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El blog de martinguevara

Cojamos, pensemos, actuemos.

1 Octubre 2024 , Escrito por martinguevara Etiquetado en #Argentina frizzante, #Relax, #Opinion crítica.

Comenzaba el año 1984, yo había aterrizado hacía muy pocos días, el 17 de diciembre de 1983 en mi ciudad natal, tras diez mayos, en que había crecido desde los diez a los veinte años, todo era nuevo y a la vez extrañado, todo era sorpresa, placer, gozo, Buenos Aires era una fiesta de destape.

Yo saltaba de una chica a otra como en mi acogedora Habana, las argentinas tradicionalmente no se entregaban tan rápido como las cubanas, pero era una situación especial, todos querían coger, recitales de rock gratuitos en Barrancas de Belgrano, en Parque Lezama, en Parque Centenario, era una danza permanente de libertades individuales, porro, birra, besos, conchas y pijas por doquier. También entraron en escena las diversidades ideológicas, políticas, las prohibidas hasta entonces y las nuevas, el PI de Alende, el MAS, el PTS, el PO. Y en medio de aquella macro fiesta conocí a Gladys en la plaza Dorrego de San Telmo, estaba con Juan, tenía un escote generoso que permitía apreciar dos redondeados senos, carnosos, jugosos a la vista, que  en una tarde verano entre la batucada de los brasileros, cervezas y cigarrillos de cannabis resultaba muy sexy.

Subimos a su departamento, tuvimos sexo, fumamos, bebimos y volvimos a "sexuar". Juan era gay, quería hacerme una felación mientras yo cogía con Gladys, le dije que prefería que no, pero que se podía quedar sentado mirando y que hiciese con él mismo lo que quisiese, imagino que se hizo una buena paja porque yo no paraba de chupar las tetas de Gladys mientras bombeábamos de lo lindo.

Cuando terminamos nos pusimos a hablar de literatura, psicoanálisis, y al final como no podía ser de otra manera, de política. Ella me doblaba en edad, había acompañado a eminentes abogados a presentar hábeas corpus por los presos políticos antes del golpe de estado de 1976, teníamos conocidos en común; Juan no, él se había ido en los años sesenta a Londres, después a EEUU y más tarde regresó a Europa a trabajar para la ONU de traductor, pero era, por supuesto, progresista, aunque más al estilo europeo, eso que todos queríamos poder ser pero nos superaba un poco tanto modernismo anacrónico. Y más para mi recién llegado de Cuba, donde se suponía que yo era un rollin’ stone, pero súper primitivo por lo que pude apreciar. Aunque no del todo, en la libertad del cuerpo ninguna generación le gana a la mía en los años de adolescencia y juventud en La Habana. Ningún dicho ni aforismo se ajusta más a la realidad, que el que empezó a calificar aquellos años al poco de haber transcurrido: "en los 80 se singaba por ver la leche correr" .

Ese mismo día, al poco rato de sentarnos en el living a fumar y charlar, empezaron a tocar el timbre del departamento distintos amigos de Gladys, entonces me dijo "vamos al cuarto" y allí me explicó que tendría lugar una reunión de la incipiente CHA, comunidad de homosexuales argentinos. Cerramos la puerta y volvi a disfrutar de aquel par de lolas como si fuese un bebé. En la reunión estaban Ferrari, Celsi, Tachouet, Perl, Otero, incluso Sebreli, eran la avanzada de la organización en torno a la cual se agruparon los homosexuales que se atrevían en momentos muy calientes, en que las picanas todavía estaban enchufadas y los asesinos con la boca “bebeante”, más en una actitud de activismo político que en la búsqueda de un espacio para el disfrute en libertad de todas las fantasías reprimidas o postergadas por los años duros de represión, tal como yo pensaba que sería la CHA. Cosa que Gladys se encargó de desmontar de mi hipotálamo sostenido con una armazón de firmes ángulos rectos bien pavimentados con brea del más excelso de los machismos, "quedate tranquilo que no te van a coger" me decía. Decidió depositar su confianza en el activismo por los derechos de identidad individuales, que otrora había donado a la militancia politica en pos de metas colectivas.

Tuvimos sexo seis meses más, pero entre las nuevas chicas y señoras mayores que se cruzaban en mi bragueta y los muchachos o señores que a ella se le introducían en el escote, fuimos dejando el aspecto sexual para centrarnos en una mucho más atractiva relación de intercambio de experiencias, de ideas, lecturas, proyectos, disparates, tiempo compartido, de lo que se nutre lo que con el paso del tiempo llamamos amistad.

Gladys, como todos, fue cambiando, se aburrió de la pacatería y burocracia que empezaba a pulular, como en cualquier organización, ella tenía un espíritu entre torturado y libre, las militancias no iban con su genio ni su humor, ese era un fuerte punto de conexión entre nosotros.

Más tarde Ferrari se juntó con Juan Mario e hicieron una dupla exitosa en escenografía, diseños, Otero proyectaba lindos espacios en su estudio de arquitectura, Perl siguió analizando, Tachouet también además de comprar coches antiguos, y Sebreli avanzaba hacia esos libros que como el bueno de Gilles Lipovetsky, en el prefacio deben explicar por qué se desdicen de todo lo anteriormente escrito y pensado. Suele verse con desdén a quien cambia de idea, pero ¿qué otra cosas le podemos pedir a un intelectual, a un pensador, a un procesador de ideas, que no sea que cada tanto nos ofrezca un novedoso punto de vista?

Dejó la CHA, pero siempre siguió defendiendo los derechos de la comunidad gay, aunque Gladys debe ser la mujer menos lésbica que conocí. Al cabo de unos años fue a Viena acompañar a Juan en su enfermedad terminal, y tras el desenlace fui a ayudarla con su carga. Hace poco partió tras un derrame cerebral, se fue tras alcanzar a exprimir bien la vida.

Al cabo de muchos años, cuando yo ya llevaba una vida fuera de Argentina otra vez, mi también amiga intima Valeria, amiga también de Gladys, sicóloga y escritora, se hizo cargo del área de salud de la ya veterana CHA. Hizo un trabajo exquisito e histórico con una niña trans, Luana, que nació como varón pero que a los dos años se sintió una niña. La nena hizo su transición acompañada de su madre, de Valeria y todo el equipo de psicólogos y médicos, lo cual reunido en un libro y en una reciente película se conoce como " Yo nena, yo princesa".

Durante más tiempo que el que el buen decoro sugiere llevé una vida de lujuria, de placer, de dolor en otros aspectos, pero en el plano sexual de una gran libertad e inclinación al disfrute, a no dejar pasar las oportunidades de gozar de cada mujer, gorda, flaca, baja, alta, negra blanca, bizca o tuerta, en la modalidad  heterosexual, más por una condición social instalada en el hipotálamo, que por designio de la naturaleza, ya que cualquier lengua que lama un glande o un clítoris es susceptible de dar placer. Siempre creí, incluso en mis tiempos más explícitamente machista, que todos tenemos el derecho a ser lo que nos de la gana de ser y gozar como determinemos en nuestra libertad, siempre que respetemos el espacio del prójimo. En los últimos tiempos me estaba pareciendo recargado todo el mensaje LGTBI+ condenando a los símbolos de la heterosexualidad o de su exteriorización, al tiempo que sentí cierta agresividad en las expresiones ultra feministas, que más que de igualdad eran, entiendo, que por necesidad para romper el muro, de enfrentamiento, rencor, y modalidades de venganza.

Pero hoy me embarga una profunda sensación de vértigo ante los ataques brutales que perpetra la nueva ultra derecha, mucho más heredera de la ultraderecha tradicional que desembocó en fascismo, nazismo, franquismo, de lo que la nueva izquierda peyorativamente llamada "woke" le debe a la ultra izquierda revolucionaria marxista leninista, trotskista o maoista, con la cual no existe el más mínimo vínculo.

Porque me di cuenta que la razón por la que yo apoyaba aquella sentada de besos entre personas del mismo sexo en el Parque Lezama en el año 1984, es porque me era totalmente pertinente, si bien no por mi elección del objeto sexual, sí por la simple razón de que si se lograba visibilidad a la minoría más estigmatizada por la sociedad, en aquel entonces, sí patriarcal pero también matriarcal, las madres eran castradoras feroces con sus hijos homosexuales, sí de derecha pero también de izquierda, el trato a los homosexuales en los países sopcialistas era brutal y en las organizaciones revolucionarias era denigrante, si se conseguía la cantidad de representación social, de respeto en la proporción que fuese, todas las otras minorías, por variadas "desviaciones" , los vagos, los fumetas, drogones, borrachos, hedonistas, lúdicos, feligreses de Baco y Epicuro, estaríamos, si bien no cubiertos bajo ese paraguas, sí con las vías abiertas, como trillos en el maizal, a la comprensión de la filosofía "déjame vivir y morir como mejor me plazca"

Valeria profundiza más en el aspecto de salud y sicológico, Gladys en el combativo y social, y yo en el hedonista, el derecho al placer por el placer. Creo que los tres en el derecho a que todos chupen lo que les venga en gana, tetas, culos, conchas, pijas, lenguas. helados o pirulís, sin que alguien no involucrado, tenga derecho a opinar al respecto.

Hoy todos, no solo los agraviados por las aberraciones volcadas en Davos por el tristemente célebre presidente de los argentinos, allá deben y en el resto del mundo debemos acompañar en la declaración: ni un paso atrás en derechos, que hoy son tomados en joda, pero costaron la vida de personas y un amargo sufrimiento que no obstante, se reveló finito.

Es triste, en el año 1984 se trataba de la reivindicación de una emancipación, la novedad, el destape, hoy es la trinchera en defensa de un derecho que están cerca de arrebatar. Porque la involución es posible.

La izquierda con el paso del tiempo renegó de su histórico "mercado meta" compuesto de trabajadores, parados, humildes en general y adoptó las banderas de la identidad de género, estandartes individualistas , emancipaciones "pequeño burguesas", entonces la hoz y el martillo perdieron su razón de ser, su sentido simbólico, porque entre otras cosas, para ese trasvase, más firme que rulo de estatua, ya estaba Gladys.

 

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