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22 marzo 2023 3 22 /03 /marzo /2023 13:26

El partido de pelota que definió al campeón en la 5ª final del Clásico Mundial de Béisbol, fue lo mejor que he visto en mucho tiempo en deporte junto a la final del otro Mundial reciente, el de fútbol.

Ayer Japón cada vez que iba al bate ponía dos hombres en bases o las llenaba hasta la quinta entrada, cuando el picther estadounidense ponchó a un gran bateador con bases llenas y 3-1 en el marcador. Turner lo volvió a hacer y contra un pitcheo que jamás en mi vida vi algo igual. EEUU se abrochó los pantalones a mitad del partido e impidió más carreras, pero no pudo con el mejor equipo del mundo, del país que son los Reyes en unos jóvenes Clásicos Mundiales de Béisbol, con nada menos que tres preseas.

¿Qué hablar de Shohei Ohtani que no haya dicho él ya en el campo? Es el pelotero más integral, más completo y bestial que mis ojos han contemplado a lo largo de toda esta maravillosa vida.

Como en fútbol, Inglaterra lo inventó pero Brasil es el mayor campeón mundial, en béisbol, lo inventó EEUU pero es Japón el mayor exponente, aunque inmediatamente detrás están los creadores.

Me dio mucha pena ver caer a Cuba días atrás, selección con la cual yo iba porque esto es un campeonato de deporte no un congreso de partidos políticos, de hecho no sé ni quiero saber que piensan los peloteros japoneses ni los estadounidenses, ni siquiera mi vecino ni que ninguno de ellos tengan que saber lo que pienso yo. Pero con un 14-2 no cabe lamento, en una derrota así la primera ausencia es la de la dignidad y la vergüenza, porque ningún equipo es tan malo en ningún deporte para caer así en una semifinal. Siempre nos quedará la duda del verdadero nivel de aquellos peloteros del Cuba desde los años '7' de Capiró y Marquetti, hasta los '80 de Pedro Medina, Vinent, Cheíto, Anglada, Urquiola y tantas figuras enormes de este deporte. Era una pelota de altura, pero nunca pudimos verla refrendada contra los profesionales de la MLB, y no había ninguna otra razón que la política, incluso ni eso, la razón era el miedo de Fidel Guarapo castro a ver caer a Cuba contra EEUU, porque la pelota profesional y amateur no presentaba ninguna diferencia como sí ocurría con el boxeo, y las circunstancias que nos impidieron ver un Teófilo Stevenson- Mohamed Alí, encuentro en que había tal interés que fue Don King a hacer los arreglos a Cuba.

Por eso ayer disfruté como un enano, no con la nostalgia amarga que es común cuando el equipo de tus simpatías queda en el camino, sino extasiado de ver después de tanto tiempo a dos titanes beisboleros de semejante calidad frente a frente. Ayer Japón-EEUU y antes de ayer México-Japón, sin desmerecer el EEUU-Venezuela, después de una eternidad, volví a ver béisbol al duro y casi sin guantes.

 

Pelota en la altura
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21 marzo 2023 2 21 /03 /marzo /2023 21:47

Tenía una amiga holandesa, linda y lanzada, una vez me interpeló porque le parecía que yo no tenía un proyecto de vida.

-Las personas, los seres humanos, se caracterizasen por tener un proyecto, ese es el sentido de la vida

Le dije "mira Berg, no sé a que llamas proyecto, pero yo sí tengo uno muy grande, y está omnipresente, es vivir la vida cada minuto, a cada paso, reír todo lo que pueda mientras el eco lo permita, comer lo que más me guste en esos piringundines aceitosos,que no grasientos, pasear, viajar sacando la cabeza por la ventanilla del tren, mirar, leer, escribir, escuchar música, cantar, dormir todo lo que pueda sobre todo una vez que se agoté el sueño necesario, sobar ese sueñecito ora ligero ora profundo que se disfruta como un masaje de tetas. Le expliqué que recibir sus mamadas eran uno de mis mejores proyectos de vida, y tomar alcohol de manera integral, concienzuda, seria, hasta tambalearme, zigzaguear y volcar, nunca entendí a los que beben y después tratan de caminar recto, si la gracia de haberse tomado tanto tiempo y miolestias está en el pedo, en ver doble, en la risa pavota, el paso sinuoso y el desequilibrio abismal, beber e intentar parecer sobrio es como ordenar platos sabrosos en un restaurante y solo olerlos, chupar una bombacha. Bueno según que bombacha sobre que concha.

"Berg, trabajar aliena alejando al soñador de un proyecto irrealizable, que son los que valen la pena y lo somete al rigor de la materia, aspereza de los ángulos, las esquinas y el alcance de las verdaderas posibilidades, la posición apropiada, el imperio de los límites del miedo. La perspectiva del trabajo me espanta”.

Me dijo, que incluso toda la aparente libertad que mostraban sus compatriotas de su generación no era otra cosa que obedecer, como calvinistas al fin y al cabo, el dictado de la época, pero que el orden interior llevaba a construir o destruir en un estricto tiempo lineal, entonces aunque le subyugaba el sinsentido de mi vida, por otro lado le ponía absolutamente histérica.

Lo cierto es que viví mucho tiempo así, no todo era placer, la mayoría era angustioso y agobiante, sofocante y atemorizador, electrizante y placentero, variante e imprevisible. Y tras unos años me detuve y es cuando más me moví, pero con un objetivo, un proyecto al estilo de mi amiga nórdica en los sures, un movimiento constante respecto de lo demás con una quietud pétrea en el interior.

Hoy me acordé de Berg porque me pregunté ¿qué tipo de proyecto me seducirá de ahora en más? La pregunta ¿qué hacer? me llevó al segunda interrogante ¿hay ganas de hacer?

Existen comunidades que han permanecido durante milenios en idénticas condiciones de vida, de caza, de concepción de comunidad, empeñando la transformación en la galaxia interna, al mismo tiempo otras han pasado esos milenios desarrollando todo de la silueta hacia afuera, el medio ambiente, la técnica, la ciencia, y dejando intacta la torpeza del alma.

Llevo una pizca de ambas en el aire que me envuelve, en la nube que me legó el dragón azul.

 

Universo mamerto
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18 marzo 2023 6 18 /03 /marzo /2023 18:12

Acaso más que a nada, yo le deba las ganas y la confianza para escribir a Enrique. Claro que primero estuvo Gladys y que todo parte de mi madre que garabateaba sus poemas y esos parientes paternos tan apegados a la literatura, que el que no parecía un escritor frustrado, era un pintor o un dibujante en sempiterna espera. Ningún músico, quizás con un mínimo de oído que me hubiese permitido reproducir Let it be sin que pensasen que estaba tarareando el happy birthday, yo habría sido el primero de la saga.

Una noche en que ya se había ido la mayoría de periodistas de la redacción del diario Nuevo Sur, donde  me desempeñaba como cadete de tráfico, Enrique me propuso escribir cada uno un cuento pequeño de una página y leerlo después, lo escribí a máquina, cosa rara porque mi pasión era garabatear papeles con mi letra de mosquitos aplastados y borrones de corrección, pero me señaló una máquina de escribir, y me dije "bueno, manos a la obra pequeño ruiseñor" , al cabo de un rato cambiamos las hojas, yo me sentía halagado de leer uno de sus historias antes que nadie, antes de que estuviese en una de sus columnas o revistas, pero mi sorpresa fue mayor cuando vino y me dijo "esto es una maravilla, ¿querés escribir en mi revista?".

No importaba que yo supiese que en ese entonces su revista estaba cerrada, que escribía notas para otros como en el caso de Sur, aunque sabía que la abriría en breve, lo importante era lo que le había provocado ese cuento, en el que recuerdo que descansaba cierta intuición, algo de cualidad natural para narrar y parte del acervo recabado durante tantas horas de lectura, de los, sin falsa modestia, mejores libros, y donde bauticé uno de los personajes más queridos, la casi perfecta Elektra. Tan efusivo se mostró que me invitó como siempre a tomar ginebra en el bar de enfrente a la redacción, pero esta vez pagando él.

Ya éramos en cierta forma compinches, y ese sucedáneo de la amistad nació de las aficiones mutuas. Una tarde cuando estaba casi en pedo, le ofrecí un trago de ron que yo fabricaba con el alcohol de 96 grados del botiquín, el té del termo, un poco de agua y una pizca de azúcar. Solía empezar a beberlo desde que llegaba al trabajo en los vasitos de café y té de color beige, así, sobre las doce de la noche hora de salida ya me iba listo para acostarme y dormir sin riesgo de insomnio. En pago a mi generosidad un día Enrique me llamó al baño que estaba a mitad de la redacción y me ofreció un "pelpa" de merca, envuelto en forma de sobrecito en papel glacé, como se usaba entonces en Buenos Aires, me pareció brillante ese intercambio que lo hicimos dos o tres veces más hasta que él advirtió que el ron no era de gran bouquet y me lo hizo saber, así que le conté como lo fabricaba a primera hora, y entonces me dijo:

-Quedate tranquilo, que la merca es un poquito de cocaína con bastante aspirina-  cosa que era de suponer, porque en aquel entonces las veces que yo daba un nariguetazo de merca, era para levantarme de la curda y sus pelpas solo me daban más sueño. Motivo suficiente para echarnos a reír y continuar con el intercambio nocturno, pero sin la magia de la ingenuidad.

Al final ni escribí en Cerdos y Peces ni nos vimos más, tras un día cercano a ser invitado a dejar el diario por la dirección, en que Symns me invitó a una fiesta de Cerdos, tocaban unos jovencísimos "Los Piojos", a donde acudí con mi amigo Marcelo, y cuando estaba sentado en una banqueta de la barra, se acercó la musa de Enrique, Vera Lamb, en medio de la charla le toqué las tetas y cuando empezaba a transmitir la sensación desde la yema de mis dedos a través de los vaso conductores hacia la raíz y el tallo, me soltó una piña en pleno rostro que fui caer de espaldas al suelo del bar, del que me recogió Marcelo invitándome a dar por cerrada aquella noche de rock autóctono. Nunca más vi ni supe de Enrique, más allá de que seguía escribiendo y buceando en el under porteño, imaginé que seguiría cambiando merca trucha por tragos más o menos trucados.

Hoy me entero de que se fue este hidalgo del reviente, que vivió entre gitanos en Andalucía, que dirigía revistas que acogían a todo aquel que deseaba escribir una página como Bukowski, padrino espiritual de los Redonditos de Ricotta, amante de Vera y alter ego de Luca Prodan.

Adiós Enrique, buen shot.

 

Buen viaje Enrique Symns
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18 marzo 2023 6 18 /03 /marzo /2023 12:23

Toscar no dejaba de pensar en alguna venganza contra los estamentos jerárquicos de la empresa, pero sabía que para eso tenía que trabajarlo mucho. Primero mejorar su posición económica, era fundamental, porque aunque empezó a sentir una especie de culto al justiciero de Olot, aquel que se llevó puestos con una escopeta a los hermanos explotadores y estafadores para quienes trabajaba y que le debían cinco meses de sueldo mientras se daban la gran vida, y al director de la oficina bancaria que estaba por quitarle todo, junto a la empleada que cada vez que lo veían entrar lo destrataba de una forma humillante. ¡Pum! y se acabó, no más tensión en cada músculo, ni toneladas en los hombros, ni dolor punzante bajo las cejas, ni cabeza baja, ni sensación de ahogo en la madrugada, se quitó todo en una tarde, y se entregó a las autoridades con una sonrisa en el semblante que revelaba un alivio tan profundo, que fácilmente podía confundirse con la felicidad.

Pero el justiciero de Olot estaba preso y eso era algo que no le permitía ensoñar el pensamiento en paz, terminarlo con una lazo perfumado. No era justo que cada vez que alguien harto de ser pisoteado decidiese romper el acostumbrado mecanismo de aplastamiento hasta la desintegración, por sí mismo y por el resto de los pisoteados que por las más diversas causas no pueden patear la mesa del pan duro, termine preso o muerto.

Una tarde hablando con Albertico Toscar le dijo que con el tiempo deseaba crear un pueblo donde consiguiese alojar a los personajes más pérfidos dentro de los que abusan del poder, No solo delincuentes sino aquellos cuyo delito consistiese en ejercer el poder que tienen sobre una o más personas. Albertico le dijo:

-Y al primero que metemos  ahí es a tus viejos y a los míos.

-Albertico, imagínate a todos esos hijos de puta abusadores, trabajando con las manos, cargando cubos de cemento, echando mezcla con cuchara de albañil, subidos a andamios a más de treinta metros de altura, sin seguridad, con cascos sucios, con lluvia, nieve, sol que raja las piedras, o viento huracanado, llorando en la noche por las ampollas, preguntándose entre todos ellos en el único bar del pueblo roñoso, pestilente, tomando un café mezcla, al inicio, y con el tiempo bebiendo alcohol barato, vino de tretra brik por el tiempo que duraría tal suplicio, y que habrían hecho para merecerlo, mientras con el paso de las semanas los menos pervertidos por la crueldad que les atenazó el alma a todos en sus burbujas de poder, comenzasen a comprender lo que habían hecho, la asfixia que habían impreso a seres que entonces ni siquiera consideraban humanos, a los que tenían ubicados socialmente por debajo de sus mascotas, incluso de los animales del zoológico, de quienes entendían requerían mayores cuidados que sus propios empleados. Y los que no tuviesen aguante para el trabajo, a dormir en las esquinas apestadas de cáscaras de tubérculos baratos y salpicadas de botellas del primer aguardiente de la prensa, recogiendo cabos de cigarrillos, empujados por los buenos obreros cada vez más al margen del pueblo y más cerca del basurero. Les pondremos también como hicieron ellos, unos curas con grandes templos que a cambio de una entrega absoluta les arrojen unos rescoldos de banquetes pasados, aún así se salvarán de que esos prelados se beneficien las postrimerías sus hijitos, detrás en la sacristía. Imagínatelos discutiendo entre ellos cuando unos comenzasen a visibilizar el daño ocasionado, mientras los otros tozudos en su incapacidad para distinguir el bien del mal, no solo continuasen sorprendidos con el castigo reformatorio, sino que formasen cédulas con el fin de rebelarse al sistema impuesto, y los que se distanciasen de los “desafectos” fuesen a informar a la policía que habríamos organizado, con idénticos mecanismos de actuación que la que los protegía a ellos y sus intereses, y entonces entrase a sus apartamentos tirando la puerta abajo y tras un buen ramillete de porrazos, puñetazos y patadas, los subiesen a una patrulla camino a un calabozo donde esperarían unos pocos días en recibir la condena de jueces tan imparciales como los que ellos manejaban a su antojo, recibiendo penas de mínimo veinte años de reclusión en una prisión infecta sin derecho a revisión de pena, por pertenecer a una organización terrorista con fines de atentar contra la autoridad establecida. Sus esposas deberían salir a trabajar de lo que fuese si quisiesen comer. Algunas, las más “buenorras” desde los cánones patriarcales, que aun después de parir como lazo al patrimonio, y tras las toneladas de potingues de calidad, seguían estando de buen ver, acaso preferirían ir a alquilar servicios sexuales en la parte trasera de las chatarras de coches que pudiesen permitirse los puteros, sobre tenazas, llaves, cubos de albañil, cal y cemento, con mucho sigilo ya que la prostitución estaría prohibida en el pueblo para pobres y a la que atrapasen podría ir a pasar unas cuantas navidades en la prisión contigua a la de su esposo, dejando los niños en caso de que hubiese, al cargo del estado con los recursos de este destinado a ese tipo de criaturas. Hoy creo que sería magnánimo, pero llegado ese momento pondría a prueba mi compasión, de que madera estoy hecho, con la suerte de esos niños.  Mientras las que ya de tanto tomar té con tarta por las tardes y de comer las exquisiteces que sus criadas sudamericanas o africanas les cocinaban al mediodía y por la noche hubiesen desarrollado prominentes abdómenes, caderas con más chicha que tendón y muslos fofos, tendrían la bendición de empoderarse, trabajando en el tajo, afianzarían la novísima vuelta de tuerca del feminismo dotando también de deberes la inacabada moneda que solo mostraba la cara de los derechos. O cualquier otro trabajo de provecho, sobre todo los que tendrían muy visto a lo largo de su vida privilegiada en las habilidades de su servidumbre, aunque probablemente no con ánimos de aprender. Podrían volcar todo lo aprendido, o más bien lo recordado de sus mucamas en las casas a las que fuesen a limpiar, lavar ropa, tender camas y asear inodoros empercudidos, de hogares súper humildes como el de ellas mismas, pero de albañiles y albañilas, mineros y mineras, deshollinadores y deshollinadoras, aplicadores y aplicadoras de alquitrán en la carretera, destapadores y destapadoras de cloacas, electricistas de postes de alta tensión, empleados y empleadas en mataderos, peones y peonas de campo, y un largo etcétera componente de los trabajos más duros en las clases bajas, que hayan asumido obedientemente el nuevo estado de las cosas y se hayan resignado a ser buenos ciudadanos y ciudadanas. Personas de bien y no terroristas o antisociales. Estas mujeres percibirían menos que las otras por media hora de fricción corporal, pero ni correrían riesgo de ir presas, de ser goleadas en la noche, abusadas en las furgonetas chatarra, ni de adquirir enfermedades venéreas, aunque no se salvarían de los cientos de enfermedades que esos trabajos, siempre, indefectiblemente, si no es una es otra, terminarán aportándoles a su salud: artrosis brutal prematura, neumonía, cúmulo de alergias, mordidas de perros, arañazos de gatos, contusiones por caídas, escoliosis, dolores de todo el cuerpo por el exceso de horas para cumplir la norma. Enfermedades degenerativas que más tarde o más temprano las retirarán del servicio doméstico con una ínfima pensión que les dará para descansar en paz esperando antes a la pelona en el lecho que al terrorista del marido, que en el mejor de los caso llegaría muy cambiado tras veinte años conviviendo con la peor calaña de la trena. En cambio imagínate a los que aceptasen el modo de vida mismo que ellos ofrecieron a sus subordinados. Al cabo de cuarenta años podríamos convocar una especie de congreso para compartir experiencias, aprendizajes, conminarlos mediante una suma paupérrima pero motivadora dados sus ínfimos emolumentos, a escribir, a dejar constancia de sus reflexiones, escarmientos, criticas, descargos en su favor, todo lo que se les ocurra, libertad expresiva por un mes para que, con arreglo a la ley y el orden por supuesto, manifestasen lo más granado que el acervo recogió de los cuarenta años de experiencia empática con sus ex antagónicos, la experiencia de la inversión de la tortilla. Imagínatelos con todos esos dedos enormes,  como los de los albañiles que debieron comenzar a echar mezcla con el padre desde los doce años, con la carne de las yemas sin huellas dactilares engrosados bordeando la uña a tal punto que la hunden barnizada de mezcla endurecida por siempre, las palmas de la mano plagadas de relieves y rugosidades callosas que les convierte en un suplicio el simple hecho de poner en hora un reloj de pulsera, las caras deformadas por la ingesta de alcohol de altísima graduación y pésima elaboración, las orejas grandes, las calvas irregulares, el escaso pelo ralo, alambroso, la tez bruñida de mal sol, bronceado diferente al de cuarenta años atrás, tetas caídas de mala alimentación barrigas enormes de fritangas y caldos especiados con chorizo de lata, con los ojos rojos de resaca y el ceño vencido hacia las mejillas. Imagínate los resultados del simposium, dejaríamos participar también, por un fin de semana de manera oral, a los terroristas y a las putas desde las prisión, es casi más motivante conocer el crisol o acaso el carácter monolítico que arrojarían esas conclusiones, recogidas en una especie de  “manual para la convivencia”, que el placer supremo de verlos trabajar y percibir el cheque de quinientos morlacos a final de mes que solo les alcanzase para arroz, papas, huevos algún pollo, unos tres bombillos encendidos a la vez en la casa, aguardiente feroz y jabón de lija. Que no te niego Albertico, lo placentero y reparador que sería verlos llorar como plañideras pero todavía más esperanzadora es la ilusión de poder leer sus observaciones al cabo.

-La verdad es que sí, deberíamos empezar a intentarlo. Pero después de la reunión ¿qué, los soltamos a todos, los invitamos a saltar del acantilado?

-No, ya tengo todo planeado. ¿Nunca viste esas películas en que un grupo de ricos buscan la forma de convencer a un mendigo para asistir a una caza, y cuando llega la hora le comunican que la presa será él? En algunas le ofrecen unos cuantos miles que podrá disfrutar si logra llegar a un punto generalmente lejano, en otras le ofrecen la vida. El argumento de esas pelis está tomado de la realidad, en un país que no recuerdo, desarticularon una banda que organizaba ese tipo de cazas a las personas más desgraciadas de la sociedad. Y que probablemente se replique en otros países con vigilancia nula de la ley, o de la justicia social. Pues mi idea es reproducir esas cazas, pero al rico. Ofrecerles a los afortunados que lograsen alcanzar ciertos límites dentro del territorio que deberíamos tener controlado para la ciudad reformatorio y alrededores,  quedasen, de algún modo, libres, aunque jamás podrían regresar a su antiguas vidas, países, ni por supuesto a gozar de aquel poder y comodidades, pero disfrutarían de una vida más frugal, podrían gozar de un trabajo liviano incluso según la edad de una pensión justa que les alcanzase para algún pequeño lujo de vez en cuando. El único tema que debemos pensar para esa caza, es quienes serían los cazadores, que obviamente deberían provenir de los bolsones de seres damnificados por sus presas. Esto nos plantearía varios inconvenientes, el primero que se me ocurre es que si la caza la organizamos pasadas décadas de los abusos cometidos, habrá un problema de edad y acaso, la merma de los ánimos de venganza de la victima. Si lo organizamos apenas sean secuestrados para introducirlos en la ciudad reformatorio, cuando todavía esté fresca y vivaz la bronca de la victima, en caso de conseguir la libertad, el o la castigada no habría aprendido nada de lo que deseamos enseñarle. Luego está el detalle de la confidencialidad en la caza, y tener en cuenta que si bien comenzamos esta actividad lúdica más con el fin de establecer una justicia terrenal, al cabo de cada expedición o bien deberíamos realizar un trabajo minucioso con los cazadores para liberarlos de culpas, o bien deberíamos asumir los mecanismos de la naturaleza humana una vez que se tiene acceso al poder sobre las personas, y una vez que se experimenta el placer del resarcimiento a gran escala, no de la revancha de andar por casa, sobre conocidos, compañeros, vecinos incluso familiares, sino en una dimensión desconocida, a donde solo se llegaba con grandes sublevaciones, revoluciones altisonantes, pero sin necesidad de disfrazar la épica de un fin humanitario, sino de la más pura y auténtica venganza. La posibilidad de la revancha sobre el mayor culpable de los males, utilizando toda la fuerza que la bronca requiera o pueda producir, arribando al acto más liberador imaginable, pero admitiendo que deja un poso de mal, de conocimiento del placer de ocasionar daño, que de alguna manera justifica a cada ser maligno de este mundo previo y posterior al experimento, que atenta contra el propio fin de la ciudad reformatorio, ya que perpetúa la exacerbación de la crueldad siempre que el poder lo permita.

Salvando algunos pequeños detalles, de importancia pero no determinantes, Toscar y Albertico, tenían un proyecto sólido en mente. Faltaba un fuerte giro del universo para que también estuviese entre manos.

-No jodas Toscar, vamos a ver que podemos hacer para juntar unos morlacos y los sueños los dejamos para lo noche, en la soledad en que es menester recibir a Morfeo.

 

 

Detalle del Jardin de las Delicias "La tabla del infierno", el Bosco

Detalle del Jardin de las Delicias "La tabla del infierno", el Bosco

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9 marzo 2023 4 09 /03 /marzo /2023 17:07

Cinco cartas de Ernesto Guevara de la Serna a su esposa de entonces, Aleida March, en diferentes etapas desde que abandonó su comodidad en el poder cubano, para concretar sus ideas de lucha por el mundo África, Praga, Bolivia cerca del fin, muestran la pasión del Che por la epístola y el amor a la poesía.

Mi única en el mundo:

(Se lo pedí prestado al viejo Hickmet)

¿Qué milagro has hecho con mi pobre y viejo caparazón, ya no me interesa el abrazo real y sueño con las concavidades en que me acomodabas y en tu olor y en tus caricias toscas y guajiras?

Esto es otra Sierra Maestra pero sin el sabor de la construcción ni, todavía al menos, la satisfacción de sentirlo mío.

Todo transcurre con un ritmo lento, como si la guerra fuera una cosa para pasado mañana. Por ahora, tu temor de que me maten es tan infundado como tus celos.

Mi trabajo se compone de la enseñanza de francés en varias clases al día, aprendizaje de swahili y medicina. Dentro de unos días comenzaré un trabajo serio, pero de entrenamiento. Una especie de Minas del Frío, de la de la guerra; no la que visitamos juntos.

Dale un beso cuidadoso a cada crío (también a Hildita).

Sácate una foto con todos ellos y mándala. No muy grande y otra chiquita. Aprende francés, más que enfermería y quié­reme.

Un largo beso, como de reencuentro.

Te quiere

Tatu

No me chantajees. No puedes venir aquí ahora ni dentro de tres meses. Dentro de un año será otra cosa y veremos. Hay que ana­lizar bien eso. Lo imprescindible es que cuando vengas no seas “la señora” sino la combatiente, y para eso debes prepararte, al menos en francés…

Así ha pasado una buena parte de mi vida; teniendo que refrenar el cariño por otras consideraciones y la gente creyendo que trata con un monstruo mecánico. Ayúdame ahora, Aleida, sé fuerte y no me plantees problemas que no se pueden resol­ver. Cuando nos casamos sabías quién era yo. Cumple tu parte de deber para que el camino sea más llevadero, que es muy largo aún.

Quiéreme, apasionadamente, pero comprensivamente, mi camino está trazado, nada me detendrá sino la muerte. No sien­tas lástima de ti; embiste la vida y véncela, y algunos tramos del camino los haremos juntos. Lo que llevo por dentro no es ninguna despreocupada sed de aventuras y lo que conlleva, yo lo sé; tú debías adivinarlo […].

Educa a los niños. No los malcríes, no los mimes demasiado, sobre todo a Camilo. No pienses en abandonarlos porque no es justo. Son parte nuestra.

Te abraza con un abrazo largo y dulce, tu

Tatu

Mi querida:

Alcancé la otra carta que te mandaba. Todo se precipitó en forma contraria a las esperanzas. El desenlace te lo puede contar Osmany; solo te diré que mi tropa, de la que me sentía orgulloso y seguro los primeros días, se fue diluyendo, o mejor dicho, reblandeciendo como manteca en la sartén y se me escapó de la mano. Volví, por el camino de la derrota, con un ejército de sombras. Ya todo ha pasado y viene la etapa final de mi viaje y la definitiva; solo me acompañarán ahora un puñado de elegidos con estrellas en la frente (las martianas, no las de comandante).

La separación promete ser larga, tenía la esperanza de poder verte en el tránsito de lo que parecía una guerra larga, pero no fue posible. Ahora habrá entre nosotros una cantidad de tierra hostil y hasta las noticias encarecerán. No te puedo ver antes porque hay que evitar toda posibilidad de ser detectado; en el monte me siento seguro, con mi arma en la mano, pero no es mi elemento el deambular clandestino y tengo que extremar las precauciones.

Ahora viene la etapa verdaderamente difícil para todos y hay que prepararse a soportarla; espero que sepas hacerlo. Tie­nes que soportar tu cruz con entusiasmo revolucionario. Si llego a destino, cuando lo sepan, harán todo por ahogar la cosa en germen y las medidas profilácticas de aislamiento se harán más rígidas. Siempre encontraré la manera de hacerte llegar unas líneas, pero si no se puede no pienses lo peor; en el punto de destino seré fuerte otra vez, a pesar de la diferencia de medios que tendré al principio.

Me cuesta escribir; o son los detalles técnicos que no deben interesar, o los recuerdos de toda la vida pasada que tardará en volver. Porque has de saber que soy una mezcla de aventu­rero y burgués, con una apetencia de hogar terrible pero con ansias de realizar lo soñado. Cuando estaba en mi burocrática cueva soñaba con hacer lo que empecé a hacer; y ahora, y en el resto del camino, soñaré contigo y los muchachos que van creciendo inexorablemente. Qué imagen extraña deben hacerse de mí y qué difícil será que algún día me quieran como padre y no como el monstruo lejano y venerado, porque será una obli­gación hacerlo.

Cuando arranque te dejaré unos libros y notas, guárdalos. Me he acostumbrado tanto a leer y estudiar que es una segunda naturaleza y hace más grande el contraste con mi aventure­rismo.

Como siempre, te había hecho un versito y, como siempre, lo rompí. Cada vez soy mejor crítico y no quiero que me pasen accidentes como los de la otra vez.

Ahora, que estoy encarcelado, sin enemigos en las cercanías ni entuertos a la vista, la necesidad de ti se hace virulenta y tam­bién fisiológica y no siempre pueden calmarlas Karl Marx o Vla­dimir Ilich.

Dale el beso especial a la cumpleañera; no le mando nada porque es mejor desaparecer totalmente. Te vi de poses en una tribuna, estás de lo más bien, casi como en los días felices de Santa Clara. Yo también me aproximé a ese ideal, pero ahora vuelvo a ser el insignificante Sansón Pelao.

Educa los niños. Siempre me preocupan los hombres, sobre todo, e insístele al viejo para que los visite. Dale un abrazo a los buenos viejos que tienes por allí y recibe el tuyo, no el último pero con todo el cariño y la desesperación como si lo fuera. Un beso.

Ramón

Me cuesta escribir; o son los detalles técnicos que no deben interesar, o los recuerdos de toda la vida pasada que tardará en volver. Porque has de saber que soy una mezcla de aventu­rero y burgués, con una apetencia de hogar terrible pero con ansias de realizar lo soñado. Cuando estaba en mi burocrática cueva soñaba con hacer lo que empecé a hacer; y ahora, y en el resto del camino, soñaré contigo y los muchachos que van creciendo inexorablemente. Qué imagen extraña deben hacerse de mí y qué difícil será que algún día me quieran como padre y no como el monstruo lejano y venerado, porque será una obli­gación hacerlo.

Cuando arranque te dejaré unos libros y notas, guárdalos. Me he acostumbrado tanto a leer y estudiar que es una segunda naturaleza y hace más grande el contraste con mi aventure­rismo.

Como siempre, te había hecho un versito y, como siempre, lo rompí. Cada vez soy mejor crítico y no quiero que me pasen accidentes como los de la otra vez.

Ahora, que estoy encarcelado, sin enemigos en las cercanías ni entuertos a la vista, la necesidad de ti se hace virulenta y tam­bién fisiológica y no siempre pueden calmarlas Karl Marx o Vla­dimir Ilich.

Dale el beso especial a la cumpleañera; no le mando nada porque es mejor desaparecer totalmente. Te vi de poses en una tribuna, estás de lo más bien, casi como en los días felices de Santa Clara. Yo también me aproximé a ese ideal, pero ahora vuelvo a ser el insignificante Sansón Pelao.

Educa los niños. Siempre me preocupan los hombres, sobre todo, e insístele al viejo para que los visite. Dale un abrazo a los buenos viejos que tienes por allí y recibe el tuyo, no el último pero con todo el cariño y la desesperación como si lo fuera. Un beso.

Ramón

Amor: ha llegado el momento de enviarte un adiós que sabe a campo santo (a hojarasca, a algo lejano y en desuso, cuando menos). Quisiera hacerlo con esas cifras que no llegan al margen y suelen llamarse poesía, pero fracasé; tengo tantas cosas ínti­mas para tu oído que ya la palabra se hace carcelero, cuanto más esos algoritmos esquivos que se solazan en quebrar mi onda. No sirvo para el noble oficio de poeta. No es que no tenga cosas dul­ces. Si supieras las que hay arremolinadas en mi interior. ¡Pero es tan largo, ensortijado y estrecho el caracol que las contiene, que salen cansadas del viaje, malhumoradas, esquivas, y las más dulces son tan frágiles! Quedan trizadas en el trayecto, vibracio­nes dispersas, nada más. […].

Carezco de conductor, tendría que desintegrarme para decír­telo de una vez. Utilicemos las palabras con un sentido cotidiano y fotografiemos el instante.

Así te quiero; mirando los niños como una escalera sin histo­ria (allí te sufro porque no me pertenecen sus avatares), con una punzada de honda en los costados, un quehacer apostrofando al ocio desde el caracol […].

Ahora será un adiós verdadero; el fango me ha envejecido cinco años; solo resta el último salto, el definitivo.

Se acabaron los cantos de sirena y los combates interiores; se levanta la cinta para mi última carrera. La velocidad será tanta que huirá todo grito. Se acabó el pasado; soy un futuro en camino.

No me llames, no te oiría; sólo puedo rumiarte en los días de sol, bajo la renovada caricia de las balas […].

Lanzaré una mirada en espiral, como la postrera vuelta del perro al descansar, y los tocaré con la vista, uno a uno y todos juntos.

Si sientes algún día la violencia impositiva de una mirada, no te vuelvas, no rompas el conjuro, continúa colando mi café y dejáme vivirte para siempre en el perenne instante.

El Che escribiendo

El Che escribiendo

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4 marzo 2023 6 04 /03 /marzo /2023 19:50

Creo que la buenaventura, esa que otros llaman dios o cosas así, me dio más que a Elon Musk. A los treinta y cinco años yo tenía que haber muerto varias veces, y no solo no la espiché, sino que aunque un poco tocado en algunas esquinas, en otras soy un toro. Que digo un toro, un león. Que digo un león un tigre diente de sable..

Lógicamente modifiqué algunos hábitos, hago ejercicios dos horas al día seis días a la semana, no fumo ni tabaco ni porros, no bebo, no meto cocaína ni ácidos, ni otras pastillas que las recetadas para el cuore. Como bien, singo pausado, sin prisa, sin locura, sin arrebato, allegro ma non troppo. Hoy al pasar frente al espejo del vestuario del gimnasio, vi que tenía un pliegue de la nalga demasiado acusado y la bolsa de los huevos cayendo a la misma altura que el glande del rabo, está bien que mi rabo no es el del moreno del whatsapp pero tampoco como para dejarse empatar así, y entonces me dije "coño man ¿qué más quieres? lo importante es que estás aquí!"

La universidad de los límites de la vida no enseña nada que sirva de verdad, excepto una cosa, que nada puede enseñarte lo que te enseña vivir al límite.

Muchos que vivieron como yo, se fueron, los que conocía de esos estarán esperándome unos con los brazos abiertos, otros en guardia. Demasiados quedaron hecho un estropicio que ni siquiera pueden camuflar, agradezco a cualesquiera que sean los vientos  que lleven la suerte y a la depositen en el lado adecuado de la delgadísima línea entre una cosa y la otra, por poder decir, heme aquí, tembonsón y relativamente cómodo con lo que soy.

Pero ¿qué soy, en qué me ha convertido tanto cuidado por no acompañar a mis compinches de huída por el filo?

¿A qué huelen hoy mis blue jeans si ya no están empercudidos del polvo de la pasión y solo le caen pequeñas motas de la buena senda? ¿Qué reemplazó a la sonrisa amenazante, a las puntas desprolijas moviéndose al son de unos versos declamados en pedo o de una versión plenamente libre de un pasaje de Erasmus de Rotterdam, sacado del pequeño libro de papel de arroz, bordes bañados en oro y tapa de cuero fina, que conservaba como única posesión junto a las Adidas Nadi de Dina? ¿A dónde llevarían aquellas plegarias al sol?

¿Tuvieron reemplazo aquellas zapatillas en cuanto el calcañar perforó la suela tras diez años de uso?

Lo esencial se resume en el condimento, el resto solo es gas.

Gas, gas, gas.

 

Viejas Adidas Nadi de Dina

Viejas Adidas Nadi de Dina

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3 marzo 2023 5 03 /03 /marzo /2023 13:51

Isabel Díaz Ayuso, como recomienda su consejero de imagen, espoleó con fuerza a la pinza para que se le vaya al galope, pero muy, muy lejos.

Ya cuando subía al estrado antes de ser presidenta con su camisa verde olivo, decía un agravio detrás de un disparate sin inmutarse, olía a una política audaz con una temeridad limítrofe. Cuando consiguió su primer gobierno a través de lo que hoy ella misma denomina “conspiración para el poder” con Vox y ciudadanos, contra Gabilondo que había ganado claramente las elecciones, abría los ojos como el dos de oro cada vez que se le acercaba una cámara, su avidez de fama había puesto de relieve lo que le decían de pequeñita “ay que mona, que ojazos que tiene” y donó a la antología de “memes” un buen puñado de instantáneas con semblante de gemela de la muñeca Annabelle.

Tras la segunda legislatura en la que ganó con mayoría suficiente, fue aminorando el esfuerzo que requiere semejante apertura de los párpados, y comenzó a centrarse más en sonreír con ternura entre los suyos y los de Vox, pero con una actitud adusta en presencia de la oposición, no tanto la de Madrid, a al cual inteligentemente despreció desde el inicio, sino al gobierno Nacional, y casi con exclusividad obsesiva, a Pedro Sánchez. Si fuese una novela Venezolana escrita por Izaguirre, lo más probable es que adjudicasen esa fijación a un enamoramiento tan excesivo como poco correspondido, que sólo puede manifestarse a través de hostilidades y cualquier freudiano lacaniano advertiría sobre una pasión latente por las políticas revolucionarias expresadas en sus constantes manifestaciones iconoclastas y rebeldes casi adolescentes. Tan fue así que demostró su fuerza y su incorrección cargándose al presidente de su propio partido, y consiguió que todos olviden las razones más acuciantes de ese fratricidio, una seria acusación de Pablo Casado sobre la poco decorosa comisión del hermano de Ayuso por surtir de mascarillas la Comunidad de Madrid en un delicado momento de catástrofe sanitaria nacional.

Ayuso no mide el riesgo, o al menos eso intenta trasladar al votante conservador madrileño que en los últimos años se han convertido en mayoría, en esa identidad esquizofrénica de la capital de España, que fue la primera a nivel mundial en rechazar casi de manera unánime la invasión a Irak de Bush, Aznar y Blair, que a nivel de comicios nacionales suele manifestarse a favor del progresismo, peor que en la dimensión comunitaria elige lo más conservador, sea cual sea el nivel de infracciones o delictivo de sus dirigentes, así pasaron de un Gallardón tolerante y famoso por su concordia y buenos modales, a una Aguirre jefa absolutista y omnipresente en una cúpula famosa por un derroche de corrupción, seguida de Cifuentes, tan liviana en costumbres que robaba cremas en las grandes superficies y falsificaba títulos.

Ayuso supo leer una avidez colectiva por la frivolidad, en la voluntad de los madrileños de elegirla a ella con su escasísima cultura general, haciéndolo público con sonados dislates incluso en los temas más inherentes a la derecha conservadora española como el conocimiento de la dinastías regias asturianas y leonesas, o la génesis de lo que se denomina el mundo occidental, frente a un Gabilondo, leído, culto, cívico, enfundado en la concordia y los buenos modales.

Hoy vuelve a mostrar el más mínimo respeto por los protocolos, las jerarquías, los modales, la política acartonada española, pero también la cultura cívica, en su desplante a Bolaños, en la licencia para que su jefa de protocolo llegue al punto de tomar al ministro por la cintura haciéndole un tackle de rugby para que impedir que este no avanzase hacia la línea del try.

Ayuso hizo de esta virtud circunstancial del desparpajo y  la falta de respeto a la institución y  a la cultura, un arma, pero que puede terminar siendo de doble filo, porque si bien hoy es su sello identitario y su mayor reclamo publicitario, incluso mayor que su aspecto ciertamente atractivo con esa fabulosa "cara de cine mudo" como dice el gran Raúl del Pozo, que los Stones y los Sex Pistols no habrían dudado en usar en las portadas de sus vinilos, cualquier día, en esa Madrid esquizofrénica, de dos caras tan marcadamente diferenciadas que emergen en el menos pensado o más urgente de los casos, podría convertirse en el mayor de sus enemigos. Porque allí donde hoy importa más tomarse cañas  en cuarentena que siete mil ancianos muertos, mañana puede invertirse la ecuación y tal como hoy los barrios obreros la votan, pueden pasar a ser los barrios más refinados quienes la denosten. Todo puede cambiar en una tarde según el cariz del mentidero. Una moneda de dos caras, oro y lodo.

Oro y lodo
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25 febrero 2023 6 25 /02 /febrero /2023 17:11

El ocho de Mayo de 1945 mientras Alemania ofrecía su rendición y con ello se declaraba el fin de la Segunda Guerra Mundial, miles de personas morían aún producto de las bombas arrojadas por aviones que ya habían partido con la orden de bombardear, soldados que aún cumplían las órdenes de luchar, nazis que todavía estaban a cargo de infelices moribundos a los que debían asesinar y que no conocían las últimas novedades.

En las guerras anteriores esto ocurría exponencialmente, a veces tardaban días las tropas en conocer la orden del fin de las hostilidades y continuaban lidiando en batallas sangrientas en las cuales morían miles de personas en tiempos que técnicamente, ya eran de paz, incluso hoy con toda la tecnología que nos narcotiza, si se detiene de repente una guerra se le puede avisar en el instante a los aviones, morteros, barcos, batallones, pero las bombas, los misiles o las balas ya disparadas continuarían hasta su destino final de carne, hueso y cal.

Hoy al despertarme apagué primero el ventilador, encendí luego la música de una lista de blues de Spotify y atravesé el pequeño salón de mi reducido pero coqueto apartamento de estudiante lascivo con el fin de hacerme desayunos lavarme cara boca y nudillos ( es que soñé que ganaba en una pelea a muerte de Kung Fu) y de repente me percaté que en el aire continuaba una estela del viento reciclado que el ventilador había estado dispensando toda la noche y los blues, si bien ya desperezaban los acordes de sus doce compases, también era notable la catarata de silencio que los acompañaba de manera predominante, el ruido del silencio convertido en macho alfa rabiando contra el residuo del viento artificial y los punteos iniciales de "Three O'clock in the morning".

Continué mi camino a la cocina asombrado por el fenómeno, abrí la nevera para sacar la leche de avena y el viento despeinó aún más mi cabellera matutina y los punteos ya reñían de manera ostensible con el silencio, casi parecía una pieza sublime por la variación en la sonoridad de las cuerdas, aún cuando conservaban los acordes de la pieza original, el sonido era totalmente distinto, donde habitualmente se escuchaba el tañer del mástil ahora aparecía un ruido apagado, hueco, terminal, ahogado, y allí cuando normalmente se había escuchado una acorde agudo descendía en barrena con un eco bajo, grave, emparedado.

No admití estar asustado pero lo estaba, puse el agua calentar sin mirar atrás, abrí la ventana de la cocina, en el suelo había pequeñas manchas de aceite que habían dejado unos trocitos de cebolla asada la noche anterior, me agaché a limpiarlas con un trapo empapado de agua hervida y pretendí que con esa ocupación doméstica desaparecerían los efectos tardíos del viento del silencio, pero no habían hecho más que comenzar. Salí de la cocina camino al baño sin ocultar ya mi alarma, hice una parada antes para cerciorarme de que el ventilador estaba apagado y de que la aplicación musical funcionaba bien, en efecto, todo eso estaba en orden, pero el viento no cesaba de crecer en su ímpetu y el silencio de ir ocupando espacios, que nunca antes había conquistado, abrí las ventanas y no llegaban sonidos del exterior excepto el esfuerzo de un córvido que estaba logrando atravesar nuevamente la cerca anti pájaros de mi edificio, de regreso al aire libre, pero todos los demás sonidos habituales, casi permanentes, habían dejado lugar a los acordes confusos de un blues irreconocible, aunque aún bello. El soplo cada vez más fuerte del viento carecía de sonido, cerré la ventana para asegurarme que los objetos que comenzaban a perder su equilibrio por la ventolera, permaneciesen flotantes, no enraizados, en casa y me dirigí al baño a duras penas, tuve que lavarme los dientes en medio de un ciclón silencioso, en un caos sedado. 

Con el susto creciendo en el cuerpo abrí la ventana del baño que da a la otra cara del apartamento, entonces escuché ladrar al chihuahua de mi vecina, un golpe de sol barrió el fresco de mi cara, se escuchaba clara la voz y la guitarra de BB King, y para cerciorarme llamé con un silbido a la vecina que de inmediato acudió y sonriendo me preguntó:

-¿A dónde vas con esos pelos?

La saludé pero no hablé demasiado porque tenía la voz entrecortada, le dije que después nos veríamos y volví a cruzar el apartamento coqueto de soltero libidinoso hacia el otro lado, abrí la ventana y ahí estaban todos los sonidos de la calle, ya no había viento, el blues sonaba limpio, y el pájaro había dejado de aletear rindiéndose a su suerte. Regresé a la cocina donde ya no soplaba el viento ni había manchas de aceite y tomé con prisa la escoba, fui a la ventana más cercana a donde estaba el córvido resignado, extendí la escoba y le di unos suaves pero decididos golpecitos con la parte de los pelos de la escoba al trasero del ave atrapada, hasta que entre mi utensilio y su renovado aleteo, no sé si merced de haber percibido la cercanía de la salvación o por terror a mis intenciones envidiosas propias de todo ser no volador, el pájaro, seguramente con su lección bien aprendida, salió despedido hacia el sol creando un contraste extremo entre su negro bruñido y el resplandor de Agosto.

Entonces regresé a la ventana del lado de mi vecina con una brisa cálida en la nuca y los estertores de Three O'clock in the morning y, tras silbar para que se asomase, le dije en respuesta a su pregunta:

-Nada, es que soñé que peleaba Kung fú en el final de una guerra, y desperté de repente para evitar daños innecesarios en este páramo de virtudes, armonía y aire fresco- y me respondió:

 

- Vale, pero péinate que pareces un cuervo loco.

Curvo atrapado y liberado

Curvo atrapado y liberado

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23 febrero 2023 4 23 /02 /febrero /2023 21:25

Ocurrió todo junto.

Ya hace unos pocos años conecté por una red social con un amigo de la infancia de antes de ser arrancado de mi Argentina a la que nunca jamás regresé ni podré regresar, pero que también, en contrapartida, permanece incorruptible, impertérrita en mi interior, que al fin y al cabo, es lo más cercano a lo que aspiramos sea "la realidad".

Todo la ópera bufa posterior, la referencia a ese país de presos, de muertos y torturas, el retorno frustrado, el re-regreso para bucear en lo profundo de la oquedad donde un intersticio señalado, entre las heces de su intestino ofrecía un suspiro hecho senda, a contraluz, como único camino para llegar al fondo de mi esencia en este rarísimo cúmulo de laberintos llamado vida, y al confín del castigo por haber supeditado mi escuela, mis amigos, mi camino, mi timidez, mi playa, mi ciudad, mis chicles y mis chocolates, a anhelos ajenos, de manera tan temprana y abrupta.

Raul, que junto a Juan Martín y Silvina eran mis queridos amigos que me fueron a despedir y a soplar las velitas de la torta de mi décimo cumpleaños en la estación de Retiro, el 3 de Mayo de 1973, cuando abandonamos para siempre mi único nido, mi ultima cueva, montados en un precioso tren de camarotes rumbo a la Cordillera de los Andes, para perdernos tras las bambalinas para ensayar una mediocre tragicomedia hasta que la sala, llena de almas y sombras, diese el visto bueno para irrumpir bajo las luces con una instalación inmóvil, hierática: el musical de la putrefacción.

En ese momento me alegré de volver a saber de mi amigo de aquel lejano adiós, mi madre había guardado una foto donde hacíamos un trencito jugando frente a mi casa en la calle Hipólito Yrigoyen. Ayer Raul, puso en las redes una foto de su participación en el maratón de Boston, el mismo en que años atrás fue protagonista de un terrible atentado con bomba contra los corredores. De repente como si volviese de alguna manera a aquella acera a engancharme con las manos en la cadera de uno de mis amigos y sentir a otro detrás para a dar pasos acompasados haciendo sonar un pito de locomotora, me situase en el barrio de Florida, y transformase aquella despedida de la estación Retiro a punto de abordar el tren en solo una ilusión onírica, constituida en capítulos de despertares y pesadillas que nunca tuvieron lugar más que tras esas bambalinas, donde entonces, se ensayó un pelmazo de drama.

Mi amigo Raulito, con mi misma edad corre 42 kilómetros en Boston, fue como un pellizco en la carne blanda del antebrazo, entonces no había soñado, el mundo existe, la gente puede ganar, mis amigos son de carne y de metal como lo eran en aquel trencito, entonces las cosas de la vida no fueron en vano, mi amor a mi Cocosito está en un cajón y el dueño del kiosco al que le robé un manojo de chicles Bazooka sigue corriendo detrás de la esquina.

Un instante, solo un instante me recorrió la existencia, Raul cubriendo la maratón de Boston, me comentó que también estuvo el día del bombazo, en ese ínfima charla por internet sentí que volvía a hablar, a vivir de verdad, que saltaba de los tablones de aquel escenario y regresaba a mi vereda. Unos minutos más tarde leí el artículo de Clarín que el otro día, previo disculparse con genuina modestia, puso en esta red, sobre la empresa de los viejos que claro, cuando creció, pasó a gestionarla él, que construye esas formidables ventanillas, baúles de coches, y otras autopartes con una dedicación y detalle tal, que Toyota puso de ejemplo de perfección austral, dándome de propina un orgullo firme por algo de mi país que fuese más allá del fútbol y la pizza de Güerrin, la literatura, el olor a la boca de subte, el pebete de salame y las latas de galletitas de los almacenes viejos. Sobre el final del artículo leí que también la empresa de Raul produce autopartes para ferrocarril, acaso gracias a un enganche salido de su fábrica, mágico pero tan real como medio siglo, pude subirme nuevamente a ese vagón de camarotes, con las manos ocupadas de regalos, la barriga atestada de torta de chocolate pero no en dirección a la cordillera, sino de vuelta a casa, a la vereda donde enganchan los vagones nuestro trencito. Y toda aquella sal de lágrimas se transformó en una sonrisa, desde adentro, desde el interior, que no es otra cosa que lo que llamamos realidad.

El trencito
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20 febrero 2023 1 20 /02 /febrero /2023 20:35



La cajita de fósforos
Una querida amiga estaba de visita en casa la semana pasada y en un momento que intentábamos entrar en una determinada página web, el sistema me re direccionó a otra página en la que aparecían exuberancias y voluptuosidades poco destacables por su discreción, al instante apresuré el mouse buscando abandonar una situación embarazosa que podía revelar alguno de mis suplementos en más de una medianoche impía, acompañando la prisa con excusas típicas de mal perdedor, ya que no hacia falta explicar nada, todo el pescado estaba vendido, pero aún así es comprensible que el chorro de sangre que sube por las mejillas, exhorte aunque sea a un tímido intento de nobleza exculpatoria.
Luego ingresamos a la página que queríamos entrar en un inicio, mientras nos reímos de como a veces aquellos auxilios binarios al llamado del "mantecado celestial", cobran vida propia y deciden presentarse según sus propios criterios y decisiones.
Más tarde mientras íbamos a un pueblo típico del campo, mi querida y bella amiga empezó a comentarme, advirtiéndome que lo hacía sin acritud, que un amigo gay le contó que cuando quería ver una película porno para encender su cacerola, no veía películas gays, sino heterosexuales, y concluía que todos los que ven películas porno, en lugar de calentarse con la cajita que guarda los fósforos se deleitan, consciente o inconscientemente, con la imagen de los fósforos; o sea que todo aquel que le concede unos minutos al séptimo arte del desenfado, alberga un gay agazapado, perdido en el subconsciente por el batallador embutido de tendones y venas, que todo aquél que se deja llevar por esas imágenes jadeantes, cadenciosas, lujuriosas de hembras insaciables que socorren las fantasías provenientes del nido del marote, en realidad no miran la cajita, sino que miran el fósforo.
No le veía demasiado sentido a tal sentencia aunque tampoco la encontré descabellada del todo, pero en lugar de oponer mi criterio me sentí invitado a contarle como desde hacía relativamente poco, en mi edad, había descubierto una forma de satisfacción gracias a las computadoras y la red que mezclaba la comunicación con partenaires de verdad con fantasías espontáneas guardadas en los tupperware de las babas contenidas, y me di cuenta que por primera vez hablaba de esta práctica, los "pali-pajas", o "paji-palos" como los bauticé al notar que la mitad de ellos aproximadamente, eran auténticos actos sexuales llevados a cabo por una pareja, toda vez que cuando llamamos acto sexual, incluyamos también ese altísimo porcentaje de ojos cerrados, imágenes complementarias recorriendo el iris resguardado por los párpados, ora de la vecina, la suegra o la compañera de trabajo, y la otra mitad compuesta de pura fantasía y autosatisfacción.
La primera vez, como casi todo, empezó por casualidad en uno de esos chats: "te mando un beso, pero mis besos son traviesos y por más que los mande a la mejilla a veces se escapan por el cuello, el escote, o las caderas, en fin, tú discúlpalo" y luego rematando el mensajito con un precavido: "jaja", para recibir a continuación la respuesta: "jajaja"- La cama lista y el champán servido. De ahí pasó a: "como me gustaría hacerte esto por aquí" o "lo otro por allá" y del trote al galope y de ahí al desboque, dando rienda suelta a los "que rico, que sabroso, mima, papi, toma, dame" y la mar en bote.
Fui perfeccionando mis técnicas de captación, y así surgieron como en la vida real, casos en que debí cortar apenas empezados, siendo los menos habituales porque la decisión de lanzarse generalmente es algo consensuado mediante refinadas señales improvisadas pero muy concretas, lo cual no obsta para que de vez en cuando el radar pueda errar una señal o que aun habiendo sido confiable, la jugadora se deje llevar por cierto pudor de última hora, pero en general se sucedieron una retahíla de partidos de este novedoso juego lascivo y creativo a la vez.
No hay reglas, solo una sugerencia planteada por el sentido común, es mejor que los jugadores no se conozcan para permitirse imaginar el olor perfecto, el aliento, la voz, la piel y poder siempre cuadrar los atributos con las preferencias en cuanto a forma, textura y volumen.
Sólo debo decir para quienes puedan sospechar que el ejercicio virtual puede ir en detrimento del presencial, que nada hay más erróneo, no es supletoria ni excluyente, sino complementaria.
Durante la época más álgida de las refriegas virtuales fue también cuando más empujado me sentí a vivir relaciones presenciales esporádicas. Ambas con gran respeto, pero sin inhibiciones ni tupperwares que retornen cerrados a la nevera, disfrutando de ese casi único capital que la edad nos declina: saber lo que nos interesa y lo que no, e ir a por ello sin pruritos.
Llegamos al pueblo con la boca seca y los patitos alborotados.
De modo que si las preferencias de repente se ven invadidas en las fantasías por sujetos y objetos extraños, bienvenidos sean. Lo que no mata, ni engorda, hace cuchi cuchi dentro de la cajita.

 

Cerillas Be bop

Cerillas Be bop

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  • : El blog de martinguevara
  • : Mi déjà vu. En este espacio comparto reflexiones, flashes sobre la actualidad y el sedimento de la memoria.
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