenómeno superior, poseía volumen, aunque no se pudiese notar a simple vista se podía intuir que aquel aroma le daba cierta espesura y consistencia al aire, era el súmmum de lo vomitivo, de lo repugnante, era la verdadera bomba humana, la revelación del secreto de la victoria de los rusos sobre Napoleón y los soviéticos sobre los alemanes. ¡Santo cielo!-repetí.

En La Habana la gente era graciosa cuando estaban en masa, porque el cubano a nivel íntimo es en realidad mucho más melancólico de lo que se cree, aunque la identidad colectiva más reconocible sea su dicharachería, la propensión a la risa, los ademanes exagerados al modo andaluz, canario, calabrés o napolitano, y casi siempre cuando alguien con características especiales, subía a una guagua algún gracioso tomaba la iniciativa y expresaba en voz alta un criterio que buscaba convertirse en una gracia, en un chiste. 

Cuando algún pasajero reduce su volumen a causa de una accidental pérdida de gas intestinal, los comentarios son generalizados y casi siempre permiten pasar el fétido momento acompañados de carcajadas. Pero nada de eso fue ni siquiera posible con este notable grupo de rusos, que asaltaron a bombazos fétidos nuestro trayecto colectivo, ya suficientemente merecedor de un premio a la resistencia estoica frente al escarnio y el suplicio cotidiano, el comentario del Nene no daba demasiado  sitio a la risa, a la gracia, acaso a duras penas conteniendo la respiración, se sostenía la esperanza de salir de allí liberado de una intoxicación letal.

Con todo y eso conseguir ascender, abordar, conquistar otra guagua era considerada una empresa tan arriesgada e improbable, que la gente no sin sopesar el dilema en su fuero interno, en su mayoría se decantaron por continuar en la guagua con un halo de esperanza de que el dios de los Urales, nos asistiese invitando a aquellas sus criaturas, a descender en cualquiera que fuese la próxima parada.

La vida entera estaremos en deuda con las deidades eslavas que atendieron nuestras súplicas haciendo que dos paradas más allá, el chofer les dijese a los aromatizados inocentes que habían llegado a su destino.

Cuando nos hubimos bajado en la parada de Alamar, mi amigo el Nene me espetó:

-Brother al lado de esos bolos tu eres un jabón, un champú, un perfume, un naranjo en flor.

Debo reconocer que casi me incomodó que alguien me hubiese arrebatado con tal nitidez y rotundidad la presea que me otorgaba mi desafección a la ducha y la consiguiente inclinación a las esencias enfrascadas.

Por entonces yo solía pensar, que quitando todo lo referente a la temeridad, a la propensión al trabajo, al afecto al sacrificio y a la espantosa repentina atracción por la estética comunista, una de las pocas cosas que sí me situaban en primera línea de parentesco con mi tío Ernesto, era precisamente esa desaprensión a las citas higiénico sanitarias con el agua y el jabón, además de compartir el disfrute de la poesía y de las cosas genuinas.

Quizás fue por ello que me causó un instintivo rechazo más que por cualquier otra razón, la noticia de estos días de que en el marco del aluvión de actuales disparates y los coqueteos con la fruta prohibida por décadas de las diversas formas de mercadeo, que está atravesando, disfrutando o padeciendo Cuba y sus políticas, se incluía la aparición de dos originales fragancias enfrascadas por un ministerio del Estado, por supuesto para vender en moneda de valor en divisas, llamadas una de ellas "Ernesto" por el Che Guevara, y la otra "Hugo" por Chávez.

Perfume Ernesto. 

¿Podría algo superar aquella estrambótica invitación en la escuela primaria cubana a ser como el Che,  todas las mañanas, en cada matutino escolar luego de saludar la bandera?

Aquella frase de:  Pioneros por el comunismo ¡Seremos como el Che! para mí, lejos de invitar a los niños a ser disciplinados, obedientes, rectos, delatores de sus compañeros, o amantes del jabón, precisamente incitaba a los pioneros a lo opuesto, ser como el Che era mostrarse rebelde, desobediente, critico ante el poder, original, libre pensador, autónomo, y en temas de aseo, por supuesto, muy, pero muy poco apegado al paso por la duchas.

Más que el hecho de que cada día sin pedir disculpas, sin abandonar el poder por el estrepitoso fracaso por las penurias infligidas, comandasen nuevas ocurrencias para llevar a una especie de menjunje, de cóctel terriblemente injusto mezclando lo peor del socialismo con lo peor del capitalismo al país caribeño, la misma dirigencia, las mismas personas, que habían reprimido durante años con mano intransigente, cualquier desviación ideológica de los cerrados principios dogmáticos importados de la fría y lejana Rusia de los sobacos prohibidos, más que el hecho irritante de que sean ellos quienes hoy mercadeen con las imágenes y los fetiches revolucionarios; más incluso que por el hecho del ultraje a la razón que significa comparar, ubicar en el mismo parangón, en la misma línea ideológica, de vida, de clase, de finalidades, de objetivos y de procedimientos, a dos seres tan disímiles como pueden haber sido Ernesto Guevara y Hugo Chávez, uno, la persona más ácida y menos populista y demagoga de sus tiempos, y la otra la persona más cubierta por barnices y vacía de contenidos, de sustrato y sustento filosófico, uno, un intelectual de la acción y el otro un prestidigitador de los tiempos que corren, en todo caso en ese terreno mucho más emparentado con Fidel, dicharachero, encantado de conocerse, de ejercer el culto a la personalidad hasta el paroxismo, un hombre procedente del ejército, que hizo carrera de la obediencia, de la obsecuencia, del no debate, de la no discusión, aunque luego paradójicamente y también a diferencia de Ernesto, fue un buen usuario de las urnas para sus finalidades de poder , y más que probablemente como corresponde a un natural de un país cálido, haya sido un hombre limpio, aseado, enjabonado, planchado, peinado, insípido, impersonal como toda piel recién liberada de su ph genuino con el restregar de la esponja, incluso mucho más que las abismales diferencias entre esos célebres latinoamericanos, y la descarada adaptación de la dirigencia cubana al nuevo estilo de sociedad dictatorial china, de concesiones mínimas en lo económico pero intransigencia total en el control político, aún más que todo eso me incordió el hecho, de que algún atrevido desalmado de algún departamento ministerial, me usurpase sin más uno de los escasos parecidos indiscutibles que me identifican con la figura de mi tío, me habría sentido menos agraviado si en su reclamo publicitario rezase: "Si eres del estilo del Che, neutraliza el tufillo de tu sudoración comunista con en esta colonia de gran raigambre revolucionaria", en lugar de bautizar a dicho extracto de esencias con el nombre de -Ernesto- en honor al "buen olor" que el conocido revolucionario solía pasear por pampas, selvas y ministerios.

Pero-me dije- no hay demasiado motivo para la preocupación, el paso de los años me ha acercado entre otras sorpresas, la de verme convertido en un hombre aficionado a esas excéntricas sesiones periódicas de agua enjabonada, aunque he de admitir que en cuestión de perfumes, como siempre, sigo prefiriendo lo francés.

 

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