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El blog de martinguevara

Volverán las oscuras golondrinas a Segesta

29 Julio 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta, #Relax

Tano iba delante guiando al grupo por los bosques de Calatafimi, Peppe llevaba la furgoneta con las mochilas grandes. Llegamos a un claro entre las colinas, de frente el paisaje que adoraban los Élimos y algún sicano en sus ritos religiosos, Nos sentamos en los restos de su templo situado en un enclave privilegiado donde en un solo instante de silencio se puede atestiguar un sentimiento religioso íntimo, intransferible, e indescriptible por este acérrimo ateo. Construido acaso hace tres mi años, antes de que llegasen los griegos y les dijesen "vengan un poco más acá, no frente a un risco, sino en una explanada y vean lo que es un templo de adoración a los dioses"- y les enseñaron la monumentales edificaciones del templo y el teatro de Segesta.

Tras un descanso en que grabé aquel momento para recuerdo futuro de la Antica Trasversale Sicula, seguimos los pasos de élimos para apreciar la magnificencia del templo griego. Con los ojos exaltados de recuperar tanta belleza, bajé al centro del anfiteatro y declamé los versos de Gustavo Adolfo Bécquer "Volverán las oscuras golondrinas" gratitud rapsoda en humilde pago a tanta ofrenda.

Hoy esos arboles, ese monumento, sus alrededores arden rabiosamente, como si el más despreciado de los dioses élimos, tras el castigo a su traición se despertase para maldecir la tierra y el cielo trapaniano. La gente sufre, la Historia también, sin embargo, no en los políticos, ni en el bálsamo del oro, sino en la fuerza de la solidaridad, en las raíces históricas de una isla sufrida que ha sabido reponerse una y otra vez de los diferentes golpes recibidos, florecerá, aun más bella por el atesoramiento del dolor y la entrega, el espíritu de los buenos elimos, sicanos y sículos.

El ventrículo más azotado y también el que palpita con mayor firmeza de mi corazón, está hoy en Sicilia.

Rapsoda en Segesta

Rapsoda en Segesta

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Tía Celia

26 Julio 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Relax, #Argentina frizzante, #Opinion crítica., #Cuba Opinión

Tenía seis años, había elegido un barco anclado en el Dock Sud de Buenos Aires, para participar del concurso de pintura de La Boca a la que me llevó mi tía Celia. El barco se movía pero logré pintarlo como si lo hubiese captado con una cámara, con un parpadeo prolongado.
El día de los premios me llevé el tercero, al ver el primero y el segundo me sentí tan frustrado que mi tía me preguntó que me ocurría, le dije que mi pintura era mucho más arriesgada y lograda que aquellas dos, entonces me dijo:
-Martín, no sientas lástima de vos mismo- y fue una de las frases que junto a un manojo de citas me han acompañado como muletas auxiliares a lo largo de la vida.
Celia es la hermana mayor de mi padre, ya que el mayor de todos, Ernesto, el ínclito personaje de la política, la mística y la leyenda, concluyó su circulo vital mucho antes que los hermanos. 
Celia vivía hasta ayer, antes de la pnademia desatada en 2020. viajaba de un lado a otro, pintaba, impartía clases, armaba proyectos, tenía energía para protestar por toda injusticia que se cometía alrededor. Inagotable, pero sobre todo era la persona más coherente que conocí, en la realidad y la ficción.  
Eran cinco hermanos, fueron criados por mis abuelos Ernesto y Celia, él un bon vivant, personaje pintoresco de Buenos Aires nacido con el siglo XX, emprendedor empedernido que no concluía ningún proyecto, le seducía más la fase creativa del sueño que su concreción, solidario con los exiliados republicanos españoles, y no obstante pertenecer a una familia tradicional de costumbres conservadoras, mostraba un cariño inusual en la época con sus hijos, a través de juegos, risas, charlas y debates, como más tarde lo hiciera con sus nietos, hombre pícaro, de recursos en la charla, seductor, hedonista a la manera que un caballero podía permitirse. Y mi abuela Celia, una mujer de una educación estricta, pero rica en virtudes, en colegios de monjas, a las que siempre recordó con afecto a pesar de su temprano ateísmo y feminismo militante, nadaba con notable estilo largas distancias, tenía una proverbial puntería en tiro con armas de fuego, y aunque no se salvaba de alguna frivolidad como ganar campeonatos de bridge, fue de las primeras damas argentinas en cabalgar con las piernas a ambos lados de la montura, en fumar, usar pantalones y cortarse el pelo a lo garçon, quien puso a mi tío Ernesto mucho antes de ser el “Che” a aprender francés a los dos años y a Celia a aprender inglés con una institutriz, y no les permitía abandonar las lecciones, lectora empedernida y fuente de la cual Ernestito extrajo la conclusión de que todo en la vida es lograble mediante la fuerza de voluntad.
Tía Celia tenía un año y medio menos que su hermano Ernesto, pasaron la niñez y juventud estrechamente unidos en juegos, deportes, Ernesto estudió medicina que era una carrera familiar, y Celia arquitectura como quería su padre que era ingeniero civil. Ambos recitaban a Machado y quizás por ello tomaron caminos distintos.
No habla en público y casi ni en privado de su hermano por temor a que sean utilizadas sus palabras, todavía ni siquiera ha podido mirar las fotos del cuerpo sin vida del Che en la infame escuelita boliviana. Para ella, él es el hermano mayor, el de las hazañas. Jamás obtuvo prebendas de su imagen sino que al contrario se ofreció para aportar conocimientos de arquitectura en una Cuba que se había quedado de repente vacía de profesionales. Visitó en la cárcel a mi viejo, otro fenomeno, al inicio de la dictadura y al final, cuando nadie progresista entraba a Argentina, salían o bien con la piernas raudas y ligeras sobre el suelo o tiesas hacia delante.
No sé si por haber sido un niño que prefería los rincones para expresarme con mayor libertad hablando conmigo mismo y mis duendes y fantasmas, porque me llevó al concurso de pintura, al estreno de Yellow Submarine, o porque yo admiraba su estilo entre hippie, feminista, desinhibido y su imagen me permitía liberarme a la atracción que sentía, con el toque del barniz edípico que le daba ese condimento hereje e irreverente que me cautivaba, o simplemente por los enigmas propios de cualquier tipo de afecto. A lo largo de los años seguí viendo a Celia de un modo u otro, siempre me enriquecí con sus historias, sus puntos de vista completamente disparatados y milimetricamente exactos a la vez, hemos seguido visitándonos con el océano mediante y le brindó su locura firme, su coherencia disparatada y su cariño, a mi retoño, y soy testigo de cómo, no sólo se puede vivir la vida entera amparado en la coherencia, sino que precisamente hace la vida más fácil de ser andada y entendida, aún cuando en apariencia presente mayores obstáculos, queda más llena de sentido y sobre todo del poder supremo que otorga ser consecuente y acreedor de una buena cuota de dignidad consensuada.

Hoy partió, discutiendo, peleando, con los fantasmas visibles y los palpables, con los presumibles y los agazapados, se fue para descansar pero seguro que ya también está extrañando sus libros, sus investigaciones, su lápiz y sus pinceles. No importa tía, del lado de allá se pinta con soplidos.

Cuando me preguntan cómo sería el Che si estuviese vivo, abstracción en la cual caben dos posibilidades, una, que permaneciese con la edad del héroe de los afiches, y la otra, tan abstracta pero más imaginable, que cargase con sus correspondientes ochenta y nueve años, no tengo dudas, si a lo largo de la vida Ernesto hubiese logrado mantener su coherencia, su valor y su capacidad para romper convencionalismos, sería como tía Celia.

Ernestito y Celita en burro, en el patio de la casa y en Mar del Plata con toda la familia
Ernestito y Celita en burro, en el patio de la casa y en Mar del Plata con toda la familia
Ernestito y Celita en burro, en el patio de la casa y en Mar del Plata con toda la familia

Ernestito y Celita en burro, en el patio de la casa y en Mar del Plata con toda la familia

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La cena del Bolshoi

8 Julio 2023 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Europa Aorta, #Relax

Uno de mis defectos que creía incurables, pero para mi sorpresa he logrado intervenir, es que no siempre, pero a veces, para cortejar a una dama a la que se desea con ganas, de esas que uno de verdad quiere besar, deleitar su delantera, abonarse a su postrimería, lamer a placer introducir y retirar las veces que el gozo y la altivez puedan sugerir. O aguantar. Todo muy románticamente. A veces hay que agasajar un poco, gastarse algo más que un sanguche, un menú oferta de KFC, unas tapitas y vinitos peleones de pie en los bares más berretas. Hay que entender que uno tiene otras edades que cuando sin bañarse e invitando a pan con aceite y alcoholifán, las titis hasta entregaban el marrón en la primera cita. Ahora ni con tan poquito te dan tanto, ni la que lo da es la mitad de la de antaño. Todo pasa y todo queda.

Hace unos años, en una visita a mi amigo Slava que vive en Moscú, llamé a una rusa que había conocido tiempo atrás en el Hotel Casablanca on the Beach en Miami, después de aquel encuentro que no llegó a fraguar en los palitroques proyectados, presumidos, ansiados, sin embargo seguimos en contacto por instagram, mail, face y whatsapp, tó en inglé. El tercer día en casa de mi amigo Slava, comuniqué con ella y le dije

-Te invito a cenar, nos vemos frente al Bolshoi-  lo que de inmediato aceptó.

Le comenté a mi amigo que esa noche no volvía a dormir, que estaría mojando el arenque latino en una aplazada oquedad eslava. Era fácil intuir que esta amiga tenía una familia rica, siempre está de viaje en lugares preciosos, comprando, vacilando y gastando; ella sabía que yo era un tipo que pretendía tener cierta onda pero pelado como la berenjena. Aún así me asaltó un temor, nos veríamos en las inmediaciones del Bolshoi, pero en el teatro hay un restaurante exquisito, la mar de fino, nivel cenas de reyes, no solo para ricos, sino para muy ricos con muy buen gusto, a ver si se va creer... Claro que rápidamente me dije a mi mismo "no te preocupes que ella te conoce, sabe que ahí solo entrarías por la puerta de atrás para ir al baño o llevar otro pescado, no tu arenque”. Compré salame, queso, pan ruso negro exquisito, sachets de mayonesa, una botella de vino cuyo corcho tuve a bien aflojar en la tienda con un sacacorchos que pedí prestado, y la esperé en un banco de piedra. Cuando apareció con los tacones que llegaban a la segunda planta, vestido negro brillante, aros relucientes y un peinado artístico, escondí la bolsa con el exclusivo convite, y me puse de pie, un par de besos, y le dije si prefería tomar algo dentro de una panadería tipo Panera o íbamos a la Plaza Roja a comer los bocadillos de salame y queso que yo le prepararía con dedicación de escultor para bajarlos con el buen vino tinto antes de "traca-traca". Me dijo:

-Ah, pensé que me invitabas al restaurante del Bolshoi.

Sobra explicar que esa noche no singué, ni mamé bollo, ni me mamaron el tubo, ni siquiera compartí el salame ruso, el pan negro ni el queso. De eso no hace tanto tiempo, y desde ese entonces aprendí que no a todas se les puede meter el bosbonique tras un par de mordiscos y unos tragos a pico de botella, que eso era en Cuba, y no por ser Cuba porque a una cubana de Miami la invito a eso y hasta una galleta me llevo de souvenir, sino por la edad y la carencia colectiva de la Involución "sociolista", la comprensión de la soga general elevaba el pomo en la plaza o en el malecón a nivel de cena en el Bolshoi, o acaso un peldaño más arriba, lo que en cierto modo salvaba de onerosos esfuerzos detallistas.

Hoy, aún cuando me cuesta estirarme frente una carta nutrida en ceros, ya me preocupo de que el primer palito, y si merced del entusiasmo y la nostalgia se tercia, también los dos restantes, sean en un hotel de ventanal y alcoba de sábanas limpias, en vez de mi catre, y tras unos vinos decantados por camareros en copas altas, de un agradable bar de moda, aunque no el de la mitad de la plaza, sino aquel de allá, al doblar la esquina, un poco más allá, todavía más unos metros más, que está muy majo, muy bonito y muy moderno, pero que cuesta la mitad.

Bolshoi

Bolshoi

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