8 octubre 2024
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Se tomaron dos días para despedirse, en el último paseo, la tomó en sus brazos en medio de la plaza donde desde hacía siglos se juntaba la gente de aquella ciudad a intercambiar sus productos, los de la tierra por otros de la talabartería, los de la herrería por los de la carpintería, donde desde que se colocó la primera piedra de la ciudad las voces de los transeúntes se confundían con el rechinar de una rueda de carro, el armado de una tienda provisional, las campanas de la catedral, la algarabía del beodo más tempranero o las plegarias al nuevo amanecer del más trasnochador, donde habían discurrido todo el espectro de miradas, aquellas que presagiaron un duelo a muerte o las que citaban para una huida a medianoche hacia las inmediaciones de otra muralla, de otra plaza, de otras miradas y bullicios. Ella entornó los ojos pasó sus brazos por detrás de la nuca de él y se besaron como en aquellos primeros besos apasionados de la adolescencia, él sintió la paz y el sosiego de la madurez, un deseo que era una bola incandescente dando energía a un motor acostumbrado a largas distancias, motor de mil y una travesías que sin embargo había estado en reposo más tiempo del que le habría gustado admitir. De repente se encendió una luz tan destellante que obnubiló incluso las más firmes certezas, las más arraigadas convicciones haciendo tambalear todo el constructo en que descansaba la estabilidad emocional y la sensación de control sobre el tiempo y el espacio.
Una placer anacrónico, un tipo de deleite que ya parecía no pertenecerles, no formar parte de los regalos atados con moño que descansarían al pie del arbolito para ser abiertos en la mañana entre el café la luz y una cascada de ansiedad, mezclado con el temor a que la liviandad volátil sometida al nuevo espacio, sin los cerrojos familiares, las paredes recias, el suelo firme, terminase por difuminar toda la senda fundiéndola en un prado verdecido, capaz de disolver los asideros donde las dudas quedan despejadas, parapetadas tras una zanja insalvable.La experiencia del vuelo, la ingravidez con su maravilloso techo cubierto de estrellas, a la vez que el desconcierto de la intemperie.
Published by martinguevara
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