Asado honey barbecue
29 Octubre 2025
, Escrito por martinguevara
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#Argentina frizzante, #Opinion crítica.
La mayoría de mi vida la pasé fuera de mi país, aunque ahí experimenté mis mayores emociones y de ahí recogí una identidad que tuve la fortuna de pasear ufano por medio mundo.
Ser argentino siempre fue motivo de orgullo, mi viejo tenía una librería en la calle Corrientes a media cuadra del teatro San Martín, la noche previa a mi nacimiento, mis viejos cenaban con amigos en Pippo vermicelli al tuco y pesto y tuvieron que salir rajando a maternidad porque mi madre rompía aguas. Mamá nació en San Telmo, llevaba el tango en la médula espinal. El viejo también fue camionero de Mendicrim y preso político. Eran de River, de Boca, del SIC. Mi revista era Billiken, mi cuadro Independiente, en una época que nada, ni en fútbol ni en cine, ni en música, se comparaba al Club de Avellaneda, Santoro, Galván, Bertoni y el mago Bochini. Todos los pibes querían ser Bochini , afanaban y se peleaban por sus figuritas. El Torino era un coche admirable en el mundo, de fabricación nacional, ni hablar del morfi, del club los fines de semana y el verano, del campo, los caballos, el asado, los paisanos y los paraísos que sugerían el camino.
Dos personas quedaron en mi hipotálamo como si fuesen de mi núcleo familiar, mi maestra Isabel, y mi doctor Urkovich. No solo en América, sino en el mundo no era generalizada esa calidad profesional, ese amor a la dedicación, a los niños, a la vida, que era propiciado por una sociedad alejada de la perfección, pero tan añorable como una mañana de primavera.
El valor que tenía la curiosidad por saber, por la cultura, popular, erudita o elitista, esa mezcla tan equilibrada de franco centrismo con el folclore telúrico, y la en muchas ocasiones desmesurada autoestima, pero no solo por la escarapela sino por un conjunto sólido de costumbres, valores y también defectos, tan destacados que convertían en infructuosa la tarea de buscar algo homologable fuera de nuestras fronteras. Eso se llevaba uno en su mochila intima al resto del mundo, Identidad y orgullo. Ser argentino era mucho más que una cuestión de pasaporte, de partida de nacimiento. Tres conflagraciones contra los ingleses. Una derrota inapelable a la injerencia foránea en ocasión de la tristemente célebre exhortación "Braden o Perón" , un embajador frente un milico general, en lo personal siempre prescindiría de ambos, pero en el dilema planteado el embajador simbolizaba la prepotencia imperial, aunque disfrazada del salvador anti hitleriano, que tampoco, convengamos, era poca cosa. Incluso los lemas populares aislaron a los aires bolcheviques, "ni yanquis ni marxistas: peronistas"; consigna mucho más ilustrativa que acertada.
Hoy no reconozco a mi país. Que solo seamos lo que somos a través del fútbol y el mate, no alcanza ni para cruzar las fronteras, Paraguay y el sur de Brasil comparten esa identidad, si vamos al paisito, además de fútbol y mate, compartimos asado, dulce de leche, tango y acento. No alcanza ni para salir a pie
Cero interés institucional por proteger, incentivar e identificarse con la cultura, desprecio absoluto total a las raíces folclóricas, a la justicia social, a la solidaridad con los desfavorecidos, los necesitados, ya sea por discapacidad, por desventaja de oportunidades, por edad, cuando incluso los inuit esquimales, insistían en alimentar con bocados de comida masticada a sus ancianos, para que no fuesen a entregar sus cuerpos ya viejos a los osos polares para no ser una carga. Si bien es cierto que el desdén con la corrupción es histórico y representa un rasgo identitario argento, no así la indulgencia frente al narcotráfico inserto en un gobierno.
Pero hoy un rasgo me distancia con profunda tristeza de lo que otrora fue mi identidad argentina, la decisión de la mayoría de mis compatriotas, de aceptar sin rémora, sin rodeos ni siquiera un poco de disimulo histriónico que evite el rubor, de la manera más impúdica, incluso con entusiasmo, semejante ostentación de entreguismo incondicional de rodillas, aceptando solícitos cualquier condición. Como un perrito moviendo la colita por una feta de salame.
De ahí que ya no sea tan diáfano y claro el sueño de algún día poder irme a vivir al campo en el que de niño pasaba felices días entre primos, tíos, y paisanos. Me daría igual que hubiesen cambiado las alpargatas, la boina y el facón por unas Skechers, una gorra de los Yankees y un Iphone en la cintura, pero por favor bajo la parrilla brasas de carbón o leña no una llama, y sobre los fierros un cacho de vaca Hereford, nunca un costillar de cerdo embadurnado en Stubb's honey BBQ. Sin acritud, me encanta ese plato, pero por favor en mi pampa no.
No recuerdo que intelectual dijo que Argentina generaba personajes icónicos para camisetas, desde Evita, Maradona, Che Guevara a Messi, Papa Francisco o Mafalda. Remeras que se vendían junto a las de Marley, Lennon o Hendrix.
Hoy ¿en qué vidriera podría exponerse un T-shirt del presidente con su motosierra a los pies de Tronal Gump?
Asado argentino y barbacoa estadounidense.