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El blog de martinguevara

La vanidad al agua

7 Octubre 2015 , Escrito por martinguevara

Nelson es un periodista con quien tejí una amistad de trabajo desde hace unos cuantos años y con quien todavía no nos habíamos "desvirtualizado".

Hoy tuve el gusto de estrecharle la mano en su programa de TV al cual asistí junto a Alberto.

En un momento de la entrevista me preguntó como me sentía por el hecho de ser el personaje mediático de la semana; recién entonces me percaté de que en efecto, podía ser que eso estuviese ocurriendo.

De súbito me vi envuelto en la voluptuosidad propia de dicha sensación, el hombre del momento, el sátrapa de los focos, el sinvergüenza de la leche hervida, el diletante vagón de cola delante de la tórrida locomotora..... un soplo de viento en un canasto.

Entonces dije "puaj" , luego sonreí y me quedé con cara de tonto, pidiendo, implorando que retirase esa imagen de su pupila, que diluyese su criterio, en el recóndito lugar donde aún puede encontrarse evidencia de que en este salame, reside también algo de materia gris.

Casi le pido que retire lo dicho, casi le enseño las dos uñas imposibles de mi pie derecho, la una que me emparienta con la tortuga y la que me hermana con el halcón. Casi me deshago en rubores.

Pero luego pensé que quizás no debería tirar todo ese cuadro naíf al garete, se me ocurrió que tal vez podría rescatar alguna cosa cierta de ese tornasolado óleo miamense.

Y horas más tarde, cuando retorné a la casa de mi amigo de la infancia, donde estoy parando unos días para reencontrarnos en los diálogos abiertos, en los justos anhelos y sueños de antaño, en las mil y una anécdotas, me di cuenta de que sí, que en mi contorno se agolpan los personajes de la semana: dentro de mi esa Habana ladeada, acodada a la barra, olvidada, relegada, suprimida y desterrada.

Cuando me comí el potaje de frijoles colorados con la familia de mi amigo de la infancia, leyendo sobre la visita de Mick Jagger a la Habana para sondear el terreno de su posible concierto con los Rolling Stones, los cuales siempre han vaticinado el final de las dictaduras con sus espectáculos, más que por la música y el chow, por la irreverencia e iconoclastia que sus majestades satánicas vienen ejerciendo desde jóvenes.

 Entonces sentí una responsabilidad desde esta orilla, la orilla del “diversionismo ideológico”, la honra de representar a los mismos viejos blues y bluseros, pero con cuerdas nuevas y en un escenario bien climatizado, que nuestros antiguos verdugos con sus viperinas lenguas, se encargarán de dejar brillante como un espejo, cuando hayamos considerado que ya es tiempo de concluir la función.

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