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24 julio 2012 2 24 /07 /julio /2012 01:39

 

 

Acaso lo que más me ha impresionado acerca de la muerte del disidente cubano Oswaldo Paya, no sea ni el enorme semillero de posibilidades de fantasear con que haya sido uno de esos accidentes  inducidos por la buenaventura infinita para algunos, ni tampoco la casualidad de que los fallecidos fuesen los dos molestos opositores  al  despotismo estructural.
Lo que más me ha llamado poderosamente la atención, es la portada del periódico Granma, que no hizo ni una sola mención al accidente y solo en su interior una pequeña esquela que ni siquiera le dedica el honor de colocar su nombre en el titulo ni hacer mención de su actividad.
Ni siquiera por tratarse de la persona que logró presentar las requeridas  firmas para promover el Proyecto Varela que se proponía abrir el debate sobre una transición democrática, rechazado por el  sempiterno gobierno, aportando el manido argumento de que era una estratagema de los Estados Unidos para derrocar a la dictadura del proletariado.
Esa falta absoluta de respeto, de reconocimiento caballeresco de un rival digno, que probó su valor frente a un rebaño de corderos serviles, cuando se trataba de la relación con el poder y de una manada de lobos feroces cuando se giraban hacia la población, es quizás el mayor llamado de adeptos a su causa por la indignación que despierta tal desaire, error en el que incurren una y otra vez los represores de toda latitud e ideología.   

Más allá de toda consideración, de cualquier diferencia de criterio con las ideas de Payá, lo que no debe ser pasado por alto es el enorme valor que un ser humano tenía que dedicarle al asunto en 2002, para plantar cara con semejante disparidad de fuerzas a un poder que había mostrado tolerancia cero con cualquier grado de oposición, por mínima que fuese. 
Lo que no pueden negarle ni sus más acérrimos opositores, ni sus críticos mas enconados es la perseverancia en los principios más humanistas, de un pacifismo proverbial, llevando esta conducta a niveles profundamente cristianos. Predicando con el ejemplo. No se lo puede acusar de ningún atentado por leve que fuese, ni siquiera en respuesta a los tantos padecidos por él y sus acólitos. Este aspecto distintivo es donde radicaban las excepcionales condiciones éticas de Payá, fue tanto el que lo convertió en un ser que generaba controversia entre los extremistas de toda índole, así como será el rasgo más dificil de suplir y donde será más sentida su pérdida.
Pienso que aparte de la consistencia que deba tener el producto que se intenta vender en política, resulta igualmente importante sino más en algunas ocasiones, la calidad humana del vendedor. Su forma de vivir, es la mejor manera de presentar la sociedad a la que invita a formar parte. Definitivamente, aun cuando se tratase de una ideología distante a las que apruebo y suelo adherir, estoy más dispuesto a creer en el buen desarrollo de una propuesta si parte de quienes son capaces de enfrentarse a la intolerancia, al inmovilismo o al miedo, mediante la persuasión, intentando convencer antes que vencer, poniendo en práctica una paciencia que sólo puede ser sostenida con importantes dosis de convicción y con nutrientes propios de la honestidad.
Obviar la muerte de un digno rival y en su lugar colocar una nota sobre un partido de beisbol que Cuba ganó a Puerto Rico en Haarlem, los resultados de un enésimo pleno del Partido Comunista, y algún anacronismo engañoso más por el estilo, no habla de la calidad del despreciado, sino de la del ofensor.

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