Abra Cadabra
Hace poco pensé que quizás yo lo que tenga sea una simpatía natural por la esencia del ser trágico, por el aprendizaje del perdedor, de aquel que busca el fracaso, del que se siente en su salsa lidiando faenas en los límites, con las fuerzas casi extintas.
Y se me ocurrió que quizás no me caigan nada bien los de apariencia exitosa, ni los obscuentes de estos. Al verdadero éxito lo encuentro con más nitidez, en las batallas ganadas por defender la identidad, el estilo propio, que en la pugna por un buen contrato.
Y encuentro mucha más familiariedad entre los exiliados cubanos, aunque se consideren de derechas, con lo que fue el exilio que se consideraba de izquierdas del cono sur americano, o los españoles antifranquistas que tuvieron que dejar casi cuarenta años su patria, que a estos con sus correligionarios en el poder; y los encuentro parecidos en su nostalgia, en sus recuerdos parcializados, en su dolor, o en lo demasiado escorados que de por vida, tienen ya sus puntos de vista y la rabia que los alimenta.
Y es en este sentido que la para mi novedosa situación de la izquierda en Argentina, que goza del poder en los últimos años, me resulta un tanto extraña, y no tengo mucha idea de como anda su noviazgo con el éxito y el progreso personal.
Solo espero, que no haya perdido del todo su esencia paria, por el bien de su salud. Los espantapajaros vestidos de Armani, ni atraen a las chicas ni espantan a los gorriones.
Tropicana
De la andanada de buenas, regulares y pésimas intenciones que en un inicio, se dieron cita en la novísima Revolución cubana del año 1959, en una demostración de impudicia, más que en un alarde de sinceridad, el ex mandatario oficial, y señor absoluto en la realidad aunque de modo extraoficial, admitió que de eso en Cuba, en la Cuba revolucionaria, no queda nada, aunque a poco de hacerlo, se arrepintiese.
De entre las intenciones pésimas a que me refiero, destaco y no necesariamente en el siguiente orden, la instrumentalización de todo un pueblo para perseguir fines personalistas, para perpetuarse en el poder. La eliminación física y moral de los oponentes, de los opositores, de los opuestos. La división abrupta y terminal de la familia cubana, mediante la difamación y cizaña en un principio, y luego a través del ostracismo, el destierro, el encarcelamiento, o la humillación pública. La canonización y exhortación de conductas como la traición, el odio, la delación entre hermanos, entre vecinos, a través del creciente envilecimiento de asociaciones, contempladas oficialmente para combatir sabotajes, tales como los Comités de Defensa de la Revolución, adoctrinadores como los núcleos de Juventud Comunista, de tipo identitario como la Federación de estudiantes, o la Federación de Mujeres Cubanas, organizativos como las Asambleas de los poderes populares, de adiestramiento como las Milicias de Tropas Territoriales, y un sinfín de organizaciones , fundadas en realidad, con la intención de observarse y vigilarse de cerca, los unos a los otros, en un alarde de de espionaje endogámico.
La construcción de una sociedad donde el hombre fuese un ser sin inclinaciones estéticas, sin vacilaciones frente a la tentación del materialismo, sin vicios, sin intimidad, ni individualismo, sin egoísmo ni conciencia del Yo, una sociedad de autómatas cumplidores del deber y perennemente, felices y satisfechos con la nada. El mecanismo represivo, el miedo, la intimidación como método cotidiano de anulación, de ni siquiera el descontento, sino de la duda.
De entre las aberraciones regulares, se me ocurre el internacionalismo, ese deber insoslayable de todo revolucionario de interesarse, en primera instancia por la suerte de los desgraciados de cualquier sitio lejano antes que de los alrededores. La instauración del estímulo moral suplantando al estímulo material, de riguroso cumplimiento, para todo aquel que no ostentare un puesto en la dirigencia de la revolución. La distribución de la pobreza por partes equitativas sin generar nuevos recursos, ni un solo elemento fetiche de la Revolución, manteniendo el Ron, el tabaco, el café y la mulata como valores nacionales exportables y al alza, con la incorporación de alguna nueva marca revolucionaria, ya sea Cohíba , Havana Club, Café Cubita, o las famosas por alegres, pero en realidad humilladas y tristes Jineteras.
Y de entre las cosas buenas, si así se le puede llamar a alguna de las intenciones que no contenía la malicia ex profeso en su génesis, se me ocurre el hecho de que nadie tuviere que humillarse nuevamente ante otro ser, pretendidamente superior por razones económicas, y menos aún ante extranjeros prepotentes.
Esta duró menos que su propio eco.
Que todos los cubanos tuviesen garantizados los alimentos, el trabajo, la vivienda.
Que la aberración cometida en siglos pasados por el tráfico de esclavos, y el dolor que dejó en sus protagonistas, los recelos, los prejuicios, fuesen extinguidos de una vez y por todas, y no que las cárceles, los calabozos y las fichas de sospechosos de peligrosidad, estuviesen llenas de los descendientes de aquellos hombres engrilletados de Africa.
Que cada cubano tuviese dignidad, libertad, como decía Guillén en su poema Tengo.
La lista es escandalosamente larga, hoy no hay ni una sola de las supuestas metas que justificaron la Revolución, que continúe siendo defendible por sus propios ejecutores, que tenga vigencia ni siquiera para quienes se aplicaron con mayor celo en la vigilancia del cumplimiento de semejante agobio.
De tal penalidad.
No basta con declamar al paso, como quien regresa al hogar arrepentido por la comisión de una infidelidad. "_ Lo siento-son cosas que pasan."
Ni de prometer que de allí en más todo será diferente.
Nadie desea ya escuchar excusas ni disculpas. Hoy solo cabe dar pasos en un sentido generoso. Los que han conducido la el país hasta hoy, hacia un costado definitivamente.
Los cubanos de bien, un paso al frente, tienen un futuro ilusionante, y un trecho muy largo que andar.
Eurys Ops.
La semana pasada llegamos a casa después de un viaje en coche que casi me gasta la línea divisoria de las nalgas.
Fuimos a pasar unos días a Normandía, a la zona de los castillos del Loira , a Boulogne sur Mer y al sur de Inglaterra. En Normandía se recordaba el paso de los impresionistas dotando los museos de cada ciudad o pueblo de relevancia, que hubiesen sido retratados por los pintores, con sus obras. Pudimos apreciar, las distintas vistas de la catedral de Rouen, pintadas por Monet, las orillas de Pissarro, los campos de Gauguin y otros muchos cuadros.
Mi hijo que tiene siete años, al ver un lienzo espléndidamente pintado con puntillismo, se quedó mirándolo abstraído, entonces le pregunté
-Te gusta? y me respondió:- no sé.
Nos echamos hacia atrás un poco y vi como descubría la magia de las formas, la aparición de los objetos reconocibles. Así se quedó un rato, echándose para adelante y hacia atrás, me percaté de que los impresionistas todavía tenían algo para decir a este chico, que está al día en películas de la última generación de efectos especiales.
Las casas en las que nos alojamos , algunas de vigas de madera a la vista, otras de paredes de piedra y chimenea a juego con el artesonado , eran preciosas, todas con unas amables y más que correctas anfitrionas que nos explicaban las bondades de la zona, las actividades que no podíamos dejar de hacer y los sitios que no se debían dejar de visitar.
Atravesamos Francia , el país de la libertad, y fuimos un par de días a Inglaterra el país de la excentricidad y la tolerancia
Esa es Europa. Una belleza por donde se la mire, con pueblitos encantadores cada diez kilómetros, con gente amable y tranquila, con una vegetación tierna, sin animales que causen heridas con sus mordiscos, zarpazos o picaduras mortales. Con su legado cultural, y estético de unas dimensiones incomparables.
Profundamente civilizada, hedonista y sofisticada, lúdica e intelectual, proletaria y burguesa, moderna y tradicionalista. No sólo no hay continente como Europa sino que a mi criterio, no hay sitio imaginable más confortable y tranquilo que Europa. Ni de semejante elegancia en las líneas y el relato, contenido y continente.
Ese encanto y mucho más, habitan en una cara de esa moneda. Pero las monedas tienen dos caras.
Desde el principio de los tiempos escritos e historiados, no mucho más que cada medio siglo, se suceden en Europa despiadadas contiendas bélicas, limpiezas étnicas o religiosas y devastadoras pestes y hambrunas.
En el siglo XX se vivieron varias de las mayores calamidades gestionadas por el hombre y su ambición, la primera y segunda guerra mundial. El estalinismo. El franquismo. El fascismo de Mussolini. La barbarie balcánica despedía el siglo.
Durante el año 1933 en Alemania, cuando subió al poder Adolf Hitler, las buenas maneras impedían tanto allí, como en alrededores, expresiones del leguaje, tan descaradas, como las que se utilizan hoy, para dirigirse a las razas que se consideraban inferiores. Pero escuchar dirigirse a los seres humanos como hoy lo hacen los más altos mandatarios de países tan importantes como Francia o Italia, dejando claro los planes que se tenía para ellos, era impensable. No encuadraba siquiera en lo que estaba aceptado culturalmente para el argot popular.
Las jerga usada hoy por primeros ministros, más bien se parece a la terminología utilizada por la aristocracia de siglos anteriores para dirigirse a los esclavos provenientes de África u Oceanía, a los cuales llamaban salvajes, con la misma carg despectiva que hoy conlleva el término inmigrante sub sahariano.
Incluso los dirigentes que se convertirían en los más conspicuos asesinos, unos pocos años antes de aquellas barbaries, utilizaban un leguaje sensiblemente más aséptico que Sarkozy o Berlusconi, al referirse estos últimos a los gitanos rumanos. Recién se empezó a hablar de expulsar de Alemania a los judíos abiertamente en el mismo 1939. Aunque la estrategia para La solución final ya estuviese marcada.
Resulta cuando menos, inquietante, que el jefe de estado de un país de la relevancia de Francia, se permita expulsar a seres humanos del territorio nacional, no por su delito, ni por su nacionalidad siquiera, sino por su condición étnica racial, y que se permita decirlo abiertamente, sin metáforas ni rodeos.
Resulta curioso que se consideren exageradas las comparaciones con la segunda guerra mundial, casualmente fueron los gitanos el grupo que primero recibió el rigor de la masacre segregacionista, al ser también el grupo étnico con menor poder y bienes de que apoderarse.
Muchos piensan que no es posible, en la Europa del euro, de los veinte, en la Europa de las fronteras abiertas, de la prosperidad, que se repitan patrones semejantes.
Pero se están cerrando fronteras, los veinte empiezan a excluir a sus pueblos, el euro se percibe como una lápida y la prosperidad viaja al lejano Oriente.
Siempre que se desató una guerra devastadora en suelo europeo, o bien se exterminaran las razas allende los mares, contó, incluso más que hoy, con un desarrollo y bienestar muy superior a los demás continentes, con más refinamiento y buenas costumbres que el resto del mundo, con una tradición cultural y de pensamiento filosófico, que tornaba casi ridícula, la idea de que en el continente Europeo pudiese tener lugar mayor barbarie, que el linchamiento del obispo de Garaudy , o los asesinatos de Jack the ripper.
El lenguaje revela, explica y define la conducta. Debemos cuidar el lenguaje. Debemos cuidar nuestra condición humana. Ni Hitler, ni Mussolini, ni Franco, ni Stalin, fueron extraterrestres, estaban compuestos de la misma materia prima y cromosomática que Gandhi y Lennon mi vecino y yo.
Cuidemos nuestras convicciones, nuestra confianza. Y no renunciemos a vigilar de vez en cuando las conductas, ni siquiera en Europa, mientras aún recibamos el cobijo de la más preciada cara de esta moneda en devaluación.
Señales de Humo
Salto al capitalismo.
http://www.elnuevoherald.com/2010/09/19/804798/martin-guevara-salto-al-capitalismo.html
Men at Work.
Aún cuando es bastante improbable que alguien sea inocente del todo habiendo sido confidente, corresponsable, subordinado y hermano de otro que se dedicó asegurar su fijación en la silla de mando, digo que sus características eran casi en todos los aspectos diferentes, aunque Raúl nunca osó siquiera insinuar una oposición a su hermano, construyó un modo de vida y una serie de códigos éticos, dentro de las Fuerzas Armadas, que demostraban su efectividad en la vida cotidiana. Esa personalidad no se reflejó jamás en valor suficiente para hacerle frente a los despropósitos de su hermano, ni aún en los puntos en que podría estar en mayor desacuerdo.
Raúl accedía a hablar públicamente del Che, tanto en su honor como en calidad de amigo personal, cosa que Fidel rehuyó durante años, hasta el veinte aniversario de su muerte, que apareció en un documental expresando su admiración por su antiguo amigo, y con la excepción hecha, de un discurso en Chile en 1971.
Un día, al no recibir ninguna carta de mi padre, mi madre me confesó que no se sabía nada de él, que pensaban que estaba en una cárcel a la que se había sabido que iba a ser trasladado, pero que no había ninguna seguridad. Ya habíamos escuchado las historias de primera mano de un preso uruguayo que la Junta Militar argentina había soltado, y que terminó reuniéndose con su familia que se encontraba exiliada, en Cuba.
Este hombre, había pasado algunos períodos de su estadía en prisión en las mismas cárceles que mi padre, y aparte de hablarme de la integridad y el valor de mi viejo, de su carácter firme, y solidario con los compañeros, también me contó que los traslados, a veces resultaban viajes al otro mundo, ya fuere por los golpes recibidos durante el mismo y el poco interés de recuperar al preso en la enfermería o directamente a causa del asesinato del reo, en algún recodo del camino. Varios compañeros de ellos habían desaparecido en esas circunstancias.
Llevaba años escuchando y viendo una gran variedad de barbaridades, pero aquella narración de primera mano, me estremeció de manera especial.
Recuerdo que me temí lo peor, pero no estaba preparado en absoluto para interiorizar que al viejo lo hubiesen liquidado en alguna zanja, entonces decidí pensarlo solo durante las noches , cuando no podía evitarlo. Fueron pocos días pero muy intensos, en los que tomé determinaciones de las cuales no fui capaz de retornar, ni quise hacerlo.
Comencé a beber los días de semana. Dejé de estudiar repentinamente, y me busqué un trabajo de ayudante de mantenimiento, en la sección de limpieza de una empresa civil militar en Guanabacoa.
Entré en ese destacado puesto, junto a mi amigo el Nene, gracias a la gestión de Orestes, que trabajaba allí durante las vacaciones para ganarse unos pesos. Se producían todo tipo de utensilios de cocina de aluminio, para las FAR. Recibiríamos por el desempeño de la tarea 92 pesos cada uno. Aunque no precisaba el dinero de esa paga, constituía un motivo para que los que habían empezado a recriminarme que había dejado los estudios, lo hiciesen en voz baja.
El responsable nuestro del Departamento de América, pensaba que el motivo primordial de trabajar en lugar de estudiar, era una provocación, un rechazo a ese mandato entre los familiares de los altos cargos, de que había que formarse como un cuadro revolucionario, y también a la tradición burguesa occidental de ser un joven educado de provecho, un modo más de molestar; pero lo cierto es que yo no programaba ni lo que haría durante el día.
Nos destinaron limpiar los latones de basura, los restos de un enorme banquete con que se habían auto homenajeado a base de pollo y puerco, justo el fin de semana antes de nuestro comienzo. Parecíamos dos soldados de avanzadilla inspeccionando el terreno enemigo antes de que la tropa decidiese avanzar. Era un martirio, y empeoraba en la medida que lo íbamos dejando para el día siguiente a causa del insoportable efluvio pestilente que emanaban aquellos latones.
Al Nene le habían dado la llave de un toro motor, de los que se utilizan para levantar palets, para auxiliarnos en la tarea de volcar los ocho cubos de basura podrida e inflamada, resultó de poca utilidad, cuando intentamos levantar el primero , para trasladarlo al sitio indicado, se nos fue de costado, derramando los pollos que asomaban sus lomos y panzas verdes e hinchadas, por encima del borde del latón.
Después de ese accidente pasamos la semana entera haciendo trabajitos de poca monta, hasta que llegó el viernes y el jefe, un gordo panzón que vestía guayabera y rezumaba orgullo por su posición y orondez, montó en cólera, y nos amenazó con echarnos el mismo Lunes si no acabábamos la tarea.
Una semana más tarde percibí la paga de dos tercios de un mes, además de la hoja donde figuraban los motivos de la expulsión por si necesitaba mostrársela a alguien. ¿Estaba bromeando?
Esa página escrita a máquina y con un sello de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que atestiguaba mi escasa disposición para el trabajo y la disciplina, eran lo único que tendría en las semanas siguientes para enseñar, aparte de mi particular versión del pasito de baile de Travolta en Saturday Night Fever.
90 Millas
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