Verídico y veraz.
El periodismo condescendiente, complaciente, obsecuente, se pregunta sorprendido y en voz alta, muy alta, para ser escuchado, exculpado y en la medida de los posible bien pagado:
¿ Por qué son cada vez más repetidos los incidentes violentos en las cada vez más frecuentes manifestaciones de estudiantes, personal de la salud, mineros, barrenderos, bomberos, españoles en general? Y entonces aseguran asintiendo y batiendo brazos en el aire, mirando de reojo a aristócratas, ministros y banqueros:
¡Es que la violencia anti sistema de la ultra izquierda está liderando las manifestaciones!
Lo mismo que en Venezuela pero al revés. O sea, al revés que en Venezuela, pero lo mismo.
¿De verdad no tienen idea de por qué se ha tensado la cuerda de la convivencia social?
¿De verdad creen que todas esas amas de casa quieren estar desahuciadas en la calle bajo un puente, mientras el marido regresa de una gira con algo de comer y unos cuantos vinos de tetra brick entre pecho y espalda para soportar la catarata de abusos de la que súbitamente se convirtieron en acreedores?
¿De verdad creen que los médicos y enfermeras quieren estar en la calle protestando y siendo golpeados por las fuerzas de choque de la policía hasta que se deban curar los unos a los otros?
¿Creen que los mineros leoneses y asturianos quieren perder sus ojos con pelotazos de goma de las fuerzas represivas para defender su fuente de trabajo?
¿Creen que los estudiantes, todos ellos desean emigrar del país porque no hay nada para ellos, y aquellos bichos raros que no se van y salen a defender sus derechos son aprendices de terroristas, o peor aún, de la Gestapo como llegó a llamarles precisamente un político del gobierno nada crítico del franquismo y sucedáneos?
¿Creen que cientos de miles de desahuciados querrán enloquecer, alcoholizarse, divorciarse, suicidarse de a poco o de un tiro, o de un sogazo en el cogote, para que los banqueros que ganan más de un millón de euros por mes, puedan cobrar sus indemnizaciones por incumplir sus deberes, para no responder por la estafa y la dejación en sus obligaciones?
¿No apreciaron estos periodistas que toda la masa social española en realidad merecería una medalla a la paciencia, al saber estar, al poner la otra mejilla, durante estos años de represión in crescendo de los antidisturbios, de destrucción de los puestos de trabajo, de la conversión gradual de la condición de ciudadano europeo del primer mundo, a deshecho de un mundo aún sin numerar?
Mis padres estudiaron periodismo ambos y ninguno de los dos ejerce. De manera completamente fortuita y curiosa yo les tomo de a ratos el bastón de relevo y dejo salir algunas criticas, unas crónicas de payador, unos análisis nunca demasiado pulidos, de manera tal de no tener tiempo de lidiar con el miedo, tampoco irreflexivos y temperamentales cosa de no tener que arrepentirme ipso facto de las bravuconearías aún tibias en la palangana.
Cualquier recurso al escribir, menos faltar a la verdad. Para eso ya contamos con el lenguaje hablado, centinela de los secretos del alma junto a ardides como miradas y ademanes.
Amigos periodistas: ustedes pueden respetarse mucho más que eso, pueden recuperar aquella ilusión temprana, primigenia, de disipar dudas y contar sospechas, de levantar manteles y dispersar las migas, eviten que un día sea necesario un juramento hipocrático atendiendo a un código deontológico que mantenga cercada tanto la falta a la verdad, como el ceñirse en exclusiva a la veracidad del "asunto", que nunca fue necesaria en una de las carreras más bellas y trepidantes a la vez que arriesgada e ingrata, en la cual era usual que quienes la ejercían supiesen que difícilmente consiguirían enriquecer, pero que con toda seguridad terminarían familiarizandose con no pocas incomodidades.
Buenos Aires Institut
Todos los seres humanos nacemos con la misma capacidad para disfrutar o padecer ante idénticos estímulos, pero según la sociedad en que nos desarrollemos se potencia una u otra habilidad. Hay ámbitos sociales en las cuales lo bien visto es ser campechano, humilde, y mostrar los conocimientos cada vez que se presenta una ocasión, resulta pedante y tiene mala prensa, hay otras donde la costumbre es cazar, otras donde pasa por el baile y la expresión corporal, otras por el recto, otras por la exhibición de los sentimientos.
Hay algunas pocas, donde el saber cuenta con muy buena prensa, donde acumular conocimientos, usar con agilidad las capacidades mentales, hacer chistes agudos, asociaciones lúcidas, soluciones astutas es tan atractivo y seductor como la belleza, tan respetado como la honestidad, y distintivo como los bienes y el dinero. Buenos Aires, en los años en que la disfruté tenía bastante de esto.
Si bien a veces el exceso de esto provoca un desdén por la cultura de la reserva, intimista, introvertida, y castiga a lo poco sagaz con burlas crueles, severas, e injustas, lo cierto es que al final la ciudad es una suma de una enorme cantidad de individualidades.
Durante una época devoré con avidez todo lo que había perdido de esa ciudad ecléctica y variopinta debido a los años en que me crié en el exilio. Uno de los innumerables sitios que trabaja en la alimentación de esa costumbre en la ciudad es el Teatro San Martín.
A veces había más oferta cultural en ese edificio que las que yo había visto en otras ciudades durante un año entero. Fotografía, cine, teatro, música, charlas, debates, subvencionados que lo que no convertía en gratuito lo transformaba en muy barato.
Tanto tiempo pasé dentro del San Martín que si uno todas las horas debería considerar que he vivido en ese centro cultural. He ido con acompañado de todo tipo de amigos, la mayoría de las veces sólo con mi sobretodo gastado, y más de una vez con algún sin techo porteño al hall del teatro para calentar los huesos al tiempo que veía una exposición de fotografía cedida por la casa del fotógrafo anglo-argentino Alejandro Witcomb, la germano-argentina Annemarie Heinrich, instantáneas de Pablo Cabado o de Sebastiao Salgado.
O bien escuchar música en vivo en el hall, o pasar unas cuantas horas acurrucado en una butaca, ora echando una reparadora siesta ora abriendo los párpados para ver las imágenes de una maratónica película gracias a un ciclo de filmes de Fassbinder. Incluso una tarde, a la salida del cine, invité a la compañera de mi vida a entrar a una de las salas vacías para liberar energía de color rojo refulgente mediante escarceos corporales.
Un día descubrí que unas cuantas calles más abajo por la misma avenida Corrientes, más cerca del Río y de los bancos de la ciudad, había otro centro, igual de gratuito, quizás con menos oferta en cuanto a cantidad ya que en realidad era un instituto de promoción de la cultura alemana, pero en contrapartida con una calidad exquisita, era el Goethe Institut, donde se podía asistir a seminarios, a charlas, a ciclos de cine, fotografía, poesía alemana.
Ahí supe de la existencia del cine de Werner Nekes. Un enfoque novedoso para mi manera de ver y de entender el cine, presentado precisamente por la fotógrafa Annemarie Heinrich, con su conocimiento y pasión por las imágenes.
Estaba preparado para disfrutar de ese cine porque vivía como un verso libre, no estaba atado ni siquiera a mi mismo, la libertad parecía infinita hasta que una y otra vez tropezaba con las gruesas raíces de la angustia que saltaban temerariamente del suelo. Estaba cansado de propuestas visuales y plásticas que me condujesen a través de una trama, que desembocasen en un desenlace definido.
Annemarie invitó al auditorio a que pensásemos en lo que ocurriría si en lugar de ver las 24 exposiciones en un segundo que forman el movimiento en cine, viésemos los intervalos entre foto y foto, precisamente lo que nos estaba vedado ver ¿en qué cambiaría la película?
Y aún hoy cada vez que veo una película comercial que me gusta pienso que sería de la proyección de otras hipotéticas 24 fotos de los movimientos no registrados. En nuestros propios movimientos, en nuestra alienación particular la manera de tratar el tiempo ¿cómo puede ser que convivan nociones tan diferentes del tiempo, como nuestra certeza de que algunos segundos son extensísimos, inolvidables, junto a la idea de que el tiempo pasa al nivel de poder decir: “-Nos vemos mañana”?
Cuando terminó de hablar Annemarie proyectaron “Hynningen” y “El filme antes del filme”. Hay obras que cambian la vida de quienes las dejan entrar, en ese instante Nekes, o mejor dicho la suma de mis pasos, Borges, el teatro San Martín, el Goethe Institut, la clase magistral de la fotógrafa Heinrich y sus atentas explicaciones a mis preguntas, más Werner Nekes, conectaron con mis necesidades de estímulos narrativos. Así como tomaba de la vida todo lo que podía para un día transformarlo en un mundo único con diversos relatos, quería que me llegase el mensaje sin una grotesca imposición de sinopsis, que simplemente me sugiriese un escenario, un movimiento, un sonido, y que prescindiese de esa tendencia al recurso fácil del uso de la voluntad para guiar la atención hasta el fin de la historia.
Nekes me lo dio. El cine se hace imprescindible, cuando lo que cuenta no se puede hacer a través de otro soporte. Si se puede escribir, pintar o representar en el teatro, sigue siendo cine, pero es prescindible.
Para mi eso es también la literatura, lo que no se puede contar de otro modo que escribiendo, ni se puede percibir de otra manera que leyendo.
A los pocos días, estando en la librería del Fondo de Cultura Económica en Buenos Aires donde trabajaba como vendedor, vi como traía una pila de libros para reponer en los estantes al frente de una carretilla de almacén, un amigo de mi amiga Gladys a quien había conocido en su casa.
Un hombre el doble de culto que todos los que trabajábamos en el edificio, de maneras refinadas, de mirada limpia, bondadosa, curiosa y no exenta de timidez , llevaba la carretilla desde el almacén a la librería con una altivez directa, distintiva.
Cuando lo comenté con mi amiga, me enseñó parte de la obra de nuestro especial reponedor de volúmenes, del cual yo ya sabía por referencias que era un cineasta especial. Pero cuando vi una de sus películas me sentí dentro de ese terreno místico, en que inevitablemente se ve uno tras la vivencia de una serie de aparentes casualidades, que como decía Borges, son "causalidades" de las cuales desconocemos sus razones, Claudio Caldini era Werner Nekes en Argentina.
Con el paso del tiempo he podido ver su obra, si bien no sé hasta que punto completa, sí puedo decir que abultada y aunque con el paso de ese mismo tiempo yo deba admitir que consumo mucha más "comida rápida" en materia de cine que antes, no he perdido del todo el gusto por el excelente cine, y recomiendo encarecidamente, a quien quiera ver arte audio visual desde la misma comodidad del sillón de siempre, pero sin la intervención represora del narrador en complicidad con nuestra comodidad envenenada, que busquen en las redes a Caldini , un ser exquisito y a Werner Nekes, quien para mi, es más argentino que el dulce de leche.
La tribu
Los que nos hemos sentido atraídos por la literatura que ejerce el escritor para sobrevivir no para pasar el rato, para revelar un universo oculto más que para construir mundos de ficción; a los que amamos los sonidos, los amaneceres, el ruido de las ciudades, los animales, las personas que habitan nuestro mundo y la almohada, no obstante nos sentimos atraídos por la boca de entrada a la cueva, por la profundidad y la perspectiva del abismo, muchas veces somos propensos a remarcar el lado espinoso de la vida, de recrearla, de trabajar en sus entrañas, de desenmascararla o de honrarla.
Pero de vez en cuando, ante ciertas bocanadas de ternura y puntuales caricias de felicidad se hace refrescante y necesario recordar que el mundo puede ser un lugar precioso, un oasis para vivir.
Ayer fuimos a despedir a Diego Pérez, una persona divina que parecía sólo reunir cualidades, al cual no tuve la oportunidad de conocer a fondo pero sí lo suficiente como para saber que ahí había uno d leso seres humanos que aportan, que siembran. Para la familia, Alicia González Fernández y los padres fue un día triste obviamente y para todos en gran parte ya que falleció muy joven, pero el acto resultó tan original, tan sentido, que también ofició como un canto al optimismo, al alba, al saludo afectuoso.
Hoy fuimos a Madrid a festejar el cumpleaños del padre de Pat, Juan Vergara Martín, y almorzamos exquisiteces en un lindo restaurante, pero más allá de eso hubo un instante que me sentí libre de peso, de angustia, mullido como muy rara vez me dejo barnizar por las delicias de la tribu, como si permanecer en una actitud hosca de por sí propiciase el áurea de lobo estepario necesario para resistir a los demonios interiores. Estaba el nuevo bebé de Carolina Vergara con aspecto sabio y su padre Tanci, un tipo de mirada tranquila, los niños de los queridos Rocío y Juan, las dos nenas de Silvia Helena Vergara Barrionuevo y su padre Paulino de sonrisa franca, Juan el hermano de Pat dando dentelladas de irreverencia al aire para no ser devorado, sus hijos, estaba Claudia Vergara y todo el horizonte que su inmensa mirada abarca y guarda, y la madre de todos ellos Paquita, uno de los seres más deliciosos que siempre está ahí para dar y por supuesto Patricia y Martintxo, mi fuente de ilusión.
En Las Palmas de Gran Canaria mi hijo Alejandro de frente al mar patea latas hacia más allá de la orilla, con su hijo Daniel y sin muletas.
En Argentina Valeria Pavan presenta un documental sobre un trabajo tan llamativo como importante y ojalá trascendente, que ha realizado durante estos años, con música de mi hermano Marcelo Zanelli y su hijo Cristobal Zanelli , con un bagaje de conocimiento quemo conoció mecenas sino mucho trabajo y no poco combate.
En Oregon Adrianne Miller y Ken Miller reciben en su casa a su hijo Rick desde lejos y se unen sus otros hijos David y a Karen con sus dos niñas en la celebración del cariño.
En un crucero, Ana Ana Maria DeLeon una reciente amiga virtual, amiga de toda la vida de mi amiga Adrianne, nos muestra un dispendio de energía y de buen rollo, una generosidad ejemplar en lugar del resentimiento que dada su azarosa vida podría albergar.
Anna Assenza construye ladrillo a ladrillo sus ilusiones sin arrugar ni un milímetro fuera de las articulaciones, sopesando la dicha de la vida sin poner en la balanza ninguna de las numerosas cicatrices.
Por todos lados amigos heridos tirando para adelante, extendiendo lo que queda de su confianza en el otro de su lealtad sin importar si una y otra vez fueron seccionados por la traición. Tatiana Inguanzo, Evelio Cepero, Niurka Calero, Alex Ocampo, Caro Piran, Horacio Castro Videla, David Hornedo, Merchita Mulligan, Juan Martín Fenochietto, Claudio Caldini y muchos, muchos más, cientos, miles, millones, aunque me temo que todos forman parte de un sólo espíritu atomizado, capaz de soñar con la colonización del fondo del abismo, con una butaca y una historia que no tenga final.
Periodismo cracker
Tres cosas que debe saber todo aspirante a periodista deportivo de éxito en España:
Si Fernando Alonso pierde una carrera de automovilismo, no la pierde él ni la gana su contrincante, sino que la pierde exclusivamente su escudería Ferrari o la que sea en la cual esté y la gana Red Bull o la que fuere en la cual se encuentre el ganador. En cambio si gana el piloto asturiano, entonces sí se titula que ganó Alonso que y perdieron todos los demás, en ese caso las escuderías no cuentan en absoluto, sólo la pericia del piloto.
Si Rafa Nadal pierde un partido indefectiblemente será que estaba enfermo de alguna de las infinitas dolencias con que el periodismo ha justificado sus baches. El contrincante de Nadal siempre pierde. Eso sí cuando Rafa gana nunca es que el contrincante estaba enfermo por una vez aunque sea, de alguna de las pupas que innumerables veces el mallorquín ha padecido. Nadal es un saco de padecimientos y sus adversarios un dechado de salud.
Si el real Madrid pierde es inexorablemente porque sus jugadores no han corrido lo suficiente, porque pasan de todo y sólo quieren cobrar o porque no querían ganar para llevar la contra al entrenador; pero jamás de los jamases en la historia del fútbol, un equipo le ha ganado un partido al Real Madrid. Cuando el RM gana algo, se dice que regresa a su sitio natural, de donde únicamente se apea cuando lo desea, le interesa o padece hastío de ganar, falta de hambre.
Tres cosas que debe pasar por alto cualquier aspirante a periodista político de éxito en España:
Quienes más rabiosamente censuran el aborto remitiéndose a que la libertad de la mujer no debe anteponerse al derecho del no nato a vivir, llamándose a sí mismos "pro vida" , son los mismos que llaman "manadas" a los maltrechos sub saharianos que arriesgando sus vidas intentan pisar suelo europeo atravesando las temerarias vallas que separan a ambos continentes, y se muestran a favor de que sean duramente reprimidos y atacados por las fuerzas del orden aún cuando esto pueda provocar, como ya ha ocurrido, la muerte de varias de esas personas.
Quienes más incidencia hacen en la libertad de capital y en la iniciativa del mercado, quienes más críticos se muestran ante la injerencia del Estado en los asuntos de la economía privada, son aquellos que más impuestos en la Historia de España han aplicado en materia de calidad y cantidad así como quienes más han subvencionado las pérdidas de la banca privada con el dinero estatal.
Quienes alaban el inglés de Esperanza Aguirre en un discurso en Inglaterra y plantean que por esta razón debería ser presidenta de España, son los mismos que gritan como descosidos ¡Fuera los ingleses, Gibraltar español! Se muestran subyugados por todo aquello "british" superando cualquier registro "bananero", al punto de considerar líder indiscutible a quien logre con una aproximación cultural la simpatía de esos "invasores".
Obviedad
Suelo no sentirme demasiado cómodo frente a los estereotipos, a los lugares comunes, a las sentencias inmediatas.
Es habitual que cuando los locutores de tenis narran un partido en el que juega el norteamericano John Isner, suelan hacer hincapié en que es un jugador "cañonero", "bombardero", que sólo sabe ganar por la vía rápida sin sudar la camiseta, dada su altura ( 2,06 mts) y su saque de una velocidad prodigiosa que le granjea no pocos "aces". Lo dicen y se quedan tan anchos tras el comentario.
Olvidan que la realidad es caprichosa.
En Roland Garrós en el año 2004 se jugó el partido más largo de la historia del tenis en cualquier competición, desde que este deporte se comenzó a jugar oficialmente hasta ese día, se lo ganó Santoro a Clement y duró seis horas y treinta y tres minutos. Cualquiera que lograse superar ese récord sería considerado un titán, un Atlas de la resistencia física y mental.
En el año 2010 se superó el récord y no por unos minutos más, sino por casi el doble de tiempo del histórico partido de 2004! El match tuvo lugar en Wimbledon y duró la friolera de once horas y cinco minutos de partido dividido en dos días en los que se disputaron cinco sets más un tie break que llego a un empate 68-68, con opciones para los ya dos tenistas más resistentes de todos los tiempos: John Isner y Nicolás Mahut. Cualquiera que hubiese ganado se lo habría merecido, pero encima lo ganó la torre norteamericana, el que no sabe ganar de otro modo que por la vía rápida.
El partido más largo de la Historia.
Siendo que no sólo la casi totalidad de los tenistas jamás en su vida han disputado un partido ni siquiera la mitad de extenso que aquél, sino que casi ningún deportista ha estado ese tiempo durante una única prueba en otros deportes, me asalta con meridiana claridad una recomendación:
Tomémonos un rato para pensar cada vez que vayamos a emitir un juicio de factura tan rápida y de aspecto tan redondeado, ya que las apariencias al igual que las monedas, cuentan con dos caras.
Tres Cantos
HONOR
Bajo el océano, con su cuchillo kriss y una cimitarra
junto al serpentín sudando ron de bucaneros,
va el esqueleto borracho, capitán del bergantín,
pirata de libertad cantando un romance del mar
de un preciado cofre, su calavera a la brisa y el fuego
en el mástil del último puerto, sueña blandir amarras
ASFIXIA
¿Quién controla el asma?
¿Será el zumbido que divide el aire
del mosquito, la llamada y la bala?
¿Será la pisada ancha, la mano pesada?
¿Será la boca que deja la almohada mojada?
Orilla de baba, lejana rodilla
¿Quién controla el asma?
ROCK CON TELECASTER
Si tuviese que dormir en las calles de Bombay, si tuviese que vivir en un albergue de Nueva York, si tuviese que atravesar el Sahara, si tuviese que buscarse la vida en Afganistán, si tuviese que atravesar el Ártico en un barco pesquero, si tuviese que cazar en Sudán para comer, si tuviese que atravesar el mundo para encontrar amor, sin dudas lo haría.
Aunque nunca sin sus zapatos italianos de cuero marrón.
El fin de Historia
Aunque sea evidente que los llamados gobiernos de izquierdas latinoamericanos actuales, a la luz de un somero y elemental estudio con instrumental marxista no pasarían de ser en el mejor de los casos simple y llanamente populismos clásicos en sociedades capitalistas de mercado, y aún admitiendo que albergan algo de cierto ideario desestructurado de izquierdas, si bien jamás revolucionario en el sentido marxista, leninista, trotskista, guevarista, anarquista ni nada que se hubiere destacado en la lucha por cambiar las relaciones de producción, el tremendo problema actual al que se enfrentan es lo que Lenin ya analizaba como el peligro del aburguesamiento y el deterioro producto del ejercicio del poder.
Si encima se parte de una base escasamente modélica en ética revolucionaria, en ejemplaridad que pueda ejercer de "tracción paralela" para reclamar a toda los sectores de la población con cierta esperanza de éxito una actitud austera y solidaria para con el proceso, que como por ejemplo practicaba con rigor un claro referente de la izquierda mundial del siglo XX como el Che, poniéndose al frente cada fin de semana en los trabajos voluntarios, en la lucha, en la sacrificio que requería, en el desdén de los bienes materiales, con la segura salvedad hecha del presidente de Uruguay, Mujica, entonces tendremos que la proximidad de ese peligro que anunciaba Lenin, no sólo es más que probable sino que desde el inicio resulta inminente.
Si a todo eso le sumamos el desgaste que conlleva gobernar cuando la suerte comienza a dejar de sonreír y muestra su mueca más antipática, y el consiguiente descontento popular, las manifestaciones, el deseo de cambio, confuso, turbio, nada claro en cuanto al destino de la transformación, pero firme en cuanto al hartazgo, entonces el problema requiere de grandes estadistas, de grandes hombres y mujeres de la política, de la progresía, que sepan ver siempre el mejor camino para el bien común, para toda la población, y nunca antepongan intereses personalistas de índole alguna.
No es fácil, no en vano ya se hacia la pregunta el pensador Vladimir Ulianov una vez que entró en calor con las delicias del poder y sus elixires, si de alguien no era de esperar la posibilidad de agrietamientos en la moral comunista era precisamente de él y aún así no se confiaba del todo.
Siempre es más fácil hablar desde un teclado, en un bar, en un encendido discurso de oposición, en una programa de T.V. que estar ahí y hacer lo correcto.
No hay garantías. Nada asegura que se dará en la tecla correcta, excepto acaso una poción preparada con una pizca de sentido común, altura de miras, buena dosis de coherencia, y la suma de instinto y convicción de comunidad, de progreso en común, de paz para todos.
Pero aún así las probabilidades de hacer lo correcto son las mismas que las de errar.
Si proyectos dotados de una base prodigiosa en cuanto sustento ideológico y coherencia entre el pensamiento, el discurso y los actos, fueron objeto de una perversión tal que en la mayoría de los casos los condujo a transformarse precisamente en lo opuesto lo que aspiraban, en el calco de aquello que combatieron, revoluciones que mataron millones de personas, otras a cientos de miles, otras a miles, otras a cientos. ¿Qué se puede esperar de procesos con una estructura teórica tan endeble, como los que de buena voluntad o no tanta, se están llevando a cabo hoy en América Latina?
Procesos que no tienen definido ningún modelo de sociedad, que van a tientas en la política del posibilismo con la intención de favorecer a los más carenciados, a los más necesitados, pero sin un plan definido, un plan inclusivo para la totalidad de la población, habida cuenta que ya contamos con la experiencia de que enterrar a la burguesía, a la pequeña burguesía, al sector intelectual constituye un craso error, ya que es parte de la sociedad, hueso del esqueleto social tan necesario como cualquier otro.
Eliminar físicamente a quienes piensan distinto ya se hizo durante todo el siglo XX con macabros resultados y además poco éxito para los ejecutores, desembocó en el desplome en bloque del Segundo mundo, en ocasiones acertando y en otras desembocando en la caída al vacío, a merced de la comprensible búsqueda desesperada de la libertad individual, garantizada por la libertad de movimiento, de pensamiento, de elección de opciones e incentivo para el progreso económico individual, así como la garantía de asistencia social a quienes no consiguiesen acceder a ello por diversas razones.
Pero más allá del procedimiento que sea el escogido para amalgamar a la población o para atenuar las quejas, la respuesta en ningún caso deberá pasar por la represión a sectores descontentos de la población, sean o no del agrado de quien quiera que ostente el poder.
Porque no hay forma de controlar el riesgo del derramamiento de sangre. Y de eso jamás se regresa ni hay posibilidad de recuperación.
La vendetta de Coco solo
Cuando vivía en Cuba, generalmente las mujeres de tez blanca eran las afortunadas para ascender en la escala social que instauró la "Involución", a costa de casarse o ser amantes de "pinchos" dirigentes.
La belleza requerida para pasear por Coopelia, por Miramar, por Siboney, para acceder a los clubes náuticos de Santa María, Jibacoa o Barlovento, a los bares de moda de los hoteles, a las piscinas de lujo, a las casas de visitas de los dirigentes, a los yates o a las habitaciones de los buenos hoteles, era de sello hispana o de cualquier otra modalidad caucásica. Hasta entonces yo no había conocido nadie más racista que los hijos de los "padres barbudos de la Patria".
Para que las muchachas negritas pudiesen ser consideradas lindas, incluso entre ellas mismas, debían estirarse el pelo con un peine caliente hasta que parecían Nat King Cole o James Brown con un espantoso e impersonal casco protector. Muchas veces ellas, con ayuda de las blanquitas, solían llamarles cabeza de puntilla a las chicas que se dejaban el pelo rabiosamente enrulado y tenían peores epítetos para las que se dejaban el pelo "afro" a lo Angela Davis.
Las muchachas que eran muy negritas no solían pasear por los barrios "bien" ni ir a las playas que estaban pensadas de común acuerdo tácito y sin carteles, para blancas. A ellas se las relegaba a las playas de diente de perro o a Bacuranao, o a la parte de atrás de Guanabo, los blancos revolucionarios decían que a los negros no les gustaba nadar, la playa sólo les gustaba para emborracharse y para rascabuchar mujeres blancas. Y además en adición había un cierto pudor, una autocensura promovida por esa lapidaria elección del patrón de belleza predominante, no muy distinto del que decían haber desterrado.
De repente empezaron a llegar turistas canadienses, italianos, españoles, franceses, que además de atender a los reclamos de la Isla revolucionaria, ya que estaban no desperdiciaban la inclusión de un romance en sus hojas de ruta. Iban al Caribe en la procura de brown sugar, aparte de que las muchachas blancas más finas y educadas se habían ido casi todas al exilio, expulsadas y propulsadas por las leyes del Templo de los Bárbaros Barbudos, así que con la salvedad de alguna belleza excepcional o de los turistas mejicanos, los europeos y los canadienses rara vez perseguían a las semi blancas.
Sus cabezas pensaban en Revolución & Mulatas aderezado con sol, mar y ron. La mulata, que de una manera vil se llegó a admitir como un hecho que fue el mejor invento que dejaron los españoles en la isla. Incluso los españoles se vanaglorian de ser menos racistas que los ingleses ya que se mezclaron propiciando el mestizaje, lo que olvidan insulares y peninsulares es que las maneras de aparearse distaban mucho de ser a través de cortejos, de bodas, de familias, eran violaciones consumadas noche tras noche en las barracas, por capataces, hacendados y sus hijos.
De la noche a la mañana apareció en la escena de la calle 23, del Coopelia, del Habana Libre, del Nacional, de Varadero, una invitada inesperada: la negra despampanantemente bella.
Y empezaron a pasear de brazos de los turistas por la Rampa especímenes que no se sabía a ciencia cierta de donde salían, yo las recordaba de la escuela o de mis amistades por sus cuerpos esculturales como la pechugona Milagros del edificio, pero no con ese refinamiento, ese saber estar, la vestimenta, el perfume, la belleza descomunal, el desparpajo, no más el pelo planchado, sino afro suelto, trenzas a lo rasta, o peinado al peine caliente, pero ya para darle formas con que las blancas jamás podrían ni siquiera soñar.
De repente todo pareció mínimo al lado de ellas. Las blancas, los blancos, los pinchos con sus enormes barrigas de patas de cerdo, cerveza y chicharrones, los Ladas, las casas de visitas, las cabañitas en Santa María, un cóctel Bellomonte en una piscina plagada de semen flotadores, un bistec de palomilla y tres cervezas en el restaurante Conejito o en La Torre. Todo se les quedó pequeño, soñaban a lo grande, Robert de Niro poco antes en una visita a La Habana, se había enamorado de la modelo de la Maison, Alma, y no había podido salir con ella porque eran otros tiempos eimpedimentos de la espía manía, pero un par de años más tarde habría encontrado el lobby de su hotel repleto de perlas, de esmeraldas, de hígados hinchados y labios carnosos, la bemba de las columnas de ébano.
Una rebelión en toda regla, una vendetta silenciosa contra las blanquitas de bajichupa y los pinchos sebosos de guayabera y tres plumas en el bolsillo que ni manejaban divisas ni viajarían fuera de la isla como reinas, mientras ellas con sus sonrisas de marfil sus estaturas de alfil y sus curvas de guitarra iban y volvían de las mejores ciudades del mundo. Había permanecido latente un tesoro escondido en Pogolotti, Palo cagado, Coco solo, La jata o Jesús María y nadie, ni ellos mismos lo sabían, hasta el Estado cubano se sumó a la fiesta del nuevo mercado de colores, ni lerdo ni perezoso en el arte parásito, comenzó a facturar el alquiler de sus preciadas mulatas y negras, de paso a ellas esto les garantizó que los galanes pretendientes al menos no eran esos pícaros, secos y palmados que aparecían por la isla recreando historias de las mil y una ensoñaciones.
Si lo hubiese visto Portocarrero y Carpentier se habría roto el pavimento y las columnas de la Ciudad calzarían cómodos zapatos de quitipón, rodillas para bailar.
Días de luto y reflexión
Los últimos días al abrir los periódicos pareciera ser que están encabezados por las páginas de anuncios fúnebres, una escritora cubana comentaba hoy en las redes sociales: "Acaba de morir la gran autora catalana, mi primera editora y eterna amiga Ana María Moix".. refiriéndose a alguien de una profundidad y una implicación en la cultura europea de nuestra era como pocos. Así como su hermano Terenci Moix fueron rompedores, más aportadores por la importancia que por la belleza de su obra, ya que significaron en Cataluña y por ende en el resto de España luego, una ola de espuma fresca, la misma sempiterna voz de la poesía pero bañada con un perfume renovado, vestida para cruzar la línea y no regresar nunca más de la transgresión.
Respecto de la Gauche Divine hoy vivimos una regresión importante, aunque en líneas generales yo creo que ningún tiempo pasado fue mejor, hay particularidades en las cuales con respecto a la intelectualidad y al valor de la expresión, de la libertad con relación al mercado y a las convenciones, me atrevo a suponer que existe la involución social, que nos estamos quedando un poco huérfanos de algo más importante que simplemente creadores, artistas, talentos o genios, creo que también se están yendo las últimas trazas, las últimas briznas de esa hoy caduca cultura de la ética, del pudor, de la grandeza, de la épica.
Ruchi Feliú está que no puede levantarse del golpe de supuso lo de su hermano, como ella misma dice: " se me fue media vida"; su hermano Santiago pertenecía a una Pléyades de artistas de un momento cubano que ya está grabada en los fundamentos, en la esencia y en la cosmología de donde maman los cada vez más numerosos artistas libres de hoy, desatados de las patas de la cama, de los lineamientos oficiales y de los artificios comerciales, algo como una trasnochada versión de una generación rock pero con especiales características, ya que la referencia del sistema con respecto de la cual concibieron su actitud rebelde o contestataria no fue el consumo capitalista, sino la hipocresía, el tedio, la abulia, la doble moral, la obsecuencia, la mentira, la alienación y el alineamiento a las pautas estrictas y obligadas de los organismos culturales estatales, dentro de una sociedad pretendidamente comunitaria, que no proporcionaba un pistón salida para las conciencias por ningún lado. Un grupo más que una generación de artistas, que desistió del uso de las consignas revolucionarias aún cuando simpatizaran algunos de ellos más que otros con el grueso del proceso en la isla, críticos sin caer en el olvido de estética en el arte, la poesía, resaltando la libertad del "juglar" y el "bardo", en oposición al servilismo del "bufón de palacio" que es lo que henchía las salas de grabaciones rígidamente controladas por los gendarmes censores, muchos de los que hoy sin pudor alguno piden asilo en Miami.
Eran otros tiempos en que la cantidad de símiles, metáforas, analogías que había que utilizar para poder articular una idea tibiamente contestaría dentro de un sistema tan controlado, era tal que requería no poca dosis de valor y de una buena cuota de imaginación en el lenguaje general, el de las palabras, las ideas, los hechos y también la indumentaria y la actitud. No era fácil pero ellos lo hicieron, y Santi terminó siendo el Brian Jones, el Jimi Hendrix, la Janis Joplin, el Basquiat o el Pappo de muchos de nosotros aún enganchados eternamente a la juventud de aquellos días.
Es cierto que debajo del barniz de los mitos se puede encontrar cualquier tipo de material, pero también entre ellos siempre hay una arcilla única dentro de un molde irreproducible.
Hoy se despiden miles de personas en Algeciras, ayer en Madrid y antes de ayer en México de un hombre que al tañer la guitarra nos depositaba en el Nirvana, que derramaba el ángel del flamenco y la genialidad de los enormes tótems reflejado una simple frase imposible en semejante ejemplar: "Yo soy un hombre con dotes como instrumentista y grandes limitaciones como músico" así era Paco de Lucía.
Nadie en España es indiferente hoy a su muerte, es mucho más triste que la desaparición del guitarrista inigualable y del ser humano entrañable, es la percepción de que se nos va una época, que no hay reemplazo para el tipo de compromiso con el arte, con la sustancia, con la universalidad y el humanismo, con la que esos talentos se tomaban el deber de estar a la altura de sus dotes, de trabajar sin descanso en extraer de sus vidas lo mejor para lo que fueron habilitados. Se nos va como en la Moix, la sensación de algo más grande que el propio individuo ejecutando o escribiendo como alimento para su vanidad o para calma de su angustia, se va el tipo de capitán de barco que antes de saltar a una chalupa se aseguraba de que estuviese a salvo hasta el último grumete.
Y estos días fuera de su tierra también partió el comandante cubano Huber Matos, quien tras cumplir veinte años de presidio debió tomar el camino del destierro por no renegar de ser un eterno rebelde, primero contra la tiranía de Batista y luego contra lo que él consideraba que era una estafa en el cambio de rumbo de unos pocos comandantes de la Revolución cubana, excepto únicamente por parte del Che que siempre dejó claro dentro de la tropa, que él era el comunista marxista leninista convencido. Huber, maestro de vocación y profesión, no sucumbió nunca a tentación del odio, de la venganza, era un hombre que había sumado sabiduría a su calvario y a su orgullosa vida situado en un panteón más allá del alcance de las ideologías, de las procaces inmediateces.
Así como el honrado científico, valiente y enérgico luchador por los derechos humanos argentino, Federico "Pipo" Westerkamp, quien también en esta semana pasó al siguiente modo de existencia, el cual no por contar con 96 años, uno más que Huber Matos de 95, deja de constituir una sensible pérdida en el tímido intento de refaccionar y redecorar esta nuestra maltrecha casa. Con un hijo desaparecido él y su esposa manifestaron su indignación, su no descanso en la búsqueda de una respuesta en la misma cara de la dictadura militar, padeciendo persecuciones y detenciones que lejos de amellarlo lo hizo crecer en sus profundas convicciones progresistas y democráticas.
En cierto modo hilar una reflexión ante estos diferentes talentos que se están yendo me perturba, ya que en general albergan esa condición de obreros de sus capacidades, más que de hedonistas y gozadores de los beneficios que estas puedan otorgar, representa para mi una pugna toda vez que pertenezco a la corriente que reniega de todo lo mancomunado, de todo aquello que para ser considerado debe estar acuñado por el dolor, el sacrificio, la flagelación o la inmolación, pienso y difundo que el modelo a seguir para vivir en un mundo donde tenga lugar la posibilidad de la paz sostenida, es la vida placentera, hedonista, relajada, confortable, feliz, sin embargo se me hace difícil admirar más a alguien que ha pasado toda la vida disfrutando que a esos que nacieron para darlo todo de sí, más que por bondad o solidaridad, por la responsabilidad de saberse portadores de un don único que haría punible el hecho de llevárselo aún con pulpa a la tumba.
Contradicción, la característica humana que permitió el desarrollo del yo y el progreso de la sociedad, no confundir con la incoherencia, guardan tanto parentesco como el perro con la hiena; la incoherencia es la hipocresía, corrompe lo más genuino del individuo, impide el desarrollo de la humanidad, todo lo minimiza, lo enturbia, la contradicción es a la incoherencia lo que el miedo a la cobardía.
El miedo puede contribuir a superarse, la cobardía siempre aplasta, anula.
En cualquier caso estas pérdidas me sugieren que conviene hacer algo con la vida antes que gastar el tiempo en lamentos, pero también me dice que puede que estemos quedando tan huérfanos de portadores de esos envejecidos e inútiles “valores”, que en cualquier momento se presentará sensiblemente más interesantes las fiestas en el cielo o en el infierno donde estos talentos continúen sus trazos y tallas, sus pasos y utopías, que en las cáscaras que nos van quedando por aquí.