Los trapos se lavan en casa
Es curioso y hasta gracioso, que gente de particular concepto sobre la coherencia, haya tenido la audacia de decirme que tengo razón en mis criticas a Cuba, pero que esas criticas habría que hacerlas "adentro de casa", como en voz bajita, que no se entere nadie para no dañar la buena fama engañosa de los valores revolucionarios, para no desmantelar la fantasía en la que se recrean para aliviar sus culpas hedonistas y ocupaciones codiciosas, antiguos coquetos con las utopías transformadoras, hoy panzones con bolsillos repletos pero aun conservando algún detalle distorsionador de la identidad, en la barba o el bigote, la desprolijidad en el último botón de la camisa o el descuido en la pintura en el frente de alguna de sus propiedades.
Y es que Cuba, claro, fue faro de lucha contra las injusticias en los años sesenta, mientras cimentaba y consolidaba las propias de la dictadura del proletariado, que al poco tiempo ni del proletariado ni del campesinado ni de afro descendientes ni de ninguno que no hubiese disparado un tiro en la Sierra o en su defecto, que no haya tenido medalla olímpica de chupamedias de Guarapo y sus secuaces. Pero es cierto que en toda América Latina, buena parte de África y Asia entregaron sus vidas valientes luchadores con la idea de cambiar las relaciones brutales de explotación vigentes, y lo hacían con la virgen marxista leninista del Caribe liderando la proa de sus emprendimientos. Continuó aun una vez muerto el Che, abandonado a su suerte en cualquier tierra alejada de los nuevos pero absolutos dominios de su ex amigo de postín, tras la década infame, la zafra del 70, el alineamiento incondicional con lo más burocrático y menos revolucionario de la URSS, la brutal represión a todo elemento distraído por costumbres pequeño burguesas, tales como disfrutar una canción de rock'n'roll o usar pantalones ajustados, "de movimientos feminoides y elvisprelianos" como dijo Guarapo en un famoso discursos en el cual alentó al pueblo a denunciar a estos peligrosos hedonistas o directamente hacerse cargo de ellos con sus propias manos, como ocurrió en cada barrio, en cada esquina, en cada pueblo Revolución: "aquí no queremos pepillos desviados sexual ni ideológicamente" gritaban las masas en un lenguaje más coloquial, ávidas de ver colgados de los timbales a esos elementos desenfadados deseados por sus esposas y esposos. Continuó pero ya con menos fuerza propia, con decenas de intelectuales entusiastas en un inicio con el proyecto y desencantados con la cárcel, prohibiciones, fusilamientos, abusos, y sobre todo dificultad para opinar, crear, pensar, con líneas de izquierdas disidentes del estalinismo primero, del “Jrushoismo” y “Brezhnevismo” más tarde, soltándole la mano a la ya no tan flamante, ilusionante y justa revolución cubana. Y entonces necesitaron del apoyo de toda la propaganda "fake" posible, como toda mentira medianamente eficaz, basándose en medias verdades, alabando la educación gratuita, medicina universal, que no hubiese niños viviendo en la calle, etc., cosas que eran ciertas aunque comportando un gran coste para la autoestima en la vida cotidiana, que una vez alojado en el hipotálamo garantiza una sociedad de autómatas, pueblos enardecidos, contaminados por el odio, la envidia, la vigilancia permanente ante la amenaza de gozo y solaz del prójimo. Dentro de la isla todos sabíamos que todo era mentira, y afuera también pero todavía se podía esconder con unos cuantos agentes muy bienvenidos en "casas de visitas" donde en las mañanas elogiaban la perfección de la sociedad igualitaria y, en las noches conocían el tan cacareado en en todo el mundo, embrujo enigmático de la mulata, que revitaliazasen los cantos de Carlos Puebla y Daniel Viglietti en las almas nostálgicas de quienes, en sus propios patios ya habían abandonado todo romance con las viejas utópias, a lo sumo beneficiandose dentro de algun proceso demoagogo con pésimo disfraz de revolucionario.
Pero sobre todo, que aquellos que por alguna razón supiesen y no comulgasen con los abusos, con el embuste llevado a la dimensión de burla, fuera de los límites del “caimán verde” liberados a su antojo, mantuviesen la boca cerrada donde no entrasen moscas.
"Eres negro, eres pobre, eres guajiro, sin la revolución nunca habrías aprendido siquiera a leer ¿cómo te atreves ahora a hablar de quien te dio educación, salud y arroz con gorgojos?"; "eres familia de un icono de la honestidad, del prestigio, del valor, de la humildad revolucionaria y por ello recibiste todo tipo de privilegios ¿cómo te atreves a correr las cortinas y abrir la ventana?".
La basura se saca por detrás, los trapos se limpian en casa, las violaciones entre parientes se resuelven en familia y las de los curas se saldan en Roma.
II
Me dijo:
-Me encanta volver a hablar con vos, me hacés pensar, reflexionar, sabés tanto de tantas cosas que me lleno de tareas. Solo te quería decir que creo que puede ser que en Cuba haya "algunos errores"
-¿Algunos errores en 65 años decís?
-Sí, pero creo que no es ético del todo debatirlo fuera de casa, esas cosas se hablan en casa, dentro, en voz baja.
Sentí como si toda la sangre me hubiese subido a la cabeza de un tirón, sentía que hasta las cejas las tenía rojas y calientes.
-Lo primero, eso es una agresión gratuita, vos desde tu comodidad, tus varias propiedades en distintos países, tu dinero, tu comodidad en la vida, tu costumbre de salir a protestar a todas las plazas y exigir que se te respete incluso que tires piedras a la policía, tu historial de trabajo en distintas publicaciones contrarias a los distintos gobiernos, tus viajes alrededor del mundo, tus criticas al gobierno argentino, no en casa, no en voz bajita, me vengas a hablar a mi de ética. Y si la vida no me habría enseñado a detectar a la gente jodida, tóxica y mala, para no obstaculizar su ruta hacia el inodoro, podría hasta significarme una afrenta de consecuencias indeseadas que lo hagas con esa cara dura.
Pero si querés te voy a dar un par de razones sin importar que no lo merezcas. Toda esa gente embromada, jorobada, emponzoñada tras décadas de inmovilismo, de opresión, de ideas obligadas combinadas con otras prohibidas, recuerdan que alguna vez en los inicios, sus mayores intentaron hablarlo dentro, como decís, en voz bajita y con mucho respeto, pero al constatar que nada cambió y que la mayoría de los que lo intentaron, corrieron suertes diversas desde la estigmatización al exilio o la prisión como castigo a tales confidencias, entonces decidieron que de ninguna manera debían hablarlo dentro de ningún circulo, y mucho menos de un circulo afin a los responsables.
-Oh, perdoname si te dije algo que te molestó.
-No te perdono ni te condeno porque no te juzgo, pero vos seguí por ese camino rico en hipocresía y mala onda, y dejame en mis sendas carentes de compromisos falsos, pretensiones ni simulaciones. Y ahora si querés andá pensar, a reflexionar.
O a deponer.
Ecce homo
Cuando Poncio Pilatos supo que Jesús era galileo sintió alivio porque estaría bajo la jurisdicción de Herodes Antipas hijo de Herodes el Grande, Herodes convocó a Jesús, dada la obsesión de su padre tiempo atrás en encontrar al mesías entre los bebés de Judea, lo quería conocer. Jesús ya había dicho que era el Cristo, el Mesías, el hijo de Dios y el rey de Judea, pero no lo repitió frente a Herodes, entonces este se burló y se lo volvió a enviar al gobernador Pilatos, quien al tener entendido que Herodes no lo había condenado a muerte, lo condena a flagelación y a portar la corona de espinos como tormento punitivo, para concederle la libertad más tarde. Antes tuvo que consultar al sanedrín, una asamblea de sabios y rabinos que eran los encargados de juzgar los asuntos importantes. El sanedrín, que significa "sentarse juntos", al cabo de deliberaciones decidió crucificar a Jesús. Poncio Pilatos pronunciando su famosa palabras "ecce homo" (este es el hombre) reunió al pueblo y les preguntó que consideraban más apropiado, si liberar a Jesús y crucificar a Barrabás o viceversa, el pueblo enardecido gritó que querían crucificar a Jesús y liberar a Barrabás.
La crucifixión en sí era un tormento de los peores que aun hoy se conocen, los clavos no se hendían en la mano sino entre cúbito y radio casi en la muñeca, para que el cuerpo se sostuviese en lo alto todo el tiempo que durase con vida, los clavos o el clavo de los pies se colocaba arqueando las piernas para que el reo pudiese erguirse y tomar bocanadas de aire estirando su agonía horas o días según el aguante de cada uno. El día que Jesús fue crucificado, después que la multitud se disipó, comenzó a caer una lluvia copiosa, en forma de tormenta, los guardas que lo vigilaban fueron a resguardarse bajo una cueva y calmaron la incomodidad del clima bebiendo aguardiente hasta que entre la ebriedad y el sueño abandonaron la conciencia por un tiempo más que prudente. A falta de datos fiables hay versiones según la cual a Jesús lo rescataron sus seguidores, colocaron a un desgraciado ya muerto en su lugar y a él, moribundo pero aún con vida, se lo llevaron lejos donde fue curado, tras lo cual tuvo una vida en anonimato con toda la felicidad que su sabiduría y gran corazón podían granjearle y con todo el pesar que su inteligencia y su culpa podían garantizarle.
El cristianismo como religión pero también como doctrina de resistencia de la época, comienza a estructurarse a partir de la muerte de Jesús, cuando crece la versión fantasiosa entre la superstición y la superchería, de su resurrección, en una época de escasísimas respuestas a los fenómenos naturales reemplazados por la fe, la idolatría, el fetichismo. Es entonces cuando los apóstoles toman conciencia de las enseñanzas recibidas y deciden proclamar el evangelio de manera organizada, contando como libro sagrado a la Biblia, compuesta por el Antiguo Testamento, que reúne los libros de la tradición religiosa judía, y el Nuevo Testamento, donde constan la vida y enseñanzas de Jesús, los hechos de los apóstoles y las cartas pastorales de los primeros cristianos.
Las enseñanzas del Nuevo Testamento son casi exclusivas de la religión cristiana.
La iglesia católica apostólica romana fue fundada en 380 y así se incorpora el cristianismo al imperio que lo persiguió por sus ideas, por su sentido de justicia y del bien, que le dio caza, lo atormentó y lo mató de la manera más cruel, obviamente no porque era un adocenado Mesías, sino uno muy incómodo.
Resulta bastante evidente que esa Iglesia evitase difundir la verdadera tarea de Jesús, su indignación, su misericordia con quienes sufrían opresión, dolor, hambre, su palabra como arma en la predicación, y en cambio se centrasen en los aspectos mansos, más modositos, sometidos a dicha iglesia católica.
Sin embargo la Iglesia se las ingenió para explicar sin más rodeos y ambages que los estrictamente necesarios, que en efecto Jesús fue torturado de manera brutal para dar escarmiento a los valientes que quedasen en Galilea, y asesinado en la cruz para aterrorizar a cualquier futuro iconoclasta rebelde, un balde de agua a cualquier conato de intrepidez en estado embrionario, pero con un magistral giro de muñeca, explicó que fue un acto de amor y entrega al hombre, su criatura, de parte de Dios, acto en el cual el hijo es sacrificado en nombre del Padre por toda la humanidad.
Una serie de disparates tan absurdamente expuestos que al final, lo más lógico parecía ser tenerlos en cuenta como hechos irrefutables, y permitió, que sin desacomodar los principios de poder, entre los diez mandamientos y los siete pecados capitales se pudiese producir un largo período de progreso y convivencia bajo unas reglas verdaderamente modernas. Al menos hasta Darwin, Hegel y Freud.
A Jesús no lo mataron propinándole toda suerte de tormentos escarmentadores, porque decía que era el "hijo de Dios Padre", el Mesías, o el rey de Galilea, no. Si hubiese dicho todo eso y hubiese rendido pleitesía a Herodes y a Roma a través de Poncio Pilatos, habría sido coronado. Lo mataron por evangelizar con frases como esta que dijo a sus discípulos y repitió a lo largo de su vida, que hoy seguiría siendo subversiva, y le acarrearía no pocos problemas:
"Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos".
Por eso hoy cuando el mundo cristiano celebra la Semana Santa debe saber, que en realidad está rindiendo homenaje a un luchador que usó la verdad, el amor, el bien y la palabra, para derrocar cualquier templo construido sobre el miedo y la mentira y por ello fue perseguido y muerto. Deben saber que están festejando el poder de la palabra, que desemboca ineludiblemente en la poesía, la conciencia, como vehículo para encarrilar los mejores anhelos de la especie dotándolos de sentido, en el festejo poco importa si lo salvaron de la cruz y falleció anciano lleno de nietos, sabio, triste y feliz, si murió por las heridas causadas y la imposibilidad de respirar sodomizado por los romanos, y si ascendió o no al reino de los cielos. Cielo que en cada avance la ciencia, se sitúa un poquito más distante, unos milloncejos de kilómetros más allá de lo conocido.
Lo importante es la celebración de la denuncia de opresión e injusticias, el empoderamiento a través de la palabra, de la unión, el festejo de la firme convicción en el bien.
Esa es mi Semana Santa.
20 años del 11M
20 Años del 11 M, el mayor atentado terrorista de España, se estableció como el “Día europeo de las victimas del terrorismo”.
Despertábamos en Las Rosas como cada día para acudir a nuestros trabajos dejando antes al “gurrumín” de un año en la guardería, el ambiente era pesado, denso desde antes de encender la radio que de inmediato nos llevó al televisor, y al unísono a una sensación de ingravidez, como un aturdimiento que desorienta, incluso en nuestro barrio había explotado un artefacto de ETA una vez, pero nada era comparable a aquella atmósfera.
¿Qué? ¿cómo? Se iban sumando estaciones de trenes con más muertos y heridos, al salir de casa en la calle el aire era un hilo conductor del dolor y el horror entre todos los habitantes de la ciudad, naturales o acogidos, ipso facto convertidos en madrileños, y ese día más que nunca todos fuimos uno.
Madrid fue ejemplar en todos los sentidos, en primera por su enorme despliegue de solidaridad, de dolor compartido, de acompañamiento a las víctimas, en segunda por el castigo a los rufianes que quisieron usar esa masacre de forma mezquina para sus fines electorales y que incluso, continuaron sembrando tóxico en los medios los cuatro años siguientes y que algún alto representante de aquella catedral de las "fake news", aun hoy sigue vertiendo; y en tercera porque unió el aprendizaje en la seguridad y la prevención de nuevos atentados, a su ejemplaridad de civismo de continuar siendo una ciudad de integración, de concordia, una Torre de Babel con cañas y tapas.
Hoy mostramos un recuerdo, un silencio, una traza de respeto a quienes nunca debieron morir, pero no murieron en vano.
Hoy reflexionamos en como ser mejores ciudadanos, seres humanos, para hacer de la vida que perdieron nuestros semejantes, nuestros hermanos, un espacio de convivencia, de solidaridad, cada vez más deseable, cada vez más habitable.
Cambalache Legrand
Ya cuando llegué a Cuba siendo un niño la gente recordaba a Mirtha Legrand de sus películas y los vestidos, escaleras y teléfonos blancos, como a Hugo del Carril o a su propia hermana Silvia.
En la oficina de los Montoneros en Miramar, había revistas "Humor", "Gente" y vídeos Betamax de diferentes eventos del país extrañado, entre los cuales el rey era la final de 1978 frente a Holanda. Pero también había videos diversos de programas frívolos de televisión. Me encantaba verlos cuando podía quedarme solo en la oficina, mi madre trabajaba ahí y me habían acogido como un adolescente argentino que se había cubanizado demasiado y había que recuperar, no sé para que fin, pero yo estaba encantado de presenciar toda aquel crisol de olores, colores, acentos, temas, humor, costumbres y hasta calidades diferentes a las que nos sometía la sociedad del hombre nuevo en la laguna del ron y que me traía reminiscencias de mi habitat, del que la brusquedad de la época me había arrancado.
Uno de los videos contenía recortes de programas "Almorzando con Mirtha Legrand". Ya me parecía un hecho remarcable, tipo hito, que aquella admirada actriz de mucho antes de la revolución por los viejos, aun siguiese en el "puche" dirigiendo programas, y huelga decir que la variedad de morfi en la mesa visto desde La Habana competía con ventaja en interés respecto de los temas y comensales. Había un recorte en especial que me sometió a una reflexión frente a las contradicciones de esas que suponen el crecimiento. Mirtha había invitado a una serie de actores o periodistas que festejaban el campeonato del Mundo obtenido frente a Holanda, y hacían hincapié en que de esa forma los medios del mundo podrían ver que toda la mala prensa que había en Europa sobre los derechos humanos en Argentina, eran una burda mentira, que además de campeones éramos "derechos y humanos".
Por aquel entonces entre las dirigencias de los partidos y organizaciones exiliados, los presos y otros pocos valientes que quedaban aun sueltos y con vida en el país, acunando sueños infructuosos de resistencia, se dirimió el tema de si apoyar el Mundial del '78 o hacerle boicot desde el exterior. Los Montoneros optaban por apoyarlo argumentando que así podrían ver los periodistas y futbolistas la realidad gris existente, el PRT y su brazo armado ERP defendían que apoyar el Mundial en cierto modo era hacerle propaganda a Videla y a su proyecto, había que denunciar la dictadura y por principios todo lo que organizase, el PC, más frío que tibio desde que la URSS los obligó a una buena relación con Videla a merced de la compra del trigo argentino a la Junta, hacía equilibrismo entre ambas posiciones porque bajo ningún concepto querían quedar identificados con uno u otro "ultra" como les llamaban a los guerrilleros (el PC tenía un cantito que rezaba "la ultra, la CIA, la misma porquería"). Y claro este debate aun cuando mi opinión no importaba a nadie más que a mi, me era totalmente pertinente, porque mi padre a quien rendía un sentimiento impreciso entre la añoranza, el respeto y la bronca, estaba preso por ser hermano del Che, pero también por militar en el PRT y aunque en aquellas largas cartas que conseguían salvar la censura y el pésimo servicio de correos sociolista no podíamos comentar nada al respecto, imaginaba su posición, y por el otro lado estaba mi madre que había comenzado a simpatizar con los Montoneros, un poco por zafar de la nostalgia enfermiza del exilio, enocntrarse con semejantes, reverdecer su humor porteño, y otro poco para poder respirar sacando la cabeza del asfixiante compartimento estanco de tanto Guevara, guevarismo y guevariano de última hora, que nos rodeaba en la isla. Y por otro lado estaba mi propia conciencia ¿gritar los goles de la Selección al unísono con los alaridos de dolor de los secuestrados antes de ser ejecutados o arrojados al Río de La Plata? ¿otorgarle a los asesinos el gentilicio "argentino" conquistado a lo largo de tanto tiempo de diferentes luchas, regalarles los colores de la bandera de Belgrano, en la camiseta del deporte más popular, más inherente a ese sector meta por los que se suponía se estaba queriendo hacer aquella revolución?
En fin, un rollo. No fui más allá de ver una y otra vez el video de la final estrenando una pizca de espíritu autocrítico, porque en verdad, aunque de vez en cuando fuese a aquella oficina en la casona del paquete barrio Miramar, yo cada día estaba más aplatanado, y aparte de esos vídeos y el cuchillo kriss con la inscripción en honor a la amistad Arafat-Montoneros, pocas cosas me importaban más que lo que le interesaba a cualquier adolescente habanero.
Pasaron los años, las traiciones de Guarapo abrazando al enviado de Galtieri, callando los crímenes de la Junta Militar, manteniendo una posición equidistante entre lo que le ordenaba Brezhnev desde el PCUS y las reminiscencias que le traían los efluvios ya en declive de esos facinerosos revolucionarios bellamente exiliados, junto por supuesto a los millones de verdes que habían tenido a bien depositar en cuentas cubiches. Ya se sabe, cada mano lava a la otra y entre las dos lavan la cara. Y una vez regresado a mi Buenos Aires querido, vi que seguía en la TV a la inacabable Legrand y me pregunté entre los juicios a los genocidas, los trapos que salían al aire, porque no se hacía énfasis en los bufones de palacio con que contó aquel breve pero intenso período de horror y muerte del firulete en la milonga.
Tiempo después, acostumbrado al desarraigo que siembra el exilio en los niños que nunca llegan a asumir como suya ni a entender del todo la causa de su diáspora, volví a emigrar una y otra vez a distintos lugares, y hoy, dejando que descansen las rueditas de mis patines, cuando puedo ver el pasado que nunca me ocurrió a través de la pantalla de una computadora en modo de archivos audiovisuales en distintos soportes o notas periodísticas de aquellos años, aparece cada domingo propuesto para mi perfil de consumidor, como una vieja roncha o esguince que reaparece una y otra vez, el banquete televisado de la actriz amada por los viejos cubanos de antaño, los teléfonos blancos, que atestigua como pocos un siglo de la frivolidad artística y social, cambalache del XX y el XXI en un país tan ecléctico, movido e inestable como de un sólido sentido identitario, absolutamente encantado de conocerse.
Este domingo, el famoso "streaming" audiovisual de las redes, me trajo a la misma Mirtha que junto a Nini Marshall, Libertad Lamarque y otros acudió al llamado de Perón para solidarizarse con el terremoto de 1944, hoy derramando serpentinas de gratitud ante su última "esperanza blanca" para erradicar los remanentes de aquel apuesto general que tuvo la osadía de elegir a Eva, a la manzana y a la serpiente.
Pero aun expirando su rechazo al peronismo y en franca gratitud a todo aporte a su erradicación, el el programa de ayer hizo gala de una declaración que tuvo lugar años atrás, cuando frente a una acusación de la ex presidente Cristina Fernández, expresó "tengo muchos defectos, pero no ese, no soy una mala persona", cuando frente a la declaración de la actual canciller Mondino "es absurdo darle plata a los jubilados porque se van a morir", un tanto impelida a mostrar cierta distancia con tan innecesaria muestra de crueldad, con sus 97 abriles a cuesta, acotó:
"Yo pienso vivir muchos años más"
Que te den morcilla
Milei va a festejar sus disparates a Los Angeles como un pibe con un juguete nuevo, un Scalextric o un trencito con estación, pueblo y todo. La Argentina le importa un pepino, lo de la casta o ir en avión de línea duró menos que un flato en un canasto, su sueño es que lo tengan en cuenta en lo sectores conservadores de los Estados Unidos, tampoco que lo valoren los anarcocapitalistas fieros detractores del gasto militar o cualquier gasto estatal, y mucho menos los demócratas ni los vastos sectores progresistas norteamericanos. Los conservadores.
Que lo reciba Elon Musk en su cocina así como Trump lo recibió en la sala de depósito de la basura de la Convención republicana, donde le dio la mano, le despierta las mariposas del estómago. Y si es para escuchar una oferta de un país empaquetado y con moño, para que pruebe nuevos negocios con garantía de no perdidas, entonces Musk hasta lo puede hacer pasar al sofá de la salita de invitados, y ahí Milei directamente tendrá que excusarse para ir al toilette a eyacular como diez conejos. O como el mastín Conan desde la espesura de su trono. Perdón, Conan tuvo su descendencia por clonación.
Es curiosa esta saga de adoración canina en la residencia presidencial del país, el presidente más inútil de la Historia al que reemplazó el discípulo de Conan, cada tarde se encarnaba en su pichicho Dylan, que vaya a saber con esa jubilación “elonmuskiana”, que chorizos estará deglutiendo hoy el can, si de Cantimpalos o de Salamanca. Chorizos con los que Milei estaba por pelearse hasta que Abascal de Vox le dijo:
-De eso nada querido Javier, el rojo del chorizo representa nuestra bandera, la sangre derramada del toro y de los rojos, tú peleate con Sánchez que es lechuga y tomate. Aunque buenas morcillas nos ha dado.
Hace muchos años una amiga me decía: “yo prefiero los gatos porque no hay mininos canas”.